Читать книгу: «Del lamento a la revelación», страница 4

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A lo mejor el mundo te ha juzgado tan severamente que piensas que Dios hará lo mismo contigo hoy.

¿Podrías hoy conversar con Dios sin tener miedo y vergüenza?

Estaba desnudo y me escondí, tuve miedo, dijo Adán.

El enemigo se salió con la suya. Los llevó al pecado y los abandonó a su suerte. Los llenó de vergüenza, los apabulló y luego quedaron expuestos delante de Dios pero con miedo y buscando esconderse.

Por eso hoy vemos a muchos que a pesar de llamarse cristianos se siguen escondiendo. A muchos que siguen sufriendo sin creerle a las palabras de Dios. Vemos a una iglesia que se esconde, que evade su responsabilidad, que culpa a los demás de su propia ineficiencia, que le tiene temor a las batallas, que desconfía de todo el mundo, que se siente perseguida por las autoridades, que transmite inseguridad cuando debería levantarse con valentía.

Así que Dios le pregunta de nuevo a Adán: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?

Adán siempre había estado desnudo, pero ahora conoció algo que lo avergonzó. ¿Por qué? ¿Por qué ahora se avergüenza de algo que antes fue natural en él?

Adán, ¿quién te dijo? ¿Quién te dijo que estabas desnudo?

Hoy en día hay millones de seres humanos buscando que alguien los quiera, que alguien le tire una migaja de compasión o de amor, porque están llenos de vergüenza con ellos mismos y con los demás.

La verdad es que esta sociedad ha tratado de borrar la historia de Génesis desde el principio.

Te enseñan que muchos siglos atrás, cuando no existía nada, de repente hubo una gran explosión y allí apareció tu primer antepasado, un insecto, que luego mutó y luego otra vez y otra vez, hasta que apareciste tú y aquí estamos.

Así que básicamente lo que se nos está diciendo a nuestras generaciones es que venimos de la nada, vivimos sin ningún propósito y no vamos para ninguna parte. Anti evangelio.

Y si estamos recibiendo todos los días esta información, no nos asombremos de que la gente hoy viva pensando que no son nada, que la vida no tiene propósito y que no van para ninguna parte.

Somos solo víctimas de las circunstancias, de la evolución, del cambio climático, de la ambición de los gobiernos o cualquier otra cosa a que se le pueda culpar.

Pero la Biblia dice algo completamente diferente. No dice que venimos de la nada, dice que venimos de la mano creativa y poderosa de Dios, creados a su imagen, que estamos llenos de propósitos eternos y tenemos todo el potencial para llegar a hacer las cosas que Dios quiere que hagamos.

La misma voz que escuchó Eva sigue rondando por las iglesias, por los hogares, trayendo destrucción, trayendo esclavitud, trayendo división, trayendo muerte. Los mismos efectos que causó aquel pecado se siguen viendo en este tiempo y muchos aún siguen aferrados a la serpiente que les susurra a sus oídos que no sirven para nada, que son una piltrafa humana, que más valía que no hubieran nacido, que no hay perdón para sus pecados.

Mentiras del enemigo. No hay pecado que no pueda ser perdonado, no hay dolor que no pueda ser sanado, no hay cadena que no pueda ser rota, no hay un corazón que no pueda ser restaurado y para eso vino Cristo a este mundo para darnos no solo la vida eterna, sino el amor que viene del cielo, la gracia que nos libera, la paz que sobrepasa todo entendimiento, la luz para que ya no andemos en oscuridad y en tinieblas.

El problema es que desde ese entonces la gente se anda escondiendo. Se esconden detrás de su trabajo, detrás de la imagen que ponen en Instagram o en Facebook, detrás de su apariencia de fortaleza, detrás de su aparente confianza en sí mismos, porque no quieren que los conozcan como en realidad son. Hoy en día todo se maquilla, las fotos tienen Photoshop, las imágenes que se comparten semejan solo alegría cuando muchos en realidad están vacíos por dentro, porque aún no conocen el camino de liberación y de salvación.

Pero, ¿quién te dijo eso? ¿Quién te dijo que estabas acabado? ¿Quién te dijo que eres feo? ¿Quién te dijo que eres menos que los demás? ¿Quién te dijo que no eres inteligente? ¿Quién te dijo que no eres capaz? ¿Quién te dijo que eres un inútil?

¡La única mentira que puede afectarte es aquella que tú recibes como si fuera verdad!

La tercera pregunta que Dios le hizo a Adán fue: ¿has comido del árbol que yo te mandé que no comieses?

Las consecuencias de esta acción las vivimos a diario en este mundo lleno de maldad e injusticia.

Frente a la libertad que Dios les dio, ellos escogieron tomar la decisión equivocada y esto dio origen a una humanidad que no sabe cómo manejar esa libertad y finalmente se destruye por sus malas decisiones.

Una sola acción de desobediencia causó que este mundo viva en medio del caos, de crímenes, de guerras, de odios entre hermanos, de racismo, de luchas de poderes, de rebeldía, de toda clase de cosas malas. Por causa de la desobediencia vino la muerte.

Antes de cometer cualquier pecado, tu corazón ya ha recibido algo equivocado.

Antes de que Adán y Eva comieran de ese árbol prohibido, la mentira ya había entrado en ellos a partir de las palabras del enemigo encarnado en una serpiente.

No van a morir, les dijo el enemigo. Dios sabe que si comen de ese árbol, serán como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Cuando la mentira entró en el corazón de ellos, el pecado fue solamente la consecuencia.

El enemigo les está diciendo directamente: ustedes no pueden creer en lo que Dios les está diciendo, les está mintiendo. Créanme a mí.

Esto es impactante porque ellos le creyeron a la serpiente.

Siglos más tarde vino desde los cielos el Hijo de Dios encarnado y a Él no le creyeron. A lo suyo vino y los suyos no le recibieron.

Le creyeron a un demonio encarnado en una serpiente y no le creyeron a Dios encarnado en un hombre.

¿No es eso lo que sigue sucediendo hoy en día?

¿No es que acaso la humanidad le sigue creyendo más al padre de mentira que al Padre de los cielos?

Las mentiras del enemigo hacen que la gente se crea todo eso, porque sabe que si no le creen al enemigo, le creerán al Dios Altísimo y le adorarán sin cesar, porque Él sí merece toda la adoración y la gloria.

Así que escucha bien, entonces:

La primera pregunta: ¿Dónde estás tú?, tiene que ver con tu estado espiritual.

¿Dónde te encuentras espiritualmente hablando? ¿Aun estás perdido?

La segunda pregunta: ¿quién te dijo?, tiene que ver con las mentiras que recibes.

La tercera pregunta: ¿Comiste del árbol?, tiene que ver con la forma en que has usado tu libertad para hacer lo que no deberías.

Así que estamos perdidos, escuchamos las mentiras y usamos mal la libertad. ¡Alguien tiene que darnos una respuesta para todo esto, alguien tiene que hacerlo!

La respuesta vendría siglos después a través de Jesucristo, Él es la respuesta para cada una de las preguntas que surgieron desde el paraíso.

¿Dónde estás tú, Adán? ¿Estás perdido? Déjame decirte: Yo soy el camino.

¿Quién te dijo? ¿Has escuchado esas mentiras? Déjame decirte: Yo soy la verdad.

¿Comiste de ese árbol? ¿El pecado te ha traído a la muerte? Déjame decirte: Yo soy la vida.

¡Yo soy la respuesta para cada pregunta!

Solo Jesús es la respuesta que necesitamos, solo Él es quien puede llevarnos de muerte a vida.

Solo Él puede llevarnos por el camino de salvación. Solo Él puede darnos vida eterna.

¿Has encontrado la respuesta? ¿Ahora sí sabes quién es Aquel que encarna toda verdad?

Él es el camino, la verdad y la vida y nadie va de regreso a la casa del Padre, si no es a través de Él.

Estábamos completamente perdidos; es más, la Biblia nos dice que estábamos muertos, pero Jesús nos halló, nos tomó de su mano y nos llevó de nuevo al camino que se había perdido desde la caída.

¡Sí hay un camino, y ese camino se llama Jesucristo!

Tú no te puedes encontrar a ti mismo, tú no te puedes salvar a ti mismo, tú no puedes hallar el camino, a no ser que el mismo camino te encuentre a ti.

Y yo que pensé que teníamos que buscar ese camino, sin saber que fue el camino el que me encontró a mí.

Jesús es la respuesta a cada pregunta que la humanidad ha tenido desde la caída.

¡Sí, la humanidad tiene ahora una respuesta!

El Señor dijo: Yo soy el camino. El único camino. Nadie viene al Padre si no es por mí.

Hay muchos caminos diferentes. Unos cómodos y otros no muy cómodos, pero el único camino verdadero es Jesucristo.

Hay una sola voz que viene del cielo. Ningún fundador de otra religión se sentará en el Trono de Dios para juzgar. Solamente Jesucristo está sentado a la diestra de Dios Padre y desde allí se escucha su voz.

Hay agua viva que calma tu sed para siempre, hay pan de vida que sacia tu hambre para siempre, hay siempre algo del cielo que cambia tu vida, no vivas solo en lo pasajero, aprende desde ahora a meterte en la eternidad del Único y verdadero Dios.

Sí, este es el evangelio, estas son las buenas nuevas que transforman el alma humana. La iglesia proclama estas verdades. Para eso estamos aquí, para ser transformados por ese poder.

“En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4.12).

Solo el evangelio de Cristo es poder de Dios para salvación.

Ese es el evangelio, esa es la buena noticia de Dios para su pueblo, que puedan ser abiertos sus ojos para que vean a Cristo, que encuentren perdón de pecados en Cristo, y vida totalmente nueva en Él. Que puedan ver claramente la obra de Dios en sus vidas, que sepan cuán terrible es el pecado, y experimenten en sus propias vidas cuán grande es el amor de Dios, que los trae al arrepentimiento y les otorga perdón en Cristo.

Ahora sí tenemos una respuesta. No la tiene el gobierno, no la tiene la sociedad, no la busques en la tienda de la esquina, no la busques en tu matrimonio, en tus amigos o en cualquier otro lugar.

Hay una sola respuesta: Se llama Jesucristo.

Y su iglesia no es la víctima en este mundo. Su iglesia es la representante del Dios encarnado.

“¿En dónde encontramos paz en medio de una pandemia? Solamente en Jesús. La cuestión para todos nosotros es esta: ¿vamos a confiar en Él?

Ningún decreto humano podrá impedir que la tierra se llene de la gloria de Dios.

Para eso fuimos escogidos.

Capítulo 4.
Una respuesta para tiempos de crisis

“No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10)

Con seguridad que si hace solo un tiempo atrás te hubieran dicho que en el 2020 estaríamos pasando una crisis mundial, con personas encerradas en sus casas, con muertos que se cuentan por miles y los transportan en camiones, con virus extendiéndose por toda la tierra, con una crisis impresionante a nivel económico, con ciudades cerradas, aeropuertos cerrados, hoteles cerrados, negocios cerrados, restaurantes cerrados, discotecas, casinos, empresas, etc., con un gran temor en todos los países del mundo. Con seguridad si te hubieran dicho algo así, no lo hubieras creído.

Pensarías que esta versión apocalíptica sería solo para un futuro incierto, pero no en momentos en los que todo parece bien, en los que la gente vive a sus anchas, viajando por todas partes, haciendo derroche de dinero, con casinos llenos, bares y discotecas a reventar, con estilos de vida en los que cada cual decide cómo quiere vivir, con personas pensando solo en cuál será mi siguiente auto, en cual será mi siguiente vestido, mi siguiente televisor, computador, teléfono celular, en tiempos en que la tecnología parece absorber a todo el mundo y la gente solo vive para darse gusto completamente. En momentos así, quién pensaría en algo como lo que estamos viviendo.

¿Quién hubiera imaginado que algo así venía sobre la tierra?

Ya no estamos hablando de un problema de la China, o del Asia nada más. A diario están muriendo personas en nuestros vecindarios, las cifras suben y suben y los hospitales ya no pueden recibir más personas.

La humanidad del siglo XXI no se había enfrentado a una situación como la que hoy en día llena las páginas de los periódicos, los noticieros, la radio, la Internet y cualquier medio de comunicación. La palabra coronavirus está en boca de todo el mundo y las personas acuden todo el tiempo a mirar las estadísticas terribles de cuantos contagios y muertes en el mundo se van dando por causa de esta terrible pandemia. A pesar de eso aún hay muchos que todavía no han entendido lo que está pasando.

Muchas ciudades en el mundo están ahora completamente cerradas.

Esa es la realidad en nuestro mundo hoy en el 2021.

Y yo me hago esta pregunta: ¿Cuál es la realidad en el cielo?

¿Estarán desesperados buscando la vacuna?

¿Se estará tomando la cabeza el Señor diciendo: y ahora que hacemos?

No. De ninguna manera. Dios está en control y Él sabe por qué suceden este tipo de cosas.

Y si no creemos eso, déjenme les recuerdo algunos pasajes bíblicos que nos muestran esa realidad.

Escuchen lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo en Lucas 17: 26 en adelante:

Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

La generación de Noé no estaba preparada para lo que venía, pero llegó el diluvio.

La generación de Lot y Abraham no estaba preparada para lo que venía, pero Dios destruyó a Sodoma y Gomorra.

Nuestra generación ha sacado a Dios de sus vidas y no estaba preparada para lo que está sucediendo. El orgullo humano ha querido sobreponerse a Dios y resulta que ahora, cuando nos vemos frágiles, sin respuestas inmediatas, el mundo entero sufriendo, nos damos cuenta en realidad que no éramos tan fuertes, ni tan adelantados en todas las cosas. Que a pesar del adelanto científico y tecnológico, aún somos inmensamente frágiles y débiles.

Un simple virus ha colocado al mundo de cabeza. Una pandemia tiene temblando la economía mundial, ha cerrado los espectáculos públicos, el deporte mundial, los conciertos, las reuniones, los viajes, las grandes juntas, los negocios internacionales, las vacaciones, los cruceros y hasta los templos.

¿Hubieras imaginado algo así hace tan solo unos meses atrás?

¿Faltó la voz profética que lo anunciara? O será que El Señor viene anunciando muchas cosas y nosotros nos hemos acostumbrado a vivir una fe de un buen y tranquilo tiempo de verano, pero no una fe de tormentas o crisis.

¿Para qué sirven las tormentas en la vida? ¿Te sirve de algo pasar por alguna de ellas?

¿Servirá de algo a la humanidad lo que está sucediendo en este momento?

O simplemente cuando encuentren la vacuna, cuando ya no haya más muertes, cuando todo vuelva a la normalidad, la gente se olvidará de este tiempo y seguirán sus vidas de espaldas al Creador, hasta que llegue la próxima epidemia, o tsunami, o terremoto o huracán.

El mundo no tiene todas las respuestas. Buscamos en el mundo o en la ciencia, en el conocimiento, en los libros, en lo que dicen los expertos, en las recomendaciones de quienes tienen muchos estudios, pero siempre habrá una voz más poderosa y sabia que está por encima de la voz de expertos, eruditos, sabios de este mundo, es la voz de Nuestro Señor que conoce todo aun antes de que haya sucedido.

A veces nos metemos en grandes problemas tratando de darle sentido a todo, pero no siempre lo que hace Dios tiene sentido.

Si los guerreros que comandaba Josué hubieran tratado de darle sentido a la estrategia de caminar alrededor de Jericó, jamás hubieran usado esa estrategia.

Si Gedeón hubiera tratado de encontrarle sentido a disminuir su ejército para ir a confrontar a un enemigo numeroso y poderoso, jamás hubiera ido a la batalla.

O qué me dicen de David, tratando de encontrarle sentido a pelear contra un gigante aparentemente indestructible; o de Abraham, tratando de darle sentido a una promesa de multiplicación a su edad anciana.

No tiene sentido para la humanidad amar al enemigo.

No tiene sentido para la humanidad devolver bien por mal.

No tuvo sentido que Elías hubiera pedido que pusieran más y más agua para el holocausto en el Monte Carmelo, cuando hacía tres años que no llovía y el agua escaseaba totalmente.

Pero tampoco tiene sentido que Dios mismo se despoje de su gloria y se haga como el más humilde de los siervos para venir a este mundo a sufrir en manos de sus mismas criaturas y que al final termine colgado en una cruz, no tiene sentido para la humanidad. Pero así sucedió. Él lo hizo aunque para el mundo fuera lo más increíble posible, porque Dios no se maneja por lo que nosotros pensamos, o por lo que para nosotros tiene sentido, sino de acuerdo a sus propósitos en gloria.

Tú puedes tratar de dirigir tu vida solo por lo que tiene sentido pero muchas veces eso no te servirá, porque cuando vienen los momentos difíciles se necesita algo más que sentido común para confrontar esas situaciones. Escucha por favor lo que Dios te está diciendo.

Dios no te está llamando para que le pongas sentido a todo lo que haces, sino para que camines en fe aunque parezca la cosa más descabellada del mundo.

La Biblia no nos dice que si somos guiados por el sentido de lo que creemos, o por la estrategia que nos enseñaron, o por la corazonada que sentimos, o por las emociones, que eso nos demuestra que somos hijos de Dios; no, sino que la Biblia es clara en afirmar que todos los que son guiados ¿por quién? Por el Espíritu Santo, dice Romanos 8:14: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Guiados por El Espíritu Santo.

De lo contrario empezamos a caminar por vista pero no por fe.

La vida en determinados momentos puede ser como una tormenta. Lo que empezó como algo sin importancia se convierte en algo más serio, después ya nos domina y al final viene el temor y se pierde hasta la esperanza.

¿Qué hacemos entonces? ¿A quién acudimos? ¿Adónde miramos en una situación como esa?

¿Cuál es nuestra respuesta en tiempos de crisis?

Alguien tiene que hacer algo, alguien tiene que devolvernos la esperanza, alguien tiene que traer una noticia diferente.

¿Cómo reaccionas en tu vida en tiempos de crisis? ¿Quién ha conducido tu vida? ¿A quién le has entregado el mando y la dirección de lo más preciado que tienes?

En momentos así necesitas escuchar la voz de alguien que mire más allá de las tormentas, alguien que tenga la capacidad para saber lo que otros no saben, para oír lo que otros no oyen, para ver lo que otros no ven. Alguien que mire más allá de la epidemia, de la crisis, del dolor.

Una de las cosas que asegura Jesucristo es que sus ovejas escuchan su voz.

Esta es una realidad dada por El Señor en Juan 10. “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen.”

Pero no solo escuchan su voz en la quietud de sus lugares de oración, no solo escuchan su voz en las apacibles olas de un mar en calma, en el susurro de un viento suave, no. Los hijos de Dios escuchan su voz también en las tormentas, también cuando los mares rugen y las olas se levantan impetuosas, cuando las cosas parecen más terribles que nunca, en tiempos de pandemias, de crisis, de dolores, de angustias, de incertidumbre, también allí los hijos de Dios escuchan su voz.

¿Será que lo has reconocido cuando Él ha venido a ti en forma de dolor?

¿Reconociste su voz cuando te habló en medio de la incertidumbre, de la duda, o incluso en la oscuridad?

Cuando los vientos se trasforman en tempestades muchas veces nos quedamos escuchando la tempestad pero ignorando la voz del que nos habla a través de ella. Y no sabemos qué hacer o incluso preguntamos: Señor, ¿ya no me hablas? ¿Ya no me escuchas? Y Él nos está hablando pero no reconocemos su voz en medio de la tormenta. O solo queremos que nos conteste como nosotros lo anhelamos y no de otra manera. Dios está hablando en estos tiempos y lo está haciendo lo suficientemente fuerte y claro como para que lo ignoremos.

Pedro, por ejemplo, le dijo a Jesús en medio de la tormenta: Señor, si eres tú, manda que camine sobre las aguas.

¿No hubiera sido mejor haberle dicho: Señor, si eres tú, manda que se acabe esta tormenta ahora mismo?

Claro, Pedro es Pedro. Pero nosotros nos acercaríamos diciendo: Señor, si de verdad me amas, manda que consiga trabajo este próximo lunes sin falta.

Señor, si eres tú, manda ahora mismo que se detenga este virus.

Pero Pedro no le pregunta solo por una señal visible de poder, sino por una señal ineludible de su presencia, esto es diferente.

Dios sigue demostrando quién es Él.

¿Cómo vas a saber que Él te puede proteger en la tormenta si nunca has estado en una de ellas?

¿Cómo vas a saber si Él es tu proveedor si nunca te ha faltado nada?

¿Cómo vas a saber que Él es tu sanador si nunca has tenido un dolor? ¿Cómo lo vas a saber?

Los sobrevivientes de esta situación vamos a poder relatar a las futuras generaciones que pasamos por momentos críticos, que estuvimos encerrados en nuestras casas sin poder salir, que la gente tenía temor de contagiarse, que la gente se agolpaba en los supermercados llenos de desespero, que los hospitales no daban abasto y que en Italia los camiones del ejército llevaban los cadáveres por montones.

Si, podremos contar eso. Pero también tendremos que contar que hubo Alguien que nos protegió, que hubo Alguien que no nos dejó solos, que hubo Alguien que nos ayudó a pasar por estos tiempos de tormenta. Podremos decirle al mundo que Jesús estuvo con nosotros todos los días, en cumplimiento de su promesa, y que pudimos sobrevivir por su gran poder y misericordia sobre nosotros. Él nos está dando una señal ineludible de su Presencia.

Sí, empecé este capítulo diciendo que si hace algunos meses hubieras escuchado estas noticias de hoy en día no las hubieras creído.

Pero resulta que hace veinte siglos recibimos noticias del cielo que aún muchos no han creído.

Escucha lo que dice Jesús en Lucas 12: 4-7 y créelo hoy más que nunca:

“Más os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quien debéis temer. Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo: a este temed. ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado por Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues más valéis vosotros que muchos pajarillos.”

También el mismo Señor Jesucristo dice un poco más adelante, capítulo 12: 32: “no temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.”

Aun en las tempestades los hijos de Dios tienen una palabra de aliento. Aun cuando las cosas no parecen muy buenas, los hijos de Dios se levantan para pronunciar palabras dadas por el Maestro para cada ocasión. Cuando muchos se rinden, los hijos de Dios se levantan. Cuando muchos pierden la dirección, los hijos de Dios saben cómo llegar a buen puerto.

Aquí hay una respuesta para el mundo.

Es verdad que has estado encerrado en tu casa y a lo mejor hasta el empleo has perdido, o al menos te han dicho que no puedes ir a trabajar por un tiempo.

Es verdad que las noticias se suceden tan rápidamente que por momentos mejor deseamos apagar los televisores, los computadores o las radios porque nos abruman.

Pero no podemos olvidarnos de quiénes somos.

Quizás por escuchar solo las noticias del mundo podemos olvidarnos de escuchar las noticias del cielo. Desde allí Dios sigue hablando a nuestras vidas con las mismas palabras que siempre nos ha repetido: No temas.

Estos tiempos exigen una respuesta clara de parte de la gente de fe. Como iglesia obedecemos y nos sometemos a las ordenanzas de las autoridades, pero también nos mantenemos en el lugar de confianza en el cual Dios nos ha puesto bajo su amparo y abrigo.

Necesitamos saber cómo responder en tiempos de crisis. Somos el pueblo de Dios.

Aun en medio de las peores tempestades es posible encontrar a Dios.

Es posible que en este mundo materialista alguien quiera solo preservar sus bienes sin importar los seres humanos que son afectados. Hay muchos que harían lo que fuera para alcanzar algo material sin importar si tienen que pasar por encima de cualquier persona.

¿Y qué tal si lo pierdes todo?, preguntaría el Señor. ¿Aun así me seguirías? ¿Aun así me amarías? Si te quedaras en bancarrota, si perdieras todos tus bienes, si dejaras de tener aquello que representa tu seguridad, ¿aun así te mantendrías fiel a mí?

Qué importante sacar tu fe de lo que crees que te da seguridad. Porque a lo mejor piensas que eres una persona de fe pero tu fe está puesta en el dinero que tienes en el banco, en el trabajo que tienes, en las personas que te rodean, en la salud que mantienes.

Pero, ¿y si se pierden? ¿Y si no te queda nada? ¿Aun así seguirás teniendo fe?

Hay un virus peor que el que está pasando actualmente. Es el virus del temor.

Indudablemente no negamos la gravedad de lo que está pasando, pero entendemos que nuestra fe es puesta a prueba en momentos así.

En lugar de esparcir el virus, a lo mejor tú estás esparciendo otro virus, el virus del temor.

En mis lecturas de la Biblia, nunca vi a Jesús asustado o diciéndole a la gente que se asustara por algo.

Solo a los fariseos a quienes les advirtió que necesitaban arrepentirse o de lo contrario no entrarían en el reino de los cielos.

Pero jamás a los suyos. Por el contrario, el mensaje continuo de Jesús fue a no tener temor.

Eso no significa que no sigamos las reglas de las autoridades o que simplemente ignoremos lo que pasa alrededor y vivamos como si nada estuviera pasando, no.

Por el contrario, somos prudentes y seguimos lo que nos piden, pero sin estar desesperados, sino más bien confiados y seguros en el Señor.

Definitivamente es el tiempo para no cesar en la oración.

Podemos estar separados por la distancia, pero unidos en un mismo Espíritu.

Grandes cosas suceden como respuesta a un pueblo que ora. En la Biblia encontramos momentos así. Cuando Josafat se vio en peligro llamó a todo el pueblo a ayunar y a orar.

Cuando Ester tenía que enfrentar al rey, llamó a todos y a sus doncellas a orar y a ayunar.

Una y otra vez es el modelo bíblico.

Lo mismo sucedió con los discípulos de Jesús, con Esdras, con Daniel, etc.

Orar y ayunar y siempre hubo grandes respuestas cuando el pueblo de Dios oró de esa manera sin detenerse.

Ese es nuestro tiempo. Esa es también nuestra respuesta a la crisis.

Este podría ser en realidad el tiempo más productivo para que muchos finalmente conozcan al verdadero Salvador del mundo que se llama Jesucristo.

Puede ser un momento extraordinario para un gran avivamiento sobre la tierra.

No podemos perder la perspectiva de las cosas. El mundo está en un momento demasiado grave. La crisis ha llegado prácticamente a todos los rincones de la tierra, pero si tú de verdad has creído en Jesús, tienes que saber que Él sigue estando en su trono, que Él no se está agarrando la cabeza en este momento diciendo: me tomó desprevenido este virus, que Él en realidad es un Dios soberano que está en control de todas las cosas.

Este virus no nos va a quitar versículos de la Biblia.

Tenemos que seguir creyendo que como dice Romanos 8:28: todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios, esto es a los que conforme a sus propósitos han sido llamados.

Tenemos que seguir creyendo que como dice David en el salmo 27: El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?

Tenemos que seguir creyendo lo que dice Isaías 43:2: Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.

Las pruebas de la vida no deben jamás separarte de Dios. Todo lo contrario.

Siempre hay algo que puedes aprender, siempre hay algo que puedes mejorar, siempre hay algo que te ayudará a crecer y a madurar, por lo tanto, no debería jamás separarte de Dios, sino por el contrario, acercarte más a Él.

El carácter de los hijos de Dios es un carácter firme. Nosotros sabemos Quién nos respalda, nosotros sabemos Quién camina con nosotros todos los días. Él es la fuente de nuestra fortaleza. Nuestro Señor es nuestro refugio, y nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Las familias que pertenecen al reino de los cielos han conocido que aun en tiempos difíciles no pierden su fe, que dan aunque no haya más, que su seguridad es El Señor y Él nunca las abandona, siempre trae una y otra vez provisión divina para que nada haga falta.

El salmista dice: alzaré mis ojos a los montes de donde vendrá mi socorro, mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la Tierra. (Salmo 121:1-2) En Él confiamos.

Y escucha este poderoso testimonio de un médico en Lombardía, Italia: "Ni en las pesadillas más oscuras imaginé que podría ver y vivir lo que está pasando aquí en nuestro hospital desde hace tres semanas. La pesadilla está fluyendo, el río se está haciendo más y más grande. Al principio vinieron algunos, luego decenas y luego cientos y ahora ya no somos médicos, sino que nos hemos convertido en clasificadores en la cinta y decidimos quién vive y quién debe ser enviado a casa a morir, aunque todas estas personas han pagado impuestos italianos toda su vida;

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