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Si bien las apuestas, el alcoholismo y el ausentismo laboral eran las principales preocupaciones asociadas a la hípica, los cronistas también extendieron estas quejas hacia los propios atletas que empleaban trampas y artimañas para ganar las carreras. Informando sobre el “Premio Jackson”, un torneo de carreras en honor a la familia de dirigentes porteños celebrado durante la primera semana de 1908, El Sport y Variedades condenó los actos cometidos por los jockeys (jinetes) en el Valparaíso Sporting Club, quienes se propinaron latigazos y piedrazos entre ellos en medio de una situación que la revista catalogó como anárquica y poco caballerosa:

De esos tiempos y de esos incidentes –de aquella época en que si no se ganaba a la buena a la mala se ganaba–, no nos queda mas que un doloroso recuerdo, pues los nuevos reglamentos y los nuevos horizontes marcados al turf, están mui de acuerdo con el progreso moderno y ahora todo se desarrolla bajo un ambiente irreprochable de legalidad y corrección. Es por esto que lamentamos lo sucedido y mucho mas que eso la poquísima enerjia –nula casi– gastada por los señores comisarios para investigar a esos profesionales –que aprovechando el momento en que el público no los puede seguir– cometen incorrecciones tanto mas censurables cuanto que van montando a animales que pertenecen a jente mui seria que en caso alguno tolerarán esos vedados procedimientos20.

Con admiración por los reglamentos deportivos modernos, El Sport y Variedades calificaba la reprochable actitud de los jinetes como una manifestación de la cultura popular más antigua de Chile, diferente a la “jente mui seria”, es decir, la elite porteña, moderna y urbana de Valparaíso. A medida que las carreras hípicas fueron atrayendo más público, la prensa deportiva manifestó un profundo quiebre entre quienes respetaban las normas y quienes no. El Sport y Variedades también denunció la inadecuada infraestructura para los asistentes a espectáculos deportivos, en los cuales el público se distraía fácilmente siendo blanco fácil de delincuentes. En paralelo a los hechos de violencia en torno a las carreras hípicas, la revista informó sobre la peligrosidad de algunas pistas de carreras que podían provocar graves lesiones a los caballos, los cuales, al quedar inutilizables, eran sacrificados. Debido a los incidentes que rodearon las carreras hípicas, la Municipalidad de Valparaíso extendió una serie de prohibiciones para la práctica de deportes en sitios públicos como el Cerro Playa Ancha. Los signos tangibles de modernidad ejemplificados con la instalación de luz eléctrica y tranvías que desde 1903 corrían por las calles del puerto contrastaban con la alarma pública que generaron algunos “imprudentes ciclistas” y “atrevidos futbolistas” de pantalón corto en los parques. Aunque carecían de la masividad y transversalidad social que tendrían en años siguientes, los deportes se mantuvieron fuertemente restringidos al privilegio de unos pocos cultores en clubes privados, principalmente vinculados a la comunidad extranjera residente del puerto. No obstante, los deportes comenzaron a adquirir una gradual consideración social tanto en los medios escritos como en la institucionalidad debido a su creciente capacidad de convocatoria, así como también por ser una eventual amenaza al orden público.

Futbolistas sin cancha y el discurso de Zig-Zag

En su afán por construir una identidad alternativa a sus pares porteños, los primeros cronistas deportivos de Santiago desempeñaron un papel decisivo en la difusión del fútbol por sobre la hípica. Uno de los primeros escritores fue Luis de la Carrera (conocido por su pseudónimo “Sporting Boy”), columnista de la revista semanal Zig-Zag, fundada en 1905 por Agustín Edwards Mac-Clure. De carácter misceláneo y con un precio de $ 0,20 centavos, la revista buscaba equilibrar modas europeas con un tono nacionalista que perduró hasta su cierre en 1964. Luego de obtener su título de médico en Londres, de la Carrera fundó la Asociación de Football de Santiago en 1903 y creó la sección de deportes de El Mercurio en 1904. Sus columnas introducían las reglas del fútbol a los lectores, quienes pertenecían a sectores de la emergente burguesía capitalina que buscaba imitar las costumbres británicas de sus homólogos porteños intentando conservar una identidad propiamente santiaguina. Preocupado por la condición física de la ciudadanía, de la Carrera veía el fútbol como una actividad saludable, alentando su práctica entre todas las clases sociales. En un artículo de 1905, el cronista argumentó:

El juego de football es seguramente uno de los sports que contribuyen más poderosamente al desarrollo físico de los jóvenes. Es difícil que la más injeniosa combinación de los juegos jimnásticos reúna con más enerjía el vigoroso movimiento de todo el cuerpo, la sana pasión que domina el organismo i la salida al aire libre, que de este sport tan infiltrado hoy día en nuestro pueblo. La elipse del parque en Santiago i la hermosa esplanada de Playa Ancha, de Valparaíso, son los centros principales en que los centenares de clubs de cada ciudad, ocupan el domingo en los mas aguerridos desafíos de que hai idea. Los muchachos de todas las clases sociales se forman robustos, sanos, vigorosos de cuerpo i espíritu, en este torneo de la fuerza y de la alegría. En buena hora ha llegado a Chile la semilla de todos estos sport que crecen ahora como plantas nacionales y contribuyen a formar jeneraciones más fuertes que las actuales21.

Asegurando que el fútbol era un deporte superior a otras formas de ejercicio que comenzaban a popularizarse en grandes centros urbanos, las palabras del cronista también tienen un carácter marcadamente integrador al sugerir que el fútbol cruzaba barreras sociales y generacionales, creando un sentido colectivo dirigido a la consagración de una identidad nacional. La falta de distinciones de clase no solo se convirtió en un elemento central para defender la legitimidad del fútbol como práctica deportiva beneficiosa para el cuerpo, sino que también en una insinuación de que el fútbol podría ser un antídoto saludable frente a la lucha de clases en un contexto de alta movilización proletaria tanto en Santiago como en Valparaíso. Si bien Zig-Zag cubría una variedad de actividades recreativas de la elite capitalina y porteña, entretenciones tan diversas como el teatro, la hípica y el fútbol comenzaban a consolidarse como secciones más estables en la revista con el fin de transmitir un sentido de pertenencia nacional, así como también un carácter distintivo de identidad burguesa. Zig-Zag adhirió al emergente reformismo social, proyectando la actividad física como una preocupación más cultural que política y sin cuestionar los fundamentos del excluyente régimen oligárquico que imperaba en el país.

Mediante crónicas cortas y pequeñas ilustraciones, Zig-Zag cubría las reuniones dominicales de fútbol intentando enseñar los reglamentos deportivos. A partir de 1905, la revista incluyó anuncios comerciales de la importadora británica Diener & Company, que traía pelotas de fútbol, zapatos, camisetas, entre otros productos deportivos. A cada comprador de una pelota de fútbol se le regalaba un libro con las reglas del juego en español22. La adquisición del libro por la compra de una pelota reflejaba el deseo de Zig-Zag por difundir una “práctica racional” a partir del estricto apego al reglamento dispuesto por la Féderation Internationale de Football Association (FIFA), entidad gobernante del fútbol internacional compuesta por las asociaciones de Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda, España, Suecia y Suiza establecida en 190423.

De acuerdo a Zig-Zag, la mayoría de los partidos se realizaban en terrenos utilizados para competencias hípicas, no necesariamente idóneos para la práctica de otros deportes. Entre los partidos más concurridos estaban aquellos jugados anualmente entre clubes de futbolistas chilenos contra equipos compuestos por extranjeros en el Club Hípico de Santiago24. La alta convocatoria despertó inquietud entre algunos cronistas de Zig-Zag, quienes indicaron que la falta de asientos y canchas adecuadas para el fútbol podría perjudicar el espectáculo al igual que en la hípica. En una crónica del partido entre los clubes Santiago Gutenberg y Tucapel II en 1905, de la Carrera afirmó que el encuentro no logró decidirse: “…los teams empataron sin haber colocado un solo goal. Esto se debió en gran parte al mal estado de la cancha, que con las últimas lluvias se había puesto en un estado imposible. De desear sería que la ilustre Municipalidad diera facilidades a los jóvenes que se dedican a estos higiénicos ejercicios al aire libre”25. Efectivamente, ocupar los recintos hípicos de Santiago no era ideal para la práctica del fútbol debido a los daños ocasionados por las herraduras del caballo y las violentas trifulcas entre jinetes, apostadores y policías.

Aunque las reformas urbanísticas implementadas por el intendente Benjamín Vicuña Mackenna entre 1872 y 1875 cambiaron la fisonomía de Santiago al incrementar la cantidad de parques públicos y plazas recreativas, estos espacios se hacían cada vez más difíciles de utilizar26. Entre los terrenos disponibles para la práctica dominical del fútbol se encontraban el Parque Cousiño y la Quinta Normal, los cuales, según indicó Zig-Zag a mediados de 1905, “se ven concurridísimos por centenares de jóvenes de toda condición social que se dedican con verdadero ahínco al popular juego”27. Además, la utilización del Parque Cousiño estaba limitada debido a que las tropas militares ocupaban la elipse para sus propios entrenamientos. A fines de 1905, Zig-Zag fustigó la ceguera de las autoridades: “Y así se ha visto en cortísimo tiempo crecer de tal manera el número de clubs atléticos, que ya hacen de todo punto estrechos los campos actuales de ejercicios, imponiéndose como una necesidad que no dejará de pesar en el ánimo de los ediles, la conveniencia de aumentar su cantidad y ensanchar su superficie”28. Zig-Zag insistió en la necesidad de habilitar más terrenos para la práctica futbolística asumiendo una posición más frontal hacia las autoridades. Frente al creciente número de deportistas que no contaban con un recinto adecuado o no pertenecían a un club privado, Zig-Zag sostuvo en 1909: “las autoridades se muestran impasibles y nada hacen por aprovechar este movimiento operado a favor de los juegos”29. Para la revista, la calidad de campos deportivos no cumplía con el creciente número de cultores capitalinos. Por medio de extensas columnas y caricaturas satíricas, Zig-Zag buscó alertar sobre la necesidad de contar con más terrenos e infraestructura para la práctica deportiva. Inclusive, Zig-Zag criticó la hostilidad de las autoridades contra quienes intentaban utilizar improvisadas canchas de fútbol en terrenos no habilitados (Figura 1.2).


Figura 1.2: “Por falta de terreno para el sport”, Zig-Zag, Santiago, 08/05/1909, 38. Biblioteca Nacional de Chile. Patrimonio cultural común.

Publicada el 8 de mayo de 1909, la ilustración del dibujante Emilio Álvarez representó la posibilidad de que los futbolistas podían ser detenidos por la policía al intentar jugar fútbol. No solo su presencia en parques y plazas públicas significaba una alteración al orden urbano que querían imponer las autoridades, sino que también vestir ropas ligeras y exhibir las pantorrillas en la vía pública constituían un delito a la moral y las buenas costumbres. El ficticio diálogo entre ambas partes contiene una ácida crítica a la intransigencia de las autoridades, así como también al atrevimiento social de los futbolistas: El paco. “–¿Qué andan haciendo por aquí?” / El sportman. “–Buscando cancha para jugar a la pelota”. / El paco. “–¡A la comisaría! Niñitos grandes y luciendo las pantorrillas en la vía pública”. La caricatura se mofa de la edad avanzada de los jugadores al describirlos como “niñitos grandes” así como también del “paco” que los detiene sobre los adoquines frente a un vendedor descalzo que presencia los hechos. Tanto el diálogo como la imagen simbolizan las dificultades de los primeros futbolistas aficionados por configurarse como sujetos del espacio público. Pese a las restricciones y hostilidad policial hacia los primeros entusiastas, Zig-Zag dedicó la mayor parte de su sección deportiva a celebrar las cualidades higiénicas y morales del fútbol a través de similares caricaturas o escuetas notas periodísticas sobre reuniones dominicales en Valparaíso y Santiago.

Pese a la falta de terrenos disponibles y a las posibles sanciones a las que se exponían sus cultores en la vía pública, el fútbol comenzó a sumar adeptos de manera acelerada, relegando otras prácticas deportivas a los márgenes del entretenimiento popular. Además del problema de las canchas y recintos adecuados, la administración del fútbol era liderada por personas ligadas a partidos políticos, por lo tanto, debía abrirse a dirigentes imparciales que hicieran cumplir los estatutos deportivos. De acuerdo a una opinión en Zig-Zag de 1909: “En la dirección de cualquier rama del sport no debe de existir la política, pues los cambullones [tramposos] y las malas componendas son el peor enemigo del sport. No olvidemos que uno de los fines más importantes de los juegos esportivos es la formación del carácter y el respeto a las reglas del juego, pues el que no respeta las leyes del juego, no sabrá después respetar las leyes del Estado”30. Las palabras de Zig-Zag advertían sobre la importancia del deporte para la obediencia de las normas, especialmente luego de las sucesivas negativas gubernamentales para ceder terrenos de juego. Pero Zig-Zag también criticó a jugadores que insultaban a los árbitros o que se presentaban borrachos a un encuentro deportivo. Según el criterio de los cronistas de la revista, “en todos estos casos creemos que no es suficiente una reprensión al jugador, sino que debe ser inmediatamente borrado de los registros, sin que se le admita en ninguna Asociación”31. Para asegurar un buen comportamiento, la revista consideró que los clubes inscritos jugarían siguiendo las reglas de la Football Association británica, más estricta que la FIFA en asuntos de moralidad deportiva32.

Las primeras mujeres deportistas

Las crónicas de Zig-Zag no excluyeron a las primeras chilenas interesadas en participar en actividades deportivas. Aunque incluidas en el paisaje social que rodeaba el fútbol, las pocas menciones a mujeres de clase alta aludían a su presencia como curiosas espectadoras y menos frecuentemente como participantes activas y entusiastas en el deporte. En un gesto inédito y vanguardista para la prensa de la época, Zig-Zag publicó dos fotografías de equipos de fútbol formados exclusivamente por mujeres en 1909: Team Santiago y Team Talca, ambos pertenecientes a la Escuela Normal de Talca (Figura 1.3).


Figura 1.3: “Foot-ball Femenino…”, Zig-Zag, Santiago, 05/06/1909, 15.

Biblioteca Nacional de Chile. Patrimonio cultural común.

En ambas fotografías, las jóvenes futbolistas posan frente a la cámara uniformadas, sentadas y de pie, con rostros desafiantes y en control del balón. Inclusive, se visualiza un inflador (en la primera foto sobre la mesa junto al balón y en la segunda sostenido por la futbolista sentada al centro) implicando que las deportistas retratadas tenían conocimiento técnico de los implementos deportivos. De acuerdo al cronista encargado de comentar las fotos:

NUNCA se nos hubiera ocurrido que pudiera existir en Chile un club de foot-ball formado por jóvenes pertenecientes al sexo débil y bello. Si las fotografías no mienten, he aquí dos gallardos teams formados por un grupo de beldades bastante atrayente. Las mujeres se adiestran para robar a los hombres todos sus campos, hasta los de foot-ball… y, a decir verdad, que en este terreno serán invencibles, porque, ¿quién será el valiente que se atreva a luchar contra estos grupos de gracias?33.

Contradiciendo el carácter “delicado” y “bello” del comentario escrito, ambas fotografías se oponen al paternalismo del cronista, quien, sorprendido por la conformación de clubes femeninos, demuestra ansiedad ante la participación de mujeres en reductos tradicionalmente concebidos como masculinos. Aunque Zig-Zag no cubría consistentemente partidos de fútbol femenino al no existir una liga organizada, la publicación de estas fotografías ofrecía una visión progresista al incluir a las mujeres como atletas protagonistas y no como espectadoras pasivas que buscaban legitimarse dentro del espacio público. Este tipo de fotografías, aunque publicadas con escasa regularidad y sin ofrecer mayores detalles sobre el contexto de producción de las mismas, omitían los nombres de las deportistas. Como plantea la historiadora australiana Fiona Kinsey, el retrato fotográfico de mujeres atletas simboliza una identidad propiamente moderna que mostraba a las mujeres como libres, independientes y capaces de utilizar nuevas tecnologías puestas al servicio del deporte34.

Si bien la presencia de mujeres futbolistas constituía una excepción en las páginas de Zig-Zag, las descripciones sobre atletas abundaron en crónicas sobre golf y tenis, los dos deportes más promocionados como “femeninos” a principios del siglo XX. En julio de 1905, de la Carrera sostuvo que el Valparaíso Golf Club, fundado en Viña del Mar en 1899, “ha sabido congregar a los más distinguidos sportsmen y sportswomen, cuyo número, en un principio de veinte llega hoy a más de ciento cincuenta […]. Es en verdad, un entusiasmo loco el que ha despertado el simpático y atrayente golf, el sport de las damas y de la high life”35. Similarmente, destacando las virtudes refinadas del tenis, de la Carrera afirmó: “es el juego más fino y más hermoso, cultivado con entusiasmo por la aristocracia y principalmente por las damas […]. La señorita de hoy día, educada en los principios de la vida moderna, puede darse cuenta cabal de las necesidades reales de la vida y le es permitido tomar parte activa en las hermosas entretenciones al aire libre”36. Según de la Carrera, el tenis era una entretención sofisticada e innovadora para enfrentar las dificultades de la vida moderna, que “exige seguridad, gracia y agilidad y no tiene ninguna de las brutalidades de los otros sports”37. Junto con las menciones sobre golf y tenis basadas en principios sociales y estéticos, Zig-Zag publicaba noticias sobre las últimas tendencias deportivas de Europa, incluyendo la práctica del diábolo, “un juego eminentemente aristocrático [que] nació en las cortes y de la realeza se propagó luego a la turbamulta de niñas y jóvenes aristocráticos. El nuevo sport tiene la inapreciable ventaja de ser aun apropiado para las niñas pues no necesita hacer prodigios de fuerza y agilidad”38. Para Zig-Zag, las razones de esta apertura social en que las mujeres participaban en los nuevos deportes se debían a lo “adecuado” que resultaban el golf, el tenis y el diábolo para la construcción de una feminidad refinada y delicada. Más importante aún, estos deportes no solo ofrecían un resguardo moral y físico del cuerpo femenino al ser prácticas que no requerían contacto entre oponentes, sino que también, ofrecían una custodia social hacia las mujeres aristocráticas que se aventuraban a practicar deportes sin cruzar barreras de clase.

Aunque el tenis fue uno de los primeros deportes introducidos por ciudadanos británicos en Valparaíso cerca de 1882, el deporte con raqueta no logró capturar la atención de públicos masivos más allá de una decena de familias pudientes, en su mayoría británicos residentes del puerto o chilenos de ascendencia europea. Como evento deportivo, el tenis constituyó una forma de sociabilidad asociada a la clase dirigente del país dominada por sectores oligárquicos y familias en la cúspide de la pirámide social chilena39. De este modo, el tenis emergió como una instancia de incorporación de nuevos elementos a los círculos de la elite chilena, la cual, en palabras de Manuel Vicuña, “rápidamente comprendió que para conservar el poder debía establecer nuevas redes y ampliar alianzas con sectores de la ascendentes burguesía mediante matrimonios, éxito económico y notoriedad en el plano cultural”40. En vista de la gradual declinación del salón y las tertulias como espacios de sociabilidad oligárquica, la clase dirigente buscó diversificar plataformas más amplias para reformular el universo social establecido. Los deportes progresivamente fueron ganando terreno a los tradicionales paseos al atardecer en carruaje y la concurrencia a bailes de alta sociedad al alcanzar la mayoría de edad. En torno al tenis, los socios reforzaron su identidad de grupo extranjero usando reglamentos escritos en inglés e identificándose así mismos como clubes exclusivos de caballeros o gentlemen pese a la incorporación de mujeres en este deporte. Importante fue el desarrollo que adquirió el tenis en el balneario de Zapallar, donde vecinos adinerados construyeron canchas en sus casas para organizar campeonatos de verano a los cuales acudían las mejores raquetas de Valparaíso, así como también algunas figuras políticas como el presidente Juan Luis Sanfuentes (1915-1920)41.

Asegurando que el tenis y el golf generaban un impacto estético en el cuerpo femenino, Zig-Zag desalentó ejercicios bruscos que condujesen al exceso de musculatura y a una eventual “masculinización” de la mujer chilena. Así, la revista fomentó deportes que ayudaran a mejorar la flexibilidad corporal. En una columna de 1911, Óscar García denunció la asimetría entre hombres y mujeres en el deporte: “El movimiento sportivo egoísta de estos últimos años en Chile ha olvidado completamente a la mujer y mientras el hombre corre a los campos de football, ciclismo, tiro, etc., ella queda en su hogar inactiva, vegetando en una estrechez que carece de aire, de sol y de vida”42. Para los ojos reformistas de Zig-Zag, el ciclismo, junto con el golf y el tenis, constituía un mecanismo de embellecimiento físico que debía ser fomentado entre las jóvenes para salir de la inactividad hogareña, considerada como un remanente colonial impropio para los tiempos modernos.

Virilidad y moralización proletaria

Inspirados por el discurso modernista de Zig-Zag, una nueva generación de columnistas fundó las primeras revistas netamente deportivas de Santiago. El Sportman apareció desde el domingo 28 de abril hasta el 16 de junio de 1907. Sus propietarios, Ramón Zorrilla y Baldomero Loyola, fueron también sus más destacados columnistas y el financiamiento de la revista dependía de auspiciadores locales relacionados a productos deportivos, incluyendo la importadora Diener & Company de Valparaíso y el Emporio Inglés de John Ramsey, uno de los precursores del fútbol capitalino y Tesorero de la Asociación de Football de Santiago.

El Sportman editó ocho números con información mayoritariamente sobre fútbol. A diferencia de El Sport Ilustrado, el cual celebraba la exclusividad social de la hípica, El Sportman elaboró una intensa campaña para difundir el fútbol entre las clases trabajadoras. Con un accesible precio de $ 0,10 centavos por número y una suscripción de $ 1 peso por trimestre, El Sportman buscó atraer un público proletario que quería comenzar a practicar deportes y no consumía revistas ilustradas debido a su alto precio. Si bien la revista tuvo una corta duración, sus columnas evidencian la activa presencia obrera en las múltiples asociaciones deportivas de Santiago. Los editores de El Sportman eran figuras conocidas en el mundo del deporte y en diversas imprentas: por un lado, Zorrilla era dueño de la Imprenta Aurora, encargada de distribuir folletos sindicales y tarjetas para canje de alimentos; por otra parte, Loyola, era el fundador de la primera Asociación Obrera de Football en Santiago, establecida en 1903 para diferenciarse de los clubes más pudientes de la capital, en particular la Asociación de Football de Santiago fundada por de la Carrera.

Al afirmar que los trabajadores podían organizar sus propios clubes, El Sportman recurría constantemente a códigos morales como la solidaridad de clase y a la dignidad de los equipos obreros como valores fundamentales de una sociedad democrática. Al igual que sus pares en Zig-Zag, Loyola también consideraba al fútbol como una actividad útil para controlar a la población masculina, extenuada por las obligaciones laborales que conllevaba la industrialización. En 1907, argumentó que era necesario establecer una federación centralizada del deporte:

Con el fin de que esa multitud de instituciones formadas por los más robustos i entusiastas ciudadanos de esta ya mui dejenerada raza, que en otros tiempos fue el orgullo para nuestros padres y la defensa de nuestro territorio, puedan recuperar sus fuerzas, hoy agotadas por vicios dejeneradores i entretenciones malsanas […]. A nuestros obreros, a ellos que gastan sus fuerzas morales en el taller, deben practicar el football, a fin de que robustecen sus pulmones ya debilitados por el rudo i constante trabajo de seis días. En una palabra, este sport tan sano como hijiénico, se presta maravillosamente a la juventud obrera, empleados i estudiantes; todos deben practicarlo de preferencia; pues no demanda muchos gastos al sportman, i en cambio reporta grandes beneficios a su salud i a su patria43.

Las palabras de Loyola apuntaban a corregir conductas sociales de la población masculina, vista como más susceptible de sucumbir ante el alcoholismo y la prostitución. Mezclando comentarios entusiastas sobre los beneficios higiénicos del deporte y la rectificación moral de los ciudadanos, particularmente obreros y estudiantes, Loyola sostenía que el fútbol debía ser el deporte preferido por las nuevas generaciones debido a la simplicidad de sus reglas, su falta de equipamiento y la menor probabilidad de lesiones graves en comparación con otros deportes como el rugby o el boxeo. Efectivamente, el fútbol era más barato y seguro para muchos trabajadores que no estaban dispuestos a perder un día de salario, así como también resultaba más fácil de organizar en escuelas y fábricas. Consciente de estos aspectos prácticos, El Sportman buscaba concientizar a jugadores y espectadores para educarlos en base al respeto por el deporte manteniendo un buen comportamiento durante las reuniones futbolísticas. En algunas de sus columnas, Loyola criticaba a espectadores que silbaban contra equipos rivales o cuestionaban vehementemente las decisiones arbitrales. Para el columnista, estas expresiones debían ser intolerables ya que connotaban inaceptables signos de anarquía y desorden44.

Por medio de retratos que replicaban el formato empleado por El Sport Ilustrado, las primeras planas de El Sportman buscaban proyectar modelos de masculinidad adecuados: dirigentes honrados, atletas sobrios y caballerosos que buscasen difundir los deportes entre las clases trabajadoras. En la portada del 4 de mayo de 1907, la revista dedicó unas palabras a Exequiel Reyes, presidente de la Asociación Obrera de Football, destacando su labor en el club Barcelona de Santiago, formado por obreros tipográficos de la Imprenta Barcelona45. Algunos de estos dirigentes se suscribieron a la revista para recibir sus números en la sede social de cada club y redistribuirlos entre sus operarios. El Sportman publicó una carta del dirigente Aurelio Landauro, secretario de la Asociación Obrera de Football, felicitando a los editores por “llenar un vacío que se dejaba sentir” con una lista de nuevos suscriptores pertenecientes al club Ñuñoa Atlético46. En otra portada de El Sportman, Landauro fue descrito como una de las personalidades más prestigiosas entre la colectividad deportiva obrera: “Desempeñando el puesto de presidente con tino i sangre fría ha sabido calmar las nerviosidades [sic] que se producen entre esa juventud que reboza en entusiasmo i que despliega su labor en beneficio de su salud i en ejemplo de nuestro pueblo, entregado en brazos de vicios degradantes”47. El Sportman retrató a Reyes y Landauro como verdaderos modelos de respetabilidad masculina en la batalla social de las agrupaciones proletarias por la abstinencia.

Aunque la cobertura deportiva de El Sportman carecía de la riqueza retórica de Zig-Zag, Loyola intentaba demostrar que las asociaciones deportivas eran tan útiles para el disciplinamiento de la comunidad como lo eran las escuelas. En una disputa entre dos clubes de la Asociación de Football de Santiago de 1907, Loyola celebró la sanción impuesta sobre un jugador del club Excelsior II por haber manifestado deseos de retirarse de la cancha antes de terminar el match contra el club Eleuterio Ramírez. Para Loyola, “esto debe considerarse como una falta grave i poco respeto al club con el cual se está jugando”48. Loyola también criticó algunos dictámenes que a su entender resultaban injustos. A su parecer, la amonestación del jugador Leiva (arquero de Magallanes) por uso indebido de los puños no reflejaba lo acontecido en el partido ya que no se habían sancionado a los culpables de la provocación. En su reflexión, Loyola se preguntó:

¿Por qué se toma ese temperamento tan serio i crítico con Leiva? Verdad, bien pudo no haber empleado sus manos i haber defendido perfectamente su goal sin necesidad de golpear a nadie. Leiva empleó del valor de sus manos para hacerse respetar, ¿i por qué no se castiga a otros que abusan de la contestura [sic] de su cuerpo para aplastar a los más débiles i raquíticos? […]. Tampoco es justo que el señor Barriga se dedique a dar recios estrellones a sus competidores, abusando de ser fuerte i capaz de hacer rodar por el suelo a los más débiles que él49.

Con una embrionaria noción de justicia deportiva, Loyola interpeló a los árbitros para corregir su criterio sancionatorio durante los encuentros futbolísticos. En estos comentarios, la fuerza física no reflejaba expresiones de masculinidad proletaria, como sí lo hacían, el respeto a las reglas deportivas y el juego limpio. Criticando a los jugadores individualistas o excesivamente violentos, el cronista resaltó una concepción de masculinidad que acentuaba la disciplina, el compañerismo y el trabajo en equipo. Inclusive, el mismo Loyola apareció retratado como epítome de la seriedad del deporte obrero en El Sportman, vistiendo corbata, usando pelo engominado y pronunciado bigote similar al de los dirigentes burgueses de la hípica (Figura 1.4).

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9789563572964
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