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52 Michael Richards: «Recordando la guerra de España: violencia, cambio social e identidad colectiva desde 1936», en Peter Anderson y Miguel Ángel del Arco Blanco (eds.): Lidiando con el pasado. Represión y memoria de la guerra civil y el franquismo, Granada, Comares, 2014, p. 222. Michael Richards: «El régimen de Franco y la política de la memoria de la guerra civil española», en Julio Aróstegui y François Godicheau (eds.): Guerra civil. Mito y memoria, Madrid, Marcial Pons / Casa de Velázquez, 2006, pp. 167-200 (esp. p. 200).

53 Mercedes Vilanova: Prólogo, en Paul Thompson: La voz del pasado, Valencia, Alfons el Magnànim, 1988, p. X.

54 Alessandro Portelli: «Historia y memoria…», op. cit., pp. 29 y 50-51.

55 David Thelen: «Memory and American History», Journal of American History, 1989, 75(4), pp. 1117-1129 (esp. p. 1125).

56 Esta relación es estudiada magníficamente en Luisa Passerini: Torino operaia…, op. cit.

57 Alessandro Portelli: «Historia y memoria…», op. cit., p. 29.

58 Algunos de los pocos trabajos que han mirado a la dictadura en su conjunto para analizar las actitudes son los de Claudio Hernández Burgos y Carlos Fuertes: «Conviviendo con la dictadura. La evolución de las actitudes sociales durante el franquismo (1936-1975)», Historia Social, 81, 2015, pp. 11-21, y «La evolución de las actitudes sociales durante el franquismo (1936-1975)», Historia Social, 81, pp. 11-21; o Carlos Fuertes: Viviendo en dictadura. La evolución de las actitudes sociales hacia el franquismo, Granada, Comares, 2017.

59 Archivo Histórico Provincial de Almería (AHPA), Gobierno Civil, 5236, «Informes, denuncias y reclamaciones (III)».

60 Sobre esta táctica en las «cartas a los poderosos»: Irene Murillo: «“A Vuestra Excelencia con el mayor respecto y subordinación”. La negociación de la Ley “desde abajo”», en Casanova, Julián y Cenarro, Ángela: Pagar las culpas. La represión económica en Aragón (1936-1945), Barcelona, Crítica, 2014, pp. 203-226.

61 Aunque reflejada en la propaganda la «opinión popular» expresada por la gente está condicionada por la «opinión pública», tiene márgenes para la autonomía. Ian Kershaw: Popular opinion and political dissent in the Third Reich, Bavaria 1933-1945, Oxford, Clarendon Press, 1983; Ana Cabana: «Algunas notas sobre la opinión popular durante el franquismo en Galicia», Revista de la Fundación 1º de Mayo, V. Historia, Trabajo y Sociedad, 1, 2010, pp. 79-96 (esp. p. 81); Francisco Sevillano: «Notas para el estudio de la opinión en España durante el franquismo», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 90, 2000, pp. 229-244.

62 Óscar J. Rodríguez Barreira: «Miserias, consentimientos y disconformidades», en Ó.

63 Óscar J. Rodríguez Barreira (ed.): El Franquismo desde los márgenes: campesinos, mujeres, delatores, menores, Almería, Editorial Universidad de Almería, 2013, pp. 165-185; Claudio Hernández Burgos: «Más allá del consenso y la oposición. Las actitudes de la gente corriente en regímenes dictatoriales. Una propuesta de análisis desde el régimen franquista», Revista de Estudios Sociales, 50, 2014, pp. 87-100; Ana Cabana: «Franquistas, antifranquistas y todos los demás. La enorme paleta de grises del consentimiento en la Galicia rural», en Julio Prada Rodríguez: No solo represión: la construcción del franquismo en Galicia, Madrid, Biblioteca Nueva, 2014, pp. 89-105; M. Á. del Arco Blanco et al. (coords.): No solo miedo…; o C. Fuertes: Viviendo en dictadura

64 P. Levi: Los hundidos…, p. 16. También, sobre la necesaria mesura en la importancia que concedemos a los conceptos, Ismael Saz: «Apuntes conclusivos», en M. Á. del Arco Blanco y otros (coord.): No solo miedo…, pp. 223-228.

65 Detlev Peukert: «Working-Class Resistance: Problems and Options», en D. C. Large: Contending with Hitler. Varieties of German Resistance in the Third Reich, Cambridge, Cambridge University Press, 2010 (1991), pp. 35-48 (esp. 36-37).

66 Ismael Saz: «Introducción», en I. Saz y A. Gómez Roda (eds.): El franquismo en Valencia…; J. Font i Agulló: «Nosotros no nos cuidábamos de la política…», pp. 52-63.

67 Óscar J. Rodríguez Barreira (ed.): «Miserias, consentimientos y disconformidades», en Ó. J. Rodríguez Barreira: El Franquismo desde los márgenes…, pp. 165-185 (esp. pp. 172-177).

68 El concepto de «zona gris» es de Primo Levi, en P. Levi: Los hundidos… Entre los trabajos que lo han aplicado con eficacia a la España franquista, Carlos Gil Andrés: «La zona gris en la España azul. La violencia de los sublevados en la Guerra Civil», Ayer, 76, 2009, pp. 115-141; C. Hernández Burgos: Franquismo a ras de suelo…; Miguel Ángel del Arco Blanco: «Entre el gris y el negro: los colores del apoyo de la sociedad civil andaluza al régimen franquista», en A. Barragán Moriana (coord.): Cuadernos de Andalucía en la Historia Contemporánea. La articulación del franquismo en Andalucía, 8, 2015, pp. 111-134.

69 En el debate sobre el consenso algunos se han mostrado partidarios de matizar el alcance de esta categoría o incluso de abandonarla. Philip Morgan: Fascism in Europe, 1919-1945, Londres / Nueva York, Routledge, 2003, pp. 129-131. Para el caso del franquismo, A. Cazorla: «Sobre el primer franquismo…»; o A. Cabana: «De imposible consenso. Actitudes de consentimiento hacia el franquismo en el mundo rural (1940-1960)», Historia Social, 71, 2011, pp. 89-106.

70 P. Corner: «Italian Fascism…», p. 349.

71 Sobre el colaboracionismo ciudadano bajo las dictaduras, Sheila Fitzpatrick y Robert Gellately: Accusatory practices: denunciation in Modern European history, 1789-1989, Chicago, University of Chicago Press, 1997; Peter Anderson: «Singling out victims: Denunciation and Collusion in the Post-Civil War Francoist Repression in Spain, 1939-1945», European History Quarterly, 39(1), 2009, pp. 7-26; Ángela Cenarro: «Matar, vigilar y delatar, La quiebra de la sociedad civil durante la guerra y posguerra en España (1936-1948)», Historia Social, 44, 2002, pp. 65-86; Francisco Cobo: «Represión y persecución de minorías y disidentes en las dictaduras fascistas europeas del periodo de entreguerras. Los apoyos sociales y la colaboración de ciudadanos comunes. La Alemania nazi y la España franquista», en C. Mir, C. Agustí y J. Gelonch: Pobreza, marginación, delincuencia y políticas sociales bajo el franquismo, Lleida, Universitat de Lleida, 2005, pp. 13-50; J. A. Parejo: «Fascismo rural, control social y colaboración ciudadana. Datos y propuestas para el caso español», Historia Social, 71, 2011, pp. 143-159; Estefanía Langarita: «Si no hay castigo, la España Nueva no se hará nunca. La colaboración ciudadana con las autoridades franquistas», en J. Casanova y Á. Cenarro: Pagar las culpas. La represión económica en Aragón (1936-1945), Barcelona, Crítica, 2014, pp. 145-150; Daniel Oviedo: «Juro por Dios y declaro por mi honor: Verdad, impostura y estrategias autoexculpatorias en las declaraciones de la posguerra madrileña», en D. Oviedo y A. Pérez-Olivares (coords.): Madrid, una ciudad en guerra (1936-1948), Madrid, Catarata, 2016, pp. 159-214.

72 Géraldine Schwarz: Los amnésicos. Historia de una familia europea, Barcelona, Tusquets, 2020 [2019], pp. 15-30.

73 A. Cabana: «Franquistas, antifranquistas y todos los demás…», pp. 97 y 103-105.

74 Algunos trabajos que han insistido en esta idea son los de M. Á. Del Arco Blanco et al. (coord.): No solo miedo…; J. Prada: No solo represión…; o F. Sevillano: «Consenso y violencia…».

75 Sobre la experiencia de guerra, las identidades de los excombatientes y su apoyo al franquismo, Francisco Leira: La consolidación social del franquismo. La influencia de la guerra en los ‘soldados de Franco’, Santiago de Compostela, Servizo de Publicacións de la Universidade de Santiago de Compostela, 2013; Ángel Alcalde: Los excombatientes franquistas (1936-1965). La cultura de guerra del fascismo español y la Delegación Nacional de Excombatientes (1936-1965), Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.

76 Antonio Cazorla: «Beyond ‘They Shall Not Pass’. How the Experience of Violence Reshaped Political Values in Franco’s Spain», Journal of Contemporary History, 40(3), 2005, pp. 503-520.

77 Sobre los maquis, véase, por ejemplo, Mercedes Yusta: «Una guerra que no dice su nombre: los usos de la violencia en el contexto de la guerrilla antifranquista (1939-1953)», Historia Social, 61, 2008, pp. 109-126; Jorge Marco: Hijos de una guerra: los hermanos Quero y la resistencia antifranquista, Granada, Comares, 2010.

78 Desde el punto de vista de las actitudes, esta es la década mejor estudiada, Roque Moreno y Francisco Sevillano: «Actitudes políticas y disidencia social de los trabajadores durante la posguerra española», en Santiago Castillo (coord.): El trabajo a través de la historia, Madrid, Asociación de Historia Social / Centro de Estudios Históricos de la UGT, 1996, pp. 503-507.

79 Carme Molinero: «Subsistencia y actitudes populares durante el primer franquismo», Bulletin of Spanish Studies, 91, 2014, pp. 179-197.

80 Ángela Cenarro: La sonrisa de Falange: Auxilio Social en la guerra civil y en la posguerra, Barcelona, Crítica, 2005, p. 16.

81 Antonio Cazorla: «Surviving Franco’s Peace: Spanish Opinion during the Second World War», European History Quarterly, 32-3, 2002, pp. 391-411; Ramón García Piñeiro: «Boina, bonete y tricornio. Instrumentos de control campesino en la Asturias franquista (1937-1977)», Historia del Presente, 3, 2004, pp. 45-64 (esp. p. 46), que recoge la celebración de las derrotas alemanas en un bar de la localidad asturiana de Trespando; Óscar Rodríguez Barreira: «Cuando lleguen los amigos de Negrín… Resistencia cotidiana y opinión popular frente a la II Guerra Mundial (1939-1947)», Historia y política, 18, 2007, pp. 295-323.

82 Alberto Reig Tapia: Franco «Caudillo»: mito y realidad, Madrid, Tecnos, 1995; Antonio Cazorla: Franco: The Biography of the Myth, Londres, Routledge, 2014, pp. 141-148.

83 A. Cenarro: «Muerte y subordinación…», pp. 5-22.

84 M. Richards: «El régimen de Franco…», pp. 169-170 y 182.

85 Desde el punto de vista de las actitudes, la década de los cincuenta sigue siendo la menos conocida. Sobre las especificidades que adquiere la represión en estos años, M. Ortiz Heras: «Control social y represión…», pp. 15-44 (esp. pp. 15-37).

86 Para las actitudes en esta etapa de la dictadura véase, por ejemplo, Óscar J. Martín, Damián González y Manuel Ortiz: «Envenenando a nuestra juventud. Cambio de actitudes y militancia juvenil durante el segundo franquismo», Historia Actual Online, 20, 2009, pp. 19-33; Eider de Dios: «Yo tenía el sentimiento ese de que había que mejorar esto. Actitudes políticas de las mujeres en el tardofranquismo», Actas del IX Encuentro de Investigadores del Franquismo, Granada, 2016, pp. 75-83.

87 Acerca de las políticas sociales, Daniel Lanero: «Las políticas sociales del franquismo. Las obras sindicales», en M. Á. del Arco Blanco y otros (coord.): No solo miedo…, pp. 127-142.

88 Sobre la evolución actitudinal de los colectivos estudiantil y eclesiástico véanse respectivamente, Elena Hernández, Marc Baldó y M. Á. Ruiz Carnicer: Estudiantes contra Franco (1939-1975): oposición política y movilización juvenil, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007; Manuel Ortiz Heras y Damián A. González Madrid: De la cruzada al desenganche: la iglesia española entre el franquismo y la transición, Madrid, Sílex, 2011.

89 Algunos trabajos sobre la democratización del mundo rural, Damián A. González y Óscar J. Martín: «In movement. New players in the construction of democracy in Spain, 1962-1977», Political Power and Social Theory, 20, 2009, pp. 39-70; Antonio Herrera y John Markoff: «Dossier. Democracia y mundo rural en España», Ayer, 89, 2013, pp. 21-119. Algunos estudios locales al respecto, A. Cabana y otros: «Dinámicas políticas…»; F. Cobo y Teresa M.ª Ortega: «La protesta de sólo unos pocos…»; Pamela Radcliff: Making democratic citizens in Spain. Civil society and the popular origins of the Transition, 1960-78, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2011; Rafael Quirosa-Cheyrouze (coord.): Historia de la Transición en España: los inicios del proceso democratizador, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007; Antonio Cazorla: Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo, Madrid, Alianza Editorial, 2016. Entre las publicaciones más recientes, Claudio Hernández Burgos y Gloria Román Ruiz: «‘Maestros de democracia con sotana’: los párrocos rurales y la construcción de la sociedad civil durante el tardofranquismo en la España meridional», Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Research on Spain, Portugal and Latin America, 96(8), 2019, pp. 1-24; Gloria Román Ruiz: «‘Escuelas de democracia’. El tajo y la parroquia como espacios cotidianos de conflictividad durante el franquismo final en el campo altoandaluz», Historia Agraria, 79, 2019, pp. 1-22.

90 Sobre la experimentación de la realidad por parte de los sujetos, que estaría condicionada, más que por la propia realidad, por la forma en que esta es configurada y aprehendida en función de su imaginario, Miguel Á. Cabrera y Álvaro Santana: «De la historia social a la historia de lo social», Ayer, 62, 2006, pp. 165-192 (esp. p. 188).

91 Pascual Carrión: Los latifundios en España: su importancia, origen, consecuencias y solución, Madrid, Gráficas Reunidas S. A., 1932, p. 264. INE, Censo agrario de 1962: Explotaciones agrarias clasificadas según la superficie total de sus tierras y Distribución de la superficie según el régimen de tenencia.

92 INE, Censos de población.

93 Andrés Fernández, María Isabel Brenes, Cristóbal Alcántara y Miguel Á. Melero: Teba se desangra. Intervención arqueológica en la fosa común de Teba, Teba, Manuel Pinta Guerrero, 2013.

94 Miguel Gómez Oliver et al. (coords.): El botín de guerra en Andalucía. Cultura represiva y víctimas de la Ley de Responsabilidades Políticas. 1936-1945, Madrid, Siglo XXI, 2014.

95 Benito Bermejo y Sandra Checa: Nombres para el recuerdo: Libro memorial, españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), Ministerio de Cultura, 2006.

96 Archivo General de la Administración (AGA), Registro Central de Entidades Sindicales, 34/4060, «HSLG de Teba». Archivo Municipal de Teba (AMTB), 338, Informes políticos de FET de las JONS, 1942. En las siguientes líneas utilizamos como fuente la entrevista realizada a Encarna Lora Jiménez en Teba (Málaga) el 16/06/16.

97 Archivo de las Cámaras Agrarias de Teba (ACAT), Expedientes de posesiones, sin signatura, «Actas de la HSLG», 1948-1958.

98 Encarnación Barranquero Texeira y Lucía Prieto Borrego: Así sobrevivimos al hambre: estrategias de supervivencia de las mujeres en la posguerra española, Málaga, CEDMA, 2003, pp. 231 y 236-242.

99 José Lora Jiménez: Mi vida entre bandoleros, Casariche, Gráficas Belén, 2001, sobre todo pp. 66-110.

100 J. Font i Agulló: «¡Arriba el campo!…», p. 186.

101 Pilar Rebollo: «El Servicio Social de la mujer de Sección Femenina de Falange. Su implantación en el medio rural», en M. Á. Ruiz Carnicer y C. Frías Corredor (coords.): Nuevas tendencias historiográficas e historia local en España. Actas del II Congreso de Historia Local de Aragón, 1999, pp. 311-313.

ABREVIATURAS


AAAR: Archivo Administrativo de Alcalá la Real
ACAT: Archivo de las Cámaras Agrarias de Teba
AGA: Archivo General de la Administración
AHPA: Archivo Histórico Provincial de Almería
AHPCE: Archivo Histórico del Partido Comunista de España
AHPG: Archivo Histórico Provincial de Granada
AHPJ: Archivo Histórico Provincial de Jaén
AHPM: Archivo Histórico Provincial de Málaga
AMAA: Archivo Municipal de Alhama de Almería
AMCS: Archivo Municipal de Chiclana de Segura
AME: Archivo Municipal de Estepona
AMI: Archivo Municipal de Iznatoraf
AMO: Archivo Municipal de Órgiva
AMSF: Archivo Municipal de Santa Fe
AMSTR: Archivo de los Museos de Terque
AMTB: Archivo Municipal de Teba
AMTR: Archivo Municipal de Terque
AMV: Archivo Municipal de Villacarrillo
ARCG: Archivo de la Real Chancillería de Granada
FO: Foreign Office
TNA: The National Archives

PARTE I «EL PODER DE SEDUCCIÓN DE LA DICTADURA»

LAS POLÍTICAS DEL «CONSENSO» DEL RÉGIMEN FRANQUISTA

Cualquier régimen necesitaba ya absolutamente la asistencia de la opinión y la organización de las masas.1

I put to a number of people in Spain the question whether Franco did not now enjoy, if not the support, at least the passive acquiescence of the majority of Spaniards and in every case except one I received an affirmative reply.2

En 1974 Renzo De Felice publicaba un innovador estudio sobre la Italia fascista en el que sostenía que durante el periodo 1929-1934 la dictadura de Mussolini gozó de una amplia aceptación y «consenso» social. Su trabajo venía a romper con el discurso reduccionista de los «héroes de la resistencia» abanderado por la izquierda antifascista y a complejizar el estudio de las actitudes sociopolíticas bajo regímenes que no garantizan las libertades individuales. Su obra inauguró una nueva y fructífera línea historiográfica según la cual estos sistemas autoritarios habrían gozado de un grado de aceptación social mayor del tradicionalmente supuesto y sin el cual resultaría difícil explicar su sostenimiento en el tiempo. Pese a las iniciales críticas vertidas contra De Felice, hoy ya prácticamente nadie duda de que los regímenes fascistas y parafascistas de entreguerras gozaron de una importante aceptación por parte de la población.3

Durante largo tiempo la relación entre represión y consenso bajo las dictaduras fue presentada como dicotómica, por lo que reconocer la existencia de actitudes consentidoras y poner en valor la aceptación social de que gozaron estos sistemas políticos parecía implicar una minusvaloración de su carácter violento. Sin embargo, este planteamiento fue ya superado por su simplismo y actualmente existe un amplio reconocimiento de que ambos elementos, lejos de ser excluyentes, resultan complementarios. En efecto, al mismo tiempo que practicaban una fortísima represión, los autoritarismos de entreguerras fueron capaces de convencer de sus bondades a amplios sectores de la población. Se trataba de reprimir y persuadir a la vez, mostrando su fortaleza más allá del ejercicio de la violencia. Así lo expresó el «Caudillo de España» Francisco Franco en un discurso pronunciado ante las juventudes falangistas en 1942: «Podaremos las ramas malas, destruiremos las inservibles; pero a su lado sembraremos nuestros plantones, que son la fuerza de nuestra juventud».4 Además, los mecanismos represivos constituyeron un elemento más del consenso al actuar como desactivador político entre los desafectos, potenciar el convencimiento de los adictos y esclarecer cuáles eran los comportamientos proscritos que lo sitúan a uno fuera de la comunidad nacional.5

Se han diferenciado distintos grados de consenso en los regímenes dictatoriales en función de la forma en que estos sistemas políticos se relacionaron con sus respectivas sociedades y del tipo de apoyo social que buscaron concitar. Ismael Saz distinguió entre el consenso activo al que aspiraron los regímenes fascista y nazi mediante la movilización de las masas, y el consenso pasivo propio de otros sistemas dictatoriales como el franquista.6 Según este planteamiento, la dictadura de Franco se habría sustentado en la represión sistemática del enemigo interior más de lo que lo hicieran las de Mussolini y Hitler, que aplicaron la represión de forma más selectiva y buscaron el encuadramiento de la población, llegando a convertirse en auténticos movimientos de masas.7 No obstante, aunque no buscase la movilización masiva en la medida en que lo hicieron el fascismo italiano o el nazismo alemán, el régimen franquista no renunció a generar nuevas adhesiones y simpatías. Además, en determinadas ocasiones no rehusó a fomentar la participación de las masas, como ocurrió cuando organizó grandes desfiles o congregaciones que requerían de una asistencia multitudinaria para lograr la ansiada demostración de fuerza.

En el caso del franquismo, que logró mantenerse en pie durante un periodo inusitadamente prolongado, el debate principal ha girado en torno a la idoneidad de hablar de actitudes de «consenso» o a la de hacerlo de «consentimiento», que implicaría una forma menos contundente e intensa de aceptación de la dictadura. Quienes sostienen esta segunda postura, como Antonio Cazorla o Ana Cabana, defienden que en sistemas dictatoriales como el de Franco que no garantizaban las libertades individuales básicas no resulta apropiado plantear la existencia de «consenso».8 Sin embargo, creemos que no se pueden descartar las actitudes de «consenso» propiamente dicho dado que, incluso bajo regímenes políticos no democráticos que practican abiertamente la represión-coerción, existen colectivos sociales que albergan libre y sinceramente este sentimiento. Además, hemos de tener presente que el consenso no implicaba necesariamente una movilización activa entusiasta, de la misma forma que la ausencia de comportamientos resistentes no entrañaba por fuerza la existencia de actitudes consentidoras.

En cualquier caso, hoy parece existir un acuerdo bastante generalizado acerca de que la larga duración de la dictadura franquista resulta muy difícil de explicar atendiendo única y exclusivamente al ejercicio de la represión y a la propagación del miedo.9 Sin minusvalorar las prácticas violentas que caracterizaron a todos estos regímenes no democráticos, para evitar llevar el debate al extremo contrario,10 parece probado que el franquismo gozó de un nada despreciable «poder de seducción» entre amplios sectores de la población.11 Hay quienes han planteado incluso la existencia de un «estado de felicidad» ampliamente extendido durante el franquismo, que no sería incompatible con el transcurrir cotidiano bajo un régimen dictatorial represor que no garantizaba los derechos ni las libertades individuales. En este sentido Ríos Carratalá ha explicado que

los motivos de esa felicidad durante el franquismo fueron heterogéneos y a veces estaban objetivamente justificados. Más allá de los casos individuales, el régimen se apoyó en diferentes colectivos que gozaron de privilegios cuyo límite era el capricho de quienes los detentaban. La vida da sorpresas, pero cuesta imaginar espíritus depresivos o melancólicos entre quienes ejercían de vencedores a diferente escala, sin disimulos ni dudas hasta bien entrados los años sesenta. Y entre los perdedores, más numerosos, pronto germinó el deseo de reconciliarse con una realidad que les resultaba adversa, pero mostraba resquicios derivados de su propia imperfección, así como una omnipresente voluntad propagandística para el ocultamiento o el disimulo de cualquier aspecto negativo.12

Entre las diversas estrategias de legitimación que permitieron a la dictadura franquista generar actitudes consentidoras, ampliar sus bases sociales y, por ende, sobrevivir en el tiempo destacó la puesta en marcha de una batería de políticas sociales. Algunas de las más sobresalientes fueron la de construcción de casas baratas, la beneficencia y el asistencialismo de posguerra, los seguros sociales o las «traídas de aguas» a los pueblos, ya a partir de mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta. Otro instrumento de generación de consenso habría sido la Organización Sindical, que pudo resultar útil para los trabajadores en la medida en que defendió puntualmente sus intereses y dio solución a algunas de sus problemáticas. O las organizaciones de encuadramiento de Falange, responsables de dinamizar el ocio local, que habrían sido capaces de atraer a los sectores juveniles a sus espacios de sociabilidad.

A todas estas políticas del consenso habría que sumar otros dos factores de carácter transversal que redundaron positivamente en la aceptación del régimen franquista. Nos referimos, en primer lugar, a la capacidad de las autoridades locales a lo largo de todo el periodo para practicar una deliberada ambivalencia entre la obediencia de las disposiciones emanadas de la superioridad y la defensa de los intereses de sus vecinos, a quienes en última instancia debían su legitimidad, a pesar de que sus cargos no fueran electos.13 En segundo lugar, hay que tener en consideración el importante papel desempeñado por la propaganda de la dictadura con el objetivo de ampliar su aceptación y extender su popularidad. Para consumar aquella estrategia se aprobó la Ley de prensa de 1938, que impuso la censura previa y pasó a controlar todos los medios de comunicación.14

Además, la dictadura construyó un discurso social que fue canalizado a través de Falange, debido a su papel al frente tanto del Servicio Nacional de Propaganda como de las organizaciones de encuadramiento.15 En 1953 el falangista Antoni Tovar aseguraba en Salamanca que «ha sido nuestra gente, la gente de nuestras filas, la que ha sabido tocar con acierto y con eficacia ese difícil resorte de lo social».16 Paradigmáticos resultan asimismo los discursos de José Antonio Girón de Velasco, ministro de Trabajo entre 1941 y 1957, que durante los años cuarenta y cincuenta se convirtió en el rostro más populista de la dictadura. En 1945 aseguraba que «lo social, en cuyo nervio tenéis por obligación que actuar, está colocado en el tiempo presente en el primer plano de importancia nacional».17 Una década después continuaba afirmando que «la característica del estado español fundado el 18 julio 1936, es decir, la característica de lo que nosotros, en nuestro lenguaje interior, llamamos el Movimiento Nacional, es la característica social, que prima sobre todas las demás en nuestra generación política».18

No obstante, tanto las cotas de consenso de que gozó la dictadura como las políticas en que lo cimentó fueron evolucionando a lo largo de su larga vida. Se trató de un proceso paralelo al de la transformación de la propia naturaleza del régimen, que fue variando la intensidad con que aplicaba sus mecanismos represivo-coercitivos sobre la población. Estos resultaron especialmente cruentos durante su primera década de existencia, cuando la dictadura basó su legitimidad fundamentalmente en el miedo que suscitaba el recuerdo aún fresco de la traumática experiencia bélica, en el ejercicio de la represión, en la «cultura de la victoria» y en la gestión que hizo del hambre. Todos estos factores actuaron como elementos desmovilizadores al instar a la población a concentrar sus esfuerzos en sobrevivir.19 El consecuente deseo de «normalización» tras los traumáticos sucesos bélicos contribuyó también a potenciar el consenso.20 Pero durante los años cuarenta hubo, al menos, otros dos elementos que pudieron contribuir a mejorar su imagen y a generar actitudes consentidoras hacia la dictadura: la puesta en marcha del sistema de beneficencia falangista representado por el Auxilio Social y la forja del mito del Caudillo, presentado como artífice de la neutralidad española en la segunda contienda mundial.

Los años cincuenta, gracias al nuevo contexto abierto por la Guerra Fría, trajeron a la dictadura el fin del aislamiento internacional en que había estado sumida desde 1945 debido al apoyo brindado a los derrotados fascismos, lo cual pudo reportarle una mayor aceptación social. En 1953 se firmaron unos pactos con Estados Unidos que fueron presentados por la propaganda como un nuevo éxito del Caudillo. Los acuerdos supusieron la llegada de alimentos norteamericanos que fueron repartidos en los colegios españoles, lo cual fue nuevamente aprovechado para subrayar el carácter benéfico del régimen. Los años sesenta, en fin, son conocidos como «la década del consenso». Fue aquel el tiempo en que la dictadura inauguró una nueva legitimidad que vino a sumarse a la de origen: la de ejercicio. Esta nueva legitimidad se basaba en lo que la propaganda bautizó como los «XXV Años de Paz» sobre los que se asentaría el pregonado «boom económico» o «milagro español». Muchos se conformaron con la situación política al comprobar que mejoraba su economía familiar y podían adquirir una lavadora, un Seat 600 o incluso un piso en propiedad.21

A menudo, la traducción real de estas políticas de paternalismo social y su incidencia sobre la vida cotidiana de los hombres y mujeres quedó lejos de lo publicitado a bombo y platillo por la propaganda. Sin embargo, a pesar de todas sus deficiencias y limitaciones, redundaron en una mejora –por modesta que fuese– de la existencia cotidiana de quienes se beneficiaron de ellas. Teniendo en cuenta que se partía de los niveles de miseria de la posguerra, esta batería de políticas amables pudo mejorar la percepción que se tenía de la dictadura «a ras de suelo». Fue en este tipo de políticas en las que se basó el franquismo para construir muchos de sus grandes mitos, como el que presentaba a la dictadura como precursora del actual sistema de Seguridad Social o como incansable constructora de pantanos y de casas baratas. Estos discursos, convenientemente difundidos, pudieron reportarle nuevos y más duraderos apoyos, como muestra el que aún pervivan y estén fuertemente arraigados en la memoria popular.

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