Читать книгу: «Miserias del poder», страница 7

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85 Sobre la delegación de Información e Investigación de FET-JONS en Almería, Rodríguez Barreira (2008). Véase también el análisis realizado en Alfonso Lazo (1998) para el ámbito rural sevillano. Sobre la Comunión Tradicionalista almeriense, Quirosa-Cheyrouze (1998).

86 El servicio de Información e Investigación de Falange fue absorbido por el Ejército durante la Unificación. Como explican Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo «Ya a comienzos de mayo de 1937, los servicios de inteligencia de la nueva Falange Española Tradicionalista y de las JONS fueron puestos directamente a las órdenes del SIM». La situación llegó a tal punto que los jefes locales de FET-JONS únicamente pudieron minimizar daños. Morten Heiberg y Manuel Ros (2006: 116-117) y Manuel Ros (2002).

87 Según Sofía Rodríguez, esa identidad sexual feminizada de las primeras redes antirrepublicanas no se puede desvincular del fuerte ascendiente que la religión todavía conservaba en amplias capas de la población femenina de clase media. Rodríguez López (2008). Sobre la movilización católica femenina, Inmaculada Blasco (2002, 2003 y 2005).

88 AHN, CG, P3, TIII, Declaración de Ana Plaza Cuervo.

89 AJTMT-23. Expediente 453-31534. Declaración de Carmen Góngora López, 2-4-1939.

90 AHN, CG, P4, TI, Declaración de Encarnación Alcalá Templado.

91 Intervención de Mercedes Pérez Romay durante la grabación del testimonio de María Ángeles Roda Díaz. Almería, 11-7-2005. Archivo Histórico CC. OO.-Andalucía.

92 Una actitud similar, aunque menos crítica, era la de Dolores Bueso, quien manifestó a Sofía Rodríguez su incomprensión con la labor desarrollada por el Socorro Blanco. Testimonio de Carmina Montero Mateos. Almería, 19-1-2001. Lo de Dolores Bueso en Sofía Rodríguez López en VV. AA. (2001): Humanidades y educación.

93 Tomás Montero Sierra fue cesado como secretario del Gobierno Civil y encerrado en el SIM como consecuencia de «sus actividades a favor de la Causa Nacional y de los presos adictos que sufrían cautiverio en las cárceles rojas». AHN, CG, P4, TI, Declaración de Tomás Montero Sierra.

94 AHN, CG, P4, TI, Declaración de Antonia Rodríguez Tuset.

95 AHN, CG, P4, TI, Declaración de Carlos Juárez López.

96 Rodríguez López (2005a: 112-115 y 122).

97 La construcción del SIPM estuvo estrechamente ligada a la figura de José Ungría Jiménez. Una vez este se hizo cargo del SIM, pronto percibió que la descentralización y diferentes orientaciones de todos los servicios secretos del Generalísimo tenían como consecuencia una descoordinación alarmante. Las quejas ante Franco por las divisiones y diferencias entre el Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España (SIFNE) y los grupos en Marruecos, etc., finalmente consiguieron que el Caudillo ordenara a Ungría la elaboración de un informe a fin de reorganizar y ampliar las competencias del entonces Servicio de Inteligencia Militar. José Ungría se consagró a esta labor consiguiendo, finalmente, que el 30 de noviembre de 1937 Franco firmara un orden secreta que anticipaba la creación del SIPM. El nuevo servicio cambiaba radicalmente la orientación de los servicios secretos franquistas. En adelante se funcionaría de acuerdo con cuatro secciones: a) Información, Propaganda y Acción; b) Contraespionaje y Antiextremismo; c) Información General, y d) Secretaría Técnica. Heiberg y Ros (2006: 91-100).

98 Según Francisco Callejón, los miembros más destacados de la organización eran: Manuel Fernández Aramburu, Manuel Mendizábal Villalba, Gabriel y José Alférez Callejón, Francisco Jiménez Fernández, José López Ruiz, Antonio Ferragut, Luis Pancorbo Tercero, Alfonso Ballenilla. Todos ellos funcionarios del Estado y, en su gran mayoría, ingenieros bien de minas, bien agrónomos. AHN, CG, Pieza Principal (PP), TI, Declaración de Francisco Callejón González.

99 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Mendizábal Villalba.

100 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Emilio Salvador Guijosa.

101 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Mendizábal Villalba.

102 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Emilio Salvador Guijosa.

103 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Trujillo Galera.

104 Ibíd. Según el propio José Antonio Franco, su labor consistía «simplemente no dar curso a aquellas cartas que los soldados rojos desde el frente anunciaban éxitos o alegrías. Y, en cambio, dar curso a aquellas otras en que se manifestaba, de una manera u otra, su malestar, su pesadumbre por los reveses del ejército rojo, etc. Porque aunque esto estaba prohibido los soldados, no poco infringían lo ordenado y escribían lo que les daba la gana». AHN, CG, PP, TI, Declaración de José Antonio Franco Franco.

105 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Trujillo Galera.

106 AHN, CG, PP, TI, Declaración de José Pérez Hita-Jover.

107 Testimonio de Ginés de Haro Rossi. Almería, 10-7-2003. El testimonio de Guillermo Verdejo es menos alarmista, pero incide en el concepto que pretendemos resaltar: evitar la recluta de derechistas. «Cuando me tocó el servicio militar pues tuve que venir a Almería a incorporarme y entonces pues tuve la suerte también de que me dieran inútil total por epiléptico (risa) [...] Y entonces acordaron... no sé... no me acuerdo ahora cuál, lamento no poder citarlo ni recordarlo con gratitud cuál fue el médico militar que, realmente desconocido, que yo no conocía de nada... Que me dio el informe por epiléptico. Mire usted pues realmente, gracias a Dios, pues nunca he tenido esa enfermedad [risas] pero en fin... Las cosas eran muy distintas es muy difícil posteriormente poder hacer un juicio totalmente objetivo». Testimonio de Guillermo Verdejo Vivas. Almería, 2-7-2003.

108 Testimonio de Juan José Pérez Gómez. Aguadulce (Almería), 10-6-2003.

109 James C. Scott (1985 y 1997). Una tesis similar en Rodríguez López (2008).

110 AHN, CG, PP, TI, Declaración de José Ferrando Segarra.

111 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Rodríguez Manzano.

112 AHN, CG, PP, TI, Declaración de José Ferrando Segarra.

113 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Trujillo Galera.

114 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Mendizábal Villalba.

115 AHN, CG, PP, TI, Declaración de Domingo Liria Valls. La declaración de José Ravassa de Castro también camina en el mismo sentido y muestra la imperiosa necesidad de la clandestina de hacerse con una emisora de radio: «que el declarante pertenecía a una organización clandestina habiendo instalado una emisora de radio que no llegó a funcionar porque faltaban algunas piezas y además porque no les dio tiempo». AHN, CG, P4, TI, Declaración de José Ravassa de Castro.

116 Mendizábal menciona como principales colaboradores de su grupo a su esposa, Inés Vidal Rico, a Andrés Iniesta Sánchez, Francisco Navarrete Jiménez, Adelino Martínez López, Domingo Liria Valls, Pedro Gómez, Joaquín Soriano Segura y Rafael Sierra Capdevila. AHN, CG, PP, TI, Declaración de Manuel Mendizábal Villalba.

117 Archivo Histórico Provincial de Almería (AHPAL). Gobierno Civil (GC). Secretaría General (SG). Orden Público/Derechos ciudadanos (OP/DC). GC-1923. Escrito del Consejo Municipal de Albox al Gobierno Civil de Almería, 8-5-1938.

118 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito-reclamación de José Padilla Sáez, 22-1-1938.

119 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Orden del Gobierno Civil al alcalde de Cantoria, 6-1-1938.

120 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Informe sobre José Padilla Sáez del sindicato único de oficios varios de Chercos, 21-5-1937.

121 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Informe sobre José Padilla Sáez CNT, PCE, PSOE, JSU y UGT, 11-1-1938.

122 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Orden del Gobierno Civil al alcalde de Cantoria, 21-1-1938.

123 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito del Centro de Telégrafos al Gobierno Civil de Almería, 7-5-1938 y Escrito del Consejo Municipal de Cuevas al Gobierno Civil de Almería, 4-5-1938.

124 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito del Gobierno Civil de Almería al alcalde de Cuevas de la Almanzora, 23-3-1938.

125 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito de José Díaz Márquez al Gobierno Civil de Almería, 19-3-1938.

126 Sandie Holguín (2003: 213).

127 El 30 de abril de 1938 Emancipación publicaba unas declaraciones del gobernador civil en las que autorizaba la posesión de un aparato de radio en cada centro y en cada organización antifascista. Emancipación, 30-4-1938.

128 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito del Comité Provincial de la Liga Nacional de Mutilados de Guerra, 12-12-1938.

129 AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito del Centro de Telégrafos al Gobierno Civil de Almería, 3-9-1938.

130 La cosa no quedaba ahí, sino que el gobernador civil también tuvo a bien ceder otra estación de radio a las oficinas del CRIM que, como ya vimos más arriba, estaba completamente dominado por los hombres de Manuel Trujillo. AHPAL. GC. SG. OP/DC. GC-1923. Escrito del Comisario de Guerra del Hospital Militar al Gobierno Civil de Almería, 7-9-1938 y Escrito del Gobernador Civil al Centro de Telégrafos de Almería, 19-9-1938.

131 AHN, CG, P2, TI, Declaración de Fernando Brea Melgarejo.

132 AHN, CG, P2, TI, Declaración de Isidoro García Pérez.

133 Antonio Cuesta Moyano (1-11-1893/30-4-1978), hijo de Manuel Cuesta Moraleja y Rosa Moyano Rioja, nace en Manila (Filipinas). Hijo de un capitán de infantería, continúa con la tradición familiar ingresando en la Academia de Infantería de Toledo el 30 de agosto de 1911. Como militar participa en diferentes ocasiones en la guerra de Marruecos, lo que le sirve para ascender rápidamente en el escalafón. En 1932 aprovecha la ley de Azaña para convertirse en retirado extraordinario. En esos momentos comienza su actividad política ingresando en la Acción Popular de Almería, de la que llega a ser miembro de su Comité Ejecutivo. Al margen de su propia iniciativa y su ideología, su vertiente pública se vería favorecida y determinada por el hecho de que entroncó con una importante familia política almeriense al casarse con Carmen González Montoya (hija del importante banquero, exportador uvero, propietario y notable almeriense Antonio González Egea) en 1928. A pesar de lo dicho, Antonio Cuesta no heredó la clientela política de su suegro, ya que sus relaciones no fueron todo lo cordiales que pudieran haber sido. En cualquier caso, su carrera militar y política se relanzaría durante la posguerra al presidir los tribunales militares encargados de la represión en Almería y alcanzar el rango de coronel en abril de 1952, un año antes de su pase a la reserva en 1953. Como político tendría responsabilidad en la etapa de Lorenzo Gallardo Gallardo en la Diputación Provincial y, a partir de 1957, como consecuencia de la llegada al Ministerio de la Gobernación de su amigo personal y compañero de armas Camilo Alonso Vega, como alcalde de Almería, cargo en el que se mantuvo hasta diciembre de 1965. Fue procurador en Cortes desde la V hasta la VIII legislatura, si bien apenas tuvo actividad alguna. Pedro Martínez Gómez (2007), Quirosa-Cheyrouze (1986 y 1998a), Antonio Cazorla (1999a) y Rodríguez Padilla (2005).

134 AHN, CG, P2, TI, Declaración de Fernando Brea Melgarejo.

135 Rafael Quirosa-Cheyrouze (2004a).

HIJOS SUBVERSIVOS, PADRES DE ORDEN. FALANGE: MUERTE Y RESURRECCIÒN

El sábado 14 de abril de 1934, tercer aniversario de la proclamación de la República, Heraldo de Madrid abría su edición con ánimo vindicativo y dedo inquisidor. En su portada se podían ver signos y símbolos de las amenazas que, en su opinión, asolaban a la democracia. En el Palacio de los Juzgados de Primera Instancia había aparecido una pintada que rezaba «¡Viva el Rey!», mientras que en la fachada del Banco Español de Crédito se había colocado un cartel de propaganda del fascismo. El periódico mostraba indignación por los hechos y por el valor simbólico de los lugares ejercidos para perpetrarlos: «El por todos los conceptos mayúsculo viva al felón está en la fachada de un edificio de la administración de Justicia... ¡Es un símbolo! [...] El cartel del fascismo en plena calle de Alcalá... Y en la fachada de un Banco. Adecuación perfecta».1

Mas no fueron estos los símbolos más importantes que amanecieron en las calles madrileñas en esos días. Allí donde ondeara por vez primera la bandera tricolor se desarrollaría, también, la protesta más impactante. Para algunos, la República estaba mancillada por caciques disfrazados de republicanos. Ese estado de ánimo fue el que cobró expresión súbitamente al aparecer la enseña tricolor enlutada por crespones y un lazo negro.

Esto, en el mismo Palacio de Comunicaciones donde el 14 de abril de 1931 ondeó el primer pabellón republicano que anunció el advenimiento del régimen. También los funcionarios postales y telegráficos han sido ahora los primeros en dar forma precisa a la pena que este tercer aniversario acongoja a los republicanos.2

Los culpables de la supuesta muerte de la democracia eran, evidentemente, las derechas –o centro-derecha–. Sin embargo, Heraldo sabía que aquellos mismos que ondearon la tricolor en 1931, y le colocaban crespones en 1934, serían los que la volverían a portar cuando las aguas volvieran a su cauce. El pueblo no desfallecería. La República había creado ciudadanía y un régimen de ciudadanos es un gobierno de gobernantes.3

La lectura del acontecimiento que realizaba El Sol era similar aunque menos populista. Si Heraldo apostaba por pueblo, democracia y justicia social, El Sol, únicamente, ponía sus esperanzas en el propio desarrollo de la democracia: «Hasta hoy la República ha sido lo que los grupos particulares han querido; ojalá en este su cuarto año de vida que hoy se abre llegue a ser lo que la nación quiera». La crítica que el periódico realizaba al gobierno tenía que ver con la disgregación causada en el cuerpo patrio así como con el sectarismo de algunos dirigentes. Era necesario retornar a aquel impulso conjunto con el que la nación –sin exclusiones clasistas, religiosas o políticas– se autoconstituyó.

Grupos audaces y ágiles se encaramaron en seguida sobre el movimiento nacional, aprovecharon el impulso en servicio de programas y parcialismos estrechos y sin lucha, sin batalla efectiva; por el hecho entonces puramente casual de encontrarse muchos elegidos de una misma tendencia en el Parlamento se proclamaron a sí mismos absolutos vencedores y a los demás, absolutos vencidos; se declararon mayoría omnipotente y al resto, minoría despreciable.4

Precisamente esta lectura del problema de la República es la que va cobrando aceptación entre los historiadores. No hace demasiado, en un balance historiográfico, Octavio Ruiz-Manjón señalaba el impacto que supusieron las tardías apariciones de las memorias de Niceto Alcalá Zamora y Diego Martínez Barrio. Si hasta finales de los setenta la visión de Manuel Azaña había sido hegemónica, al menos entre los jóvenes de izquierdas y en los ambientes liberales, las aportaciones realizadas por estas vivencias de la República supusieron un aldabonazo que socavó muchos lugares comunes y certezas incuestionables. Entre los aspectos que las memorias de Alcalá Zamora y Martínez Barrio pusieron en entredicho estaba la propia naturaleza democrática de la República. Si a estos testimonios le añadimos un contexto historiográfico en el que se producía un tránsito desde interpretaciones obreristas a otras más políticas, las posibilidades de cambio estaban servidas.5

PROFETAS DE LA NACIÒN HERIDA

Desde esta perspectiva, convendría contemplar que durante la II República tendrían un importante peso las políticas de exclusión y se desarrolló, en consecuencia, una espiral de violencia que, además de poner en jaque el sistema político, facilitó la construcción de una teoría de la conspiración –la necesaria para que algunos militares y sus apoyos económicos, sociales y políticos, decidieran acabar con la democracia–.6

Un ejemplo de este proceso se produjo, precisamente, durante la propia conmemoración del tercer aniversario del advenimiento de la II República en Sevilla. Según el corresponsal de El Sol, ese sábado había amanecido espléndido en la capital andaluza y, desde las primeras horas de la mañana, los sevillanos se habían congregado en las inmediaciones del Prado de San Sebastián a fin de observar el desfile y la parada militar.7

A las diez de la mañana, todas las fuerzas militares se encontraban formadas en la Explanada del Cid y, después de que el jefe interino de la división pasara revista, comenzó el alegre desfile hacia el Ayuntamiento donde esperaban las autoridades locales, provinciales y diplomáticas. Mas no todo iba a ser tan sencillo. Ese día había sido señalado por los dirigentes fascistas hispalenses para hacer acto de presencia. Era necesario realizar un acto llamativo que presentara a la Falange al gran público. El 14 de abril de 1934, a las once y cuarto de la mañana, se produjo lo que José Antonio Parejo ha denominado «el bautismo político de la Falange hispalense».8 Según la crónica ofrecida por El Sol, cuando las primeras fuerzas de Infantería marchaban a la altura del número once de la Avenida de la Libertad, lugar donde se encontraba el domicilio social de la Falange, numerosos falangistas comenzaron a aclamar y dar vivas a España y al Ejército. La sorpresa, eindignación, fue generalizada y la reacción no se demoró. Entre el público apostado frente a la sede de Falange se hallaban numerosas personas de tendencia izquierdista, además de un grupo de elementos de significación republicana, que, rápidamente, dieron la voz de alerta: «¡Fascistas!». En ese instante, los falangistas que se encontraban en los balcones contestaron: «Fascista. Sí ¡Viva el fascio!» al tiempo que extendían el brazo para saludar a la romana.9

El episodio, a partir de ahí, se tornó confuso, complejo y violento. El público, indignado, comenzó a protestar increpando a los falangistas y los hubo que, incluso, trataron de asaltar el local de los provocadores. El espectáculo que se estaba produciendo no era, precisamente, el que las autoridades deseaban. Las fuerzas del orden público acudieron prestas y acordonaron el edificio para impedir que nadie lo asaltara ni saliera del mismo. Gracias a la intervención de la Guardia de Asalto y de la Guardia Civil se consiguió restablecer la calma y el desfile militar pudo continuar.10

La afrenta tuvo consecuencias. Las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron a más de 130 militantes de FE-JONS y se los llevaron en varios camiones que muchos asistentes pretendieron asaltar. Los periódicos republicanos quisieron resaltar la reacción republicana de los sevillanos, pero el hecho en sí: la aparición en la plaza pública de los profetas de la religión política del momento, no se podía obviar. El titular de Luz, «La actitud de un grupo de fascistas sevillanos produce una fuerte reacción republicana», no podía ser más explícito. El cuerpo de la noticia redundaba en esta interpretación y explicaba cómo, a consecuencia del incidente, se produjo una afirmación del pueblo republicano que no solo dio vítores al paso de las banderas, sino al propio Ejército y a la República. Más escuetas eran las referencias del monárquico ABC, que se limitaba a señalar los vítores al fascio, el tumulto y las detenciones. En otra nota, eso sí, reseñaba la clausura oficial del centro de Falange Española y la manifestación vespertina desarrollada por más de doscientos socialistas que portaban enseñas con inscripciones contra el fascismo. La manifestación fue abortada en la plaza Nueva por la Guardia de Asalto que les impidió que llegaran al Gobierno Civil. Para El Sol, el hecho más llamativo del suceso fue la escalada al balcón central de la sede de Falange de un aguerrido republicano que no solo arrancó de la fachada del edificio las iniciales de Falange Española, sino el propio emblema de la organización.11

Los hechos no pudieron ser soslayados por la máxima autoridad provincial, quien se refirió a los falangistas como unos señoritos desocupados que pretendían perturbar el orden de la noble ciudad andaluza. Estas palabras no pasaron inadvertidas a los líderes de FE-JONS quienes, ofendidos en su espíritu revolucionario, no dudaron en replicar al gobernador civil defendiendo que entre sus filas había personas acostumbradas a ganarse el pan con mayores esfuerzos que su respetable autoridad. El incidente, por otro lado, había servido para mostrar el desinterés republicano en defender la nación en peligro. La República no representaba a España, ya que había quedado demostrado «que no solo en Cataluña sino también en Sevilla, “ningún ciudadano puede vitorear a la Patria donde nació, ni al Ejército con cuyos hijos nutre sus filas, sin temor a la detención y sin miedo al insulto"».12

La tumultuosa, y simbólica, acción de propaganda fascista ponía en tela de juicio no solo la españolidad del sistema político, sino la propia existencia de libertad de expresión en la democracia republicana. Realmente, y al margen de la provocación implícita, la carta de presentación falangista fue menos violenta que sus democráticas consecuencias y se pudo cuestionar, cuando menos, el talante demócrata de sus defensores. Mas no estaba el ambiente ni para provocaciones ni para disquisiciones de filosofía política. La legitimidad republicana del gobierno radical estaba, a decir de la izquierda, en entredicho. Los grupos políticos progresistas veían, en su gobierno, una traición al espíritu del 14 de abril. La defensa en la plaza pública de ideas contrarias al sistema democrático no era tolerable, menos aún en la celebración del 14 de abril. Tal y como defendía Heraldo, resultaba insultante ver al defensor gritando en la casa del defendido: «Y gritando sin ambages que somos idiotas con nuestra democracia que permite que utilicen la libertad de propaganda los que propugnan un Estado que acabará fulminantemente con esa misma libertad de propaganda».13

Esta perspectiva, sectaria para algunos, era la que, precisamente, se criticaba desde las páginas de El Sol. El espíritu del 14 de abril no era más que una invención con la que algunos pretendían preservar espacios de poder:

Alguna vez hemos negado la existencia de ese pretendido espíritu de la revolución al que aluden obstinadamente quienes pretenden alzarse con la República, a título de personificaciones auténticas y exclusiva representación. Suelen utilizarse argumentos basados en hechos de ayer, no sin contrahacer la perspectiva para que el desmemoriado o el distraído renuncien a su propio testimonio personal.14

Como puede verse, la historia y sus usos políticos no solo hoy son fuente de debates. El conflicto entre Heraldo de Madrid y El Sol por dotar de significado al 14 de abril no solo mostraba distintas sensibilidades democrático-republicanas, sino que era, por encima de otras cosas, un conflicto semántico, de matrices categoriales, que construía, pero también excluía, ciudadanos y ciudadanía. En opinión de Jesús Izquierdo y Pablo Sánchez León, el deseo de movilizar en pro de la democracia creaba conflictos, sí, pero estos, a la postre, daban como resultado una toma de conciencia ciudadana. Eran, pues, palabras de ciudadanía. El mito del 14 de abril de 1931 como una revolución era, en sí mismo, un acto de ciudadanía porque hace ciudadanos a quienes entran en ese debate.

Empleado en la acción colectiva, el concepto atribuye a fundar ciudadanía. Ello no significa que quienes hacen uso de él posean necesariamente una definición o siquiera una conciencia de qué implica ser ciudadano, ni que se vean siquiera como legítimos portadores de derechos: significa que quienes emplean el término revolución en sus movilizaciones actúan como si los hombres produjeran la historia y las sociedades pudieran aspirar a gobernarse a sí mismas al margen de designios trascendentes.15

Mas no eran estos conflictos, asumibles y lógicos en cualquier democracia, los que debían preocupar a la púber República. Los debates, las discusiones e incluso la violencia en las calles, la defensa pública de retornos a la monarquía o los vítores al fascio eran habituales, también, en otras democracias; pero además, y sobre todo, eran o podían ser controlables por el Estado. El verdadero problema que acabó con la Niña Bonita estaba en otro lugar, que también se hizo notar durante el tercer aniversario: en las fuerzas de seguridad del Estado.16

Tras la celebración de un acto en homenaje a la República en el que intervinieron Manuel Azaña, Marcelino Domingo y Santiago Casares Quiroga, algunos miembros de las juventudes de los partidos republicanos desplegaron una tricolor y comenzaron a manifestarse por la calle de Alcalá dando vítores a la República. Cuando estaban llegando a la estatua de Espartero les salió al encuentro una sección de la Guardia de Asalto que cargó sobre los jóvenes provocando, así, el pánico entre los transeúntes. La cosa no quedó ahí, sino que, según Heraldo de Madrid, los guardias persiguieron a los manifestantes, ya disueltos, y les golpearon con las porras. Más aún:

Un grupo de guardias intentó apoderarse de la bandera tricolor que enarbolaba el presidente de la Juventud republicano socialista independiente. Los jóvenes defendieron la enseña y consiguieron rescatarla, aunque completamente desgarrada.

Otro grupo de jóvenes que marchaban por la calle de Alcalá al llegar a las cercanías del Palacio de Comunicaciones dieron un viva a la República y en aquel momento los guardias de Asalto que se encontraban en aquellas inmediaciones cargaron enérgicamente sobre el grupo, disolviéndole.17

Los hechos produjeron una fuerte discusión entre una pareja de concejales capitalinos que habían visto los hechos y el ministro de la Gobernación –Sr. Salazar–. La discusión, que acabó con los dos concejales expulsados del despacho del ministerio mientras daban vítores a la República, muestra claramente no solo el conflicto que se vislumbraba y que acabaría con la existencia de la propia República, sino un marco de interpretación de la realidad, el de Heraldo y otros afines, que fue alejando del sistema a sectores políticos y de la propia población que en un principio estaban dentro. Por un lado, se trataba de un Estado que apenas podía confiar en sus fuerzas de seguridad –aquellas que debían defenderlo– y, además, existía una interpretación del republicanismo, y de la República, que marginaba a grupos políticos de amplia representación entre los españoles. Mas no debemos sentenciar por esta razón a la democracia republicana ya que, como ha defendido Santos Juliá, esta, más que representar un modelo de democracia abocado al fracaso, era un sistema en formación que los militares no dejaron consolidarse. En definitiva, el periodo republicano puede contemplarse como un proceso de democratización, en constante negociación, que –a pesar de los límites impuestos por la situación económica, las culturas políticas o los marcos de interpretación excluyentes que había en juego– pudo haberse consolidado.18

Fueron, precisamente, los dos aspectos señalados –la existencia de una teoría de la conspiración y la potencial deslealtad de importantes sectores de las fuerzas de seguridad del Estado– los que, en gran medida, facilitaron el fallido golpe de Estado del 36 y el ulterior conflicto armado.19 Por norma general, las teorías de la conspiración que facilitan revoluciones o ayudan a sostener dictaduras se basan en prejuicios sociales y políticos arraigados en el imaginario de la sociedad. El caso español no fue una excepción y más aún entre el campesinado familiar o las redes sociales conectadas con el ejército o la Iglesia.20 En este sentido, la supuesta conspiración antiespañola ante la que reaccionaron una parte importante de los militares, y sus apoyos sociales, se sustentaba sobre la creencia en un carácter singular de lo español. La españolidad, además, estaba inextricablemente unida a un hecho católico, por otro lado, reducido, primero, y perseguido, después, por la República. Ese mismo sistema de gobierno, inadecuado para el carácter español, había permitido, además, el fraude en las elecciones de febrero de 1936. De esas elecciones había surgido un gobierno, el del Frente Popular, decidido a allanar el camino al complot extranjero preparado por los comunistas para imponer una tiranía asiática. En cualquier caso, y al margen del peligro comunista y de los malos españoles, la propia democracia había demostrado ser incapaz de sostener el orden público permitiendo huelgas, asesinatos y atentados contra lo mejor del cuerpo patrio.21

La irrealidad de este discurso está, para los historiadores, fuera de toda duda, mas lo importante es que, en 1936, gozó de amplio respaldo popular. Importantes capas de la población vieron su modo de vida, e incluso su propia integridad física, amenazada por la República. Esta percepción, que supone un tránsito desde la definición de marcos de injusticia a la construcción de identidades victimistas, facilita el apoyo a soluciones de fuerza o la adopción de actitudes agresivas en pro de una, siempre supuesta, autodefensa contra la amenaza imaginaria. Aquellos que apoyaron el golpe de Estado, primero, y la represión franquista, después, no creían estar atacando sino que, desde su perspectiva, estaban defendiéndose de un peligro mayor.22

Esta lectura interesada de los acontecimientos resulta, cuando menos, paradójica ya que, tras un estudio exhaustivo de la violencia durante la República, Rafael Cruz, no solo ha negado rotundamente las tesis acerca de la incapacidad del Estado para sostener el orden público, sino que ha mostrado que la mayor parte de las víctimas mortales, previas a julio de 1936, lo fueron no a manos de violentos izquierdistas o jornaleros huelguistas, que por norma general fueron las víctimas, sino de las propias fuerzas de seguridad del Estado y los grupos derechistas.23

Como hemos visto en el capítulo anterior, la teoría de la conspiración –o percepción victimista del presente y del pasado–, se vio refrendada durante la Guerra Civil, se elaboró y reelaboró nuevamente durante la guerra, y la posguerra, hasta constituir un relato más complejo y evocador, que sirvió de legitimidad a la dictadura. A grandes rasgos podemos decir que la dictadura negó la humanidad del adversario, tergiversó el recuerdo de la República y trasladó el contexto de violencia de la Guerra Civil al periodo democrático.24 Aquellos que actuaron en contra de ese sistema opresor, el republicano, se convirtieron en caídos y mártires garantes de la Nueva España. Así se construyó el mito de la heroica Falange: los profetas de la redención nacional.

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9788437093345
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