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Sismos y testimonios gráficos: la potencialidad de una fuente

Nuestro objetivo, aquí, es desarrollar las principales ideas sobre la información contenida en testimonios gráficos relativos a sismicidad histórica. Definidos como fuentes icónicas —aquellas en que la información descansa en la imagen—, dichos testimonios abarcan una gama diversa, que incluye pinturas, grabados y fotografías. Si bien no tenemos conocimiento de pinturas peruanas que testimonien la ocurrencia sísmica en el Perú en la segunda mitad del siglo XIX, por el contrario, los grabados y, especialmente, las fotografías representan una valiosísima fuente de información que complementa la proporcionada por la amplia gama de fuentes escritas disponibles. Es rica la oferta de grabados peruanos para el siglo XIX; obras importantes de nuestra historiografía engalanan sus páginas insertando numerosos grabados de artistas nacionales o extranjeros. Solo a título de muestra, véase la amplia oferta de grabados que se halla en la Estadística de Lima, de Manuel Atanasio Fuentes (1858); el Atlas, de Paz Soldán (1865), y los tres tomos publicados por Antonio Raimondi con el título: El Perú (1874-1878).

En lo que respecta a la fotografía, invento surgido a mediados del siglo XIX, su uso se difundió rápidamente en el mundo. No es este el lugar para hacer un recuento de sus orígenes en el Perú: otros investigadores lo han hecho con suficiencia (McElroy; Majluf; Majluf y Wuffarden). En un ámbito tan rico y sugestivo como la fotografía histórica, y no obstante los enormes desarrollos logrados en aspectos como la identificación de talleres y fotógrafos y la puesta en valor de archivos en Lima y provincias, aún hay muchos vacíos en el tema.

Conforme a los resultados de nuestra investigación, podemos afirmar que casi todas las fotografías halladas en archivos, libros, revistas, periódicos e internet se refieren a los terremotos que asolaron puertos y ciudades del sur peruano en 1868 y 1877, sobre todo los del primer año, con lo cual confirmamos una de las hipótesis planteadas al inicio del estudio. Siguiendo un ordenamiento urbano, es decir, tomando como referencia cada una de las ciudades para las que disponemos de información, contamos con testimonios gráficos de los efectos del sismo de 1868 sobre cuatro ciudades: Arequipa, Arica, Ica y Moquegua, aunque es para las dos primeras que, con largueza, abundan esos registros.

Los efectos desastrosos provocados por el cataclismo de 1868 en Arequipa, se aprecian en forma nítida en una serie de quince fotos que fueron propiedad de Carlos I. Lissón, importante científico sanmarquino de fines del siglo XIX. A mediados de los años veinte, Lissón —a la sazón, profesor en la Facultad de Ciencias de San Marcos— asesoraba a un joven discípulo en la elaboración de su tesis doctoral, dedicada al estudio de la sismología peruana. Obtenido el grado y decidida la publicación de aquella, el autor, Raúl Picón, incluye dichas fotos como apreciable complemento gráfico (Picón 1926).8 En nueve de ellas se aprecia el grado de destrucción parcial de siete templos arequipeños: la Catedral, San Camilo, San Pedro, La Merced, San Agustín, La Compañía y San Juan de Dios;9 y en las seis restantes se distinguen grandes rumas de escombros en varias calles de la ciudad: Nueva, Lucmo, Santo Domingo, La Palma, Guañamarca y San Juan de Dios.10

Es bueno anotar que varias de estas fotografías se reprodujeron en obras posteriores. Por ejemplo, Silgado incluye dos de ellas en su clásico estudio sobre la historia sísmica peruana: una en la que se aprecia la destrucción del lado derecho de la Catedral y otra en la que se muestra la destruida torre de la iglesia de La Compañía, y para ambas indica su origen: “Publicado por Picón-1926” (Silgado 1978: 41).

Otra fuente apreciable de información gráfica proviene de la serie de fotografías que forman parte del álbum que reúne las que tomó (o adquirió) la tripulación del navío HMS Topaze en su largo viaje por el mundo, entre 1868 y 1869, álbum que pudimos consultar en la Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Perú. Entre las bellísimas fotos de paisajes de Oceanía y otras partes del mundo, aparecen varias que revelan la magnitud de los destrozos causados por el evento de 1868. También consultamos el archivo fotográfico de la misma biblioteca, pero ello no nos deparó ningún hallazgo relacionado con sismicidad histórica.11

Igualmente necesario consideramos hacer una búsqueda en la información disponible vía internet. En el inicio, decidimos indagar en cinco grandes repositorios americanos y europeos: la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos (Library Congress), la Biblioteca Pública de Nueva York (New York Public Library), la Biblioteca Británica (British Library), la Biblioteca Nacional de Francia (Bibliothèque nationale de France) y la Biblioteca Nacional de España. En tres de ellas no hallamos ningún material gráfico de utilidad: New York Public Library, British Library y Bibliothèque nationale de France; pero especialmente útil, por sus fondos, fue la Library Congress, mientras que la Biblioteca Nacional de Madrid posee rica información gráfica virreinal, mas no republicana.

Entre las dependencias accesibles a los investigadores, en la Library Congress de Washington figura el Printings & Photographs Reading Room, que alberga 13,7 millones de imágenes. Mediante un buscador (http://www.loc.gov/rr/print/catalog.html) se tiene acceso al Prints & Photographs Online Catalog, espacio que permite búsquedas en, aproximadamente, el 50% de la colección. Buscando con la palabra “Perú”, resultaron 354 imágenes, no todas visualizables, que cubren fotografías, acuarelas y grabados. En el registro 241 se menciona la referencia “Álbum del Perú”, que contiene más de cien vistas sobre nuestro país, correspondientes a la década de 1860, extraídas de dos álbumes de época y tomadas por el famoso fotógrafo francés —afincado en Lima desde mediados del siglo XIX, coincidiendo con la época de opulencia guanera— Eugenio Courret. Aunque no todas las fotografías han sido digitalizadas, entre las veinticinco disponibles existe valiosísima información sobre el terremoto de 1868. Seis, en particular, ofrecen vistas sobre los estragos del terremoto en Arequipa y Arica: dos son especialmente valiosas, pues no las conocíamos anteriormente (una, muestra la ruina de la ciudad, con la vista del Misti al fondo; y otra, parte de la estructura de la Iglesia de Santo Domingo), y las otras cuatro ya eran conocidas. El registro de vistas útiles para la investigación es el siguiente:

Library Congress

Printings & Photographs Reading Room

Fotografías disponibles para 1868

N.o 23: (vol. 1, n.o 22). Arequipa, 1868. Ruinas de la ciudad y vista del Misti

N.o 41: (vol. 1, n.o 28). Arequipa, 1868. Ruinas de Santo Domingo

N.o 138: (vol. 1, n.o 11). Arica, 1868. Vista del muelle

N.o 161: (vol. 1, n.o 13). Arica, 1868. Vista de playa 1

N.o 164: (vol. 1, n.o 12). Arica, 1868. Vista de playa 2

Por último, en lo que respecta a la Biblioteca Nacional de España, en su antiguo catálogo de colecciones especiales (http://catalogo.bne.es/uhtbin/webcat) o en el nuevo (http://www.bne.es/esp/nuevocatalogo.htm) se halla la sección “Materiales gráficos”, en donde la búsqueda con la palabra “Perú” da como resultado 66 hallazgos, la mayor parte referidos a grabados virreinales. Es de lamentar que no exista disponible ninguna fotografía para los siglos XIX y XX. No obstante, hallamos varios sitios en los que se han digitalizado periódicos españoles del siglo XIX, en especial la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. El Museo Universal (http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=22748) es uno de los que nos ha atraído, editado en Madrid entre 1857 y 1869, pues cuenta con grabados en los que podría —si se hace una búsqueda más exhaustiva— obtenerse información sobre los eventos de 1868.

También nos pareció importante indagar por la información proveniente de instituciones arequipeñas tradicionales, como la municipalidad y el arzobispado, pero no encontramos en ellas ninguna, de naturaleza gráfica, relativa al terremoto de 1868. No obstante, en otras sí se abren posibilidades de hallazgo: en la Sección Iconografía, del Archivo Departamental de Arequipa (http://lanic.utexas.edu/project/tavera/peru/arequipa.html), se hallan series relevantes, como Ciudad (postales), de 1850 a 1985, y Fotografías, de 1850 a 1986; y en la Fototeca del Archivo Departamental de Moquegua se guardan 50 fotos (http://lanic.utexas.edu/project/tavera/peru/moquegua.html). Como puede observarse, la escasa información disponible viene de la identificación de repositorios peruanos hecha por la Universidad de Texas y no de las propias páginas web institucionales.

En el Perú se han montado exposiciones fotográficas sobre sismos; es el caso de Rafael Martín Choque, quien en 1997 y con auspicio del INC ofreció la muestra “Los terremotos de Arequipa” en la municipalidad mistiana (véase Caretas 1478). Caretas reproduce de aquella una foto en la que se aprecia la destrucción de un lado de la catedral, una de las que reprodujo Picón en su estudio de 1926.

Muy al margen de los grandes repositorios mencionados, en internet está disponible una interesante colección de ilustraciones sobre sismicidad histórica en el mundo: la formada por el geofísico checo Jan Kozak, la más importante en su género, auspiciada por el Earthquake Engineering Research Center, de la Universidad de Berkeley (California). Se trata de 875 ilustraciones que dan cuenta de ocurrencias sísmicas que conforman la que llamaremos Colección Kozak (http://nisee.berkeley.edu/kozak). De ella, y sobre sismicidad peruana, está disponible vía web un conjunto de 31 grabados tomados de revistas contemporáneas al cataclismo de Arequipa en 1868, como Harper’s Magazine, revista que se publica mensualmente en Nueva York desde 1850 y que es importante por su alta circulación (antes de su primer año bordeaba los cincuenta mil ejemplares). Del mismo grupo editorial fue Harper’s Weekly, publicación aparecida entre 1857 y 1917. También en Estados Unidos se publicó, a partir de 1855, Frank Leslie’s Illustrated Newspaper, gracias a la iniciativa de un inmigrante inglés llamado Henry Carter (1821-1880), quien con el seudónimo Frank Leslie editó en Nueva York un semanario de gran impacto, caracterizado, al igual que las publicaciones de Harper, por el gran despliegue gráfico utilizado en la presentación de las noticias.12

Los extraordinarios sucesos sísmicos ocurridos en América del Sur, en 1868, no dejaron de repercutir en Europa. Cobertura importante fueron los artículos y textos aparecidos en L’illustration, primer semanario ilustrado aparecido en Francia en 1843 y que continuó publicándose por espacio de un siglo. Gracias a una enorme pléyade de corresponsales en el mundo entero, no era extraño que esta publicación acogiese la información vinculada a sucesos extraordinarios, entre los que cabía plenamente el suceso de Arequipa. Otra publicación del mismo estilo que las anteriores fue Illustrated London News.

Los 31 grabados de la Colección Kozak, provenientes de las cinco revistas reseñadas, no tienen gran resolución y es muy difícil reproducirlos; una excepción ha sido —ciertamente, un hecho casual— la imagen de la Plaza de Armas de Arequipa, que bajo registro KZ711 reproducimos como fotografía 2 y representa en realidad un grabado hecho sobre la base de la fotografía 1, aunque idealizándose algunas escenas, como la pareja que aparece al pie de la pileta y que no se observa en la fotografía original.

Igualmente en internet, y bajo el criterio de búsqueda “USS Wateree”, hallamos nuevas fotografías, custodiadas en el Naval Historical Center de la Marina Norteamericana, al que accedimos por primera vez a mediados del 2007, ocasión en que pudimos copiar algunas de las fotos disponibles, relacionadas con el evento de 1868 y que reproducimos como fotografías 3 y 4. Sin embargo, cuando posteriormente hemos intentado el mismo procedimiento, los resultados siempre han sido nulos13 y no sabemos la razón. Es bueno anotar que dichas fotografías, depositadas en el U.S. Naval Historical Center Photograph, provienen de donaciones hechas por marinos norteamericanos o fueron extraídas de publicaciones institucionales. Las que aparecen con los registros NH 42227 y NH 43759, por ejemplo, fueron donadas por A.B. Hendrickson, hija del almirante Luther Billings, testigo directo del suceso, a bordo del Wateree, acoderado en Arica ese 13 de agosto de 1868. ¿Las tomó el propio Billings o las adquirió luego y las incorporó a su colección? Nos inclinamos más por la segunda posibilidad. En cuanto a la fotografía signada como NH 42226, se señala haberse extraído del número correspondiente a julio de 1926 de Proceedings, revista del U.S. Naval Institute.14


La vista permite apreciar la destrucción de una sección considerable de los portales del lado oeste de la Plaza de Armas de Arequipa. En un primer plano se observan las carpas instaladas en la misma plaza, para refugio de los damnificados. Luego, frente a la esquina sobre la que confluyen los portales derruidos se erige la fachada del templo de La Compañía, en cuyo lado izquierdo se aprecia la destrucción parcial del cuerpo superior de su única torre. Finalmente, en el plano más alejado se divisa la campiña, flanqueada por una cadena de cerros que se extiende hacia el sur de la ciudad.


El grabado ofrece una vista ampliada de la fotografía anterior. Sobre una vista semejante, se aprecian nuevos elementos: saltan a la vista el cuerpo entero de la pileta que ocupa el centro de la plaza, y la sección posterior de la iglesia de La Compañía, en la que aparece la cúpula. O se trata de una idealización de la locación o se trata de la reproducción de alguna foto desconocida aún, aunque en una fotografía no habría tanta desproporción entre el tamaño de la pileta y el doble arco que forman los portales de la Plaza de Armas.


La corbeta América, de la Armada peruana, tras el maremoto de 1868, varada varios centenares de metros tierra adentro. Hacia la proa, debajo del bauprés, se divisa la silueta de otra embarcación.


La embarcación de la vista es el USS Wateree, casi imperceptible en la fotografía anterior. A pesar de tratarse de un barco varado, se aprecia en buenas condiciones, como se observa en gran parte de su arboladura, la chimenea y la paleta lateral de ruedas, que representaba su propulsión principal.

Nota al catálogo

La composición de este catálogo se basa en un criterio cronológico, y cada ocurrencia sísmica hallada a partir de la revisión de un conjunto de fuentes publicadas entre los siglos XVIII y XX se ha numerado de manera correlativa, como fue el objetivo propuesto desde el inicio en los proyectos de investigación sucesivamente presentados entre los años 2004 y 2007. Por consiguiente, y a pesar de habernos topado con información valiosa, no hemos hecho ninguna mención a fuentes de archivo, las que deberán ser materia de consulta complementaria.

Decidimos dividir la información correspondiente a cada año en dos secciones: fuentes contemporáneas y fuentes secundarias, división que responde al objetivo de presentar —cuando se encuentre disponible— una fuente en su “textualidad” original, es decir, tal como aparece en su primera versión escrita y contemporánea a los eventos sísmicos de los que da cuenta. De esa manera, y dada la disponibilidad del texto original, el lector tiene la posibilidad de establecer el modo en que las fuentes secundarias se ajustan a las primeras, pero también de percibir el modo en que la información evoluciona, es decir, cómo va presentándose según la muestre cada fuente y, de ese modo, determinar cuáles fuentes son más valiosas que otras.

Incluimos como fuentes secundarias los conocidos catálogos históricos de Polo (1898-1899 y 1899) y Silgado (1978), junto a los catálogos sísmicos de Ocola (1984) y Huaco (1986), a los que hemos sumado antiguos listados, como los de Barrenechea (1725), Córdova y Urrutia (1844), Mendiburu (1874-1890) y Middendorf (1893). Además, hemos incluido obras modernas, no contemporáneas a los hechos narrados y en las que se aclara, con mayor exactitud, alguna información sobre cada sismo, como son los casos del padre Barriga para los sismos de Arequipa. En aras de la precisión, consideramos indispensable citar exacta y puntualmente, en la medida de lo posible, cada una de las referencias bibliográficas contenidas en los listados y catálogos señalados; esto lo hacemos como una manera de unificar las referencias, ya que cada autor suele referirse a sus fuentes de modos diversos y hasta contradictorios, sin omitir lugar y año de edición, impresor o editorial y el número de páginas.

Por su parte, como fuentes contemporáneas incluimos aquellas —hayan sido citadas u omitidas en los catálogos sísmicos— que, dada su cercanía a los hechos que narran, tienen un mayor grado de confiabilidad, aunque ello no implique impedir su debida ponderación, según los casos, con ajuste a los cánones de la crítica histórica. Si en una cita hemos utilizado cursiva, debe entenderse que el propósito es resaltar la frase en la que se hace exacta mención a un evento sísmico y facilitarle, de ese modo, al lector, el rápido reconocimiento del evento sísmico. Por la misma razón, resaltamos en negrita la toponimia asociada a cada evento y mencionada en cada fuente.

En esencia, se trata de un trabajo de ordenamiento de las fuentes mediante su división en primarias —léase contemporáneas— y secundarias, y que prioriza el hallazgo, la transcripción, la comparación y el comentario de aquellas fuentes que son a la vez escritas y contemporáneas a los hechos que relatan. A partir de ello, se intenta establecer las bases de una suerte de “genealogía de la información”, destinada a identificar lo más claro posible los orígenes documentales de un evento sísmico y sus variaciones en el tiempo; es decir, a saber si un registro sísmico presentó, siempre, la ocurrencia sísmica de una misma manera o, más bien, si las fuentes más modernas contienen un margen de distorsión en relación con las originales.

Las prevenciones antes citadas sirven de sustento para asignar a cada registro y, por consiguiente, a cada ocurrencia sostenida documentalmente por dicho registro, un índice de confiabilidad que va del 1 al 5, donde el 1 evidencia una escasa cobertura documental —por lo general, sostenida en fuentes no contemporáneas a los hechos—, mientras que el 5 se asigna a toda aquella ocurrencia avalada extensamente en la documentación.

La investigación correspondiente al año 2003 tuvo como resultado central la elaboración del Catálogo sísmico peruano, siglos XVI-XVII, base para la recién publicada Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XV-XVII (Universidad de Lima, 2009) y que produjo hallazgos importantes en dos órdenes de cosas: primero, la identificación de nuevos sismos: 2 para el siglo XVI y 17 para el XVII; y segundo, la mejor delimitación del área afectada para seis grandes sismos del siglo XVII, lo que es importante para conocer mejor el comportamiento de estos. Las investigaciones llevadas a cabo entre los años 2004 y 2007 —continuaciones de la anterior— han conducido, asimismo, a hallazgos semejantes: se han identificado 1.129 sismos para el siglo XVIII, con lo que se enriquece sustancialmente el catálogo sísmico disponible en la actualidad, que apenas indicaba un total de 266 referencias y no incluía las del terremoto de Lima de 1746 ni todas las asociadas al terremoto que afectó Arequipa en 1784 (Ocola 1984; Huaco 1986; IGP 2001) (es bueno aclarar que, en relación con los terremotos de 1746 en Lima y 1784 en Arequipa, el número total de registros sísmicos ascendió a 630 y 197, respectivamente, como se desprende de las obras de Llano Zapata [1748] y Zamácola [1785]). Del mismo modo, el presente catálogo se enriquece con una amplia gama de fuentes, como relatos de viajeros extranjeros, la relación de Esquivel y Navia para el Cusco, la obra de Unanue y las valiosas gacetas publicadas en Lima entre 1756 y 1765, editadas gracias al tesón e infatigable celo bibliófilo de José Durand; y se complementa con otro, en formato abreviado, a fin de apreciar más rápido cualquier referencia vinculada a fecha o lugar de ocurrencia de algún sismo.

El público al que va dirigido este catálogo es, en primera instancia, especializado. Para los historiadores, es una herramienta dirigida a evaluar la dinámica de la narración histórica; para los geofísicos, un medio para replantear las estimaciones de los parámetros sísmicos. Se trata de un catálogo “abierto”, pues al usarse con frecuencia las expresiones “no indica fuente alguna” o “no hay datos”, dichas omisiones abren la posibilidad de búsqueda y cobertura del vacío documental, vacío que —estamos seguros— ayudará a proyectar y llevar a buen término nuevas investigaciones.

Pero también tiene en cuenta a otro público: el ciudadano común, el lector interesado, para quien deseamos que se convierta en un medio de reconocimiento y toma de conciencia de nuestra realidad sísmica, presencia secular en nuestra historia, padecida desde tiempos prehispánicos por el hombre andino y motivo de profundos temores para la sociedad virreinal y republicana, objeto progresivo de estudio y fuente simultánea de temor y religiosidad. Frente a esa “densidad” histórica del evento sísmico, hay la necesidad de construir una cultura del riesgo, capaz de crear conciencia acerca de este, así como de articular respuestas sociales tendientes a reducir los grados de vulnerabilidad que hoy se aprecian con preocupación.

399
669,35 ₽
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679 стр. 283 иллюстрации
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9789972453670
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