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Víctimas de la democracia

Los últimos trabajos microhistóricos sobre FE-JONS ponen en tela de juicio muchos de los lugares asumidos por la historiografía hasta el momento. Lejos de asumir la debilidad de la Falange prebélica, recientemente, José Antonio Parejo ha defendido la idea de que FE-JONS creció exponencialmente en 1936 y se convirtió en una fuerza política nada desdeñable. Gracias a una paciente recolección de fuentes inexploradas, el autor nos ofrece un nuevo retrato de FE-JONS, un esbozo de un partido que, a partir de las elecciones de febrero de 1936, se acerca más a uno de masas que a un grupúsculo con innumerables dificultades para hacerse valer. La Falange sevillana creció exponencialmente en la clandestinidad. Si antes de las elecciones de febrero contaba con un cifra mínima de 1.737 afiliados en Sevilla capital, las elecciones del Frente Popular cambiaron completamente el panorama. A partir de estas, se constata un crecimiento importantísimo de Falange. Hasta el punto que FE-JONS está al borde de doblar su cifra mínima de afiliados en tan solo seis meses.

Mas la aportación de Parejo no tendrá que ver, únicamente, con el número de afiliados. También muestra un nuevo perfil del militante fascista prebélico. A partir de sus trabajos, la imagen del señorito desocupado queda en entredicho. Según este autor, y al igual que otros partidos fascistas europeos del momento, Falange fue una organización interclasista con un 40,34% de sus afiliados pertenecientes a las clases medias urbanas, un 21,35% a los trabajadores sin cualificar y tan solo un 1,12% a los propietarios. Ese perfil de grupo político de clases medias se acentúa hacia las clases medias bajas cuando realizamos el mismo tipo de estudios en ambientes rurales. Parejo presenta un perfil de camisa vieja rural con una acentuación aún mayor en los sectores humildes. De esta manera, en las JONS rurales la profesión mayoritaria (20,9%) eran los jornaleros seguidos de cerca por los labradores (15,1%) y los empleados de clase media (13,3%). También obtenían un porcentaje significativo los profesionales (10,1%) y los artesanos y comerciantes (8,9 y 8,1%).25

Si este era el perfil de FE-JONS antes de las elecciones del Frente Popular, cómo no cambiarían estos datos una vez dado el pistoletazo de salida del proceso de fascistización de las derechas españolas. Según el autor, en las vísperas del levantamiento militar las JONS rurales sevillanas estaban compuestas por un 19,3% de jornaleros, un 6,1% de obreros, un 21,5% de empleados, un 11,9% de artesanos, un 5,2% de comerciantes, un 13,5% de estudiantes, un 9,8% de profesionales y un 4,2% de agricultores. Empero, es la propia sublevación militar la que cambia radicalmente el rostro de Falange. A partir del 18 de julio ya no existen dudas y FE-JONS es ya un partido de masas en el que los jornaleros son mayoría en las JONS sevillanas.26

Este perfil, que se repite recurrentemente en todos los trabajos desarrollados en Sevilla,27 rompe abruptamente con la imagen señoritil de Falange, de modo que cabe realizarse dos preguntas: ¿es representativo de lo que estaba ocurriendo en las JONS de otras provincias? y ¿cuáles eran las razones que empujaron a esos sectores de clases bajas y clases medias bajas hacia soluciones fascistas?28

En este punto serán extremadamente importantes las aportaciones de Ronald Fraser, quien mostró la importancia del clima ideológico de los años treinta a la hora de explicar la frenética movilización derechista de 1936. En esta movilización tuvo una importancia decisiva el imaginario católico, ya que la batalla por dotar de significado al concepto de pueblo, e incluso de ciudadanía, estuvo estrechamente vinculada a concepciones excluyentes de entender la vida en sociedad. Véase, en este sentido, la descripción que realiza un sacerdote tradicionalista de la situación social en un municipio del agro almeriense a principios de 1936: «Muy poca cosa espero que aquí se pueda conseguir, porque la mayoría de los hombres de este pueblo son una manada de borregos zocatos que con el señuelo de la zanahoria (que no catarán) o por el temor del palo (del que no se librarán) caminan mansa y tercamente hacia el degolladero a que les llevan sus siniestros pastores».29

Este conflicto por la exclusión no era privativo de la España de los treinta, sino que estaba completamente extendido en la Europa del momento. El problema, pues, estribaba en que se comprendía la democracia, bien como la dictadura de las mayorías –y no como un sistema de inclusión de minorías–, bien como un medio para alcanzar otro fin y no como un fin en sí misma.30

La máxima expresión de este conflicto en la España de 1936 será la extensión de un vocabulario excluyente –de palabras que matan–. En este proceso de imposición del lenguaje, se convertirá al adversario en enemigo para, posteriormente, suprimir cualquier rasgo de humanidad en el otro.

No estamos ante querellas por matices, sino que en muchos casos comportaban definiciones nuevas que desencadenaban la exclusión de la interpretación ajena, es decir, funcionaban como un mecanismo lingüístico con el que se construía al adversario como enemigo en la medida en que éste podía ser presentado –representado– como «malversador» de la realidad, como tergiversador de la verdad. Fue en torno al nombramiento del amigo y el enemigo donde la «guerra de palabras» alcanzó su máxima promiscuidad, notoria ya durante la campaña electoral de febrero y la primavera anterior al golpe.31

Se trataba, pues, de un proceso de polarización y ruptura de todos los convencionalismos que habían regido la vida en sociedad. Las clases dominantes comenzaron a pensar en acabar con el sistema político cuando vieron que los subalternos desafiaban, abiertamente, los usos aceptados y aceptables hasta el momento, su modo de pensar la vida en sociedad, sus convenciones sociales. Estos mostraban orgullo por su condición planteando nuevas formas de convivencia.32

Mas no serán, únicamente, las clases adineradas. Importantes sectores de las clases menesterosas y de las medias, rurales y urbanas, compartirán este imaginario y verán su existencia amenazada. La propia palabra democracia suponía una amenaza a los buenos, a los exquisitos. La República, su proclamación y desarrollo solo podía significar zafiedad.

(Pregunta). ¿Y cómo recuerda ese día? (Ginés). ¡Hombre! Pues un día de pretendida alegría muy... vamos todavía ummmm vocinglera, como tiene que ser, todo lo democrático tiene que ser voncinglero. Si eres silencioso, distinguido, exquisito pues no puedes ser democrático.33

La democracia, de ser, solo tenía sentido de forma excluyente, restringida. En este clima, y con estas perspectivas, nace Falange en Almería. ¿Qué ideas o pretensiones tenían aquellos que se afiliaron a la organización en la República? Realmente, muy parecidas a las de nuestro anterior testimonio.

Hombre porque yo en la Falange veía uuunnn... una manera política de ser totalmente distinta a la que había. La unidad de la Patria, el amor a España, la no existencia del, del part, del partidismo sino de un movimiento nacional yyyy... y veía una posibilidad política, limpia, noble y luego la propia personalidad de José Antonio Primo de Rivera... arrastraba mucho.

Ultranacionalismo, antipartidismo, culto al líder..., si a estas características añadimos el imaginario palingenésico, quedan cubiertos todos los requisitos con los que la historiografía define el fascismo genérico.34

Usualmente, el recuerdo de la Falange prebélica es edulcorado. Más que de un partido fascista, los pocos camisas viejas vivos de la organización, muy significativamente, la recuerdan como un club recreativo y social.

Pues teníamos reuniones, tuvimos dos locales, yo conocí dos locales. Un local muy pequeñito en el Paseo de Almería en la casa que se llamaba de La Peña, la casa de La Peña un bajo tenía una habitación de entrada un despacho y luego un saloncito un poco mayor. Y allí nos reuníamos y charlábamos, cambiábamos impresiones, y hacíamos proyectos y tal y que cual... Y después de allí nos fuimos a la Plaza Marín.35

Esta percepción es importante ya que nos indica la importancia de las redes de amistad y los centros de sociabilidad en la cooptación política de FE-JONS. Este recuerdo se entremezcla con otro concepto que termina de configurar el imaginario victimista: los derechistas evocan la República como un periodo de persecución y de violencia política en el que ellos eran simples víctimas o meros observadores pasivos.

... parte de que los estudios en aquellos tiempos... yo me acuerdo el sexto mío, que lo terminamos cuando se estalló la guerra, había una costumbre de que el sexto daban una comida los profesores, bueno los catedráticos y todos los del sexto, no se pudo dar. Porque terminamos el bachiller 16. De los ciento y pico 16 y por qué... porque estaban ya los niños con la política de pa'arriba pa'abajo había también una tendencia un poco nazi, había uno que le hacían la carrera por la mañana... no me acuerdo ahora como se llamaba que el muchacho era muy gracioso... otro día se metieron los obreros allí... me acuerdo que José Manuel Angulo, el médico, ese era lo más burro que hay en este mundo y lo más gracioso y, y, y, con la carpeta pum pegando unos testarazos... tiraron un par de tiros en el instituto y, y, en fin... que la cosa estaba todo ya muy liado, muy liado, muy liado... Incluso los profesores, se notaba en las notas, se notaba en las notas los que eran de derechas y los que eran de izquierdas, los alumnos se notaban, los que eran de izquierdas de derechas se peleaban discutían un poco pero agriamente pero porque se conocían entre sí y estaba todo muy maleado, muy maleado...36

Esa percepción de persecución política en las calificaciones del Instituto estaba extendida. El hecho de que gran parte de los profesores fueran representantes políticos de partidos republicanos contribuía a ello, pero no lo hacía menos la costumbre de las familias pudientes de Almería de considerar las notas de sus hijos como un asunto de Estado. En este sentido, Guillermo Verdejo nos explicaba cómo, ante el peligro de verse evaluado por profesores con otra ideología política, optó por matricularse en el Instituto de Cuevas de la Almanzora.

Razones de índole política pues me obligó junto con otros chicos de Almería a finalizar mi bachillerato en Cuevas del Almanzora o sea yo estoy... mi bachiller es de Cuevas del Almanzora en un instituto recientemente o precisamente constituido para personas de aquel sector de la provincia de Almería. [...] (Pregunta) ¿Y qué se tuvo que marchar a Cuevas? (Guillermo). Estudié en el Instituto los primeros años perfectamente, primeramente hice el ingreso en, en los estudios primarios en el Instituto, en, en Málaga [...] Pero fue el tiempo, de la época, umm de... de triste recuerdo de quema de conventos no solamente en Madrid sino también en algunas provincias de Andalucía y nos obligaron pues a mí a emigrar, por decirlo así, hacia la ciudad de Almería [...] El tener que emi, ir a Cuevas a estudiar, o sea a graduarme de bachillerato se debía a un catedrático de ideas contrarias a las de la familia, don Leoncio Gómez de Vinuesa de, de, de para mi triste recuerdo, para otros posiblemente de grato recuerdo del cual pues solamente tengo idea de él, de, que, de, y... (dubitativo) de que no me dejó pasar en los últimos años37

Más dolido es el recuerdo de Ginés de Haro, quien no podía perdonar las palabras que le dedicó Fernando de los Ríos el día de su examen de ingreso en la Universidad de Granada.

Nos examinamos y con la sala llena de público, familiares nuestros y curiosos y tal... Pues que ¡claro! era una exposición oral larga donde se podía uno mostrar, lucir conocimientos y hasta estilo de expresarlo y tal... Pues, termina, delibera el tribunal, reaparece, y dice textualmente el presidente don Fernando de los Ríos Urruti. Él, muy socialdemócrata según él, socialista-marxista, pero muy democrático, y muy liberal, y muy tolerante... y todas esas mentiras que se dicen, se decían y se siguen diciendo por los de su jaez, dice: «El tribunal ha acordado por unanimidad, y por eso ha dado el premio extraordinario número uno a don Joaquín Linde Díaz, y el número dos a don Ginés de Haro Rossi, salvando su voto el presidente de Tribunal que les habla, dada la formación filosófica manifiestamente escolástica y tomista del examinando». Así que se atrevió, llevado de sectarismo, a decir delante de trescientas personas, que no es que yo no había hecho un examen bonito en los aspectos ummmm claro filosóficos-jurídicos... ¡claro! ¡Se me vio el plumero! Porque yo no sé, ni quiero aprender a disimular, no tengo porqué, y si fueran consecuentes y honrados los liberales pues me darían la razón... porque eso es lo que, lo que... (Pregunta) O sea que ahí usted sintió persecución política. (Ginés). ¡Totaalmente!38

Será en este imaginario donde se sembrará la semilla de la facción y donde arraiguen las raíces del fascismo almeriense. Si bien la FE-JONS original surgió más vinculada a los caciques primorriveristas que a radicales estudiantes de secundaria o universidad, a partir de 1934 este panorama cambió sustancialmente. La llegada a Almería de Alejandro Salazar Salvador propició una organización vinculada a la juventud y un relativo éxito proselitista en los ambientes estudiantiles de clase media, fundamentalmente, católica. Empero, Falange no llegó a ser un partido de masas en Almería.39

Tras la destitución del triunvirato que había dirigido FE-JONS hasta el momento, Alejandro Salazar constituyó las juntas de mando del SEU y del partido y apareció él mismo como presidente en ambas. Estos hechos debieron de producirse durante el verano de 1934, ya que el falangista almeriense explicó en su diario cómo el 3 de junio de 1934 fue a Almería e intentó organizar la JONS. Días más tarde fue procesado y detenido, ¡su primera detención por el partido! Falange quedaba organizada en su tierra, y con ella, el SEU.40

Sin embargo, los primeros pasos de FE-JONS en Almería no fueron fáciles. A pesar de que se desarrollaron acciones de interés, como hacer guardias en los conventos durante los hechos de octubre de 1934, a finales de ese mismo año ya habían dimitido ocho de los dirigentes nombrados en ambas organizaciones –cinco en FE-JONS y tres del SEU–. Este tipo de contratiempos y el propio carácter no solo de los almerienses, sino de su propia familia, debieron de ser determinantes para que el fundador falangista hiciera un severísimo juicio sobre la capacidad de arraigo de la organización en su tierra natal: «La Falange no puede arraigar aquí. Nuestra tierra no puede sentir el espíritu del Movimiento en mucho tiempo. Almería es de espíritus sencillos y tranquilos, fáciles y no expuestos a lucha. El Movimiento está casi entero desvirtuado».41

Esta perspectiva crítica no encaja con la imagen que Alfonso Lazo y José Antonio Parejo nos presentan de FE-JONS. Y es que, como ya defendimos en otro lugar, sus análisis de las JONS en la Sierra Norte o el Aljarafe sevillano tienen la gran virtud de presentar al detalle la composición social de un partido fascista similar a cualquiera de sus homólogos europeos, sin embargo, no acierta tanto en su énfasis en sostener que el caso sevillano es completamente extrapolable al resto de Andalucía e, incluso, al resto de España.42 En realidad, las diferencias regionales en la implantación del partido fueron notables. Según los estudios, en Ciudad Real, por ejemplo, Falange no «tuvo apenas representatividad, no existía prácticamente antes de la guerra», mientras que, según Wenceslao Álvarez y Secundino Serrano, en junio de 1936 León capital contaba con «entre doce y diecisiete afiliados». Incluso en una de las regiones que más voluntarios aportó al bando rebelde durante la guerra –La Rioja–, Carlos Gil Andrés calcula únicamente doscientos falangistas prebélicos, dando por válido el esquema de movilización clientelar propuesto por Javier Ugarte para el caso alavés y navarro. Por esas mismas fechas, muy cerca de allí, en Palencia, Falange se había extendido a cuarenta localidades pero no sobrepasaba los 450 afiliados –la gran mayoría de ellos de reciente incorporación–. Una cifra similar se maneja para una Falange activa y belicosa como la malagueña donde «antes de las elecciones de febrero, no pasaban de 40, tras esta fecha las deserciones [...] les hizo pasar a 300 afiliados». Un caso intermedio entre Sevilla y estas provincias es el de Santander donde, a pesar de que FE-JONS únicamente consiguió 3.000 votos en las elecciones del 36, el partido liderado por Manuel Hedilla consiguió una rápida expansión por los municipios de la provincia, adquiriendo un tamaño notable, más de 600 militantes en la capital, y contando, además, con secciones sindicales y femeninas nada desdeñables.43

Aunque la Falange almeriense debió de sobrepasar los 450 militantes, estas cifras quedaban muy lejos de los 3.000 de la sevillana, y su perfil sociológico tendía más a las clases medias, medias-altas, sin que ello signifique que no encontrara acomodo entre obreros y jornaleros. Únicamente constatamos documentalmente tres centenares y medio de fascistas, sin embargo, la documentación con que contamos proviene de los listados oficiales del Gobierno Civil por lo que se nos escapa la afiliación tras la ilegalización del partido. Como se ha señalado en diferentes trabajos, las cifras de afiliación crecieron significativamente una vez que se produjo esta, sin embargo, y a tenor de los datos que manejamos, resulta harto improbable que llegara a los porcentajes de Sevilla.

En resumen, desde mediados del mes de marzo FE de las JONS ha pasado a convertirse en una organización ilegal y el funcionamiento del partido se realiza en la clandestinidad. Desde esta situación de extrema debilidad el partido experimentó la etapa de mayor crecimiento numérico. [...] Obviamente, el fracaso de la vía seguida por Gil Robles erosionaba a la CEDA como cabeza rectora de la derecha no republicana y terminó conduciendo a muchos de sus miembros, frustrados políticamente y desilusionados de las posiciones accidentalistas, a su ingreso en Falange.44

El relato de Ginés de Haro Rossi es un buen ejemplo, precisamente, tanto de que no todos los falangistas aparecen en los listados con que contamos, como del proceso de fascistización del catolicismo político.

(Pregunta). Pero no llegó a ingresar con él... (Ginés). Sí, sí... no te digo que yo tenía también ficha, yo ya tenía ficha estaba afiliado a Falange. (Pregunta). ¿Se afilió? (Ginés). Sí, sí, sí. Si por eso estoy reconocido como lo que se llamó en aquella época camisa vieja. (Pregunta). Yo es que pensaba que, queeee... que usted solo estuvo en las de Acción Popular... (Ginés). Pero es que eso... eso había sido... (Pregunta). ¿Antes? (Ginés). Anterior sí... es que precisamente como me decepcionó completamente, y luego más, la evolución de Gil Robles. El que encabezaba, el que fundó la llamada Acción Popular.45

Por aquellas fechas, la junta directiva de FE-JONS de Almería estaba compuesta del siguiente modo:

– Jefe provincial: Alejandro Salazar Salvador

– Jefe de Prensa: Jacinto Matarín Matarín

– Tesorero: Francisco Nofuentes Iznardi

– Secretario: Diego Ruiz Morata

– Jefe local: Juan Sáez Mirón

– Jefe de Propaganda: Eusebio Toranzo

Este proceso no solo beneficiaría a FE-JONS, sino que la propia Comunión Tradicionalista también recibió afiliaciones a raíz del desprestigio de Gil Robles. Muy significativa es, en este sentido, una nota intervenida por las fuerzas de seguridad del Estado durante la Guerra Civil en el domicilio de Juan Banquerí Salazar. En ella, a finales de enero de 1936, Juan J. Pardo, cura párroco de Arboleas, le solicita los reglamentos e instrucciones oportunas para formar requetés:

... unos jóvenes de este pueblo (muy pocos por desgracia) que hasta ahora han pertenecido a Acción Popular, desanimados y desorientados por el rotundo fracaso de la funestísima táctica del jefe indiscutible, infalible e incorregible, andan tratando de hacerse fascistas de lo que, enterado yo, se me ha ocurrido ver de atraerlos a nuestra Comunión, estimulándolos a que se hagan requetés.46

El texto no solo nos muestra cómo la paulatina fascistización de la derecha llegó a los lugares más recónditos de la geografía española, sino que también es útil para señalar la importancia, e implicación, del imaginario católico en la desafección republicana, que señalábamos antes, así como la importancia de las redes e infraestructuras sociales y políticas, en este caso las de la Iglesia, a la hora de explicar la aparición y crecimiento de los partidos políticos en el mundo rural de los años treinta.

GRÁFICO 2.1 Clasificación socioprofesional de fe-jons. Almería (1934-1936)


Fuente: AHPA1.GC.SG: OP/DC. Asociaciones Almería. FE-JONS. GC-412-698 y seu. GC-413-728. Elaboración propia.

Sin embargo, las dificultades no impidieron el desarrollo de pequeñas JONS en el ámbito rural almeriense, aunque estas tenían un tamaño mucho menor que las hispalenses y, por otro lado, tenían un carácter marcado por el contexto del inminente, y esperado, golpe de Estado. El asesinato de José Calvo Sotelo marcó un antes y un después también en Almería, y ratificó la percepción antes señalada de que la gente de orden eran víctimas de la democracia. Como escribía un tradicionalista almeriense al radical Jaime Calatrava:

Querido amigo y correligionario: Los asesinos de España pueden escoger sus víctimas: un día es Marcelino Oreja, otro es un oficial del Benemérito Instituto de la Guardia Civil, hoy la víctima ha sido Calvo Sotelo (hasta cuándo no se convencerán los legalistas de que no hay más camino que la rebelión armada). El hecho indigna y, aunque los tiempos no son como para entretenerse en homenajes, aquí un grupo hemos decidido encargar un funeral mañana que sea al mismo tiempo que para pedir por su alma a Dios, un grito de protesta y un acto de solidaridad con sus doctrinas.47

De este modo, el proceso de constitución de JONS, y de crecimiento de Falange, fue paralelo al de la inminencia del golpe. El 12 de junio, el camarada Gumersindo del Águila recibía en Albox la documentación para constituir una junta de mando en esa localidad. Dos semanas más tarde, el 25 de junio de 1936, se constituía la misma en Cuevas del Almanzora, mientras que en Santa Cruz se esperaría hasta el primero de julio y se enviaría el acta firmada al líder fascista capitalino Julián Fernández Bueso.48

Dada la situación de ilegalidad, la expansión del fascismo fue sigilosa y precavida. De este modo, tuvieron un papel importantísimo las relaciones personales y se configuró una tupida red piramidal en la que elementos significados de cada municipio eran nodos de enlace con los espacios de sociabilidad del fascismo en la capital. Una manera de acercarnos a esa red y a esos espacios es señalando los suscriptores de la publicación Arriba España en los pueblos de la provincia: José Almécija y Juan Jorge Rodríguez en Roquetas de Mar; José Miras Miras en Vélez Rubio; Luis Cantón Romero en Terque; Juan Ramírez Chacón en Abrucena; el secretario del Ayuntamiento de doña María, Juan Navarro Martínez; Juan Antonio Arqueros en Dalías; Antonio García Martínez en Tahal; Jiménez Trujillo y Solbas Jiménez en Gádor o Pedro Mena de Huércal-Overa. Entre los ámbitos de sociabilidad del fascismo capitalino, cabría señalar los talleres de La Independencia, numerosas farmacias, el Banco Español de Crédito o la mismísima Audiencia. Como puede verse, una organización bien trabada en la que, dadas las circunstancias, se recomendaba que los papeles del partido y las fichas de afiliación fueran entregados en mano a camaradas a fin de «evitar la intervención en Correos».49

Otra forma, aunque menos fiable, de observar la expansión de FE-JONS en el ámbito rural en los días precedentes al golpe es a través de las fichas de los jefes locales que la jefatura provincial de FET-JONS envió a la Secretaría General del Movimiento en 1949. De las 185 fichas con que contamos, todas anteriores a 1945, hemos contabilizado 63 jefes locales que afirmaban ser camisas viejas, tres de ellos por militancia carlista. En ocasiones estas declaraciones eran inexactas ya que, en el contexto de posguerra, no es extraño que los jefes locales exageraran con respecto a su raigambre fascista pero, al margen de su verosimilitud, a través del análisis de los pequeños relatos autobiográficos que acompañan a sus fichas se pueden confirmar pautas generales.

Contamos con la fecha exacta de afiliación de 37 camisas viejas, 14 se afiliaron en la primavera de 1936 y cuatro más desde enero de ese mismo año, es decir, la mitad dicen haberse acercado a FE-JONS durante la oleada del 36. De este modo, el resultado de las elecciones del Frente Popular y el proceso de sustitución de ayuntamientos que trajo consigo son un elemento importantísimo en la expansión del fascismo más allá de las capitales de provincia.50 Francisco Cano Crespo y Pedro Sánchez Mateos, jefes locales de Antas y Mara, se afiliaron a FE-JONS cinco días antes del golpe, mientras que el de Rágol, Miguel Yborra Alcaraz, fue más tardío incluso. Otra recurrencia significativa es la exportación desde los centros urbanos al ámbito rural del fascismo entre aquellos que se afiliaron tempranamente, entre 1933 y 1935. Juan Rodríguez Gallardo y Miguel Artero, de La Cañada de San Urbano y Huércal-Overa respectivamente, se acercaron al SEU mientras estudiaban en la capital; mientras que el jefe local de Alhabia, Francisco José Sánchez de Yebra, y el militante velezano Pío Guirao de la Cuesta fueron miembros de la Falange granadina mientras cursaban allí sus estudios. Juan Piqueras, a la sazón jefe local de Sorbas, expandió el credo joseantoniano en Uleila del Campo, Turre, Bédar y Garrucha, pero había adoptado esta fe y se había convertido en apóstol laico en Madrid, mientras que el jefe local de Suflí lo hizo en Zamora. Más lejos viajaron José Mariano de Ibarra e Inocencio Ros López, jefes locales de las uveras Berja e Instinción, que contemplaron los avances del nazismo mientras estudiaban en Noelle Handellschulle Osnabrck (Alemania).

Claramente, la expansión del fascismo en el agro estuvo muy vinculada a jóvenes estudiantes que expandieron sus ideales entre los amigos de sus pueblos. En cualquier caso, el retrato que ofrecen las fichas ha de ser matizado ya que solo tiene en cuenta a jefes locales que, como en cualquier otra organización, tendían a pertenecer a sectores sociales más pudientes que el resto de la militancia. Así, solo encontramos un jornalero entre nuestros 60 fascistas rurales prebélicos. El grupo mayoritario lo componen nueve estudiantes (15%), mientras que entre agricultores, labradores y molineros alcanzan el 16,67% de la afiliación. No se puede desdeñar el peso de las capas altas, un 30%, ya que contamos con ocho propietarios e industriales (13,34%) y diez, el 16,67%, profesionales liberales (seis maestros nacionales, dos farmacéuticos un médico y un abogado). Entre las capas medias, dominan los siete empleados y oficinistas (11,67%) seguidos muy de cerca por los cinco comerciantes (8,33%). Para completar las capas medias debemos sumar al practicante de Escúllar y al secretario del ayuntamiento de Canjáyar. El grupo de trabajadores está compuesto por ocho militantes (13,34%), entre los que dominan tres carteros. Si a estos carteros sumamos el guarda forestal y el oficial de ayuntamiento, se perfila el retrato de un trabajador tradicionalmente ligado a la oligarquía rural. Sintetizando, un 30% de clases altas, un 36% de clases medias, un 15% de estudiantes y el resto, 19%, clases subalternas. Dado el peso de los estudiantes y los recién licenciados, no puede extrañar la absoluta mayoría de jóvenes entre 20 y 40 años.51

Si analizamos el perfil social de los fascistas prebélicos a través del total de la militancia (gráfico 2.1 y anexo 1), observamos tres centros de extracción: los estudiantes de familias conservadoras de la ciudad que defendían su posición social desde un mayor radicalismo, las clases medias urbanas y, finalmente, empleados y trabajadores.

Mas la historia de FE-JONS en Almería va más allá de unas cifras de afiliación y unos cuadros con sus juntas de mando. Si algo distingue a los partidos fascistas es su recurso a la acción violenta y a la desestabilización social como medio para conseguir sus fines. Los testimonios recogidos en Ourense y Santander caminan en este sentido y Almería no fue una excepción. Frente al recuerdo de FE-JONS como un club social la documentación disponible, y la versión izquierdista, nos presenta otro perfil. Los hermanos Mañas Góngora, por ejemplo, eran descritos en los informes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) como unos activos propagandistas y provocadores que portaban, sin reparo, porras de goma. A pesar de su corta edad ya habían demostrado arrojo en la divulgación del ideario fascista.

Este arrojo y valentía había llegado al punto de intentar incendiar el local de Diario de Almería. Al parecer y con motivo de «un tiroteo que se entabló en el paseo (Antes del Movimiento) y como el Diario de Almería empezase con unas serias de crónicas acerca del criminal Fascismo, acordaron (Directivos) prender fuego al citado periódico, para lo cual disponían de gasolina etc. etc. impidiéndose este atentado por estar ya sobre aviso y haber establecido una amplia vigilancia la policía y los de Asalto.52

Ese era, en realidad, el comportamiento habitual de la Falange. Sin embargo, es cierto que en Almería, por su pequeño tamaño, sería más difícil realizar este tipo de acciones sin que las fuerzas de seguridad te prendieran o sin ser perseguido por las juventudes o las milicias de los partidos rivales. A pesar de todo, se encuentran testimonios de que este tipo de acciones también se produjeron en Almería. En este cabría recordar el tiroteo que mantuvo Jaime Calatrava en el Paseo con un grupo de las juventudes marxistas o la detención de varios falangistas que recogió Diario de Almería el 19 de junio de 1934:

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