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Dos años después de la petición inicial, Álvarez, estampó su firma al principio de una lista aneja a otro memorándum, un segundo intento de recibir el pago por las demandas provenientes de los disturbios de 1837. Entre los cofirmantes se encontraba Charles Bent42, amigo de Álvarez y también comerciante como él, uno de los cuatro hermanos que se había mudado al oeste desde Missouri. Junto con su hermano William y Ceran St. Vrain, Bent había formado la Bent-St.Brain Company y construido el Fuerte Bent en la parte alta del río Arkansas a principios de los años 1830. Se había casado con una mujer nuevomexicana y vivía en Taos desde donde regentaba una tienda (almacén). A pesar del hecho de que esta segunda petición al igual que la primera resultara infructuosa, los esfuerzos de Álvarez llevaron a los comerciantes estadounidenses a escribir una carta de agradecimiento al español en 1840. Alabaron la “muy rápida”, firme postura que tomó “bajo circunstancias de cualquier nivel… reivindicando nuestros derechos”43. Álvarez resumió todo el asunto en un pasaje que copió del “libro de Brantz Mayen” el 10 de diciembre de 1843; hablaba en parte de la revuelta de 1836 en Texas: “mantengo que esta revuelta ha afectado en gran manera nuestros intereses mutuos y los sentimientos de México y nuestra unión”44. Álvarez bien podría haber copiado estas palabras con una socarrona sonrisa en su cara.

A pesar de estas distracciones, Álvarez no permitió que sus sentimientos interfirieran con su intención de solicitar al nuevo gobierno que le otorgara una extensión de tierra de aproximadamente 9.300 acres a lo largo del río Ocaté, cerca de Mora, al noroeste de Santa Fe. A Álvarez le intrigaba la idea de transportar ganado ovino a lo largo del Antiguo Camino Español a California. Dámaso López, quien tenía experiencia, parece que deseaba unirse a él y supervisar la operación. Álvarez tenía interés en incrementar la producción de lana y consideró producir mejor lana por medio de incluir ovejas merinas en su rebaño. En contraste con su reacción a la petición de retribución de los estadounidenses, Armijo aprobó la petición de terreno el 16 de octubre de 183745. Aunque López finalmente llevó algunas ovejas a California, esta empresa fue mantenida en suspenso a causa de asuntos más apremiantes.

1 Román Álvarez, Abelgas: paisajes, evocaciones y remembranzas, (Salamanca; Ediciones Almar, 2003), 104 y Últimas voluntades y testamento de Manuel Álvarez, MNM/HL. Álvarez cita el Libro de Bautismos de Abelgas, 1794-1851, pp. 3 & 4, Archivo Histórico Diocesano de León, León, España.

2 Walter D. Sadlowski, Jr. “Manuel Álvarez: Merchant and trader, Cónsul and Commercial Agent Político” (artículo sin publicar, (sin paginación) MNM/HL, primera página; Francisco Perea “Santa Fe As It appeared During the Winter of 1837 and 1838,” ed. W.H.H. Allison, Old Santa Fe 2 (October 1914): 182-83. La Historia es una obra monumental a la vez que señera. Clavijero, nacido en Veracruz en 1731, fue expulsado de México con todos los hermanos jesuitas en 1767 y murió en Bolonia, Italia en 1787. La Historia Antiqua de Mexico fue publicada en cuatro volúmenes en 1780-1781. Humboldt, nacido en Berlín, Alemania, en 1769 recibió permiso del rey Carlos IV de España para viajar a Nueva España. Pasó la mayor parte de 1803 y 1804 en México y publicó su enorme

Political Essay con un prefacio de agradecimiento a Carlos IV en 1808. Álvarez tenía ambos libros en Santa Fe, al menos en los años 1830.

3 AP/Libro de cuentas, 1834

4 Ibid.

5 Ibid.

6 Louise Houck, The Spanish Regime in Missouri: A collection of Papers…, vol. 2 (Chicago: R.R: Donnelley &Sons, 1909), p.376. Eugenio Álvarez aparece en la lista como cabeza de una familia de seis miembros, vivió en San Luis desde, por lo menos 1779. Houck, History of Missouri, vol. 2 (Chicago: R.R: Donnelley &Sons, 1908), p. 21 registra la llegada de Álvarez al continente en 1768. John Barber White “The Missour Merchant One Hundred Years Ago”, Missouri Historical Review 13, nº 2 (1919): 100-101, incluye en una lista a Eugenio Álvarez como uno de los comerciantes principales de San Luis en el momento de la cesión de Missouri a los Estados Unidos. La relación entre Eugenio y Manuel es en este momento pura conjetura. El pasado está algo enmarañado porque Eugenio tenía un hijo que también se llamaba Manuel. Houck, History, p. 21, menciona un Manuel Álvarez pero no está clara su identificación. A Manuel, el hijo, le fue concedido un pedazo de tierra de su elección junto a la iglesia principal de San Luis, quien lo vendió inmediatamente. La parcela se muestra en un mapa que encontré en las propiedades de la Missouri Historical Society, San Luis. Ver también el contrato entre Charles Lucas y Christopher M. Price del 18 de junio de 1817, CL. No queda claro exactamente qué otros terrenos fueron a parar al hijo, ni cómo se le trasmitieron. Sí que compró 150 acres frente al río por 250 dólares en marzo de 1820. Este terreno, sin embargo, no era una parcela urbana valiosa; este podría haber sido el terreno por el que pagó a su padre 100 dólares el 27 de mayo de 1816; GRDB, I and J, nos. 99k-100, 6 de marzo de 1820. Un hecho curioso es que el terreno estaba peritado por Silas Bent, el padre de los hermanos Bent, de quienes se hablará más tarde. Ver también GRDB, E, no. 496, 28 de mayo de 1816. La documentación que establece a Manuel el hijo como propietario de la tierra es: GRDB, E. No. 496, 27 de mayo de 1816 y J, nos-100-101, 9 de marzo de 1820. El hijo murió en algún momento a mediados de los años 1840 lo que le sitúa como un Manuel Álvarez diferente del que nos ocupa. Ver GRDB, O, no. 60, 15 de septiembre de 1840 y nos. 60-61, 19 de octubre de 1840. La subasta de las tierras de Álvarez es atestiguada por el empleado John Rowland, otra persona de quien se hablará más adelante. Tengo la esperanza de que esta breve digresión sobre la vida de Manuel Álvarez, hijo de Eugenio, pueda ayudar a prevenir que historiadores posteriores caigan en la trampa de confundir a los dos Manuel Álvarez.

7 LGF, pasaporte, 3 de septiembre de 1824, rollo (carrete 6), secuencia 1132, no. 11. Ver también Harold H. Dunham, “Manuel Álvarez,” en The Mountain Men and the Fur Trade of the Far West, vol. 1, ed. LeRoy Hafen (Glendale, CA: Arthur H. Clark, 1965), p. 182; David J. Weber, The Taos Trappers: The Fur Trade in the Far Southwest, 1540-1846 (Norman University of Oklahoma Press, 1971), p. 86; y pasaporte, 1824, en Ralph Emerson Twitchel, The Spanish Archives of New Mexico, vol. 1 (Cedar Rapids, IA: The Torch Press, 1914), p. 342; and Sadlowski, “Manuel Álvarez,” passim.

8 Weber, Taos Trappers, p. 94.

9 Por ejemplo, ver el “Plano de la Provincia interna de el Nuevo Mexico…1779” por Bernardo Miera y Pacheco, reproducido en Angelico Chavez y Elenore Adams, The Missions of New Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1956), p.4.

10 Zebulon Montgomery Pike, The Southwest Expedition of Zebulon M. Pike, ed. Milo Quaife (Chicago: Lakeside Press, 1925), p. 136.

11 (N.T.) La plaza en Santa Fe o en Taos la placita, es la plaza mayor de la ciudad hispana que se han conservado intactas hasta la actualidad y emblema de sus centros históricos.

12 Un buen ejemplo de una publicación contemporánea de Santa Fe es “Journal of M.M. Marmaduke,” SFTP; Marmaduke podía aceptar Santa Fe pero no los mendigos ni las casas de adobe.

13 William Becknell, “Journal of Two Expeditions From Boon’s Lick to Santa Fe,” Missouri Intelligencer (Franklin), 22 de abril de1823; Thomas James Three Years Among the Mexicans and the Indians (Chicago, Keystone Books, 1962); and David J. Weber, The Mexican Frontier, 1821-1846: The American Southwest under Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1982), pp. 128-129.

14 Que el comercio de Santa Fe era lucrativo en sus primeros años queda demostrado por un contemporáneo, G. C. Broadhead, quien guardó anotaciones sobre caravanas que volvían de Nuevo México a San Luis. El 18 de octubre de 1834 informó de que una caravana de la compañía St. Vrain-Bent traía “más de 200.000 dólares en especie.” Broadhead, “Notes on Santa Fe Traders,” p. 4, SFTP.

15 Ver Weber, Taos Trappers, para un estudio excelente sobre el papel del comercio de pieles de Nuevo México.

16 Missouri Intelligencer (Fayette), 19 de julio de 1827. Álvarez y Padilla volvieron a Nuevo México con un permiso para viajar a través del territorio indio que había sido expedido por el gobernador William Clark; ver Louise Barry, The Beginning of the West: Annals of the Kansas Gateway to the American West, 1540-1854 (Topeka: Kansas State Historical Society, 1972), p. 146. Ver también David J. Weber, The Extranjeros: Selected Documents from the Mexican Side of the Santa Fe Trail, 1825-1828 (Santa Fe, NM: Stagecoach Press, 1967), p. 43; aquí Álvarez y el resto de la comitiva están registrados por la Secretaria de Relaciones. Llegaron el 12 de noviembre. Álvarez aparece en la lista como nativo de León, residente de Santa Fe, y mercader de profesión. Con todo, Álvarez hizo tres caminatas a través de las llanuras.

17 Weber, Taos Trappers, p. 185.

18 Ibid., p. 164.

19 Dunham, “Manuel Álvarez,” p. 185. Álvarez es mencionado en documentos como Alvareis y Alvaripe, de quien se dice que se casó con una mujer india que le dio tres hijos; uno se murió y se dio a entender que los otros dos fueron enviados a España. La historia no documentada del matrimonio es contradictoria tanto con el testamento de Álvarez como con un árbol genealógico dibujado por él.

20 Warren A. Ferris, Life in the Rocky Mountains, ed. P.C. Phillips (Denver, CO: Old West Publishing, 1940), pp. 192-194.

21 Ver Merrill J. Mattes, “Exploding Fur Trade Fairy Tales,” en Probing the American West, ed. K. Ross Toole et al. (Santa Fe: Museum of New Mexico Press, 1962), p. 96. El capítulo está basado en el artículo de Mattes, leído en el primer encuentro anual de la Western History Association, en la que desacredita la reivindicación de Colter de haber descubierto las maravillas naturales y da crédito cualificado a Álvarez. Ver también Richard A. Bartlett, Nature’s Yellowstone National Park in 1872, (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1974), p. 103. Debo rebatir las opiniones de Phillips porque Álvarez no se adentró en la vida montañera hasta 1828. Ver Bartlett, Nature’s Yellowstone, pp. 224-225, fn. 30, y Merrill J, Mattes, “Behind the Legend of Colter’s Hell: The Early Exploration of Yellowstone National Park,” Mississippi Valley Historical Review 36, no. 2 (September 1949): 258.

22 Daniel T. Potts a Robert T. Potts, 8 de julio de 1827, Research Library, Yellowstone National Park, Wyoming.

23 Ferris, Life, p. 259; la historia apareció primero en 1842-1843 en el Western Literary Messenger. Ver también Mattes, “Behind the Legend,” p. 269.

24 Mattes, “Behind the Legend,” p. 271.

25 Dunham, “Manuel Álvarez,” p. 186; borrador por 1.325.98 dólares a Manuel Álvarez, 31 de julio de 1833, PC-M. El antiguo jefe de Álvarez, Louis Papin, recibió un pago de sólo 116.62 dólares; ver Lansing Bloom, “Ledgers of a Santa Fe Trader,” El Palacio 14, no. 9 (May 1923):135.

26 Twitchell, Spanish Archives, vol. 2, p. 626.

27 Para otras versiones de este incidente ver, LeBaron Bradford Prince, Historical Sketches of New Mexico (Kansas City, MO: Ramsey, millet &Hudson, 1883), pp. 241-242; Rex Arrowsmith, ed., Mines of the Old Southwest (Santa Fe, NM: Stagecoach Press, 1963), p. 50; y John M. Townley, “El Placer: A New Mexico Mining Boom Before 1846,” Journal of the West 10, no 1 (January 1971): 108-110.

28 Sadlowski, “Manuel Álvarez,” página 18; Alvin R. Sunseri, “Sheep Ricos, Sheep Fortunes in the Aftermath of the American Conquest, 1846-1861,” El Palacio 83, no. 1 (1977):6.

29 Weber, Taos Traders, p. 40.

30 El último rendezvous tuvo lugar en el Green River, cerca de la boca de Horse Creek, en 1840.

31 Proyecto de ley firmado por David Waldo, 28 de octubre de 1835, AP.

32 Smith abandonó el negocio de las pieles para invertir en comercio en el Camino de Santa Fe, donde murió durante una emboscada comanche.

33 Janet Lecompte, Rebellion in Rio Arriba, 1837 (Albuquerque, Historical Society of New Mexico–University of New Mexico Press, 1985), pp. 13, 19-20.

34 “Los comerciantes estadounidenses de Santa Fe al honorable Powhatan Ellis, ministro plenipotenciario y enviado extraodinario de los Estados Unidos de América a la República de México”, 7 de septiembre de 1837 (a partir de aquí comerciantes a Ellis), BR, no. 8, p. 3.

35 Ibid.

36 Un historiador ha señalado que la propiedad de los fallecidos fue subastada según la ley. Ver Phillip Reno, “Rebellion in New Mexico-1837,” New Mexico Historical Review 40, no. 3 (1965): 197-213. Esta puede haber sido la razón de que incluso tras la Victoria de nuevas fuerzas gubernamentales del sur, la separación de los comerciantes no vino a continuación.

37 Comerciantes a Ellis, 7 de septiembre de 1837, BR, no. 8, p. 2.

38 Manuel Armijo a Jose Sutton, 25 de septiembre de 1837, en Reno “Rebellion,” pp. 202-203. Álvarez estaba entre aquellos a los que se les dieron las gracias en nombre del presidente de México.

39 Comerciantes a Ellis, 7 de septiembre de 1837, BR, no. 2. Para la autoría de Álvarez, ver Orral Messmore Robidoux Memorial to the Robidoux Brothers: A History of the Robidouxs in America (Kansas City, MO: Smith-Grieves, 1924), pp. 205-208.

40 Lansing Bloom, “New Mexico Under Mexican Administration,” Old Santa Fe 2 (October 1914): 141.

41 S. Vergara a Álvarez, 17 de agosto de 1838, BR, no 298.

42 APUNM, carrete 4 (no está con los originales en AP).

43 Residentes estadounidenses en Santa Fe a Álvarez, 8 de diciembre de 1840, BR, no 9.

44 APUNM, carrete 4: original en BR LIbro de Cartas de Álvarez (a partir de aquí citado como BR/Libro de Cartas)

45 Ocaté, reclamación no. 1; Dunham, “Manuel Álvarez,” p. 193.

Capítulo 2

Ciudadanía y diplomacia

Exequatur: autoridad conferida formalmente a un cónsul extranjero por el país al que es enviado y en virtud de la cual puede ejercer sus funciones oficiales dentro de los límites territoriales.

James A. Ballantine, Diccionario legal con pronunciaciones

Tras la independencia de México, su cercanía a los Estados Unidos se convirtió en crucial porque México oficialmente sancionó el comercio extranjero. Esta nueva política abrió la puerta a la influencia anglo americana en el departamento norte de México. En 1840, la zona se había convertido en un elemento importante del plan de los Estados Unidos para la expansión al océano Pacífico1 y México se había vuelto desconfiado en sus puestos fronterizos. Nuevo México también tenía que enfrentarse a Texas y, atrapado en el medio, iba a sentir pronto la presión: primero llegaron las demandas fronterizas de Texas y después la invasión.

Por su situación geopolítica, Nuevo México y especialmente Santa Fe y Taos, se convirtieron en ciudades cosmopolitas. Como puestos fronterizos tanto para la sociedad mexicana como la anglo-norteamericana, estas ciudades del norte de México llegaron a ser centros comerciales que representaban importantes entidades políticas y resultaron vitales para la expansión estadounidense en un momento en el que el destino manifiesto se puso de moda. En medio de tales desarrollos históricos, la ciudadanía se convirtió en algo extremadamente importante, sin embargo, la ciudadanía de un país o de otro podía ser tanto una ventaja o un impedimento dependiendo de las circunstancias. Los comerciantes anglo-norteamericanos intentaron resolver este problema de varias maneras: algunos se hicieron ciudadanos naturalizados de México o intentaron mantener la doble ciudadanía. Otros se casaron con mujeres mexicanas con la esperanza de establecer comunicaciones con funcionarios mexicanos. Algunos de los ejemplos más famosos de aquellos que tomaron esta alternativa son Charles Bent y Christopher “Kit” Carson, quienes se casaron con dos mujeres que eran hermanas. Durante el tiempo que estuvieron prometidos, Carson se convirtió a la fe católica y fue bautizado por el sacerdote local padre Antonio José Martínez2. Finalmente, estaban aquellos que aparentaron ser ciudadanos nacionalizados: dejaron que los funcionarios del gobierno mexicano creyeran que eran residentes legales mientras que, al mismo tiempo, seguían siendo ciudadanos de los Estados Unidos.

Muchos comerciantes actuaban bajo la “protección” de la ciudadanía mexicana aunque en ocasiones el gobierno mexicano eligiera ignorar dicha protección como cuando el gobernador Armijo rehusó prestar ayuda a los estadounidenses capturados en la expedición de Texas que invadió Nuevo México en 1841. El gobernador al menos fue consecuente: tampoco hizo nada por Thomas Falconer, que era inglés. Ni siquiera aquellos residentes anglonorteamericanos de la zona que habían sido nacionalizados mexicanos recibieron el favor político del gobernador. En enero de 1841, Armijo envió una circular criticando a los extranjeros que “pasaban de un lado a otro” bajo la protección de las leyes estadounidenses sin prestar ninguna atención a las leyes locales3. Alrededor de una semana más tarde, Álvarez recibió una carta que le notificaba una orden oficial de deportación de todos los extranjeros que no tuvieran sus papeles en regla4. El efecto de esta nueva política resultó evidente cuando tres días después, Álvarez recibió una carta de un estadounidense, Simeon Turley, en Taos. Turley había sido interrogado acerca de su nacionalidad y acosado, o eso alegó, por las autoridades locales. Solicitó a Álvarez, quien en 1839 había sido nombrado cónsul de los Estados Unidos “conseguirle… una carta o algo que le proporcionara seguridad”5.

Si jugar con la ciudadanía era un método de supervivencia para los residentes no mexicanos, Manuel Álvarez era un maestro en el juego. Demostró capacidad para enfrentar los derechos de ciudadanía de un país contra los de otro en muchas ocasiones. Sin embargo, este juego crearía problemas y existía la posibilidad de fracasar. Hasta 1842, la cuestión del estatus legal de Álvarez fue uno de los mayores misterios que rodearon su vida. Solicitó la nacionalidad mexicana en tres ocasiones distintas entre 1825 y 1826. Desafortunadamente surgieron problemas con su pasaporte, el que el gobernador McNair de Missouri había redactado, porque Álvarez estaba incluido entre aquellos referidos como ciudadanos estadounidenses. Esto les parecía, evidentemente, sospechoso a los funcionarios del gobierno mexicano. Sin duda, algunos levantaron la ceja sorprendidos cuando el nombre de Álvarez apareció en la lista de ciudadanos españoles a deportar en 1829.

Se duda sobre si a Álvarez alguna vez se le concedió la ciudadanía mexicana aunque él afirmaba constantemente que tenía derecho a ella. Muchos documentos se refieren a él como “natural de España y ciudadano mexicano”, tuvo pasaportes mexicanos6 y el gobernador Armijo corroboró los argumentos de Álvarez cuando lo empleó como justificación para utilizar arbitrariamente la propiedad del español7. Las peticiones que Álvarez presentó contienen pruebas abundantes diseminadas en el texto que indican su determinación de ser nacionalizado mexicano8. Quizás una de las razones de su tenacidad fuera su entusiasmo probado por la fe católica9. En otro contexto, Álvarez argumentó que bajo la constitución mexicana él tenía “los derechos de ciudadanía… por estar viviendo en el país cuando logró la independencia”. Aunque en realidad siguió siendo súbdito español, aparentemente se las arregló para convencer a las autoridades mexicanas y mucha otra gente de su estado como nacionalizado10.

Resulta evidente por documentos relacionados con su ciudadanía estadounidense que Álvarez no estaba más que poniéndose una máscara que permitiera que otros, por error, supusieran cuál era su estatus. Muchos ejemplos demuestran adecuadamente su laxitud en mantener su documentación en regla. En cada caso, la suposición de su nacionalización estadounidense resultaba una ventaja que deseaba alcanzar. En su petición de ciudadanía estadounidense el 16 de octubre de 1834, Álvarez fundamentó que no era todavía ciudadano estadounidense y que no quería ser considerado ciudadano de México o de España. Renunció en una declaración frente al Tribunal Supremo (Circuit Court) de San Luis11, “a toda lealtad y fidelidad hacia cualquier príncipe extranjero… en particular a Isabel II, reina de España, de quien he sido súbdito hasta el momento”. La incapacidad de cumplir el requerimiento de cinco años de residencia condujo al rechazo de su petición y no se convirtió en ciudadano estadounidense hasta el l9 de abril de 1842, cuando repitió su declaración ante el mismo tribunal12.

Álvarez había adoptado con despreocupación el estatus de ciudadano estadounidense ya en 1824 cuando recibió su pasaporte estadounidense. Es posible que creyera que el hecho de ser español no le bastaría para volver a México ya que ese país había salido recientemente con éxito de una revolución en la cual España y los españoles peninsulares habían sido el enemigo. Fuera como fuese, su nueva “identidad” fue suficiente para lograr su objetivo. El 4 de marzo de 1839, Álvarez consiguió otro pasaporte estadounidense que le proclamaba “ciudadano de los Estados Unidos” expedido en Washington y firmado por el secretario de Estado John Forsyth. De nuevo Álvarez demostró ser un experto en el juego de la multinacionalidad; quizá para evitar problemas innecesarios, nunca firmó el documento en el espacio habilitado para ello13. El astuto comerciante pudo tener otro motivo para no hacerlo, ya que el 21 de marzo fue nombrado cónsul de los Estados Unidos en Santa Fe por el mismo Forsyth14.

En este momento Álvarez disponía de una próspera y bien establecida tienda (almacén), propiedades de terreno y muchos contactos en la red de comercio de Santa Fe. El hecho de que fuera natural de España presagiaba un desastre: si perdía su ciudadanía mexicana, su origen daría todas las facilidades a las autoridades mexicanas para destruirle económicamente. Así que, recibido el nombramiento, decidió intentar persuadir a las autoridades mexicanas de que podía actuar en los aparentemente contradictorios papeles de ciudadano mexicano y cónsul de los Estados Unidos, una hazaña de protesta que no sería fácil de llevar a cabo.

Armijo, quien ocupó el puesto de gobernador casi todo el tiempo en que Álvarez tuvo su mandato diplomático, era un político experto y podría no querer que este español peninsular defendiera de manera oficial los derechos de todos los estadounidenses15. Lo que es más, Álvarez debía actuar con rapidez: México tenía una ley que eliminaba los derechos de ciudadanía para cualquier persona que desempeñara un puesto para un país extranjero. Esto quería decir que si todavía no había perdido sus derechos él iba a perderlos tan pronto como se enteraran de su nombramiento en Ciudad de México. El reconocimiento formal a través de la concesión de “exequátur” podía ciertamente significar el final de su ciudadanía adquirida, al menos a ojos de la burocracia mexicana. Álvarez, aparentemente, habría expresado al gobernador su deseo de nacionalizarse mexicano porque Armijo escribió a Luis G. Guevas, ministro mexicano del interior a principios de agosto de 1839 recomendando su aprobación16. Habría sido inútil pedir a Forsyth o al ministro estadounidense que se retrasara el proceso; después de todo, Álvarez había hecho creer al secretario de Estado que era ciudadano de los Estados Unidos.

A finales de agosto de 1839, Álvarez informó oficialmente al gobierno de Nuevo México, expresamente a Armijo que deseaba continuar disfrutando sus derechos bajo la constitución mexicana. Expuso con detalle el dilema creado por el reciente honor de su nombramiento por el “Señor Presidente de los Estados Unidos” y sobre el hecho de que las leyes de México podrían retirarle la nacionalidad de la que había disfrutado hasta el momento: ¿le ayudaría el gobernador a mantener su ciudadanía mexicana mientras desempeñaba su función como cónsul de los Estados Unidos, solicitándolo al Supremo Congreso Mexicano en su nombre? Armijo respaldó la inusual petición del español enviando la carta de Álvarez junto con otra carta expresando sus recomendaciones personales y reiteró su informe en otra carta una semana más tarde17. Indudablemente, la subsiguiente lluvia de correspondencia complicó el proceso de otorgar a Álvarez el cargo de “exequátur”. Aunque a Ellis se le hizo saber de forma oficial que eran las condiciones inestables en Nuevo México las que estaban causando el retraso18, la controversia sobre la ciudadanía de Álvarez pudo haber sido parte del problema.

No parece que ni el gobierno mexicano ni Álvarez hubieran informado a las autoridades de Washington DC de que estaba intentando mantener los derechos de ciudadanía mexicana, sin embargo, los trabajadores del gobierno dudaron en darle reconocimiento oficial. El certificado de Álvarez no fue firmado hasta el 12 de febrero de 1840. Forsyth escribió una carta en la que se informaba oficialmente al cónsul de la confirmación de su puesto por el Senado, no obstante, la carta nunca se llegó a firmar porque Ellis comunicó al departamento de Estado que el gobierno mexicano había rehusado reconocer a Álvarez como cónsul19.

El 18 de febrero de 1840, el día después de que se hubiera redactado la carta nunca enviada, a Álvarez se le comunicó, para preservar la tranquilidad interna, de parte del secretario del departamento de Nuevo México, Guadalupe Miranda, que el gobierno local le había reconocido como cónsul20. Armijo debía recibir todavía una respuesta de las autoridades centrales a la petición de Álvarez de conservar su ciudadanía mexicana. Aunque Álvarez lo desconocía por completo, su petición había impedido su reconocimiento diplomático tanto por el gobierno de los Estados Unidos como por el de México. Álvarez sólo era reconocido oficialmente dentro del departamento de Nuevo México. Poco después, sin embargo, el gobernador Armijo recibió un despacho oficial del ministro Guevas. El presidente de México, decía Guevas, concedía permiso a Álvarez para “administrar y realizar las obligaciones” de cónsul “sin perjudicar sus derechos de ciudadanía”. Guevas solicitó entonces que el ministro de asuntos exteriores agilizara los trámites del “exequátur” de Álvarez tan pronto como el certificado de nombramiento del español le fuera presentado21. Armijo cumplió con rapidez el deseo de Guevas e hizo saber a Álvarez que el gobierno central había respondido afirmativamente a su petición y ahora esperaba que les presentara su comisión. El gobernador también había enviado una circular anunciando el reconocimiento oficial de Álvarez22.

El nombramiento de Álvarez como cónsul no era inusual dentro de las sucursales diplomáticas del gobierno de los Estados Unidos. Servía la necesidad lógica de tener en el cargo a alguien familiarizado con las circunstancias locales. La costumbre también dictaba que el cargo no llevaba retribuciones dinerarias. El certificado de nombramiento oficial de Álvarez estipulaba que realizaría el servicio sin sueldo aunque recibiría una pequeña cuenta para gastos23. Esta política tan miserable arriesgaba el desarrollo de una diplomacia inactiva y con intereses personales en la zona fronteriza, como había sido cierto en el caso de los predecesores de Álvarez en el cargo, Augustus Storrs y Ceran St. Vrain, ninguno de los cuales, supuestamente, residía en Santa Fe24; la inactividad, sin embargo, no iba a ser una característica del mandato de Álvarez. El prestigio oficial de Álvarez se convirtió en un asunto complicado, puesto que el gobierno de Estados Unidos y el de México sostenían puntos de vista contrarios en cuanto a su reconocimiento oficial. Situación tal sólo podía dejar perplejo al hombre involucrado en el asunto y la confusión se vio acrecentada por el contexto histórico. Al estar en el punto de mira de dos países, Nuevo México, proporcionaba un problema difícil para el representante principal de los gobiernos involucrados.

El gobernador Armijo, adversario de Álvarez, también tenía problemas. Nuevo México, puesto fronterizo tradicionalmente pobre, algunas veces esperaba hasta tres años hasta el siguiente tren de provisiones del sur. Al darse cuenta de que este departamento colindaba con la rebelde Texas, Armijo intentaba constantemente conseguir provisiones y hombres de sus superiores. Tales intentos casi siempre resultaron inútiles. Aunque estadounidenses y texanos consideraron la separación de Texas de México completa con el tratado de Velasco en 1836, el gobierno mexicano continuó viendo a los texanos como súbditos en conflicto con su gobierno legítimo. La amenaza de una invasión, realizada en 1841, además de las demandas de Texas de la frontera oeste, basadas en el Tratado de Velasco, que incluían no sólo Santa Fe sino la mitad de Nuevo México, acrecentaron la ansiedad de Armijo. Armijo fue un administrador eficaz y capaz durante tiempos difíciles y no gobernó de forma independiente de Ciudad de México. Entendía a su gente y gobernaba con sensibilidad y, lo que es más importante, según las costumbres de su tierra. Los Estados Unidos eran una sociedad agresiva en expansión y este hecho no era un secreto para el gobernador nuevomexicano sobre todo, desde que los comerciantes anglonorteamericanos locales le habían proporcionado periódicos de su país. Podía leer sobre el desarrollo, prejuicios y ambiciones de la “joven América”. Armijo no recibía ayuda del gobierno central y se encontró, en 1839, obligado a tolerar a un cónsul enérgico en la persona del recién nombrado Álvarez que representaba a la misma gente que Armijo sospechaba que, en el peor de los casos, eran agentes de Texas o, en el mejor de los casos gente posiblemente problemática25.

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