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El período romano (63 a. e. c.-70 e. c.)

La guerra civil entre los asmoneos dejó al estado judío listo para la conquista del creciente Imperio romano. El general romano Pompeyo anexó el territorio sin mucho empeño en 63 a. e. c., y Palestina permanecería bajo el gobierno romano hasta el final del período del Segundo Templo, y más adelante.

La gente de Palestina en el tiempo de Jesús

Durante la vida de Jesús, la población de Palestina era increíblemente diversa. Incluso entre el pueblo judío no había un solo y unificado sistema de fe ni de prácticas. Aun así, había ciertas cosas que casi toda la gente judía creía: solo hay un Dios, y este Dios los había escogido para que fueran un pueblo elegido y santo, distinto a todos los demás pueblos o naciones de la tierra; también, Dios había hecho un pacto con ellos y les había dado la Torá. Por consiguiente, ellos vivían de maneras que los apartaban de los que no eran el pueblo de Dios: practicaban la circuncisión, guardaban el sábado, tenían restricciones alimenticias y se comprometían a ciertos estándares morales (p. ej., los Diez Mandamientos). Sin embargo, además de ese conocimiento básico, el pueblo judío en la época de Jesús era bastante diverso. Y, por supuesto, no todos en Palestina eran judíos (véase Mt. 15:21-28; Lc. 3:14; Jn. 4:5-9).

Torá: la ley de Moisés, como se encuentra en el Pentateuco; o, frecuentemente, sinónimo de «Pentateuco» (refiriéndose, entonces, a los primeros cinco libros de la Biblia hebrea).

Cuadro 2.1
Cronología básica del Nuevo Testamento


63 a. e. c. Pompeyo conquista Jerusalén para Roma
ca. 6-4 a. e. c. Nacimiento de Jesús
ca. 30-33 e. c. Crucifixión de Jesús
ca. 32-36 e. c. Pablo llega a ser seguidor de Cristo
ca. 46-65 e. c. Los viajes misioneros de Pablo y su encarcelamiento (como se registra en Hechos); las cartas de Pablo se escriben en este período
ca. 62-65 e. c. El martirio de Pedro y Pablo en Roma
ca. 65-73 e. c. Se escribe el Evangelio de Marcos
66 e. c. Estalla la guerra judía en Roma
70 e. c. Destrucción del templo de Jerusalén
73 e. c. Caída de Masada, final definitivo de la guerra judía
ca. 80-100 e. c. Se escriben otros libros del Nuevo Testamento: Mateo, Lucas, Juan, Hechos y las cartas de la «segunda generación» por seguidores de los apóstoles originales


Figura 2.1. Galilea hoy día. La tierra en la que Jesús vivió sigue siendo un entorno exuberante y mayormente rural. El edificio octagonal cerca del centro de esta foto es una iglesia que se construyó sobre la casa que se dice que le perteneció a Pedro, uno de los discípulos de Jesús (Mt. 8:14). Justo a la derecha de la estructura están los restos de una sinagoga, en el lugar que Jesús enseñó y llevó a cabo un exorcismo (Mr. 1:21-27). (Todd Bolen / BiblePlaces.com)

Hagamos un estudio rápido de algunas personas que conoceremos en el mundo del Nuevo Testamento en Palestina.

Los fariseos

Los fariseos pueden ser la más conocida de las sectas judías para los lectores del Nuevo Testamento. En muchas historias de los Evangelios, ellos son los oponentes de Jesús, y frecuentemente se les representa como legalistas de mente cerrada (Mt. 23:23-24) o, incluso, como hipócritas que no siguen sus propias enseñanzas (Mt. 23:3). Sin embargo, esta forma de percibirlos estaría incompleta (en el mejor de los casos), pues representa una evaluación hostil de cómo los cristianos (que llegaron a ser sus competidores religiosos) creían que algunos fariseos se comportaban algunas veces. En un sentido más amplio, a los fariseos se les conocía por hacer énfasis en la fidelidad a la Torá, que incluía el estudio de las Escrituras y la obediencia a las demandas de Dios. Ellos eran los judíos que fundaron sinagogas en toda la tierra y estimulaban a cada persona judía a participar en la oración, el estudio bíblico y la adoración regular.

Cuadro 2.2
El Shemá

«Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR. Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas».

En la época de Jesús, como en la nuestra, el Shemá era la oración central del judaísmo y se recitaba todos los días. Procede de Deuteronomio 6:4-5, aunque las versiones posteriores agregaban un refrán litúrgico y versículos adicionales de Deuteronomio 6:5-9; 11:13-21; Números 15:37-41. Shemá es la palabra hebrea para «¡Escucha!».

Los fariseos también le atribuían una categoría autoritativa a un material oral conocido como «la tradición de los ancianos» (véase Mt. 15:2), que con el tiempo llegó a estar codificado dentro del judaísmo como la Misná (parte del Talmud). Parece que sus interpretaciones de la ley fueron impulsadas por una convicción de que todo el pueblo de Dios debe vivir con una santidad suprema. Exhortaban a los laicos a seguir en sus vidas diarias las mismas reglas de pureza que se esperaban de los sacerdotes que servían en el templo; la idea era que (en cierto sentido) cada casa era un templo, cada mesa era un altar y cada hombre era un sacerdote. Por ejemplo, los fariseos y sus seguidores practicaban el lavamiento de manos que originalmente estaba diseñado para el servicio en el templo, antes de ingerir cualquier comida (véase Mt. 15:2; cf. Mr. 7:3-4).

Misná: colección de discusiones rabínicas en cuanto a la interpretación de la ley de Moisés; la Misná forma una parte importante del Talmud judío.

Talmud: colección de sesenta y tres libros (incluso la Misná) que contiene la ley judía civil y canónica, con base en las interpretaciones de las Escrituras.

Parece que muchos fariseos habían sido escribas, y es posible que algunas referencias del Nuevo Testamento a «los escribas» se refieran a los escribas que eran fariseos (cf. Mr. 2:16; Lc. 5:30; Hch. 23:9). Lo mismo probablemente sea cierto de los «intérpretes de la ley» de quienes nos enteramos de vez en cuando (cf. Mt. 22:35; Lc. 11:45); ellos eran expertos en la ley (es decir, Torá) y de esa manera probablemente fueran fariseos. Muchos fariseos eran líderes de sinagoga, y a algunos se les decía «rabinos», es decir, maestros (cf. Mt. 23:6-8). Jesús (a quien también se le llamaba «rabí») probablemente tuviera más en común con los fariseos que con cualquier otro grupo judío de su época, lo cual podría explicar por qué la mayoría de sus argumentos fueron con ellos: tenían lo suficiente en común como para hacer posible un debate. El apóstol Pablo fue educado como fariseo y siguió considerándose fariseo, incluso después de que llegara a ser misionero para Cristo (véase Fil. 3:5).

ley: «la ley de Moisés» o cualquier regulación que el pueblo judío entendía que delineaba la fidelidad a Dios en relación con el pacto que Dios había hecho con Israel.

Los saduceos

Los saduceos probablemente hayan sido el grupo judío más poderoso de la época. Son menos prominentes en nuestras historias de los Evangelios porque parece que ellos estaban centrados en Jerusalén, y Jesús pasa la mayor parte de su tiempo en Galilea (pero véase Mr. 12:18-23). Parece que ellos controlaban el sistema del templo y frecuentemente dominaban el Sanedrín, el organismo rector judío. El sumo sacerdote y los sacerdotes principales, de quienes nos enteramos en el Nuevo Testamento, probablemente hayan sido saduceos. Los fariseos y los saduceos eran capaces de cooperar entre sí en asuntos de interés común, pero estaban divididos por una variedad de asuntos teológicos y políticos. Por ejemplo, se dice que los saduceos no creían en la vida después de la muerte y que eran escépticos de las historias no bíblicas en cuanto a los ángeles y demonios. Solamente consideraban el Pentateuco (los primeros cinco libros de nuestro Antiguo Testamento) como Escrituras sagradas y veían los demás libros, que los judíos y cristianos ahora consideran Escrituras, simplemente como escritos religiosos.

sacerdotes: en el judaísmo del Segundo Templo, la gente autorizada para supervisar el sistema sacrificial en el templo de Jerusalén; estrechamente relacionados con los saduceos.

En tanto que los fariseos eran maestros que hacían énfasis en la Torá y las sinagogas, parece que los saduceos estaban más dispuestos que los fariseos a acomodarse en cuanto a asuntos políticos, siempre y cuando el templo y el sistema sacrificial pudieran continuar sin cesar. (Para una comparación de los fariseos y los saduceos entre sí, véase el cuadro 2.3; véase también la historia en Hch. 23:6-9.)

Cuadro 2.3
Los fariseos y los saduceos


Fariseos Saduceos
Generalmente de clase media Mayormente de clase superior
Base de poder fuera de Jerusalén Base de poder en Jerusalén
Relacionados estrechamente con la sinagoga Relacionados estrechamente con el templo
Principalmente maestros y eruditos Principalmente sacerdotes
Comprometidos teológicamente con mantener la relación de Israel con Dios a través de la obediencia a la ley Comprometidos teológicamente con mantener la relación de Dios a través del sistema de sacrificios
Aceptaban como Escrituras la mayor parte de lo que los cristianos llaman «Antiguo Testamento» Aceptaban solamente la Torá (el Pentateuco) como Escrituras
Creían en la resurrección de los humanos a la vida después de la muerte No creían en la resurrección a la vida después de la muerte
Reconocían la existencia de seres espirituales, como los ángeles y demonios Eran escépticos de las creencias en cuanto a los distintos seres espirituales
Eran considerados moderados socialmente, que objetaban la imposición de la autoridad romana, pero no abogaban por las revueltas armadas en contra del poder romano Eran considerados conservadores socialmente, que buscaban la colaboración con las autoridades romanas, de maneras que asegurasen su propio lugar en el statu quo
Fariseos prominentes: Shammai (interpretaciones estrictas de la ley), Hillel (interpretaciones más indulgentes de la ley) Saduceos prominentes: Caifás y Anás, identificados como sumos sacerdotes durante la vida de Jesús
En el Nuevo Testamento, discuten con Jesús por asuntos de la ley, pero se les relaciona solamente de manera periférica con la trama para ejecutar a Jesús En el Nuevo Testamento, ellos son los principales arquitectos de la trama para ejecutar a Jesús
Los antepasados principales del judaísmo moderno Desaparecen de la historia después de la desastrosa guerra judía con Roma 66-73 e. c.

Los esenios

Los esenios eran separatistas ascetas que vivían en comunidades privadas. Probablemente han de relacionarse con el grupo que vivía en el desierto de Qumrán y que conservó la biblioteca que ahora se conoce como los Rollos del Mar Muerto. Los esenios abogaban por leyes alimenticias estrictas y otros senderos rigurosos hacia la santidad, incluso, para algunos de sus miembros, el compromiso con el celibato; también practicaban baños rituales y comidas sagradas similares a los sacramentos cristianos del bautismo y la eucaristía. Adoptaron creencias mesiánicas y abrigaban ideas apocalípticas acerca del juicio inminente y la liberación divina. Los esenios no se mencionan nunca en el Nuevo Testamento, y no hay indicación segura de que cualquier personaje del Nuevo Testamento supiera de ellos o tuviera algún contacto con ellos. Sin embargo, a los eruditos les gusta comparar y contrastar las creencias y prácticas esenias con las del cristianismo. En particular, Juan el Bautista ha sido evaluado a la luz de esto: al igual que los esenios, vivía en el desierto, demandaba un arrepentimiento radical y bautizaba a la gente. Es imposible saberlo con seguridad, pero la mayoría de los eruditos hoy día no encuentra ninguna prueba directa para sugerir que Juan fuera esenio (o que alguna vez lo hubiera sido), pero pudo haber sido influenciado por algunas de sus ideas.

asceta: estricto o severo religiosamente, en especial en cuanto a la abnegación o renuncia de los placeres mundanos.

ideas apocalípticas: ideas influenciadas por un pronóstico pesimista para el mundo en general, combinadas con una perspectiva optimista de un remanente favorecido, que será rescatado del mundo maligno a través de algún acto inminente de intervención divina.

Los zelotes

Los zelotes eran judíos radicales opositores de Roma, que abogaban por la rebelión armada en contra de las fuerzas romanas. Entre ellos estaban los sicarii, asesinos que portaban cuchillos, que se mezclaban entre las multitudes y apuñalaban a los judíos sospechosos de colaborar con los romanos. En última instancia, los zelotes y sus simpatizantes serían los responsables de dirigir a los judíos a una guerra desastrosa en contra de Roma en 66-73 e. c. Probablemente no se mencionen en el Nuevo Testamento en sí, aunque uno de los discípulos de Jesús se llamaba «Simón el zelote» (el término simplemente podía significar «Simón el fervoroso»). Los zelotes quizá no aparezcan como una fuerza organizada en Palestina, sino hasta unos cuantos años después de la época de Jesús.

Los herodianos

Los herodianos eran una coalición política de judíos que apoyaban a la familia y dinastía de Herodes, e incluía a muchos líderes romanos que gobernaban varias áreas de Palestina en diversas épocas. En el Nuevo Testamento dice que colaboraron con los fariseos para hacer tropezar a Jesús políticamente y para establecer las bases para hacer que lo desterraran o destruyeran (véase Mr. 3:6; 12:13).

Cuadro 2.4
Cita de la Misná

Sobre tres cosas se sostiene el universo:

sobre la Torá,

sobre el culto,

y sobre la caridad.

—Misná, Padres (Abot) 1:2

Carlos del Valle, La Misna, Edición preparada por Carlos del Valle, (Editora Nacional: Madrid, 1981).

Los samaritanos

Los samaritanos vivían principalmente en Samaria, la región situada entre Judea (donde estaba Jerusalén) y Galilea (donde Jesús vivió y llevó a cabo la mayor parte de su ministerio; véase el mapa 1.2). Ellos afirmaban que eran el verdadero Israel (los descendientes de las tribus «perdidas» que fueron llevadas al cautiverio asirio alrededor de 722 a. e. c.) y que los judíos representaban a un grupo de disidentes que había iniciado cuando Elí estableció un santuario rival en Silo (véase 1 S. 1:3). Los samaritanos tenían su propio templo en el monte Gerizim y afirmaban que era el santuario original; consideraban el templo de Jerusalén como un santuario secundario, construido por los heréticos (véase Jn. 4:19-22). No aceptaban nada como Escritura aparte del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), y tenían su propia versión del Pentateuco, que difería en puntos clave del de los judíos (p. ej., uno de los Diez Mandamientos afirma que se debe adorar al Señor solamente en el monte Gerizim). Los samaritanos afirmaban que su versión del Pentateuco era la original y que los judíos habían falsificado el texto producido por Esdras durante el exilio babilonio.

Según los judíos, los samaritanos no eran hijos de Israel en absoluto; más bien, eran descendientes de colonos extranjeros que los asirios habían llevado a la tierra después de la conquista en 722 a. e. c., en el mejor de los casos, la descendencia de Israel que habían abandonado sus tradiciones y se habían casado con extranjeros. Los líderes religiosos tanto judíos como samaritanos enseñaban que era incorrecto tener cualquier contacto con el grupo opuesto. Idealmente, los judíos y los samaritanos no debían ingresar al territorio de los otros, ni siquiera hablarse los unos a los otros. Sin embargo, durante el período del Nuevo Testamento, Samaria estuvo bajo el gobierno romano y los romanos no reconocieron a Samaria ni a Judea como países separados; simplemente los agruparon (junto con Idumea) como un reino con un solo gobernante. El historiador judío romano Josefo narra numerosas confrontaciones violentas entre los judíos y los samaritanos a lo largo de la primera mitad del siglo I.

En el Nuevo Testamento, a Jesús frecuentemente se le representa con una actitud compasiva, por no decir amistosa, hacia los samaritanos: sorprende a una mujer samaritana al tener una conversación con ella (Jn. 4:3-26), e incluso señala a samaritanos individuales como buenos ejemplos para que sus seguidores los sigan (Lc. 10:30-37; 17:11-19). El libro de Hechos indica que algunos samaritanos llegaron a ser cristianos (Hch. 8:5-17).

Los gentiles

Los gentiles también eran prominentes en Palestina en esta época. Grandes cantidades de romanos, griegos y persas se habían trasladado al área y establecido allí, contribuyendo a la urbanización de áreas que tradicionalmente eran rurales. En efecto, las dos ciudades más grandes de Galilea en la época de Jesús eran Tiberias y Séforis, pero no se dice que Jesús alguna vez hubiera visitado alguna de ellas. A medida que viaja por la zona rural, demuestra una preferencia obvia por las aldeas, y evita completamente los grandes centros urbanos, donde vivía la mayoría de los gentiles. Las actitudes judías hacia los gentiles variaban: entre los fariseos, se narra que el rabí Shammai había adoptado una intolerancia hacia los gentiles, en tanto que se dice que el rabí Hillel había sido más conciliador. La evidencia en cuanto a Jesús es mixta (para una actitud negativa hacia los gentiles, véase Mt. 6:7; 10:5; 18:17; 20:25-26; para una actitud positiva, véase Mt. 8:5-13). Incluso Pablo, que dedicó la última parte de su vida a llevar la salvación a los gentiles, parece que no siempre pensó muy bien de ellos (véase, p. ej., Ro. 1:18-32).

gentil: persona que no es judía.


Figura 2.2. El templo de Jerusalén. El templo era el centro de adoración y vida religiosa del pueblo judío. Este modelo exhibe el edificio y sus patios externos como se veían en la época de Jesús. La plaza externa estaba abierta para toda la gente, pero al complejo amurallado en el centro de la plaza solamente los judíos podían entrar. El edificio alto en el centro es la parte interior del santuario, o «lugar santísimo», al que podían entrar solamente los sacerdotes designados en ocasiones concretas. (Craig Koester)

La actitud de los gentiles hacia los judíos también fue un poco variada. El antisemitismo era alto, con muchos gentiles (incluso los que vivían en Palestina) que abiertamente odiaban a los judíos y despreciaban su cultura, costumbres y religión. Pero también hubo una buena cantidad de gentiles que se sentían atraídos hacia la religión judía. De particular interés para el estudio del Nuevo Testamento son aquellos gentiles que se les llamaba «temerosos de Dios». Los temerosos de Dios eran medio convertidos: gentiles que adoptaban la teología, adoración y moral judía, pero no seguían las leyes rituales de pureza, que consideraban como específicas para los judíos étnicos. Se les permitía asistir a las sinagogas, pero típicamente no eran circuncidados (lo cual habría constituido una conversión completa y los habría hecho «judíos»). Con el tiempo, estos temerosos de Dios llegaron a ser candidatos de primera clase para la conversión al cristianismo (véase Hch. 10:1-2).

temerosos de Dios: gentiles que simpatizaban con la teología y moral judía.

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