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3. LA FINANCIARIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Los bancos comerciales y las actividades que realizan constituyen la parte del sector financiero con la que la población en general tiene un contacto más directo y en la que se suele pensar cuando se habla de economía financiera. Hay, sin embargo, muchos otros tipos de operaciones distintas de la toma de depósitos y la concesión de préstamos, así como otras clases de entidades que se inscriben dentro del sector financiero y que son diferentes de los bancos comerciales. Entre estas actividades se encuentran la participación en emisiones de valores y la prestación de servicios relacionados con las mismas (tareas propias de los bancos de inversión), la gestión de carteras individuales y colectivas, la suscripción y colocación de seguros, el cambio de divisas, la emisión y administración de tarjetas de crédito o la concesión de avales, entre otras.

Dos de las transformaciones de las empresas que identifica Capella en la tercera revolución industrial están relacionadas con el sector financiero: los cambios en la financiación empresarial y la desmaterialización de mercados20. Las características más sobresalientes de esta esfera económica en el mundo de la globalización fueron analizadas en un libro sobre la crisis del 2008 del que Capella es coautor21. Aquí vamos a ofrecer una visión sistemática del poder inédito de las entidades financieras en el mundo contemporáneo articulada en torno al concepto de «financiarización» de la economía.

3.1. Concepto de «financiarización»

Quienes acuñaron el concepto de «financiarización» y lo utilizan son generalmente autores críticos con la globalización económica, que trabajan desde perspectivas como el marxismo, el neokeynesianismo y la escuela francesa de la regulación22.

La financiarización de la economía consiste, cuando menos, en dos cosas: el predominio de los intereses del capital financiero sobre los de cualquier otro agente económico y el sometimiento del estado, las empresas no financieras y las economías familiares a la lógica financiera. Esta preponderancia del capital financiero se manifiesta con mucha claridad en el caso de EE UU: en primer lugar, se puede constatar una gran diferencia entre la rentabilidad (y tasa de beneficio) de las empresas financieras y las no financieras en favor de las primeras. En segundo lugar, el porcentaje de los beneficios de las entidades financieras en relación con el total de las ganancias empresariales ha ido creciendo constantemente a medida que avanzaba la globalización. En tercer lugar, las empresas no financieras han obtenido mayores beneficios de sus operaciones financieras que de las propiamente productivas. Puede constatarse también que el volumen de los activos financieros ha crecido de forma exponencial hasta alcanzar dimensiones inusitadas en relación con la economía real o productiva.

En el año 2006, las empresas financieras estadounidenses obtuvieron el mayor volumen de beneficios del siglo antes de la crisis, al ganar 380 000 millones de dólares, lo que suponía un 24 % del total de los beneficios obtenidos por las compañías estadounidenses, mientras que, en 1984, el porcentaje había sido únicamente del 7 %. Lo que ocurrió inmediatamente después de la crisis fue también muy significativo. En 2008 los beneficios del sector financiero se hundieron hasta los 60 000 millones, que eran menos de una sexta parte de los obtenidos en 2006 y que representaban únicamente un 6 % del total de los rendimientos de las empresas norteamericanas. Pero ya en 2009 los beneficios del sector financiero se incrementaron hasta 315 000 millones, acaparando un 28 % del total de las ganancias empresariales. Esa capacidad de recuperación tras la crisis pone de manifiesto el inusitado poder de las finanzas en el mundo contemporáneo. De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el BEA (Bureau of Economic Analysis), el sector financiero estadounidense obtuvo 367 000 millones de dólares de beneficios en 2019, cantidad equivalente al porcentaje de 2006: 24 %23.

3.2. Las bases del poder financiero

Tres de los elementos en los que se basa el incremento de poder del sector financiero son los procesos de desregulación, informatización y cientifización que ha experimentado el mundo de las finanzas.

La actividad de los bancos y demás instituciones financieras se ha desregulado durante el proceso de globalización, es decir, han disminuido las restricciones que les imponía la ley y se han relajado o vuelto inoperantes los mecanismos de control de su actividad. Esta relajación de la regulación ha aumentado el margen de maniobra de las entidades financieras y ha facilitado la circulación de capitales por todo lo largo y ancho del mundo. Es especialmente relevante la difuminación de la distinción entre la banca de depósitos y la de inversión, así como la aparición en escena de numerosas entidades financieras que no son legalmente bancos por lo que no se encuentran sometidas a los controles que afectan a estos.

La eliminación o atenuación de los controles estatales sobre los movimientos de capitales a través de las fronteras han incrementado descomunalmente los flujos transnacionales de capitales. Los movimientos de capital han existido siempre, especialmente desde la implantación de la economía capitalista, asociados al comercio y a la inversión. Su finalidad es pagar los productos adquiridos por las empresas en el extranjero o invertir en otro país, por ejemplo, construyendo una filial. La novedad más sobresaliente de la globalización es la desproporción entre la cantidad de dinero que se mueve por el mundo y las dimensiones de la economía real.

La falta de correspondencia entre la economía financiera y la productiva queda puesta especialmente de manifiesto por el siguiente dato: el volumen de las transacciones en los mercados de divisas es de 6,6 billones de dólares diarios según el Triennial Central Bank Survey publicado por el Banco de Pagos Internacionales (BPI) en diciembre de 2019, mientras que el Examen estadístico del comercio mundial 2019 de la OMC (Organización Mundial del Comercio) cifra el intercambio internacional de bienes y servicios a nivel mundial en 25,3 billones de dólares anuales. Esto quiere decir que el mercado de divisas mueve en menos de cuatro días tanto dinero como el comercio mundial en un año. La misma desproporción se aprecia en relación con las cifras globales del stock de Inversión Extranjera Directa interna que alcanzó la suma de 36 billones de dólares en 2019 de acuerdo con los datos de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo)24.

Otra evidencia del sobredimensionamiento de la economía financiera respecto de la productiva es el desmesurado volumen de los productos denominados «derivados». Estos han alcanzado los 640 billones de dólares en 2019, mientras que el PIB global, es decir, la riqueza conjunta que han producido todos los países durante ese año ha sido de 86 billones de acuerdo con los datos del Banco Mundial. Los rescates bancarios que se realizaron tras la crisis del 2008 trasegaron una cantidad de miles de millones que contrasta con las cifras dedicadas a salvar a las compañías manufactureras. Así, por ejemplo, el Gobierno alemán aportó 1500 millones de euros para salvar la filial europea de General Motors, Opel, mientras que Bankia recibió más de 45 000 millones de ayudas públicas del Gobierno español.

La informatización de las transacciones financieras ha incrementado enormemente su volumen y velocidad. El número de operaciones en los mercados de divisas o de valores se ha multiplicado exponencialmente al realizarse a través de redes digitales que conectan directamente unas entidades financieras con otras y con las bolsas. La mayor parte de las órdenes de compra y venta las realizan hoy en día ordenadores programados con un sofisticado software que les permite detectar las tendencias del mercado y que pueden procesar innumerables operaciones por segundo.

Cuando se habla de la innovación tecnológica en el mundo de la globalización, se suele pensar en las empresas relacionadas con la informática o la biotecnología. Pero también el sector financiero acumuló una gran cantidad de saber científico a partir de los años ochenta con el objetivo de innovar sus productos y su funcionamiento. Contrató gran número de físicos, matemáticos, informáticos e ingenieros con el objetivo de desarrollar modelos de previsión del riesgo junto con productos financieros muy sofisticados25. La innovación tecnológica ha sido un factor de competitividad tan importante en el sector de las finanzas como en la manufactura. La introducción de nuevos productos financieros en el mercado otorga una ventaja competitiva a las entidades que los crean, al menos durante el tiempo que el resto de las compañías tardan en comprender su funcionamiento26.

El sometimiento de los estados, las empresas y las familias a la lógica financiera se ha conseguido sobre todo mediante la utilización de tres mecanismos: el crédito y la correspondiente deuda, los seguros y la multiplicación de los tipos de títulos-valores.

El crédito ha sido tradicionalmente la fuente de ingresos más importante para los bancos comerciales. Estas instituciones captan el ahorro de la población en forma de depósitos y conceden préstamos a particulares o empresas dándoles un plazo para la devolución del capital y el pago de los intereses, que son la fuente de los beneficios del banco. La concesión de un crédito no constituye una transferencia de fondos de los depositantes al prestatario. Lo que hace el banco es realizar un asiento contable a favor del titular del préstamo, por lo que no se está traspasando dinero, sino creándolo.

El funcionamiento de los bancos comerciales presenta dos problemas especialmente delicados. El primero es contar con dinero o liquidez suficiente para hacer frente a las retiradas que los clientes hagan de sus depósitos. Para garantizar esta disponibilidad de liquidez, los bancos mantienen unas reservas permanentes de dinero contante. El otro problema de la actividad bancaria que exige extremar las precauciones es la determinación del riesgo que corre la entidad al prestar dinero. Es muy importante asegurarse de la solvencia del prestatario para pagar efectivamente el crédito. Si crecen los impagos el banco sufrirá pérdidas. Los bancos tienen unas determinadas provisiones de capital aportadas por sus socios. Estas provisiones deben incrementarse si aumenta el riesgo de impagos para no correr el peligro de quebrar. La determinación de la cuantía de las reservas y la provisión de capital, así como el establecimiento de límites al riesgo que se puede correr al conceder un préstamo han sido tres aspectos centrales de la regulación bancaria a lo largo de la historia. Como veremos, los créditos hipotecarios han sido uno de los instrumentos fundamentales para la financiarización de las economías domésticas.

Tradicionalmente han existido dos tipos de títulos-valores: las acciones y las obligaciones. Las primeras son participaciones en el capital de una empresa, las segundas son bonos de deuda de compañías privadas o estados. Junto a las acciones y obligaciones han aparecido multitud de nuevos títulos durante la globalización. Da la impresión de que cualquier cosa puede convertirse en un título. Por ejemplo, se han hecho paquetes de deudas hipotecarias que, luego, se han titulizado mediante la emisión de participaciones que dan derecho al reembolso del capital invertido más un determinado interés. Los títulos respaldados por hipotecas fueron uno de los elementos desencadenantes de la crisis financiera de 2008. El mundo de los llamados «derivados» también ha visto nacer una miríada de nuevas clases de títulos. Las stock-options, los «futuros» o los swaps son buenos ejemplos de ello.

Los seguros han incrementado su ya enorme presencia en la vida doméstica y económica. La sustitución de la sanidad pública por seguros de salud privados ha sido uno de los factores más importantes de este incremento. La privatización de la sanidad ha sido presentada por los ideólogos neoliberales como un aumento de la libertad de los ciudadanos. Obligar a las personas a pagar una cuota para financiar la seguridad social ha sido denunciado como una forma de «paternalismo». Cada cual debe poder decidir qué cantidad de dinero quiere dedicar a la atención sanitaria en los diferentes momentos de su vida y cómo afrontar los gastos derivados del cuidado de la salud. En la práctica, ha quedado demostrado que la privatización de la sanidad no aumenta la libertad de la mayoría de la población, sino todo lo contrario. Lo único que persigue es la mercantilización de un bien que debería ser considerado público.

Títulos, créditos y seguros pueden formar parte de una misma cadena financiera. Es lo que ocurrió en el caso de los títulos respaldados con hipotecas. La base de estos títulos eran créditos hipotecarios. Por otro lado, muchos tenedores de bonos contrataron seguros específicos para el caso de impago. Esa es la razón por la que la crisis de 2008 arrastró a la mayor aseguradora del mundo: la compañía estadounidense American International Group (AIG).

3.3. La financiarización de las entidades financieras

«Financiarización de las entidades financieras» es una expresión que puede sonar extraña. Lo que se pretende con ella es llamar la atención acerca del hecho de que el sector financiero ha experimentado una profunda transformación que ha vinculado de manera mucho más intensa a los bancos con los mercados financieros. Esta transformación ha sido producto de tres tipos de cambios: la proliferación de entidades financieras distintas de los bancos, la concentración bancaria y la mutación del propio negocio bancario.

Los fondos de inversión son las entidades que han proliferado más en la escena financiera de la globalización. Se trata de compañías que captan e invierten los capitales de terceros a cambio del cobro de comisiones. Los fondos son de distintos tipos en función de su naturaleza, objetivos y clientes. Hay fondos de capital privado o equity funds, fondos institucionales y fondos soberanos (el mayor de los cuales es noruego, sorprendentemente). Entre los equity funds se encuentran los fondos «buitre» y los fondos de capital riesgo.

Los agentes más importantes y poderosos de este tipo son los fondos de pensiones. De acuerdo con la OCDE, el valor de los activos de los fondos privados de pensiones en Holanda en 2018 equivalía al 173 % del PIB del país, en Suiza al 127 %, en el Reino Unido al 104 % y en EE UU al 78 %. Por el contrario, en países con un robusto sistema público de pensiones, como Suecia, los activos de los fondos privados no llegan al 4 % del PIB. En Francia ni siquiera representan un 1 %. En España su volumen está en torno a un 9 % del producto interior bruto. Los Países Bajos tienen dos de las mayores entidades de este tipo: ABP con 545 500 millones de dólares y PFZW con 236 500 millones. Entre los más grandes se encuentran tres fondos con sede en los EE UU: CalPERS con 326,5 mil millones de dólares, CalSTRS con 208,7 mil millones de dólares, y el Sistema de Jubilación del Estado de Nueva York y Local con 197,6 mil millones de dólares27.

El mayor problema que plantean estos inversores institucionales es su «nomadismo». Sus inversiones se concentran en los activos financieros, especialmente en acciones en el caso de los fondos estadounidenses. Esas inversiones tienen objetivos de rentabilidad a corto plazo. Los fondos de pensiones tienen como prioridades el aumento de la cotización de los valores de su cartera y el incremento de los dividendos. Esa visión cortoplacista condiciona la actuación de las empresas en las que invierten. Como veremos más adelante, la influencia de estos actores ha sido un factor determinante de la «financiarización» de las empresas no financieras.

El cambio de lógica del sector bancario se pone muy claramente de manifiesto en el caso de los créditos hipotecarios. Tradicionalmente, una hipoteca establecía una relación prolongada entre el deudor y el banco, dado que el préstamo se amortizaba mediante el pago de cuotas durante el plazo establecido, que solía ser de varios años o incluso décadas. Durante ese periodo, la deuda hipotecaria permanecía en el balance del banco (aunque fuera disminuyendo) y, por consiguiente, debía ser computada a efectos de determinar el volumen de las reservas que el banco estaba obligado a mantener. La solvencia del deudor era examinada cuidadosamente antes de que el banco le concediera el préstamo y existían una serie de restricciones legales que limitaban el porcentaje del valor del inmueble que podía ser financiado o establecían un tope máximo para el porcentaje de los ingresos que representaba la cuota.

Con la globalización los mercados hipotecarios se desregulan de manera concomitante a la privatización de las políticas de la vivienda de que se hablará más adelante. La demanda de créditos hipotecarios aumenta enormemente y los bancos proceden a la «titulización» de las hipotecas para aumentar su capacidad de ofrecer créditos. Como ya se señaló más arriba, la titulización permite «vender» deudas hipotecarias a los inversores. El procedimiento es el siguiente: se agrupa toda la masa de deudas hipotecarias que tiene el banco en un fondo único. Ese bloque es adquirido por una entidad intermedia (EM) que puede ser creada por un banco de inversión o por la propia institución que concedió las hipotecas. La EM divide ese fondo constituido por miles de hipotecas en porciones que contienen tramos de diferente calidad, vendiendo a continuación esas porciones en forma de bonos a los inversores que estén interesados. Surgen así las Mortgages Backed Securities (MBS) o bonos respaldados por hipotecas, fruto de la capacidad inventiva de Lewis (Lew) Ranieri.

La titulización ofrece muchas ventajas para los bancos. En primer lugar, les permite recuperar el importe de la hipoteca y volver a disponer del capital para conceder nuevos préstamos. En segundo lugar, traslada a los tenedores finales de bonos los riesgos derivados del impago. Eso fomenta una política crediticia crecientemente imprudente, debido al interés de los bancos en seguir concediendo hipotecas para que la titulización no se detenga, con lo que se empiezan a dar préstamos hipotecarios a personas insolventes, llamadas en EE UU hipotecas subprime. Los bancos se sienten a salvo cuando se está viviendo una época en la que el precio de los inmuebles está al alza, porque siempre pueden recuperar el dinero vendiendo la casa que garantiza la hipoteca. Pero la entidad solo adoptará esa medida como último recurso, pues le resulta más rentable refinanciar el crédito con una nueva hipoteca que puede también cubrir las deudas derivadas de las tarjetas de crédito y proporcionar fondos para el consumo. La progresiva intoxicación de las MBS con hipotecas basura se produjo de forma subrepticia con la anuencia de grandes bancos de inversiones como Goldman Sachs y de las agencias de rating. Cuando estalló la burbuja hipotecaria, los inmuebles empezaron a perder valor y los deudores insolventes dejaron de pagar las cuotas. Entonces, toda esa especie de estafa piramidal se vino abajo siendo uno de los factores desencadenantes de la crisis de 200828.

Hoy en día, más de una década después de la crisis, la titulización sigue siendo una de las fuentes más importantes de beneficios para los bancos. Se siguen titulizando los créditos hipotecarios, pero lo mismo puede hacerse con cualquier serie de pagos periódicos futuros que sean predecibles y fiables. David Bowie titulizó los pagos en concepto de derechos de autor que debía cobrar en el futuro y la venta de los bonos le permitió poder disponer de ese dinero en el presente.

Aparentemente, las hipotecas «basura» han desaparecido del mapa, pero en realidad, lo que está ocurriendo es que las están concediendo entidades hipotecarias no-bancarias, las cuales originaron la mitad de los créditos hipotecarios en EE UU durante el año 2016. Este fenómeno comporta riesgos similares a los que condujeron a la crisis del 2008, como pone de manifiesto un estudio publicado por la Reserva Federal estadounidense en 201829.

Los llamados «derivados» constituyen el grueso de los nuevos productos financieros. Los derivados son unos activos financieros cuyo valor depende de la evolución de otro activo llamado subyacente. El activo subyacente puede ser una commodity (como el trigo), otro activo financiero (como las acciones) e, incluso, un índice (como el de la Bolsa de Nueva York). Así, por ejemplo, las stock options son opciones de compra de acciones. Las acciones son participaciones en el capital de una empresa y pueden ser compradas y vendidas en los mercados de valores. Las stock options confieren el derecho de comprar (o vender) en el futuro acciones de una determinada compañía a un precio que se establece en el momento presente. Se trata, pues, de un título sobre otro título que puede ser, a su vez, objeto de compraventa.

La función originaria de los derivados financieros es proporcionar protección frente al riesgo. Los SWAP, de los que se trata en el capítulo de Mario Barcellona, pueden proporcionar cobertura frente a las oscilaciones del mercado de divisas. Por ejemplo, los intereses de un empresario europeo que exporta a EE UU y recibe pagos en dólares se verán afectados si el dólar sube o baja respecto al euro. Un alza del dólar le beneficiará, mientras que una caída supondrá un perjuicio para su negocio. La situación de un empresario europeo que importa bienes estadounidenses pagando en dólares será simétricamente la contraria. Estos dos agentes pueden firmar un contrato SWAP comprometiéndose a repartirse las pérdidas derivadas de los cambios en la cotización: el que salga ganando cubrirá al que pierda.

El problema se plantea cuando los derivados pasan de ser instrumentos para asegurarse frente al riesgo a formas de apostar a que el dólar subirá, o el petróleo bajará, o el índice de la Bolsa de Nueva York experimentará un alza. Esa transformación ocurre cuando los derivados se desvinculan del activo subyacente. Un contrato de futuros sobre una cosecha de trigo puede ser comprado y vendido por personas que no tienen la más mínima intención de adquirir este cereal. De ese modo, los derivados funcionan como apuestas de que determinado activo o índice, subirá o bajará. Se convierten, pues, en factores de inestabilidad financiera porque se utilizan para operaciones eminentemente especulativas y porque su volumen es estratosféricamente grande. Como se vio más arriba, una magnitud gigantesca como el PIB mundial se convierte en una minucia a su lado.

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