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1743


Fuentes contemporáneas

1. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 286-287

… Viernes 22 de marzo de 1743, a las tres de la mañana hubo en esta ciudad un temblor de tierra […]. Viernes 19 de abril de 1743 (hice yo la procesión de Cuasimodo), a la una y media de la mañana hubo un temblor de tierra, de tres movimientos instantáneos en esta ciudad…

Fuentes secundarias

1. Huaco 1986: s/p*

1744


Fuentes contemporáneas

1. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 307, 310, 316, 318

… Dicho jueves 25 de junio, después de las doce de la noche, hubo un temblor de dos remezones, el segundo más fuerte. Vino este temblor después de once meses y 6 días, porque el antecedente fue a 19 de abril de 1743 […]. El mismo miércoles 2 de septiembre, a las 6 y 3 cuartos de la tarde, hubo un temblor de dos remezones […]. Jueves 19 de noviembre de 1744, a las 6 y media de la mañana, hubo un temblor fuerte de tres o cuatro movimientos veloces, sucedieron varias ruinas: del remate de encima de la portada grande de la Catedral, cayó la cabeza de San Pedro, de piedra; y de la torre del lado del Sagrario cayó una bola. Y encima de la puerta del nicho (templo del Sagrario), se abrió la espalda del nicho donde está Santiago. De la iglesia de Jesús María, etc., cayó otra bola de piedra. De las dos torres de la Compañía, cayeron bolas y juntas de remates de gran tamaño. De encima de la iglesia de Santa Catalina cayó una torrecita pequeña. Hubo paredes rajadas en las casas. No hubo avería de gente. Fueron los remezones por lo bajo, de septentrión al mediodía. Duró casi una avemaría. En la iglesia de la Sacra Familia revolvieron dos cruces (que estaban encima en los chapiteles) a un lado. En el convento de la Merced se rajaron dos bóvedas de su iglesia; en la capilla de San Andrés se rajó la portada nueva, y se quebró la cruz de piedra que estaba delante. Fue el plenilunio a las 11 y 52 minutos de la noche del mismo jueves, 19 de noviembre. El claustro de Santo Domingo quedó todo sentido y hendido. En las parroquias de Santiago, Belén y la Almudena cayeron muchas casas y algunas en la calle de San Agustín. En Santiago oprimió una pared a dos personas. Fue solo este temblor desde Sencca, porque en Maras ni los Molinos no se sintió […]. Jueves 24 de diciembre de 1744, hubo un temblor en Pampamarca de Aymaraes a las siete de la mañana…

Fuentes secundarias

1. Silgado 1978: 28*

… 1744. Noviembre 19, a 06:30, temblor fuerte en el Cuzco que agrietó las dos bóvedas de la Iglesia La Merced y las paredes de varias viviendas. De la Catedral e Iglesias cayeron las estatuas colocadas en las partes altas…

2. Ocola 1984: 30*

3. Huaco 1986: s/p*

1745


Fuentes contemporáneas

1. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 327, 336

… Viernes 9 de julio de 1745, a las 10 y cuarto de la noche, hubo un temblor en esta ciudad [Cusco]. El mismo día viernes 9 de julio, hacia la una de la tarde, hubo un temblor en Guanoquite donde estaba actualmente comiendo el obispo que se hallaba en visita […]. El 30 de diciembre [sic] la noche de Navidad de 1745, a las doce, que era la hora de la misa, hubo un temblor formidable en el pueblo de Urcos, provincia de Quispicanchi

Fuentes secundarias

1. Huaco 1986: s/p*

Comentarios

Como se aprecia, la única fuente contemporánea disponible que ofrece información sísmica para 1745 es la narración de Esquivel y Navia. No obstante, ya entonces circulaba en Lima la única publicación de la que podrían extraerse ocurrencias sísmicas: la Gaceta de Lima.

Se trata de una de las fuentes más valiosas para reconstruir los diversos aspectos de la vida cotidiana de Lima en el siglo XVIII, que apareció en 1743 —si seguimos lo afirmado por Ella Temple— y difundía lo acontecido en la ciudad, en un periodo que podía abarcar semanas o meses. Muy difícil de hallar, las bibliotecas suelen contar con colecciones muy incompletas de dicha publicación; de ahí el mérito de José Durand, de recoger todos y cada uno de los números sucesivos de la Gaceta publicados en Lima entre 1756 y 1765, en dos bellos volúmenes dados a la luz en 1982 gracias al apoyo financiero de Cofide.

Un problema planteado por los bibliófilos consistió en determinar cuál fue el primer número de la Gaceta: Carlos Romero (1940) y Ella Temple (1965),37 en sendos estudios dedicados al tema, coinciden en afirmar que se trata de uno publicado a fines de 1743. Otro problema fue determinar el paradero de algún ejemplar de este número: en la actualidad se encuentra en la The John Carter Brown Library, en Boston, institución que publicó un pequeño folleto, en 1908, que indicaba los números de la Gaceta que formaban parte de su propia colección, y reprodujo en facsímil el primer ejemplar.38 Aquel número, que comprendía del 1 de diciembre de 1743 al 18 de enero de 1744 y que, lamentablemente, no contiene ninguna referencia sísmica, define su propio fin, afirmando: “Es la gazeta una breve historia de los sucesos, en que inmediata y progresivamente se exparcen las noticias. Es un sumario de las novedades, con que se establece y cultiva la policia de las gentes”.

La carátula de un ejemplar existente en el Archivo Histórico de Madrid, que, con el título: Gazeta de Lima que contiene las noticias de esta capital desde 8 de febrero hasta 28 de marzo de 1745, informaba las ocurrencias cotidianas de la capital, la reprodujo Carlos Milla Batres en su Compendio histórico del Perú; virreinato siglo XVIII. Tomo IV. Madrid, 1998, p. 193.

Conforme a las fechas de cada una de las ocurrencias sísmicas de Lima para 1745, hemos identificado los números de la Gaceta en los que debería hallarse la información que respalde cada referencia, a saber: 4, 9, 10, 11 y 12, siguiendo los títulos de los respectivos números consignados en la publicación de 1908 de John Carter Brown Library. No obstante, por el momento, al no haberse hecho el cotejo correspondiente, consideramos indispensable asignarle a cada una de esas referencias el grado 1 de confiabilidad.

1746


Fuentes contemporáneas

1. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 338-339, 363

… Desde la conjunción, que fue a 21 de enero [1746], fueron incesantes las lluvias, sin que en toda esta lunación pasase día sin llover; y el día miércoles 9 de febrero, habiendo llovido casi toda la noche antes, comenzó una copiosa lluvia desde cerca de las doce del día, y duró hasta cerca de las oraciones, ya gruesa, ya delgada. En este intermedio, a la una, acaeció un temblor de tierra que duró cosa de una avemaría. Poco antes precedió otro temblor no tenue. Hubo varias casas caídas. Por la noche, desde las siete, se oyó una gritería y clamores de la gente, en las plazas, sin saberse el motivo, porque a la voz de un muchacho que había clamado: ¡Misericordia!, siguieron otros, con descompasados gritos y últimamente las plegarias de todas las campanas. Unos decían había repetido otro temblor: otros que habían visto las auroras boreales de 20 de abril de 1744, sin que hubiese nada de lo dicho, sino sola la turbación de la gente plebeya, novelera y más que simple […]. En Urcos, en la provincia de Quispicanchi, hubo este día 9 de febrero once temblores con ruina de muchas casas. Y en los días siguientes repitieron varios temblores así en Urcos como en Andaguailillas. Por lo cual estuvieron los de Urcos todos los días en la plaza, en toldos y ramadas. En Quiquijana se continuaron más de treinta temblores y han repetido otros muchos de calidad [de tal manera] que la mayor parte de la gente ha desamparado el pueblo. Hasta el día martes 15 de febrero se han contado en Urcos y Guaroc más de noventa temblores, en que han caído muchas casas; los templos rajados y lastimados aunque sin detrimento alguno personal. Domingo 13 de febrero, llegó un religioso dominicano y refirió cómo, en uno de los temblores de aquellos parajes de Urcos, al venir el religioso por la ladera de Mollebamba, se desprendió de la serranía una piedra grande que cogió a una mula suya cargada y la arrebató y arrojó al río grande. En Accos y Accomayo, de la misma provincia, se sintieron también estos temblores; y en Accomayo cayó la iglesia la cual era nueva. En todas estas partes vivía la gente en toldos y ramadas […]. Desde el 9 al 17, se contaron en Urcos y Guaroc ciento veinticuatro temblores […]. Viernes 18 de marzo, por la noche, hubo en el pueblo de Urcos tres temblores, con los cuales se contaron 280, según dicen personas de aquel país, pero sin que haya peligro de gente por la clemencia divina, que ha dispuesto el que antes del temblor se haya oído siempre un ruido previo […]. Jueves 28 de abril, a la una y media de la mañana, tembló la tierra en esta ciudad y algunas leguas al mediodía, porque también se sintió en Oropesa, donde se hallaba el obispo […]. Sábado 8 de octubre, a las oraciones en punto, hubo en esta ciudad [del Cusco] un temblor de tierra de un movimiento de oriente a poniente y duración de casi un avemaría. Fue a los cinco meses y diez días del otro temblor que fue a 28 de abril de este año. El día antes, viernes 7 de octubre de 1746, a las 12 del día, también hubo otro temblor corto, que se sintió solo en la mayor parte de la ciudad desde la plaza grande al septentrión y poniente […]. Lunes 17 de octubre, a las 12 y media del día, hubo un temblor fuerte. En el obraje de Lucre, de la doctrina de Oropesa, fueron muy frecuentes estos temblores y hubo día de 50 temblores. Viviendo la gente en ramadas, fuera de sus casas. Y algunos temblores se sintieron en el pueblo de Oropesa y su distrito…

Fuentes secundarias

1. Silgado 1978: 28*

… 1746. Febrero 11, en el Pueblo de Urcos, Cuzco, hubo de 9 a 11 temblores, que lastimaron los templos y que hicieron caer muchas casas. En Acomayo se desplomó la Iglesia. Hasta el 15 de Febrero se contaron más de 90 réplicas

2. Ocola 1984: 30*

3. Huaco 1986: s/p*

1746


Fuentes contemporáneas

1. Anónimo. Desolacion de la ciudad de Lima y dilubio [sic] del puerto del Callao; cerróse esta relacion en 6 de noviembre de 1746 y sigue la calamidad, que dará matheria a mas larga explicacion de los venideros sucessos. En Lima, en la Imprenta nueva, que estaba en la calle de Mercaderes [1746].

Reproducido en:

1. Odriozola 1863: 172-17739

2. Silgado 1985: 118

– Dn. Joseph Manso, Virrey del Perú a S.M. Lima 29 de noviembre de 174640

Da quenta a V. M. de la entera ruina de la capital de Lima y Presidio del Callao, con el gran temblor de tierra y salida del mar del día 28 de octubre a las 10 ½ de la noche, y remití a la Real de V.M. la relación que incluye de tan fatales acaecimientos, expresando las prontas providencias expedidas, para el remedio, en lo posible, de las necesidades que como consecuencia se siguen a semejantes sucesos. Del formidable terremoto sobrevenido a esta ciudad la noche del día 28 del mes próximo pasado de octubre, que causó su entera ruina, y ocasionó la erupción de las aguas del mar sobre el puerto y presidio del Callao, asolándole en el todo: informaría individualmente a V.M. la adjunta relación que pongo en su reales manos, con el justo dolor de participarle la noticia de tal fatal y lamentable suceso, y se queda abatida por los hechos una de las más perdidamente suntuosas ciudades de su real dominación y en cuyo triste acaecimiento pudiera haber juzgado que mi desgraciado destino a su gobierno, era parte del castigo que el soberano hacedor la preparaba, sino tuviera presente, que inspirando tan inmediatamente los aciertos que necesitan los monarcas se había servido influir a V.M. el hacerme tan gran honor para que pudiese ser de algún provecho en tan urgente y estrecho lance; y en realidad experimento los efectos de su gran misericordia en haberme mantenido con robustez y constancia, entre la confusa turbación que ha traído el universal desconcierto de todo el civil y político comercio, faltando con la material ruina de los edificios, cuanto puede contribuir a la común concerbación, y haciéndose por esta causa igualmente necesitados los ricos que los pobres, cuyos clamores penetraban y penetran íntimamente mi ánimo y muy particularmente el de los monasterios de Religiosas, los cuales han quedado postrados casi con igualdad, a sus rentas, que consistían en posesiones de casas, y que ejecutan tanto como con la justicia de su demanda a que se le socorra con lo que la Real Hacienda le está debiendo, para un moderado sustento y poder formar sobre sus mismos destrozos alguna ranchería de cañas que las abrigue de las inclemencias del tiempo, en que puedan guardar clausura y observancia. A todo he procurado atender en el modo posible, solicitando dar consuelo a cuantos le necesitaron, y piden en medio de los sobresaltos que todavía permanecen por la continuada repetición de temblores y me mantengo en la plaza mayor dentro de una pieza de tablas, que pudo haberse formado, como permitió tan instante necesidad, y a su entorno, se van estableciendo las oficinas mas necesarias al Gobierno para el mas pronto despacho de los negocios, sin que hasta ahora haya dado lugar a tan grave angustia, a disponerse solo en que corran el de la Real Audiencia, cuyos ministros se han acogido a los parages que para su reparo y conservación le ha ofrecido la suerte en las huertas, y en otros sitios desembarazados de paredes; y en adelante continuarse la misma incesante y cuidadosa aplicación de providencia al público, cuando pueda depender de mi arbitrio, y ser capaz de aliviarle en este trabajo. Y siendo necesario proveer muchas cosas que miren a lo futuro, para precaver los daños que debe recelarse, como también para el remedio de los ya experimentados, informaré a V. M. en las primeras acciones y según se fueren concluyendo los diversos expedientes, que se están substanciando sobre varios puntos conducentes al mas firme y pronto restablecimiento de la ciudad, y resguardo de la Marina, en que me hallo entendiendo con la más considerada atención, para dar cuenta a V. M. con los documentos que los instruyan, de cuya Real piedad debe esperar leer de la favorable providencia a que le inclinan su innata propensión y el miserable estado de esta República.

Excelentísimo Señor guarde la Católica Real Persona de V. M. los muchos años que la cristiandad necesita y ha menester. Lima, 29 de noviembre de 1746.

– Cartas y expedientes del Virrey del Perú Dn. Joseph Manso. 1738-1746

Informa a S. M. con motivo del temblor acaecido el día 28 de octubre de 1746, lo conveniente que sería la minoración de Religiosos en los Monasterios de la Encarnación, Concepción, Santa Clara, La Trinidad, y Descalzos de Sn. Joseph por los motivos que expuso:

Señor: En la deplorable ruyna de esta ciudad, de que doy cuenta a V. M. en esta ocasión, uno de los objetos mas lastimosos y que concilian la mayor conmiseración es el estado en que quedan los Monasterios de Religiosos, particularmente los seis mayores de su mas antigua fundación, que son la Encarnación, Concepción, Santa Clara, Santa Catalina, La Trinidad y Descalzos de Saint Joseph, que por no haber tenido número determinado de sus Constituciones de los Religiosos que decían ser recibidos, han admitido número tan crecido que para que en ellas aya cavido con el dilatado ámbito a que se extienden, ha sido preciso estrechar y unir de modo las viviendas sin observarse forma, ni regla alguna de claustros que mas parecen laberintos que casas religiosas, de que ha procedido no solamente la mayor facilidad en haberse arruinado sino también el que sus destinos se haya tornado tan confuso monton de materiales que no haya quedado espacio alguno desembarazado en que hayan podido asegurarse de los inminentes riesgos a que con la repetición de los temblores de tierra están todos amenazados, y así por este motivo, como por haberse abatido todos sus cercos sin poderse considerar clausura alguna, se le ha hecho inevitable al Juez Eclesiástico conceder licencia a las que han tenido honestas familias de Padres Parientes para que puedan vivir con sufrimientos con ellas mientras se dispone el desmonte de sus Monasterios, y el que puedan reducirse a guardar alguna forma de vida regular. Y aunque se hagan tan dignas de lástima tan penosas y trabajosas circunstancias, pueden sacarse de ellas muy provechosas resultas al mas importante fin, que es el de su mas ajustada observancia y aunque piadosamente puede creerse, que entre otras cosas ha dirigido la Divina Providencia este tremendo golpe, puso menoscabadas ya en la mayor parte de sus rentas, y que ya no serán suficientes a que se les contribuya aún con la corta ración que antes se les daba, podrá ponerse regla fija para que en adelante no se admita novicia alguna, y que según fueren faltando las que hoy existen, se recargan al número para cuyo sustento alcanzan sus rentas, fabricándoseles habitaciones proporcionadas a su Instituto regular y de materia menos sujeta a la inevitable pensión, a que según tan dolorosa experiencia ha de padecerse en esta región. Este mismo asunto por otras diferentes consideraciones y por los graves inconvenientes que en el tiempo de su gobierno había observado el […] Sr. Arzobispo D. Melchor de Liñan y Cisneros le adelantó y fomentó, tanto que habiendo informado al S. Carlos II, glorioso hijo de V. M. cuanto importaría a la mas ajustada observación de Religión perfección de los enunciados seis monasterios grandes, su reducción a número determinado, se sirvió S. M. recurrir a la Villa Apostólica y obtener Bula de la Santidad de Inocencio XI en que determinó, el que debía en adelante tener cada uno y ordenó a dicho […] S. Arzobispo, el que aplicase toda su mas cuidadosa atención a su cumplimiento, lo que se encargó por el Real Despacho en que se lo dirigió el expresado Señor Carlos II y posteriormente repitió la misma instancia por segundo Real Despacho y aunque entonces no tuvo efecto, sin embargo de haber vivido algunos años a su recibo, alcanzándome los motivos que lo impidieron y que al […] S. Arzobispo Francisco Amascandon que deseó ponerlo en práctica, le sobrevino la muerte antes de haberlo conseguido, hoy ha llegado el caso de que se haga esta providencia inevitablemente necesaria para que puedan subsistir los Monasterios del modo que sea más conveniente y que sean muy útiles a la República, y a fin de que se cumpla he juzgado de mi obligación informarlo a V. M. para que lo encargue al […] S. Arzobispo que haya de venir a Gobernar esta Iglesia, con todo el mayor aprieto y para que el Soberano dictamen de S. M. pareciera conforme a razón, el que supriman algunos, para que sus rentas se apliquen a otros, o que se unan los que fueran de una propia iglesia; se sirva impetrar Bula de su Santidad cometida al mismo Arzobispo, con la facilidad de poderlo executar, pues en los términos que se ha llegado las cosas, no hay necesidad en la República, según se irá despoblando, de tanto número de monasterios, ni podrán mantenerse de modo que tengan toda la subsistencia precisa, para su mas ajustada observación, sobre todo lo qual dispondrá V. M. lo que fuere de su Real Arbitrio. Dios Guarde… Diciembre de 1746.

3. Llano Zapata, José Eusebio. Carta o diario que escribe Don […] a su mas venerado amigo y docto correspondiente el Dr. Don Ignacio Chiriboga y Daza, en que con la mayor verdad y critica mas segura le da cuenta de todo lo acaecido en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre de 1746, quando experimentó su mayor ruyna con el grande movimiento de tierra, que padeció a las diez y media de la noche del mencionado día hasta el 16 de febrero de 1747, con una tabla en que se da el calculo exacto de todo el número de temblores, que se han sentido en el tragico sucesso que es lastimoso assumpto de este escrito. Y juntamente le participa el estrago del presidio del Callao y sus habitadores con la inundación del mar que los tragó en la noche del primer terremoto. Impresa en Lima, calle de la Barranca por Francisco Sobrino [1747]. 33 folios.

Reproducido también en:

1. Odriozola 1863: 70-108

2. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 354-36241

4. Llano Zapata, José Eusebio. Observacion diaria critico, historico, metheorologica, contiene todo lo acaecido en Lima desde el primero de marzo de 1747 hasta el 28 de octubre del mismo y se da la historia de las santas imagenes Patronas de los temblores que se veneran en esta corte, y el numero de los que se han sentido en el periodo de estos ocho meses, que ofrece y dedica al Sr. Dr. don Gerónimo de Solá y Fuente […] gobernador de Huancavelica. Con licencia. Lima, 1748, 49 folios.

Reproducido también en:

1. Odriozola 1863: 110-14842

5. Lozano, Pedro. Relacion del terremoto que arruinó a Lima e inundó el Callao el 28 de octubre de 1746, escrita por el P. Pedro Lozano de la Compañía de Jesús.

También reproducido en:

1. Odriozola 1863: 36-4743

6. Marqués de Obando. Carta que escribió el Marqués de Obando a un amigo suyo sobre la inundacion del Callao, terremotos y estragos causados por ellos en la ciudad de Lima [1747].

Reproducido también en:

1. Odriozola 1863: 47-6944

7. Anónimo. Individual y verdadera relacion de la extrema ruina que padeció la ciudad de los Reyes, Lima, capital del reino del Perú, con el horrible temblor de tierra acaecido en ella la noche del dia 28 de octubre de 1746 y de la total asolacion del presidio y puerto del Callao por la violenta irrupcion del mar que lo ocasionó en dicha bahia. (En Lima, con Licencia de este Superior Gobierno en la Imprenta que estaba en la Calle de los Mercaderes. Año de 1746).45

Reproducido también en:

1. Odriozola 1863: 148-171

2. Esquivel y Navia [1740-1749] 1980, II: 352-353

… Entre los horrores con que la Naturaleza ha manifestado muchas veces en venganza de la Divina Justicia ofendida, la suprema fuerza de su mano poderosa, ha sido siempre el más tremendo, el imprevisto golpe de los súbitos terremotos, que en un mismo momento son el aviso y el castigo de su furor. Testigos han sido en todos tiempos los estragos universales de enteras ciudades que han perecido a su violencia. Y entre los que ha padecido estos Reinos desde su Conquista, que es a lo que puede alcanzar nuestra noticia, ninguno se debe decir con verdad que ha llegado a ser de igual ímpetu, ni de tanta ruina, y estrago, como el que acaeció en esta capital, en donde sin duda tuvo su origen, y se dejó sentir a cien leguas de distancia, desde ella hacia la parte del Norte, y otras tantas a las del Medio día, por la misma Costa que sigue el Mar ese año de 1746, en la noche del día 28 de octubre, dedicado a los dos Santos apóstoles San Simón y Judas, que merecieron la dichosa cognación de la Santísima Virgen Madre de nuestro Redentor cuya gloriosa memoria se había hecho en ella de algunos días antes, de muy señalada, y sobresaliente veneración, quizá porque así lo dispuso la Divina providencia, para que con su poderosa intercesión lograsen sus Habitadores la milagrosa libertad de las vidas, que no se concibe a vista de la total ruina de los Edificios y Casas, en que se hallaban todos comprendidos.

Eran, por la indicación de los más bien reglados relojes, las diez horas y treinta minutos de la noche, a tiempo que se hallaba el Sol en cinco grados y diez minutos del Signo de Escorpión, y la Luna en pocos menos del de Tauro, de suerte que faltaba muy poco para la oposición de ambos planetas, que se hizo cinco horas y veinte y dos minutos después, a las tres y cincuenta minutos de la mañana siguiente del dia 29. Este aspecto por una continua desgraciada observación, se ha experimentado siempre fatal en este clima, porque en el acaecen de ordinario semejantes movimientos, que aunque muchas veces son remisos, alguna atemoriza demasiado su violencia; pero en esta ocasión ni aun le dio lugar al susto el estrago, porque percibiéndose casi a un mismo tiempo ruido, movimiento, y ruina, en solo cuatro minutos horarios que tuvo de duración la mayor fuerza del terremoto, se hallaron unos sepultados en las casas que cayeron y otros en las calles oprimidos de las paredes, que el correr por ellas los alcanzaban; pero los más ya en los huecos que dejaban las ruinas, ya sobre ellas mismas, sin saber como las superaban, se vieron libres por el acaso con que los guiaba la Divina Providencia a donde no perecieran, no habiendo quedado a ninguno deliberación, y aun cuando las pudiera mantener ni había asilo en qué confiar, flaqueando lo que se juzgaba más firme, y tal vez resistiéndose lo más débil, ni el temor común permitía aquietarse, hasta encontrar lo escampado. Sacudía la tierra los edificios con estremecimientos tan fuertes, que cada ímpetu arrojaba la mayor parte. Y arrebatando esos grandes pesos consigo (principalmente en los templos y las habitaciones altas) cuanto encontraban, acababan de destruir lo que aun perdonaba el temblor, cuyos impulsos aunque instantáneos, sucesivos y en los intervalos se trasladaban los hombres de unos lugares a otros, que fue el modo de librarse algunos cuando a otros la imposibilidad de moverse los conservó, porque así se conociese visiblemente que nada buscaba en ellos la Divina Justicia, más que el arrepentimiento, y la enmienda, pues hizo resplandecer tanto su misericordia, que solo por una extraordinaria Providencia se puede concebir la preservación de las vidas pues siendo apenas veinte las casas que no se rindieron, de las tres mil que compondrán las ciento y cincuenta islas que se contienen en el recinto de las murallas, y que con las correspondientes accesorias, y tiendas que hacen las moradas de oficiales y gente pobre. Y con las que están fabricadas en el arrabal, o burgo de San Lázaro de la otra parte del rio a que da paso, y comunicación la gran Puente que lo sujeta, y ciñe, llegan a un número capaz de encerrar 60 mil personas que son las que se regulan de continua habitación en esta ciudad, solo se han podido averiguar por bastante exquisita diligencia las muertes de poco más de 1,141.

Había llegado Lima a tal punto de perfección de que era capaz una ciudad en las distancias de este nuevo mundo, y en poco aliento que daba a la suntuosidad de los edificios el temor de estas calamidades, pues dentro de la moderación de unos sólos altos sobre las primeras viviendas, se adornaban sus bien regladas calles de toda la hermosura que contribuye la proporción, satisfaciendo augusto, y la comodidad, con todo el ornato, y primor de la mejor arquitectura, y con la alegría de muchas vistosas fuentes a que por acueductos subterráneos se conducía el agua: y en la elevación de los templos, y construcción de los religiosos conventos y monasterios en que el celo del culto encendía una devota confianza que no atendía a los riesgos, puede decirse que su magnificencia sino excedía, pudiera hacer competencia a las mas grandes fábricas de este género en todo el mundo, pues la hermosura de sus fachadas, sus vestíbulos y cementerios, la grandeza de sus Naos, sus claustros, y escaleras, nada hacían envidiar de amplitud, ni de belleza. Setenta y cuatro grandes, y pequeñas iglesias se numeraban con las capillas publicas y catorce monasterios, y otros tantos hospitales, y recogimientos y en ellas era igual la riqueza, y perfección, así en los retablos y pinturas, como en los adornos de mallas, lámparas, vasos de plata, y exquisitas obras de oro, perlas y fina pedrería en las custodias, coronas y joyas. El aparato, y compostura interior de las casas principales en pinturas de láminas, y lienzos, escritorios, espejos, colgaduras, y demás muebles, y alhajas de gusto que sobresalían entre el abundante servicio de la plata labrada, la habían hecho un depósito de lo más precioso que se puede gozar en todas partes, porque de las más remotas le había conducido la codicia cuanto podía ser apetito de la vanidad para la extracción de sus riquezas.

Pero toda esta vistosa perspectiva, que había sido el cuidado, y el esmero de pocos años, en un instante reducido a polvo, manifestó antes de tiempo la natural caduca subsistencia de su ser. No es capaz de imprimirse en el alma por el oido, el asombro que percibe la vista en estas ruinas; aún los mismos que las sufren tienen que admirar en lo que no alcanzaron, y así no sólo es inexplicable en una relación el conflicto, pero ni aún se puede dar una idea perfecta del estrago. Qué energía de voces hará comprender el pavor horroroso que causan los montes de fragmentos que impiden la entrada en la Santa Iglesia Catedral, cuya peregrina estructura desbarató su misma grandeza? Pues desgajándose sobre ella las altas Torres que la coronaban, demolieron todas las bovedas y capillas hasta donde alcanzaron, fuera de las que por si mismas se rindieron, que no tan solo hacen imposible el reedificio, pero aun inmensamente costoso el desmonte. Y a su semejanza los otros grandes templos de las cinco religiones, en donde lo que no ha caido esta tan ruinoso, que ejecuta mas a la extinción, que al reparo? Cómo se ha de significar la dolorosa ternura que sienten los corazones al ver desolados casi todos los monasterios, sin albergue las religiones, consumidas ya las fincas de su manutención, cuyo principal fondo eran los censos sobre las casas de la ciudad, sin más amparo que el que pueda ministrarles el abrigo de los parientes o la compasión de los piadosos, sin remota esperanza siquiera de reducirse a Clausura? A la verdad, que se abisma el entendimiento de los inescrutables Juicios de Dios en la destrucción de sus templos, en la aflicción de sus esposas, y en tanto eclesiástico patrimonio perdido y más al ver tantas vidas salvadas, cuando perecieron en solo el pequeño monasterio del carmen bajo de Santa Theresa, doce religiones de las veinte y una que la formaban, que fue el mayor estrago que se experimentó; pues en los otros grandes no llegó a este numero la muerte de las religiosas, aunque en algunos excedió el de las criadas. Y en el hospital santa Ana, que es erección real para los indios de ambos sexos, setenta enfermos, a quienes desde el principio del terremoto sepultaron en sus mismas camas, los cubiertos de las grandes salas de sus distintos alojamientos, sin permitir socorro.

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