Sólo así es posible entender un rasgo peculiar del registro fílmico de los objetos y espacios urbanos. Sorlin toma nota de la importancia de los escenarios citadinos y reconoce su enorme significado tanto para el cine como para las ciudades mismas. Pero recuerda que “aun así”, en estas cintas hay muy poca información sobre las metrópolis. Si extrajéramos de las películas las imágenes de Nueva York, Londres o París, encontraríamos las mismas imágenes recurrentes (algunas veces exactamente los mismos planos, usados dos o más veces) y sería imposible hacer documentales con ellas. Hasta la década de los sesenta la mayoría de las ciudades cinematográficas parecían más modelos de ciudad que lugares reales” (Sorlin, 2001: 21).
Cabe en este punto recordar las primeras películas realizadas en los albores del cine. Predominan escenas breves de algún acontecimiento ocurrido en una ciudad determinada. Ejemplos obligados son El Puente Leeds, La llegada del tren, La salida de la fábrica o Un bombero americano. Aún con estas breves imágenes registradas muy tempranamente, el cine habría cambiado la manera de percibir a la ciudad. Recuérdese la experiencia narrada por Sigfried Krakauer.
Pero si bien desde sus inicios las cintas suelen proyectar “muy poca información sobre las metrópolis”, y las escenas donde aparece la ciudad real pudieran ser relativamente exiguas, lo que no es siempre el caso, de todas maneras, las imágenes que se proyectan en la pantalla cumplen bien su finalidad de estimular la curiosidad y el imaginario del público, para hacerse de una representación más inclusiva que las solas escenas y lugares filmados. “En este sentido, escribe Lorente Bilbao, la imagen de la ciudad no se reduce a lo visible, a lo efectivamente construido, sino que abarca también el horizonte de referencia en el que se dan cita múltiples representaciones y relatos que construyen y reconstruyen, escriben y reescriben la ciudad y sus imaginarios” (Lorente Bilbao: 595).
Por su parte, Sorlin no ignora ese contexto significativo, pero en lugar de referirse a él como lo estoy entendiendo aquí, trata de deconstruir la imagen general, una imagen moral en varios aspectos, que las películas proyectan sobre la gran ciudad (la “metrópoli”), y que establece una línea divisoria entre la simplicidad de la vida fuera de las ciudades y el mal y los peligros que acechan a quienes viven en ellas. Esto no me interesa, sino el marco de experiencias personales del espectador, que también es interpelado por cada representación de una ciudad en alguna película.
La fruición cinematográfica activa varios elementos que estructuran la recepción que las audiencias hacen de las películas, es decir, la forma como perciben las imágenes que proyectan, la historia que narran y el efecto dramático que procuran. Sobre este trasfondo se construye la percepción del espectador respecto de las ciudades donde trascurren las tramas de las películas, especialmente cuando la localización espacial de la historia es significativa en algún grado.
El cine evoca y genera imágenes, creencias y emociones relacionadas con una ciudad, lo que abona a su capacidad de conmover al espectador, sin olvidar que la fruición misma produce una experiencia del espacio urbano nueva y palpitante, gracias al “efecto de realidad”. En general, los actos de evocar y crear experiencias no emanan sólo de lo observado en la pantalla, también remiten al contexto en que son insertados, es decir, a la mentalidad y experiencias del observador, vale decir, su propio marco perceptivo.
Grosso modo, junto con los filtros cognitivos, apreciativos y evaluativos (es decir, actitudinales) y el temperamento del espectador, distinguiría específicamente los siguientes elementos contextuales de dicho marco perceptivo. Quizás habría que considerar primero los gustos del espectador en materia de géneros cinematográficos. En segundo término, la estructura emocional de la persona. En tercer lugar, su nivel educativo y su bagaje cultural. En cuarto término, su conocimiento de diversas ciudades, y en este punto su experiencia como visitante de algunas de ellas (como “turista”, por ejemplo). En quinto lugar, su “ciudadanía” en términos de identidad urbana: es decir, la mentalidad característica de los habitantes de una ciudad determinada que comparte en algún grado. En sexto lugar, el peso variable que pueden tener los elementos idiosincráticos de esta identidad, es decir, por ejemplo, el grado de “parroquialismo” del espectador. Y en general, las experiencias significativas vividas como “ciudadano”: es decir, las que activan la experiencia de vivir en una ciudad dada, al momento de percibir las imágenes citadinas que observa en la pantalla.
Finalmente, cuenta, por supuesto, la propia vivencia particular que se experimenta en el momento mismo de observar una película, donde confluyen el marco perceptivo, de un lado, con las características de la películas observadas, del otro: me refiero aquí a la relevancia de la historia narrada y la verosimilitud de la trama, a la ciudad(es) donde transcurre, al efecto dramático que la narración produce en el espectador (es decir, el grado en que logra conmoverlo) y al efecto neto de realidad que genera.
Si la ciudad es un elemento importante y visible de la trama y la historia filmada, y en la confluencia de los elementos mencionados (subjetivos y objetivos, del mensaje y del receptor), el cine logra entonces contribuir a la definición del “carácter” y la “personalidad” de las ciudades como “personajes” (Glasgow film, 2015; Raz, 2015). Por ello, Sorlin se ve obligado a citar a George Simmel, quien llegó a sostener que “la ciudad no es una entidad espacial con consecuencias sociológicas, sino una entidad social con forma espacial” (Sorlin, 2001: 28).
Uno de los beneficios concretos que el cine brinda a las concentraciones urbanas, es llamar la atención y convocar el interés de los potenciales visitantes y turistas, gracias a la “imagen” y el “carácter” de una ciudad que se proyecta entre los espectadores. Pero no solamente esto es lo que ocurre: los rasgos y elementos más emblemáticos de una ciudad, proyectados por el cinematógrafo, logran comunicar hacia fuera, entre los que no viven en ella, una identificación urbana de la ciudad en cuestión, mientras que al mismo tiempo contribuyen a posicionar significativamente esos rasgos como focos de identidad colectiva entre quienes la habitan. Se trata de una especie de juego de espejos, donde la identidad y el “carácter” fílmico de una ciudad se experimentan, en un punto específico, con un matiz distinto entre los “locales” y los “foráneos”.
Si, como escribe Simmel, la ciudad es “una entidad social con forma espacial”, se debe entender que la proyección de la ciudad por medio de las imágenes cinematográficas, puede muy bien cristalizar en una percepción colectiva sobre la que se estructuran los imaginarios urbanos, es decir, representaciones con sentido y significación social de los paisajes citadinos reflejados en la pantalla. En este sentido, el concepto screenscape refiere a la imagen cinematográfica de una ciudad sobrepuesta a las percepciones de la ciudad real, ambos niveles mezclados en la representación social de la ciudad como paisaje (cityscape), y como horizonte de la interacción social, de los desplazamientos y las experiencias cotidianas de sus habitantes (Baudrillard, 1988).
Ciudades del cine
Nowell-Smith habla de ciudades “imaginarias” y de ciudades “reales”, dependiendo de si los escenarios de una ciudad son reproducidos y simulados en un estudio cinematográfico, o si más bien son filmados en locaciones reales y en “exteriores”. Las películas rodadas en ciudades “imaginarias” pertenecen a la categoría “Studio Shot”, mientras que las filmadas en ciudades reales corresponden a la categoría “Location shot” (2001: 101). Además de las implicaciones más evidentes de esta distinción, llama la atención que Nowell Smith no puede dejar de mencionar que “el atractivo de los filmes de esta última categoría (ciudades reales) puede ser turístico”. Pero incluso las del primer tipo pueden tener este atractivo, como se verá cuando se aborde la experiencia de la cinta Casablanca.
En este apartado continúo con la cuestión de las ciudades en su calidad de escenarios fílmicos, refiriendo ahora una variedad interesante de casos emblemáticos. Evidentemente, se incluyen aquí las ciudades que, al ser “ciudades de la industria”, también han sido escenarios reiteradamente filmados a lo largo de la historia del cine. En ambos casos, salvo pocas excepciones, las películas que se mencionan son producciones pertenecientes a la categoría “Location shot”. Es necesaria esta precisión porque existen casos excepcionales famosos de cintas que, al pertencer a la categoría “Studio shot”, han trascendido en el imaginario del público como si se hubieran filmado en “locaciones” reales.
Antes es conveniente contextualizar todos esos casos particulares, entreviendo el estado general de la producción cinematográfica en el mundo, con el fin de complementar la perspectiva que se empezó a demarcar en la breve revisión de ciudades “sede de la industria”. Se verá que hay correspondencias lógicas entre las ciudades más importantes en materia de producción cinematográfica, y el volumen de producciones donde aparecen también como escenarios privilegiados.
En una primera aproximación se reportan a continuación estadísticas relativas a la generalidad de las producciones para el cine y para la televisión filmadas en distintos países (cuadro 2). Como es de esperarse, entre los cinco países más filmados son Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia, con la inclusión un tanto sorpresiva de Canadá. También es previsible que Italia e India se incluyan entre los diez más filmados, y llama la atención que en este grupo se encuentre Australia y, particularmente, México.
Cuadro 2. Países más filmados. Producciones de cine y TV | |
Estados Unidos | 139,506 |
Reino Unido | 25,768 |
Canadá | 21,088 |
Alemania | 12,567 |
Francia | 10,338 |
España | 10,333 |
México | 9,053 |
Australia | 8,860 |
Italia | 8,004 |
India | 5,944 |
Fuente: Business 08/01/2018 14:29 EDT | Updated 08/01/2018 14:35 EDT https://www.huffingtonpost.ca/2018/08/01/worlds-most-filmed-cities_a_23493983/.
La diferencia entre el número de producciones de cine y TV filmadas en Estados Unidos y el resto de los países es abismal: comparado con el Reino Unido, la cifra es 5.4 veces mayor, es 6.6 veces más elevada que Canadá, 11 veces superior a la de Alemania y 13 veces más que la de Francia y España.
México es un caso singular en este contexto. Como se ve, el volumen de producciones filmadas está en un nivel muy cercano a los de Francia, España y Australia e Italia, y supera considerablemente al de la India. Cabe suponer que el gran número de filmaciones que hacen a México un país altamente filmado, se explica por su cercanía con la ciudad de Los Ángeles, además de que este país ha sido el principal productor de programas de televisión en América Latina durante varias décadas (telenovelas, por ejemplo), aunque no se debe olvidar que a mediados del siglo XX su industria cinematográfica también era, quizás, la más prolífica de la región. Además, tiene una trayectoria mucho más añeja que la India, y ha podido acumular un número correspondiente de producciones más alto, pues como mencioné, hoy la India produce filmes a la par con Los Ángeles, y mucho más que los de México.
Al atender ahora a las ciudades más filmadas en producciones para cine (cuadro 3), sobresale la ciudad de Los Ángeles con más de 33 mil, seguida a distancia de Nueva York y Londres. El predominio de Estados Unidos también se confirma en este renglón, pues de las 15 ciudades incluidas en este cuadro, 8 son estadounidenses. Se incluyen 3 ciudades canadienses y 2 europeas. Retomo esta información con algunas reservas, pues las cifras pueden ser menores a la realidad. Sin embargo, las utilizo en el supuesto de que reflejan el ranking aproximado de las ciudades mencionadas, según su importancia como escenarios del cine.
Cuadro 3. Ciudades más filmadas. Cine producciones | |
Los Ángeles | 33,669 |
Nueva York | 17,738 |
Londres | 11,526 |
Toronto | 5,737 |
Vancouver | 4,110 |
Chicago | 4,003 |
San Francisco | 3,398 |
Buenos Aires | 2,913 |
Las Vegas | 2,789 |
Atlanta | 2,568 |
Barcelona | 2,564 |
Sídney | 2,492 |
Montreal | 2,449 |
Austin | 2,257 |
Filadelfia | 1,908 |
Fuente: Tencer: 2018.
Naturalmente, la información referida obliga a suponer que los escenarios urbanos más difundidos entre las audiencias globales corresponden, en principio, a paisajes de las ciudades enlistadas, y, por lo tanto, que se trata de las ciudades más “conocidas” mundialmente, gracias al cinematógrafo. No obstante, aunque esta es una conclusión lógica y obligada, hay casos donde se ilustra que el número de películas filmadas en una ciudad o población no está en relación directa con su fama como escenario fílmico. A vuelo de pájaro menciono uno de esos casos: se trata de Cong, una pequeña localidad con menos de mil habitantes, situada en Irlanda del Sur, donde se filmó una cinta famosa en 1952. Sin embargo, por las características de la película en cuestión (volveré más adelante sobre ello), ella vale por una cantidad mucho mayor de filmaciones.
Esto es, si el número de películas filmadas en una ciudad es de enorme relevancia, también lo son algunos aspectos cualitativos del asunto. No hay que dejar de lado, para empezar, los gustos de espectador en materia de géneros, el efecto dramático de las realizaciones cinematográficas, el “efecto neto de realidad” que producen, junto con la calidad y atractivo de las locaciones, en tanto elementos importantes que inciden en la profundidad con que se imprimen las imágenes urbanas en el imaginario de los espectadores. Unas películas son, para decirlo en pocas palabras, más memorables que otras.
Cuadro 4. Selección de películas filmadas en distintas ciudades del mundo | |||
Ciudad | Película | Año | Director |
Nueva York | Manhattan | 1979 | Woody Allen |
Breakfast at Tiffany’s | 1961 | Blake Edwards | |
Midnight cowboy | 1969 | John Schlesinger | |
Londres | London Simphony: a poetic journey through the life of a city | 2017 | Alex Barret |
28 días después | 2002 | Danny Boyle | |
RocknRolla | 2008 | Guy Ritchie | |
Los Ángeles | Sunset Bulevard | 1950 | Billie Wilder |
El graduado | 1967 | Mike Nichols | |
Pulp Fiction | 1994 | Quentin Tarantino | |
París | Études sur Paris | 1928 | André Sauvage |
Cleo from 5 to 7 | 1962 | Agnès Varda | |
Amélie | 2001 | Jean-Pierre Jeunet | |
Hong Kong | The World of Suzie Wong | 1960 | Richard Quines |
Police Story | 1985 | Jackie Chan | |
The Killer | 1989 | John Woo | |
Roma | La gran belleza | 2013 | Paolo Sorrentino |
Roman Holiday | 1953 | William Wyler | |
Roma | 1972 | Federico Fellini | |
San Francisco | Vértigo | 1958 | Alfred Hitchcock |
The Conversation | 1974 | Francis Ford Coppola | |
Milk | 2008 | Gus Van Sant | |
Berlín | Berlín: sinfonía de una gran ciudad | 1927 | Walter Ruttmann |
Las alas del deseo | 1987 | Wim Wenders | |
The Bourne Supremacy | 2004 | Paul Greengrass | |
Chicago | The Blues Brothers | 1980 | John Landis |
El fugitivo | 1993 | Andrew Davis | |
Widows | 2018 | Steve McQueen | |
Washington | Todos los hombres del presidente | 1976 | Alan J. Pakula |
Sin salida | 1987 | Roger Donaldson | |
Wag the Dog | 1997 | Barry Levinson | |
Moscú | Walking the Streets of Moscow | 1964 | Georgiy Daneliya |
Moscú no cree en las lágrimas | 1979 | Vladimir Menshov | |
La sirena | 2007 | Anna Melikian | |
Brighton | Brighton Rock | 1947 | John Boulting |
Quadrophenia | 1979 | Franc Roddam | |
20,000 Days on Earth | 2014 | Ian Forsyth, Jane Pollard | |
Bombay | Salaam Bombay | 1988 | Mira Nair |
Quisiera ser millonario | 2009 | Danny Boyle | |
Amor a la carta | 2013 | Ritesh Batra | |
Estambul | Desde Rusia con Amor | 1963 | Terence Young |
Uzak | 2002 | Nure Bile Ceylan | |
Cruzando el puente: los sonidos de Estambul | 2005 | Fatih Akin | |
Madrid | Las chicas de la Cruz Roja | 1958 | Rafael J. Salvia |
Abre los ojos | 1997 | Alejandro Amenábar | |
Truman | 2015 | Cesc Gay | |
Dublín | The Commitments | 1991 | Alan Parker |
Ordinary Decent Criminal | 2000 | Thaddeus O’Sullivan | |
The Drummer and the Keeper | 2017 | Nick Kelly | |
Beijing | El último emperador | 1987 | Bernardo Bertolucci |
La bicicleta de Pekín | 2001 | Wang Xiaoshuai | |
Beijing Love Story | 2014 | Chen Sicheng | |
Tokio | Lost in Translation | 2003 | Sofía Coppola |
Sonata de Tokio | 2008 | Kiyoshi Kurosawa | |
Tokio! | 2008 | Boong Joon-ho, Léos Carax, Michel Gondry | |
Lisboa | Historia de Lisboa | 1994 | Wim Wenders |
Capitanes de Abril | 2000 | Maria de Medeiros | |
Tren nocturno a Lisboa | 2013 | Bille August | |
Casablanca | Casablanca | 1942 | Michael Curtiz |
Syriana | 2005 | Stephen Gagan | |
Red de mentiras | 2008 | Ridley Scott | |
Johannesburgo | Tsotsi | 2005 | Gavin Hood |
Invictus | 2009 | Clint Eastwood | |
Distrito 9 | 2009 | Neil Blomkamp | |
Buenos Aires | Nueve reinas | 2000 | Fabián Bielinsky |
El hijo de la novia | 2001 | Juan José Campanella | |
El secreto de sus ojos | 2009 | Juan José Campanella | |
México | Los caifanes | 1967 | Juan Ibáñez |
Amores perros | 2000 | Alejandro González Iñárritu | |
007: Spectre | 2015 | Sam Mendes | |
Río de Janeiro | El hombre de Río | 1964 | Phillipe de Broca |
Ciudad de Dios | 2002 | Fernando Meirelles, Kátia Lund | |
Rio, Eu te Amo | 2014 | Varios | |
Santiago | Taxi para tres | 2001 | Orlando Lübert |
No | 2012 | Pablo Larraín | |
Una mujer fantástica | 2017 | Sebastián Lelio | |
Brujas | The Killer is on the Phone | 1972 | Alberto de Martino |
In Brugues | 2008 | Martin McDonagh | |
PK | 2014 | Rajkumar Hirani | |
Venecia | Locuras de verano | 1955 | David Lean |
Muerte en Venecia | 1971 | Luchino Visconti | |
Pan y tulipanes | 2000 | Silvio Soldini | |
Acapulco | La dama de Shanghái | 1947 | Orson Welles |
Mil caras tiene el amor | 1965 | Alexander Singer | |
No se aceptan devoluciones | 2013 | Eugenio Derbez | |
Viena | El tercer hombre | 1949 | Carol Reed |
Before Sunrise | 1995 | Richard Linklater | |
Sissi | 1955 | Ernst Marischka | |
Sevilla | Lawrence de Arabia | 1962 | David Lean |
Carmen | 2003 | Vicente Aranda | |
Cruzada | 2005 | Ridley Scott |
Fuente: elaboración propia a partir de información tomada del International Movie Database, entre otras fuentes.
Por otra parte, ya mencioné que una lista de ciudades filmadas puede tener la extensión que se desee, según los criterios que se consideren importantes a la hora de elaborarla. En el cuadro 4 presento una lista tentativa, donde se incluyen las ciudades más filmadas en la historia del cine, a las que se suman otras ciudades que, si no son el caso, su “personalidad” urbana las ha destacado como “personajes” atractivos en realizaciones importantes. Al mismo tiempo, seleccioné tres cintas por ciudad, representativas de distintos géneros, que incluyen cierta profusión de escenarios reales y que lograron proyectar de manera sugestiva algunos rasgos de su identidad urbana (las locaciones insertas en una percepción más genérica de la ciudad en cuestión). Un criterio adicional fue contemplar solamente películas con sus credenciales en forma, si hablamos de la calidad fílmica que las caracteriza.
Cae por su peso la dificultad casi insuperable que representa filtrar el gran número de producciones importantes, para seleccionar solamente tres por ciudad. Indudablemente, y más allá de los criterios mencionados en el párrafo anterior, en esta tarea es también inevitable que la decisión contenga un cierto grado de arbitrariedad, junto con la imposibilidad de dejar completamente de lado los gustos de quien hace la selección. Así que también no es difícil encontrar películas que podrían sustituir algunas de las consignadas en este cuadro, o incrementar la diversidad de géneros representados. En fin, reconocido esto, considero de todos modos que se trata de una lista interesante y, sobre todo, adecuada para los objetivos de este libro.
Como la lista es larga, sólo comentaré algunos ejemplos significativos, en el contexto de la argumentación y el análisis que he venido realizando. Empiezo necesariamente con París, Berlín y Londres, mencionando sendas filmaciones, las tres pertenecientes a un género cinematográfico que vio pocas realizaciones y fue rápidamente soslayado. Podrían pasar por películas documentales, pero no lo son rigurosamente, como no fue esa la intención de sus respectivos realizadores. Por ello se le denominó al género “City Simphony Genre” (“Sinfonía urbana”), el realizador ruso Dziga Vertov es uno de sus representantes más conspicuos.
En la lista no se le incluye, pero la obra de Vertov es quizás el ejemplo más destacado y reconocido de este género cinematográfico, y aunque lo menciono aparte, se le reconoce aquí su enorme relevancia. La cinta referida lleva de título Man with a Movie Camera, fue rodada en el año 1929 y las imágenes y escenarios corresponden a tres ciudades ucranianas: Odessa, Kharkiv y Kiev.
Para abundar un poco al respecto, refiero enseguida lo que escribe el realizador independiente Alex Barret (2014): “En los albores de los 1920s, cuando la era del cine mudo seguía en su apogeo, emergió el género de la Sinfonía urbana. Lo que constituye exactamente una Sinfonía urbana es algo fluido, pero hablando en general se le puede definir como un documental poético, experimental, que presenta un retrato de la vida diaria en una ciudad, al tiempo que intenta capturar algo de su espíritu distintivo”. Lógicamente, “el término se refiere a cintas que son influidas por la estructura y la forma de una sinfonía” (op. cit.: 5).
Este sería el género cinematográfico donde la ciudad aparece como el personaje central si no es que el único. Constituye una forma de experimentar con el uso de las cámaras y con los escenarios urbanos que registran, a fin de ejemplificar lo que constituye la esencia y la originalidad del arte de narrar con imágenes, de la especificidad de la diégesis cinematográfica, pero también conforme a la mixtura de formas arquitectónicas urbanas con estructura y patrones de una sinfonía musical.
De las cintas que sí incluyo, menciono enseguida el filme Études sur Paris, dirigida por André Sauvage en 1928, y “Berlín: sinfonía de una ciudad”, filmada en 1927, bajo la dirección de Walter Ruttmann. A lo largo de 76 minutos y 79 minutos, respectivamente, las cintas van armando una representación de la personalidad urbana de París y Berlín, convirtiéndolas en el objeto y contenido del efecto dramático y emotivo que provocan. Sobra decir que el espectador termina de ver cada película deseando vivir la misma experiencia, pero ahora en alguna de las dos, o ambas, ciudades reales.
Londres recibe el mismo tratamiento, con similares resultados, en una producción mucho más reciente, en una obra que precisamente rinde tributo al género. Se trata de la película London Symphony: a Poetic Journey Through the Life of a City, dirigida por el ya citado Alex Barret en 2017.
El resto de las ciudades consignadas en el cuadro 4, también son protagonistas de las películas enlistadas, pero de otra manera y en diferente grado. Son aún un elemento o personaje importante de la historia y de la trama, pero no llegan a ser los personajes únicos, como sucede en Sinfonías urbanas. Según la relevancia que revistan en el cuerpo de la narración, van de contribuir con los lugares por donde se desplazan la historia y sus personajes, hasta ser la fuerza que le da forma espacial a la trama y al argumento. Al saber que ambas cosas ocurren simultáneamente, se puede establecer de todos modos una direccionalidad de ida o vuelta, para decirlo de algún modo: la ciudad le da forma espacial a la narración fílmica o esta narración le da forma discursiva a la ciudad. Se trata de un matiz variable en grado, según la ciudad y la película, donde, podría decirse, en un caso la ciudad es proyectada, mientras que en otro caso es construida. Insisto que no son momentos excluyentes de manera inapelable: más bien, se trata de pensar de qué lado, del de la ciudad o del de la trama, recae el peso mayor al momento en que el espectador arma su percepción fílmica de un espacio urbano.
De las películas enlistadas en el cuadro 4, de las que cuadran con la primera categoría (la ciudad le da forma espacial a la narración) destacaría las siguientes: Manhattan, de Woody Allen; La gran belleza, de Paolo Sorrentino; Cleo de 5 a 7, de Agnès Varda; Quadrophenia, de Franc Roddam; Sonata de Tokyo, de Kiyoshi Kurosawa; Roman Holyday, de William Wilder; El tercer hombre, de Carol Reed; Bejing: love Story, de Chen Sicheng; In Brugues, de Martin McDonagh, y Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles y Katia Lund.
Puede decirse que las historias en esta categoría no podrían tener lugar en otras locaciones, de tan estrechamente que las imágenes de la ciudad le dan cauce a la historia y constituyen el fundamento básico de su verosimilitud. Manhattan, de Woody Allen, sería un ejemplo de lo primero, y no sólo por el título del filme. En esto son idénticos los casos de In Brugues, Sonata de Tokyo o Beijing Love Story. Aunque no va impreso el nombre de Roma en el título, La gran belleza no pudo tener forma física en otra ciudad, igual que Roman Holiday o El Tercer Hombre. En la película In Brugues, por ejemplo, el recorrido de los protagonistas por lugares emblemáticos de esta ciudad belga, está tan embebido en el argumento, que era imposible dejar de filmar en escenarios reales de la ciudad.
Por otra parte, cuando se dice que la ciudad le da forma espacial a la historia, uno se refiere al espacio geográfico y a los rasgos físicos de la ciudad, es decir, al paisaje urbano, pero no tiene que ser exclusivamente. La dimensión espacial incluye también elementos simbólicos originales, propios de una historia social que ha vivido. Ya consigné antes lo que al respecto escribe Lorente Bilbao: “la ciudad no se reduce a lo visible, sino que abarca también el horizonte de referencia en el que se dan cita múltiples representaciones y relatos”.
Menciono como ejemplo típico el caso de Quadrophenia. Brighton es un espacio insustituible y obligado para este filme, por un rasgo que al ser uno de los ejes de la trama, deriva su verosimilitud justamente de la historia de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX (particularmente los años 60). Para entonces, Brigthon es un lugar de vacaciones obligado para los londinenses, más que nada por sus playas. Pero también es el frente donde se dirime la rivalidad entre dos tribus urbanas de la época: los “Rockers” vs. los “Mods”. La ciudad era algo así como el destino socorrido de ambas identidades, siendo la confrontación violenta uno de sus momentos rituales más emblemáticos. Y al tiempo que la película retrata esta circunstancia de la ciudad, esta misma conforma el contexto significante para el conflicto que vive el protagonista del filme: Jimmy, un “Mod” en conflicto con sus familiares y amigos, que sufre también una profunda crisis de identidad, crisis que implosiona irreversiblemente cuando en un intento por recuperarla regresa de Londres a Brighton, sólo para cerrar el ciclo con un suicidio que nunca ocurre en realidad.
De las pertenecientes a la segunda categoría (la trama le da forma discursiva a la ciudad), destacaría Distrito 9, de Neil Blomkamp; Abre los ojos, de Alejandro Amenábar; 007 Spectre, de Sam Méndez; No, de Pablo Larraín; Invictus, de Clint Eastwood; El hijo de la novia, de Juan José Campanella; Lost in Translation, de Sofía Coppola; Tren nocturno a Lisboa, de Bille August; Red de mentiras, de Ridley Scott, y No se aceptan devoluciones, de Eugenio Derbez.
En estos casos, la narrativa, los argumentos y la trama encuentran en cada una de las ciudades donde fueron rodadas los escenarios más adecuados para “espacializarse”. La ciudad es revelada en la trama y el argumento, porque éstos refieren a la ciudad.
Esta segunda categoría se puede, a su vez, subdividir en otras dos subcategorías. Están los casos de historias que le confieren visibilidad a una ciudad, y se filmaron efectivamente en ella. De las películas mencionadas en el párrafo anterior, en este casillero entran No (una película sobre del plebiscito chileno de 1988, para decidir la continuidad, o no, de Pinochet en el poder), Invictus (filme sobre el seleccionado sudafricano de Rugby durante la presidencia de Nelson Mandela), o Lost in Translation (sobre una mujer joven y un hombre maduro que se acercan para confrontar su soledad, intensificada por la estancia temporal en una ciudad hipermoderna y culturalmente extraña), y también cintas como Tren nocturno a Lisboa, 007: Spectre, Siryana, Red de mentiras y No se aceptan devoluciones.
Una segunda subcategoría de películas es aquella cuya trama tiene lugar en una ciudad conocida, pero fueron filmadas en otra parte, que simula ser la de la trama (inclusive en estudios). De las enlistadas en el cuadro 4 se pueden mencionar Lawrence de Arabia (la trama sucede en Arabia, pero fue filmada en locaciones de Sevilla y Marruecos), y Cruzada (filmada en Sevilla, Huesca y Córdoba, pero la trama sucede en Jerusalén y Kerak). Para abundar un poco, se pueden mencionar otras películas no incluidas en el cuadro 4. Argo, de Ben Affleck (la trama sucede en Teherán, pero se filmó en Estambul); Desaparecido, de Costa-Gavras (trama en Santiago de Chile, pero se filmó en la Ciudad de México); Pura suerte, de Nadia Tass (trama en Puerto Vallarta, pero se filmó en Acapulco); El magnífico, de Phillipe de Brocca (trama en Acapulco, pero se filmó en Puerto Vallarta); Green Zone, de Paul Greengrass (trama en Bagdad, pero fue rodada en Marruecos). Finalmente, en esta misma subcategoría de películas debe incluirse Casablanca.
Lo importante es que la ciudad mentada en la trama es la que se puede posicionar en la mente del espectador, a despecho de que las imágenes correspondan a otra ciudad, donde fueron efectivamente filmadas. El espectador de Cruzada, por ejemplo, queda persuadido de que una parte de la historia se desarrolla en Jerusalén, aunque no sea el caso. Lo mismo se puede decir de Desaparecido, donde los escenarios de la Ciudad de México pasan por locaciones de Santiago, dejando la impresión de que es esta ciudad la que se ve en la película.
Al final, el resultado de ver películas donde las ciudades son personajes (secundarios o principales), es que ellas pasan a imprimirse en el imaginario del espectador inevitablemente, aparte de la profusión de escenas, tomas y locaciones efectivamente registradas en el “acetato”. Por supuesto, como también lo dije antes, unas ciudades filmadas impactan más que otras al espectador y, por lo tanto, unas son más memorables que otras. Hay que agregar que son muchos los ejemplos de películas cuyo recuerdo es promovido intencionalmente por instituciones públicas o privadas, en razón de que ellas forman parte de la historia urbana y sirven para atraer visitantes y turistas, o son focos importantes de identificación colectiva para sus habitantes.