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El cine impregna de imágenes urbanas el deseo de viajar de las personas cuando se quieren volver turistas. Le dan un contenido anticipado a la “ensoñación” (Hiernaux, 2015: 70) que se incuba primero en el potencial visitante de una ciudad, y a las “fantasias” que presagian las vivencias y experiencias posibles, en una ciudad que le ha resultado particularmente atractiva y, sobre todo, que ha despertado en él emociones particulares como espectador, y que desea vivirlas in situ en el destino de su interés. Pero incluso esta “ensoñación” y las “fantasías” (ibid.) consiguientes pueden sustituir el viaje real por uno imaginado, cuando no se tienen los medios necesarios para trasladarse físicamente. En este terreno, y, de cualquier manera, el cine incuba experiencias imaginadas que “pretenden” volverse reales.


Capítulo III.

Contexto nacional y ciudades del cine en México

Los capítulos precedentes han dejado ya establecido el marco de conceptos y la estrategia de análisis esencial. Quisiera continuar por la misma ruta, pero con la intención ahora de acercarme más al caso de estudio del presente libro, aunque todavía sin entrar de lleno en su disección. Pretendo que este capítulo sea el puente entre el marco general construido en los capítulos precedentes y las especificidades del caso aludido, que se abordarán en el capitulado subsiguiente.

Aquí me enfoco en dos tareas: la primera consiste en mostrar la situación de la relación ciudades/cine en México, se describen las experiencias más importantes; la segunda busca dar luz sobre el caso de estudio al referir casos significativos tanto nacionales como de otros países.

Cine e “identidad nacional”

Ya se vio que México es una de las reservas de locaciones más importantes del mundo. Si se consideran juntas las producciones fílmicas de cine y televisión, el país logra posicionarse en el séptimo lugar entre los países más filmados del mundo (cuadro 2). Curiosamente, ninguna ciudad mexicana aparece entre las 10 o 15 más filmadas, aunque con toda probabilidad la Ciudad de México se encuentra entre las 50 más socorridas en este punto.

Paralelamente, México tiene un volumen de audiencias de los más robustos a nivel global: en 2018 se registra un total de 332 millones de “Admisiones” en las salas de exhibición; estadística que posiciona a México en el cuarto lugar mundial, después de China, India y USA/Canadá (BFI, 2019: 9). Canacine confirma estas cifras, con pocas diferencias, pues en 2019 registró 350 mil boletos vendidos, casi el doble más que los adquiridos por los espectadores en el 2010.

De entrada, hay que establecer entonces que México, como país, constituye una referencia natural (“rural”) y urbana de mucha importancia en materia de escenarios fílmicos tanto para el cine nacional como para el extranjero. Respecto a la producción de películas, podría catalogársele como una potencia intermedia, obviando por supuesto la abismal distancia que lo separa de Estados Unidos y la India, vale decir, de Hollywood y de Bollywood. La producción anual de estas dos naciones supera las 500 películas y frecuentemente ronda las mil. En toda su historia, en México se habrían producido y filmado alrededor de tres mil películas nacionales e internacionales (2,547, con la exclusión de documentales y cortometrajes, más películas rodadas en espacios rurales o ciudades distintas a las ciudades que se registran en el cuadro 5), es decir, una cifra que en tres o cuatro años alcanzan estos dos países. Pero aún así, insisto, la perteneciente a México es una cantidad respetable de películas, en el entendido que ningún otro país del mundo se acerca al poderío fílmico de Estados Unidos y la India.

La diversidad y belleza de paisajes existente en México es el primer factor que habría que mencionar para entender la pujante industria fílmica mexicana (con sus ciclos y vaivenes). El otro es la vecindad con Estados Unidos y la proximidad de la ciudad de Los Ángeles, es decir, Hollywood, con la frontera mexicana. Otros elementos han sido de carácter histórico, como es el caso de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, que desplazó mucho de la producción fílmica de Hollywood hacia México, impulsando con ello también la consolidación de una industria fílmica propia. Y como un subproducto de esto último, está la creación de grandes estudios cinematográficos, como los Estudios Churubusco, en la capital del país, a los que se sumarían mucho después los estudios ubicados en Rosarito, Baja California, desde la década de los 90 (primero Fox Studios y luego Baja Studios).

Pero el cine también ha sido importante para el país por razones de otra naturaleza. Silva Escobar nos recuerda que “El cine es un hecho de cultura que produce, y en abundancia, símbolos con los cuales identificarse construyendo un saber iconográfico. Como señala Martín-Barbero, ‘en los tiempos de la modernización populista, años 30-50, los medios masivos de comunicación contribuyeron a la gestación de un poderoso imaginario latinoamericano hecho de símbolos cinematográficos’. De ahí que el cine se constituya en uno de los más importantes medios de comunicación de masas, en donde se aprende lo que es ser mexicano, al favorecer la gestación de una identidad que se desborda a gran parte de la región, donde es resignificada en cada uno de los contextos locales” (Silva Escobar: 2011. Martín-Barbero, 2000: 18).

Lo mismo, pero con otras palabras, escribió alguna vez Carlos Monsiváis: “El país requería bases comunes, lazos colectivos. El cine y la radio se cohesionan como factores irreemplazables de unidad nacional. Un público se sorprende al compartir entusiasmos y catarsis, integrado a una nación” (citado en Martín-Barbero, 2008: 163). Pero especialmente el cine “[…] unifica en sus espectadores la idea básica que tienen de sí mismos y de sus comunidades, y consolida actitudes, géneros de canción, estilos de habla, lugares comunes del lirismo o la cursilería, las tradiciones a las que la tecnología lanza en vilo ‘a todo lo que permite la pantalla’; en suma, todo lo que en un amplio número de casos termina por institucionalizarse en la vida cotidiana” (Monsiváis, 2003: 261, citado en García Benítez, 2020: 2)

Al hacerse de una industria fílmica boyante, con ciclos de prosperidad y declive, México permanece como una de los países más importantes de América Latina en este respecto. Una industria capaz de promover un imaginario nacional distintivo que, al tiempo que proyectó algunos signos icónicos que han identificado “lo mexicano” hacia el exterior, también proveía a la población nacional de focos imprescindibles de su identidad colectiva. Este imaginario ha sido un factor determinante para unir a un país geográficamente heterogéneo y culturalmente diverso, primero durante el proceso de modernización posrevolucionaria (con los ingredientes obligados de urbanización, secularización e industrialización), y después durante el agotamiento del imaginario nacionalista y su recomposición en el marco de la democratización política, la apertura hacia el exterior y el proceso de globalización. Y no está de más señalar que no son pocos los símbolos de esa identidad que tienen su origen en el folclore y la idiosincrasia del estado de Jalisco, y que aún permanecen vigentes.

Pero esta reflexión no debería obviar el hecho de que los espectadores no sólo consumen cine nacional. La realidad es que cada vez lo consumen menos, comparado con el volumen de películas extranjeras, especialmente norteamericanas, que se proyectan en las salas mexicanas. El sentido de nacionalidad que construye el cine, y que se reitera a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad, sólo es un fragmento de los imaginarios más amplios, precisamente los que construyen y modelan las identidades personales (valores culturales y morales, preferencias de consumo, actitudes frente a las distintas dimensiones de la vida cotidiana, estilos de vida, etc.).

Haría falta reparar también en el dato verificado de que el cine nacional, desde su época de oro, mimetiza temas, estilos narrativos, tramas y personajes tomados de las recetas, los estereotipos y los modelos armados dentro de la corriente predominante en el cine de Hollywood. Hay excepciones, como las cintas de Buñuel o las típicas películas de charros, por ejemplo, pero que de todas maneras no dejaron de incorporar algunos elementos del wéstern (muy tropicalizados, eso sí).

El cine es global desde sus inicios, porque en sus temáticas contempla cuestiones y referentes universales, al menos porque tratándose de una industria lucrativa, uno de sus propósitos fundamentales es cubrir mercados internacionales, culturalmente diversos. En su evolución, el cine ha venido progresando en este aspecto, al grado de que, si bien Hollywood predomina en las audiencias internacionales, la presencia de otros países como el Reino Unido, Francia, España, la India o Italia es importante y abre el abanico de opciones que se le ofrecen al espectador.

En fin, la intención es reconocer que la identidad nacional es sólo un ingrediente, y a veces no el mas importante, de la identidad personal (que es el compuesto de varias identidades e identificaciones).

Escenarios no urbanos: Durango, un caso excepcional

En este contexto, México se ha hecho de sus propias Ciudades del cine (García Gómez y M. Pavés (2014). Es decir, ciudades que han sido atractivas para filmar películas, en razón de sus paisajes urbanos característicos. Los escenarios no urbanos (“rurales”) también son abundantes en el país, y han sido debidamente utilizados como sitios para filmar producciones tanto nacionales como internacionales. Cabe entonces referirse a los escenarios no urbanos, porque son parte del potencial fílmico que ha caracterizado a México, aunque no sean el tema central de este libro.

Por ello traigo a cuento solamente un ejemplo, el más notable, por cierto, de la profusión de escenarios rurales y de su aprovechamiento reiterado, principalmente por Hollywood. Naturalmente, aquí me refiero al estado de Durango, del que cabe mencionar algunos datos. Desde 1954, en esta entidad mexicana se han filmado 79 cintas extranjeras y 33 nacionales (112 en total). Estas cifras son excepcionales, pues mientras en el caso de las filmaciones urbanas la regla es que el número de películas nacionales es mayor que las extranjeras, en el caso de las filmaciones no urbanas, hablando del estado de Durango, ocurre lo inverso. Aquí los filmes extranjeros superan en un 239% a los nacionales.

El primer antecedente fílmico en esta entidad mexicana fue el rodaje de la cinta de corta duración Un tren llega a Durango, producida por personeros de Thomas Alba Edison en 1898. Por su parte, el primer largometraje extranjero se filmó 56 años después, es decir, en 1954. Se trató de la cinta White Feather (“Pluma blanca”), dirigida por Robert D. Webb y protagonizada por Robert Wagner, Jeffrey Hunter, John Lund y Debra Paget. Las locaciones donde se filmó esta ultima película, el poblado de Chupaderos, ubicado a 14 kilómetros de la ciudad de Durango, se convirtió a partir de entonces en un set famoso, recurrente por el abultado número de filmes rodados en la entidad.

En razón del género cinematográfico al que pertenece una parte importante de estos filmes, las palabras wéstern y Durango se asocian automáticamente. John Wayne, uno de los principales íconos de este género cinematográfico, filmó siete películas en locaciones duranguenses, llegando incluso a adquirir una famosa locación, el rancho “La Jolla”, ubicado en este mismo estado mexicano. Las películas que Wayne filmó aquí incluyen los siguientes títulos:

 Ladrones de trenes (The Train Robbers, 1973). Dirección de Burt Kennedy, con participación de Ann-Margret.

 El gran Jack (Big Jack, 1971). Dirección de George Sherman y el mismo Wayne.

 La soga de la horca (Cahil U.S. Marshall, 1973). Dirección de Andrew V. McLaglen, coprotagonizado con George Kennedy.

 Los indestructibles (The Undefeated, 1969). Dirección de Andrew V. McLaglen, compartiendo créditos con Rock Hudson.

 Chisum (The Legend, 1970). Dirección de Andrew V. McLaglen.

 Los cuatro hijos de Katie Elder (The Sons of Katie Elder, 1965). Dirección de Henry Hathaway, coestelar con Dean Martin.

 Ataque al carro blindado (The War Wagon, 1967). Dirección de Burt Kennedy y coestelar con Kirk Douglas.

Otros “wésterns” más elaborados, y títulos de acción y aventura que cabría mencionar de entre las 79 películas extranjeras rodadas parcialmente en Durango, sobresalen:

 El Renacido (2015). Dirección de Alejandro González Iñárritu. Actuaciones de Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Will Poulter y Domhall Gleeson.

 El Bueno, el Malo y el Feo (1966). Dirección de Sergio Leoni. Actuaciones de Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef.

 Los 7 magníficos (1960). Dirección de John Sturguess. Actuaciones de Yul Brinner, Steve McQueen, Charles Bronson y Eli Wallach.

 La máscara del zorro (1998). Dirección de Martin Campbell. Actuaciones de Antonio Banderas, Anthony Hopkins, Catherine Zeta-Jones y José María de Tavira.

También hay que destacar que Durango fue un lugar preferido por el prestigiado director estadounidense Sam Peckinpah, quien rodó tres de sus más famosas películas en locaciones duranguenses: The Wild Bunch (1969), protagonizada por William Holden, Robert Ryan y Ernst Borgnine; Pat Garret y Billy the Kid (1973), con James Coburn, Kris Kristoferson, Richard Jaeckel y Katy Jurado, y finalmente Mayor Dundee (1965), con Charlton Heston, Richard Harris, Jim Hulton y James Coburn.

En fin, como es de suponerse, no todas las películas son wésterns o géneros periféricos. De las películas importantes, pertenecientes a otros géneros cinematográficos, cabría destacar los siguientes títulos:

 Romancing the Stone (Dos bribones tras la esmeralda perdida, 1984). Dirección de Robert Zemeckis. Actuaciones de Michael Douglas, Kathleen Turner y Danny DeVito, y género comedia-aventura.

 First Knight (El primer caballero, 1995). Dirección de Jerry Zucker. Actuaciones de Sean Connery, Richard Geere y Julia Ormond, y género drama, de época.

 Ben Hur (1959). Dirección de William Wilder. Actuaciones de Charlton Heston, Stephen Boyd y Haya Hararet, y género drama-época.

 Conan the Destroyer (Conan el destructor, 1984). Dirección de Robert E. Howard. Actuaciones de Arnold Schwarzenegger, Grace Jones y Olivia d’Abo, pertenece al género fantasía-aventura.

La fama internacional que adquirió Durango como escenario predilecto para la filmación de cintas famosas, junto con la presencia de estrellas igualmente renombradas en el mundo, entra como un ingrediente más, entre los que proporciona el cine en el proceso de identificación de los mexicanos en el exterior, y un motivo de satisfacción que abona a la identidad colectiva de los mexicanos en el interior. Es decir, como “lugar” de cine, y por las funciones de este medio en la creación de un imaginario nacional (fincado aquí en el territorio y el patrimonio natural, principalmente), Durango figura como factor importante en la proyección internacional de México desde fuera, en la que se reconocen los mexicanos que saben de esta circunstancia particular. Aquí cabe recordar que la mayoría de las cintas filmadas han sido producciones de Hollywood —y como tales llegan a las audiencias globales—, y recordar también que México, a su vez, tiene uno de los públicos más asiduos al cine del mundo (ya se vio que está entre los cinco países con mayor número de “Admisiones”).

Ciudades mexicanas del cine que no han sido “ungidas” por el cinematógrafo

Por supuesto, otro tanto corresponde decir acerca del resto de la filmografía que ha acumulado el país a lo largo de casi un siglo, y que se ha realizado en las ciudades más emblemáticas de México. La diferencia es, naturalmente, el tipo y significación cultural de los escenarios urbanos, comparados con los rurales. Pero más allá de las diferencias, las ciudades mexicanas “del cine”, gracias a sus atractivos paisajes y arquitectura urbana, han sido filmadas con frecuencia en producciones internacionales, principalmente de Hollywood, aunque también de otros países europeos.

En el cuadro 5 procedo a enlistar las ciudades mexicanas más filmadas en la historia del cine, la gran mayoría a partir de la década de los 40. Naturalmente, sólo se contabilizan las cintas filmadas en las locaciones urbanas correspondientes, aparte de si se filmaron segmentos de ellas en el campo, en estudios o en varias ciudades. Lo mismo si en la trama aparecen como si se tratara de otra ciudad, real o ficticia.

Si sumamos números, tendríamos que en los escenarios urbanos más atractivos de México se han rodado 2,546 películas, tanto nacionales como extranjeras (siempre de acuerdo con la información de la International Movie Database). De este total, 415 corresponden a cintas extranjeras solamente (equivalentes al 16% del total). No es el número completo de las películas rodadas en escenarios urbanos del país, como tampoco incluye las cintas filmadas en escenarios no urbanos, pero es una cifra que no está muy lejana de la totalidad. Cabe precisar que aquí se excluyen filmes documentales, cortometrajes y películas para la TV.


Cuadro 5. Películas filmadas en ciudades mexicanas del cine
CiudadPelículas extranjeras (1)% (1 de 3)Películas nacionales (2)Total (3)
Rosarito2172.4829
Puerto Vallarta3468.01650
Tijuana5245.263115
San Miguel de Allende932.11928
Veracruz2627.07096
Acapulco4219.0179221
Cuernavaca2118.195116
Guanajuato1318.05972
Guadalajara1111.88193
México18610.71,5411,727

Fuente: International Movie Database (IMDb) (sólo se incluyen largometrajes de ficción).

Esto significa llanamente que el cuadro 5 no contempla todas las ciudades o espacios filmados, pero me parece que sí incluye las ciudades más significativas y las más importantes en materia de espacios y locaciones para filmar películas. Hay que precisar también que las ciudades están ordenadas según el porcentaje de películas extranjeras filmadas, como parte del total.

En todo caso, se trata de una selección de las ciudades que ofrecen el mejor referente comparativo, útil para identificar las particularidades más significativas de Puerto Vallarta, concebida aquí como una de las ciudades del cine más importantes del país, y que es el objeto de estudio del presente libro.

Para ello empiezo sobre aquellas ciudades que, al ser espacios idóneos para rodar películas, no deben a alguna o algunas películas en especial, su proyección en el país y en el extranjero. En segundo término, volveré enseguida sobre aquellas ciudades que, al contrario, sí le deben a algunas o alguna película en especial su fama como lugares o destinos especialmente atractivos. En esta categoría de ciudades incluiré después ejemplos de otros países, destacando datos y características que permiten establecer un contraste también con la experiencia de Puerto Vallarta en el mismo sentido. Paso a la primera categoría de ciudades.

Ciudad de México

Como era de esperar, la ciudad más filmada es la capital del país, con 1,727 películas en total, de las cuales 186 corresponden a cintas extranjeras, lo que representa el 10.7% de aquellas. Se trata de una cifra lógica (el total mencionado), en razón de que la Ciudad de México tiene concentración urbana con la mayor diversidad de paisajes y escenarios, con las características necesarias para funcionar como locaciones idóneas en un amplio rango de géneros cinematográficos: estilos arquitectónicos, patrimonio monumental, cantidad y diversidad de edificaciones, dimensiones variables de calles y avenidas, abundante tránsito citadino —peatonal y vehicular—, riqueza de paisajes, como también infraestructura, logística y estudios de cine. Amén de la enorme centralización política, económica y administrativa que la favoreció hasta finales del siglo XX.

Lógicamente, fue la primera ciudad mexicana en recibir los inventos pioneros del cine. En una casa de lo que sería la avenida Francisco I. Madero, John Roslyn presentó en enero de 1895 el kinetoscopio, invento de Thomas Alba Edison, que pasó desapercibido para el gran público de la ciudad. No fue este el caso del cinematógrafo de los hermanos Lumière, que fue recibido personalmente por el propio presidente de México, Porfirio Díaz, en una función (6 de agosto de 1986) donde el concesionario de los Lumière, Claude Ferdinand Bon Bernard, junto al técnico Gabriel Veyre, presentaron al mandatario y a su familia las primeras realizaciones de los Lumière.

Se sabe que, gracias al éxito conseguido con Díaz, la primera presentación pública se realizaría unos días después, el 14 de agosto del mismo año, logrando una aceptación generalizada entre los capitalinos. “Después de su exitosa presentación, Veyre y Bon Bernard inician el registro de asuntos mexicanos. El 25 de agosto de 1896 se muestran al general Díaz y a su familia algunas de estas vistas, Grupo en movimiento del general Díaz y de algunas personas de su familia, Escenas en los Baños de Pane, Un paseo en el Canal de la Viga y Alumnos del Colegio Militar. Desde el primer momento, Díaz aprecia las ventajas propagandísticas de que su efigie filmada se difunda a lo largo y ancho del país y del mundo, por lo que Veyre y Bon Bernard captan al general en toda clase de eventos oficiales y familiares” (Dávalos y Ciuk, 2011: 698; García Riera, 1969).

Pero, además, y como ya lo adelanté, la capital del país cuenta con uno de los estudios más grandes del mundo, los “Estudios Churubusco”, inaugurados en 1945. Se trata de una ventaja competitiva más de la Ciudad de México que, por supuesto, abonó para concentrar en ella un gran número de producciones tanto nacionales como internacionales.

Un dato curioso, señalado por Emilio García Riera (1998: 27), es que la primera película rodada en los Estudios se filmó un año antes de su inauguración, en 1944. Se trató de la película Song of Mexico, dirigida por James A. Fitzpatrick, y estelarizada por Adele Mara, Edgar Barrier y George J. Lewis. En el año siguiente, el arranque oficial de los Estudios coincidió con la filmación de dos producciones importantes: la primera de uno de los directores más destacados de México, Emilio Fernández, y la segunda de uno de los directores más importantes del mundo, John Ford. Del primero fue la cinta La Perla, estelarizada por Pedro Armendáriz y María Elena Marqués, cinta galardonada con el Globo de Oro a la mejor fotografía. Del segundo, se trató del filme The Fugitive, protagonizada por Henry Fonda, Dolores del Río y Pedro Armendáriz.

La Ciudad de México ya tenía una imagen reconocida y de indiscutible fama internacional, antes de que el cine fuera una de las actividades culturales de gran relevancia en el país. Los fotogramas y las películas vinieron en todo caso a incrementar esa fama, y a proyectarla de manera diferente, ahora conforme a las extraordinarias propiedades comunicativas del cine. Hacia el interior del país se afianzó una imagen que, debido al centralismo, consolidó un sentido más o menos definido de nacionalidad, y hacia el extranjero se proyectó una imagen sustentada en los atractivos de una capital moderna, rodeada de una gran diversidad biológica y una enorme riqueza paisajística, como también de evidentes rasgos de una identidad pluriétnica y pluricultural, coronada con un aura de misterio, magia y exotismo, para nombrar solamente los aspectos positivos. A esta fama contribuyeron también muchos personajes de la cultura (los muralistas, por ejemplo) incluidos los cineastas (Buñuel, El “Indio” Fernández, Gabriel Figueroa, Fernando de Fuentes), pero también algunas de la expresiones más destacadas de la literatura como, por ejemplo, el surrealismo (Luis Buñuel, André Breton) o la generación Beat (William Burroughs, Jack Kerouac, Allen Ginsberg).

La capital de México acaparó el 70% de las películas filmadas en las ciudades mexicanas más importantes a lo largo de siete u ocho décadas. Podría decirse que ha sido el equivalente de la ciudad de Los Ángeles, pero con estas cifras la supera sobradamente en el grado de concentración. Aunque en este punto cabe añadir que el porcentaje (30%) que le corresponde al resto de las ciudades enlistadas ha sido de todos modos importante, porque aún cuando no lo refleja, se han abierto nuevas opciones y espacios fílmicos en México. Me explico: si nos concentráramos en la época de oro del cine en México (década de los 40 y 50), de seguro el porcentaje de cintas filmadas en la capital del país se acerca al 90% del total. La situación es diferente en la actualidad. En 2019, por ejemplo, de los largometrajes filmados por estado en la república, sólo el 42.6% se rodó en la Ciudad de México. Sigue el predominio de la capital, pero se ha ido diluyendo el grado de concentración. Por cierto, a Jalisco le correspondió el 12%, al ser la segunda entidad más filmada después de la capital (IMCINE, 2019: 40).

En segundo lugar, si se observan las cintas extranjeras solamente, se verá que, al contrario de las producciones nacionales, su realización está mucho menos concentrada espacialmente en esas siete u ocho décadas. Primero, de las filmaciones totales en la Ciudad de México, los filmes extranjeros representan apenas el 10%. En segundo término, del total de cintas extranjeras, sólo el 45% se rodó en la Ciudad de México, lo que significa que la mayoría, el 55%, recurrió a paisajes urbanos del “interior” del país.

En fin, sólo para tener una idea del tipo de producciones rodadas en la Ciudad de México, me apresuro a mencionar algunos títulos importantes.

Primeramente, de la filmografía nacional:

 Allá en el Rancho Grande (1948). Dirección de Fernando de Fuentes.

 Los olvidados (1950). Dirección de Luis Buñuel. Actuaciones de Alfonso Mejía, Roberto Cobo y Estela Inda.

 El ángel exterminador (1962). Dirección de Luis Buñuel.

 Cabeza de Vaca (1990). Dirección de Nicolás Echeverría.

 Solo con tu pareja (1990). Dirección de Alfonso Cuarón.

 La invención de Cronos (1991). Dirección de Guillermo del Toro.

 Amores Perros (1999). Dirección de Alejandro González Iñárritu. Actuaciones de Emilio Echavarría, Gael García Bernal y Goya Toledo.

 Roma (2018). Dirección de Alfonso Cuarón. Actuaciones de Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Diego Cortina Autrey y Carlos Peralta.

En segundo término, de la filmografía extranjera:

 Mistery in México (1947). Dirección de Robert Wise. Actuaciones de William Lundigan, Jacqueline White y Ricardo Cortez.

 Butch Cassidy and the Sundance kid (1968). Dirección de George Roy Hill. Actuaciones de Paul Newman, Robert Redford y Katharine Ross.

 Bring me the Head of Alfredo García (1974). Dirección de Sam Peckinpah. Actuaciones de Warren Oates, Isela Vega y Robert Webber.

 Dune (1884). Dirección de David Lynch. Actuaciones de Kyle MacLachlan, Virginia Madsen y Francesca Annis.

 Total Recall (1989). Dirección de Paul Verhoeven. Actuaciones de Arnold Schwarzenegger, Sharon Stone y Michael Ironside.

 Romeo+Juliet (1996). Dirección de Baz Luhrmann. Actuaciones de Leonardo DiCaprio, Claire Danes y John Leguizamo.

 Man on Fire (2004). Dirección de Tony Scott. Actuaciones de Denzel Washington, Christopher Walken y Dakota Fanning.

 Sicario (2015). Dirección de Denis Villeneuve. Actuaciones de Emily Blunt, Josh Brolin y Benicio del Toro.

 Spectre (2015). Dirección de Sam Mendes. Actuaciones de Daniel Craig, Christoph Waltz, Léa Seydoux y Ralph Fiennes.

Cuernavaca

La así llamada “Ciudad de la eterna primavera” entra también en la categoría de ciudades que no deben su fama originaria ni la imagen correspondiente al poder divulgador del cine. Como la Ciudad de México se ha beneficiado del cine ciertamente, pero ya cuando habían fincado su personalidad urbana en otros factores y circunstancias. De todos modos, resalta que es la tercera ciudad más filmada del país, con un abundante predominio de producciones nacionales. Las películas extranjeras representan sólo el 18% del total, aunque es una proporción mayor a la de la capital del país.

Es una opinión bastante difundida que el Hotel Casino de la Selva de Cuernavaca, Morelos, fue considerado el impulsor del turismo en esta ciudad desde los años 30. “El clima de este lugar y su ubicación lo hizo un lugar de encuentro e inspiración” por lo que “albergó a figuras de todo el mundo. Hoy ya no existe” (Nota de El Universal, 14/03/2020).

Una de esas figuras fue el escritor inglés Malcolm Lowry, quien inició su novela “Bajo el volcán” durante una estancia en el mencionado hotel, y residió en Cuernavaca entre 1936 y 1938 (Mejía Madrid: 2009). Además de Lowry, radicaron en Cuernavaca personajes como Elena Garro, Iván Illich y Erich Fromm, por mencionar unos pocos.

La cercanía con la ciudad de México sumado a los atributos climáticos, los escenarios de la Ciudad, el folclore y la cultura, y en particular proyectos como el Casino de la Selva, le imprimieron a Cuernavaca una identidad definida, de gran atractivo para el turismo nacional e internacional. Pero, de todos modos, el cine vino a capitalizar estos recursos devolviéndole a la ciudad la oportunidad de difundir, en el país y en el extranjero, imágenes de espacios urbanos atractivos, escenarios emblemáticos, junto con muestras valiosas de su espléndido patrimonio arquitectónico.

Por esta razón está entre las tres ciudades más filmadas de México, con 116 cintas en total, de las cuales 21corresponden a producciones extranjeras. Debo resaltar que la lista de filmaciones empezó hasta la segunda mitad del siglo XX, en la década de los 50, con tres cintas extranjeras y una nacional. De las primeras fueron Second Chance, 1953; Veracruz, 1954 y The Rivers Edge, 1957, y de la segunda se trata de El inocente, 1956.

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