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Más allá de las clases de educación física para niñas, que eran supervisadas, los expertos no estaban de acuerdo con que las señoritas hicieran ejercicio. Los profesores de educación física, los médicos y los periodistas coincidían en que las mujeres eran muy perezosas y nerviosas35. Estos expertos pensaban que los regímenes de ejercicio debían estar diseñados para ayudarlas a relajar sus nervios y equilibrar sus drásticos cambios de humor. Las revistas femeninas y los expertos en educación física las alentaron a hacer ejercicio en sus casas y no en clubes deportivos públicos. Las revistas de entretenimiento se centraron en las rutinas de ejercicio de actrices famosas que promovían entrenar en casa36. Revistas como El Hogar y Caras y Caretas desaconsejaron el ejercicio en público. Los autores asumieron que las mujeres tenían demasiado trabajo doméstico para acudir al club deportivo local37. Además, asumieron que serían ridiculizadas y, por lo tanto, les aconsejaron que mantuvieran sus actividades privadas. Los programas radiales de la década de 1930 les indicaron ejercicios que podían realizar en casa, especialmente estiramientos y pequeños movimientos de resistencia. La gimnasia se promovió universalmente porque vigorizaba el cuerpo, sin la “desfiguración” que implicaba un ejercicio más riguroso. Los expertos también recomendaron la danza rítmica porque ayudaba al sistema nervioso y embellecía el cuerpo.

Entre principios de 1900 y 1920, las imágenes de deportistas irrumpieron y crearon nuevas representaciones de niñas y mujeres. Al comienzo del siglo XX, las revistas y los periódicos mostraban a mujeres haciendo ejercicio con las piernas rígidamente juntas y vestidas desde los tobillos hasta el cuello. En la década de 1920, los uniformes pesados dieron paso a trajes cortos y piernas descubiertas, gracias a los cambios en la industria textil, que había desarrollado y popularizado telas más ligeras. La revista deportiva argentina El Gráfico comenzó a publicarse en 1919 y jugó un papel muy importante en la creación de estas nuevas imágenes de la mujer y el deporte. Sorprendentemente, la tercera edición de la revista, publicada el 12 de julio de 1919, tenía a mujeres tenistas en la portada38. A lo largo de la década de 1920, la revista, conocida como la “biblia de los deportes”, publicó fotografías de atletas. El Gráfico mostraba imágenes de mujeres con equipo deportivo, en la cancha o en acción. Aunque las publicaciones femeninas tradicionales parecían sugerir un enclaustramiento de su ejercicio, los medios deportivos de la época alentaron a las mujeres a practicar deportes en público. Debido a que las presentaron como sujetos activos en lugar de objetos pasivos, y destacaron su destreza física en lugar de solo su belleza, estas imágenes interrumpieron la cultura visual argentina en los años veinte y treinta. A lo largo de la década de 1930, en aproximadamente un 15% de las portadas de El Gráfico aparecían mujeres. Aunque todavía eran una minoría, la frecuencia con la que aparecieron las atletas superó con creces la de cualquier publicación similar en el continente y probablemente jugó un papel en la normalización de la idea de mujeres deportistas. Además de presentarlas en las portadas, El Gráfico también escribió sobre sus logros. Mientras que revistas femeninas como El Hogar presentaban imágenes de damas de sociedad y estrellas. Una de las pocas portadas que muestra mujeres en poses activas es la de una chica en zapatillas de ballet sobre un trampolín39. En otras palabras, en lugar de temas activos, la mayoría de las revistas las representaban como objetos pasivos que debían ser admirados por su belleza, gracia o riqueza.

Otra forma en que El Gráfico destacó la participación femenina en los deportes fue al identificar de manera frecuente a qué clubes deportivos pertenecían las jugadoras, lo que ayudó a normalizar su actividad deportiva e incluirlas como parte de una comunidad deportiva más grande. A partir de esas descripciones, llegamos a la conclusión de que muchas de las deportistas de élite pertenecían a clubes exclusivos de las comunidades británica, alemana, escandinava y francesa. En general, las investigaciones han asumido que la difusión del deporte comenzó con las mujeres urbanas de élite y se propagó a la clase trabajadora40. Las mujeres acomodadas ciertamente tenían más tiempo libre y asistían con mayor frecuencia a las escuelas europeas, que promovían la educación física de las niñas. Al mismo tiempo, la naturaleza y el número de artículos que expresaron ansiedad por la popularidad de los deportes entre las mujeres indican que, al igual que con los deportes de los hombres, la actividad física femenina traspasó rápidamente los círculos de élite.

El crecimiento del deporte femenino en Argentina coincidió con la consolidación de la medicina deportiva en universidades, clubes y asociaciones deportivas nacionales. Como era de esperarse, los líderes en medicina deportiva no fueron capaces de llegar a un consenso respecto de la participación de las niñas y las mujeres en los deportes. De hecho, la historiadora Patricia Anderson demostró la naturaleza contradictoria y desinformada de los debates que se dieron a principios del siglo XX sobre el efecto del ejercicio femenino41. A mediados del siglo XX, surgieron distinciones que basaban sus recomendaciones físicas dependiendo de la edad de la mujer. Los artículos y textos académicos recomendaban sistemáticamente los deportes femeninos, pero solo hasta la pubertad. Sin embargo, las opiniones divergían ampliamente después del inicio de la menstruación. Una vez que se transformaban en potenciales madres, proteger y vigilar sus cuerpos se volvió mucho más importante para el Estado y la sociedad. Por ejemplo, el profesorado de la Universidad de Buenos Aires pensaba que las mujeres debían cesar todas las actividades deportivas al inicio de la menstruación42. Otros, especialmente Ruth Schwarz de Morgenroth, pensaban que el ejercicio era aconsejable para las pubescentes, pero solo bajo la supervisión de una experta. Incluso los defensores más firmes de la actividad física enfatizaron la necesidad de moderación y supervisión. Si bien había opiniones sobre la menstruación y el deporte, había un consenso universal entre los expertos: las mujeres no podían hacer ejercicio durante el embarazo. Esta ansiedad que rodea al embarazo puede deberse, en parte, a la disminución que se registró en la tasa de natalidad argentina, la cual bajó en un 54% entre 1910 y 193043. Las deportistas se convirtieron en blanco del desprecio médico, cuando los expertos, sin ninguna evidencia científica o de otro tipo, culparon al atletismo y otras actividades recreativas de distraer a las mujeres de la maternidad y dañar la fertilidad44.

Los expertos médicos recomendaban el ejercicio durante el posparto, principalmente para mejorar la belleza y perder peso, en lugar de otros beneficios. A partir de la década de 1920, los médicos en Argentina trazaron una línea muy fina entre la obesidad y la lipofobia (miedo a la gordura). Estos expertos postularon que las mujeres tenían una tendencia natural hacia la gordura, y que las que sufrían de delgadez extrema tenían una figura demasiado angular y estilizada. En otras palabras, la belleza, que era la meta de la educación física, era difícil de alcanzar y mantener. Por un lado, las mujeres serían “obesas” si no hacían suficiente actividad física, mientras que por el otro, serían demasiado delgadas si hacían mucha actividad física. En las columnas médicas de la revista Eva, de la década de 1940, los médicos aconsejaban que durante el posparto usaran más maquillaje, fajas bien apretadas y que se cepillaran el cabello con mayor entusiasmo45. Cuando a las mujeres les llegaba la menopausia, dejaban de ser sujetos de medicina deportiva. Esto subrayó aún más la visión de la ciencia del deporte de que el ejercicio era para un ideal estético o un estado físico materno, más que para la salud.

Con la profesionalización de la medicina, la educación y el deporte, las mujeres se vieron excluidas de esos campos. Es difícil identificar una razón concreta, pero a partir de fines de la década de 1930, ciertos líderes de educación física buscaron reducir el número de instructoras. Raúl Blanco, director de instituciones en Argentina y Uruguay y autor de un importante trabajo sobre la historia de la educación física, declaró que el programa argentino de educación física fue un fracaso, en parte porque había demasiadas profesoras46. Blanco acusó a las mujeres que seguían una carrera docente en educación física de no tener vocación. Según él, lo hacían por el horario cómodo que ofrecía y no por sentir una verdadera pasión. También opinó que pasaban demasiado tiempo en gimnasia y que no inculcaban moral y disciplina a sus estudiantes. En 1939, en respuesta a críticas similares, el presidente argentino Roberto Ortíz creó el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), exclusivamente para la enseñanza de niñas (y futuras profesoras), mientras que los hombres continuaron estudiando en el Instituto de Aplicación General Belgrano47. Este número creciente de especialistas organizó el primer Congreso Panamericano de Educación Física en Buenos Aires en 1941. Si bien asistieron mujeres, lo que sabemos por sus propios escritos, no aparecen en los registros oficiales del congreso48.

El aumento de los recursos para el deporte masculino argentino en el período peronista eclipsó el deporte femenino. A pesar de la profesionalización del fútbol masculino en 1931, la Asociación Argentina de Fútbol continuó dependiendo del apoyo estatal, lo que solo aumentó durante las décadas de 1940 y 1950. A medida que el balompié emergió como el deporte nacional, fue más difícil para las futboleras reclamar un espacio. Sin embargo, el aumento del apoyo estatal a los clubes profesionales y de aficionados, supuestamente para el fútbol, se extendió a otros deportes femeninos. Las mujeres participaron con entusiasmo en los Juegos Panamericanos, organizados por Argentina en 1951. De hecho, las argentinas lograron importantes victorias en 1951, donde ganaron los tres primeros lugares en esgrima, así como medallas en atletismo y natación. A lo largo de la década de 1950, las argentinas sobresalieron en los Juegos Panamericanos. El Club Atlético San Lorenzo de Almagro se convirtió en un lugar importante para el entrenamiento de deportistas en estos eventos. Una de ellas fue Ingeborg Mello, cuya familia judía había huido de Alemania a fines de la década de 193049. Mello ganó el oro en los eventos de tiro y disco en los Juegos Panamericanos. Mientras competía por Argentina en los países vecinos durante la década de 1940, Mello y sus compañeras judías se enfrentaron a simpatizantes nazis dentro de la comunidad de atletismo50. Los logros deportivos de Mello la ayudaron a obtener la nacionalidad argentina. Ella continuó entrenando en San Lorenzo y participó en el equipo nacional en la competencia olímpica. Mello experimentó el deporte como un vehículo para integrarse en la vida social de Buenos Aires. La atleta rara vez hablaba de su experiencia en la Alemania nazi, pero sentía un tremendo orgullo de representar a su país adoptivo, indicó su hija años después51.


Figura 1.1. Fútbol femenino temprano en Argentina, 1923 Fray Mocho, 2 de octubre de 1923

El papel de las mujeres en los clubes deportivos sigue siendo más esquivo que su participación en clubes o eventos olímpicos. En 1923, un artículo en la revista Fray Mocho publicó fotografías de tres equipos de fútbol femenino en Buenos Aires52. Las imágenes serían del primer club de fútbol femenino, llamado Río de la Plata, que consistía en al menos tres escuadras de fútbol femenino. En las fotos de los equipos, las criollas parecen enfrentar a sus contrapartes británica y alemana: el “equipo Argentina” versus el “equipo Cosmopolita”. Se nota que las futboleras tenían experiencia, vestían los uniformes adecuados y las imágenes de su juego indican que sabían lo que hacían. Además, la revista mencionaba a los directivos del club, por lo que parece que las mujeres adoptaron una estructura similar a los clubes de hombres. El número de futboleras que jugaban en los equipos de fábrica empezó a aumentar con la industrialización en la década de 1930. Sin embargo, muchos de estos lugares de trabajo, como las plantas empacadoras de carne, las fábricas de cigarrillos y las refinerías de azúcar estaban segregados por líneas de género. Las fábricas tuvieron que lidiar con la tensión que generaba la movilidad de las mujeres en la fuerza laboral. Incluso cuando había secciones de trabajo separadas, cada vez era más frecuente que los hombres terminaran trabajando con mujeres53.

La difusión del básquetbol, impulsada por grupos como la YMCA, ayudó a las mujeres a hacerse un espacio en los clubes de barrio y sindicales. Vélez Sarsfield, un club deportivo fundado en 1910 como club de fútbol masculino en el barrio de Linier de Buenos Aires, comenzó un equipo de básquetbol femenino en 1954 y se convirtió en una potencia nacional en el deporte. El importante sindicato de trabajadores textiles, la Asociación Obrera Textil, también tenía un programa de básquetbol femenino muy activo54. Considerando cómo se juega el básquetbol hoy en día, no pareciera haber razón que explique por qué era más aceptable que el fútbol. Sin embargo, a principios y mediados del siglo XX, el juego era mucho más lento, lo que requería que las jugadoras lanzaran desde una posición fija. El contacto físico entre las jugadoras estaba más regulado y el básquetbol se jugaba en interiores. A pesar de estos factores, creemos que la mayor aceptación del básquetbol femenino en todo el continente derivó de la popularidad y el poder incomparables del fútbol como símbolo de identidad nacional.


Figura 1.2. Juan Perón en un partido de básquetbol femenino, 1952 Cortesía de la Biblioteca Nacional de Argentina

A medida que aumentaba la actividad deportiva de las mujeres, también aumentaba la preocupación por su impacto. Los debates de salud pública sobre las actividades físicas apropiadas entrelazan el sexismo con la homofobia desenfrenada. Mientras que los futbolistas eran vistos como modelos de virilidad y destreza heterosexual, los periodistas, funcionarios y fanáticos ponían en duda la feminidad y la heterosexualidad de las atletas. Entre los psicólogos, el lesbianismo generalmente estaba subordinado a la discusión sobre la homosexualidad masculina en Argentina. Los expertos médicos caracterizaron el lesbianismo como una perversión incomprensible, supuestamente causado por experiencias sexuales inadecuadas con hombres, “hermafroditismo”, o un desajuste psicológico por el cual las mujeres adquirieron rasgos de personalidad masculina55. Por lo tanto, los expertos advirtieron que adoptar la ropa y el comportamiento de los hombres podía influir en la orientación sexual y psicología de las mujeres. Como los deportes se consideraban fundamentales para construir y exhibir una masculinidad adecuada, constituían un terreno peligroso en términos de su potencial masculinizador. Por esto, expertos médicos, funcionarios estatales, periodistas, entre otros, comenzaron a vigilar los espacios que congregaban a varias mujeres, como las cárceles, los hospitales y las escuelas, pues sospechaban que eran comunidades subterráneas donde reinaba un lesbianismo desenfrenado.

Las deportistas chilenas, las maestras y el auge de la “experiencia”

La historia de la educación física y el deporte femenino en Chile manifiesta interesantes superposiciones y diferencias con Argentina. Las ideologías dominantes de los clubes deportivos amateur se basaban en una idea compartida sobre la masculinidad, que excluía a las mujeres del club y la cancha. Los deportistas aficionados recurrieron a los ideales deportivos británicos como una forma de cultivar la masculinidad restringida, el control emocional y el “juego limpio”. El balompié dominó la escena deportiva y los clubes de fútbol fueron esenciales para la integración de los trabajadores en la política local. Además, estos sirvieron como espacios de democratización y, en los años cincuenta y sesenta, radicalización política56. La marginación extrema de las mujeres del fútbol creó más obstáculos para su participación en ámbitos sociales relacionados, como los sindicatos y los partidos políticos. Aunque estaban excluidas del fútbol organizado, crearon espacios para la competencia atlética en básquetbol, particularmente, pero también en voleibol, atletismo, tenis y natación. En ocasiones, los medios de comunicación le prestaron atención a estos equipos deportivos debido al éxito internacional que tuvieron. Estos equipos recibieron apoyo esporádico de sus clubes matrices, los que eran dominados por hombres. Sin embargo, no hubo recursos gubernamentales, en comparación con Argentina o Brasil. Además, a pesar del fuerte contingente de mujeres en el campo de la educación y el éxito de estas deportistas, los clubes deportivos y los medios de comunicación establecieron importantes barreras informales para el fútbol femenino.

A comienzos del siglo XX, Juana Gremler, la profesora que mencionamos al principio del capítulo viajó por toda Europa en busca de un plan de estudios adecuado para las niñas chilenas. En ese momento, la formación de los docentes de educación física era bastante equilibrada en términos de género. Se alentaba a los niños y a las niñas a realizar actividad física, y tanto hombres como mujeres recibieron formación en escuelas normales para convertirse en profesores de educación física. En Chile, Joaquín Cabezas desempeñó el papel más importante al estructurar las instituciones y la dirección de la educación física. En 1888, el gobierno chileno lo envió a Suecia para que estudiara el programa de educación física basado en el método Ling57. A su regreso, Cabezas estableció el Instituto Superior de Educación Física y Manual en 1906, que adoptó explícitamente la educación física como una forma de preparar a los niños para el trabajo y la ciudadanía en lugar de la vida militar. El instituto aceptó a las mujeres de inmediato, probablemente debido a la influencia del sistema sueco. Además, brindó formación profesional para profesores de educación física, así como formación vocacional. La primera cohorte de profesores de educación física del instituto incluyó a 17 mujeres y 19 estudiantes varones. Cabezas también era cercano a las asociaciones de docentes liberales, con el apoyo de políticos como Manuel Salas y Arturo Alessandria. Posteriormente abogaría por expandir la educación pública a las niñas y las comunidades pobres, ayudando a crear el Comité Pro Deporte Popular, respaldado por el Frente Popular a fines de la década de 1930. Las profesoras de educación física formadas en el instituto moldearon los deportes femeninos más allá de la sala de clases. Por ejemplo, las profesoras formaron centros deportivos independientes, no solo para estudiantes, sino también para ellas y sus antiguas alumnas. En la década de 1920, el Liceo Paula Jaraquemada, en Recoleta, estableció un club deportivo, donde diversas generaciones practicaron deportes en equipo fuera de la escuela58.

En Chile, la prensa deportiva se inició a principios del siglo XX. En la década de 1920, Los Sports dominó el panorama deportivo, hasta ser reemplazado por Estadio, desde la década de 1940 hasta la década de 1980. Sin embargo, cientos de pequeños periódicos, boletines comunitarios, boletines laborales y medios provinciales proporcionaron cobertura deportiva en cualquier momento dado. Además, la radio era un importante componente de los medios de comunicación deportivos59. Los medios deportivos desarrollaron dos caricaturas opuestas de la feminidad, las que dominaron la cultura visual popular durante gran parte del siglo. Las fotografías, los anuncios y los cómics tendían a retratar a las mujeres como seres etéreos, como ángeles y ninfas, o como esposas castradoras. El arquetipo angelical las presentaba como virginales, desapasionadas, como las imágenes más jóvenes y menos maternales de la Virgen María. Esta imagen tomaba prestada la idea de belleza griega clásica, en la medida en que las posturas hacían eco de las poses y atuendos figurativos griegos. Además de la estética supuestamente clásica, la óptica victoriana de la blancura y la fragilidad también influyó en la cultura visual chilena. Por el contrario, la “esposa castradora” se representaba con sobrepeso, gritando y casi siempre en la esfera privada de la casa o en un lugar muy local. Estas mujeres con frecuencia fueron representadas con rodillos para amasar y escobas para reforzar su supuesto lugar en el hogar. Los caricaturistas y humoristas también retrataban a la esposa enojada con rizadores en el pelo o zarrapastrosa. Las deportistas aparecían ocasionalmente en los medios visuales, pero encajaban incómodamente con los modelos dicotómicos.

En la cultura popular, las deportistas rompieron las imágenes comunes y se presentaron como excepcionales, en el mejor de los casos, y como monstruosas, en el peor. Al no encajar con precisión en los moldes “angelicales” o castrantes, los medios y los clubes deportivos presentaron a las atletas como “amazonas” que existían fuera del desarrollo normal. Por ejemplo, la revista deportiva más popular en la década de 1920, Los Sports, comenzó a publicar en 1928 la “atleta” del mes en topless, a veces con una lanza, otras veces a caballo. Las fotografías reforzaron la idea de que las deportistas eran exóticas, en lugar de presentarlas con el equipamiento estándar, como una raqueta de tenis o una jabalina. Al hacer que las mujeres posaran en topless, también las objetivaron y sexualizaron. En lugar de pensar en las deportistas como atléticas, estas imágenes sugirieron que se debían considerar como objetos de deseo y/o ridículo. Las asociaciones deportivas internacionales también reforzaron la imagen de las deportistas como amazonas, por ejemplo, la Asociación Ecuestre Internacional, prohibió que las mujeres, a las que llamó “amazonas”, compitieran en eventos masculinos60. Las asociaciones deportivas internacionales y la prensa aceptaron ampliamente el término amazona para referirse a una jinete. El dominio de los equipos militares latinoamericanos en eventos ecuestres creó dificultades al describir a sus contrapartes femeninas. Quizás la amazona ficticia, exótica y anacrónica proporcionaba una plantilla no amenazante para las jinetes.

La chica moderna, un reflejo de la urbanización y los cambios femeninos en la década de 1920, también desafió las imágenes polarizadas de las mujeres chilenas en la prensa deportiva. Los periodistas y directores deportivos expresaron una espantosa hostilidad hacia la chica moderna que asistía al estadio. Las caricaturas misóginas crearon fantasías de violencia contra espectadoras jóvenes y solteras. Por ejemplo, una caricatura de la época muestra a una mujer con cabello corto y maquillaje entrando al estadio, que recibe un pelotazo en la cara cuando se sienta a mirar el partido. El chiste es que su maquillaje ha dejado una réplica de su cara en la pelota, que ahora se lanza y patea61. Con frecuencia, los chistes de dibujos animados o anécdotas en la prensa deportiva y las revistas de club giraban en torno a la violencia femenina por entrar ilegalmente a los estadios y clubes. Estos chistes mostraban mujeres atadas y amordazadas para evitar que hablaran, ojos negros por todo tipo de percances y muchas heridas en la cabeza provocadas por sus esposos. Al mirar a través de los medios de comunicación, la correspondencia y las autobiografías de la época, es evidente que los hombres veían a los clubes deportivos como un escape de la vida doméstica. La presencia femenina, a menos que fuera un espectáculo, arruinaba ese escape de las obligaciones familiares.


Figura 1.3. Fútbol femenino en Talca, 1900 Cortesía del Museo Histórico Nacional Chile

Cuanto más se aceptaba el fútbol como una forma de desarrollar una masculinidad adecuada entre los jóvenes, más profesores de educación física y directores de clubes alejaban al sexo femenino. Hay evidencia de que las mujeres ya jugaban al fútbol en 1900, y probablemente antes. Los primeros indicios provienen de fotografías que están en el Museo Histórico Nacional de Chile. En una foto aparece el equipo Talca de la escuela normal de esa ciudad con fecha de 1900. El pie de foto lee: “Nunca se nos habría ocurrido que pudiera existir en Chile un club de fútbol formado por jóvenes del hermoso sexo débil”62. No solo dice eso, además critica a las mujeres por “robar” a los hombres todas sus esferas. El tipo de letra indica que el título estaba destinado a ser publicado en una revista. Otra fotografía del museo, tomada dieciocho años después, también muestra futboleras del Team Santiago de Talca63. El pie de foto dice prácticamente lo mismo que la fotografía de 1900, pero las jugadoras son completamente diferentes. Ambas fotografías muestran a mujeres vestidas hasta los tobillos con vuelos y peinados femeninos. En la segunda fotografía, están sentadas alrededor de una mesa. Las fotografías del Team Talca se diferencian del equipo masculino, ya que si bien aparecen en una cancha de fútbol con un balón, visten uniformes escolares y no usan ropa deportiva o insignias. El Team Talca no es la única instancia de fútbol femenino en el cambio de siglo en Chile. En 1905, el Badminton Football Club organizó un partido en que un equipo femenino jugó contra un equipo masculino para recaudar dinero para un hospital infantil64. Aunque es un evento improvisado, sugiere la familiaridad de las mujeres con el deporte. Por lo general, los periodistas cubrían estos equipos como novedades, sin embargo, la evidencia fotográfica sugiere lo contrario. Si jugar fútbol era algo raro, la participación de las mujeres en clubes deportivos no lo era.

Los clubes deportivos generalmente proporcionaban membresía secundaria a mujeres, a menudo agrupadas en categorías con niños, sin derecho a voz ni voto. En muchos de los clubes deportivos más grandes, especialmente los de inmigrantes, como Unión Española y Audax Italiano, las mujeres formaron departamentos secundarios en la década de 1910. Sin embargo, el creciente papel de los militares en el deporte durante la Primera Guerra Mundial y durante la dictadura de Carlos Ibáñez clausuró los equipos femeninos, pues el gobierno se unió a clubes más grandes para canalizar el apoyo hacia la profesionalización. También impulsó los clubes asociados con los regimientos militares y policiales. Por lo tanto, no sorprende que las instituciones deportivas vinculadas a los militares, como la Asociación de Tiro de Estudiantes, recibieran un mayor apoyo del gobierno65. A pesar de la falta de apoyo estatal y la burla de los medios, las deportistas persistieron en la creación de organizaciones para la competencia deportiva. En 1927, las deportistas inauguraron la Asociación Deportiva Femenina (ADF) en Valparaíso66. Las mujeres que eran miembros de la ADF competían en torneos de básquetbol, natación, tenis de mesa, atletismo y voleibol. En una entrevista con Los Sports, la secretaria de la ADF, Azucena Villanueva, declaró que “los hombres creen que no podemos arreglárnoslas sin ellos, pero vamos a demostrar lo contrario”. Vamos a probar que una mujer y un hombre pueden disfrutar del deporte juntos”67. Cuando se le preguntó acerca de otros deportes, como el fútbol, Villanueva declaró: “Todo tiene un límite. Así como hay deportes apropiados para las mujeres, también hay razones que las ayudan a combatir ideas obsoletas”. En la misma entrevista, Villanueva también comentó que la organización fue creada para celebrar el quincuagésimo aniversario de la promulgación de la ley de 1877 que había abierto el acceso de las mujeres a la educación universitaria. En los últimos párrafos de la entrevista, el autor escribió que la conversación con Villanueva “estaba lejos de ser una conferencia sobre feminismo”68.

El antagonismo hacia el feminismo continuó en Los Sports y otros medios de comunicación convencionales, que intentaron persistentemente aislar a las deportistas de proyectos de igualdad de género más grandes al calificarlas como razonables en comparación con las feministas o ignorar las implicaciones más importantes de la participación femenina en el deporte. Los directores de los clubes deportivos parecieran haberse sentido amenazados por el interés feminista en los deportes, pues abogaron por los juegos como correctivos del feminismo. Según ellos las mujeres atletas reconocían su propia inferioridad, a diferencia de las feministas que luchaban por la igualdad, a las que se refirieron como “vulgares”69.

Aunque la Asociación de Deportes Femeninos decidió que el fútbol estaba más allá del alcance de su organización, hay muchas pruebas de que el deporte se difundió rápidamente entre las mujeres. Las feministas, de hecho, abogaron por los deportes femeninos. Unión Femenina de Chile, un grupo de élite que abogó por la educación femenina, tenía una sección deportiva en su boletín informativo que buscaba construir conexiones entre las chicas que jugaban básquetbol, tenis y hacían natación70.

En 1928, un periodista de la revista chilena Match comentó que era común ver mujeres jugar al balompié y “disfrutar del deporte masculino”71. El mismo artículo menciona un inesperado rumor sobre el fútbol femenino en los cafés y restaurantes de Buenos Aires. El deporte había crecido lo suficiente como para alarmar a un sacerdote católico en Argentina que comenzó una campaña contra el fútbol femenino. A pesar de las severas advertencias desde el púlpito, las mujeres continuaron jugando. Aparecieron artículos y editoriales que criticaban el fútbol femenino, lo que refleja el crecimiento del deporte. También hubo inquietud en las provincias, lo que muestra que el fútbol había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar cuidadosamente los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en lugar del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad.72

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9789561428263
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