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Tabla 1.3

Valores de la elasticidad precio cruzada de la demanda


Bienes sustitutoseXY > 0↑PY ⇒↓QY ⇒↑QX↓PY ⇒↑QY ⇒↓QX
Bienes complementarioseXY < 0↑PY ⇒↓QY ⇒↓QX↓PY ⇒↑QY ⇒↑QX
Bienes no relacionadoseXY = 0↑PY ⇒↓PY ⇒↑QY ⇒↓QY ⇒QX (QX no varía)↓QY ⇒↑QY ⇒QX (QX no varía)

1.4 Intervención del Estado en los mercados y apertura comercial

En la presente sección, serán estudiados los efectos de la intervención (o, mejor dicho, la interferencia) del Estado en los mercados competitivos. Entre los mecanismos de intervención que serán analizados destacan los controles de precios, los impuestos y los subsidios. Los controles de precios serán explicados mediante los ejercicios de la presente sección, pero conviene detenerse a describir dos mecanismos de intervención del Estado en los mercados competitivos: los impuestos y los subsidios, antes de estudiarlos mediante los ejercicios. Adicionalmente, será analizado el efecto que genera una apertura comercial sobre una economía que se encontraba cerrada al comercio internacional.

1.4.1 Efectos de los impuestos

En relación con los impuestos a las transacciones, es importante destacar que este tipo de tributos40, comúnmente, son calculados como un porcentaje del precio del producto transado, como es el caso del impuesto general las ventas (IGV). Dicho método de cálculo explica por qué estos impuestos son denominados «ad valorem» (término que, en latín, significa «de acuerdo con el valor», por lo cual es usado para aludir a un porcentaje del valor del producto). En ese sentido, si el impuesto es fijado en un 20% del precio del bien y el precio del bien es de S/ 10, entonces el impuesto por pagar será de S/ 2 por unidad. Si el precio del bien sube a S/ 20, el impuesto por pagar será de S/ 4 por unidad. Sin embargo, en los ejercicios, suelen ser aplicados impuestos específicos, mediante los cuales el Estado cobra un monto fijo por unidad transada. Dichos impuestos son independientes del precio del bien. Por ejemplo, si el impuesto es fijado en S/ 2 por unidad y el precio del bien es de S/ 10, el impuesto por pagar será de S/ 2 por unidad. Si el precio del producto sube a S/ 20, el impuesto por pagar se mantendrá en S/ 2 por unidad.

En términos gráficos, los impuestos específicos generan una contracción paralela de la función sobre la cual son aplicados41. Para explicarla, conviene distinguir, en primer lugar, el impuesto sobre los vendedores del impuesto sobre los compradores. En ese sentido, el impuesto sobre los vendedores ocurre cuando el Estado grava las ventas de un determinado producto, por lo cual los proveedores deben pagar el impuesto cada vez que venden una unidad del producto gravado. De allí que este impuesto contraiga la oferta, pues, luego de aplicar esta medida, el precio mínimo que el vendedor está dispuesto a recibir del consumidor se incrementa (en el monto del impuesto) a lo largo de toda la función de oferta del proveedor. De este modo, el valor total mínimo que está dispuesto a recibir el vendedor por cada unidad vendida no cambia, pero se convierte en el resultado de una resta o diferencia: el precio mínimo que está dispuesto a recibir del consumidor sin impuesto menos el impuesto.

En términos operativos, para identificar la función de oferta que incorpora los efectos del impuesto (S+t), basta incrementar (sumar) el monto del impuesto establecido por unidad vendida al intercepto con el eje de los precios de la función de la oferta inversa (S); por lo cual «S+t» es paralela a «S», es decir, ambas poseen la misma pendiente. En suma, este tipo de tributos también son conocidos como «impuestos específicos por unidad vendida», «impuestos específicos a la oferta» o «impuestos específicos al productor». Por su parte, Frank (1992) los presenta como un «impuesto constante por unidad de producción».

El impuesto también puede ser aplicado a los compradores; en este caso, el Estado grava las compras de un determinado producto, por lo cual los consumidores deben pagar el impuesto cada vez que compran una unidad del producto gravado. De allí que este impuesto contraiga la demanda, pues, luego de aplicar esta medida, el precio máximo que el consumidor está dispuesto a pagar al vendedor se reduce en el monto del impuesto a lo largo de toda la función de demanda del consumidor. De este modo, el valor total máximo que está dispuesto a pagar el consumidor por cada unidad comprada no cambia, pero se convierte en el resultado de una suma o adición: el precio máximo que está dispuesto a pagar al vendedor sin impuesto más el impuesto.

En términos operativos, para identificar la función de demanda que incorpora los efectos del impuesto (D+t), basta con reducir (restar) el monto del impuesto establecido por unidad comprada al intercepto con el eje de los precios de la función de la demanda inversa (D); por lo cual, «D+t» es paralela a «D», es decir, ambas poseen la misma pendiente. Este tipo de tributos también son conocidos como «impuestos constantes por unidad de consumo», «impuestos específicos por unidad comprada», «impuestos específicos a la demanda» o «impuestos específicos al consumo».

Conviene aclarar que, cuando son aplicados impuestos sobre los compradores, para facilitar la recaudación, el Estado determina que el vendedor debe retener los impuestos generados durante la transacción. De este modo, el vendedor se convierte en agente retenedor. Para entender la razón de esta práctica, basta con reconocer que, para el Estado, es más fácil recaudar un impuesto de 100.000 vendedores que de 10 millones de consumidores. A fin de cuentas, a través de los ejercicios, será posible verificar que tanto compradores como vendedores asumen parte del impuesto, sin importar si el impuesto es al consumo o a las ventas. En efecto, salvo casos extremos de demanda o de oferta42, los impuestos generan que el consumidor pague más que el precio de equilibrio que existía cuando el producto no era gravado con un impuesto: PC>PE. Asimismo, salvo casos extremos de demanda o de oferta, los impuestos generan que el vendedor reciba menos que el precio de equilibrio que existía cuando el producto no era gravado con un impuesto: PV<PE. En conclusión, se genera una brecha entre el precio que paga el consumidor (PC) y el precio que recibe el productor (PV), de tal manera que PC=PV+t, donde «t» corresponde al monto del impuesto por unidad transada.

En todo caso, los impuestos generan recaudación para el Estado, la cual es fácil de calcular. Basta con multiplicar el impuesto específico por la cantidad transada que ha sido gravada. A partir de dicho cálculo, la incidencia de un impuesto sobre la demanda será la parte de la recaudación del Estado que es obtenida de los consumidores. Por ello, puede ser calculada mediante la multiplicación de la cantidad transada gravada por la parte del impuesto que asumen los consumidores. A su vez, el impuesto que asumen los consumidores será la diferencia entre el precio pagado por el consumidor con impuesto (PC) y el precio de equilibrio sin impuesto (PE). Análogamente, es posible encontrar la incidencia de un impuesto sobre la oferta, la cual sería la parte de la recaudación obtenida de los ofertantes. Por ello, puede ser calculada mediante la multiplicación de la cantidad transada gravada por la parte del impuesto que asumen los vendedores. A su vez, el impuesto que asumen los vendedores será la diferencia entre el precio de equilibrio sin impuesto (PE) y el precio recibido por el vendedor con impuesto (PV).

Figura 1.14

Efecto de las elasticidades sobre la incidencia del impuesto


Las elasticidades de la demanda y de la oferta determinan cuál de los agentes asume la mayor parte de la carga del impuesto, es decir, si el impuesto incide más sobre el consumidor o sobre el vendedor. Por ejemplo, cuando la demanda es muy inelástica, la mayor parte del impuesto la asume el comprador, tal como puede ser observado en el recuadro superior de la izquierda de la figura 1.14. Proponer la explicación de esta incidencia es fácil: un producto inelástico tiende a presentar pocos sustitutos o es muy necesario. Por ello, ante un impuesto (sin importar si es al consumo o al productor), el vendedor puede darse el lujo de obligar al comprador a asumir la mayor parte del impuesto, pues este último no tiene muchas opciones para sustituir dicho producto o lo necesita con urgencia. En suma, la incidencia recaerá sobre aquel agente del mercado cuya función sea más inelástica.

1.4.2 Efectos de los subsidios

Conviene destacar que los subsidios que serán analizados en la presente sección también serán subsidios específicos. Es decir, serán montos fijos de dinero, independientes del precio del producto, que serán entregados por cada unidad transada43. De allí que los subsidios puedan ser entendidos como impuestos negativos. En efecto, mientras que el impuesto implica una salida de dinero para los agentes que deben pagar el impuesto, el subsidio implica una entrega de dinero que realiza el Estado a los agentes a quienes beneficia el subsidio. En ese sentido, los subsidios a los cuales se aludirá en la presente sección son «monetarios»; es decir, implican una entrega de dinero. Por el contrario, los subsidios «no monetarios» implican una entrega de productos, por ejemplo, las donaciones de alimentos o los servicios de educación gratuita que ofrece el Estado para quienes no pueden pagar educación privada.

Ciertamente, el objetivo del Gobierno que aplica subsidios monetarios es incentivar la actividad del mercado; en términos más puntuales, «estimular» el consumo o la producción de un bien o un servicio a través de una reducción del precio pagado por los consumidores o de un incremento del precio recibido por los vendedores. Ello se debe a que, salvo casos extremos de demanda o de oferta44, los subsidios generan que el consumidor pague menos que el precio de equilibrio que existía cuando el producto no era subsidiado: PC<PE. Asimismo, salvo casos extremos de demanda o de oferta, los subsidios generan que el vendedor reciba más que el precio de equilibrio que existía cuando el producto no era subsidiado: PV>PE. En conclusión, los subsidios generan una brecha entre el precio que paga el consumidor (PC) y el precio que recibe el productor (PV), de tal manera que sub=PV– PC, donde «sub» corresponde al monto del subsidio por unidad transada.

En segundo lugar, los subsidios específicos, en términos gráficos, generan una expansión paralela de la función sobre la cual son aplicados45. Para explicarla, conviene distinguir el subsidio a los consumidores del subsidio a los productores. El primer caso ocurre cuando el Estado paga al comprador de un determinado producto para que así pueda consumir o demandar más de dicho producto. De allí que este subsidio expanda la demanda, ya que el precio máximo que el consumidor está dispuesto a pagar al vendedor se incrementa en el monto del subsidio a lo largo de toda la función de demanda del consumidor. En términos operativos, para identificar la función de demanda que incorpora los efectos del subsidio «D+sub», basta con incrementar (sumar) el monto del subsidio establecido por unidad comprada al intercepto con el eje de los precios de la función de la demanda inversa (D); por lo cual, «D+sub» es paralela a «D», es decir, ambas poseen la misma pendiente.

En cambio, el subsidio a los vendedores ocurre cuando el Estado paga al proveedor de un determinado producto para que ofrezca más del mismo. De allí que este subsidio expanda la oferta, ya que el precio mínimo que el vendedor está dispuesto a recibir del consumidor se reduce en el monto del subsidio a lo largo de toda la función de oferta del proveedor. En términos operativos, para identificar la función de oferta que incorpora los efectos del subsidio «S+sub», basta con reducir (restar) el monto del subsidio por unidad vendida al intercepto con el eje de los precios de la función de la oferta inversa (S); por lo cual «S+sub» es paralela a «S», es decir, ambas poseen la misma pendiente tal como muestra la figura 1.15.

Figura 1.15

Efectos de un subsidio específico a la oferta


Es importante mencionar que, al igual que en el caso de los impuestos, sin importar si el subsidio es al consumo o a las ventas, la cantidad de equilibrio final será la misma.

1.4.3 Efectos de una apertura comercial sobre una economía que se encontraba cerrada al comercio internacional

A continuación, serán explicados los cambios que genera una apertura comercial sobre una economía local o doméstica. Típicamente, dicho proceso supone, por un lado, permitir la salida de productos exportables del territorio nacional y, por otro, permitir el ingreso de productos importados al territorio nacional. En cambio, si las importaciones y las exportaciones están prohibidas en un país, es común señalar que dicho país es una economía cerrada (al comercio internacional), es decir, una economía autárquica. En este último tipo de contexto comercial, el mercado de un producto está conformado solamente por compradores «locales» y vendedores «locales». Estos agentes también suelen ser denominados «internos» o «domésticos».

Si el mercado es competitivo, el equilibrio al que lleva una economía cerrada es generado por los demandantes locales y los ofertantes locales (que corresponde a las situaciones estudiadas hasta el momento). En ese sentido, la figura 1.16 muestra el precio interior o interno (PE) que equilibra la cantidad demandada por los compradores locales (QD) con la cantidad ofrecida por los vendedores locales (QS), lo cual se traduce en la cantidad de equilibrio del mercado (QE) de una economía cerrada.

Figura 1.16:

Equilibrio en el mercado de una economía cerrada al comercio internacional


Si el mercado en el cual es realizada la apertura comercial es pequeño, en términos relativos al mundo con el cual comercia, se convertirá en un aceptante del precio mundial, también denominado «precio internacional» (Pint). Para que ello suceda, además, los productos locales y los productos extranjeros transados en el mercado en cuestión deben ser homogéneos (poseer la misma calidad y las mismas características). Si estas dos condiciones se cumplen, el país que se integra al comercio internacional será incapaz de influir sobre los precios internacionales. Esta situación resulta evidente en los mercados de commodities, por ejemplo, el oro, la plata o el petróleo. En efecto, los precios de estos de productos no los suele imponer una empresa o un comprador, sino la interacción de los productores y consumidores de todo el mundo. Por lo tanto, una economía doméstica que se integra al comercio internacional no suele ejercer control sobre los precios de dichos productos; salvo que el país en cuestión sea muy grande o concentre una gran cantidad de agentes (ofertantes o demandantes) que, de alguna manera, pueden coludirse para influir sobre los precios mundiales46.

La apertura comercial puede llevar a tres situaciones posibles. La primera sería que el precio internacional coincida con el precio de equilibrio local anterior a la apertura comercial: Pint=PE. En este caso, el equilibrio será idéntico al de una economía cerrada (el cual fue presentado en la figura 1.16). La segunda situación posible es que el precio internacional47 supere al precio de equilibrio local anterior a la apertura comercial: Pint>PE. Ello puede deberse a que la economía local posee una ventaja comparativa frente a otros países, lo cual determina menores costos de producción.

La figura 1.17 permite ilustrar los efectos de la apertura comercial cuando Pint>PE. El primero de ellos es que la cantidad producida se incrementa a «QS» debido a la ley de la oferta; pues, gracias a la apertura, los ofertantes locales pueden vender su producción (tanto a los demandantes locales como a los extranjeros) a un mayor precio: el precio internacional (Pint). El segundo efecto es que la cantidad demandada localmente del producto se reduce a «QD» a causa de la ley de la demanda. Ciertamente, la apertura comercial representada en la figura 1.17 genera que los consumidores locales deban pagar el precio internacional, el cual es mayor que el de equilibrio con una economía cerrada. Es evidente que los consumidores locales preferirían pagar un precio menor que el internacional, pero, si no aceptan pagar dicho precio, los ofertantes locales venderán toda su producción al extranjero48. Así, los dos primeros efectos se traducen en exportaciones, porque toda la producción que no es absorbida por el mercado doméstico es exportada. De este modo, las exportaciones son la diferencia entre la cantidad producida localmente y la cantidad demandada localmente (QS-QD).

Figura 1.17

Efectos de la apertura comercial cuando Pint>PE


La tercera situación posible en una apertura comercial es que el precio internacional sea inferior al precio de equilibrio local anterior a la apertura comercial: Pint<PE. Ello puede deberse a que los costos de producción de la economía local son mayores que los de otros países. En ese sentido, la figura 1.18 permite ilustrar los efectos de la mencionada apertura comercial. El primero de ellos es que la cantidad producida se reduce a «QS» por la ley de la oferta; pues, a causa de la apertura, los ofertantes locales enfrentan competidores internacionales que venden a un menor precio (Pint) el mismo producto. Será imposible que los productores locales vendan sus productos a un precio mayor que el internacional, ya que, si tratan de hacerlo, los consumidores locales solo comprarán de los ofertantes extranjeros49. El segundo efecto es que la cantidad demandada localmente del producto se incrementa a «QD» a causa de la ley de la demanda. Ciertamente, la apertura comercial representada en la figura 1.18 genera que los consumidores locales puedan adquirir el producto a un precio internacional que es menor que el de equilibrio con una economía cerrada. Así, los dos primeros efectos se traducen en importaciones, pues es importada toda la producción que no es abastecida por los productores locales. De este modo, las importaciones son la diferencia entre la cantidad demandada localmente y la cantidad producida localmente (QD-QS).

Figura 1.18

Efectos de la apertura comercial cuando Pint<PE


1.5 Teoría del consumidor

Parte importante de la denominada «teoría del consumidor» se centra en el análisis de las preferencias de los individuos, así como en el estudio de los procesos mediante los cuales los agentes económicos eligen los productos que consumen. De allí que también sea conocida como «teoría de la elección del consumidor». Uno de los puntos de partida de este marco conceptual es la función de utilidad. Ella relaciona la utilidad total (U)50 con la cantidad consumida de un producto «X»51. La utilidad total es la variable dependiente, y la cantidad consumida, la variable independiente de dicha función.

Para medir la utilidad, ha sido propuesta una unidad de medida de la valoración que cada individuo asigna a los productos consumidos, la cual es denominada «utiles». Por ejemplo, el consumo de un vaso con agua le puede brindar a Néstor 100 utiles; mientras que el consumo de dos vasos le puede brindar 180 utiles52. En todo caso, es preciso destacar que la naturaleza subjetiva del proceso de valoración que realizan los individuos de su consumo impide encontrar cuantificaciones comparables de la utilidad total. Ciertamente, cada individuo es diferente y asignaría un número determinado de utiles al consumo de algún producto según su propia escala. Por ejemplo, mientras que a Néstor le brinda 100 utiles el consumo de un vaso con agua, a Roxana le puede brindar 25 utiles. Como señalan Hirshleifer y Glazer (1992, p. 66), «los economistas de hoy creen por lo general que comparar o sumar las utilidades de diferentes personas no tiene significado, y no puede ser utilizado como base para una política económica».

En todo caso, los ejercicios de «teoría del consumidor», normalmente, acuden a funciones de utilidad que pueden ser graficadas en un plano cartesiano. En el eje de las ordenadas, es medida la utilidad total (U), que es la variable dependiente, y, en el eje de las abscisas, es medida la cantidad consumida de un producto «X» mediante la variable independiente «x»53. De dicha función, es posible derivar una utilidad marginal (UMgX), que mide el cambio en la utilidad total que genera consumir una unidad más del producto «X». En consecuencia, la «UMgX» no es más que la pendiente de la función de utilidad total. En el caso de funciones de utilidad típicas, el valor de la «UMgX» depende del punto en donde es evaluada la pendiente, es decir, de cuánta cantidad de «X» es consumida. Esto último se debe a que la función de utilidad total no es lineal; es decir, su pendiente no es un parámetro. Precisamente, la utilidad marginal del producto «X» puede ser representada por:


Es importante notar que, si el consumo de un producto incrementa la utilidad total de un individuo, el producto es un «bien»54 o «bien propiamente dicho» para este individuo. Por lo tanto, la «UMg» de dicho producto será positiva. En cambio, si el consumo de un producto reduce la utilidad total de un individuo, el producto es un «mal», «desbién» o «bien malo». En consecuencia, la «UMg» de dicho producto será negativa55. Por ejemplo, la basura típicamente será un desbién para la mayoría de los individuos.

Una característica adicional que presentan los «bienes» es que su utilidad marginal (UMg) es decreciente, es decir, a medida que aumenta el consumo del bien «X», su utilidad marginal disminuye. Esta propiedad es conocida como la «ley de la utilidad marginal decreciente». Formalmente, se expresa como:


Intuitivamente, ello implica que el consumo de las primeras unidades del bien «X» aumenta más la utilidad total del individuo que el de las últimas unidades consumidas. De este modo, a medida que se incrementa el consumo del bien «X», la abundancia del mismo determina que cada unidad adicional consumida aporte cada vez menos a la utilidad total. Como resultado de ello, será alcanzado un punto denominado de saciedad o saturación, a partir del cual un mayor consumo del bien «X» repercutirá en un menor nivel de utilidad; es decir, el bien «X» se transformará en un mal o desbién.

Un ejemplo puede ilustrar cómo un bien pasa a ser un desbién: suponga que un estudiante llamado «Gonzalo» obtiene utilidad de consumir chocolates. Naturalmente, si consume más chocolates, alcanza mayor utilidad total. El primer chocolate que coma Gonzalo le reportará una gran satisfacción, es decir, aumentará «mucho» su utilidad (la utilidad marginal del primer chocolate es muy alta). A medida que Gonzalo consuma más chocolates, seguirá aumentando su utilidad, pero el aporte de cada chocolate adicional a la utilidad total será cada vez menor; es decir, la utilidad marginal del chocolate consumido es decreciente. Así, la abundancia determina que los últimos chocolates que consume no le reporten tanta satisfacción como el primero que consumió. Con el tiempo, si Gonzalo sigue consumiendo chocolates, puede llegar a indigestarse de tanto comer. En este caso, un mayor consumo solo empeorará su situación y el chocolate dejaría de ser un bien para pasar a representar un mal o desbién.

Ciertamente, cualquier consumidor racional desea maximizar su utilidad total; sin embargo, su ingreso solo le permite comprar cantidades limitadas de aquellos productos que necesita. Es decir, el gasto de consumo de un agente económico (y, por lo tanto, la utilidad que alcanza) está limitado o restringido por su renta (el ingreso disponible para gastar). Por ello, para entender el proceso de maximización de utilidad, en la siguiente sección, las preferencias del consumidor serán restringidas a su presupuesto. Las preferencias serán representadas por las curvas de indiferencia. Luego de ello, será estudiada la restricción presupuestaria y, finalmente, será descrito el proceso de maximización de utilidad del consumidor para el caso de curvas de indiferencia típicas.

1.5.1 Las curvas de indiferencia

Para la representación gráfica de las preferencias56 de un individuo por distintos productos, suelen ser usadas las denominadas «curvas de indiferencia». Una curva de indiferencia está formada por la unión de diferentes canastas (cestas) de productos cuyo consumo es indiferente al individuo. Ello se debe a que todos los puntos que pertenecen a una curva de indiferencia determinada (sea típica o atípica) deben corresponder a canastas de consumo distintas, pero que generan el mismo nivel de utilidad; es decir, a lo largo de una misma curva de indiferencia la utilidad total se mantiene constante a pesar de que cambian las canastas de consumo.

Cada canasta de consumo puede incorporar las cantidades de múltiples productos. Sin embargo, por cuestiones de simplificación del análisis, será asumido que las canastas de las curvas de indiferencia incorporan las cantidades consumidas de dos productos o de dos grupos de productos (como vestido y alimentos). Sobre la base de este supuesto, es posible plantear que una curva de indiferencia es la unión de las distintas combinaciones de cantidades «X» e «Y» que generan la misma satisfacción. Por ejemplo, la figura 1.19 muestra las curvas de indiferencia «U0» y «U1» de un consumidor llamado «Gonzalo»57. De la curva de indiferencia «U0», es posible concluir que, a Gonzalo, el consumo de dos unidades del bien «X» acompañadas de siete unidades del bien «Y» le brinda un nivel de utilidad de 50 utiles. La misma utilidad le causa consumir cinco unidades del bien «X» acompañadas de tres unidades del bien «Y». La primera canasta (2;7) corresponde al punto «A» del gráfico; mientras que la segunda (5;3), al punto «B» del mismo gráfico.

Figura 1.19

Dos curvas de indiferencia típicas


Las curvas de indiferencia (CI) típicas, como las de la figura 1.19, poseen diversas propiedades o características. En primer lugar, la pendiente de las curvas de indiferencia típicas es negativa. En consecuencia, las variables (bienes) «x» e «y» guardan una relación inversa a lo largo de una CI: si aumenta una, la otra debe disminuir y viceversa. La explicación detrás de ello es simple, pues, cuando se incrementa el consumo de «X», la utilidad total aumenta, debido a que «X» es un bien. No obstante, en una misma CI, la utilidad total debe permanecer constante, por ello, la única manera de mantener la utilidad total en su nivel inicial es reducir el consumo del otro bien: «Y». Es decir, la utilidad ganada por el incremento en el consumo de «X» es anulada al reducirse el consumo de «Y»58.

Una propiedad adicional de las curvas de indiferencia típicas es que son estrictamente convexas al origen59. Ello se asocia a que la pendiente, en valor absoluto, es decreciente conforme aumenta «x». En efecto, la recta tangente a la curva de indiferencia «U0» de la figura 1.19 posee mayor inclinación en el punto «A» que la recta tangente a dicha CI en el punto «B». De este modo, conforme aumenta «x» (por ejemplo, al pasar de «A» a «B»), la recta tangente a la curva de indiferencia «U0» es cada vez «más horizontal». Es decir, cuando «x» aumenta en una unidad en el punto «A», es necesario dejar más de «y» para mantener la utilidad constante que cuando «x» aumenta en una unidad en el punto «B».

La explicación intuitiva de que la pendiente, en valor absoluto, sea decreciente conforme aumenta «x» es que, en el punto «A», el bien «Y» es más abundante que en el punto «B». En cambio, en el punto «A», el bien «X» es más escaso que en el punto «B». Evidentemente, el consumidor racional estará dispuesto a dejar más del bien «Y» cuando este bien es abundante que cuando es escaso. Ello se debe a que, cuando es consumida una gran cantidad del bien «Y» (como en el punto «A»), el consumidor se sacia o satura de este bien, por lo cual estará dispuesto a dejar una mayor cantidad del bien «Y», a cambio de una unidad del bien «X», que en el punto «B».

La caída de la pendiente, en valor absoluto, conforme aumenta «x» también está asociada a que la denominada «tasa marginal de sustitución de Y por X» sea decreciente ante incrementos en el consumo del bien «X». En efecto, la tasa o relación marginal de sustitución (TMgSYX) expresa la disposición de un consumidor a intercambiar un producto por otro. Específicamente, mide cuántas unidades de «Y» está dispuesto a dejar si consume una unidad más del bien «X» sin que cambie su nivel de utilidad (es decir, para que el consumidor se mantenga sobre la misma curva de indiferencia)60. Como señalan Hirshleifer y Glazer (1992, p. 76), refiriéndose a un consumidor típico: «Por tanto, la convexidad significa, que entre menos tenga del bien Y en relación al bien X, más renuente estará a dar unidades adicionales de Y por X». En términos operativos, la tasa marginal de sustitución es calculada como la fracción o división de dos utilidades marginales:


Ciertamente, la tasa marginal de sustitución61 puede ser convertida en el negativo de la pendiente de la curva de indiferencia (mCI) a partir de las fórmulas de utilidades marginales:


Es importante notar que, en la fórmula anterior, la TMgSYX es positiva, pues se trata de la división de dos utilidades marginales, las cuales deben ser positivas si corresponden a dos «bienes típicos»62. En consecuencia, la TMgSYX de una CI típica debe ser positiva63. Sin embargo, su pendiente (mCI) debe ser negativa, pues, al aumentar «x», disminuye «y» (detrás de lo cual está la noción de sustitución entre los bienes). Por ello, la TMgSYX en un punto de la curva de indiferencia será el negativo de la pendiente de la CI en dicho punto; consecuentemente, la «mCI» será el negativo de la TMgSYX en el mismo punto64. Dicha relación puede ser demostrada a partir de las siguientes operaciones.

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9789972574375
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