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66 Matthew Karush, “National Identity in the Sports Pages: Football and the Mass Media in 1920s Buenos Aires”, The Americas, 60.1, 2003, 11-32; Julio Frydenberg, Historia social del fútbol. Del amateurismo a la profesionalización, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, 138-145.

67 Thomas Klubock, Contested Communities, Class, Gender, and Politics in Chile’s El Teniente Copper Mine, 1904-1951, Durham NC, Duke University Press, 1998, 58-59.

68 Jorge Rojas Flores, Los suplementeros: los niños y la venta de diarios. Chile, 1880-1953, Santiago, Lom, 2006, 171.

69 Brenda Elsey, Citizens and Sportsmen: Fútbol and Politics in 20 th Century Chile, Austin TX, University of Texas Press, 2011.

70 Sonia Montecino y María Elena Acuña (comp.), Diálogos sobre el género masculino en Chile, Santiago, Bravo y Allende Editores, 1996; José Olavarría, Cristina Benavente, y Patricio Mellado, Masculinidades populares: varones adultos jóvenes de Santiago, Santiago, Flacso, 1998; Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile IV. Hombría y feminidad, Lom, Santiago, 2002; Florencia Mallon, “Barbudos, Warriors, and Rotos: The MIR, Masculinity and Power in the Chilean Agrarian Reform”, en Mathew Gutmann (ed.) Changing men and masculinities in Latin America, Durham NC, Duke University Press, 2003; Marcos Fernández, Prisión común, imaginario social e identidad. Chile, 1870-1920, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 2003; Cecilia Osorio, “Ser hombre en la pampa: aproximación hacia los rasgos de masculinidad del peón chileno en las tierras del salitre, 1860-1880”, en Colectivo Oficios Varios, Arriba quemando el sol. Estudios de historia social chilena: experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1830-1940), Santiago, Lom, 2011.

71 Sebastián Madrid, Teresa Valdés, Roberto Celedón (comp.), Masculinidades en América Latina. Veinte años de estudios y políticas para la igualdad de género, Ediciones Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, 2020.

72 Rodrigo Herrera y José Varas (eds.), Fútbol, cultura y sociedad, Santiago, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2008; Josefina Silva y Alejandra Concha, “La fuerza de la patria: educación física y ritos cívicos”, en Sol Serrano (et al.), Historia de la educación en Chile, Tomo 2, Santiago, Taurus, 2012; Karen Donoso, “Deporte y recreación para todos. Política social y cultural de la Digeder en los municipios de Santiago”, en Verónica Valdivia, Rolando Álvarez, Karen Donoso, La alcaldización de la política: los municipios en la dictadura pinochetista, Santiago, Lom, 2012; Shunsuke Matsuo, “¿Pasión de multitudes o más allá de eso? Una observación historiográfica sobre el deporte sudamericano y una revisión de la historia del deporte chileno”, SudHistoria, 8, 2014, 10-36; Álex Ovalle y Jorge Vidal, Pelota de trapo: fútbol y deporte en la historia popular, Santiago, Quimantú, 2016; Felipe Martínez, Hacia una pedagogía del cuerpo. La educación física en Chile 1890-1920, Santiago, Ministerio de Salud de Chile, 2017; Diego Vilches, De los triunfos morales al país ganador. Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura militar (1973-1989), Santiago, Universidad Alberto Hurtado, 2017.

73 Bernardo Guerrero, “Deporte, nación y construcción del Norte Grande de Chile. El caso de la revista Los Sports”, Recorde, 10.2, 2017, 1-19; Jorge Vidal Bueno, “Periodistas de Estadio: Intelectuales de clase media”, Revista de Ciencias Sociales, 27.40, 2018, 144-210.

74 César Torres, “A Golden Second Place: Manuel Plaza in South America”, Journal of Sport History, 36.1, 2009, 43-72; Pedro Acuña, “Playing across the Andes: Populism and Sports Media in Argentina and Chile”, Journal of Latin American Studies, 51.3, 2019, 855-882.

75 Lawrence Wenner, Media Sport, London, Routledge, 2003; David Rowe, Sport, Culture and the Media, Maidenhead, Open University Press, 2004.

76 Para una historia de las teorías de la comunicación, véase: Armand Mattelart y Michèle Mattelart, Historia de las teorías de la comunicación, Barcelona, Paidós, 2010. Sobre la noción de representación, véase: Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1992; Stuart Hall, Representation: Cultural representations and signifying Practices, London, Sage, 1997.

77 Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública: La transformación estructural de la vida pública, Barcelona, Gustavo Gili, 2011.

78 Teun Van Dijk, “Critical Discourse Analysis”, en Deborah Tanner, Heidi Hamilton y Deborah Schiffrin (eds.), The Handbook of Discourse Analysis, Chichester, John Wiley & Sons, 2015, 466-485.

79 Roland Barthes, El sistema de la moda y otros escritos, Paidós, 1990.

80 Giselle Munizaga, Revistas y espacio comunicativo, Santiago, Ceneca, 1984, 3-6.

81 Alfredo Riquelme, El debate ideológico acerca de la comunicación de masas en Chile, 1958-1973. Santiago, Ceneca, 1984.

82 Guillermo Sunkel, Razón y pasión en la prensa popular: un estudio sobre cultura popular, cultura de masas y cultura política, Santiago, El Buen Aire, 1985.

83 Para 1895, la población alfabeta es de 867.021 personas (31 %), una cifra que solo se equiparó en 1920, cuando el total de chilenos que sabían leer asciende a 1.891.780 (51 %). Dirección General de Estadística, Censo de Población de la República de Chile, Santiago, Universo, 1925, 303. Recién en el Censo de 1952, Chile registra 3.732.787 lectores (75 %). República de Chile, XII Censo General de Población y I de Vivienda, Santiago: Servicio Nacional de Estadística y Censos, 1952, 159.

84 Sobre prensa chilena, véase: Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, Entre las alas y el plomo: la gestación de la prensa moderna en Chile, Santiago, Lom, 2001; Ángel Soto y Rebecca Earle (eds.), Entre tintas y plumas: historias de la prensa chilena del siglo XIX, Santiago, Universidad de Los Andes, 2004; Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, El estallido de las formas. Chile en los albores de la cultura de masas, Santiago, Lom, 2005; Cecilia García-Huidobro, Mac Aulife y Paula Escobar, Una historia de las revistas chilenas, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2012; Eduardo Santa Cruz, La prensa chilena en el siglo XIX: patricios, letrados, burgueses y plebeyos. Santiago, Universitaria, 2010; Eduardo Santa Cruz, Prensa y sociedad en Chile, siglo XX, Universitaria, 2014; Tomás Cornejo, Ciudad de voces impresas. Historia cultural de Santiago de Chile, 1880-1910, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2019.

Capítulo I

Caballeros, señoritas y científicos:

ideales socioculturales y discursos atléticos en las primeras crónicas deportivas, 1899-1917

Hípica y caballerosidad en los albores de la prensa deportiva

“El caballo es el ídolo del huaso, o, mejor dicho, una parte constituyente de su existencia”1. Con estas palabras del 17 de abril de 1851, el reconocido escritor y estadista argentino Domingo Sarmiento comenzaba una crónica sobre las carreras de caballo en el diario Sud América de Santiago, un periódico liberal donde comentaba aspectos de la cultura popular chilena2. Según Sarmiento, las competiciones ecuestres como las carreras y el rodeo representaban una expresión de libertad y autonomía criolla típica del campesinado. Sin embargo, estas costumbres rurales se contraponían al progreso liberal pregonado por la elite urbana que buscaba asimilarse a Europa. A través de sus comentarios en la prensa chilena, Sarmiento empujó con fuerza el conflicto ideológico entre “civilización” y “barbarie” en el cual los huasos chilenos constituían obstáculos para alcanzar una cultura moderna.

Aunque existentes desde la Colonia, las carreras de caballo y el rodeo constituían potentes instancias de notoriedad social en el campesinado chileno del siglo XIX. Los caballos, introducidos por los conquistadores españoles en el siglo XVI, fueron rápidamente domesticados por el pueblo Mapuche y la abundante población mestiza constituyendo parte central de la vida militar, económica y cultural del valle central chileno. Los españoles trajeron consigo una serie de festividades y pasatiempos con animales: rodeo, corridas de toros, peleas de gallos, caza de zorros y patos3. El rodeo representaba un aspecto importante en la vida cultural del campo, especialmente para latifundistas que deseaban demostrar su posición social a través de la habilidad y destreza sobre su ganado, logrando convocar cerca de diez mil espectadores4. La aristocracia terrateniente patrocinaba a pequeños granjeros de cada pueblo que querían participar en las competencias ecuestres, acentuando jerarquías de clase con acentos nacionalistas y paternalistas. Tanto en las carreras como en el rodeo, los jinetes espoleaban bruscamente a sus caballos para obtener velocidad y acorralar a los novillos resultando en habitual maltrato animal, despertando la oposición de un sector de la elite urbana que veía en estas prácticas una domesticación brutal del ganado5.

A fines del siglo XIX, la oligarquía urbana y sectores de la incipiente burguesía de Valparaíso buscaron aislar las entretenciones campesinas a los márgenes de la cultura popular. Para distinguirse de la elite terrateniente, la burguesía buscó relegar prácticas en las que los animales fuesen maltratados o que denotaran algún tipo de salvajismo o “barbarie”, incorporando entretenimientos británicos, considerados más sofisticados o “civilizados” como la hípica y el polo. De esta manera, el liderazgo modernizador de la burguesía eliminaba vestigios coloniales y entretenimientos bravíos a través de nuevos deportes reglamentados. Uno de los objetivos imperantes de la oligarquía era proporcionar un uso más productivo del tiempo libre para reducir el juego y el consumo de alcohol entre el nuevo proletariado industrial6. Pero también se buscó crear un sentido de lealtad e identificación con talleres y fábricas similar al que tenían los pequeños granjeros con sus patrones de la hacienda. En ese sentido, la hegemonía cultural de la oligarquía implicó establecer una complicidad con los valores culturales de las clases subalternas.

A partir de 1860, los británicos impulsaron relaciones comerciales y prácticas de entretenimiento, incluyendo una amplia gama de actividades ecuestres. Aunque los primeros deportes modernos que llegaron a Chile como el críquet y el bádminton no capturaron la atención de la población local, las competencias hípicas comenzaron a ganar popularidad en Valparaíso. Tempranamente en 1864, comerciantes ingleses organizaron la primera carrera hípica atrayendo, en palabras de Luis Soto, “gran entusiasmo, particularmente entre nuestros huasos, que no están acostumbrados a estos espectáculos y que deseosos de presenciarlos, se agruparon en derredor [sic] de los corredores hasta impedir que la carrera tuviera el éxito que se esperaba”7. Si bien organizadas por extranjeros, las competencias hípicas convocaron un importante número de curiosos locales no completamente familiarizados con la nueva forma de competir. La equitación moderna, compuesta de saltos con obstáculos, carreras en pista y persecuciones grupales, rompía con las rústicas y violentas “carreras a la chilena”.

Sin embargo, lo que realmente distinguió la hípica de los antiguos juegos rurales fue el surgimiento de una cultura letrada, destinada a un público que sabía leer, a una oligarquía urbana que intentaba legitimar su posición social a través de la práctica de deportes modernos sin la necesidad de abandonar la cultura equina. La hípica no solo se trataba de cruzar primero la meta o saltar obstáculos con mayor o menor precisión, sino que implicaba una serie de saberes específicos asociados a la cría, adiestramiento y comercialización de caballos. La participación en actividades asociadas a la equitación, incluyendo las carreras, el polo, el salto ecuestre y la crianza de sementales, constituían, ante todo, un símbolo de respetabilidad social. Al igual que en otros países, la oligarquía chilena adoptó deportes modernos para distinguirse de la muchedumbre. Al jactarse de las proezas físicas llevadas a cabo con animales vigorosos, la nueva clase ociosa reafirmó su reputación social al mismo tiempo que elaboró un discurso de superioridad sobre otros grupos sociales. La hípica constituyó una expresión masculina de caballerosidad ya que, históricamente, el caballo fue asociado a la nobleza europea como sinónimo de linaje y pureza, así como también una muestra de fortaleza y honorabilidad masculina. Por ende, no fue coincidencia que las primeras agrupaciones atléticas chilenas se configuraran en torno a los deportes ecuestres.

Establecidas desde un comienzo como iniciativas de carácter privado, las primeras instituciones deportivas reflejaron la ausencia del Estado y el profundo desinterés gubernamental por los deportes durante la República Parlamentaria (1891-1925) dominada por sectores organizados en torno al Partido Liberal. El convencimiento de la oligarquía chilena de construir un orden republicano conducente al progreso y la modernización dependiente de capitales extranjeros aspiraba a incorporar al país en el sistema económico mundial como exportador de materias primas y promovía la aplicación de políticas librecambistas con Valparaíso como motor económico de la nación8. Reflejando esta tendencia, los primeros deportes fueron practicados en clubes formados por extranjeros residentes, incluyendo el Valparaíso Cricket Club (críquet), el Valparaíso Sporting Club (hípica), el Valparaíso Football Club (fútbol) y el Viña del Mar Lawn Tennis Club (tenis).

Pese a la proliferación de clubes deportivos de origen británico a partir de 1880, los deportes ocupaban un lugar marginal en la prensa chilena de finales del siglo XIX. A medida que carreras hípicas se hacían más frecuentes en Valparaíso, los periódicos porteños comenzaron a publicar las primeras noticias relacionadas al desarrollo de actividades deportivas. La información sobre la fundación de nuevos clubes y encuentros amistosos entre equipos de diferentes escuelas privadas de origen británico comenzó a publicarse gradualmente en periódicos como The Chilian Times, una publicación editada por expatriados británicos en Valparaíso. En 1895, Robert Reid, editor del diario, convocó a un grupo de jugadores de fútbol a una reunión en el Café Pacífico para establecer la primera asociación nacional de clubes de fútbol, más tarde conocida como la Football Association of Chile. La intención de crear una asociación formal dirigida por británicos venía asomándose con fuerza desde la década de 1880, pero no logró materializarse debido a conflictos internacionales y nacionales, incluyendo la Guerra del Pacífico (1879-1884) y la Guerra Civil de 1891. Con el acto fundacional de Reid, el deporte y la prensa escrita iniciaron una relación fructífera y duradera en la que el periodismo deportivo actuó como motor para la formación de clubes y nexo entre las incipientes organizaciones deportivas.

La presencia británica impulsó la creación de la primera revista deportiva en Chile, publicada en Valparaíso el 18 de agosto de 1899. Escrita en inglés y con un precio de $ 0,20 centavos, Chilian Sport & Pastime alcanzó a lanzar solo tres ediciones con un promedio de diez páginas por número. Con evidente interés comercial, la revista estaba dirigida por un puñado de empresarios británicos residentes que buscaban anunciar reuniones deportivas entre la comunidad extranjera, así como también promocionar sus propias casas comerciales en el puerto. Las primeras planas estaban adornadas por ilustraciones sobre hípica, polo, críquet, ciclismo, fútbol, golf, tiro al blanco y esgrima, así como también incluían un listado de las principales tiendas del comercio porteño, como La Librería Inglesa, Diener & Company, Sporting and Athletic Warehouse, The English Saddlery, Whiskey Gaelic, Weir & Company, entre otros negocios de abarrotes, cigarrillos y licorerías británicas. Además de informar sobre las tarifas y horarios de vapores transatlánticos al interior de sus páginas, Chilian Sport & Pastime informaba mayoritariamente sobre hípica y fútbol, ofreciendo indumentaria deportiva importada como sillas de montar y embocaduras para cabalgatas, bicicletas, bastones de golf, balones de fútbol y bates de críquet. Los empresarios ingleses, escoceses e irlandeses que llegaron a Valparaíso promovieron sus negocios locales en las páginas de Chilian Sport & Pastime como una manifestación pública destinada a reflejar la cultura capitalista de comerciantes pequeño-burgueses que buscaban diferenciarse de las elites terratenientes más antiguas de Chile. La noción de “capitalismo impreso” resulta importante para comprender el uso del idioma inglés por parte de los expatriados británicos en Valparaíso, quienes vieron en su lengua y en sus negocios un mecanismo para solidificar su identidad9. Si bien Chilian Sport & Pastime estaba dirigida al público extranjero del puerto y a aquellos chilenos egresados de colegios británicos, los acontecimientos narrados tenían relación con sucesos deportivos protagonizados por entusiastas locales y ocurridos no solo en Valparaíso, sino que también en otras localidades con presencia extranjera como Iquique y Santiago.

Aunque la primera revista deportiva fuera británica, la cultura deportiva que surgió en las próximas revistas especializadas se desarrolló con bastante sentido localista. Algunos diarios de Santiago fundados a principios del siglo XX como El Mercurio (1900) y El Diario Ilustrado (1902) fueron los primeros periódicos capitalinos en dar cuenta de acontecimientos deportivos en las secciones de vida social. Para ese entonces, las actividades hípicas atrajeron más interesados que cualquier otro deporte. En ese contexto apareció El Sport Ilustrado, primera revista deportiva en español que circuló en Valparaíso entre 1901 y 1903. Dirigida por su propietario Rafael Zerrano, la revista se vendía por $ 0,40 centavos y alcanzó a editar 53 números como órgano oficial de los clubes rectores de la hípica chilena: Valparaíso Sporting Club, Club Hípico de Santiago, Club Hípico de Concepción, Club de Sport de Tarapacá y el Club de Talca. En su primer número, la revista publicó un perfil biográfico de Juan Jackson, presidente del Valparaíso Sporting Club, reconocido como el principal impulsor de la hípica en el puerto y aseverando que “a él se debe el reglamento, que con jeneral aplauso rije a todos los clubs de Chile […]. Con un tino y firmeza digna de aplauso ha sabido mantener las relaciones con los distintos clubs, cosa difícil en instituciones en las que en unas domina la estrictez británica y en las otras la indulgencia latina”10. Como un líder capaz de conciliar clubes de distinta procedencia, la revista retrató a Jackson como el más digno entusiasta sportsman de Chile. Según El Sport Ilustrado, otros integrantes de la familia Jackson también tuvieron un rol preponderante en la conducción de los deportes en Valparaíso. En su cuarto número, la revista publicó un retrato dibujado de Alfredo Jackson, hermano menor de Juan y “uno de los más entusiastas y universales entre los aficionados a los entrenamientos au grand air [al aire libre]”11. Enmarcado en lámparas y flores, Jackson ocupa el centro de la imagen mirando hacia el horizonte y luciendo un prominente bigote (ver figura 1.1 en página 60).

Este tipo de retratos elaborados en base a daguerrotipos funcionaban como presentación pública de los dirigentes en la emergente cultura letrada, asignándoles un estatus respetable como miembros de una elite urbana y moderna, que encarnaba los valores del deporte clásico (laureles) y del progreso iluminista (lámparas). El menor de los Jackson no solo era secretario del Valparaíso Sporting Club, sino que también presidente de la Football Association of Chile, campeón de lawn-tennis y bateador diestro del Valparaíso Cricket Club. Los hermanos Jackson lideraron un grupo de importadores chilenos de caballos ingleses conocido como el Corral Jackson, un famoso establo donde se criaban sementales para carreras.


Figura 1.1: “Don Alfredo Jackson, secretario del Valparaíso Sporting Club y presidente de las Asociaciones de Football”, El Sport Ilustrado, Valparaíso, 22/12/1901, 1.

Biblioteca Nacional de Chile. Patrimonio cultural común.

En su página de pronósticos para la jornada del domingo 30 de marzo de 1902 a disputarse en el Club Hípico de Santiago, El Sport Ilustrado enfatizó el lugar primordial de la familia Jackson: “Valparaíso, que cuenta con un regular número de sportsmen, contribuirá con su óbolo al aumento de interés de las pruebas hípicas y en la presente semana serán enviados a Santiago los pensionistas de los corrales Jackson, Anselme, Excelsior, Prodgers y Lillo, que irán a defender los colores de sus respectivos dueños”12. Exhibiendo lealtad con los propietarios ecuestres, la revista buscó consolidar el compromiso entre empleadores y empleados, instalando la idea de que el deporte organizado “entre caballeros” podía ser un medio para atenuar barreras de clase y así mitigar conflictos sociales.

La mayoría de los números de El Sport Ilustrado dedicaban páginas completas a los rectores de la hípica nacional, pertenecientes a las familias más distinguidas de Valparaíso y Santiago. Las crónicas ilustraban un sentido de pertenencia burguesa a partir de la competencia ecuestre y la posesión de equinos. Una crónica del verano de 1902 destacó la exclusividad social de la hípica: “Nuestro mundo social estaba representado por lo que Santiago y Valparaíso tiene de más distinguido y elegante y el paddock [potrero] presentaba un hermoso golpe de vista; un sinnúmero de aficionados, dueños de écurie [establos], distinguidas señoras y hermosas niñas, que seguían con entusiasmo las peripecias de las carreras del día”13. El énfasis en la hípica y la valoración de otras prácticas atléticas como signos de una identidad burguesa en formación no constituyeron un obstáculo para que El Sport Ilustrado fuera la primera revista deportiva chilena en alertar sobre la importancia sanitaria de los deportes al aire libre, argumentando en 1901 a favor del impacto higiénico de los juegos atléticos y ejercicios físicos para la salud de todas las clases sociales:

Las carreras a pie, los saltos, el cricket, el golf, el football, el lawn tennis, etc., etc., y en jeneral todos los juegos para los cuales se requiere ajilidad y destreza, deben de constituir una preocupación primordial para toda clase de personas, ya que con ello se vigoriza la salud, que es lo que, en primer término, debemos atender. Participar de algunos de estos juegos, es poner en movimiento a todo el cuerpo, desarrollar el sistema muscular y dar actividad a la circulación, causa primera y especialísima de una salud irreprochable14.

De acuerdo a El Sport Ilustrado, los deportes –excepto la hípica– tenían una misión social orientada a mejorar la salud de todos los sectores de la población chilena. La omisión de actividades ecuestres reflejaba la esfera de exclusividad social en la que se quería mantener la clase alta a medida que otros deportes comenzaban a popularizarse. Si bien el columnista no interpelaba a las autoridades estatales como responsables de fomentar las actividades físicas, sus palabras tenían directa relación con la cada vez más aceptada concepción del deporte como instrumento benéfico de saneamiento social, especialmente en las campañas contra el alcoholismo, la desnutrición, el hacinamiento insalubre y el fortalecimiento de la población infantil debido a las altas tasas de mortalidad temprana en Chile15. Aunque pionera en cuanto a discursos que apelaran a fomentar la práctica de ejercicios físicos trascendiendo barreras sociales, este tipo de mensajes no fueron formulados consistentemente durante el tiempo que circuló la revista. En sus dos años de duración y enfatizando que su objetivo era dar un empuje decisivo al turf chileno, El Sport Ilustrado priorizó la cobertura de competencias hípicas junto con consejos para la crianza, comercialización y alimentación de caballos, potros y yeguas, implicando que su público lector podía poseer o al menos acceder a distintos tipos de ejemplares equinos.

Con un promedio de 13 páginas por número, la mayor parte del contenido de El Sport Ilustrado se basaba en informaciones estadísticas: registros de apuestas por hipódromo, listas de caballos y jinetes competidores, así como también un calendario con la programación y pronóstico de las carreras. La mayoría de sus borrosas fotografías retrataban a prominentes miembros de clubes hípicos como Jorge Phillips, Carlos Cousiño, Abraham Gacitúa, Julio Subercaseaux, entre otros, vestidos con traje y sombrero de copa alta, observando las carreras desde las tribunas del Valparaíso Sporting Club. Los anuncios publicitados promocionaban empresas locales de zapaterías, barberías, tiendas de ropa, criaderos y armadurías de Valparaíso imitando el tono comercial impulsado por los empresarios británicos de Chilian Sport & Pastime. Entre las principales actividades que recibieron cobertura de la revista se encontraban la “Fiesta de la Colonia Inglesa en Viña del Mar” y el “Banquete del Club Hípico de Santiago” donde frecuentemente aparecían fotografiados ministros, parlamentarios, e inclusive el presidente Germán Riesco Errázuriz (1901-1906), asiduo asistente a estos encuentros deportivos16. La presencia de autoridades no era casualidad ya que la hípica fue la primera actividad deportiva regulada por el Estado, específicamente a través de la Ley Nº 1.528 de 1902, que reglamentaba un sistema de apuestas llevadas a cabo solo en recintos hípicos que contaran con personería jurídica y autorización gubernamental.

La nueva legislación aumentó la asistencia de público a carreras hípicas tanto en Valparaíso como Santiago fomentando la creación de nuevas revistas. Lanzada en Valparaíso el 1 de septiembre de 1907, el semanario deportivo El Sport y Variedades tenía un precio de $ 0,30 centavos con suscripciones para provincias de $ 10 pesos al año. Dirigida por el periodista español Antonio Daucet, el semanario alcanzó a publicar 18 números hasta su cierre el 4 de enero de 1908. Los lectores podían encontrar la programación hípica del Valparaíso Sporting Club y el Club Hípico de Santiago, así como también calendarios y pronósticos sobre encuentros de polo, fútbol, golf y regatas. Con amplio espacio publicitario, el semanario promocionaba diversos negocios locales pertenecientes a sectores pequeño-burgueses, incluyendo talleres de calzado, maquinaria textil, muebles para oficinas y artículos deportivos importados.

El Sport y Variedades no solo abarcaba información del fin de semana deportivo, sino que también ofrecía columnas de opinión sobre el rol de los deportes en la sociedad. Su primera editorial señaló: “No nos guía otro propósito que el de mantener siempre vivo el entusiasmo por los juegos al aire libre, que en forma tan directa cooperan a fortalecer la raza”17. El deporte constituía un alivio perfecto a las condiciones insalubres propiciadas por la urbanización e industrialización acelerada de las grandes ciudades como Santiago y Valparaíso. En otro artículo de 1907, Daucet justificó la relevancia médica de los deportes en un mundo impregnado de gérmenes y gases nocivos, alimentos adulterados con altas concentraciones metálicas y luz artificial: “¿Como contrarrestar la perniciosa influencia de la vida urbana sobre el organismo? Podemos afirmar que los ejercicios o juegos al aire libre, en pleno contacto con la naturaleza, constituyen por sí solos un factor que produce mui apreciables resultados para reforzar las enerjías del hombre de las ciudades”18. La preocupación por la degeneración racial asustaba a los primeros cronistas principalmente por la posibilidad de agotar la fuerza laboral que migraba del campo a la ciudad en busca de salarios más altos. En los ojos de Daucet, los deportes aportaban al desarrollo económico y la modernización capitalista. Es por esto que la revista se empeñó en educar a sus lectores sugiriendo que los ejercicios debían ser frecuentes, ya que no bastaba con jugar fútbol un par de horas al mes o montar un caballo una vez por semestre.

Aunque la hípica no fue considerada como método correctivo del cuerpo ya que atraía más espectadores que deportistas, los cronistas deportivos tuvieron que reconocer, con más resignación que entusiasmo, que asistir a los encuentros ecuestres era una parte innegable de la cultura deportiva local. La revista tenía amplias secciones dedicadas al desarrollo de torneos internacionales, incluyendo “Noticias Hípicas” y “Turf Extranjero”. No obstante, los cronistas de El Sport y Variedades consideraron que las carreras efectuadas durante días laborales generaban un profundo daño moral, solicitando la intervención gubernamental con el fin de suprimir los espectáculos hípicos los días lunes. En un artículo de 1907, se expuso: “Nuestro trabajo es fomentar los juegos al aire libre y dar toda clase de informaciones de carreras, pero en caso alguno estimular a que se deje de trabajar por ir a jugar en días de trabajo […]. Se ha hecho constar la protesta de los padres de familia, de los patrones de industria contra el funcionamiento de un hipódromo que da impulso a las apuestas y motivo a la ociosidad y que fomenta el culto de San Lunes, que tantos adeptos cuenta ya”19. En medio de una incipiente sociedad industrial en la cual los derechos laborales eran casi inexistentes y el concepto de vacaciones se limitaba a las clases altas, la discusión sobre la entretención del proletariado constituyó un tópico reiterado de discusión en la prensa. Antes de la legalización del descanso dominical propiciado por la Ley Nº 1.990 de 1907, cuyos alcances fueron limitados para menores de 16 años y mujeres, la práctica del “San Lunes” se hizo cada vez más frecuente entre los trabajadores.

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9789563572964
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