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Figura 1.4. Aurora Porteña, 1928

Las mujeres atletas y sus aliados buscaron espacio dentro del pujante movimiento laboral chileno, que tenía algunas de las organizaciones deportivas más estables del país73. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaban el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, recurriendo, en última instancia, al papel de las mujeres como madres en la “futura prosperidad de la nación”74. El fútbol femenino surgió en los lugares de trabajo, y con frecuencia más allá de las principales ciudades. En 1928, un equipo llamado “Aurora Porteña” formado en Coquimbo posó para una fotografía de equipo. La imagen mostraba a once mujeres que trabajaban en el lavadero de la familia Fontz en el puerto norte75. La fotografía fue donada a una biblioteca chilena en algún momento de la década de 1930 y la descripción mecanografiada, presumiblemente escrita por la biblioteca local, es reveladora. La fotografía indica que es el primer equipo de fútbol femenino y que “muchas de las jugadoras son hoy esposas respetables, entre ellas, la Sra. Anselma de Arriagada, la Sra. Araya, la Sra. Rojas, etc.” La bibliotecaria claramente quería establecer la respetabilidad de las jóvenes mujeres, quienes tal vez habrían sido juzgadas severamente por su participación, al demostrar que se habían casado con éxito. Sin embargo, las mujeres en la fotografía parecen totalmente indiferentes a la estética femenina típica. Las once tienen el pelo corto, llevan gorras y ninguna sonríe ni posa coquetamente. En cambio, la mayoría mira directamente a la cámara, sosteniendo las manos sobre las rodillas, las caderas o los costados. Todas tenían los mismos tacos, calcetines y uniformes, el único gesto hacia su género eran las cintas en la parte delantera de su vestimenta.

El crecimiento de los deportes femeninos provocó reacciones extremas y bastante predecibles. Los autores rara vez firmaban los artículos editoriales más extremos sobre las mujeres en el deporte. En 1929, Match publicó un artículo que reconocía que los deportes femeninos podían ser positivos para la mejora de la raza chilena, pero que eran negativos para los matrimonios76. Según el artículo, en la “era preatlética, durante la cual las mujeres eran dóciles, dulces y obedientes”, los hombres podían esperar que sus esposas aceptaran su subordinación77. Las mujeres musculosas y seguras que producía el atletismo generaban mucha ansiedad entre los miembros masculinos de la familia. El efecto de las actividades deportivas de las mujeres en los maridos fue una consideración central de la prensa convencional. Según Los Sports, una mujer que practicaba calistenia para principiantes solo sería más atractiva para su esposo78. En este sentido, los medios chilenos reflejaron gran parte de lo que ocurría en Argentina, aunque no tuvieron la cobertura dinámica que El Gráfico le dio a las atletas femeninas. También pusieron mayor énfasis en la armonía familiar, donde la belleza era un vehículo para unir a una mujer a un novio o marido, pero no necesariamente para que fuesen perseguidas para obtener satisfacción sexual o por su propio bien.

Los defensores de la educación física de las niñas buscaron aliados en los movimientos laborales y feministas, lo que tenía sentido dada la frecuencia con que las chicas dejaban la escuela para entrar al mercado laboral79. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaron el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, en última instancia recurriendo a su rol de madres en la “futura prosperidad de la nación”80. Las feministas, de hecho, abogaron por los deportes femeninos. Unión Femenina de Chile, un grupo de élite que abogó por la educación femenina, tenía una sección deportiva en su boletín informativo que buscaba construir conexiones entre las mujeres que jugaban básquetbol, natación y tenis81. Los directores de los clubes deportivos abogaron por los juegos como correctivos del feminismo, somo se ha señalado en párrafos anteriores. Las mujeres atletas, según ellos, reconocían su propia inferioridad en relación a las feministas que luchaban por la igualdad, calificándolas de “vulgares”82. Algunas señales en las provincias sugieren que el fútbol también había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en vez del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad83.

La aceptación temprana y casi completa del tenis femenino ilustra la importancia de la clase y la raza para determinar qué deportes eran socialmente permisibles. Los círculos de élite de Valparaíso y Santiago abrazaron el tenis como un deporte con un ritmo apropiado para las mujeres. Además, casi no implicaba contacto físico. Al estar asociado con la cultura victoriana británica, que representó el pináculo de la civilización blanca para muchas élites chilenas, el tenis escapó de casi todas las críticas normalmente dirigidas al deporte femenino. Las revistas comentaban que si bien el tenis se asociaba con los extranjeros, los chilenos lo habían aprendido tan rápido que los clubes no daban abasto para acomodar a todos aquellos que querían jugar, lo que demostraba que los chilenos tenían una predisposición a los hábitos británicos84. Las mujeres y los hombres comenzaron a jugar tenis casi al mismo tiempo. Santiago Lawn Tennis Club, un lujoso club en el Parque Cousiño era un centro de tenis de élite donde jugaban ambos sexos. Los miembros del club se refirieron al tenis femenino como “un feliz triunfo del feminismo”85. En este contexto, el tenis femenino no alcanzó a desafiar las jerarquías de género predominantes. Sin embargo, para las mujeres que se destacaron en él, proporcionó una rara oportunidad de practicar deporte en serio sin ser castigadas socialmente. A pesar del descuido casi total del deporte femenino en la prensa chilena de la década de 1920, Los Sports y otras publicaciones aceptaron el tenis de dobles mixtos sin reservas86. Los dobles mixtos eran el evento de tenis menos popular, pero formaban parte regular de los torneos. Representaba una instancia única en la que hombres y mujeres competían en el mismo espacio y en el mismo equipo. El éxito de Anita Lizana, quien se convirtió en una de las mejores del mundo a fines de la década de 1930, normalizó aún más el tenis femenino en Chile, sin embargo, no estimuló una mayor inversión por parte del Comité Olímpico o de los ministerios responsables del deporte.

Si bien el tenis era el deporte más aceptable, el más popular entre las mujeres chilenas de todas las clases, al igual que en Argentina, era el básquetbol. Los primeros partidos femeninos en Chile se jugaron en Santiago y Valparaíso a principios de la década de 192087. Los profesores de educación física promovieron el básquetbol con entusiasmo en las escuelas chilenas, pero también en los sindicatos y clubes vecinales88. Desde el comienzo las familias de las jugadoras se resistieron a que participaran pues temían que se convirtieran en “marimachos”89. La preocupación de que sus hijas se volvieran demasiado masculinas se relacionaba con el temor de que sintieran atracción por otras mujeres. A pesar de cierto nivel de desmotivación, las mujeres igual formaron equipos dentro de los clubes. Uno de los primeros clubes en promover el deporte fue Club Gath & Chaves, un centro comercial de alta gama en Santiago y Buenos Aires a principios del siglo XX. Una vez que comenzaron a vender ropa de mujer, contrataron a jóvenes vendedoras. Sus instalaciones deportivas se encontraban entre las más extensas y mejor equipadas de Argentina y Chile. La segunda ola de clubes incluyó Bádminton, Escuela de Artes, Universitario Tabú y General Baquedano. Por muy intrigantes que sean algunos de estos clubes, sabemos muy poco sobre la forma en que se desarrollaron los equipos femeninos de básquetbol dentro de ellos. Sin embargo, sabemos que los clubes femeninos formaban parte de la Asociación de Básquetbol de Santiago desde al menos 1933. Sara López Ramírez, profesoras de educación física, fue la primera presidenta de la Federación Femenina de Básquetbol de Chile. La federación integró nueve clubes: Estrella Polar, Enrique Correa, Comercio Atlético, Flecha, Manuel Montt, Cabrera Gana, Universitario Tabú, Badminton, Escuela de Artes y General Baquedano. Una vez que se estableció la Federación Femenina de Básquetbol, se unieron asociaciones provinciales como Valparaíso, Concepción, Temuco, Osorno, Rancagua, María Elena, Talcahuano, Tomé, Chuquicamata, Sewell y San Fernando. Las mujeres aceptaron con entusiasmo el básquetbol y comenzaron a recorrer sus ciudades, provincias e incluso el país en busca de competencia.

Las décadas de 1940 y 1950 fueron una “edad de oro” en el básquetbol femenino chileno, en términos de éxito internacional y asistencia de fanáticos. La tienda de ropa deportiva Casa Olímpico comenzó a anunciar su línea de ropa de básquetbol femenino en revistas y periódicos populares. En la década de 1940, las mujeres cambiaron los abultados trajes deportivos por shorts de satén y mangas cortas. Además, el básquetbol se convirtió en un vehículo para que las niñas viajaran. Por ejemplo, la Liga Escolar de Deportes apoyó ampliamente el básquetbol femenino y estudiantes provinciales participaron en torneos en Santiago, Concepción y Osorno. Consideremos el caso del Club Cabrera Gana, un pequeño club en el centro de Santiago90 que al comienzo ofrecía excursiones, uno de los tantos que se formaron para organizar viajes al campo, especialmente de alpinismo. Una de sus integrantes, Haydée Piñeiro, se convirtió en una de las mejores jugadoras de básquetbol de la época y ayudó a formar el mejor equipo de básquetbol femenino en Chile y, entre los mejores de Sudamérica. Las mujeres tomaron un mini bus y recorrieron las provincias argentinas, algo que Estadio describió como peligroso, incómodo, “una locura”91. Las diez mujeres viajaron durante cuarenta días en un vehículo que conducía el esposo de una de ellas. Jugaron en siete ciudades, perdiendo ante River Plate y Boca Juniors en Buenos Aires. En la década de 1940, un viaje de este tipo (con mujeres no acompañadas) era inusual, pero los compromisos deportivos que habían organizado sirvieron de incentivo y estructura únicos para sus viajes.

El crecimiento del básquetbol en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay fue mutuamente beneficioso porque las rivalidades internacionales generaron interés entre el público y la prensa. Chile organizó el primer torneo sudamericano de mujeres en 1946, donde derrotó a Argentina y se quedó con el título92. Las finales se llevaron a cabo en el Teatro Caupolicán y asistieron seis mil personas. Según un comentarista, “El básquetbol femenino jamás había logrado atraer a tanta gente a los partidos, en ningún país de América del Sur”93. En el torneo, las mujeres celebraron el primer Congreso Sudamericano de Básquetbol Femenino, que forjó una red de líderes continentales en el deporte. Los clubes del norte dominaron a los de Santiago y Valparaíso en los primeros años94. A pesar de cubrir de cerca la temporada, Estadio quedó sorprendido cuando las mujeres de la pequeña ciudad norteña de María Elena derrotaron a Santiago en el quinto torneo nacional, celebrado en 1944 en Concepción. La victoria de este equipo regional demuestra que el básquetbol probablemente llevaba décadas establecido en las provincias, incluso si no era oficialmente parte de las asociaciones nacionales.

Al igual que en el caso del básquetbol, el éxito internacional de las atletas femeninas de atletismo les ayudó a obtener apoyo a nivel nacional. El atletismo estaba estructurado de tal manera que los medios chilenos podían usar el tiempo, la altura y la distancia para evaluar cómo les iba a sus atletas en comparación con otras, incluso sin viajar a un torneo95. Esto era importante para un país que tenía problemas para organizar viajes para sus atletas, tanto para viajar al extranjero como para organizar encuentros internacionales en casa. Estos análisis los podía hacer, por ejemplo, la revista Estadio al comparar los tiempos de carrera de las estadounidenses con los de las chilenas y argentinas y determinar que las sudamericanas tenían una oportunidad contra las mejores atletas norteamericanas, especialmente de Estados Unidos y Cuba. Los Juegos Panamericanos, celebrados por primera vez en 1951, brindaron la oportunidad más importante para la competencia de atletismo femenino96. Para atletas femeninas como la chilena Eliana Gaete, los Juegos Panamericanos las motivaron a continuar entrenando, incluso después de formar una familia. Gaete ganó el oro en 1951 y 1955, años entre los cuales se casó y tuvo su primer hijo97. El éxito de Gaete, junto con el de Marlene Ahrens y Betty Kretschmer, entre otros, alentó la organización de torneos de atletismo para niñas, así como la expansión de los equipos de atletismo femenino dentro de los clubes deportivos más grandes.

A pesar de su éxito, las federaciones chilenas, que se negaron a abordar, entre otras cosas, el problema del acoso sexual, trataron duramente a las atletas. En el apogeo de su carrera, la atleta Marlene Ahrens fue suspendida durante un año por los comentarios que hizo a una revista chilena. En 1959, había rechazado los avances del dirigente de remo, Alberto Labra, quien presidió el Comité Olímpico chileno entre 1963 y 1965. A pesar de apelar y de que se realizara una investigación posterior que apoyó a Ahrens, los directores deportivos se negaron a ceder y mantuvieron la suspensión, lo que le impidió competir en los Juegos Olímpicos de Tokio de 196498, tras lo cual se retiró rápidamente del deporte. Las atletas femeninas no eran inmunes a los puntos de vista sexistas, incluso si con frecuencia se encontraban defendiendo la igualdad de las mujeres. La prensa era pronta a destacar cuando las atletas se criticaban entre sí. La velocista chilena Adriana Millard despreció la actuación de Fanny Blankers-Koen, una estrella de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, porque “corrió y saltó como un hombre”99. Además, Millard se quejó de que Blankers-Koen tenía demasiados músculos para una mujer. La atleta holandesa había conmocionado al mundo deportivo al regresar a las competencias y reclamar cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1948 después de haber tenido dos hijos. Aun así, Millard aconsejó que las mujeres jóvenes emularan a Maureen Gardner, que era más delgada y femenina.

Cuando los periodistas comenzaron a publicar historias populares del deporte chileno, especialmente de fútbol, en los años 50 y 60, retrataron a las mujeres como obstáculos para el progreso. Las crónicas de Pepe Nava, por ejemplo, retrataron a los primeros deportistas varones como rebeldes, y “locos por el deporte”100, mientras que las mujeres impedían el crecimiento del fútbol debido a su pensamiento anacrónico. Según Nava, los clubes deportivos amenazaban las posibilidades de recibir una propuesta de matrimonio, por lo mismo las jóvenes formaron organizaciones que se oponían al deporte101. En respuesta, un grupo de hombres jóvenes de clase alta celebró un partido en el Club Hípico para convencer a sus novias del valor del balompié. Las mujeres quedaron tan impresionadas que amenazaron con convertirse en “futbolistas”102. El artículo estaba acompañado de una impresionante fotografía de un equipo de fútbol de mujeres jóvenes, sin nombre ni fecha. El subtítulo decía: “Después de aborrecer el fútbol desde el principio, las jóvenes chilenas lo tomaron con tanto entusiasmo que formaron un equipo”103. Los uniformes parecen ser oficiales, tal vez de una escuela de niñas en la década de 1920. Todas las jugadoras y la portera llevaban tacos. “Afortunadamente, la idea no prosperó”, dijo Nava104. El comentarista nunca explicó por qué el fútbol femenino no se popularizó. De hecho, el rechazo de los medios chilenos al fútbol femenino, al igual que el de la prensa argentina, es difícil de analizar porque nunca se dio una explicación y el deporte en sí era apenas visible.

Las historias orales apuntan hacia la constante presencia clandestina del fútbol femenino. Por ejemplo, el trío de atletismo Eliana Gaete, Marlene Ahrens y Betty Kretschmer también jugó al fútbol. Según Ahrens, las mujeres jugaban mucho al balompié en la década de 1940105. En una entrevista de 2013, corrigió a un periodista que afirmó que “ahora” las mujeres jugaban al balompié al señalar que en su juventud ella “jugaba mucho al fútbol”106. Ahrens contó que en el fundo de su padre, ella solía jugar con los hijos de los inquilinos todas las tardes, a veces con zapatos y otras, descalza. Por su parte, Betty Kretschmer se quejó de que no le permitían competir en balompié, que era su deporte principal. Años después la atleta se dedicó al periodismo y escribió artículos principalmente sobre fútbol107.

La comunidad chilena de educación física consolidó su experiencia durante las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, los materiales intelectuales sobre la actividad física habían cambiado poco con respecto al género. En las revistas de educación física, los autores afirmaban diferencias inmutables entre hombres y mujeres, basadas en diferencias anatómicas (como la curvatura de la columna vertebral) y los atributos del “sistema nervioso”108. Específicamente, los expertos en educación física señalaban la excitabilidad femenina, su falta de concentración y la incapacidad que tenían para controlar sus emociones, lo que comenzaba en la adolescencia109. Debido a las diferencias naturales “inalterables” entre los sexos, en particular los músculos más fuertes y los huesos más grandes de los hombres, los expertos recomendaban una educación segregada en términos de género. Las instrucciones pedagógicas también diferían entre niños y niñas. Las reglas para enseñar a las mujeres incluían evitar todos los movimientos fuertes y bruscos, enfocándose en el movimiento y la armonía, sin caer en la categoría de baile. Además se les recordaba a los profesores que debían ser conscientes de la limitada capacidad de atención y fuerza que tenían las niñas. Los manuales también sugerían evitar la competencia porque la psicología de las niñas era frágil y no podían manejar la presión de ganar o perder. Al argumentar a favor del trato diferencial, los expertos con frecuencia hacían analogías con las diferencias entre las especies animales. Si bien un artículo admitió que había poca investigación en humanos, se podía ver en el reino animal que la hembra era más débil en todas las especies110.

A pesar de la ambivalencia de la comunidad de educación física hacia las mujeres deportistas, el básquetbol femenino tuvo un auge dentro y fuera de las escuelas. De hecho, coincidió con el apogeo de los deportes aficionados, en términos más generales. Esta efervescencia fue el resultado del aumento de los recursos estatales bajo el gobierno de centro izquierda del Frente Popular para proyectos deportivos dirigidos a la clase trabajadora. Los grandes clubes como Colo-Colo incorporaron el básquetbol femenino a fines de la década de 1930, al igual que los clubes de inmigrantes, los pequeños clubes de vecindario y los de fábrica111. El éxito del básquetbol femenino a nivel internacional emocionó a los periodistas. Estadio se entusiasmó con la actuación de las campeonas de Santiago de 1949, Famae (Fábrica y Maestranza del Ejército), un equipo de una fábrica de armas de propiedad estatal. Famae viajó a Perú ese año para el tercer campeonato sudamericano y los fanáticos peruanos quedaron maravillaron con su habilidad, según la prensa chilena112. Sus fanáticos estaban seguros de que el equipo femenino de básquetbol era “sin duda” el mejor talento del continente, lo que ya habían demostrado en Argentina, Bolivia y Perú113.

La popularidad del básquetbol femenino atrajo a atletas de todas las clases sociales, pero las jugadoras de clase trabajadora dominaron las mejores listas de equipo. La biografía de la jugadora estrella Natacha Méndez ofrece una perspectiva sobre las mujeres que lideraron las primeras selecciones nacionales de Chile. Méndez creció en la población Pedro Montt, donde comenzó a jugar en el Club Deportivo Pedro Montt. Sus padres eran directores del club, que había producido varias jugadoras nacionales. Cuando su talento se volvió conocido, Famae la reclutó y Natacha se transfirió a su nuevo equipo. Las historias populares del barrio de Pedro Montt enfatizaron su belleza y habilidad, señalando que fue elegida Reina de la Primavera y también Reina del Pacífico en los campeonatos sudamericanos de 1951114. La prensa local se mostró firme en establecer la feminidad de Méndez. Según el periódico La Cuarta, Natacha era tan atractiva que el público en Lima se volvió loco por ella. Este tipo de adulación era objetivante, pero también perturbaba los ideales conservadores sobre las actividades que eran apropiadas para las mujeres. Natacha permaneció activa dentro de la comunidad deportiva mucho después de que terminó su carrera como jugadora, y luego dirigió una instalación deportiva bien conocida.

A medida que el básquetbol femenino fue creciendo, y las mujeres chilenas se destacaron a nivel continental, ganó aceptación. El aumento de la cobertura de la prensa deportiva llevó a un mayor conocimiento de las jugadoras. El auge del deporte culminó en 1953, cuando los directores de las asociaciones y los periodistas deportivos nombraron a la estrella del básquetbol femenino Hilda Ramos la atleta chilena del año. Era la primera vez que una mujer recibía ese premio115. Ramos fue capitana del equipo de 1953 que terminó segundo en el Campeonato Mundial, después de perder la final con Estados Unidos. Sin embargo, este progreso fue de corta duración. A pesar del éxito de las mujeres chilenas, el equipo de básquetbol femenino recibió menos recursos la siguiente temporada y las directoras de la Federación de Básquetbol Femenino fueron reemplazadas por hombres. Según Georgina Oyarzún, entrenadora de básquetbol de la época, el Campeonato Mundial de 1953 marcó el comienzo del declive del básquetbol femenino chileno116.

La idea de que el básquetbol femenino chileno decayó, en parte, porque los hombres se hicieron cargo una vez que alcanzó cierto nivel de éxito tiene sentido dadas las actitudes de los involucrados. Por ejemplo, el entrenador del equipo nacional femenino en la década de 1950, Osvaldo Retamal, declaró que “el básquetbol no era un deporte para mujeres”117. Retamal no solo era entrenador, sino también profesor del Instituto de Educación Física. El técnico creía que el básquetbol era un juego demasiado rápido y difícil para las mujeres. Cuando se le preguntó cómo podía tener estas creencias y aún entrenar al equipo femenino, respondió que creía que la educación física era una “verdadera ciencia” que desarrollaba cuerpos sanos. Que las mujeres, en su opinión, no pudieran empujar a sus rivales o lanzar un codo demostraba su incapacidad para el juego.

A nivel internacional, las mujeres latinoamericanas participaron en la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) en la medida de lo posible. De los siete miembros de la Comisión de Mujeres de FIBA, cuatro eran hombres y tres eran mujeres, entre ellas la chilena Amelia Reyes Pinto118. Para 1960 había incluso menos mujeres trabajando en la comisión, de once miembros Reyes era la única mujer restante. La única otra mujer latinoamericana que figura en los órganos de gobierno internacionales fue la representante de la Federación Internacional de Voleibol, “Miss de la Fuente”, quien fue Secretaria-Tesorera de la Federación Mexicana119.

Si bien la participación deportiva femenina creció principalmente en el básquetbol y el voleibol, los clubes de clase trabajadora comenzaron a integrar el fútbol femenino en la década de 1950120. Los primeros equipos de fútbol femenino en atraer la atención fueron Las Atómicas y Las Dinamitas de San Miguel. Al igual que con otros equipos femeninos pioneros en la región, las dos escuadras recorrieron Chile, y jugaron partidos preliminares antes de los encuentros masculinos. Los asistentes a un partido femenino en Limache quedaron maravillados con la presentación121. Como resultado, la revista deportiva Gol y Gol, que estaba más centrada en el amateurismo que Estadio, recibió docenas de cartas de mujeres que esperaban organizar partidos122. A pesar de su popularidad entre las chicas, el fútbol femenino generó controversia en las páginas deportivas. Los periodistas conservadores expresaron hostilidad hacia las jugadoras y fanáticas. En 1952, la revista Estadio mencionó el fútbol femenino y el boxeo como una “invasión”123. De hecho, el debate ofrece una mirada a una práctica clandestina más amplia: los periodistas indicaron que las mujeres jugaban al balompié en todo el país, no solo en las principales ciudades124. En defensa del fútbol femenino como tradición, algunos lectores enviaron fotografías de equipos de la década de 1920125. Los lectores de Gol y Gol enviaron detalles de equipos provinciales como Colo de Iquique126. El club escribió a la revista nuevamente en la ocasión de su primer aniversario con fotografías del directorio del club, compuesto por tres hombres y dos mujeres127. Otros equipos surgieron rápidamente en las provincias a lo largo de la década de 1960, incluidos “Las Malulas” y “Latino” de Vallenar. Los partidos a menudo eran a beneficio de organizaciones benéficas femeninas tradicionales, como las salas de maternidad de los hospitales128.

A pesar del crecimiento del fútbol femenino, los expertos en educación física continuaron rechazando sus beneficios. En el Instituto Nacional de Educación Física de la Universidad de Chile, los estudiantes podían especializarse en gimnasia, atletismo, básquetbol, natación o fútbol masculino. Solo los hombres podían participar en las clases de fútbol. El plan de estudios también requería que las mujeres tomaran dos cursos sobre cuidado infantil y danza. Curiosamente, entre 1945 y 1955, asistieron más mujeres que hombres al Instituto, lo que probablemente refleja el mayor interés que tenían las mujeres de ser profesoras. Esta tendencia comenzó a cambiar a mediados de la década de 1950. Mientras eran excluías de la posibilidad de poder entrenar y dirigir, las profesoras de educación física continuaron organizando comunidades y contribuyendo en publicaciones académicas129. Marta Briceño Vásquez, profesora del Liceo de Niñas no. 3, escribió un breve artículo editorial en 1951 sobre el estancamiento de la educación de las mujeres chilenas. Briceño consideraba que los congresos panamericanos sobre educación física eran pasos preliminares para conectar a las mujeres dentro del campo. La docente escribió un resumen sobre el Congreso Internacional de Mujeres Interesadas en la Educación Física Femenina, el que se reunió por segunda vez en Copenhague en 1949, aunque Argentina parece haber sido la única delegación sudamericana que participó. Briceño comentó que no hubo declaraciones formales en el Congreso, simplemente un intercambio vibrante de ideas sobre el papel del deporte y la danza en la educación física, la formación del profesorado y los intercambios internacionales.

El creciente ingreso de mujeres en la educación superior amplió sus oportunidades de participar en deportes de equipo. Las universidades tenían instalaciones, espacios sociales y programas de educación física ya establecidos. A principios de la década de 1960, es probable que los padres prefirieran que sus hijas pasaran su tiempo libre en eventos universitarios que en clubes de barrio130. Además de básquetbol, las estudiantes de la Universidad de Chile organizaron una liga de voleibol femenino con equipos que representaban a las diferentes especialidades. La cobertura del atletismo femenino en la universidad sonaba igual que la cobertura del deporte femenino en 1910. Un reportero de Gol y Gol comentó: “La belleza tradicional de nuestras mujeres puso un hermoso marco en la inauguración del presente torneo”131. Hubo poco o ningún intento de analizar las tácticas o la composición de los equipos.

La popularidad del básquetbol femenino comenzó a disminuir a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Las jugadoras atribuyeron el declive al sexismo, particularmente el desplazamiento de las entrenadoras y el apoyo desproporcionado a los equipos masculinos132. En 1966, Chile ocupó el quinto lugar de los seis equipos participantes en el campeonato sudamericano, su peor participación hasta ese momento. El menoscabo de las políticas paternalistas, que incluyeron apoyo a los clubes deportivos, perjudicó los deportes aficionados femeninos. Por ejemplo, en 1970, el Club Antonio Labán, el equipo más valioso de la historia según Estadio, eliminó por completo su presupuesto deportivo. Muchos esperaban que el regreso del club Colo-Colo a la competencia de básquetbol femenino en 1970 ayudara a compensar esta pérdida133, no fue así. Sin embargo, contrariamente a las tendencias en los clubes deportivos, el atletismo femenino siguió creciendo en las escuelas secundarias de élite. A fines de la década de 1960, hubo una competencia entre escuelas secundarias que incluyó 17 escuelas secundarias y casi 500 deportistas jóvenes134. Muchas de estas escuelas surgieron de comunidades inmigrantes. La natación femenina también se hizo popular entre las escuelas secundarias europeas de élite, incluidas Stade Français, Cambridge School y Dunalastair135. Además, las mejores nadadoras eran de las comunidades de inmigrantes alemanas y escandinavas, incluidas Inge von der Forst y Gisela Nissen136.

Las fanáticas, las madrinas y otros miembros

Las atletas son figuras centrales en la historia de la mujer y el deporte en América Latina. Sin embargo, las socias del club, las fanáticas y las madrinas, también contribuyeron a la cultura deportiva. La figura de la madrina era la de una mujer mayor que cocinaba, cosía uniformes y daba consejos a las jugadoras. Por ejemplo, Ida de Cariola, la esposa de Carlos Cariola, el conocido periodista y dramaturgo, acompañó la gira de Colo-Colo por América Latina y Europa en 1927. Una de las jugadoras describió a Ida como “la hada madrina de la delegación, su amabilidad, su espíritu cordial y agradable, lleno de afecto, para que todos la quisieran. Era amiga de todos, cariñosa y amigable, sabía cómo elevar a todos, su feminidad siempre fue una manta de seguridad para la delegación”137. Es importante destacar que Colo-Colo, que rápidamente se convirtió en el club más popular después de su fundación en 1925 y encabezó el movimiento hacia la profesionalización en 1933, ya había permitido que las mujeres fueran miembros del club en 1930. En sus estatutos, el primer artículo decía: “La corporación estará formada por miembros de ambos sexos, que se aplican a la práctica deportiva, que creará todas las ramas del deporte que la junta de Colo-Colo F.C. considera apropiado para sus objetivos, dando preferencia a aquellos que cultivan una base popular de admiradores”138. Sin embargo, las mujeres igual podían sufrir discriminación, pues necesitaban recomendaciones de los miembros actuales para postular. Green Cross era otro club que tenía una membresía separada para las mujeres139, quienes tenían voz y voto siempre y cuando pagaran las cuotas correspondientes.

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9789561428263
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