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Este recuerdo catastrofista tiene, en la memoria izquierdista, otra fatal consecuencia: una carencia total de alimentos.

Desgraciadamente la pérdida de Málaga lo echó a perder [la colectivización de la industria pesquera]. Hombre es que, es que... es que si había algunos alimentos aquí en el pueblo cuando llegar... lo terminaron todo, lo terminaron todo. Y eso lo echó todo a perder.43

El recuerdo derechista es más crítico y desproporcionado. Estos no pueden olvidar la impresión causada por los anarquistas granadinos y malagueños:

Y luego si nos faltaba poco vinieron todos los, los... los malagueños, los que venían huyendo de cuando tomaron Málaga... (Pregunta) ¿Qué pasó? (Margarita) Eso era ya... (Pregunta) ¿Qué pasó? Porque fue un camino dramático, con bombardeos... (Margarita) Eso fue horroroso se metieron en todas las casas, se llevaban yo qué sé el qué... a mi ama pobrecita le llevaron una cesta, unas cosas... un caos. [...]

Ellos huyeron de las tropas de Franco. (Pregunta) Eso es. Y durante ese camino... (Margarita) Pero mire usted: no se crea usted, porque es que eran mala gente, porque lo llevaban en la sangre, porque la gente de los barrios les temían la gente de su igual les decía: ¡Que vienen los malagueños! Era un horror decir vienen los malagueños era lo más malo de este horror.44

Lo más malo del horror también le quedó grabado a Mercedes Dobón, quien, mientras entrevistábamos a Juan José Pérez Gómez, nos explicó cómo los malagueños pintaban calaveras piratas en los automóviles. Una versión similar obtuvo Sofía Rodríguez en la entrevista que mantuvo con Brígida Gisbert:

A comienzos del año 37 el ejército nacional llega hasta Málaga y los malagueños, temiendo algún tipo de represalia con ellos, emprendieron la fuga a pie para Almería [...] Asaltaban casas y hasta establecimientos. Aquello constituyó una verdadera invasión de refugiados; llegaban hambrientos, sucios y resentidos. Era gente sencilla, sin cultura y simpatizantes con ideas comunistoides. En nuestro portal, que era grande, con las paredes recubiertas de azulejos, se instaló una familia [...] También teníamos el peligro de que nos denunciaran al Comité como fascistas.45

ÁNGELES EN EL INFIERNO. DE LA SALVACIóN AL SOCORRO BLANCO

La llegada de los malagueños transformó radicalmente la vida cotidiana de los almerienses, mas estos testimonios no deben confundirnos. Siendo cierto que se produjo un repunte de la violencia política y de las carencias materiales, los verdaderos momentos sangrientos se produjeron durante el verano de 1936. Será durante este momento caliente cuando se muestre la cara más intransigente en ambos bandos y cuando aparezcan las redes de solidaridad derechista, pues durante 1936 más que de estructuras consolidadas solo cabe hablar de redes. Será a partir de 1937 cuando aparezca una maquinaria bien engrasada de boicot al gobierno republicano y de asistencia a derechistas.46

La quema de iglesias, la violencia republicana, la persecución religiosa, la entrada de los malagueños y los bombardeos sufridos por la ciudad facilitaron la reacción de los derechistas, ya que los hechos de febrero a mayo de 1937 tornaron el conflicto entre ciudadanos, y de estos con el Estado, más profundo y radical. La construcción del discurso y Estado antifascista y la vertiente represiva, consustancial a esta política, acabaron con la disidencia ácrata, pero, al tiempo, convirtieron a muchos indiferentes o, simplemente, disidentes en opositores y/o quintacolumnistas. Al final de la guerra volvería a quebrarse la comunidad imaginada antifascista pero el primer giro de tuerca acaeció en 1937.

La fuerza de esta construcción radicaba primero en la unidad en el seno del gobierno, y luego en la unidad real a diferentes niveles en todo el territorio. La meta era la movilización de una «España antifascista» que debía pasar del discurso a la realidad, aunque a la postre terminaran haciéndolo volar las contradicciones políticas inherentes al Frente Popular.47

Fue esta política, la de movilización total, la que mostró la unión contra la República de personas en principio pasivas. Estas, ante la grave situación vivida por algunos de sus familiares y amigos, se comprometieron con lo que parecía una labor humanitaria –o religiosa–. El tiempo vería a muchos convertirse fervorosamente al franquismo. Más aún, algunos serán los grandes triunfadores de la guerra, primero, y del franquismo, después.

Los primeros conatos de acción colectiva contra la República debemos inscribirlos en un contexto rabiosamente anticlerical, antifascista y anticapitalista. Durante los días que sucedieron al aborto de la sublevación, se quebraron todas las convenciones sociales vigentes hasta el momento. Uno de los principales objetivos de los milicianos y de las clases subalternas fue cualquier signo, símbolo o indicio que tuviera algo que ver con la Iglesia o el capital. Si durante la II República Almería no había vivido con intensidad la ira sagrada, el estallido de la guerra cambió completamente la situación. Un ejemplo del nuevo clima, explotado hasta la saciedad posteriormente tanto por la dictadura como por los tradicionalistas, fue el martirio del padre Luque.48

El mismo día en que se sofocó la sublevación, las piras anticlericales comenzaron a multiplicarse. El primer edificio eclesiástico que sufrió la furia popular fue el convento de las Claras –en las inmediaciones del Ayuntamiento–, donde se rociaron con gasolina las puertas del convento y se les prendieron fuego. Ese fue el pistoletazo de salida. Al día siguiente las llamas crecieron por doquier. Una tras otra, las iglesias fueron cayendo: San Roque, San Sebastián, San Pedro, San José, San Antonio y Santiago. La visión de los templos en llamas quedó indeleblemente grabada en la retina de las almas piadosas.

Recuerdo perfectamente como incendiaron la Iglesia de los Franciscanos [...]. Por las ventanas, como tiraban los santos, eso lo recuerdo yo perfectamente. Yo acababa de hacer la Comunión en junio, el bombardeo fue en julio y vi cómo tiraban los santos y tiraban todas las cosas: los libros, tiraban todo, le pegaban fuego y yo pues era... llorando. Y mi abuela, mi madre, en la puerta, lloraban.

O cómo Brígida Gisbert escribía en sus memorias:

... enseguida empezó la persecución a la Iglesia, se quemaron iglesias y conventos; las catedrales las convertían en almacenes de cereales, trigo, cebada... todo incautado a los agricultores y comerciantes. La iglesia de Cabo de Gata fue saqueada, despojada de imágenes y libros de registros de nacimientos y confirmaciones.49

Todavía hoy la literatura cercana al Palacio Episcopal se recrea recriminando las escenas de furia anticlerical. Juan López Martín, por ejemplo, describía la destrucción del mobiliario, ornamento y archivo de las diferentes iglesias de la ciudad de este modo:

Amontonaron todos los bancos en el centro de la iglesia, los rociaron con gasolina, junto con los altares y retablos, y lanzaron desde la puerta teas encendidas, ardiendo todo y calcinándose los sillares hasta hundirse las bóvedas de piedra con un espantoso estruendo.50

Eso sucedió en la iglesia de Santo Domingo. En el convento de San Blas la pira comenzó con los lanzamientos de bombas desde el exterior. Cuando las monjas abandonaron el edificio ardió por los cuatro costados. La Catedral estaba al caer.

Apenas si se estaban consumiendo los fuegos de los templos y ermitas, cuando alguien debió de gritar: ¡A la Catedral! Y en un abrir y cerrar de ojos comenzó el expolio del rico patrimonio. Todas las imágenes de incalculable valor y de gran devoción del pueblo ardieron en una enorme pira en la plaza de la Catedral.51

Los destrozos que tanto impresionaron a los seglares almerienses tenían que ver, precisamente, con el poder, real o no, que las clases subalternas percibían en la Iglesia y sus símbolos. Acabar con ellos cumplía, al menos, dos funciones: secularizar el espacio público y demostrar, en la práctica, que estas acciones no acarreaban castigos divinos. En este sentido, cabría resaltar que, precisamente, la mayor saña se dirigió contra las imágenes que habían sido reverenciadas y aclamadas durante la Semana Santa. La pretensión que había detrás de las acciones era clara: arrumbar definitivamente los restos de la ciudad levítica.52 La nueva era popular convirtió así el espacio público en un territorio hostil a toda simbología, actitud o manifestación piadosa. A pesar de su espectacularidad, lo peor estaba por llegar y no serían, precisamente, los incendios. Desde los primeros momentos de la guerra se asoció catolicismo con facción y los rumores acerca de los arsenales escondidos en los templos e iglesias facilitaron los registros y asesinatos indiscriminados. Los avisos y llamamientos en la prensa contra la farsa clerical eran rotundos:

Salud, bravos «cristobicas», que habéis echado por tierra los templos donde se representaba la gran farsa clerical. Los que un día se mofaban de vosotros han desaparecido de nuestra vida. Ojala desaparezcan para siempre y así conseguiremos libertarnos del yugo opresor, formado por la cadena de la reacción.53

Aquellos que antaño se mofaban ahora sufrían por su traición al pueblo. El fuego que tanto usó el clero en tiempos de la Inquisición se había vuelto contra ellos y, como defendiera Andreu Nin, en unos pocos días la cuestión religiosa había quedado resuelta. La actitud violenta e intransigente ayudó mucho a que las calles se convirtieran a la nueva religión –la del mono azul–.

¡Hay que combatir en el frente y en la retaguardia! Allá pegando tiros, aquí organizando la caza del fascista. Donde sepas que se oculta uno de esos criminales, haz tu acto de presencia, reúne pruebas contra él, préndelo y entrégalo al comité.54

Como ya vimos más arriba, no fue esa la manera como los requetés interpretaron los hechos. Para ellos, la verdadera Almería era católica y los tres años de martirio fueron en realidad un castigo divino que la redimía de su gran pecado: la República.

Yo la vi claudicar; yo la he visto sufrir y yo la he contemplado arrepentida, triste, limpiándose las llagas como una leprosa, con temor a ser vista, con miedo a que su mal se contagiara.

Voy a contar sus penas y sus gozos, sus actos de fe, sus actos de heroísmo, que ellos han sido muy grandes y profundos y por los cuales ha alcanzado la gracia de verse redimida, de ser Ciudad de Franco.55

La represión republicana se «cebó» con los religiosos. De los 465 asesinatos por represión republicana en Almería, 105 eran personas vinculadas al ámbito religioso, ¡casi la cuarta parte! No se respetó ningún tipo de estamento ni vinculación; las muertes englobaron a todos los sectores: 2 obispos, 84 sacerdotes, 7 hermanos de las Escuelas Cristianas, 5 dominicos, 3 jesuitas, 2 operarios diocesanos, 1 franciscano y 1 sacristán. Para ser plenamente conscientes del drama, a esta centena larga habría que añadir las víctimas afiliadas a partidos confesionales como Acción Popular (68) o la Comunión Tradicionalista (18).56

La furia anticlerical de los periódicos se fue difuminando a partir de octubre de 1936 y se hizo más evidente a mediados de 1937 –consecuencia de la política de control impuesta desde el, por fin, restaurado gobierno republicano–. Pero ni a partir de esas fechas las organizaciones obreras pretendieron levantar la mano. ¿Cómo entender si no que el jefe de la fiscalía republicana tuviera que justificar ante los responsables políticos la supuesta levedad de las penas impuestas? La respuesta es clara: por un lado, se imponía el concepto de total movilización a favor de la República y de castigo ejemplar a religiosos, fascistas y derrotistas y, por otro, la reconstrucción del Estado republicano se realizó cooptando a muchos de los supuestos incontrolados del verano sangriento del 36.

En contestación a su escrito de 23 de julio de este debo comunicar a V que esta Fiscalía cumple rigurosamente con su saber manteniendo la acusación en los juicios contra fascistas siempre que debe ser mantenida. Si alguna benignidad existiera no es precisamente a Fiscalía a quien hay que imputársela. Existen otros elementos a quien puede hacer la recomendación de su escrito referido.57

Sofía Rodríguez coincide en señalar octubre del 36 y mediados del 37 como puntos de inflexión, si bien matiza esta afirmación mostrando que en las publicaciones ácratas el tinte anticlerical nunca desapareció completamente. Pero ni los deseos, ni las disposiciones legales del gobierno, ni los periódicos reflejan el clima vivido en las calles. Mientras Negrín defendía en la prensa y ante la opinión pública internacional la libertad de culto en la retaguardia republicana, en las representaciones teatrales de las organizaciones obreras se escuchaban versos de este tenor:

Detrás de los traidores

están Tomás nuestros explotadores

el burgués despreciable

el cacique, el banquero

el cura, la beata, el usurero

esas gentes malditas

que hacen del Cristo grande un pobre eunuco

y el báculo y la mitra

trocan en un puñal y en un trabuco

son dos Españas, dos, ¡valga la frase!

una España que muere. Otra que nace.58

Los primeros precedentes de quintacolumnismo en Almería debemos buscarlos en los primeros momentos de la sublevación. Como explica Sofía Rodríguez, «la detección de una “quinta columna” o de la existencia de espías derechistas infiltrados en las organizaciones proletarias fue casi paralela al inicio de la guerra».59 En cualquier caso, y a pesar de que ya en esos momentos las redes de sociabilidad derechistas y religiosas se pusieron en marcha, lo que realmente se vivió durante el tórrido verano del 36 fue persecución, terror y paranoia. Era, en palabras de Martín del Rey, el momento del delirio de las almas cobardes.60

El contexto popular anticlerical y antifascista favoreció la proliferación de dos actitudes sociales: el pánico por parte de los sectores sociales afines a la Iglesia, el capital, el Ejército y, sobre todo, a los partidos políticos derechistas. Y, por otro lado, la persecución, delación y, por qué no decirlo, paranoia conspirativa entre los sectores obreristas y republicanos que convirtieron en delito de lesa traición cualquier indicio de religiosidad o acomodación.

Dado el clima inhóspito, muy tempranamente se articularon redes de ayuda a los perseguidos.61 Las principales redes que se pusieron en marcha fueron las familiares, las de las asociaciones confesionales y las de los partidos políticos derechistas. Sería más adelante cuando se activaran otras redes más potentes, capacitadas y efectivas: las de los burócratas y funcionarios del Estado. De momento, en agosto de 1936, el peligro, a decir de la propaganda obrerista, provenía de dos religiones: la católica y la fascista:

Es altamente loable la labor depuradora que está llevando a cabo la Policía popular de Almería. Diariamente detiene a individuos adscritos a Falange Española y Acción Popular; algunos de los cuales son el pasmo y sorpresa de obreros y republicanos, al ver que han convivido con reptiles del fascismo encuadrados en círculos republicanos y en organizaciones obreras, de las que eran espías y delatores.62

En este contexto no puede desengañarnos que las primeras redes con ciertas connotaciones de oposición a la comitecracia fueran las de los aledaños al Palacio Episcopal y las de los consulados y embajadas.63 Si bien en esos momentos, más que de oposición antirrepublicana, cabría hablar de la creación de espacios protegidos para poder articular el discurso oculto, a fin de preservar la identidad, y de mera lucha por la supervivencia. Serán esas mismas personas y redes las que, meses más tarde, articularían la verdadera Quinta Columna. El terror a los paseos, las checas y al Servicio de Inteligencia Militar (SIM), así como la incapacidad para concebir la vida social sin la práctica religiosa fueron hechos objetivos que se convirtieron en los marcos de injusticia que facilitaron la acción colectiva antirrepublicana.64

Empero, veamos testimonios que refrendan la construcción de una identidad de víctima y cómo percibían los derechistas y católicos los primeros momentos de la guerra. Al entonces adolescente Antonio Andrés Díaz, por ejemplo, no le hizo falta unirse a la sublevación para que, a pesar de su corta edad, le detuvieran:

En mi casa, yo estuve en mi casa hasta que en el mes deeee... bueno no tan, no pasó tanto tiempo porque antes de que terminara julio ya me detuvieron. Fueron a mi casa a por mí, yo estaba estudiando. Recuerdo que estaba estudiando álgebra. Estaba estudiando álgebra cuando se presentaron en mi casa.

El miedo sentido debió de ser enorme y mayor aún lo sería cuando trataron de enviarlos al campamento Álvarez de Sotomayor, lugar en el que se llegó a fusilar a algún detenido. Gracias a la intervención del gobernador civil, el joven falangista salvó la vida, pero el proceso de reeducación que le esperó no le convirtió, precisamente, ni al marxismo ni a la República:

Aquel hombre se enteró de que nos iban a llevar a Viator que éramos unos menores de edad y se presentó en la cárcel y nos vio y dijo esto noooo esto no puede ser y lo echó para abajo. No, no es que los hemos... No aquí el gobernador soy yo y el que manda soy yo y estos jóvenes no salen... (Óscar) Eso fue Morón... (Respuesta) Que vengan, que vengan gente de los distintos partidos que hablen con ellos, que tal... que los instruyan que esto y que lo otro y que se hagan afiliados de los partidos cuando salgan...65

Tras la reeducación fue puesto en libertad, siempre con la condición de que se afiliara a algún partido o sindicato obrero: «no cumplí el compromiso». Y es que, como manifestó un indignado Juan José Pérez Gómez, «en aquella época eran los comunistas los que mandaban». Lo único que podían esperar los caballeros españoles era muerte y dolor.

Yo después salí huyendo porque los amigos míos, los habían, los habían fusilado. Estaban los Spottorno que eran los hijos del catedrático de dibujo, eran tres hermanos y a los tres los fusilaron los comunistas en los primeros días [...].

(Óscar) Y entonces lo que hizo fue esconderse. (Juan José) En los primeros días esconderme. [...] En casa de mi novia entonces yo y mis hermanos todos nos fuimos. (Mercedes) Eran nueve. Seis, tres mujeres y yo. (Juan José) Y nos fuimos a casa de mi novia hoy mi mujer. Y luego yo ya me fui huyendo por ahí por los cortijos.66

También se podía sufrir cautiverio por resistirse a modificar las clásicas normas de cortesía católico-burguesas. Carmela Gisbert pudo ver cómo su madre era detenida en Comisaría por ello. «No se podía decir “adiós", salud se decía. Entonces va una amiga de mi madre y dice: “Salud Carmen” y dice “Vaya usted con Dios, que yo no estoy tan saludable como usted". Entonces las dos van a comisaría». Una sensación de incomprensión y temor similar debió de vivir Adela Pérez, viuda del fusilado Manuel Cassinello y madre de la posterior edil tardofranquista María Cassinello, cuando vio cómo su madre se despedía del Tribunal Popular de una guisa similar a la madre de Carmela Gisbert.

Mi abuela fue juzgada, estuvo presa en «Gachas Colorás» por fanática religiosa y beata cien por cien y repartir propaganda fascista que eran los bonos de la tienda asilo para que fueran a comer la gente de las cuevas bueno pues... Y el día del juicio pues estaban ahí delante y cuando terminó les dijo: queden ustedes con Dios y mi madre dijo: la fusilan.67

En este clima el personaje más odiado era, evidentemente, el obispo. Dada la tensa situación, las autoridades republicanas y muchos prebostes de la ciudad tenían interés en que Diego Ventaja abandonara la ciudad. Tal y como ha explicad o Juan López Martín, Ventaja gozó de varias oportunidades para huir a la zona rebelde. A pesar de los evidentes riesgos que corría, el obispo Ventaja las rechazó, ya que entendía que su deber era quedarse con sus fieles. Esa actitud le valdría la admiración, aunque póstuma, de la mayor parte de los almerienses. Fue su perdición. El desmoronamiento del Estado provocó una poliatomización del poder en los clásicos señores de la guerra, que no tuvieron, precisamente, en cuenta el valor del obispo.68 Pese a las pretensiones de oficialidad que tanto el Comité Central como el Comité de Presos quisieron dar al presidio y muerte de los obispos de Almería y Guadix, los acontecimientos se precipitaron de manera rápida y sin legalidad alguna.69 No es este el lugar para ocuparse de esos lamentables sucesos, aunque sí lo es para señalar que tanto el vicario general de la diócesis, Rafael Ortega Barrios, como la líder del Socorro Blanco, Carmen Góngora, entraron en contacto con el obispo antes de su muerte, consiguiendo así que las redes de asistencia a eclesiásticos y fieles estuvieran en contacto con don Diego Ventaja. El Socorro Blanco tradicionalista, aquel que se convertiría en Falange clandestina o Quinta Columna, daba sus primeros pasos estrechamente ligado al Palacio Episcopal.

El niño Manuel Román González, enlace de doña Carmen Góngora, visitó en diversas ocasiones a don Diego, como portavoz de mensajes de los sacerdotes que pedían orientación. En una ocasión fue portador de una tarjeta del sacerdote don Juan Soler García que pedía al prelado autorización para marcharse a su pueblo. Don Diego otorgó el permiso. Ignoraba aquel que en su pueblo apenas le descubrieran lo matarían.

En otra ocasión, Román, burlando la guardia montada por los milicianos en la plaza de Careaga, logró entrevistarse de nuevo con don Diego y sacó por la puerta que daba a la calle Lope de Vega algunos objetos sagrados que se escondieron en casa de doña Carmen Góngora, la cual había trasladado el taller a la actual calle Mariana, donde había establecido el centro de ayuda a todos los perseguidos, llamado «Socorro Blanco».70

CRUZADOS CLANDESTINOS. LA QUINTA COLUMNA

El hecho cierto de la implicación de la Iglesia y sus redes sociales en la oposición a la República, añadido a su mezcolanza con las estructuras del Ejército y de FET-JONS, y su propio carácter clandestino complican mucho la reconstrucción de las actividades y composición de esta organización. Aún más, durante la posguerra, periodo en el que la pertenencia a la clandestina era un mérito, sus antiguos miembros eran muy cautelosos para hablar públicamente de sus actividades pasadas.71 Todavía hoy la Quinta Columna es un tema tabú y controvertido.72

Antonio Andrés Díaz, por ejemplo, nos contó su paso por el Socorro Azul. Cuando le hicimos ver el desconcierto que nos causaba la denominación insistió en la denominación señalándonos nuestro error:

(Óscar) ¿Entonces a usted le ayudó el Socorro Azul o el Socorro Blanco? (Respuesta) Perdón, Socorro Azul, se llamaba. (Óscar) Y ese cuál era el que... (Respuesta) El de Carmeeeen... (Óscar) El de Carmen Góngora ah, ya, ya... (Respuesta) A través de Carmen Góngora.73

Celestino Fernández, sin embargo, no compartiría ese calificativo para la clandestina. La organización de Aramburu, Mendizábal y Carmen Góngora, de ser Falange, cosa dudosa, sería blanca, jamás azul. «Tuvimos un pequeño choque con la Falange clandestina, que eran los perseguidos, se ocuparon del socorro blanco y de la Falange clandestina que la mandaba Fernández Aramburu un sevillano».74

Fuera el color que fuese, probablemente el adjetivo que mejor define la actividad de estas redes y organizaciones sea el de clandestinas. Como ha señalado Javier Cervera, ya antes del golpe militar existían importantes sectores derechistas al margen de la ley, mas serán el golpe y la guerra que le siguió los hechos que amplíen los márgenes de la clandestinidad. Si en Almería el número de jovenzuelos falangistas o militares conspiradores era limitado, unos meses más tarde el número de afectados por la comitecracia primero y por el Estado reconstruido, después, ampliaba en mucho el número de críticos, disidentes, derrotistas, desafectos, espías y quintacolumnistas.75

Michael Seidman, partiendo del estudio de las actitudes sociales en la retaguardia republicana, ha dividido la Guerra Civil en cuatro periodos: 1) Militancia: julio a noviembre de 1936. 2) Oportunismo: noviembre de 1936 a octubre de 1937. 3) Cinismo: noviembre de 1937 a agosto de 1938. 4) Supervivencia: septiembre de 1938 a abril de 1939. Estos periodos podrían converger con los datos que ofrece Javier Cervera, ya que de su investigación se entiende que el mayor número de condenas por desafección se produce entre diciembre de 1936 y septiembre de 1937, mientras que el mayor número de acusados y condenados por derrotismo se produjo durante 1938. De este modo, a nivel general, podríamos convenir que el noviembre del No pasarán supone un antes y un después en las actividades contra la República. A partir de esa fecha, la Quinta Columna se organizaría bajo la forma de falanges clandestinas y, a partir de 1938, las actividades contrarias a la República llegaron a su apogeo.76 Esta cronología parece coincidir con la propuesta por Sofía Rodríguez López, quien mantiene que fue a partir del primer invierno en las trincheras cuando se multiplicaron las denuncias contra desafectos y quintacolumnistas.77

Nuestra propuesta de cronología quintacolumnista pretende resaltar, fundamentalmente, dos periodos, aunque aceptemos la división en cuatro. Un primer periodo, que podría ser dividido en dos, concluiría con la apertura y el derrumbe del frente del Ebro. A partir de ahí comenzaría un segundo periodo que también podría dividirse en otros dos bloques. El primer apartado, que hemos denominado de salvación, verá el nacimiento de las redes de asistencia en torno al Palacio Episcopal, a los consulados, etc. El segundo, en el que ya se puede hablar con más propiedad del Socorro Blanco, nacería con los sucesos de mayo de 1937 y supondría el tránsito de la guerra miliciana a la guerra total. Este periodo supone una reducción a la nada del espacio público bajo la pretensión de construir un orden popular antifascista que movilizara a toda la población contra el enemigo. Son los momentos de obsesión por el enemigo interior y la Quinta Columna que se aprovechan para destruir las resistencias ofrecidas por algunos sectores anarquistas.78 El tercer periodo, o primero del segundo bloque de la guerra, rompe con el frente del Ebro. A partir de ese momento el bando republicano ya solo puede negociar a la defensiva y los sectores profranquistas en el bando republicano tienen menos dificultades para realizar sus actividades. Su acción pretende el boicot, el paso al bando nacional de derechistas, la obstrucción de la recluta frentepopulista y construir ciertas infraestructuras que faciliten el traspaso de poderes cuando llegue la ansiada Liberación.79El cuarto, y último bloque, comienza con el año de la Victoria. Son los momentos de las huidas y desbandadas y de la quiebra de cualquier tipo de unión republicana. Los derechistas intentan ocupar buenas posiciones en sus infraestructuras para el ansiado asalto al poder.

Esta propuesta, provisional y susceptible de revisión, resulta, a nuestro juicio, operativa, ya que la evolución de la Quinta Columna en Almería sigue esos mismos pasos: 1) Periodo de salvación: julio 1936-mayo 1937. 2) Socorro Blanco: mayo 1937-junio 1938. 3) Red Hataca: junio 1938-diciembre 1938. 4) Falange clandestina: noviembre 1938-abril 1939. Un problema con el que nos encontramos es que, como ha señalado Javier Paniagua, apenas existen trabajos sobre este tema, por lo que no podemos comparar el caso con el de otras regiones.80

La clandestinidad obligó a la Quinta Columna a adoptar fuertes medidas de seguridad a fin de minimizar riesgos. La estructura de estas redes seguía el esquema de células triangulares. Este esquema permitía que la caída de un/a quintacolumnista no supusiera el encarcelamiento de toda la red, sino de tres o, a lo sumo, cinco implicados.

El problema de este esquema es que, si se conseguía detener a una de las partes superiores de la pirámide, corría serio peligro la red entera. Esto, añadido a una infiltración, fue lo que ocurrió cuando el SIM detuvo a Cármen Góngora López. Según su declaración a la Causa General, esta detención se produjo el 28 de junio de 1938 a consecuencia de la denuncia de un guardia de asalto vinculado al SIM: Miguel Artero García.81

Carmen estuvo detenida en las dependencias de la temida organización durante veinte días, periodo de tiempo en el que su anciana madre también sufrió prisión. Empero, Carmen Góngora tuvo suerte. Su delicado estado de salud, el hecho de que fuera descubierta en un momento en el que la guerra estaba ya muy avanzada y la propia colaboración prestada por importantes funcionarios del Estado republicano favorecieron que la líder tradicionalista pasara el resto de su presidio incomunicada en el hospital.82 A pesar de todo, la detención de Carmen provocó un efecto dominó:

La declarante sabe que al mismo tiempo que ella o en días sucesivos fueron detenidos y llevados al S.I.M. por pertenecer a la citada organización, las siguientes personas: D.a Ana Román González y su hijo Manuel Román González con domicilio en la calle de Mariana, nro. 7; Encarnación Alcaraz, digo, Alcalá Templado, con domicilio en la calle Trajano; D. Cecilio Martín González, ya fallecido y su esposa, de la que sólo recuerda se llama D.a Amalia [...] D.a Rafaela González y el marido de ésta, cuyo nombre y apellidos no recuerda [...] D. Serafín Aguilera Alférez, que reside en esta capital, aunque ignora cual sea su domicilio; D. Miguel Juárez López y su hermano D. Carlos y un cuñado de éstos cuyo nombre no recuerda [...] D. Manuel Martínez González, Policía Armada, con residencia en Madrid; [D. Manuel] Luis Ramón Barranco, oficial de la Guardia Civil, con residencia en la provincia de Sevilla; unos hermanos de los que solo sabe que se apellidan Montes y que son hijos de un Notario de Guadix; don Antonio Fornieles Ulibarri, Médico oculista y su esposa D.a Pilar Urton, con residencia en Gijón; José Andrés Moreno Vargas, residente en Albuñol, Ángeles y Carmen García González, hermanas, con domicilio en esta capital en la calle del General Saliquet, nro. 33; D.a Mercedes Campos Juárez, con residencia en esta Capital, calle de la Encantada; D. José Sánchez Mayordomo, Oficial de Infantería con residencia en Alicante y algunos más que de momento no recuerda.83

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