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1.1 Costo de oportunidad y otros principios económicos

Gracias al avance de la teoría económica, ha sido posible identificar diversos principios que regulan los procesos de toma de decisiones de los individuos. Entre estos, Mankiw (2007) destaca que los individuos racionales actúan deliberada y sistemáticamente para alcanzar sus objetivos y que, en dicho proceso, enfrentan disyuntivas. Dichos dilemas surgen por la escasez de los recursos que les permiten satisfacer sus necesidades. Debido a ello, para tomar decisiones, los individuos deben comparar los costos y los beneficios de las diferentes acciones que podrían realizar. Para desarrollar esta comparación, los individuos deben ser (y la teoría económica considera que, normalmente, lo son) conscientes de los costos de oportunidad que acompañan a cada una de sus opciones.

Precisamente, «el costo de oportunidad de una cosa es aquello a lo que renunciamos para conseguirla» (Mankiw, 2007, p. 5). En otros términos, para identificar el costo1 de oportunidad de una acción, basta con establecer el beneficio (o el valor de la satisfacción) de la segunda mejor opción, la cual, evidentemente, ha sido dejada de lado para optar por la acción que fue considerada como la mejor alternativa; es decir, la de mayor beneficio económico en neto. Se trata, en suma, de identificar la mejor opción dejada de lado.

Otros principios económicos destacados por Mankiw (2007) proponen que los individuos responden a incentivos; que las personas racionales piensan en términos marginales; que el comercio puede mejorar el bienestar de todo el mundo; que los mercados, normalmente, constituyen un buen mecanismo para organizar la actividad económica; que el Estado, a veces, puede mejorar los resultados del mercado; que los precios suben cuando el Gobierno imprime demasiado dinero; que el nivel de vida de un país depende de su capacidad para producir bienes y servicios, y que la sociedad se enfrenta a una disyuntiva a corto plazo entre inflación y desempleo. Algunos de dichos principios están orientados a fenómenos analizados típicamente por la Microeconomía; mientras que otros, a problemas más vinculados con la Macroeconomía. En todo caso, el estudiante podrá aprender acerca de estos principios, con mayor detalle, a lo largo del presente libro.

1.2 Demanda, oferta y punto de equilibrio en el mercado competitivo

Uno de los principios económicos destacados por Mankiw (2007) es que los mercados, normalmente, constituyen un buen mecanismo para organizar la actividad económica. Un mercado puede ser definido como la interacción entre compradores y vendedores, con el evidente objetivo de realizar transacciones (intercambios de bienes o servicios). Basta que existan un comprador y un vendedor interactuando con dicho objetivo para que exista un mercado.

Los compradores están asociados a la demanda del mercado y los vendedores, a la oferta. Ciertamente, las transacciones que realizan son facilitadas por la información a la que acceden dichos agentes. Por ello, la difusión de los medios virtuales ha brindado mayor dinamismo a los mercados durante las últimas décadas. En efecto, una parte importante de los mercados se desarrollan en lugares «físicos», por ejemplo, bodegas, restaurantes, supermercados, agencias bancarias o tiendas por departamento, en los cuales se encuentran los agentes económicos para realizar transacciones. Sin embargo, existen múltiples mercados en los cuales las operaciones comerciales se realizan sin que compradores y vendedores se encuentren en un espacio físico. Los ejemplos van desde las compras de libros «por internet» hasta las grandes operaciones de comercio internacional realizadas entre empresas exportadoras e importadoras con el soporte de medios de comunicación interpersonal, como el correo electrónico.

Conviene destacar que parte importante de los contenidos de la teoría microeconómica se concentran en el estudio de diversas estructuras de mercado, así como en el análisis de los procesos de formación de precios que caracterizan a dichas estructuras. Entre los mercados que serán abordados en el presente capítulo, se encuentran el monopolio y la competencia monopolística. No obstante, los contenidos que serán estudiados, antes de abordar dichos mercados, se amparan fundamentalmente en los supuestos del modelo de competencia perfecta. Según dichos supuestos, en el mercado interactúan una gran cantidad de compradores (demandantes) y una gran cantidad de vendedores (ofertantes), de modo tal que ningún individuo (ya sea comprador o vendedor) es capaz de ejercer influencia sobre los precios del producto transado. Además, es asumido que dicho producto es homogéneo, pues todos los vendedores ofrecen el mismo tipo de bien o servicio; es decir, no diferencian el producto que venden de aquellos con los cuales compite. En otros términos, no aportan mayor valor añadido al producto vendido.

En este punto conviene mencionar que, en la literatura microeconómica, el estudiante encontrará que el término «bien» suele ser usado para aludir al término «producto», el cual puede ser tanto un bien (producto físico o tangible) como un servicio (producto intangible). Por ejemplo, en el sector educativo, un bien es un texto escolar y un servicio sería la enseñanza que ofrece un profesor en aula. No obstante, en diversas reglas, relaciones, definiciones o principios económicos, cuando los autores usan el término «bien», implícitamente están aludiendo tanto a productos tangibles como a servicios.

Otro supuesto del modelo de competencia perfecta es la libertad de entrada y salida al mercado; esto es, que no existen barreras que impidan adquirir o dejar de adquirir un producto (por ejemplo, prohibiciones legales); tampoco existen barreras que dificulten ofrecer o dejar de ofrecer un producto. Finalmente, todos los agentes que participan en el mercado poseen información perfecta2; en ese sentido, los demandantes conocen el precio al cual es vendido el producto, las características del mismo y los lugares de venta. Por su parte, los ofertantes conocen al detalle el proceso productivo, los costos de los factores de producción, las alternativas tecnológicas necesarias para producir y los precios a los cuales venden los demás ofertantes el bien o servicio en cuestión. Como resultado de estos supuestos, en un mercado de competencia perfecta, los compradores y los vendedores se convierten en «precio-aceptantes» (también denominados «tomadores de precios»); es decir, no poseen ninguna capacidad para influir sobre el precio del producto transado.

Conviene destacar que la competencia perfecta es una abstracción teórica, pues es difícil encontrar mercados que cumplan a cabalidad todas las características de dicho modelo. Por ello, es usual indicar que un determinado mercado «tiende» o «se asemeja» a una estructura de competencia perfecta. En efecto, cuando se cumplan en mayor grado o intensidad las características del modelo de competencia perfecta, más competitivo será el mercado. Igualmente, es importante mencionar que el proceso de formación de precios de un mercado competitivo genera un precio de equilibrio, es decir, un precio al cual la cantidad comprada del producto es igual a la cantidad vendida. Finalmente, no está de más mencionar que a lo largo del texto será común asumir «precios relativos»3 para los productos transados en los mercados, aun cuando las referencias a ellos simplemente acudan al término «precios».

A continuación, será ofrecida una explicación detallada sobre la demanda, la oferta y el ajuste al equilibrio del mercado; luego de ello, serán resueltas algunas preguntas vinculadas a dichos temas.

1.2.1 La demanda

La función de demanda de un producto presenta una regla de correspondencia en la cual la cantidad demandada de un producto (qD) depende (está en función) de su precio (P) y de otros factores. Esta función evidencia que la cantidad demandada de un producto no depende únicamente de su precio. Sin embargo, por cuestiones de simplificación del análisis, es común presentar la demanda como una función en la cual la cantidad demandada depende del precio del bien, y no presentar explícitamente estos factores. Para llegar a ello, debe haber sido necesario asignar valores a dichos factores, lo cual los convierte en parámetros que pueden ser sumados o restados al intercepto de la función. Esta simplificación pretende facilitar la cuantificación del impacto de un determinado factor, en este caso el precio, sobre la cantidad demandada de un producto. En ese contexto, la cantidad demandada de un bien o servicio constituye el número de unidades del mismo que el consumidor o un grupo de consumidores están dispuestos a comprar o adquirir a un precio específico durante un período determinado.

Es importante destacar que, cuando es desarrollado el procedimiento que evalúa el impacto de una variable sobre otra manteniendo los demás factores constantes, es común indicar que el análisis ha sido realizado «ceteris paribus»4. Por ejemplo, indicar que «la cantidad de porciones de torta de chocolate que compra mensualmente una persona disminuye en 5 unidades cuando el precio de cada porción aumenta en S/ 2 ceteris paribus» implica que el análisis de la variación de la cantidad demandada de las porciones de torta de chocolate como efecto de un cambio en su precio ha sido realizado asumiendo que todos los demás factores que influyen sobre la cantidad demandada permanecen constantes (por ejemplo, el ingreso5 del consumidor o su gusto por la torta de chocolate). Ello no significa que el ingreso del consumidor o su gusto por la torta de chocolate dejen de influir sobre la cantidad demandada de este postre, pero asume que, cuando se elevó el precio de cada porción de torta de chocolate, dicho ingreso y dicho gusto no cambiaron.

El análisis del cambio de la cantidad demandada de un producto como efecto de la variación en su precio está vinculado a la denominada «ley de la demanda». Según esta última, si sube el precio de un producto, la cantidad demandada del mismo bajará, siempre y cuando no cambien los demás factores que influyen en el consumo del producto en cuestión (estos factores abarcan al resto de variables independientes de la demanda). Lo contrario también se cumple: si cae el precio de un producto, aumentará su cantidad demandada. Detrás de ello, está implícito que, al bajar el precio de un producto, los otros productos se encarecen relativamente, ya que el precio de estos últimos no ha cambiado. Este proceso está vinculado a la noción de «precio relativo» anteriormente mencionada. Por lo tanto, los consumidores comprarán más del producto cuyo precio bajó, porque dejarán de consumir otros que, en términos relativos, se han encarecido; es decir, «sustituirán» aquellos productos que son relativamente más caros por aquel que es relativamente más barato. Ello se asocia al denominado «efecto precio», también conocido como «efecto sustitución».

Por ejemplo, si una persona desea comprar un postre para disfrutar de algún producto dulce después de almorzar, es probable que acuda a una pastelería. Vale suponer que esta persona deseaba comprar un par de alfajores, pero, al llegar a la pastelería, encuentra que el precio de las porciones de torta de chocolate ha bajado a la mitad y que el resto de postres no han cambiado sus precios. Como resultado de ello, es posible que deje de comprar los alfajores y compre un par de porciones de torta de chocolate. Ello implica que el dinero que ahorra por dejar de comprar los alfajores lo destina a la compra de las porciones de torta de chocolate. Esta sustitución del alfajor por la torta de chocolate se debe a que el precio de la porción de torta de chocolate se ha abaratado en términos relativos al precio del alfajor. Dicho de otro modo, el alfajor se ha encarecido en términos relativos a la porción de torta de chocolate; por lo cual el consumidor racional reemplaza el producto que se encareció (el alfajor) por un sustituto cercano que se abarató (la torta de chocolate).

Por otro lado, la reducción del precio del producto genera que los ingresos (nominales) de los consumidores les permitan adquirir una mayor cantidad de productos. La idea es simple: si, luego de que el precio de la porción de torta de chocolate ha bajado, el consumidor sigue comprando la misma cantidad de porciones de torta de chocolate al día, dispondrá

de recursos adicionales, los cuales podría destinar a la compra de más porciones de torta de chocolate o de otros productos. Ello está asociado al denominado «efecto renta», también conocido como «efecto ingreso». Los dos efectos descritos previamente se activan cuando cambia el precio de un producto y son los que justifican la relación inversa entre el precio y la cantidad demandada que postula la «ley de la demanda»6.

La siguiente notación puede ser usada para representar la función de demanda:

qD = ƒ(P; X)

Donde «qD» representa la cantidad demandada de un producto, la cual es una función de su precio y un conjunto adicional de factores resumidos en la variable «X» (más adelante, serán explicados en detalle algunos de estos factores adicionales). Sin embargo, para fines gráficos, será común acudir a la denominada «función de demanda inversa» o «función inversa de demanda», cuya notación es la siguiente:

P = g (qD; X)

En todo caso, es pertinente recordar que la cantidad demandada es la que depende del precio (la variable independiente es el precio); por ello, la función de demanda inversa es usada, fundamentalmente, por facilidades gráficas y, cuando ello sucede, no deja de estar implícito que la cantidad es la que depende del precio y no lo contrario. Ciertamente, la función de demanda puede ser graficada en un plano, donde la cantidad demandada es ubicada en el eje de las abscisas y el precio, en el eje de las ordenadas7. Así, la curva de demanda está compuesta por la unión de un conjunto de puntos, cada uno de los cuales representa las cantidades demandadas que son generadas por diferentes niveles de precios. Debido a la ley de demanda, la pendiente de dicha curva es negativa, lo cual refleja la relación inversa entre el precio y la cantidad que existe desde el lado de los consumidores8.

Figura 1.1

Representación de una curva de demanda


Es importante destacar que la demanda presentada en la figura 1.1 ha sido descrita como una curva. Si bien el lector notará una recta, es preciso afirmar que dicha recta no es más que un caso particular de una curva, a la cual es muy común acudir en los textos introductorios de economía. En este caso, la función graficada es una curva, pero, para que sea lineal, por definición, su grado de curvatura es nulo. Por otro lado, conviene reconocer que una recta es infinita, pero, usualmente, serán usados segmentos de recta para representar la función de demanda (así como otras funciones económicas), los cuales serán ubicados en el primer cuadrante del plano cartesiano, pues allí tanto los precios como las cantidades asumen valores positivos.

También es conveniente destacar que, como resultado del cambio en el precio, en una función como la de la figura 1.1, se producirá un «movimiento a lo largo de la curva de la demanda». Es decir, si se mantienen constantes todos los demás factores que influyen sobre el consumo de un producto, el cambio en el precio de este último genera un cambio de la cantidad demandada9. La figura 1.2 ejemplifica dicho proceso para una caída del precio de P1 a P2. Dicha figura también facilita la interpretación de los puntos que constituyen la función de demanda. En ese sentido, un punto como «A» indica que, a un precio «P1», lo máximo que comprará el consumidor será una cantidad «q1» (podría comprar menos, pero nunca comprará más ceteris paribus). Para que compre más, el precio deberá bajar a «P2».

Figura 1.2

Movimiento a lo largo de la curva de la demanda


En la figura 1.2, es posible observar que, por la unidad «q1», el consumidor estará dispuesto a pagar como máximo «P1». A su vez, por unidades adicionales, como «q2», el precio máximo que el consumidor estará dispuesto a pagar es menor: «P2». La explicación intuitiva de ello es simple: conforme consume un producto, el demandante siente menos satisfacción por cada unidad adicional consumida del mismo. De este modo, llegará a un nivel de consumo en el cual se sacia o satura. En suma, el demandante valora más las primeras unidades consumidas, lo cual implica que está dispuesto a pagar más por ellas. Por ejemplo, una persona que bebió, sin parar, cinco vasos de agua luego de caminar varias horas en un desierto, seguramente valoró más el primer vaso que bebió que el quinto10.

Igualmente, es importante distinguir un «movimiento a lo largo de la curva de la demanda» de un «desplazamiento de la curva de la demanda». Este último no se debe a un cambio en el precio, sino a una variación en alguno de los otros factores que influyen sobre la cantidad demandada. En efecto, tal como fue explicado previamente, el precio no es la única variable independiente de una función de demanda. Sin embargo, en un plano cartesiano, solo es posible identificar dos variables (una para cada eje); de este modo, es usual ubicar la cantidad demandada (variable dependiente) en el eje de las abscisas, y el precio (variable independiente) en el eje de las ordenadas. Este último procedimiento asume que las demás variables independientes de la demanda permanecen constantes: ceteris paribus. No obstante, cuando alguna de ellas cambia y el precio del producto analizado está constante, el resultado es un desplazamiento de la curva de la demanda. En suma, si cambia el precio de un producto, cambiará su cantidad demandada; mientras que si cambia cualquier otro factor, cambiará su demanda11. Este último caso es presentado en la figura 1.3, donde es posible observar una expansión de la demanda.

Figura 1.3

Desplazamiento (expansión) de la curva de la demanda


Entre los factores que generan desplazamientos de la curva de la demanda, Mankiw (2007) destaca la renta del consumidor, el precio de los bienes relacionados, los gustos y las expectativas del comprador, y el número de demandantes. A continuación, es ofrecido mayor detalle sobre dichos factores.

• Renta del consumidor

La renta del consumidor está asociada a sus ingresos percibidos: sueldos, salarios, intereses ganados, alquileres de sus propiedades, etc. Estos ingresos se generan como resultado de la participación del consumidor en la actividad económica. Cuando varían, es común que cambie la cantidad demandada para todos los niveles de los precios de un determinado producto. Ello lleva a una nueva demanda. Esto es, para el mismo precio, se demanda una mayor o menor cantidad, dependiendo del caso.

Ciertamente, un mayor ingreso implica un mayor poder de compra12, pero ello puede generar un incremento en la demanda de algunos productos; mientras que, en otros, una disminución. En ese sentido, un bien será normal si es que su demanda se incrementa conforme aumenta el ingreso del consumidor. En otras palabras, si aumenta el ingreso del consumidor, este demandará, para un mismo nivel de precios, una mayor cantidad del bien en comparación con la situación previa al aumento del ingreso. Evidentemente, en el caso de un bien normal, una caída del ingreso debería generar una disminución de la demanda. Esto es, si disminuye el ingreso del consumidor, este demandará, para un mismo nivel de precios, una menor cantidad del bien, en comparación con la situación previa al aumento del ingreso Por otro lado, un bien inferior es aquel cuya demanda disminuye cuando el ingreso aumenta; mientras que la demanda aumenta cuando el ingreso disminuye. Si «M» representa al ingreso y «D» a la demanda de un producto, las relaciones expuestas pueden ser sintetizadas de la siguiente forma:

Bien normal:

Bien inferior:

• Precio de bienes relacionados

El consumo de un bien o de un servicio suele depender de los precios de otros productos. Así, existen productos sustitutos (también denominados «sustitutivos»), los cuales pueden ser reemplazados entre sí en el consumo. Por ejemplo, una persona que desea comer una fruta puede sustituir manzanas por peras. Si es que los bienes «X» e «Y» son sustitutos, como resultado de un aumento del precio «Y» (↑PY), la cantidad demandada del bien «Y» disminuirá (↓qY) por la ley de la demanda. Además, debido a la relación de sustitución, la caída en la cantidad consumida de «Y» será acompañada por un incremento en la cantidad demandada del bien «X» y, de este modo, aparece una mayor demanda del bien «X»13. Esto es, si aumenta el precio del bien sustituto (↑PY), el consumidor demandará, para cada uno de los diversos niveles de precios del bien «X», una mayor cantidad de dicho bien. Debido a que no se trata de un movimiento del precio del bien «X», el efecto que se genera es una expansión de toda la función de demanda (↑DX). Si, por otro lado, el precio del bien sustituto disminuye, se origina el proceso inverso. Lo expuesto puede ser resumido de la siguiente manera:

Bienes sustitutos:

Por otro lado, dos productos son complementarios cuando suelen ser acompañados en el consumo; por ejemplo, la mantequilla con el pan. En ese sentido, si los bienes «X» e «Y» fueran complementarios, un aumento del precio del bien «Y» (↑PY) llevaría a que la cantidad demandada del mismo disminuya (↓qY), nuevamente, por la ley de la demanda. Además, debido a la relación de complementariedad, la caída en la cantidad consumida de «Y» generaría una reducción en la demanda del bien «X» (↓DX), pues los individuos consumen ambos bienes de modo conjunto. En otras palabras, si aumenta el precio del bien complementario (↑PY), el consumidor demandará, para los diversos niveles de precios del bien «X», una menor cantidad de dicho bien. Debido a que no se trata de un movimiento del precio del bien «X», el efecto que se genera es una contracción de toda la función de demanda (↓DX). Si, por el contrario, el precio del bien complementario disminuye, se origina el proceso inverso. Lo expuesto puede ser resumido de la siguiente manera:

Bienes complementarios:

• Gustos

Los gustos del consumidor influyen significativamente sobre la demanda de los productos. Ciertamente, detrás de los gustos o preferencias están fenómenos tan complejos como la moda, así como la influencia que ejercen sobre un consumidor las ideas de las personas o la publicidad que transmiten los medios de comunicación. Por este motivo, si un determinado bien empieza a agradar más a los consumidores, su demanda aumentaría. Análogamente, si el mismo bien pasa de moda o empieza a desagradar más a los consumidores, su demanda disminuiría.

• Expectativas

Es importante enfatizar que las relaciones que serán analizadas en el presente texto suelen estar asociadas, explícita o implícitamente, a un período determinado. Por ejemplo, la cantidad de gasolina demandada semanalmente depende del precio de la gasolina. Sin embargo, el consumo de gasolina durante la semana actual también es afectado por la idea que tengan los demandantes respecto de cuánto será el precio de la gasolina durante la próxima semana. En efecto, las expectativas, así como las proyecciones o predicciones sobre el comportamiento de las variables económicas, influyen sobre el consumo presente. Por ejemplo, si la población está convencida de que el precio de las viviendas bajará en los próximos meses, es posible que las personas que estaban por comprar una vivienda suspendan la compra, para esperar la reducción en el precio. Este fenómeno contrae la demanda presente de viviendas y está vinculado a la denominada «sustitución intertemporal»; en este caso, comprar menos en la actualidad para comprar más en el futuro14.

Igualmente, cuando una persona considera que está por conseguir un ascenso en su trabajo, tenderá a consumir más e incluso a endeudarse para poder comprar más bienes y servicios, lo cual expande su demanda presente de dichos productos. En cambio, si un trabajador piensa que corre riesgo de perder su empleo en los próximos meses, normalmente, reducirá su demanda presente de productos de consumo que considera prescindibles o suntuarios (de lujo) o pospondrá sus planes de renovar los muebles o los electrodomésticos de su hogar; todo ello, con el evidente objetivo de ahorrar.

• Número de compradores

La demanda también es afectada por el tamaño de la población. En ese sentido, si el número de compradores de un mercado se incrementa, la demanda se expandirá; en cambio, una reducción en el número de los consumidores, contraerá la demanda. El proceso de agregar consumidores, específicamente demandantes individuales, para generar una demanda de mercado, es detallado a continuación.

Hasta el momento, han sido analizados la demanda y sus factores explicativos. Sin embargo, algunos casos se han referido a la demanda del mercado, mientras que otros, a la demanda de un consumidor de dicho mercado. Evidentemente, es importante distinguir la demanda de mercado de la demanda individual. Ambas cumplen la ley de la demanda, pero la demanda de mercado es el resultado de la suma de las demandas individuales de los diversos consumidores de dicho mercado15.

Operativamente, la demanda de mercado puede ser construida sumando de manera «horizontal» las demandas individuales de cada uno de los agentes o grupos de agentes del mercado. La suma horizontal responde a la agregación de cantidades para un determinado precio. Por lo tanto, es necesario sumar o agregar las funciones de demanda y no las funciones de demanda inversas. En términos simples: sumar cantidades, no sumar precios. Así, la demanda total o de mercado aparecería luego de calcular la cantidad total demandada en el mercado sobre la base del siguiente procedimiento16:


Así, la demanda total del mercado (DT) es calculada mediante la suma de las curvas de demanda individuales (). Sin embargo, la construcción correcta de la curva de demanda de mercado exige considerar que, para determinados precios, solo algunos agentes del mercado serán consumidores del bien o servicio en cuestión, mientras que otros dejarán de serlo. Debido a ello, en diversos casos de agregación de demandas individuales, la curva de demanda de mercado será una función constituida por diferentes tramos (en cada tramo, la demanda total poseerá una pendiente diferente). La figura 1.4 ilustra esta idea, pues, para el intervalo de precios que va del punto «A» al punto «B», el único demandante es el que corresponde a la demanda individual «D1», mientras que para el intervalo de precios que va del punto “B” al punto “C”, “D1” y “D2” son demandantes.

Figura 1.4

Suma de demandas individuales


1.2.2 La oferta

La función de oferta de un mercado presenta una regla de correspondencia en la cual la cantidad ofrecida u ofertada de un producto «qS» depende (está en función) de su precio «P» y de otros factores. Ello evidencia, tal como en el caso de la demanda, que la cantidad ofertada de un producto17 no depende únicamente de su precio. Sin embargo, para poder analizar el efecto de un factor específico (por ejemplo, el precio) sobre la cantidad ofertada, los otros factores serán mantenidos constantes, es decir, se acudirá a la condición ceteris paribus. Ciertamente, al analizar la relación entre el precio y la cantidad ofertada, se evidencia la denominada «ley de la oferta» según la cual, conforme aumenta el precio de un producto, se incrementará la cantidad ofertada del mismo, siempre y cuando los demás factores no cambien. Lo inverso también se cumple; así, cuanto más bajo sea el precio de un producto, menor será la cantidad ofrecida por sus vendedores, proveedores o productores.

La justificación de la ley de la oferta es intuitiva; por ejemplo, cuando el precio del cobre suba, los empresarios del sector minero estarán más incentivados a adquirir maquinaria y a contratar trabajadores adicionales para poder, así, ingresar a las zonas de las minas de mayor dificultad en el acceso. Ciertamente, el costo de extracción del cobre ubicado en dichas zonas es mayor que el del cobre localizado en las zonas más accesibles, por lo cual solo un precio mayor compensará dicho costo. De este modo, es posible ofrecer mayor cantidad de cobre. Si el precio de este último producto fuera muy reducido, no compensaría el esfuerzo adicional que es necesario ejercer y los mayores costos que deben ser asumidos para extraer el mineral ubicado en las zonas de mayor dificultad en acceso. Por lo tanto, cuando baja el precio del cobre, desaparecen los incentivos para adquirir la maquinaria y contratar el personal necesarios para extraer el mineral ubicado en las zonas de la mina de más difícil acceso. De este modo, la cantidad ofertada de cobre se reduce.

La siguiente notación puede ser usada para representar la función de oferta:

qs = ƒ(P; Z)

Donde «qS» representa la cantidad ofertada de un producto, la cual es una función de su precio (P) y de un conjunto adicional de factores resumidos en la variable «Z» (más adelante, serán detallados estos factores adicionales). Sin embargo, para fines gráficos, será común acudir a la denominada «función de oferta inversa», cuya notación es la siguiente:

P = g(qs; Z)

En todo caso, es pertinente recordar que la cantidad ofertada es la que depende del precio (variable independiente); por ello, la función de oferta inversa es usada, fundamentalmente, por facilidades gráficas y, cuando ello sucede, no deja de estar implícito que es la cantidad la que depende del precio y no lo contrario. Ciertamente, la función de oferta puede ser graficada en un plano donde la cantidad ofertada es ubicada en el eje de las abscisas y el precio, en el eje de las ordenadas18. Así, la curva de oferta está compuesta por la unión de un conjunto de puntos, cada uno de los cuales representa las cantidades ofertadas que son generadas por diferentes niveles de precios. Debido a la ley de oferta, la pendiente de dicha curva es positiva, lo cual refleja la relación directa entre el precio y la cantidad que existe desde el lado de los productores.

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9789972574375
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