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MANUEL ÁLVAREZ (1796-1856),UN LEONÉS EN EL OESTE AMERICANO

Agradecimientos

Este libro se publicó originariamente en inglés en los Estados Unidos. Narra la historia de un hombre que salió de las montañas del norte de León para llevar una vida discreta pero influyente en el suroeste de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX.

La publicación en inglés del año 1990 constituye la primera documentación verdadera sobre Manuel Álvarez y su importancia. El relato de su vida es una aventura asombrosa. Atravesó la Ruta de Comercio de Santa Fe en muchas ocasiones, vivió en las Montañas Rocosas como trampero; se convirtió en cónsul de los Estados Unidos y dirigió un negocio en lo que entonces era el norte de México.

Y aun así, su historia era oscura a pesar del hecho de que mucha de su correspondencia e informes se encuentran disponibles en Nuevo México y en Washington, D.C.

La biografía parece un medio fácil de escribir historia: después se inicia la investigación y la biografía se torna más difícil porque el ser humano es complejo. Darle un sentido a la causa y la consecuencia, las motivaciones por las que los sujetos realizan sus acciones, necesita más que un mero listado de fechas de nacimiento, defunción y los hitos entre medias. Si se hace bien, la biografia puede ser un conducto: el relato de una vida se convierte tanto en la historia de una vida como de los tiempos en los que se desarrolla. La vida del individuo ilustra un periodo de la historia, y al revés, la historia es el relato de seres humanos que como nosotros rieron y lloraron, amaron y odiaron. ¿Que podría ser más natural que escribir una biografía?

Mientras que el propósito inicial de este libro era presentar a Álvarez a un público cuya historia él ayudó a dar forma, me sorprendió agradablemente que investigadores de la región de origen de Álvarez demostraran gran interés en un “paisano” desconocido para ellos hasta la fecha.

En primer lugar debo dar las gracias a Lorenzo López Trigal y a su esposa, Cuqui, a quienes conocí en Nuevo México. El Dr. López es catedrático en la Universidad de León e inmediatamente demostró gran interés cuando compartí con él mi trabajo sobre Manuel Álvarez. Le regalé una copia de la edición en inglés y él insistió en que la obra debía ser publicada en España.

Ambos me condujeron hasta Imelda Martín Junquera, también de la Universidad de León, quien tradujo mi modesto inglés a un castellano correcto. La Dra. Martín Junquera, una investigadora especializada en la literatura chicana que ha realizado muchas estancias continuadas en los Estados Unidos, añadió sus conocimientos sobre el Oeste de los Estados Unidos para plantear preguntas y aclarar referencias que de otro modo habrían carecido de sentido para el público español.

Publicaciones aparte, hemos forjado una amistad y nos hemos visitado en nuestros respectivos, aunque distantes, hogares. Con amigos y con colegas cuyas perspectivas son inestimables, proyectos como este son posibles.

Mi esposa, la Dra. Celia López-Chávez, historiadora titulada por la Universidad de Sevilla y profesora de la Universidad de Nuevo México me presentó al Dr. López Trigal y a su esposa. El interés de Celia en la historia de su país de adopción y el aprecio compartido hacia las muchas conexiones históricas y culturales entre el sudoeste de los Estados Unidos y España se convirtieron en el aliento definitivo para que todos nosotros consiguiéramos que este libro se publicara en España.

Al contrario que a los colegas mencionados con anterioridad, nunca he visto al Dr. Roman Álvarez de la Universidad de Salamanca. Nos hemos conocido a través del ciberespacio y casi nos hemos encontrado en un par de ocasiones. Aun así, le considero un amigo y un colega que ha contribuido al relato de la vida de Manuel Álvarez. Román Álvarez es un pariente lejano de Manuel Álvarez y ambos son oriundos de Abelgas. Román supo de la figura de su antepasado a través de una amiga común, Elizabeth West, bibliotecaria de Santa Fe, Nuevo México. West conoció a Román Álvarez cuando estaba de vacaciones en España. Por casualidades de la vida, Román se encontraba investigando para escribir un libro sobre Abelgas. Cuando Elizabeth West le proporcionó una copia de mi libro y un artículo, supo que tenía información suficiente para incluir un capítulo sobre Manuel Álvarez en su libro Abelgas: paisajes, evocaciones y remembranzas. Uno de los hallazgos importantes de la investigación adicional que realizó Román Álvarez fue la localización de la partida de bautismo de Manuel Álvarez, asentando así definitivamente su fecha de nacimiento en 1796. Esta información así como otros datos sobre la familia de Álvarez han sido incorporados a esta edición.

Cada libro es el producto de mucha gente dedicada. En el caso de esta obra, estas personas mencionadas más arriba son la razón de su publicación en español. En gran medida, este libro les pertenece.

El estímulo inicial para escribir este libro me lo proporcionaron los profesores Donnald Cutter de St. Mary University y de la Universidad de Nuevo México, Richad Ellis del Centro de estudios del suroeste de Fort Lewis College y Frank Szasz de la Universidad de Nuevo Mexico. Estos investigadores me enseñaron las técnicas de la historia: cómo investigar, organizar notas y compilar la información recabada. También revisaron y corrigieron los primeros borradores. En resumen, sin su orientación nada de esto podría haberse escrito.

Además, no cabe duda de la influencia que ha tenido la experiencia de toda una vida de leer libros escritos por un miembro de mi familia o de escuchar a otros hablar de su obra. Fray Angélico Chávez, mi tío, ha sido una inspiración desde que tuve edad suficiente para leer. Otras personas, como Myra Ellen Jenkins y Bruce T. Ellis me proporcionaron un aliciente que se basaba fundamentalmente en el deseo de no decepcionarles.

No existe sin embargo nada que se pueda igualar en importancia al amor y el apoyo de la familia: ni la inspiración, el ánimo, la paciencia, los documentos disponibles o la educación pueden siquiera remotamente alcanzar ese nivel.

Las palabras escritas son incapaces de expresar el aprecio y agradecimiento que les tengo a mis hijas Nicolasa Marie, también historiadora, y Christel Angélica, tristemente fallecida en 2002. Ellas, al igual que mi esposa Celia, siempre serán una inspiración.

Tampoco se puede describir la deuda contraída con mis padres. La primera vez que visité Abelgas fue con mi padre. Esta biografía fue un intento de que se sintieran orgullosos de mí. Con la esperanza de que haya logrado mi objetivo, este libro escrito por su hijo primogénito y ahora traducido al castellano para ser publicado en uno de sus países favoritos va dedicado a ellos:

Al Juez Antonio E. Chávez

y a

Marilyn S. Chávez.

Introducción

El hombre y su tiempo

Desde 1598, cuando Juan de Oñate condujo a los primeros colonos río Grande/Bravo1 arriba y fundó el reino de Nuevo México, el gobierno central con sede en Ciudad de México prestó una atención más bien mínima al nuevo asentamiento. Gastos elevados y problemas que, aunque minúsculos, resultaban recurrentes, contribuyeron a una falta general de entusiasmo. A lo largo de la historia, la preocupación de México crecía sólo cuando la amenaza del enemigo acechaba, de la misma forma que el miedo a la influencia francesa dominó durante la mayoría del siglo XVIII el interés de España en su frontera norte.

Con el final de la guerra Franco-India, denominada guerra de los Siete Años en Europa, la influencia francesa en América del Norte fue sustituida por los planes que los británicos tenían para el continente; planes que serían alterados cuando trece colonias británicas se rebelaron con éxito y, tras el Tratado de París de 1783, fueron reconocidas oficialmente como los Estados Unidos de América. España temía el entusiasmo del nuevo país y la nueva República de México heredó la suspicacia española. Así, Nuevo México sufrió bajo las distintas políticas y la creciente rivalidad entre los Estados Unidos y un México, caótico políticamente, cuya economía peleaba por salir a flote.

Tanto como asentamiento más antiguo de la civilización europea en el sudoeste de los Estados Unidos y como hogar de la mayoría de los indios pueblo, el valle del río Grande en Nuevo México resulta un buen ejemplo de ajuste cultural, una convergencia de culturas evidente en especial durante la época de la guerra de México. Los años en que el sudoeste de los Estados Unidos perteneció a México se caracterizaron por una población fronteriza cosmopolita, formada por, españoles, comerciantes procedentes de los Estados Unidos, tramperos franceses, indios y mexicanos, entre otros. Los grupos mayoritarios estaban subdivididos y con frecuencia enfrentados unos con otros: ricos frente a pobres, autoridades locales contra federales, anglos frente a no anglos y estadounidenses frente a mexicanos. Ciertas ocupaciones, sin embargo, tales como la de comerciante (mercader) atravesaba todo tipo de barreras étnicas y culturales.

Durante los veinticinco años del periodo mexicano (1821-1846), tuvieron lugar muchos cambios y desarrollos como consecuencia de la independencia que México acababa de obtener: la expulsión de sacerdotes franciscanos de México como resultado de su supuesta lealtad hacia España: una importante revuelta en 1837 contra la autoridad principal de Santa Anna que alentó el deseo de los nuevomexicanos de obtener la independencia del gobierno central; la expedición de Texas a Santa Fe y un aumento del número de ataques indios por nombrar algunos.

Sacerdotes seculares nuevomexicanos instruidos en México jugaron un papel fundamental en el desarrollo del patriotismo nacional de la nueva República de México. Las demandas sobre el río Grande de la frontera de Texas sólo sirvieron para acrecentar la ansiedad nuevo-mexicana de defenderse e ilustraron la escasa habilidad de México o la intención de no ayudar. La falta de interés del gobierno central reforzó la postura defensiva del departamento de Nuevo México, ya que los nuevomexicanos se enfrentaban entonces a otra amenaza además de los indios nómadas: los Estados Unidos de América.

La expansión y exploración de la frontera oeste, parte de la doctrina del destino manifiesto, supuso la creciente imposición de la cultura de los Estados Unidos sobre la del norte de México. Para asegurarse el éxito, la frontera del nuevo país no se había extendido durante mucho tiempo en la costa este o en la cordillera de los Apalaches. Antes de 1800, los pioneros se habían asentado en la parte de la Luisiana española más tarde conocida como Missouri. A éstos pronto les siguieron otros, cuando en 1803, el presidente Thomas Jefferson aprovechó los problemas de Europa para comprar el vasto e indefinido territorio de Luisiana. La población se incrementó rápidamente cuando se fundaron nuevos asentamientos en la parte baja de los valles en los ríos Missouri y Mississippi, lugares que ofrecían nuevas posibilidades, donde había terreno fértil y en los que se habían descubierto depósitos de plomo y sal durante los regímenes francés y español. Los ríos proporcionaban corredores naturales que estimulaban el comercio. El río Ohio que fluye desde el este y el río Missouri desde las llanuras del norte y las montañas Rocosas convergen en el Mississippi, la arteria comercial principal del centro oeste. La posible rentabilidad de las reservas naturales a lo largo de estas vías hídricas convirtió Missouri en el centro de la inmigración anglo-americana.

La especulación del terreno fue consecuencia natural del influjo de población pero incrementó los precios de tal forma que los granjeros no eran capaces de afrontar el pago de su propiedad con el beneficio obtenido de su producción. Cuando los precios de los productos agrícolas cayeron, los granjeros se encontraron cada vez con más dificultades para vender sus productos y conseguir o ampliar su crédito. Durante el pánico nacional de 1819, la frontera sufrió económicamente, especialmente por la falta de capital en especie (oro). Los lingotes que esperaban en la parte central del norte de México supusieron la cura exacta para la desesperación económica que sufría el oeste de los Estados Unidos. Missouri se convirtió en el centro de operaciones para la exploración del oeste y en última instancia de mercancías tales como lingotes y mulas de México y pieles desde las montañas. El “Camino de Santa Fe”, una de las rutas principales a través de las grandes llanuras o “gran desierto norteamericano”, se desarrolló como una ruta que se centraría y se aprovecharía de una provincia distante en el norte de México. Los nuevomexicanos eran fácilmente influenciables por los estadounidenses ya que la distancia y la orografía del terreno habían conseguido romper los lazos de cercanía y lealtad a México.

En los años 1830, los hijos de algunos nuevomexicanos comenzaron a asistir a la Universidad de St. Louis en Missouri, un centro católico. Con el tiempo, más de la mitad del comercio entre Missouri y Nuevo México comenzó a ser controlado por nuevomexicanos2. Santa Fe y Taos se beneficiaron del incremento de la industria generada por la caza y el comercio de pieles y, en gran medida, estas dos comunidades se convirtieron en el centro comercial de esta actividad al sur de las Rocosas, desempeñando un papel similar al de St. Louis para la zona norte y central de las Rocosas. Como resultado del comercio de pieles y del Camino de Santa Fe, se desarrolló una nueva conexión mercantil con California. Hacia mediados de los años 1830 se abrió El Camino Viejo entre Nuevo México y el sur de California (a Los Ángeles) lo que supuso que se condujeran rebaños de ovejas hacia el oeste para intercambiarlas por dinero que pudiera ser invertido en el comercio destinado a Missouri. El descubrimiento de oro en California incrementó el comercio ovino y se estableció, finalmente, la ruta de Whipple, una ruta más directa a través del hoy Flagstaff, Arizona.

Los problemas, no obstante, acompañaron a las ventajas financieras que se estaban logrando. Nuevo México se encontraba perfectamente situado geográficamente para encontrarse involucrado en la cuestión de la anexión, ya que, la nueva República de Texas, lograda su independencia en 1836, reclamaba el río Grande como frontera oeste. La mitad de Nuevo México, incluida Santa Fe, su capital y centro comercial, entraba dentro de esa demanda. Nuevo México también poseía un buen emplazamiento entre los puertos de los Estados Unidos y los puertos de San Diego y San Francisco en California. Controlar estos puertos del océano Pacífico proporcionaría a los Estados Unidos una ventaja evidente sobre otras naciones en competición por el comercio del Oriente. El presidente Andrew Jackson había intentado que Texas expandiera la demanda sobre su frontera oeste incluyendo California y durante la guerra México-americana, California se convirtió en el premio a lograr cuando el ejército estadounidense avanzó a través de Nuevo México de camino a la costa oeste.

En un Nuevo México aislado dominaba la pobreza y la población había desarrollado una actitud de independencia con relación al gobierno central3. Los nuevomexicanos no desempeñaron ningún papel en la revolución que llevó a la independencia de México en 1821; la mayoría ni siquiera se dieron cuenta de que el país estaba en guerra hasta meses después y de haberlo sabido probablemente tampoco habrían participado en ella. Se habían acostumbrado tanto a su independencia política, a su aislamiento y sentían tan poca conexión con las autoridades centrales que resistían cada vez con más intensidad los intentos tardíos de dominarles desde el sur. Estas circunstancias, con el tiempo, dejaron la provincia a merced de influencias extranjeras y así fue como una sociedad tradicionalmente beligerante contra Ciudad de México fue sometida casi sin resistencia por una sociedad y un gobierno ajeno a ella. En 1846, el general Stephen Watts Kearny avanzó sus tropas hasta Santa Fe, para culminar una ocupación militar estadounidense que, de hecho, ya había comenzado algún tiempo antes.

El año 1846 supuso, por tanto, uno de los acontecimientos más significativos en la historia de Norteamérica. Los Estados Unidos pasaron de ser 13 Estados concentrados en un espacio reducido en la costa atlántica, expandiéndose sobre un vasto territorio, a convertirse en una nación transcontinental. Los españoles también se habían mantenido ocupados expandiendo sus asentamientos hacia el norte, alejados de Ciudad de México, culminando en lo que el historiador Herbert E. Bolton llamó la frontera española (The Spanish Borderlands). El asentamiento español en el sudoeste norteamericano era un hecho consumado mucho antes de que los peregrinos arribaran a Nueva Inglaterra. Las dos culturas se encontraron en la frontera española. Aunque Texas y California desempeñaron cada una un papel, la posición geográfica crucial le pertenecía a Nuevo México que tenía mucha más población española que Texas o California. A los ojos de los mexicanos, el departamento de Nuevo México tenía una importancia más consolidada con relación a las otras comunidades fronterizas.

Estos dos factores –una población consolidada que tenía un sentimiento de independencia y una localización geográfica– no hicieron más que causar problemas para el territorio cuando cayó bajo el dominio de los Estados Unidos. Intentar conseguir la condición de Estado cuando una guerra civil estaba en ciernes en los Estados Unidos no resultó tarea fácil: Nuevo México se convirtió en una parte integrante del Compromiso de Missouri de 1850. Sufrió las consecuencias de las opiniones contradictorias sobre mexicanos y católicos y se involucró de manera profunda en las demandas fronterizas de Texas. Los Estados Unidos parecían tener una completa falta de preocupación y los nuevomexicanos protestaron desde el principio. El resultado supuso un retraso en la aceptación de Nuevo México como Estado de la Unión hasta 1912.

Manuel Álvarez fue un hombre capaz de adaptarse a las distintas condiciones de este lugar y momento crucial. Parecía representar todo aquello que podría causar su caída pero supo utilizar su inteligencia y personalidad ganadora para convertirse en un miembro fundamental de la compleja sociedad nuevo mexicana. Nacido en León, España, ciudadano mexicano y cónsul de los Estados Unidos en Santa Fe, Manuel Álvarez hablaba con fluidez inglés, español y francés. Asimismo, en distintas ocasiones fue viajero, trampero, comerciante, ganadero, juez ex officio, político y oficial electo. Aunque tenía una educación formal, su inteligencia era aparentemente del tipo de las que saben utilizar la experiencia práctica puesto que se adaptaba rápidamente a la vida en la frontera entre dos países.

Existen muchos “gigantes” históricos del periodo mexicano, sin embargo, Manuel Álvarez aún no ha sido considerado uno de ellos, aunque su presencia influyó en el proceso histórico. Por su tendencia a no llamar la atención, los historiadores han pasado por alto sus contribuciones, a pesar de la gran cantidad de documentos que dejó en varios archivos. Álvarez, aparentemente, era una de esas personalidades que trabajan mejor entre bastidores, pasando así desapercibido y dejando que el historiador se enfrente con el problema de determinar tanto su papel como su impacto en los asuntos nuevomexicanos y del oeste de los Estados Unidos en general.

Como comerciante de pieles, Álvarez llegó a capitanear un grupo de cuarenta hombres; pasó cinco años en las Montañas Rocosas centrales y fue uno de los descubridores de la maravilla de lo que hoy conocemos como el parque nacional de Yellowstone. Utilizó su experiencia y su amistad con Charles Bent para convertirse en un comerciante prominente en la Ruta de comercio de Santa Fe. Como cónsul de los EEUU en Nuevo México, Álvarez realizó las mismas funciones que su homólogo en California, Thomas O. Larkin. A Larkin se le atribuye el haber preparado el terreno para la toma de la California mexicana por los Estados Unidos, pero la expansión hacia California estaba sujeta a la ocupación con éxito de Nuevo México. La historia parece indicar que Álvarez tuvo éxito en preparar Nuevo México para la conquista. ¿Representó un papel tan importante en la expansión de los EEUU como el de Larkin?4

Como cónsul, Álvarez tenía la obligación de velar por los derechos de los ciudadanos estadounidenses que llegaban a los asentamientos del norte de México. Estas gentes eran normalmente comerciantes o tramperos quienes protestaban con frecuencia de las técnicas de México para cargar impuestos. Algunas veces, los ciudadanos estadounidenses se veían envueltos en situaciones que llevaban a Álvarez prácticamente a arriesgar su vida. Tras la ocupación, sin embargo, Álvarez se alió con los ocupados, posiblemente para hacer que la transición fuera lo más indolora posible. En 1847, cuando estalló una revuelta en Taos, las bajas incluyeron, entre otros estadounidenses y sus partidarios, al gobernador Charles Bent. El ejército de los Estados Unidos sofocó la violencia cuando tomaron al asalto la iglesia de Taos y capturaron al resto de los insurgentes que habían buscado refugio allí. Los rebeldes acusados fueron juzgados y procesados por muchos de los familiares de los difuntos. Como los insurgentes fueron acusados de traición, Álvarez fue llamado a investigar la legalidad del juicio. ¿Eran traidores o eran ciudadanos mexicanos y patriotas que se resistían al ejército extranjero invasor? Resultó ser una cuestión muy difícil de responder.

Con el final de la guerra, Álvarez retomó la causa de los nuevomexicanos, esta vez como líder del partido en pro de la constitución del Estado que se enfrentó directamente con el partido territorial en el gobierno. Como teniente gobernador elegido y gobernador en funciones, Álvarez y su cohorte Richard Weightman se hicieron oír en los órganos de gobierno más altos de los Estados Unidos. Esta lucha supuso para Álvarez y sus partidarios tanto una victoria como una derrota así como el esfuerzo más grande que realizaría hasta su muerte.

1 (N.T.) La dicotomía se presenta por la denominación del río dependiendo de la zona geográfica. Mientras en México es el río Bravo o el río Grande del Norte, en los Estados Unidos, la denominación es la de río Grande.

2 Eugene T. Wells. “The Growth of Independence, Missouri, 1827-1850”, Missouri Historical Society Bulletin 41, no1 (October 1959): 42; R.L. Duffus, The Santa Fe Trail (New York: Longmans, Green, 1930), p. 184.

3Algunos historiadores argumentan que la pobreza no reinaba, señalando que muchos nuevomexicanos hicieron fortuna por medio del ganado ovino en el Camino de Santa Fe. Mientras que esto puede ser verdad, la realidad de la distancia de Nuevo México contrarresta esta riqueza. Un vistazo rápido a la clase de mobiliario, juguetes, utensilios y otros enseres utilizados por nuevomexicanos demuestran ampliamente los efectos de la distancia, incluso entre los relativamente bien situados económicamente.

4 Larkin era el cónsul de los Estados Unidos, en Monterrey, California en el tiempo en que Álvarez fue cónsul en Nuevo México.

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311 стр. 2 иллюстрации
ISBN:
9788491341499
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