Читать книгу: «Fundamentos de Macroeconomía: un enfoque didáctico aplicado a la realidad peruana», страница 14

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Figura 2.3

PBI peruano a soles constantes de 2007 (variación porcentual real anual del año 1998 al año 2016)


En síntesis, y considerando las definiciones presentadas, las fórmulas para el cálculo del PBI nominal y real quedan expresadas como:



Donde:

Pi,t: precio del bien «i» en el período «t».

Pi,0: precio del bien «i» en el período base «0».

Qi,t: cantidad producida internamente de los «i» bienes y servicios finales en el tiempo «t».

Sobre la base de la definición provista en el método del gasto, es posible desprender que el PBI nominal considera la suma de las demandas de todos los agentes de la economía en términos nominales; mientras que el PBI real considera la suma de las demandas de dichos agentes en términos reales. Por lo tanto:



La diferencia entre los precios del PBI nominal y del PBI real es calculada mediante el denominado «deflactor del PBI», el cual constituye una medida o comparación implícita, para todos los bienes y servicios producidos internamente, del nivel actual de precios en relación con el del período base. De allí que este índice también sea conocido como «deflactor implícito del PBI». Para calcularlo, basta con dividir el PBI nominal entre el PBI real100:


Sobre la base de los datos de las tablas 2.4 y 2.5, el deflactor del PBI del año 2016 resulta de dividir el PBI nominal del año 2016 (3.500 soles) entre el PBI real de dicho año (2.800 soles). De este modo, el deflactor del PBI es 1,25. Es decir, el PBI nominal del año 2016 es 1,25 veces el PBI real de dicho año. En otro términos, el PBI nominal del año 2016 es 0,25 veces mayor (un 25% mayor) que el PBI real de dicho año. Dado que la diferencia entre el PBI nominal (el numerador del deflactor) y el PBI real (el denominador del deflactor) es el cambio en precios desde el año base (2015) hasta el año del deflactor (2016), es posible afirmar que los precios subieron en un 25% durante el año 2016 (desde finales del año 2015 hasta finales del año 2016); en otros términos, la inflación medida por el deflactor fue del 25% durante el año 2016101. Evidentemente, en el año base, el deflactor siempre debe salir igual a la unidad (1).

Además, es necesario considerar que si:

• Deflactor del PBIt>1, entonces los precios han subido, en promedio, desde el período base hasta el período «t».

• Deflactor del PBIt =1, entonces los precios se han mantenido constantes, en promedio, desde el período base y hasta el período «t».

• Deflactor del PBIt <1, entonces los precios han bajado, en promedio, desde el período base hasta el período «t».

2.1.7 El PBI per cápita

A lo largo del tiempo, el PBI real puede aumentar, pero, si la población de un país crece en un porcentaje mayor que el correspondiente al crecimiento del PBI, ello significa que, por habitante, la economía produce menos; es decir, las personas disponen de menos bienes y servicios para satisfacer sus necesidades. De allí que, para incorporar efectos de los cambios poblaciones sobre el crecimiento económico, sea común acudir al análisis de la evolución del PBI per cápita. Precisamente, el PBI per cápita no es más que un promedio, el cual es obtenido mediante la división del PBI entre el número de habitantes (N).


Evidentemente, para realizar comparaciones a lo largo del tiempo, debe ser usado el PBI real en el numerador de la fórmula que arroja el PBI per cápita. Así, resulta ilustrativo presentar la evolución del PBI real per cápita (a soles de 2007) en el Perú, la cual refleja de manera más precisa la situación de la economía peruana a lo largo de los años. Para ello, es usada la figura 2.4, la cual presenta la evolución del PBI real per cápita desde la década de 1950.

Figura 2.4

Perú: evolución del PBI per cápita en soles de 2007


Fuente: BCRP. Elaboración propia.

También es usual comparar los PBI per cápita de diferentes países a lo largo del tiempo para analizar cuál de ellos ha tenido mejor desempeño económico. En este caso, los PBI per cápita de los países comparados suelen ser valorizados en una misma moneda, normalmente, alguna moneda de gran aceptación internacional, por ejemplo, dólares estadounidenses o euros. Sin embargo, esta comparación genera un problema adicional asociado a la capacidad adquisitiva de una misma moneda en diferentes países. En efecto, el poder de compra de un dólar es diferente en Somalia, en el Perú, en Suiza y en los Estados Unidos. En otros términos, un dólar puede comprar menos bienes y servicios en Suiza que los que puede comprar en el Perú. De allí que, para realizar comparaciones de desempeño económico entre países que sean más precisas, es común acudir al PBI per cápita ajustado por paridad de poder de compra (PPC)102.

Figura 2.5

medida del poder adquisitivo del PBI per cápita a través del índice Big Mac


Vale mencionar que un esfuerzo interesante para realizar comparaciones entre diferentes países, que estén libres del problema de la capacidad adquisitiva que presenta cualquier moneda, es el «índice Big Mac». Este último «[...] es elaborado por la publicación semanal británica “The Economist” y permite comparar el poder adquisitivo del dólar en alrededor de 120 países donde se vende la hamburguesa Big Mac de la famosa cadena internacional McDonald’s. Este índice está basado en la noción de que el dólar tiene la misma capacidad adquisitiva en todos los países. Por lo tanto, comparando los precios de esta hamburguesa en dólares de Estados Unidos, se puede inferir si la moneda local está sobre o subvaluada» (BCRP, 2011a, p. 98).

Un uso interesante del índice Big Mac es comparar las evoluciones de las capacidades adquisitivas entre diferentes países. Una manera de hacer esto es dividir el PBI per cápita de un país entre su índice Big Mac. Así, se obtiene una medida de poder adquisitivo: cuántas Big Macs puede comprar la producción per cápita del país. En ese sentido, la figura 2.5 muestra la evolución de esta medida en Brasil, China, Estados Unidos, Japón y el Perú, desde el año 2002 hasta el año 2016.

En términos generales, la figura 2.5 muestra que la capacidad adquisitiva (medida en Big Macs) ha aumentado en China y el Perú, mientras que ha caído en los Estados Unidos y Japón.

2.1.8 Limitaciones del PBI

Acudir al PBI per cápita puede resultar limitado para aproximarse al desempeño de diversas categorías socialmente relevantes, incluso para medir la producción de una economía. En efecto, el PBI y el PBI per cápita no dejan de ser limitados como indicadores de producción y renta, de distribución de los ingresos y de bienestar social.

En el caso de la medición de la producción y de la renta de una economía, las debilidades del PBI surgen debido a que este indicador se basa en transacciones desarrolladas en los mercados (en el caso del método del gasto, la lógica, precisamente, es medir el gasto, es decir, las compras en los mercados, pues si un bien o un servicio ha sido comprado, es necesario que haya sido producido). Por ejemplo, si una familia paga a una empresa por el servicio de lavado y planchado de sus prendas de vestir, se genera una transacción (y un comprobante de pago) en el mercado de lavanderías. Así, el servicio de lavado y planchado de una prenda es vendido a un precio que incluye el valor de la mano de obra (los lavanderos y planchadores de la empresa), del capital (el alquiler del local y de las lavadoras), de los productos intermedios usados por la lavandería (el agua y los detergentes) y una ganancia para el dueño del negocio. Todos estos valores forman parte del precio del servicio de lavado y planchado, por lo cual ingresan al cálculo del PBI. Sin embargo, si la misma familia decide comprar el detergente y lavar en casa su propia ropa, el PBI solo incluye algunos de estos valores, por ejemplo, el valor del detergente usado y del agua consumida por la familia para lavar sus prendas de vestir, pero no incluye el valor de la mano de obra o las ganancias de la empresa. En otros términos, el PBI no incluye el valor (al menos el valor completo) de aquellos bienes y servicios usados por las familias, pero que no son transados en un mercado103. Otro ejemplo surge del proceso de alimentación. En este caso, si una familia acude a un restaurante a almorzar, se genera una transacción en la cual el precio del producto transado incluye pagos de cocineros, alimentos, alquiler del local del restaurante y de las cocinas, etc. En cambio, si la familia compra los alimentos crudos en un supermercado y los cocina en su casa, el valor asignado al PBI será menor, a pesar de que disfruten más la comida casera.

En suma, el PBI pierde el valor agregado de aquellas actividades que no generan transacciones (compra-venta) en los mercados. Ciertamente, existen esfuerzos por asignar valores a bienes y servicios usados que equivalen a productos finales, pero que no generan transacciones. Al respecto, Wonnacott y Wonnacott (1994) recuerdan que el PBI incluye algunas partidas «imputadas» que no pasan por los mercados. Por ejemplo, cuando una vivienda es ocupada por su propietario, es asumido que este último se la alquila a sí mismo y se imputa un alquiler que es incluido en el cálculo del PBI, aunque en realidad los propietarios no se lo paguen a sí mismos. Otras imputaciones están asociadas al consumo que realizan los agricultores de sus propios cultivos (agricultura de autoconsumo)104.

La pérdida de captura del valor agregado que afecta al PBI se agrava cuando en una economía se desarrollan muchas actividades que generan bienes y servicios necesarios, pero que no pasan por los mercados. Por ejemplo, las economías de los países donde es común que los miembros de un hogar participen en actividades que en los países desarrollados suelen generar transacciones, como la preparación de los alimentos o el cuidado de los hijos pequeños, incluso actividades como la reparación de las viviendas o las actividades de mudanza. Para estas actividades, en países con mercados muy desarrollados suele acudirse a restaurantes, servicios de guardería, empresas dedicadas a la reparación de las viviendas o a la mudanza de enseres, etc. De allí que sea común afirmar que, en los países donde los mercados no están muy desarrollados, el PBI está subestimado, pues no considera el valor que añaden las familias cuando producen dentro de sus hogares.

Debido al rol que cumple el desarrollo de los mercados en la estimación del PBI, es importante reconocer que un cambio estructural en la economía puede llevar a una sobreestimación del crecimiento económico. Un ejemplo podría ser el cambio en el modelo económico peruano sucedido a inicios de la década de 1990, el cual estuvo caracterizado por la liberalización de los mercados de bienes y servicios, laboral, financiero y cambiario. En efecto, en términos muy generales, es posible señalar que, durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, en el Perú, así como en parte importante de los países de América Latina, fue aplicado un modelo de sustitución de importaciones que pretendía desarrollar la industria nacional protegiendo a los empresarios locales de la competencia extranjera. El supuesto detrás de esta idea era que la industria nacional era «naciente» y, en ese sentido, requería de «mucha protección» (como la que debería recibir un niño pequeño). La protección se basó en la limitación, incluso la prohibición, de los productos importados que podían competir con la industria nacional, así como en la intervención del Estado en diversos mercados, como el financiero y el cambiario, mediante tasas de interés subsidiadas y tipos de cambio preferentes, respectivamente, para los empresarios nacionales. En el caso peruano, además de presentar un Estado proteccionista, el modelo económico estuvo caracterizado por la presencia de un «Estado empresario» que proveía bienes finales (como los alimentos) y servicios públicos (telefonía, transporte, energía eléctrica, etc.), en algunos casos bajo la forma de un monopolio estatal.

Para tratar de superar al fracasado modelo de sustitución de importaciones, desde la década de 1990 fueron realizados cambios radicales en las políticas económicas peruanas. Parte importante de esta transformación implicó liberalizar los mercados y privatizar las empresas del Estado. Dicho proceso motivó el ingreso de empresas transnacionales, bancos internacionales y cadenas de franquicias multinacionales al Perú, así como a una nueva dinámica económica caracterizada por una mayor oferta de restaurantes de comida rápida, cadenas de lavanderías, guarderías para niños y empresas dedicadas a la mudanza, entre otros servicios, provistos por compañías nacionales y extranjeras.

En suma, diversas actividades que antes de la década de 1990 eran desarrolladas por los miembros de las familias peruanas, comenzaron a ser cada vez más atendidas por empresas especializadas. Ello llevaría a concluir que el crecimiento económico atribuido al cambio del modelo económico, en cierta medida, está sobreestimado, pues, desde la década de 1990, el PBI peruano ha comenzado a incluir diversas actividades que anteriormente (durante las décadas de los años 1970 y 1980) sí eran realizadas, pero no eran valorizadas ni incorporadas a la medición del PBI, pues diversos miembros de las familias se encargaban de ellas. Por ejemplo, durante la década de 1980, una familia almorzaba los fines de semana en su casa, por lo cual el valor agregado generado por dicha familia mediante la preparación de los almuerzos no era considerado en el PBI peruano. Sin embargo, 20 años después, luego de un enorme desarrollo en el mercado gastronómico, la misma familia acude los fines de semana a restaurantes para almorzar105, por lo cual el valor añadido que rescata el PBI es mayor a pesar de que la producción asociada a los almuerzos de dicha familia no aumentó. Esto supone que, en ciertos casos, la producción per se no se incrementó, pero el valor agregado que es calculado para dicha producción sí aumentó. En efecto, es lógico asumir que, cuando una comida (por ejemplo, un guiso o un arroz con pollo) es producido dentro del hogar, es medido un menor valor agregado que si la misma comida es producida por un restaurante, pues este último incluye en el precio de venta de la comida el sueldo de los cocineros y los servicios de los mozos.

Otro problema del PBI como indicador de producción y renta es que no captura el valor agregado por la economía informal. Es decir, el servicio de mudanza o el de lavandería puede ser ofrecido por las empresas que operan en la denominada «economía informal» (conocida en otros países como «economía subterránea» o «economía sumergida»). Dichas empresas ofrecen bienes y servicios finales, pero no suelen entregar comprobantes de pago para evadir impuestos, no cumplir con todos los derechos laborales de sus trabajadores o ahorrar el dinero necesario para cumplir los estándares que exigen las licencias de funcionamiento o las regulaciones ambientales. Evidentemente, la subestimación del PBI debido a la presencia de economía informal es mayor en los países donde la informalidad es grande (el Perú es uno de ellos). Otro problema en la medición del PBI es el de los mercados de productos ilegales, por ejemplo, los narcóticos.

En el caso de la distribución de la renta, el PBI, puntualmente el PBI per cápita, también presenta limitaciones. En efecto, el PBI per cápita arroja el promedio del PBI por habitante, pero, como todo promedio, no muestra las diferencias individuales en materia de generación de producción e ingresos por rentas. Por ejemplo, en un país hipotético «A» con 20 habitantes, cada habitante obtiene una renta anual de US$ 5.000. De este modo, «A» resulta ser altamente equitativo en materia de distribución de la renta total de los habitantes, la cual es US$ 100.000. En cambio, en otro país hipotético «B», también con 20 habitantes, uno de los habitantes obtiene una renta anual de US$ 81.000, mientras que cada uno de los otros 19 obtiene una renta anual de US$ 1.000. Ciertamente, «B» resulta ser altamente inequitativo en materia de distribución de la renta, pero presenta la misma renta total: US$ 100.000. Lo importante es notar que, en ambos países, la renta promedio es de US$ 5.000. Por lo tanto, el PBI per cápita, al ser un promedio, esconde las diferencias individuales en materia de distribución de la renta106.

En el caso de la medición del bienestar, el PBI también resulta limitado. Evidentemente, se trata de categorías diferentes, pues el PBI representa la categoría «valor de la producción», mientras que el «bienestar» es una categoría mucho más compleja. En efecto, es común conceptualizar el bienestar a través de la idea del desarrollo. Así, un país más desarrollado es un país con más bienestar. Sin embargo, este intento simplemente define una categoría compleja (el bienestar) sobre la base de otra categoría compleja (el desarrollo)107. Probablemente, la noción de «felicidad» se acerca de modo simplificado al espíritu de la noción de «bienestar». En todo caso, es evidente que una construcción intelectual tan compleja como el bienestar social está relacionada con diversos atributos socialmente deseables que no necesariamente son cuantificados por el PBI. Así, un alto nivel de bienestar social suele estar asociado con un bajo nivel de violencia social (o un elevado nivel de paz social); una población con acceso elevado a los servicios de salud y educación; trabajadores que disfrutan de ocio (tiempo libre); la igualdad de oportunidades y la ausencia de discriminación por motivos de raza, género o posición socioeconómica, así como la libertad de expresión y el respeto generalizado a las leyes, entre otros. Es posible que el PBI de un país aumente pero estos atributos sociales no mejoren. Es más, el PBI puede aumentar por la mayor producción y venta de armas, pero ello puede ser reflejo de una mayor inseguridad. Igualmente, el PBI puede aumentar, pero a costa de una mayor contaminación ambiental de origen industrial. Evidentemente, la inseguridad y la degradación del medio ambiente no contribuyen a la mejora el bienestar social108.

2.2 Medición de los precios de la economía

Otra de las preocupaciones macroeconómicas más importantes es medir los cambios en los precios de la economía, específicamente, la inflación. Este último fenómeno no es más que el incremento generalizado y persistente (continuo) de los precios de la economía (BCRP, 2011a). Esta definición implica dos condiciones para que un aumento de los precios pueda ser considerado inflación: que sea generalizado y que sea persistente.

Respecto de la primera condición, es importante señalar que, cuando aumenta el precio de un producto (o el precio promedio de un grupo pequeño de productos), no necesariamente sucede un problema inflacionario. Para que exista inflación, debe aumentar el denominado «costo de vida», el cual, en términos simples, es el gasto mínimo que debe realizar un agente económico (por ejemplo, una familia), durante cierto período (por ejemplo, mensualmente), para mantener determinado nivel (calidad) de vida. De allí que, en la definición de la inflación, sea común aludir a un «aumento generalizado de los precios», a un «aumento en el nivel general de precios de la economía» o a un «aumento en el promedio de todos los precios». Ello significa que, en un contexto de inflación, algunos productos pueden bajar de precio, pero esta disminución no reduce el costo de vida, debido a los incrementos de los precios que presenta la mayoría de productos de la economía.

Respecto de la segunda condición, es importante reconocer que si el aumento generalizado de los precios solo ocurre una vez, no es posible aludir a una «inflación». Para que exista inflación, el aumento en el nivel general de precios de la economía debe ser persistente; es decir que, semana a semana o mes a mes, la mayoría de los precios de la economía están aumentando. Ciertamente, los procedimientos de cálculo de la inflación que son seguidos en los ejemplos del presente capítulo y las preguntas del libro Ejercicios de Fundamentos de Macroeconomía: un enfoque didáctico de Karlos La Serna y Sergio Serván (2018) pueden llevar a pensar que basta un aumento en el nivel general de precios una vez en el año para aludir a una «inflación». Esta conclusión es incorrecta pues, en sentido estricto, el aumento de los precios debe ser continuo para plantear la existencia de un problema inflacionario.

Conviene detallar que los procedimientos que serán seguidos en los ejemplos del presente capítulo y las preguntas del libro Ejercicios de Fundamentos de Macroeconomía: un enfoque didáctico de Karlos La Serna y Sergio Serván (2018) constituyen simplificaciones aplicadas por razones didácticas. En efecto, en estas aplicaciones, así como en los modelos macroeconómicos que serán presentados en capítulos posteriores, solo son ofrecidos datos de precios en dos fechas (o en pocas fechas); por ejemplo, el último día de un determinado año y el último día del año siguiente. Si el nivel general de precios del último día del primer año es menor que el nivel general de precios del último día del año siguiente (el segundo año), será concluido que existe inflación. Sin embargo, esta conclusión no significa que el nivel general de precios subió un día determinado (por ejemplo, el último día del segundo año), sino que, a lo largo del año que separa ambos días (ambas fechas), los precios subieron en diferentes momentos. Si solo hubieran subido en un día específico, no sería posible aludir a un fenómeno inflacionario.

Debido a que la inflación implica un incremento generalizado y persistente de los precios de la economía, puede ser entendida como la desvalorización de la moneda (BCRP, 2011a). En efecto, la inflación reduce el poder adquisitivo (es decir, el poder de compra) del dinero a corto plazo, ya que, a medida que aumenta el nivel de precios de la economía, cada unidad monetaria (por ejemplo, cada sol) puede adquirir menos bienes y/o servicios. En el capítulo 6, serán discutidos en detalle otros efectos de la inflación. Basta con adelantar el daño al bienestar de las familias, ya que la inflación reduce el poder adquisitivo de la moneda (del dinero), debido a que, si los precios de los productos que consume una familia se incrementan (inflación), pero las remuneraciones de los miembros de dicha familia no aumentan (o aumentan en un porcentaje menor que el del incremento de los precios), entonces el poder de compra de las remuneraciones disminuye (cada billete ganado por dicha familia compra menos productos). De este modo, se reduce el nivel (calidad o estándar) de vida de la familia en cuestión, por lo menos en el corto plazo.

Otro problema asociado a la inflación es la reducción de la eficiencia económica, pues la inflación bloquea las señales de oportunidades de asignación de recursos que emiten los precios. En efecto, en un contexto en el cual los precios no suben de modo generalizado, sino tan solo aumentan de precio unos pocos productos, los empresarios (los productores) asignan sus recursos escasos a la producción de estos pocos bienes y servicios cuyos precios han aumentado. Los productores realizan esta asignación bajo el supuesto de que el aumento de los precios de dichos productos se debe a una mayor necesidad, es decir, a una mayor demanda que ha generado una escasez, la cual, a su vez, está generando presiones sobre los precios. Estas presiones se manifiestan en el encarecimiento de aquellos pocos productos que son muy necesitados. Así, la economía de mercado facilita que los recursos escasos de la sociedad sean destinados a producir aquellos bienes y servicios que son más necesitados. Ello constituye una asignación eficiente de recursos. En cambio, cuando hay inflación, es decir, cuando suben los precios de la mayoría de productos, el empresario no puede distinguir si el aumento del precio de un producto específico se debe a una mayor necesidad que debe ser atendida o simplemente a que el precio de dicho producto está «siguiendo a la inflación», es decir, ha entrado a la «carrera inflacionaria». De este modo, es dificultado el proceso de asignación eficiente de los recursos escasos del sector empresarial hacia la producción de aquellos bienes y servicios más necesitados.

2.2.1 Primeras aproximaciones a la medición de la inflación

Para medir la inflación, es necesario disponer de una variable que represente a los precios de toda la economía; es decir, una variable que resuma el nivel de precios de todos los bienes y/o servicios que son de interés para el análisis109. Dicha variable, denominada «nivel general de precios de la economía», será representada por «X». De esta forma, la inflación será igual a la variación porcentual de «X». En particular, si la variación porcentual de «X» es positiva, debería ser usado el término «inflación»; en cambio, una variación porcentual negativa debería ser llamada «deflación». Al respecto, si la variación porcentual de «X» (tasa de inflación o de deflación) es denotada como «πt», entonces, es posible presentar las siguientes dos fórmulas que llevan al mismo resultado (en porcentajes):

(1) (2)

Así:

• cuando πt > 0, entonces πt corresponde a una inflación durante el período «t»110.

• cuando πt = 0, entonces πt corresponde a una situación sin cambio en el nivel de precios durante el período «t».

• cuando πt < 0, entonces πt corresponde a una deflación durante el período «t». (En este caso, también es común aludir a una «inflación negativa»).

Una primera aproximación a «X» de las fórmulas (1) y (2) puede resultar de sumar los precios de los bienes y servicios que forman parte de una canasta de compras111. De esta manera, si la canasta incluye «n» bienes y/o servicios diferentes, el valor o costo de dicha canasta (Xt) se calcularía como una sumatoria:

(3)

Donde Pi,t representa el precio del producto «i» en el período «t» (a lo largo del presente capítulo será mantenida está nomenclatura; es decir, el primer argumento del subíndice del precio (i) representará el bien analizado y el segundo argumento del subíndice (t) denotará el período en estudio. Sin embargo, en el caso de la fórmula (3), «Xt» valora de igual manera cada uno de los componentes (es decir, cada uno de los precios de los bienes y servicios de la canasta de compras) y, por lo tanto, el resultado que arroja no es representativo112. En otros términos, el producto 1, como el producto 2 o cualquiera de los «n» productos, poseerá el mismo peso o importancia sobre el valor total (el costo total) de la canasta y, por lo tanto, sobre el cambio en los precios. Sin embargo, es evidente que ciertos productos son más importantes que otros (pesan más que otros); es decir, debido al número de unidades adquiridas normalmente, la variación de sus precios puede impactar más que la variación de los precios de otros productos113. Por ejemplo, no es lo mismo que suba el precio de la carne de pollo o que aumente el precio de la carne de res o del pan114. Por lo tanto, el procedimiento propuesto no permite calcular de manera adecuada el cambio en el nivel de precios de la economía. Ello sucede pues no pondera en función de la importancia (el peso) que posee cada uno de los productos en la canasta115.

2.2.2 Métodos para medir la inflación

Para superar las limitaciones de la sumatoria sin ponderar previamente explicada, es necesario diseñar un índice de precios que considere la importancia relativa de cada uno de los bienes y/o servicios que lo componen y directamente permita medir el cambio en los precios. Dicho índice debería reflejar el nivel general de precios de la economía. Naturalmente, la importancia (peso o ponderación) de un bien o un servicio está en función de su cantidad consumida o producida. En relación con ello, la literatura económica, apoyada en la Estadística, ha diseñado un conjunto de índices que incluyen la ponderación requerida. A continuación, son presentados los dos tipos de índices de precios más importantes dentro del contexto de cálculo de la inflación: Laspeyres y Paasche116. Ambos índices representarán la razón (división) entre los precios en el período de análisis «t» y los precios de un período base representado con el número cero (0). En ese sentido, ambos índices son una extensión del índice presentado en la fórmula (3).

a) Índice de precios de Laspeyres: Debido a que se trata de un índice de precios, los ponderadores son las cantidades del período base (Qi,0)117; es decir, cada uno de los precios «i» de la canasta será ponderado por su correspondiente cantidad «Qi» del período base. La fórmula que describe su cálculo está expresada por:


Donde:

Pi,0: precio del producto «i» en el período base (0).

Pi,t: precio del producto «i» en el período «t».

Qi,0: Cantidad del producto «i» en el período base (0).

Es importante observar que el índice de precios de Laspeyres no es más que la división (comparación) de los valores de dos canastas. La canasta del denominador multiplica las cantidades del período base por sus respectivos precios en dicho período; en ese sentido, es el valor de la canasta en el período base (0), valor que es calculado considerando los precios del período base. Por su parte, la canasta del numerador multiplica las cantidades del período base por los precios en el período de análisis (el período «t»). En ese sentido, es el valor de la canasta del período base considerando los precios del período «t». En términos simples, el índice de precios de Laspeyres mide los cambios en los precios, ponderando con las cantidades del período base (0)118.

Conviene mencionar que en la sección 2.2.2.2 es presentada una aplicación del índice de Laspeyres (al caso del IPC) a través de la cual se evidencia que los ponderadores también podrían ser las participaciones en el gasto de cada producto en el período base.

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