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La pareja impredictible

En el futuro

Argentina, 2010

De Mauro Andrizzi

Con actores no profesionales

En En el futuro, tercer largometraje del experimentalista marplatense de 30 años Mauro Andrizzi (Mono, 2007; Iraqi Short Films, 2008), una sabrosa tanda de 10 minutos de besos urbanos de azotea precede a nueve narraciones-confesiones de individuos solitarios o en pareja que rinden cuenta y nos hacen partícipes de sus actuales o inolvidables relaciones amorosas, poniendo de manifiesto la naturaleza diversa y el imprevisible carácter de cada una de ellas. La pareja impredictible establece así extraños vasos comunicantes entre el fantasma de la escalera que reconoce formar parte del pasado pero también del futuro (tu futuro), el matrimonio que soportó durante meses una tenaz búsqueda telefónica femenina de su Luciano, la viuda del agente viajero que cual Rosa de dos aromas (Carballido-Gazcón, 1988) acabó haciéndose amiga de la otra viuda de El bígamo (Lupino, 1953), la cantante envejeciente que se desgarra en lo profundo al entonar el bolero mexicano Vaya con Dios, los rivales por una mujer que andando el siglo se volvieron armoniosa pareja gay, el macho asustado más que rabioso al descubrir el pasado de su adorada pareja dispareja como estrella porno que aún hoy intenta denodadamente atemperar las circunstancias esas incursiones en pos de dinero fácil, el galán añorante de su pasión en desventaja con una prostituta que se identificaba con El libro del desasosiego de Pesoa, un delirio coleccionista mundial de fotos de desnudos canjeables que minimiza la increíble mimesis con una mujer real, y demás. La pareja impredictible lleva a sus últimas consecuencias versátiles la estructura fragmentaria y aleatoria de Iraqi Short Films, al desplegar como florilegio sus historias / anécdotas / ejecutorias amorosas, insólitas o comunes (o ambas cosas), apasionadas o vulgares, ligeras o retorcidas, benignas o malvadas, humorísticas o irónicas, directas u oblicuas, a cámara o en voz off, en presencia o in absentia, al modo de versiones verbales de Una historia sucia (Eustache, 1977) al límite, con capítulos-ficción y capítulos-documental y capítulos reconstrucción indirecta y capítulos evocación imposible, a la vez que plantea un novedoso repertorio de motivos y técnicas de improvisación, en ocasiones irritantemente deliciosas y otras deliciosamente irritantes. Y la pareja impredictible, en virtud de la riqueza de esos recursos expresivos, puede solazarse expandiendo las posibilidades del relato fílmico más allá de la frontera del ensayo cinematográfico, a fluctuantes grados de luminosidad deslumbradora o penumbra cerrada, en los confines del anticine o del ya-no-cine, muy acorde con el estallido de los medios tecnológicos y sus arrumbamientos del viejo relato equilibrado y único al arcón de los desvanes oscareables, para hablar del futuro no-futuro de las parejas insospechables bajo la tiranía mutable / mutante del tiempo.

La cinefilia absoluta

La vida útil

Uruguay-España, 2010

De Federico Veiroj

Con Jorge Jelinek, Paola Venditto, Manuel Martínez Carril

En La vida útil, opus 2 del montevideano de 34 años Federico Veiroj (Acné, 2008), sobre un muy esquemático guion suyo apenas desarrollado con Inés Bortagaray, Gonzalo Delgado y Arauco Hernández, el gordazo empleado milusos de cinemateca Jorge (Jorge Jelinek interpretándose –y no– a sí mismo) cumple diligente su trabajo rutinario, sometido a los caprichos de su autocrático jefe también solemne cinerrollero radial Martínez (Manuel Martínez Carril el ya vetusto fundador ultradogmático de la Cinemateca Uruguaya) e intentando vencer su timidez patológica, para llegarle sin éxito a la madurita profa aún atractiva Paola (Paola Venditto) que eventualmente asiste a sus salas fílmicas, hasta que ese ente cultural deba cerrar por falta de rentabilidad y el buen hombre se quede sin empleo, ni uso posible, si bien logrando reaccionar, sobreponiéndose en lo psicológico a su condición, escupiendo un elogio a la mentira ante una atónita clase universitaria, bajando con pasos de baile una escalera cual héroe de comedia musical y por fin haciéndole con agresividad viril una invitación a la maestrita deseada. La cinefilia absoluta se funda de manera demasiado autoconsciente en el minimalismo hiperrealista a la uruguaya tan de moda festivalera, en la línea de Rabella-Stoll (Whisky, 2004) y Biniez (Gigante, 2009), e incluso con fotogenia radical llena de oquedades visuales, en severo blanco y negro. La cinefilia absoluta juega triste, melancólica y chantajistamente con la idea de la defunción del cine, como petate conceptual del muerto: ese inevitable deterioro técnico de las salas especializadas, esa supervivencia a contracorriente, esa clausura sin chistar de la emblemática y legendaria cinemateca de Montevideo, esa condena al desempleo y al desuso de sus hoy casi extintos adoradores del cine llamadas ratas de cinemateca. La cinefilia absoluta pretende hacer la vivisección en acto de la mente de una rata de cinemateca y, con ella, la de todos los voraces cinéfilos que llegaron a hacer del espectáculo y la cultura fílmicos un espejismo y un sucedáneo relacional, cual si se tratase de la verdadera vida, idealizada, imaginaria, magnificada; una cinefilia autodefinida como adherente y excluyente al retomar ciertas ideas de los sesenta al respecto, para hacer de esta comedia hipotética una teoría y práctica de esa mentadísima cinefilia alienada y alienante, cual imaginario artificial que atrapa / doblega / hermetiza, mundo cerrado y aislante, infalible forma de entretener la incapacidad de relación afectiva, práctica vegetal para plastas, infecciosa enfermedad-veneno, desperdicio vital, escondite omnisublimador de insuperables problemas de personalidad y demás. La cinefilia absoluta certifica y concede certidumbre al ascenso de la vida inútil hacia una irónica vida supuestamente útil, a través de la transformación de aquello que ha sido su vicio / manía / bloqueo en su propio remedio, tras convertir optimistamente al ser enajenado en protagonista fílmico de su propia vida y, también por arte de magia fílmica, asumiendo su mentira como la mentira que preside toda existencia. La cinefilia absoluta jamás renuncia ni supera su no-estructura de cuentito desmesuradamente alargado, radicalmente cadavérico que, confundiendo rigidez con rigor y para compensar su esencial tiesura y una total falta de sentido del humor, se expone pensado en función de un gag, un buen gag, uno y nada más (el gordobio solitario bajando una escalera como en comedia musical por fin vivida), para que lo disfrute a quien le baste ese sarcasmo basto, entre ellos los programadores de los cinefestivales y el paternalismo empático de la cinecrítica internacional, por una vez rebosantes de complacencia / autocomplacencia: ¡cinermitaños del mundo uníos! Y la cinefilia absoluta nos ha obligado a incluirnos, involucrados y distantes, a la ofensiva y a la defensiva, dentro del retrato sarcástico y decrépito de la cinefilia y de los cinéfilos que, de manera implacable, hace la cinta.

La cacería infame

Operación Delfín (The Cove)

Estados Unidos, 2009

De Louie Psihoyos

Con Roy O’Barry, Louie Psihoyos

En Operación Delfín, trepidante y oscareada ópera prima documental del cotizado clavadista-fotógrafo estadunidense del National Geographic y activista para la preservación oceánica de 48 años Louie Psihoyos, el célebre exentrenador millonario de las hembras delfines Cathy y Suzie para las cintas-TVserie de Flipper en los años sesenta Roy O’Barry ha tomado conciencia del padecimiento de los cetáceos en los acuarios y parques de diversiones, por lo que se ha arrepentido de cuanto hizo en este campo y ha decidido liberar a la brava cuantos de estos hipersensitivos animales pueda, así deba pagarlo con incontables multas y arrestos, pero también ha descubierto que cada año se realiza en una caleta de Taiji en Japón una secreta, inaccesible y ultratecnificada cacería masiva de otros delfines, encubierta por los medios y solapada-negada por las autoridades locales y nacionales, que invariablemente culmina en la venta mundial de los mejores especímenes y la matanza para su devoración de al menos 23 mil sobrantes (sin importar que sean causa de envenenamiento por mercurio), por lo que emprende la tarea de organizar un equipo multinacional de buzos y expertos y cámaras-roca para registrar clandestina e ingeniosamente una de esas masacres y dar a conocer al mundo entero sus resultados. La cacería infame se aleja de cualquier forma de panfleto, prédica ecologista o rollo didáctico, al filmarse, sin guion previo, como un registro razonado sobre la marcha, provisto de minicrónicas y maxiacontecimientos testimoniales, con apenas entrevistas, diversificando recursos de montaje y constituyendo en sí un film-puesta en escena ex profeso, única e superdeliberada de cierta emocionante e irrepetible aventura grupal. La cacería infame se sitúa por derecho propio en las antípodas del reportaje reconstruido a posteriori (tipo La hazaña del siglo de Marsh, 2008), a modo de un thriller espontáneo sin sensacionalismos, un magno documental-evento autosuficiente y cerrado sobre sí mismo (como lo fueron en su momento los filmes-concentración política o deportivo-olímpicos de Leni Riefenstahl), o incluso una cómplice y generosa semifantasía sorprendente casi imposible. Y la cacería infame remueve y conmueve, más que por los dientes apretados de su denuncia (esa ferocidad de los vigilantes del arrecife, esa hipocresía del atento funcionario nipón de pesca, esas contundentes aguas ensangrentadas), por la sagacidad de sus participantes y la vibración sensible de sus retratos extremos (esa mujer-buzo de voz entrecortada al evocar la delicia de comunicarse con los inteligentísimos anfibios o la rabia de verlos desangrarse saltándose redes y muros de sonido mortales), y por la esperanzada lucha final contra la inanidad de los foros internacionales rota por la contundencia de un hombre-TVpantalla, suelto además en las calles.

El seguimiento implacable

Katka (Katka)

República Checa, 1996-2010

De Helena Trestiková

Con Katia (Katka)

En Katka, dura cinta docuficcional de la sexagenaria checa especialista en retratos fílmicos a lo largo de mucho tiempo Helena Trestiková (tras sus semblanzas de la desdichada ama de casa Marcela, 2007, y del presidiario irredento René, 2008), se hace el seguimiento objetivo de la drogadicta praguense titular durante 14 años, desde que egresaba aún linda de su primer esperanzado intento de rehabilitación-desintoxicación en una comunidad terapéutica en Nemcice, a los 19 años, hasta los 32, ya físicamente deshecha y moralmente desintegrada. El seguimiento implacable observa sin intervenir, pase lo que pase ante su mirada, sea atroz o neutro (como los interrogatorios para imbéciles de trabajadoras sociales), se piquen los protagonistas delante de la cámara en un recodo de la vía pública o en un covacha infecta, se madreen entre ellos o sean insultados por la gente que cruza, abandonando y retomando a su heroína (¿por cuántas veces más?) en plena deflagración, tras hacerla perentoria y lamentablemente famosa al exhibirla en la TV checa y luego de lidiar con una familia harta, dos compañeros también junkies desesperados y violentos de larga duración, un estancamiento en el robo y en la marginación más degradantes, un raudo paso por la prostitución callejera, cien batallas perdidas contra la adicción a la heroína, mil pérdidas de esperanza de llevar algún día una vida considerada normal, la efímera euforia de verse embarazada y el remordimiento inconsolable de haber debido dar en adopción forzosa a una nena parida contra viento y marea, pero sin posibilidad alguna de retenerla consigo ni en el corto ni en el largo plazo, siempre sin rumbo ni destino. El seguimiento implacable filma la lúcida e hiperconsciente (pero por ello más patética) desvalidez femenina, vista por ella misma, rindiendo testimonio de sí propia, sin frutos ni asideros ni alternativas (“Cuando uno entra a esto, nada vuelve a tener sentido”). Y el seguimiento implacable sobrepasa con mucho sus ascéticos planteamientos modestísimos, simplemente sosteniéndose firme, hasta convertirse en un testimonio vivido y compartido verdaderamente inusitado y desgarrador si los hay.

El involucramiento secreto

El sabor amargo de la libertad (A Bitter

Taste of Freedom)

Estados Unidos-Suecia, 2011

De Marina Goldovskaya

Con Anna Politkovskaya

En El sabor amargo de la libertad, opus 32 de la valerosa realizadora-fotógrafa documentalista septuagenaria rusa soviética / postsoviética / californiana que fuera la primera en filmar los Gulags leninista-stalinistas Marina Goldovskaya (Solovki Power, 1987; La casa de la calle Arbat, 1993), arranca con la TVnoticia del asesinato a las puertas de su casa hacia 1996 de la reportera de investigación y opositora al nuevo régimen Anna Politkovskaya, resucita su figura gracias a kilómetros de tomas de archivo y a la participación de la mujer cuando joven madre casada y feliz en el documental sugerentemente casi homónimo El sabor de la libertad de la misma astuta directora (1991), pero, más que buscar o señalar a los culpables del homicidio (sin duda incrustados en las más altas esferas del poder allí donde no se mueve ni la hoja de un árbol sin la voluntad de Vladimir Putin), vuelca su indagación fehaciente y eficiente sobre el misterio de su involucramiento denunciador, primero al fungir como corresponsal bélica y paño de lágrimas y vocera radical de la diezmada población civil en las dos guerras de Chechenia, luego como participante en las negociaciones con los terroristas chechenos que tomaron el teatro Nord-Ost de Moscú (culminando en la brutal masacre con gas de todos ellos, más 179 inocentes) y finalmente durante su erección como una especie de Madre Teresa rusa, premiada por organizaciones pacifistas en EU, chocando con el belicismo de Bush y siendo víctima ya de una tentativa de envenenamiento cuando volaba a aquella pequeña ciudad de la separatista Osetia del Sur asolada por otra toma de rehenes pronto trágica et al. El involucramiento secreto se escinde en su desbordado interior para afirmarse como un inteligente film-ensayo y una película tierna a la vez, una disertación documentadísima sobre la Rusia actual (en un callejón sin salida político, pasando de la feroz dictadura totalitaria comunista a una feroz dictadura totalitaria burocrática sin pasar ni por la libertad ni por la democracia verdaderas) y el doloroso retrato de la periodista activista que le sirve como revelador histórico, sin lección edificante alguna y por encima de toda lamentación o protesta implícita. El involucramiento secreto acumula testimonios y más testimonios, cálidos y agudos, jamás declarativos, trabajados tras horas de convivencia tan afectuosa cuan manipuladora, trátese del periodista que considera a las mujeres incapaces de una objetividad no emotiva, como las erinnias desoladas de los campos clamando voce magna, o esa sobreviviente sin restos ni arrestos de vida humana tras ver fallecer asfixiados al marido y al hijo en la matanza del teatro. Y el involucramiento secreto se estrella finalmente contra el secreto moral de todo involucramiento, el ¿chejoviano, dostoiesvkiano? misterio del alma tan insobornable e incallable cuan impenetrable de la coralmente evocada-invocada Anya, su cara puntiaguda, su cuerpo en apariencia frágil, sus características gafitas redondas, sus cabellos rubios o canosos, su casi artística habilidad para sostener una producción de miles de artículos y libros radicales al tiempo de una linda vida familiar (según sus hermosos hijos y su juguetona nietecita), su martirio en el vacío.

La cronología espectral

Senna (Senna)

Reino Unido, 2010

De Asif Kapadia

Con Ayrton Senna, Alain Prosa, Jean-Marie Balestre

En Senna, cuarto largometraje pero sólo primer documental del londinense aventurero de 38 años Asif Kapadia (El guerrero, 2001; El regreso, 2006), evoca con base en abundantes tomas de archivo la fugaz vida intensa y las trepidantes hazañas deportivas del piloto brasileño de carreras Ayrton Senna, con irrefutable rango internacional y tres veces ganador mundial en Fórmula Uno, antes de perecer trágicamente sobre las pistas a los 34 años (1960-1994), al interior de un retrato bombástico que desea ser a la vez magna biografía superproducida, vívido rastro de una gran personalidad efímera, egregio documental post mórtem, resurrección virtual, recuento de vicisitudes anecdóticas, denuncia de injusticias seudodeportivas y estudio original, en elegiaco tono ensayístico, acerca de la trayectoria de ese bello genio arrebatado dentro de su riesgoso campo, donde haría las veces de superestrella fugaz, electrizante fuerza inasible, relámpago, leyenda distante pese a algunos púdicos coqueteos públicos e indefinible misterio inconforme. La cronología espectral se deja leer con enorme claridad al reconstruirse sobre las inagotables huellas, monólogos en voz off del personaje, reportajes de época sobre preparativos y triunfos explosivos, entrevistas, entrañables testimonios de familiares o de cronistas famosos, apariciones en TVGlobo (ese festejo de año nuevo al lado de su güereja novia animadora esperpéntica), explícitas lecturas del revelador lenguaje corporal y, sobre todo, un par de recurrentes segmentos impagables: la exhumación de numerosos videos caseros-vacacionales donde aparecía como el chico rico sobreprotegido por sus papis que siempre fue, y las indomeñables visiones subjetivas de las cámaras a bordo de sus bólidos en movimiento frenético. La cronología espectral se finca sobre la historia de una rivalidad contradictoria con el ególatra y sinuoso piloto francés de nariz quebrada Alain Prost, implicando el amor-odio perfecto con base en la admiración-temor mutua a través de los lustros por ciertos campeonatos mundiales corridos en el lejano Japón, complicada por peligrosos encontronazos descalificadores sobre la pista, continuada mediante desdenes mediáticos o zancadillas casi criminales y, sin embargo, resuelta en la inusitada ¡devoción actual! del galo hacia aquella institución educativa para la infancia desamparada que fundó su acre adversario carioca prematuramente desaparecido. La cronología espectral sabe valorar con gran contundencia y agudeza sintética todas las dimensiones colaterales y resonancias del fenómeno Senna: la política arbitraria y venal del deporte millonario, el despojamiento de un campeonato por capricho desalmado del siniestro organizador autoritario Balestre en la elástica aplicación de las reglas, el emblemático casco amarillo del inescrutable hombre-anuncio, la omnipresencia icónico-dictatorial de Marlboro, el desplome por stress, la necesidad del ídolo mundial en un país socioeconómicamente devastado, la sustitución del espíritu y la destreza deportiva por los vil tecnología, el autorresguardo colectivo (esa insurrección por conos en vez de neumáticos en la zona sucia), los evitables accidentes causados por irresponsabilidad u omisión y la patética añoranza final de los orígenes (su ingenuo debut europeo hacia 1978 en karts) cuando competir aún “Era sólo conducir, sin fortunas monetarias, y eso me hacía feliz”. Y la cronología espectral logra establecer en su último tercio ¿taurino? una especie de conmovedora y previamente desgarrada premonición de la muerte, sin jamás mencionar a ésta por su nombre, en suspenso, sobre el viento armada, hasta que ocurra el accidente en el que Senna perdió la vida en San Marino el primero de mayo de 1994 a causa de una falla mecánica, presentida a través de un incurable estado melancólico del creyente místico Senna, que acabaría convirtiendo cada uno de sus pasos en un calvario al que no podía renunciar, él mismo vuelto un predestinado heideggeriano ser-para-la-muerte sin margen moral para zafarse.

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9786073009225
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