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4. Pisagua y la Guerra Civil de 1891

Durante el desarrollo de la Guerra Civil de 1891, Pisagua, volvió a ser escenario bélico. La acción (23 de enero) favoreció a las fuerzas del gobierno balmacedista al mando del Sargento Mayor Marcos A. Valenzuela17.

La segunda acción se desarrolló el 6 de febrero de 1891, entre las fuerzas gobiernistas o balmacedistas al mando del Teniente Coronel Mario A. Valenzuela, que ocupaba Pisagua, y los revolucionarios o congresistas al mando del Coronel Estanislao del Canto A.

La Escuadra revolucionaria o Congresista formada por los barcos Cochrane, O’Higgins, Amazonas y Cachapoal rompió fuego a las 6 A.M. sobre Pisagua. El bombardeo cubría el desembarco de dos columnas en la Caleta de Playa Blanca con un total de 200 hombres, al mando del Teniente Coronel Manuel Aguirre. Otra columna de 200 hombres desembarcó en Punta Pichalo, bajo las órdenes del Mayor Julio R. Moraga. Las tropas gobiernistas fueron desarmadas exceptuando la Caballería, que huyó al interior. Se rindieron y fueron hechos prisioneros 12 oficiales y 164 soldados con 6 cañones y 160 fusiles. Las bajas revolucionarias fueron 8 muertos y 10 heridos; los gobiernistas tuvieron 12 muertos y 29 heridos18.

Pisagua: En el Ciclo Salitrero

Mario Zolezzi Velásquez.

1.- De Caleta a Puerto Mayor.

La gran explotación de la riqueza salitrera hizo posible dar vida a remotas caletas del litoral de Tarapacá. Es el caso de Pisagua, cuyos orígenes históricos se hayan en la ensenada donde desemboca la Quebrada de Camiña, llamada por los españoles Río de Pisagua19. En ese paraje costero denominado Pisagua Viejo, antiguo asentamiento de pescadores aborígenes (Changos), se inició el periodo más largo e importante de Pisagua: El Ciclo Salitrero.

La industria salitrera en su pobrísimo y difícil comienzo recibió el valioso aporte de Tadeo Haenke, naturalista residente en Alto Hospicio, al dar a conocer la manera de convertir el salitre sódico en potásico y el método para beneficiar el caliche20.

Desde 1810 a 1812, durante el gobierno del Virrey José F. Abascal, se levantaron algunas diminutas oficinas o establecimientos de elaboración de salitre en el norte de la Pampa, en los sectores calicheros de Zapiga, Pampa Negra y Negreiros. En las oficinas se instalaron antiguos fondos usados en el beneficio de plata21.

A la semi abandonada caleta de pescadores, acostumbrada solo a recibir periódicamente embarcaciones aguadoras de Iquique, empezaron a llegar esporádicamente veleros para tomar pequeños cargamentos de salitre rumbo al Callao y Talcahuano. Para conducirlo desde la playa hasta el costado del buque se usaron las frágiles, pero útiles balsas de cuero de lobo marino de los Changos, que se adecuaban a las difíciles condiciones marítimas de la ensenada. Esas primitivas embarcaciones se utilizaron después en la bahía de Pisagua (Huayna Pisagua) hasta algunos años después de 1879.

En el transcurso de la Guerra de la Independencia del Perú, la industria salitrera tomó impulso gracias a la gran necesidad de salitre para fabricar pólvora.

El derrumbe del régimen colonial español se logró en Ayacucho, a fines de 1824. Sellada la independencia del Perú, se inició su organización política y económica. La provincia de Tarapacá, incluida en el Departamento de Arequipa, fue colocada bajo la autoridad de un subprefecto, que dependía del Prefecto departamental con residencia en la Ciudad del Misti.

Después de terminada la lucha emancipadora, la minería de la plata y la incipiente industria salitrera entraron en decadencia. Entonces, la explotación del salitre, cuya existencia e importancia había dado a conocer Mariano E. de Rivero en Europa en 1821, se presentó como la gran esperanza para reanimar la abatida economía de Tarapacá. El gobierno del Mariscal La Mar, interesado en el “fomento y protección de la industria del país, siendo parte de ellas las minas del salitre en la provincia de Tarapacá…”,22 expidió el decreto del 28 de mayo de 1828, por el cual se autorizó la exportación de salitre por el puerto menor de Iquique. El Mariscal Agustín Camarra por resolución del 9 de marzo de 1830 facilitó el despacho de los buques al exterior23 .

Los primeros embarques enviados a Europa y Estados Unidos no dieron resultados, pues no obtuvieron precio, por no conocerse aún su uso. Sin embargo, en 1831 se consiguió apreciar el nitrato de sodio en Francia, vendiéndose el quintal a más de 30 francos, lo que impulsó su exportación.

Los industriales del norte se interesaron en exportar su salitre por las caletas más cercanas a las Oficinas de Paradas: Pisagua y Mejillones. Este anhelo se manifestó a través de una solicitud presentada por el diputado y sustituto del Gremio de Mineros de Tarapacá al Gobierno, mediante la cual se pidió la habilitación de esas caletas para dicho fin. El Ejecutivo contestó a través del decreto del 16 de noviembre de 1830: “se niega, por ser este género de concesión, propio y peculiar del Congreso”24.

La petición originó un proyecto en el Congreso, que lo aprobó, en consideración que la explotación de salitre es el ramo principal de la provincia de Tarapacá, y que su transporte de las caletas de Mejillones y Pisagua para embarcarlos en el puerto de Iquique, ocasiona grandes gastos y demoras al tráfico que es necesario remover.

La Ley fue promulgada el 14 de septiembre de 1831. En su artículo estableció: “Los buques pueden exportar salitres de las caletas de Pisagua y Mejillones, en la provincia de Tarapacá, con la calidad de ir en lastre llevando a su bordo el correspondiente resguardo del puerto de Iquique, a costa de los empresarios, y dejándolo en el mismo puerto, donde organizarán los respectivos registros”25 .

La pequeña ensenada de Pisagua, en cuyo lado meridional se hallaba el caserío, no estaba capacitada para afrontar la actividad marítima derivada del comercio de exportación del nitrato de sodio. Una descripción refiere que su desembarcadero “es malo y estrecho entre rocas, y que hay que esperar el sajío, siendo constante las rompientes desde muy afuera”26 . Por este motivo, se procedió abandonarla para establecer un nuevo emplazamiento de la caleta salitrera en el litoral vecino situado inmediatamente al sur de la Punta Pisagua, en una bahía que se extiende desde ese promontorio hasta la de Pichalo. El fondeadero es amplio y seguro para los buques. El modesto poblado se levantó en la costa sur de la rada, el abrigo de Punta Pichalo, recibe la denominación de Huayna Pisagua, es decir, Nueva Pisagua, que después se simplificó, quedando como Pisagua. En cambio, la infortunada caleta de la quebrada de Camiña tiempo después empezó a ser llamada Pisagua Viejo.

Varios autores refieren que dicho traslado se produjo años después de la apertura de Pisagua (1831), lamentablemente, sin precisar el año exacto. Lo concreto es que en 1835 ya existía Huayna Pisagua. En ese año arribó a su bahía la expedición hidrográfica británica a bordo de H.M.S. “Beagle”. Los marinos al mando del Capitán R. Fitz-Roy reconocieron y levantaron un plano de la rada, publicada después por la Oficina Hidrográfica del Almirantazgo, de Londres, el cual prestó gran ayuda a los capitanes de los buques a vela y vapores. Una narración británica de esa expedición señala que Huayna Pisagua era una aldea. Agrega que frente a ésta y a dos cables de distancia se encontró el mejor fondeadero27 .

Para facilitar la bajada del salitre a lomo de mula desde el Alto hasta el estrecho y accidentado plan de Pisagua, se abrió un largo sendero en los cerros frente a la bahía. Este lento y penoso medio de transporte fue desplazado muchísimos años después por las líneas del Ferrocarril Salitrero.

A mediados del siglo pasado la aplicación del vapor a la disolución del caliche, marcó una nueva y trascendental etapa en la industria salitrera, gracias a la iniciativa del chileno Pedro Gamboni. Empezaron a construirse Oficinas de Máquinas. Los viejos establecimientos de Paradas fueron declinando gradualmente.

La caleta habilitada para la exportación de salitre, adquirió progresivamente mayor importancia. Un diario limeño de 1856 señala que “Huayna Pisagua que no figuraba en otro tiempo sino como una miserable caleta, hoy día toma importancia por su comercio y población que asciende a mil habitantes”28 .

Años después, su mayor actividad justificaba que la caleta fuera elevada a la categoría de Puerto Mayor, necesidad que se convirtió en un gran anhelo del vecindario. El Ministro Oviedo, ofreció obtener del Gobierno de Ramón Castilla la resolución oficial. “El pueblo espera con ansias el decreto que declare esta caleta en Puerto Mayor…”. Informó “El Comercio”, de Lima29 .

El 22 de mayo de 1862 se dictó el decreto para que a Pisagua “se la colocara en el lugar que por su importancia comercial le corresponde” y “se lograra abaratar algunos productos extranjeros que son en ella objeto de indispensable y vasto expendio”30.

La disposición gubernativa ordenó el establecimiento en Pisagua de una tenencia- administración de Aduana, compuesta de un teniente-administrador, un interventor, un amanuense y dos inspectores.

Durante la guerra entre Chile y Perú contra España (1865-1866) se desarrollaron deplorables sucesos en Pisagua. Desde las salitreras bajaron trabajadores “para vengarse de los residentes españoles”. Aprovechando la falta de guarnición, cometieron graves desmanes. Una información periodística señala que durante los dos días en que los obreros estuvieron en posesión del puerto “no hubo casa de peruano que no fuera saqueada”. Se acusó que esos trabajadores eran chilenos31 .

En 1867, el Perú se encontraba envuelto en una revolución contra la dictadura de Mariano Ignacio Prado. En noviembre de ese año una montonera entró al pueblo, la que impuso al comercio una contribución de cinco mil soles, bajo la amenaza de no permitir el embarque de salitre al que se negara a pagar. Los rebeldes sacaron una cantidad de soles notablemente menor que la exigida y algunos víveres32. Años más tarde una montonera ocupó el pueblo durante la revuelta de Nicolás Piérola contra el Presidente Manuel Pardo (1874). Los facciosos impusieron al comercio una contribución de diez mil pesos, que hicieron pronto efectiva.

El puerto sufrió las funestas consecuencias del terremoto y maremoto del 13 de agosto de 1868, que afectaron el litoral del sur del Perú. “Se ha perdido la mitad de la población dejando muchas familias en la mendicidad…”, manifiesta el Teniente Gobernador de Pisagua en un informe oficial33. “El Comercio”, de Lima, dice que “En Pisagua sucedió lo mismo que en Iquique. El mar destruyó las bodegas próximas a la playa y a las oficinas del centro”34. Se calcula que por efecto de la salida del mar en el puerto se perdieron setenta mil quintales de salitre35. Los habitantes tuvieron que refugiarse en los cerros.

Después de esa desgracia natural, sobrevino otra calamidad en la costa sur del Perú, especialmente, en Arica: la fiebre amarilla, que también se hizo presente en Pisagua. En diciembre de 1868 el Gobierno ordenó al Prefecto de Tarapacá destituir inmediatamente a las autoridades del puerto “que con mengua y escándalo del honor nacional, han abandonado dicho puerto faltando así a uno de sus principales deberes…”, y a nombrar interinamente a las que deben reemplazarlas36 .

Por decreto del 9 de diciembre de 1868, se prohibió a los buques mercantes recalar en Pisagua. Esta disposición se derogó, pero se mantuvo la prohibición para los vapores de la compañía inglesa37 .

El gobierno aprobó la contrata de la goleta “Pez Espada” para que sirviera de alojamiento a los empleados aduaneros de Pisagua, a fin de evitarles el contagio de la epidemia.

La lucha contra ese terrible mal, al fin logró erradicarla. El prefecto de Tarapacá en marzo de 1869 informaba al gobierno que hacía 15 días que no se presentaban casos de fiebre amarilla ni en Iquique ni en Pisagua38 . El ejecutivo dispuso que los vapores de la compañía inglesa podían tocar Pisagua.

El 1° de diciembre de 1868 se separó del Departamento de Moquegua la provincia de Tarapacá, con la denominación de Provincia Litoral estableciéndose en ella, el mismo régimen político-administrativo que en los Departamentos de la República. Se creó el distrito de Pisagua, en cuyo territorio estaban incluidas las salitreras del norte hasta Pampa Negra39 .

Siendo una imperiosa necesidad, el 20 de junio de 1870,l el Gobierno elevó el puerto menor a mayor, dotándolo de una aduana principal. Según un informe oficial de ese año Pisagua tenía más de 2.000 habitantes40. El pueblo revelaba muchas deficiencias: no tenía un muelle. La aduana funcionaba en una incómoda casa arrendada. El panteón se hallaba en una playa “donde con frecuencia se ve que las olas descubren los restos que se depositan y los animales los devoran”41. El aseo público era lamentable, pues el pueblo estaba rodeado de los inmensos basurales.

La segunda vía férrea que se tendió en Tarapacá fue la de Pisagua a las Oficinas del norte. Ramón Montero y Hermanos el 18 de mayo de 1869, recibieron la concesión para construir y explotar una ferrovía desde el puerto a los distritos de Zapiga, Sal de Obispo, Pampa Negra y Negreiros, con los ramales que fueron necesarios. Para dicho fin se otorgó concesión a la Compañía para contratar trabajadores extranjeros. Gran número de chilenos se empleó en esas labores.

El ferrocarril pareció consolidar el papel económico designado a Pisagua de ser el puerto más conveniente para el embarque del salitre de las Oficinas del norte. Lamentablemente, la falta de suficiente material rodante dificultó el porteo de nitrato de sodio al puerto, originando las sobre estadías de los buques, cuyos gastos absorbían los industriales, que debían pagar un alto flete al monopolio ferroviario de Tarapacá. Esta situación hizo posible que subsistieran las caletas de Junín y Mejillones como alternativas para exportar el fertilizante que a esos lugares llegaba a lomo de mula. La vecina caleta de Junín, habilitada durante el Gobierno del Mariscal Castilla (1855-1862), posteriormente, se transformó en una seria competidora de Pisagua

Esta era la visión de Pisagua en 1974:

La Municipalidad estaba presidida por el Alcalde Juan Loayza. La Corporación tenía a su cargo el alumbrado público que era a base de kerosene; y dos escuelas para ambos sexos.

Las autoridades políticas del Estado eran el Gobernador y el Teniente-Gobernador. Otros funcionarios importantes: el administrador de la Aduana principal, el Capitán de Puerto y el Comisario de Policía.

Había un estafeta de correos, una iglesia de regulares dimensiones, levantada con donaciones del vecindario. No existía un Hospital. Tampoco había cárcel. “Es admirable, relata un informe oficial, que no haya en este puerto una cárcel para contener los crímenes y desórdenes a que dan lugar la concurrencia de marinos, trabajadores sin ocupación por la paralización de las salitreras, y vagos consutidinarios…”42.

La administración de la justicia estaba entregada a jueces de paz, calificados de falta de idoneidad.

En 1874 entraron a su bahía 144 veleros, de los cuales 61 eran ingleses y 20 franceses; y 384 vapores43 .

La Aduana recaudó 337.000 soles. Se registró la exportación de cerca de 1.300.000 quintales de salitre. Los valores de los artículos importados ascendieron a 656.000 soles aproximadamente44 .

En el pueblo la harina se vendía a 7 soles el quintal; cebada, 2 soles 40 centavos el quintal; charqui, 32 soles el quintal; arroz, 8 soles el quintal; papas, 2 soles el quintal. El agua de Arica costaba 30 centavos la carga de 15 galones. La destilada de las máquinas resacadoras del puerto, 40 centavos los 15 galones45 .

Desde Arica se traían alfalfa seco, zapallos, frutas, aceitunas y caña dulce46 .

Los pisagueños demostraron generosidad con Iquique al recolectar su vecindario ayuda para los damnificados del terrible incendio acaecido en la Capital de la Provincia el 7 de octubre de 1875. “Una vez más los habitantes de Pisagua han dado pruebas inequívocas de tener los más nobles sentimientos… lo cual habla muy alto en favor de este pueblo naciente”, decía una información periodística47 . Años después, Pisagua sufrió las terribles consecuencias de dos desastrosos siniestros.

La población del distrito de Pisagua según el Censo de 1876 era de 5.937 habitantes. En el puerto vivían 2.131 personas. La población de las salitreras ubicadas en su distrito ascendía a 3.349 almas. En caleta Camarones residían 152 personas, Estación del Ferrocarril de Pisagua, 168, y en Rana, 13748.

El desglose de nacionalidades de la población del distrito era el siguiente: 1.895 peruanos; 1.460 bolivianos; 1.526 chilenos, 230 norteamericanos; 157 italianos, 108 franceses, etc.49.

El 9 de mayo de 1877 se produjo un nuevo terremoto y salida de mar. Los habitantes huyeron a la parte alta del pueblo. Los desbordes del océano causaron destrozos en los edificios cerca de la playa. La Estación del Ferrocarril quedó dañada. Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas.

A fines de ese trágico mes, sobrevino un hecho que vino a perturbar la tranquilidad del vecindario que aun recordaba con temor la reciente desgracia natural. El 28 entró a la bahía el monitor “Huáscar”, que se había sublevado contra el gobierno de Mariano I. Prado. Los insurrectos desembarcaron, entablándose un combate con la pequeña guarnición del puerto, que resultó vencida. Hubo algunos muertos y heridos. La ocupación fue breve. El destacamento del monitor se reembarcó cuando un vigía anunció que la división naval gobiernista estaba a la vista de Pisagua. El “Huáscar” abandonó la bahía, y frente a la caleta de Junín libró un combate con los tres buques de la división. La nave rebelde huyó50 . Poco después capitulaba en Iquique.

2.- La Bonanza Salitrera

El 5 de abril de 1879, Chile declaró la guerra al Perú. Pisagua iba a padecer los duros rigores del conflicto bélico. La flota chilena comenzó a hostilizar los puertos y caletas del litoral de Tarapacá.

El 18 de ese mes se puso en ejecución una operación naval para destruir las lanchas usadas en las faenas de embarque de salitre y desembarque de mercaderías en la bahía de Pisagua. Las fuerzas peruanas opusieron resistencia a los chilenos que respondieron con un bombardeo de los cañones de la corbeta de “Chacabuco” y el blindado “Blanco Encalada” sobre las posiciones ocupadas por los defensores del pueblo.

El violento cañoneo provocó un gran incendio. “No encuentro términos para manifestar a V.S. el horroroso espectáculo que presentaba la población incendiada en todas direcciones, haciéndose imposible apagar las llamas, no obstante, de los heroicos esfuerzos de los vecinos y de la fuerza para sofocar el incendio, habiendo, por consiguiente, quedado reducida a ceniza toda la población, a excepción de pocas casas”, da cuenta un parte oficial peruano51.

Algunos civiles resultaron muertos o heridos. Las pérdidas materiales ascendieron a una elevada suma.

Una flotilla chilena compuesta por el blindado “Cochrane” y la corbeta “O’Higgins” entró a la bahía el 29 de abril con la misión de capturar y destruir las lanchas. Esta vez desde tierra no se opuso resistencia. Cuarenta y cuatro lanchas fueron destruidas en esta exitosa operación, que implicaba un duro golpe para la actividad comercial del abrumado puerto.

La invasión del sur del Perú se inició el 2 de noviembre de 1879 por Pisagua, con el objeto vital de apoderarse del rico Departamento de Tarapacá.

Las fuerzas chilenas desembarcaron bajo un nutrido fuego de la guarnición del puerto. Los buques de la flota bombardearon las posiciones enemigas. La cruenta lucha finalizó con la caída de Pisagua. “Las consecuencias del bombardeo ha sido completar el incendio de la población, comprendiendo una existencia de 50 mil quintales de salitre, poco o más menos, y exceptuando la estación del ferrocarril, los almacenes de la aduana y casi toda la casa de Outram y Compañía”, refiere el parte del Jefe militar y Político del puerto, Coronel Isaac Recabarren52 .

Los vencedores, en la maestranza del ferrocarril hallaron 5 locomotoras y gran número de carros de carga, y en la Estación ferroviaria gran cantidad de salitre, además de un cargamento de fertilizante en una fragata francesa averiada seriamente.

El Departamento de Tarapacá quedó definitivamente bajo el dominio de las armas chilenas, con la retirada hacia Arica de las tropas peruanas, luego que éstas obtuvieron una sangrienta victoria en el Pueblo de Tarapacá, el 27 de noviembre de 1879. El Perú perdió la gran riqueza del salitre. Chile será el beneficiario de su amplísima explotación.

Las nuevas autoridades se encargaron de reorganizar la administración del territorio ocupado, y de reactivar gradualmente la industria salitrera, cuyas entradas eran fundamentales para financiar los gastos de la guerra.

Después de su conquista, se inició paulatinamente la reconstrucción de Pisagua, que se vio dificultada por el hecho que el suelo pertenecía en su mayor parte a personas que habían emigrado con motivo del conflicto bélico. Por lo que “no había con quien entenderse respecto al terreno sobre el cual debía levantarse la nueva población. Las autoridades militares concedieron licencias para edificar, respetando el derecho de los propietarios del suelo, y en consecuencia de ese derecho ineludible fue necesario pagar precios enormes por el terreno para no deshacer los edificios”53.

Con motivo de la guerra, a fines de noviembre de 1879, se había acumulado en la Pampa una considerable existencia de nitrato de sodio, que no pudo ser exportado por el gobierno peruano.

La reactivación de la industria fue gradual. En febrero de 1880 laboraban seis Oficinas de Máquinas, acrecentándose su número cada mes hasta no quedar paralizadas a fines de ese año de las Oficinas con contrato, sino la “Limeña” y “San Francisco”54 .

En mayo de 1880 en las salitreras de Tarapacá habían laborando 1.825 operarios y en febrero de 1881, 3.643 trabajadores.

Pisagua principió a recuperar su antigua actividad comercial. El movimiento marítimo en el puerto entre el 1° de abril de 1881 y el 1° de abril de 1882, registró la entrada de 8 veleros nacionales y 105 extranjeros; 72 vapores nacionales y 130 extranjeros. En el puerto había matriculadas 59 lanchas, 48 botes, 16 balsas, 8 botes pescadores, 10 cachuchos y 2 lanchas a vapor.

Los embarques de los fertilizantes tuvieron problemas porque el ferrocarril no podía satisfacer los requerimientos de los industriales para portear su salitre al puerto, debido a la falta de suficiente material rodante. “En Pisagua hay muchos buques que no han podido cumplir sus compromisos de zarpar en diciembre (1882), por no haber recibido salitre suficiente. Estos les impondrá una demora de varios días”. En cambio, en Caleta Junín la situación era distinta. “Las carretas siguen bajando gran cantidad de salitre a Junín”, manifiesta un diario de Santiago55.

Otro problema que se había originado por la creciente actividad del puerto, era que las bodegas resultaban insuficientes para acumular las grandes cantidades de salitre que bajaba el Ferrocarril, lo que obligó habilitar otros sitios para depositarlas.

La incapacidad del Ferrocarril de Pisagua para poder transportar toda la producción de las Oficinas del norte, fomentó el empleo de carretas con dicho fin. Un diario iquiqueño comentó esta situación: “Presenciamos un poco más al norte un espectáculo por lo demás curioso y original. Creíamos nosotros que en este siglo, las carretas habían ya cedido su lugar a los ferrocarriles. Peregrina ocurrencia. En Tarapacá no sucede así. Las carretas vuelven de nuevo y lo que es más, los comerciantes e industriales prefieren su servicio al de los ferrocarriles”56.

En 1883 se iniciaron los embarques de salitre por Caleta Buena, habilitada en 1881. La caleta empezó a restar lentamente actividad a Pisagua e Iquique. El vecindario pisaguino, preocupado de esta molesta competencia, en junio de 1884 pidió la clausura de “las miserables caletas de Junín y Caleta Buena”57.

A fines de 1884 se concretó la unión del Ferrocarril de Pisagua con el de Iquique,58 quedando de esta manera comunicados vialmente los cantones salitreros del norte con los del centro satisfaciéndose una necesidad comercial y estratégica.

Por el tratado de Ancón, 20 de octubre de 1883, Perú cedió a Chile, perpetua e incondicionalmente, el territorio de Tarapacá. El 31 de octubre de 1884 Tarapacá fue declarada Provincia, siendo dividida en dos departamentos: Pisagua y Tarapacá (Iquique). La autoridad máxima del departamento de Pisagua era el gobernador, con un sueldo anual de $ 4.000. Se dispuso la formación de una municipalidad compuesta de 3 alcaldes, a la cual se le asignó como territorio comunal todo su departamento. Se cedieron a la municipalidad los terrenos baldíos ubicados en los alrededores de la localidad que eran necesarios para su amplificación urbana, según el plano que se mandó a levantar. El departamento recibió el derecho a elegir un diputado propietario y un suplente59.

El departamento de Pisagua se dividió en 5 subdelegaciones por resolución del Gobierno de Domingo Santa María: Pisagua, Santa Catalina, Aroma, Camiña y Camarones. La de Pisagua se dividió en los distritos del Mar, Pichalo y Junín60. En el departamento vivían 4.504 personas: 2.624 chilenos, 883 peruanos, 434 bolivianos, 108 chinos, etc., según el censo de población levantado en noviembre de 188561.

El odioso monopolio de los ferrocarriles salitreros de Tarapacá que imponía subido flete a las oficinas, chocó con la inquebrantable política del Presidente José Manuel Balmaceda de terminar con ese abuso que trababa seriamente el desarrollo de la industria. Por esa razón, el 4 de diciembre de 1889 se llamó a propuestas para la construcción de un ferrocarril entre Caleta Buena y la oficina “Agua Santa”, en el cantón de Negreiros. El 19 de marzo de 1890 se aceptó una proposición para tender la línea férrea. Poco después, el 1° de abril de 1890, se pidió propuestas para construir un ferrocarril entre Junín y la oficina “Carolina”, en el cantón de Sal de Obispo. El 7 de mayo de ese año se aceptó la proposición de Brooking, Child y Co., para tender la línea. La referida empresa recibió permiso para extender ramales a los cantones de Sal de Obispo, Zapiga, Dolores, Pampa Negra y Santa Catalina.

El vecindario y el comercio de Pisagua reaccionó contra la construcción del ferrocarril de Caleta Buena. En Iquique también causó profunda inquietud el decreto del 4 de diciembre de 1889. Los pisagueños hicieron una presentación al presidente de la Cámara de Diputados, en la cual hicieron presente los efectos ruinosos del mencionado decreto: “todos los decaimientos de los pueblos del norte como los diversos sufridos por Pisagua han sido siempre originados por fuerza mayor, causas inevitables provenientes de hechos físicos o crisis mercantiles, pero jamás se ha visto que se haya arruinado a un pueblo en virtud de la ley y del decreto supremo”62.

La municipalidad del puerto también hizo una petición a la Cámara de Diputados, adhiriéndose a la presentación anterior.

Igualmente, Pisagua reclamó por la construcción del Ferrocarril de Junín, que iba a dar mayor importancia a esa caleta, con el consiguiente perjuicio de ese puerto.

El puerto vivió días difíciles durante la sangrienta Guerra Civil de 1891, desencadenada por la oposición, al culminar la grave crisis entre el Congreso y el Gobierno de Balmaceda.

La lucha fraticida estalló el 7 de enero de 1891, con la sublevación de la escuadra en apoyo a la causa del parlamento. Las guarniciones del ejército se mantuvieron leales a Balmaceda, excepto la de Pisagua, que se levantó en armas el 19 de enero.

En el alzamiento de Pisagua estuvieron involucrados varios vecinos que se pusieron con los oficiales subalternos para lograr la adhesión de la pequeña fuerza destacada en el puerto a la causa de los insurgentes. El movimiento lo encabezó el teniente I. Anabalón. El jefe de la guarnición, capitán Rivera, fue arrestado y conducido a bordo de la corbeta “Magallanes” que se hallaba en la bahía. El teniente de armada F. Neff recibió el nombramiento de Gobernador de Pisagua.

Pronto se efectuó en el pueblo “la celebración del acontecimiento y todo el mundo estaba entregado a la bebida…”63. La tropa recibió orden de formar campamento fuera de la localidad. Se le entregó una gratificación por su adhesión a la revuelta: $ 10 los soldados; $12 los cabos y $15 los sargentos64.

Desde Iquique se mandaron tropas para reprimir el levantamiento. El 23 de enero se produjo la acción de Alto Hospicio, llamado “El Combate de los Abrazos”, que fue favorable para gobiernistas. Pero los vencedores se llevaron una desagradable sorpresa. Una compañía de la fuerza balmacedista bajó al pueblo, donde sus habitantes recibieron con muchas atenciones a los extenuados soldados, ofreciéndoles cerveza, vino y refrescos. Se encargaron amablemente de tenerles el fusil. Esto permitió que casi y todos los fusiles.

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