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José Luis comenta de una manera rigurosa y magistral los testimonios de cada participante del grupo; en cada ilustración establece puentes sobre lo vivenciado por cada alumno, la técnica y los objetivos de la caja de arena y el impacto terapéutico que tuvo para ellos. Cada comentario es una ilustración de la sabiduría clínica y científica del autor, la lectura de esos comentarios no deja ninguna duda sobre la utilidad de la técnica de la caja de arena, para permitir a cada traumaterapeuta en formación un trabajo personal que garantice el apego o conexión social, la empatía y la mentalización terapéutica en las relaciones que establecerán con sus pacientes.

En los comentarios también se resalta que el principal recurso reparador del daño traumático provocado por otros, sobre todo cuando se trata de una persona significativa, es aquel capaz de ofrecer una relación interpersonal reparadora, lo que la convierte en terapéutica; por esto mismo, el hecho de realizar un trabajo de la propia historia del terapeuta aumenta en este sus capacidades de conexión social de empatía y de mentalización, protegiéndolo de la tentación de transformarse en un tecnócrata, omnipotente y desconectado de la vivencia del paciente.

Las experiencias testimoniadas en este libro tendrán suficientes argumentos para convencer al lector de que es su persona el principal instrumento para ayudar a los demás, siempre y cuando los ingredientes de sus historias hayan sido trabajados. En uno de los comentarios, el autor referente argumenta que es el trabajo que cada traumaterapeuta lleva a cabo en su historia personal lo que previene con eficacia los riesgos de «representaciones y conductas enactivas» (Lyons-Ruth, 1999) o, en otros términos, de reaccionar con una contratransferencia proyectiva a los relatos y las conductas de sus pacientes.

Como no podía ser de otra manera, José Luis nos regala en la última parte del libro un extraordinario suplemento. En este, nos entrega de una forma clara y didáctica elementos para comprender los efectos de la técnica de la caja de arena, a la luz del paradigma de la mentalización. Para ello, no solo nos ofrece los fundamentos básicos de este paradigma, sino que, además, muestra que las preguntas que utilizamos para explorar el mundo en la caja de arena (como las que los diferentes participantes realizaron a sus colegas en el taller) son totalmente mentalizadoras. Más aún, considerando las máximas que proponen los creadores de la «terapia basada en la mentalización» (Bateman y Fonagy, 2018), nos muestra cómo el trabajo terapéutico realizado con la técnica de la caja de arena responde a estas máximas, lo que refuerza la utilidad de esta técnica a la hora de proponer un taller sobre la persona de los terapeutas en general y de los traumaterapeutas en particular.

Referencias

Bateman, A., Fonagy, P. (2018). Tratamiento basado en la mentalización para trastornos de personalidad. Una guía práctica. 2.ª edición. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Lyons-Ruth, K. (1999). The two-person unconscious: Intersubjetive dialogue, enactive relacional representation and the emergence of new forms of relational organization. Psychoanalytic Inquiry, 19, 576-61.

Van der kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Barcelona: Eleftheria Editorial.

Capítulo 1
INTRODUCCIÓN

JOSÉ LUIS GONZALO MARRODÁN

Han pasado ocho años desde que publiqué el primer libro sobre la técnica de la caja de arena (Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena) y quince desde que me formé con la profesora Josefina Martínez, psicóloga del Centro Metáfora de Chile, en el contexto del posgrado de traumaterapia sistémica infanto-juvenil de Barudy y Dantagnan. Desde entonces, he usado esta herramienta con los niños y adultos que acuden a mi consulta de San Sebastián y he participado como profesor en infinidad de talleres y seminarios a lo largo de toda la geografía española, dándola a conocer entre mis colegas psicólogos y psicoterapeutas, principalmente. En estas formaciones hemos vivido increíbles experiencias de conexión emocional y hemos sentido el poder curativo de esta técnica, si se sabe utilizar adecuadamente y se brinda a los pacientes una presencia plena, contenedora y sentida. En el recuerdo de quienes hemos participado en esos talleres quedará para siempre grabada la vivencia de lo que compartimos. La primera caja de arena de cada uno es inolvidable. E, incluso, mucho tiempo después, esta sigue siendo reveladora. Ha habido colegas que me han escrito correos electrónicos para agradecerme lo que su caja de arena les aportó y cómo transformó su vida. En algunos casos, como veremos en los ejemplos de S y B, de una manera profunda. No en vano, Boris Cyrulnik (2003) afirma que, para que alguien experimente el fenómeno de la resiliencia, un «encuentro significativo» puede ser suficiente.

Antes de continuar con el propósito de este libro, quiero dirigirme al lector que, por primera vez, atraído por el título, se acerca a esta técnica psicológica y por ello le ofreceré en estas páginas una breve explicación para que no se sienta perdido al leer el texto. Sin embargo, remito a todas las personas interesadas en profundizar en esta técnica a la lectura de Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena y La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia (Gonzalo, 2013; Benito y Gonzalo, 2017). Por su parte, el lector que ya conoce este abordaje terapéutico encontrará en este volumen las últimas novedades y reflexiones sobre el tema. Así pues, me propongo que estos capítulos sean interesantes y útiles tanto para el iniciado como para el terapeuta familiarizado con la técnica de la caja de arena.

Capítulo 2
BREVE DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA
DE LA CAJA DE ARENA

JOSÉ LUIS GONZALO MARRODÁN

En sandplay, nos privamos de hacer juicios. Aceptamos el carácter único de los individuos y sus modos de afrontar y tratar con sus heridas, sus problemas, sus trastornos. Disfrutamos, sin interpretar, de la belleza del proceso de construcción de las cajas, la belleza de la unicidad de cada paciente, la belleza de su autocuración. Esto es lo que hace que el proceso funcione.

BRADWAY Y MCCOARD (1997)

La caja de arena es una técnica, pero puede ser mucho más: un auténtico proceso terapéutico con el que llegar a lo más profundo del interior de la persona y a la conciencia del self (Robertson, 2002).

La técnica nace fruto de la colaboración de dos mujeres: Margaret Lowenfeld y Dora Kalff. Margaret trabajaba en su consulta utilizando una caja cubierta de arena. Los niños llamaron a este juego «hacer mundos» (Lowenfeld, 2004). Una analista llamada Dora Kalff tuvo conocimiento de la técnica y decidió, animada por el propio Carl Jung, formarse con Margaret. Durante su entrenamiento, Dora descubrió que a lo largo del proceso terapéutico tenía lugar algo que iba más allá del alivio sintomático. Se dio cuenta de que este método podía llegar a transformar profundamente la psique. Desarrolló así una terapia fundamentalmente no verbal que Dora Kalff denominó sandplay. Como ya hemos referido (Gonzalo, 2013), este es un acercamiento genuinamente analítico (escuela del psicoanalista Carl Jung).

En este libro no pretendemos proponer una conceptualización de la caja de arena exclusivamente desde la psicología analítica (sandplay)1, sino desde un conjunto de metodologías de aplicación de dicha técnica a la psicoterapia (sandtray), concretamente desde el modelo integrador de la traumaterapia de Barudy y Dantagnan (2017).

De acuerdo con Kalff (2020), la técnica de la caja de arena consiste básicamente en proveer a los pacientes, en el interior de una sala de terapia que garantice la privacidad y el silencio, de una estantería donde se dispongan, ordenadas por categorías, un conjunto de miniaturas y diversos ítems que «simbolizan a los seres animados e inanimados que pueblan el mundo interno y externo de las personas» (Kalff, 2020). Al mismo tiempo, cerca de dicha estantería, en paralelo a ella, se les ofrece a los pacientes una caja de madera (medidas: 50 × 72 × 8 cm, aproximadamente) cubierta de arena (natural) fina y limpia hasta aproximadamente la mitad de su cabida, con el fondo pintado de azul para simular el elemento del agua y las paredes internas también pintadas de azul para representar el cielo. Los pacientes se acercan a la estantería y, «dejándose llevar», sin ninguna censura y juicio alguno, deben elegir las miniaturas que les atraigan (aquellas que «les llamen», «deja que las miniaturas te elijan a ti», se les suele decir) y colocarlas en el interior de la caja de arena para hacer lo que quieran (una escena, un mundo imaginario, una representación…). Exceptuando no arrojar la arena fuera de la caja y ceñirse al espacio de esta, no hay más reglas ni nada que aquellos deban saber. Los pacientes tienen total libertad para hacer lo que quieran, es un «espacio libre y protector» (Bradway y McCoard, 1997). No hay nada en lo que estos se puedan equivocar, se trata de una experiencia completamente diferente a otras que hayan podido vivir. No se requiere que ejecuten nada artístico, ni deben sentir que se les fuerza a ser creativos en modo alguno.


Miniaturas dispuestas a ser seleccionadas, a la vista, antes de empezar un taller de la caja de arena en el Centro Albores de Murcia. El hecho de exponerlas ordenadas es una invitación atractiva a interesarse por la técnica, ya que aumenta la curiosidad de las personas (de izquierda a derecha: Rafael Llor, José Luis Gonzalo, Nerea Benito, Cristina Herce, Rafael Benito).

A este respecto, es necesario recordar que Margaret Lowenfeld2 fue quien diseñó y dio a conocer la caja de arena. No suele figurar entre las psicoterapeutas infantiles más afamadas. Sin embargo, la doctora Margaret fue una pediatra que se convirtió en pionera de la psicología y la psicoterapia infantil. Su interés en cómo crecen, se desarrollan y piensan los niños comenzó cuando, recién doctorada, trabajó ayudando a los habitantes de Polonia, su país de origen, después de la Primera Guerra Mundial. Tras esta experiencia, Margaret se preguntó qué fue lo que les permitió sobrevivir y prosperar a algunos niños (preconizó el fenómeno de la resiliencia antes de que se inventara la palabra) a pesar de sus experiencias traumáticas. Al principio de su carrera se dedicó a la investigación médica (reumatismo infantil y lactancia), pues era de la opinión de que la investigación y la evaluación eran muy importantes en cualquier campo de la ciencia.

Su contribución más sobresaliente está en reconocer que el juego es una actividad importante en el desarrollo de los niños y que el lenguaje es a menudo un medio insatisfactorio para que estos expresen sus experiencias. En consecuencia, Margaret inventó técnicas no verbales que permitían a los niños transmitir sus pensamientos y sentimientos sin recurrir a las palabras. Una de ellas fue la caja de arena, la cual utiliza, como sabemos, bandejas llenas de arena y colecciones de animales de juguete, personas, vehículos, edificios, etc. Estas representaciones en miniatura de objetos de su vida cotidiana en forma de imágenes permiten a los niños retratar sus mundos interiores. La doctora Lowenfeld abrió su consulta en la década de 1920 en el barrio de Nothing Hill, Londres. Creó una sala de terapia en la que dispuso de un mueble con cajones dentro de los cuales guardaba diferentes muñequitos ordenados por categorías. Además, ofrecía a los niños cajas cubiertas con arena en la que estos podían jugar. Pronto los pequeños le dijeron a Margaret que querían hacer «mundos en la arena», siendo los propios chicos los que le pusieron el nombre a la técnica (Lowenfeld, 2004). Para esta autora, el juego en la arena debía ser algo espontáneo. Ella pedía a los niños que representaran lo primero que se les pasara por la cabeza, pudiendo utilizar dos cajas, una con arena seca y otra con arena mojada. Margaret los animaba después a que contaran lo que habían hecho y a que jugaran dentro de la caja.

Una de las mejores aportaciones de Margaret es que no interpretaba el juego de los niños, sino que se interesaba por lo que estos expresaban auténticamente, considerando que ellos eran los expertos en su mundo y no el adulto. Ella aprendía de la observación directa de los mismos niños y de sus acciones tanto como de sus palabras, ya que, como ella dijo, «los niños piensan con sus manos», es decir, a partir de sus experiencias sensoriales. Margaret Lowenfeld siempre estuvo más interesada en descubrir y reorientar las fortalezas de un niño que en diagnosticar sus debilidades o patologías.

Cuando usaba la técnica de los mundos, la doctora Lowenfeld atendía a la propia idea del niño. Por ello, dejaba que la imaginación de este eligiera lo que cada figura o miniatura podía representar. Para un niño determinado, un caballo podía ser un caballo, pero para otro podía ser otra cosa. También pedía a los chicos que dibujaran la caja de arena que habían hecho. Margaret desarrolló sus propias ideas sobre el «pensamiento en imágenes» (Lowenfeld, 2004) de los niños, una capacidad que no se explota en los actuales programas educativos. Personalmente, el modo de trabajar y de considerar a los pacientes como expertos y jefes de su mundo, preconizado por Margaret, me parece que empodera y sitúa a aquellos en un plano constructivo y activo, y les devuelve de alguna manera el control sobre sus vidas. Este es uno de los aspectos más importantes cuando se usa esta herramienta como técnica para sanar el trauma.

¿Puede aplicarse esta técnica con todos los pacientes? La caja de arena es un procedimiento seguro, creado para facilitar la expresión y externalizar los contenidos psíquicos, indicado cuando el uso de la palabra no está disponible para los pacientes o esta puede ser potencialmente retraumatizante. El papel del terapeuta es fundamental para transmitir seguridad y regulación emocional. No obstante, como toda técnica, tiene limitaciones. ¿Cuándo está contraindicado utilizar la caja de arena? Respuesta: cuando el paciente no quiere. También conviene tener precaución o no utilizarla: (1) con pacientes que no hayan desarrollado la teoría de la mente; (2) que abusen de sustancias y no cuenten con un apoyo psicosocial externo; (3) pacientes que presentan una alta inestabilidad emocional; (4) personas con trastorno mental como esquizofrenia y otras psicosis, si no presentan eutimia y no diferencian entre lo externo y lo interno (fantasía); (5) quienes muestren hipersensibilidad al tacto con la arena o rechazo a esta; (6) personas que necesiten atender primero a un problema o crisis personal que requiere un previo afrontamiento en el mundo real; (7) mujeres y niños víctimas de violencia de género o que se encuentran en una situación de desprotección (deben estar en un entorno de convivencia seguro).

Debemos tener presente que hay pacientes que han podido tener experiencias negativas, adversas e incluso traumáticas con la arena o en un lugar donde existe este elemento natural. Por ello, tenemos que ser cuidadosos porque se puede convertir en un catalizador de recuerdos emocionalmente intensos e incluso traumáticos. Recuerdo a un niño cuyo padre pereció ahogado en un silo de arena en el que trabajaba. Solo pudimos usar la caja cuando creamos un vínculo seguro y pudimos hablarlo. Ninguna técnica sustituye a la empatía. En caso de duda, siempre es mejor optar por otras técnicas. La adecuación de estas a las necesidades de cada cliente es fundamental. No debemos dejarnos arrastrar por la fascinación y el encantamiento que producen la caja y las miniaturas. Como todas las técnicas, tiene sus alcances y limitaciones. Para saber más, consulte el libro La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia (Benito y Gonzalo, 2017).

2.1 Fase de preparación

En psicoterapia, lo primero y más importante de todo es partir de esta premisa: sentimos un profundo respeto por nuestros pacientes. Muchos de ellos han convivido con personas que han traicionado su confianza, menoscabado su seguridad e infligido malos tratos. Por ello, la relación terapéutica debe ser reparadora en este sentido, priorizando el mantenimiento de la «armonía relacional» (Benito y Gonzalo, 2017) con nuestros clientes por encima de las técnicas psicoterapéuticas. El terapeuta pide siempre permiso a los pacientes para cualquier intervención que se proponga hacer.

Para introducir la caja de arena, la misma sala de terapia, bien organizada e iluminada, con su estantería de miniaturas a la vista, es ya, de entrada, una atractiva e implícita invitación a los pacientes a jugar con estas en la arena. Tenemos que ser capaces de ofrecerles una explicación de qué es la caja de arena y en qué puede ayudarlos, adaptando nuestro lenguaje a sus necesidades. Nunca forzamos a los pacientes a hacer nada, ni siquiera de manera sutil, aunque sí podemos animarlos. Damos seguridad a los que se muestran más inhibidos y calma a los que puedan sentirse más ansiosos. Es importante explicitar que no existe juicio alguno y que buscamos justo lo que los pacientes construyan en la arena.

Dicho esto, antes de que los pacientes creen su escena en el interior de la caja, conviene que se familiaricen con los materiales. Que vean y toquen las figuras y jugueteen con la arena3 entre los dedos. Esto produce una experiencia sensorial y cinestésica que los relaja, los emplaza al presente y los dispone favorablemente para que puedan conectar con su interior. Todos estos elementos de tacto y movimiento con la arena son importantes para personas que han sufrido traumas, pues les provee de una sensación de presencia en el «aquí y el ahora» del espacio de la terapia y con el terapeuta a su lado (los pacientes deben sentir que están en una estancia y con una persona seguras).

Tras comunicar a los pacientes las consignas (las recordamos: tienen total libertad de crear lo que deseen en la arena, es necesario guardar silencio y no hay nada que deban saber hacer, no existe la posibilidad de equivocarse), se les anima a que «sus manos hablen» y que permitan que las figuritas «los elijan» a ellos, sin pensar demasiado, «dejándose llevar». Les aclaramos que los profesionales somos facilitadores, no expertos, así como que no existe juicio alguno; es una experiencia completamente diferente a otras que hayan podido vivir; a partir de aquí, comienza la fase de creación de la caja de arena.

2.2 Fase de creación

Durante la fase de creación de la caja, los clientes guardan silencio. Algunos pueden necesitar hablar en voz alta, si lo que verbalizan tiene relación con lo que están representando en la arena. En este caso, puede permitirse la verbalización.

El terapeuta se mantiene completamente presente, atento e involucrado en el proceso, actuando como un facilitador. Si el profesional no dispone en la estantería de determinadas miniaturas que los pacientes pueden precisar para construir su caja, se les ofrece un cestillo con materiales diversos (plastilina, lana, papel, pinturas…) para que construyan lo que necesiten, y se les presta ayuda para fabricarlo.

El terapeuta se coloca a una distancia de los pacientes que les permita gozar de suficiente espacio para que miniaturicen su mundo en la arena con comodidad. Conviene preguntar a los clientes si se sienten cómodos a esa distancia. A las víctimas de malos tratos les da seguridad este tipo de consideraciones, pues se sienten vistos y respetados.

El profesional puede apuntar y tomar notas durante esta fase, pero en las siguientes es mejor dejar el cuaderno y el bolígrafo encima de la mesa y centrarse en los pacientes. Si se necesita, se puede grabar la sesión en vídeo, previa firma de un consentimiento informado por parte de estos4.

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277 стр. 30 иллюстраций
ISBN:
9788426734068
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
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