Читать книгу: «Miserias del poder», страница 5

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En definitiva, el entorno más cercano a Carmen Góngora y aquellos que escondía dentro de las redes creadas por el Sindicato Católico de la Aguja, el vicario general de la diócesis, Rafael Ortega Barrios, y otros religiosos, preferentemente jesuitas, como el padre José Rodríguez Ponce de León o Servando López Sancho. Esta relación con el Palacio Episcopal explica la estrecha vinculación entre la Quinta Columna y los talleres del periódico ultracatólico La Independencia84 El hecho de que fueran, precisamente, los propios tradicionalistas los que recibieron más inclementemente la primera represión republicana, añadido a la movilización política de Carmen Góngora y su Sindicato, produjo una conexión que sería muy importante durante la posguerra: la del Servicio de Inteligencia y Policía Militar (SIPM) y el entorno de La Independencia. Esta conexión facilitó que, durante la posguerra, el núcleo duro de la clandestina conformara la elite de la delegación provincial de Información e Investigación –la policía política de FET-JONS–.85 Rafael Salazar, primo de Alejandro Salazar Salvador y cuñado de Fructuoso Pérez Barceló (hijo de Fructuoso Pérez Márquez –director de La Independencia–), el camisa vieja Antonio Rodríguez García, el tradicionalista José López Valero...; un círculo muy cerrado y compacto que persistió en puestos clave, Información e Investigación y CNS, durante toda una década. Una delegación –la de Información e Investigación–, no lo olvidemos, estrechamente ligada al SIPM.86 La organización de Carmen Góngora en el sindicato, al margen de los Román, estaba compuesta por mujeres como Encarnación Alcalá Templado, Ana María Plaza, Remedios González Amezcua, Ángeles García González, Antonia Rodríguez Tuset o María Guzmán Benavente. Como puede verse, los ángeles de la guerra sí tuvieron sexo.87

Como ya comentamos, las primeras acciones del sindicato tenían más que ver con salvar la vida a personas en peligro que con cualquier otro tipo de actividad. El testimonio de Ana Plaza Cuervo, rvda. M. Sor Corazón de María, camina en este sentido.88 Para poder esquivar la persecución debió ponerse en contacto con Carmen Góngora y su grupo, ya que esta, desde el primer momento de la sublevación,

... se consagró en la medida de sus fuerzas a defender tal causa, poniéndose en contacto con los elementos de derechas de esta Plaza, especialmente con las personas más destacadas y de posición más desahogada, ya que la exponente tenía montado en su domicilio el sindicato católico de la aguja por cuya circunstancia al advenir la dominación roja ha sufrido encarcelamientos y persecuciones constantes.89

Y es que las fuerzas de Carmen Góngora, aunque fingiera padecer enfermedades, daban para mucho. Según Encarnación Alcalá, desde muy pronto comenzaron a realizar servicios tales como socorrer a los perseguidos, eludir los encarcelamientos de derechistas, conseguir certificados médicos para boicotear al Ejército Popular e, incluso, pasar a gente a la zona nacional.

Tanto movimiento hizo que al SIM se hiciese sospechosa aquella casa y bien pronto comenzaron los registros policíacos. Apenas se sabía que estaba la policía, Carmen Góngora se apresuraba a acostarse fingiendo una grave enfermedad y de este modo consiguió que en infinidad de registros no se la llevaran.90

Otra actividad desarrollada por el Socorro Blanco, que le valió ganarse la admiración de todos los sectores derechistas de la capital, fue la asistencia económica a derechistas.

Eso era el Socorro Blanco, que eso sí era de tapadillo y eso nos socorrió a nosotros. (Pregunta) Ese Socorro Blanco eran, supongo, personas de derechas que sabían que personas lo estaban pasando mal... (Mercedes) Exacto [...] mientras tanto nos dejaban las cestas que me acuerdo yo del chocolate, mi hermano y yo nos peleábamos por el chocolate.91

En cualquier caso, esa actuación convirtió a estas personas en fantasmas y su actuación en novelas policíacas. Precisamente ese carácter oculto e intrigante era rechazado por algunas de las personas que tuvieron protagonismo en Falange durante los cuarenta. El carácter fascista casaba poco con el misterio:

Yo no he estado en eso del Socorro Blanco. Esas eran organizaciones con mucho misterio. Yo tenía una amiga maestra, que tenía mucha gracia, que era del Socorro Blanco (Rojo), pero ¡era de derechas!, lo que pasa es que era una hipócrita. Yo, para eso, no he valido en la vida [...] Estaba el Socorro Blanco, pero que yo sepa... Habría cuarenta cosas ocultas. El Sindicato de la Aguja lo he conocido yo después de guerra, a Carmen Góngora, que tampoco le tenía yo mucha simpatía, esa es la verdad. Fue un poco egoísta, abusaba de la gente que tenía...92

Esta perspectiva, seguramente, se encuentra condicionada por dos elementos: nuestra informante no obtuvo ayuda alguna durante la Guerra Civil (más aún, su padre estuvo preso por ayudar a otros) y durante los años cuarenta las nuevas camadas falangistas tuvieron conflictos con los sectores vinculados al tradicionalismo y al catolicismo.93 Muy distinta era la perspectiva de aquellas «familias de los presos nacionales que se encontraban necesitadas».

Como explicó Antonia Rodríguez Tuset, el Socorro Blanco se ocupaba preferentemente de ellas pidiendo ayuda en metálico y en especie a las familias pudientes de la capital para que Carmen Góngora la distribuyese. Una vez detenida la líder, la organización continuó con otro carácter. Su nuevo jefe sería Manuel Fernández Aramburu.

Este señor además entregaba a la declarante dinero para que a su vez lo entregase al Sacerdote José Garín, que era el que se encargaba de entregarlo a una religiosa que había sido obligada a abandonar su Convento por los rojos [...] y a una mujer llamada Remedios González Amezcua que eran las que personalmente distribuían el dinero entre las personas necesitadas.94

En el reparto de víveres estaba implicado Antonio Rodríguez García, que, años más tarde, llegaría a ser delegado provincial de Información e Investigación. Al parecer, el jefe directo de Antonio Rodríguez era Miguel Juárez, jefe de la Guardia Municipal de Almería y enlace directo con Carmen Góngora. Tanto Miguel como su hermano, Carlos Juárez, confiaban en Miguel Artero, que acabó denunciándolos al SIM.95 En definitiva, toda una red asistencial que no solo actuaba en la capital, sino en toda la provincia, y que contaba con conexiones tanto en el Levante peninsular como en Málaga, Cádiz y Granada.96

A pesar de lo dicho, el Socorro Blanco era una organización limitada a la asistencia. No sería hasta que se convirtiera en Falange clandestina y se conectara con el SIPM cuando su actividad cambiara de carácter. En esa conversión desempeñaron un papel fundamental dos personajes: Manuel Fernández Aramburu y Manuel Mendizábal Villalba. Tampoco debemos desdeñar la gran importancia que tuvieron dos factores: el tránsito de la guerra de milicianos a la guerra total y la centralización de los servicios de información franquista en el SIPM.97

Según la declaración de Manuel Mendizábal, tras la detención de Carmen Góngora, las redes de asistencia a derechistas quedaron dispersas y descabezadas, de modo que Manuel Fernández Aramburu se ocupó de la reorganización. El trabajo de Aramburu fue más allá, pues no se contentó con reorganizar la clandestina, sino que la puso en contacto con el SIPM, le dio una nueva estructura tripartita y vinculó la organización a un funcionariado en un principio indiferente y, tras dos años de conflicto, filofranquista. La nueva organización, conocida como Red Hataca, contaba con un coordinador jefe: el funcionario de Hacienda Manuel Fernández Aramburu, y tres jefes de rama: el también funcionario de Hacienda Manuel Rodríguez Jerez (Socorro Blanco), el maestro nacional Manuel Trujillo Galera (Milicias) y el ingeniero agrónomo Manuel Mendizábal Villalba (Información de guerra).98 Manuel Rodríguez Jerez, que en la posguerra sería secretario provincial de la CNS, tenía una íntima amistad, seguramente por cuestiones laborales, con Fernández Aramburu, de manera que el Socorro Blanco en realidad era dirigido por este último.

Sobre las funciones de cada una de las ramas, Manuel Mendizábal explicaba lo siguiente:

El socorro blanco tenía la conocida misión de ayudar a las personas perseguidas por los rojos, para lo cual se recogían fondos no solamente de los miembros de la organización sino también de personas simpatizantes de la causa nacional.

La rama de milicias tenía por finalidad controlar y encuadrar a elementos jóvenes dispersos por los distintos pueblos y en la capital y los cuales podían constituir una reserva utilizable en un momento oportuno. Los miembros de las milicias de la capital pertenecían en su mayoría a la caja de reclutas y batallón de ametralladoras de guarnición en Almería.

Y, finalmente, la rama del servicio de información, dirigida por el que declara, tenía por misión recoger las máximas informaciones de carácter militar y suministrarlas, por los medios posibles, al bando nacional a fin de que este las utilizara en la forma más eficaz en beneficio de las operaciones de guerra.99

Esta nueva estructura, con sus diferentes funciones, suponía un salto cualitativo con respecto a la organización de Carmen Góngora. Ya no se trataba de auxiliar material y espiritualmente a los derechistas. Ahora se trataba, además, de impedir la movilización antifascista y de crear una milicia antirrepublicana. Existían tres fines:

Primero, suministrar datos de importancia militar para la zona nacional; este servicio era propiamente de espionaje. Segundo, practicar el socorro blanco y tercero organización militar interna de la organización.100

Como se puede observar, se trataba de un esquema mixto que mezclaba las funciones de las cuatro secciones del SIPM y las de las milicias y los servicios de información de FET-JONS. Cosa lógica, dada la mezcolanza que hemos defendido más arriba. La última sección mencionada por Mendizábal se ocupaba no solo de los frentes en la provincia de Almería, sino que también abarcaba los sectores de Murcia y Cartagena. Para poder ocuparse de tan vasto territorio, la sección de información tenía agentes enlaces en Almería (Santiago García), Murcia (Antonio Martín) y Cartagena (José Montoya). Además, Luis Ciarán, infiltrado en el Ejército republicano, ejercía el mismo puesto indistintamente en Murcia y Cartagena.

Una vez Mendizábal reunía y clasificaba los datos recogidos, se los transmitía a Fernández Aramburu, quien se encargaba de cursarlos a la zona nacional «utilizando para ello los guías que suministraban el Servicio de Policía e Investigación Militar de la zona nacional, sector S7».101 El contacto con el SIPM del bando nacional se estableció gracias al pase desde Almería a Melilla de Juan Eugenio Iglesias, quien una vez allí informó a la inteligencia del Ejército de la existencia de una organización clandestina en Almería. Además, según Emilio Salvador Guijosa, también tuvieron importancia las redes familiares, ya que «un familiar del Sr. Fernández Aramburu residente en zona nacional se puso en contacto con él por medio de un enlace [seguramente Juan Eugenio Iglesias]».102

La vinculación de Manuel Trujillo con Aramburu y su Red Hataca fue aún más rocambolesca. Al parecer, Trujillo pertenecía a FE-JONS y se infligió una herida para esquivar la represión republicana. Al ser trasladado a un hospital en Lúcar, comenzó a formar un grupo de derechistas utilizando el sistema triangular de la primitiva FE-JONS a fin de sabotear al Gobierno Rojo. Fue entonces cuando conoció la existencia de «una organización que presidida o dirigida por el Sr. Fernández Aramburu estaba controlada por el SIPM nacional, apresurándose a ofrecer a dicho Sr. su colaboración y la del grupo que el dicente había organizado».103

En principio el grupo de Trujillo gozaba de cierta autonomía, pero conforme fue pasando el tiempo, Fernández Aramburu imprimió a toda la organización una férrea disciplina. Las milicias tenían un cuadro de mando compuesto por Manuel Trujillo como jefe principal y Juan Ruiz Alarcón y Fructuoso Pérez Barceló como sus ayudantes principales. Además, las milicias tenían sus ramificaciones en el campamento Álvarez de Sotomayor y en la capital. Los encargados de ambos grupos eran el alférez Emilio Salvador Guijosa y el comandante de ingenieros Miguel Márquez Soler. También tenían un infiltrado en censura militar, José Antonio Franco Franco, quien se ocupaba de dar «notas de todo aquello que se escribía con relación a la organización y que se confiaba al correo».104

También se ocupaba de filtrar la correspondencia de la organización sin pasar por la correspondiente revisión. Más potente era la organización en el Centro de Reclutamiento e Instrucción Militar (CRIM), donde Juan Ruiz Alarcón tenía encuadrados a más del noventa por ciento de los empleados. «Esto era sumamente importante para sabotear las llamadas de quintas por el gobierno rojo, dar inútiles totales o parciales a los quintos que convenía». En la comandancia militar tuvo una especial actuación Rodríguez Mendo, quien no solo se dedicó a la captación de personal, sino que también realizaba octavillas clandestinas que se repartían por la ciudad para socavar la moral de la retaguardia. Por último, cabría mencionar la célula que funcionaba en el Hospital Militar dirigida por el enlace Antonio Moral Guillén. En esa institución Moral tenía organizadas varias escuadras que procuraban retener el mayor tiempo posible al personal de derechas a fin de que no fueran enviados al frente. Para conseguir estos fines procuraban dotarlos de preparados químicos que les provocaran falsas enfermedades de estómago y de los ojos. Todo un complejo entramado que perseguía el sabotaje y la dislocación de la retaguardia republicana. Para ello se sirvieron de diferentes estrategias:

Todo lo que fuera sabotaje se practicaba a gran escala. Así, se acaparaba la moneda fraccionaria para dificultar la compraventa corriente y diaria en mercados, cafés, etc. Y, sobre todo, se hizo intensa campaña entre los campesinos para que no sembraran sino aquello que sirviera para el consumo suyo y de su familia, ya que el gobierno rojo les iba a robar el resto o pagárselo en moneda que luego iba a ser inservible. Esta propaganda causó sus deseados efectos.105

Estos sabotajes también tuvieron lugar en el Campamento Álvarez de Sotomayor con tal eficacia que, según José Pérez-Hita Jover, se produjo una rebelión entre los soldados acuartelados por la falta de comida. En cualquier caso, Pérez-Hita Jover destacaba sobre todas sus actuaciones la que tenía que ver con la recluta de derechistas.

Quizá la labor más interesante llevada a cabo por los oficiales de derechas fuera la de librar de la muerte a muchos soldados que venían de sus pueblos al llamamiento de sus quintas tildados de derechistas. Así sucedía que llegada una expedición de un pueblo en la que todos eran rojos menos uno o dos. Los rojos informaban acto seguido mal de sus compañeros, estos quedaban fichados y era un peligro que fuesen destinados todos juntos al mismo frente.106

He aquí una de las claves del problema. El intento de movilización total del Estado republicano topó con la oposición de su propio funcionariado que, ante los rumores de que a los simpatizantes de las derechas se les utilizaba como carne de cañón en el frente, se dedicaron a un boicot sistemático a la República.

Y al final lo mandaron a un frente, a un batallón disciplinario, como desafecto para que hiciera lo que, también ya al final cuando ya les parecía muy descarado al cabo de tanto tiempo de guerra ya consolidada asesinar así como siempre lo habían hecho sabes que en los batallones disciplinarios los incondicionales de ellos, los peores de ellos, mandaban por delante a los del Batallón disciplinario o para que los mataran las mismas tropas de Franco o ellos los mataban por la espalda. (Óscar) Ummm umm (afirmativo) (Ginés) ¿Conocías esa táctica? (Óscar). No (Ginés). La táctica era coger un grupo de pre, de presos contrarios al rojerío este y ponerlos en primera línea en un enfrentamiento con el Ejército de Franco. Claro, muchos de ellos lo que hacían apenas podían, jugándose la vida y perdiéndola muchos, era pasarse, pero otros o el Ejército de Franco, viéndoles venir atacándoles pues los atacaban y caían o por la espalda los milicianos rojos pues los mataban y habían caído en combate eso se usó muchísimo, muchísimo.107

El marco de injusticia actuaba y los costes de oportunidad iban decreciendo inexorablemente. Por un lado, y a pesar del riesgo, su acción era relativamente segura y, por otro, cada día que pasaba la República perdía más y más la guerra. En su mentalidad no se trataba tanto de un boicot como de una labor humanitaria, si bien, una vez iniciadas las actividades, poco a poco se fueron polarizando las posturas. Los testimonios que hemos obtenido sobre este aspecto son rotundos. El relato de Juan José Pérez Gómez, quien nos explicó que salió de su escondite porque temía que su padre sufriera represalias si no acudía a la movilización de su quinta, camina en el mismo sentido.

Yo estuve de cortijo en cortijo por ahí en la Sierra. Y entonces el gobierno republicano, el gobierno republicano como llamaban a filas. (Pregunta) Sí, me comentó. (Juan José) Iba huyendo que no me cogieran pero claro al enterarme. (Mercedes) Pues con familiares y todo eso... (Juan José). De que a los padres de los soldados si no comparecían los metían en la cárcel pues pensé en mi padre y me presenté.108

A Juan José nadie le evitó la movilización, aunque él mismo pudo escaparse gracias a una confusión del propio Ejército. Finalmente fue descubierto y pasó un tiempo encerrado en los calabozos del SIM, donde ya, por fin, recibió ayuda de médicos vinculados a la clandestina. Como se puede comprobar no son actos aislados, sino que más bien son recurrencias que nos remiten a un hecho estructural: importantes sectores del funcionariado se resistían cotidianamente a la República.109

Por lo que respecta al Socorro Blanco, la tarea era bastante sencilla y ya estaba muy organizada en tiempos de Carmen Góngora. Según el guardia civil José Ferrando Segarra, simplemente consistía en

... recoger fondos entre sus amistades de derechas, cantidades que entregaba a Manzano [Manuel Rodríguez Manzano] y sabe que este, a su vez, las hacía llegar al Sr. Aramburu. Más adelante, cuando detuvieron a una mujer apellidada Amezcua [momento de caída de Carmen Góngora], también se le encomendó al dicente el repartirlo. Alrededor de unas ochocientas pts. Recogía el que declara [...] El secreto era indispensable para la buena marcha de las actividades que de ser descubiertas aparejarían muchos males.110

La organización se extendió por toda Almería, llegando incluso a implicar a más de quinientas personas en toda la capital. Este proceso lo explica con mayor claridad el propio Manuel Rodríguez Manzano:

El dinero lo recogía de personas de quienes le constaba su afección a la causa nacional, a quienes decía que se destinaba a socorrer directamente el que habla a algunas personas que habían quedado en mala situación, pero sin descubrir nunca que los fondos fuesen a parar, como así era, a la organización. Los fondos los entregaba directamente a Carmen Góngora, y cuando esta y gran parte de sus colaboradores fueron detenidos, los entregaba al Sr. Fernández Aramburu que era quien vino a sustituir a Carmen Góngora en las tareas clandestinas, remozando la organización y dándole una nueva orientación que, sin excluir el socorro blanco, se ampliaba a sectores de información, enlace con la zona nacional y otras actividades más.111

El éxito organizativo hizo que algunos pensaran en pasar a la acción aunque, finalmente, el éxito del SIM puso las cosas en su sitio. Como el propio Ferrando Segarra estimaba:

En un principio los más exaltados querían, a todo trance, lanzarse a la calle y apoderarse de la ciudad de Almería. Y hay que decir que en honor a la verdad que la cosa hubiera sido sin grandes dificultades. Pero solo se hubieran podido mantener dos o tres días porque lo lógico hubiera sido que los rojos hubiesen lanzado fuerzas sobre la capital que hubieran dado al traste con todos los sublevados.112

Ese éxito proselitista, añadido a la prolongación excesiva de la guerra, causó, en opinión de Manuel Trujillo, el fin de la Red Hataca. Cuando la clandestinidad se extiende tanto apenas es posible guardar el sigilo y la discreción necesaria, de manera que es fácil descubrirla y encarcelar a sus componentes. Eso ocurrió en diciembre de 1938, cuando se estaba produciendo un paso a zona nacional por parte de Pabilo –el enlace en la zona de Paterna–. Una vez detenido este, fueron cayendo poco a poco los grandes dirigentes: Fernández Aramburu, Manuel Mendizábal, etc. Manuel Trujillo pudo escapar porque fue avisado a tiempo por los enlaces, de manera que se apropió de la emisora de radio de Albox y huyó a la Sierra de Lúcar, donde le sorprendería el final del conflicto.113 Esta declaración coincide bastante con la versión de los hechos que ofreció Mendizábal:

La organización clandestina «Red Hataca» siguió funcionando normalmente hasta primeros de diciembre de 1938, en que fue descubierta, como consecuencia de haber sido detenido un grupo de personas que trataban de evadirse a zona nacional, así como del guía que conducía la expedición y a cuyo guía le fueron ocupados los documentos que para su entrega a las autoridades nacionales le habían sido entregados por la citada organización. Cuando esta organización fue descubierta el declarante ya tenía montadas dos emisoras clandestinas fijas, una en Albox y otra en Almería, teniendo también reunidos los materiales precisos para instalar una emisora volante habiendo sido ocupada por los foragíos rojos únicamente la volante, que el deponente tenía guardada en su despacho oficial.114

El descubrimiento del enlace para el tránsito a zona nacional y el del propio Mendizábal se realizaron cuando este último estaba llevando a cabo una de las labores más delicadas: radiotransmitir información secreta al bando nacional. Como hemos comentado, Mendizábal contaba con dos emisoras, una en Almería capital y la otra en Albox. La propia construcción de las emisoras fue todo un logro, ya que el Estado republicano puso mucho empeño en controlar las ondas radiofónicas. En la declaración de Domingo Liria Valls se puede ver cómo Mendizábal hizo uso de su amistad para pedirle que «estuviese a la escucha de los radiogramas que dirigían a Almería desde Granada y Málaga, la mayor parte de los cuales eran dados en cifra». La cosa no acabó ahí; con el tiempo, y aprovechando que Liria Valls era un técnico en radio, Manuel Mendizábal trató de comprometerle para que fabricara

... una emisora y a comunicar con ella a zona nacional, prestándose el declarante, con todos los medios de que disponía. No pudo conseguir fabricarla, pero sí dio cuantas piezas tenía al Sr. Mendizábal, enterándose luego que la emisora llegó a construirse y la manipulaba D. Adelino Martínez ignorando con qué resultado y para qué fines.115

Tanto para trasladar a gente como para desplazarse él mismo para transmitir información, utilizaba los vehículos del servicio agronómico. También usaba la propia comunicación escrita de ese servicio escribiendo con tinta simpática «al respaldo de comunicaciones de carácter oficial». El 16 de diciembre de 1938 Red Hataca era descabezada.116

Como se ha visto para los quintacolumnistas, contar con medios de transmisión y recepción de información era fundamental. En un contexto político de fuerte propaganda y manipulación, contar con vías de información alternativas a la oficial era muy importante, máxime cuando una de las principales misiones que se tenían encomendadas era la propagación de bulos y rumores contra la República. Otro cometido fundamental de la clandestina era pasar información al campo enemigo, de manera que disponer de una radio era fundamental.

En esta tesitura el Gobierno de la República se dispuso a controlar férreamente las emisoras de radio. La orden emitida el 19 de julio de 1937 que disponía que en todas las localidades se realizara un censo o relación, con la marca y modelo de todos los transistores y altavoces existentes en cada núcleo de población, así como con el nombre de cada propietario, es fundamental. Esa misma orden, dispuesta por el socialista Cayetano Martínez, instaba a los propietarios a que depositaran sus emisoras en el Centro de Telégrafos de su localidad. Un año más tarde, en mayo de 1938, se envió una nueva orden-circular que instaba a las autoridades locales a que se hiciesen cargo de los aparatos de radio. Las autoridades realizaron eficazmente su labor enviando los correspondientes listados. Los resultados de esos informes se pueden ver en la siguiente tabla.

El proceso no iba a estar exento de complicaciones. Muchos ciudadanos de a pie se quejaron de este control y de la apropiación de sus aparatos, ya que, en ocasiones, se realizó sin guardar las mínimas normas que garantizaran la propiedad. Por otro lado, la Quinta Columna estaba tan introducida en las entrañas mismas del Estado que iba a ser el propio Gobierno Civil quien dotara a esta de transmisores. A pesar de lo dicho, el Gobierno Civil comenzó a recibir las respuestas que esperaba. El 8 de mayo de 1938 el Consejo Municipal de Albox dirigía la siguiente nota al Gobierno Civil:

Conforme interesaba en su telegrama de fecha 30 del pasado mes de Abril y en cumplimiento del mismo, envío a VS relación detallada de los aparatos de Radio-Receptores que en la actualidad se encuentran depositados en este Centro de Telégrafos y otros, debidamente precintados sus locales, que pertenecen al Representante y Técnico de la Casa Phillips en esta población.117

TABLA 1.1 Relación de radios incautadas en la provincia de Almería (mayo, 1938)


Fuente: AHPAL. Gobierno Civil. Secretaría General. Orden Público/Derechos ciudadanos. GC-1923. Elaboración propia. * Se refiere a los aparatos intervenidos en la casa Phillips de la localidad.

Las quejas tampoco se hicieron esperar. En Cantoria fue José Padilla Sáez quien envío una carta al Gobierno Civil en la que se quejaba de los modos utilizados para apropiarse de su receptor de radio. Según Padilla,

... con fecha dos del corriente certifiqué un sobre a ese Gobierno Civil el que contenía una reclamación sobre aparato de radio como lo acredita el recibo que poseo de esta Administración de Correos n.° 3 del que hasta la fecha no he tenido el más pequeño aviso por este Ayuntamiento de devolución de dicho aparato.118

El gobernador civil no tardó en realizar gestiones para interesarse acerca de los motivos de la querella. Al parecer, el aparato de radio había sido requisado por la CNT y en los momentos de la reclamación estaba siendo utilizado por su directiva. El gobernador civil ya había decidido, previamente, ordenar al alcalde de Cantoria que hiciera «devolver a su legítimo dueño la radio descrita precintándola previamente en la forma ordenada»119 y, sin embargo, la reclamación del dueño continuaba vigente. Las razones para que la queja no hubiera sido satisfecha eran, en opinión de los anarcosindicalistas, más que claras. José Padilla era un derechista que no merecía ningún tipo de radio ni consideración. Según Manuel García, secretario del sindicato de oficios varios de Chercos, Padilla era un «individuo que no debía existir entre los vivos y tener inmuebles de este tamaño es la vergüenza de nuestra organización». De casta le venía al galgo, ya que no solo él, sino «toda su familia han sido toda su vida propagandista de derechas y usurpadores de la sangre del obrero».120

Esta opinión no era tan solo de la CNT; el resto de fuerzas obreristas de Cantoria tenían la misma opinión. En un escrito fechado el once de enero de 1938 y firmado y sellado por las JSU, la CNT, la UGT, el PSOE y el PCE, se emitían juicios completamente desfavorables a Padilla. Se trataba de un desafecto a la República y destacado derechista que no tenía por qué exigir ahora sus falsos derechos.121 Todas estas informaciones fueron remitidas al gobernador civil, que no dudó en cambiar su actitud ante el conflicto. El 21 de enero de 1938 enviaba un nuevo oficio al alcalde de Cantoria en el que le solicitaba que dejara las cosas como estaban.122

No todo serían protestas injustificadas e insatisfechas. En otras ocasiones nos hemos encontrado con protestas justificadas acerca de la manera en que se llevaron a cabo las incautaciones. En Cuevas del Almanzora, por ejemplo, el alcalde se había hecho con el transistor de Manuel Márquez Ocaña y lo había enviado al 884 Batallón de Guarnición de la localidad. Cuando el batallón abandonó Cuevas, el aparato desapareció, de modo que Manuel Márquez se quedó sin la posibilidad de que la radio volviera a sus manos. Presentada la queja correspondiente ante el Centro de Telégrafos, este organismo envió una misiva al gobernador civil en la que le instaba a que tomara cartas en el asunto, ya que era a Telégrafos a quien correspondían las requisas y el reparto de transistores.

El problema de Manuel Márquez era especialmente curioso y rocambolesco, ya que todavía se encontraba pagando los plazos de un aparato que no podía disfrutar.123 La represión por parte del Gobierno Civil estaba cantada, ya que la competencia en materia de radiodifusión correspondía a Telégrafos, de manera que instaba a la alcaldía a que anulara su determinación y devolviera a su dueño el aparato.124 Un caso similar le ocurrió al también vecino de esa localidad José Díaz Márquez, al que también le intervino la radio irregularmente el alcalde de Cuevas.125

Y es que el control de las ondas era una prioridad para el Estado antifascista. La radio, los periódicos, los carteles, las obras de teatro, las cartillas de lectura... Como ha mostrado Sandie Holguín, cualquier tipo de medio de comunicación era usado a fin de construir militantes:

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9788437093345
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