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2.3 Fase de contemplación

En la fase de contemplación, una vez que las personas han creado la escena, es fundamental dedicar todo el tiempo que estas necesiten para que caminen despacio alrededor de la caja y observen, desde diferentes ángulos, lo que han construido. El terapeuta también mira en silencio y contempla la escena con atención plena. Esta fase es muy importante, porque, si bien la anterior está principalmente gobernada por el hemisferio derecho del cerebro (se produce una «disociación benigna» [Benito y Gonzalo, 2017] de manera natural y sin que el constructor de la escena en la caja realmente lo busque, es el propio cerebro quien lo hace, pues se activa el «pensamiento en imágenes» [Rae, 2013]), en esta segunda etapa contemplativa se produce progresivamente un diálogo entre el hemisferio derecho y el izquierdo a través del cuerpo calloso5. El hemisferio izquierdo, verbal y contador de historias, busca un sentido a lo que el derecho ha construido y es confrontado por este. En este momento, se pueden producir insights6, y algunos pacientes pueden tomar conciencia de que se les revelan aspectos del self disociados que no habían imaginado que emergerían a su conciencia. Si el terapeuta transmite seguridad, el paciente podrá regularse emocionalmente y aceptar de manera progresiva lo revelado en su caja de arena. Es posible, además, que, al contemplar la imagen, algunos clientes conecten con recuerdos traumáticos de su biografía que se activan al visualizar la escena de la caja. Pueden ser pacientes que han sufrido un trauma temprano y crónico de naturaleza compleja, como suele suceder en las víctimas de abuso sexual y/o maltrato, que pueden irse fuera de la «ventana de tolerancia a las emociones»7 por la desregulación emocional que suelen padecer a veces (Ogden y Fisher, 2016). Estas conexiones pueden conllevar una intensa abreacción8 emocional, pues los recuerdos que se activan, vía visual, de naturaleza traumática, son duros y dolorosos. Otras veces, al contrario, la imagen puede propiciar la desconexión y la distancia emocional como defensa. En este momento (y en otros de esta índole que puedan surgir durante la sesión con la caja de arena) es de vital importancia que la confianza y seguridad en la relación terapéutica puedan ayudar a los pacientes a estabilizarse. El terapeuta acompañará adecuadamente a estos y contendrá la expresión de lo que emerja, ofreciéndoles la posibilidad de que puedan usar algún recurso de regulación emocional (previamente ensayado) que les sea útil. Pero, sobre todo, es fundamental que el terapeuta permanezca a su lado, involucrado y presente, mostrándose contenedor y evidenciando «receptividad empática» (Ogden y Fisher, 2016).


«¡Deja que las miniaturas te elijan a ti!». ¿Te sientes atraído por esta? Entonces, ¡selecciónala! No pienses demasiado y déjate llevar. Tu hemisferio derecho, sede del pensamiento en imágenes, no se equivoca.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, hemos de prever que los clientes no puedan hacer una coexploración verbal de la caja de arena hasta que no estén regulados y manejen las emociones y sensaciones corporales intensas que experimentan, o hasta que no hayan salido de la desconexión o el bloqueo emocional. Como terapeutas hemos de ayudarlos a que, progresivamente, se adentren en la «ventana de tolerancia a las emociones» (Ogden y Fisher, 2016), usando recursos de regulación como «la respiración, el arraigo y la presentificación», todos propuestos por estas autoras. Cuando los pacientes están dentro de esta ventana, ya pueden procesar la información. Si se apartan de los márgenes de esta, estarán demasiado hiperactivados o, al contrario, hipoactivados, con lo cual no procesarán ni elaborarán, sino que reexperimentarán lo traumático sufrido en el pasado. Puede que para estas personas crear la escena en la caja de arena sea suficiente para una sesión, dejando la coexploración para otro día. «No todos los pacientes pueden hacer todas las fases de la caja de arena en una sola sesión» (Rae, 2013). Por ello, si se trabaja con esta técnica con clientes que presentan una traumatización compleja y temprana, es un requisito formarse en los modelos explicativos del apego, la mentalización y la terapia informada por el trauma.

2.4 Fase de coexploración

A continuación, si los pacientes lo desean, el terapeuta los acompaña en la coexploración verbal de lo creado. Es fundamental que no se convierta en una experiencia puramente intelectual y cognitiva. Se trata de que terapeuta y paciente se adentren en el mundo en la arena de tal modo que el primero sea capaz de crear una experiencia conectiva y resonante emocionalmente, que favorezca que las personas se sientan reguladas y permanezcan en los márgenes manejables de activación de la «ventana de tolerancia a las emociones» (Ogden y Fisher, 2016). El mantenimiento de la «armonía relacional» (Benito y Gonzalo, 2017) y una «comunicación neuroafectiva» (Ogden y Fisher, 2016) son mucho más importantes que el principio de querer «entender todo» de la caja de arena, sobre todo con personas cuyo «cerebro está organizado por traumas» (Barudy, 2021). La validación del mundo en la arena de los pacientes y cómo estos se sientan durante el proceso (sentidos y reflejados emocionalmente) es tan importante o más que conocer o desentrañar los significados de lo que han representado en la arena. Estos se les irán revelando poco a poco a lo largo del proceso terapéutico.

En la fase de coexploración se pretende, sobre todo al inicio, que las personas desarrollen un entendimiento básico de lo que acontece en la caja y que puedan regularse emocionalmente, sin sentirse desbordadas por lo que ven, sienten y piensan cuando son confrontadas por lo que han construido. No hay que tener prisa y concentrar esta tarea en solo una sesión. La necesidad de saber del terapeuta puede que no se corresponda con la de los clientes. ¡Su ritmo y capacidad de asimilación de la información pueden ser otros! Hay que tener presente que en sesiones posteriores puede volverse sobre el vídeo grabado o la fotografía para continuar aprendiendo sobre lo construido.

Como dice Weinrib (1983), «el terapeuta escucha, observa y participa empática y cognitivamente, con la menor verbalización posible». Por eso, este debe hacer pocas preguntas, dejando tiempo a los pacientes para que su cerebro procese toda la información contenida (imagen-cognición-emociónsensación) en sus redes neuronales, que se interconectan. La presencia segura del terapeuta, que administra con experiencia las preguntas y los silencios, mientras los pacientes observan el mundo en la arena atentos a lo que «llegue» a sus mentes, propicia que se procesen las emociones abrumadoras. Las preguntas que se formulan son abiertas, pensadas para favorecer la mentalización9 y fomentar la apertura y curiosidad. Las cuestiones que se plantean a los pacientes pueden ir dirigidas a tratar de cocrear una narración descriptiva del mundo en la arena («qué está pasando», «qué clase de mundo es», «qué hacen los personajes…», es decir, un relato sobre la escena de la caja). O pueden ir destinadas a que los clientes consigan adentrarse profundamente en la vivencia global, que no sea solo contar, sino hacer una verdadera inmersión en el mundo en la caja, incluyendo otros componentes de la experiencia como la emoción y la conexión con el cuerpo (ver epígrafe 7). Se trata de lograr que los diferentes niveles de la experiencia se interconecten entre sí y los clientes hagan un involucramiento cognitivo, emocional y sensorial (incluidas las imágenes) (Lowenfeld, 2004), así como una experiencia de conexión con su caja y el terapeuta, que es lo que ayuda a activar el nervio vago ventral (Porges, 2011). Esto es lo que favorece la integración de los problemas emocionales y los contenidos traumáticos que se van trabajando poco a poco simbolizados en las cajas de arena.

Durante el proceso de coexploración de la técnica, los silencios son muy importantes porque el terapeuta actúa como «testigo silencioso» (Bradway y McCoard, 1997) de lo que acontezca. No en vano estas autoras denominan a la técnica «el taller silencioso de la mente». Como bien expresa la maestra Josefina Martínez (quien me enseñó a trabajar con la técnica, junto con Maryorie Dantagnan, en el contexto del posgrado de traumaterapia), la imagen de la caja de arena se graba en la mente y opera en el interior del sujeto. Esto lo he podido comprobar porque, pasado un tiempo, los pacientes aún siguen descubriendo aspectos nuevos sobre su caja de arena.

El vínculo entre terapeuta y paciente debe ser sólido y seguro, de tal modo que el primero pueda contener la experiencia y lo que emerja sin invadir, ofreciéndose como «base segura» cuando ambos coexploran el mundo en la arena (Bowlby, 1989). El terapeuta debe ser capaz de ayudar a su cliente a regularse emocionalmente. El logro de una «sincronía afectiva» (Schore, 2003), muchas veces afectada en las personas traumatizadas por la desregulación sufrida durante años de exposición a traumas relacionales tempranos, es una de las experiencias más reparadoras que un terapeuta competente de la técnica de la caja de arena puede ofrecer a sus pacientes, sobre todo a los que tienen heridas tempranas en el apego. Muy por encima, probablemente, de lo que su escena signifique. El trabajo de desentrañamiento de lo que la caja de arena pueda significar para cada paciente se hace, en todo caso, después, cuando los pacientes pueden regularse emocionalmente, en especial con clientes que pueden aprovecharlo y sienten la necesidad de profundizar en los significados de los símbolos presentes en su caja de arena, que pueblan el «inconsciente colectivo» (Jung, 2009).

El trabajo con esta técnica no suele proponerse en las primeras sesiones de terapia (Bradway y McCoard, 1997). Primero, se requiere dedicar unas sesiones a la evaluación y el establecimiento de un vínculo de confianza entre paciente y terapeuta. Para poder explorar su mente, el sistema nervioso de los clientes ha de valorar como seguro tanto el lugar como la persona del terapeuta. De este modo, el conocimiento proveniente de su «neurocepción»10 les transmitirá que pueden relajarse y no son necesarias las «defensas animales» de lucha, huida, bloqueo o disociación (Ogden y Fisher, 2016). Además, es conveniente, antes de empezar con las cajas de arena, ensayar con los pacientes habilidades de regulación como la respiración, el arraigo, la presentificación y la alienación del núcleo, entre otras (Ogden y Fisher, 2016). No hay que tener prisa para que los pacientes confíen y se abran antes de tiempo. Muller ya ha advertido sobre los «peligros de la precipitación» en el uso de las técnicas terapéuticas. Antes de poder adentrarse en la exploración de su interior, el paciente ha tenido que desarrollar una «sensación interna de contención» (Muller, 2020).

2.5 Fase de poscreación y cierre

Cuando termina la fase de coexploración de la caja de arena, es necesario hacer un cierre y despedida del mundo en la arena. Suelo invitar a los pacientes a que hagan un resumen de lo acontecido desde el comienzo de la sesión hasta el final. Acostumbro a preguntarles si es buen momento para que se despidan del mundo en la arena y cerremos la sesión.

Tras fotografiar la caja de arena desde el ángulo que los pacientes deseen (se pueden hacer varias fotos, si las personas durante las diferentes fases hicieron cambios y modificaciones en la escena primaria), es importante cerciorarse de que aquellas terminan bien la sesión, reguladas emocionalmente, dándoles tiempo para que puedan reconectar con el mundo real, para que hagan una transición suave del mundo en la arena a la vida cotidiana. Sin prisa. Hay que prever una sesión con tiempo suficiente, entre 60 y 90 minutos.

La caja de arena se desarma al terminar y se devuelve todo a su sitio. Los pacientes son los que retiran las miniaturas e ítems del interior de las cajas y las depositan en los mismos lugares en los que antes estaban colocados en la estantería. Se limpia de arena la base de cada miniatura con un cepillo y se pasa un rastrillo por la arena de la caja para que no se quede ningún ítem escondido. Se limpia y barre la sala, si ha caído algo de arena al suelo, y se deja todo preparado para la siguiente sesión de caja de arena.

2.6 Sobre la interpretación de las escenas creadas en las cajas de arena: ¿Cuándo? ¿Cómo?

Después de la creación de una o varias cajas de arena, es cuando puede comenzar la labor interpretativa, si lo valoramos como necesario y beneficioso para nuestros pacientes adultos y, en ocasiones, para los adolescentes. Con los niños no se suele hacer dicha labor. Con ellos solemos jugar11 y nos mantenemos en el poder sanador del juego y en el potencial terapéutico de las metáforas que emergen (los niños liberan emociones, desarrollan sentimientos de control y crean narrativas mientras juegan, con un adulto facilitador, sintónico y empático a su lado, capaz de reflejarlos emocionalmente de manera adecuada y de ayudarlos cuando entran en un juego postraumático). Para saber más sobre este tema, recomiendo consultar el libro de La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia (Benito y Gonzalo, 2017).

En mi opinión, y basándome en todos mis años de experiencia con los pacientes y la caja de arena, respecto a la necesidad o no de interpretar esta, coincido con Bradway y McCoard (1997) cuando afirman que es mejor no hacerlo hasta que el proceso no verbal haya tenido tiempo de operar en la mente y las actitudes y la conducta se hayan integrado con lo que ocurre en el proceso de sandplay. Con determinadas personas esto supone un proceso terapéutico que puede prolongarse en el tiempo. Una muestra de lo que dicen estas autoras se observa en la caja de arena de B (ver epígrafe 4.4.1). Con otras personas, en cambio, dicho proceso puede alargarse menos y las podemos ayudar vinculando el mundo en la arena con el «ámbito personal» (Rae, 2013) en menor cantidad de tiempo.

Cuando vinculamos el mundo en la arena con el mencionado ámbito personal, lo que hacemos es aplicar de un modo realista lo que a los pacientes se les ha revelado en las cajas de arena a su vida cotidiana, cómo llevar esa toma de conciencia a su vida real. También analizamos la relación de dichas revelaciones con los motivos y problemas por los que aquellos nos han consultado como expertos que somos en psicoterapia (Rae, 2013), ayudándolos a comprenderse mejor a sí mismos y a reestructurar de una manera ordenada el material clínico de las cajas (ver apartado 4.3.).

A modo de contraste, con niños que habían padecido una negligencia grave durante los primeros seis-ocho años de vida, abandonados en orfanatos donde no existían contacto ni relaciones humanas, he trabajado con éxito en terapia con las cajas de arena sin usar palabras, pues presentaban trastornos graves del desarrollo que afectaban al área del lenguaje. No hizo falta ni hablar ni interpretar nada para que funcionara. Permití, como dice Margaret Lowenfeld, que los niños fueran los expertos en sus cajas (un espacio libre y protector) y atendí a lo que hacían y mostraban en sus mundos. Esto conviene dejarlo claro, sobre todo con los niños: jugar es el mejor modo que tienen de aprender y resolver sus conflictos psíquicos. Ahora bien, en traumaterapia (Barudy y Dantagnan, 2017) combinamos la técnica de la caja de arena con otras técnicas y con un trabajo con la BASE de cuidados (los padres o referentes del niño) y el contexto (los tutores escolares y otros profesionales que intervengan con el chico). Ninguna técnica por sí sola puede garantizar beneficios terapéuticos en terapia infanto-juvenil si no se integran adecuadamente en el enfoque de intervención terapéutica estos elementos (BASE y contexto).

Del mismo modo, con algunos pacientes adultos tampoco he llevado adelante esta labor interpretativa verbal explícita, porque no estaban preparados para ello y necesitaban un acercamiento metafórico y requerían de un mayor grado de distancia con respecto a lo traumático representado. Sin embargo, la experiencia de construcción de las cajas de arena les ha permitido lograr un alivio emocional y encontrar otro lenguaje para poder comprenderse a sí mismos y expresarse, usando metáforas y alegorías a las que no les hace falta la palabra, pues se explican por sí solas; es otro lenguaje más complejo y profundo. Por ello, antes de hacer un trabajo interpretativo explícito usando la palabra, hemos de preguntarnos el porqué, el para qué y el cuándo de este. ¿Es útil y beneficioso para determinado paciente en ese momento de su vida trabajar en la cocreación de interpretaciones? ¿Está preparado para un trabajo de semejante naturaleza? ¿Tiene una red psicosocial de apoyo que lo acompañe fuera de las sesiones de terapia? ¿Presenta la suficiente estabilidad emocional en su vida en ese momento? La caja de arena no requiere de una interpretación verbal para que sea un abordaje terapéutico eficaz. A Dora Kalff no le gustaba que catalogaran el sandplay como una terapia complementaria a la terapia verbal, para ella era un abordaje terapéutico per se.

¿Qué dicen los especialistas en sandplay sobre el tema de la interpretación? La mayoría convienen con Weinrib (1983) en que «al terminar de hacer su caja de arena, las explicaciones y amplificaciones pueden ser necesarias para algunos pacientes, así como las respuestas a las preguntas». Pero es verdad que, «a veces, poco hay que añadir, porque las imágenes parecen hablar por sí solas, directamente, a los pacientes, como si estos viesen las imágenes de su propio proceso de desarrollo». También los autores están de acuerdo en hacer interpretaciones verbales con los pacientes, si estos presentan una personalidad cohesionada y un yo bien constituido. Así, Ammann (1991) considera que, «una vez que el proceso ha terminado, es importante (para analizados con un yo estable) trabajar cuidadosamente con las imágenes» (fotografías de las cajas de arena).

Voy a detenerme un poco más en el tema de la interpretación12, pues esta es siempre una empresa delicada y solo se hace, en mi opinión, con las personas que lo desean y pueden beneficiarse de un trabajo de esta naturaleza. La interpretación nunca es pasiva-unidireccional (la hace el terapeuta y los pacientes han de aceptarla, dentro de un esquema de dominanciasumisión), sino que es activa-bidireccional (los expertos en su mundo en la arena son los pacientes y ellos deciden si le encuentran sentido a la interpretación cocreada por ambos), fruto de un esfuerzo conjunto por entender los significados que pueden tener las figuritas y otros ítems en la escena de la caja de arena y en qué medida guardan una relación con la vida real de las personas que asisten a la terapia. Sobre este tema, Gustavo Lanza (2021)13, citando a Green, refiere que «no hacen falta demasiadas reflexiones para darnos cuenta de que el analista no tiene capacidad de omnisciencia, y de que su decir, por más certero que sea… o no, solo expresa “un” punto de vista parcial, relativo, acotado… que bien puede ser complementado por el punto de vista del paciente sobre aquello en que ha focalizado la interpretación… o que ha dejado de lado por su inevitable parcialidad. Creo que es enriquecedor cuando se establece una dialéctica entre ambos puntos de vista, dialéctica que permite dinamizar el intercambio y complementar o cuestionar el decir del analista, o hacerle saber lo que el paciente necesita de él…».

Del mismo modo, Kuchuck (2021) habla de la corriente intersubjetiva, que ha renovado el psicoanálisis, llevándolo hacia lo relacional, que sintoniza muy bien con el modelo de traumaterapia de Barudy y Dantagnan, afirmando que «el paciente y el terapeuta crean una tercera entidad con sus propias dinámicas, ritmos y características. Cada miembro de la díada clínica participa en las interacciones, de tal modo que cada uno las siente como si se dieran fuera de uno mismo y teniendo vida propia. […] En otras palabras, ambos, analista y paciente, participan en un ámbito comunicacional en el cual el significado está siendo continuamente coelaborado. […] El analista está emocional y corporalmente inmerso en un terreno compartido con el paciente. […] La intersubjetividad incluye la toma de conciencia de un concepto central para el pensamiento relacional: la cocreación, la suposición de que las interpretaciones, la percepción y la comprensión dependen del ajuste intersubjetivo particular de cada díada única. Incluso si lo objetivo existe, solo el paciente y el terapeuta pueden conocerlo de manera subjetiva. […] Los modelos más antiguos del psicoanálisis no consideran las implicaciones de la subjetividad del clínico y que el observador-terapeuta es parte de la terapia. La experiencia del analista se mide por el grado en que puede facilitar la exploración de la dinámica intersubjetiva de un tratamiento para ayudar al paciente a obtener una mejor comprensión de las relaciones, internalizaciones, repeticiones y barreras para el cambio deseado». Es estimulante y reconfortante saber que el modelo de Barudy y Dantagnan, a partir del cual trabajo, incorpora desde sus orígenes este reconocimiento y respeto al otro como un sujeto. Personalmente, me encanta cuando Kuchuck (2021) afirma que el profesional es un «relacionalista» y no un «analista». En resumen, todo esto nos sirve para concluir que las interpretaciones de las cajas de arena son cocreadas entre el paciente y el terapeuta.

Por ello, a lo largo de las sesiones de la terapia, se puede profundizar en el entendimiento de las diferentes escenas construidas por los pacientes y en la cocreación de los significados. Se pueden vincular también los diferentes significados atribuidos a los mundos en la arena con el «ámbito personal» de aquellos (Rae, 2013), es decir, con los asuntos que los traen a la consulta. Normalmente, esto se hace en las fases finales, cuando la terapia se centra en la elaboración psicológica o la «reintegración resiliente» (Puig y Rubio, 2011; 2015) de los contenidos traumáticos o los problemas emocionales de los pacientes, como hacemos en el bloque III del modelo de traumaterapia de Barudy y Dantagnan (2017). En cualquier caso, esta labor suele llevarse a cabo después de que las personas en terapia creen una o varias cajas de arena. La decisión relativa a cuántas cajas de arena hace falta hacer antes de revisarlas y reexplorarlas dependerá de cada paciente, su salud mental, capacidad para poder elaborar psicológicamente, habilidades de regulación emocional, contexto de vida, apoyo psicosocial y el grado de motivación e interés que aquel tenga. Es necesario que esta decisión la tomen ambos, paciente y terapeuta, de común acuerdo. Dado que esta fase interpretativa y de reintegración de la historia de vida traumática la hacemos dentro del modelo de traumaterapia de Barudy y Dantagnan, en el bloque III, quiero insistir en que hemos de cerciorarnos bien de que los clientes estén preparados para hacer este trabajo, hayan desarrollado habilidades autorregulatorias, cuenten en su contexto de vida con una red de apoyo y el vínculo terapéutico sea sólido y seguro. Hay pacientes con alta capacidad de reflexión y de regulación que pueden y prefieren hacer esta tarea después de que han creado un número pequeño de cajas; en cambio, otros, dadas sus características y circunstancias personales, necesitan hacer un proceso de construcción de varias cajas de arena para, pasado un tiempo, cuando este trabajo no verbal se haya asentado en su psique, profundizar en la interpretación. Algunos pacientes han podido ver con claridad lo que sus cajas significaban meses e incluso años después.

Ahora bien, como ya he dicho en otras ocasiones, esta unión explícita entre el mundo en la arena y el «ámbito personal» (Rae, 2013) de los pacientes (cotejar toda la información surgida y buscar las asociaciones entre los mundos en la arena y sus vidas personales) no es una tarea imprescindible para que la caja de arena funcione y logre cambios positivos en los clientes. Hay algunos, como hemos dicho, que necesitan un tiempo para que todo lo que han construido se asiente en su mente; por lo que las coexploraciones más profundas en la arena suelen proponerse en las fases finales de la terapia, cuando se acomete el trabajo de elaboración psicológica (bloque III o de «reintegración resiliente» [Puig y Rubio, 2011; 2015], dentro del modelo de traumaterapia de Barudy y Dantagnan).

Tras la creación de una o varias cajas de arena, nuevas preguntas y revelaciones pueden emerger de manera espontánea a lo largo del tiempo, por lo que, posteriormente, se puede volver a trabajar con las personas respecto de las fotos o los vídeos grabados en las sesiones (con el correspondiente consentimiento informado firmado por el paciente). Las preguntas que se proponen para el desentrañamiento de los significados de los mundos en la arena son mentalizadoras (Bateman y Fonagy, 2018), como «preguntar y no saber», tratando de generar curiosidad. Son preguntas abiertas y con interrogación retórica en las que no se ejecutan afirmaciones taxativas por parte del terapeuta (ver epígrafe 7).

En el bloque III o de «reintegración resiliente» (Puig y Rubio, 2011; 2015) se puede proponer a los pacientes que necesiten profundizar en sus cajas de arena un análisis de los símbolos universales (Robertson, 2002) que pueblan el «inconsciente colectivo» de las personas (arquetipos, de acuerdo con Jung [Jung, 2019]). Son los símbolos que revisten la misma importancia para cualquier ser humano, sea del país o de la cultura que sea. Hay algunos clientes que, para explicarse a sí mismos, necesitan recurrir a narraciones basadas en la cultura popular, la mitología y/o personajes de la música, el cine, los videojuegos… Un ejemplo espontáneo de esto lo vemos en la transcripción de la primera coexploración de la caja de arena de Lucas, de doce años (recuadro 2.1).

A modo de conclusión, ha quedado patente que esta labor de búsqueda de significados es un esfuerzo conjunto en el que participan colaborativamente tanto el paciente como el terapeuta, siendo el primero el experto en su caja de arena. Él es quien, en última instancia, debe encontrar sentido a los significados y estos lo tienen que ayudar a entenderse, aliviar los síntomas, comprender sus problemas emocionales y/o elaborar contenidos e historias traumáticas de vida. Como ya he dicho, se puede trabajar terapéuticamente con cada caja de arena o tras hacer un conjunto de varias cajas a lo largo de la terapia (combinando esta técnica con otras, de acuerdo con las necesidades de los pacientes), aprendiendo a regularse emocionalmente y a desentrañar los posibles significados y su relación con aquellos asuntos que impelen a los pacientes a acudir a terapia. Normalmente, es un proceso que lleva tiempo y, en general, con una sola caja de arena no suele bastar; a veces se requiere de la ejecución de varias cajas durante la terapia. Por lo tanto, es un arte que precisa entrenamiento y pericia.

Si el terapeuta no ha hecho sus propias cajas de arena, no debe hacerlas con sus clientes. Tampoco estoy a favor de las formaciones online, solo si sirven para exponer conocimientos teóricos. Porque toda formación en esta técnica debe contemplar horas presenciales donde cada participante experimente lo que es hacer su propia caja. Es la única manera de conocer genuinamente lo que es esta técnica. Estoy de acuerdo con Beatriz San Millán, psicóloga y traumaterapeuta, colaboradora de este libro, cuando afirma que «todas las personas que trabajamos con otras personas en terapia tenemos que experimentar aquellas herramientas que usamos con ellas. Solo así podremos acompañar con el respeto y cuidado necesarios». Toda formación que no contemple el trabajo vivencial con la persona del terapeuta es una formación insuficiente e incompleta.


Caja de arena de Lucas.

Recuadro 2.1 Un mundo de Star Wars

Terapeuta: Bueno, Lucas, este es tu mundo en la arena, ¿no? ¿Quieres hablarme de tu mundo, qué me puedes decir sobre él?

[Silencio.]

Lucas: Es algo… doble. Esto [a la izquierda de la foto] son los malos contra los buenos y esto otro [derecha de la foto] los buenos contra los malos.

Terapeuta: [Reflejando.] Aquí son los malos contra los buenos y aquí los buenos contra los malos… [Señalando.]

Lucas: Y se cambian los papeles depende de donde estén…

Terapeuta: [Reflejando.] Se cambian los papeles depende de donde estén, ¡ajá! ¿Hablamos de alguno de los dos lados, te parece? ¿O qué prefieres decirme?

[Silencio largo.]

Terapeuta: Parece que los dos lados están divididos por unos troncos, ¿o no?

Lucas: ¡No! No es para eso… Es para hacer ver que son dos universos paralelos…

Terapeuta: [Reflejando.] Son universos paralelos, ¿están separados entonces?

Lucas: Sí.

Terapeuta: ¿Se puede acceder a cada uno de los dos lados?

Lucas: [Rotundo.] No.

Terapeuta: [Reflejando.] Son dos universos que transcurren paralelamente… ¿Quieres decir algo de alguno de los dos? Mira a ver qué te viene, por ejemplo, de este universo. [Izquierda de la foto.]

Lucas: [Silencio largo.] Malos contra los buenos…

Terapeuta: ¿Quiénes son los malos?

Lucas: [Los señala con la mano. Son los tres que están en línea, a la izquierda de la foto.]

Terapeuta: ¿Qué pasa entre ellos?

Lucas: Quieren exterminar a los buenos.

Terapeuta: [Refleja.] Exterminar a los buenos. Has utilizado figuras de Star Wars, ¿no? ¿Las has seleccionado queriendo o te ha salido así?

Lucas: Me ha salido así…

Terapeuta: ¿Qué pasa para que los quieran exterminar?

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ISBN:
9788426734068
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