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Existen buenas razones para hermanar la filosofía de Spinoza con el discurso cibernético: Merçon (2012) afirma que puede caracterizarse a Spinoza “como un pensador sistémico latu sensu” (p. 87) en razón de que: a) postula un anidamiento de sistemas dentro de sistemas cuyas propiedades, a cada nivel de observación, resultan de la relación entre las partes; b) las partes de la naturaleza se definen y entienden por sus relaciones con la totalidad, y c) en su sistema, el conocimiento consiste en comprender las relaciones entre las partes de la naturaleza.

Asimismo, según la caracterización que hace Jonas (1973) del pensamiento biológico de Spinoza, un organismo sería caracterizado como un sistema abierto. Sin embargo, vale la pena anotar que no puede asimilarse completamente el pensamiento sistémico al de Spinoza, ni viceversa (por ejemplo, no se encuentra en Spinoza una idea tan central a la cibernética como la retroalimentación negativa); ni se pretende agotar en este texto todo lo que la cibernética tiene para decir en el tema de la educación. Por ejemplo, Pask (1966) aporta unas ideas interesantes sobre la enseñanza a partir de la cibernética: concibe la enseñanza como un problema de control, y la relación pedagógica como una conversación y una mutua adaptación en la que, por ejemplo, el maestro debe buscar el nivel óptimo de dificultad en las tareas que fija para el alumno. Pero este tipo de ideas no se tocan en la tesis, ya que la interacción entre el pensamiento de Spinoza y la cibernética pasa más por el compartir una ontología del proceso y la relación que por las ideas en torno al control, la comunicación y la retroalimentación características de las primeras décadas de la disciplina cibernética (p. ej., Wiener, 1948).

2.5. Metamétodo

En el Tratado de la reforma del entendimiento, el método es presentado como un conocimiento de segundo orden, que supone la preexistencia de algún conocimiento, sobre el cual el método es conocimiento reflexivo: “Para que yo sepa que sé, debo saber primero” (TIE§34). Dicho de otro modo, el método es la explicitación del modo en que he llegado a conocer. La reflexión sobre el conocimiento permite refinar la manera de adquirirlo, lo que produce nuevo conocimiento que se hace materia de reflexión, generando así un bucle de retroalimentación positiva (Bula, 2011a, p. 148):

Cuantas más cosas ha llegado a conocer la mente, mejor comprende también sus propias fuerzas y el orden de la Naturaleza; y cuanto mejor entiende sus fuerzas, tanto mejor puede también dirigirse a sí misma y darse reglas; y cuanto mejor entiende el orden de la Naturaleza, más fácilmente puede librarse de esfuerzos inútiles. En esto consiste […] todo el método. (p. 93)

La comprensión de la naturaleza permite la comprensión de la propia mente, lo que hace posible la formulación de reglas para la mente que, a su vez, facilitan una mayor comprensión de la naturaleza, y así sucesivamente. Comprender la naturaleza de la suma permite afinar el pensamiento matemático y, por ejemplo, formular las reglas para la multiplicación; adquirido el conocimiento de la multiplicación, se puede reflexionar sobre este y formular reglas para hacer divisiones, etc. La prescripción metodológica de Spinoza no tiene que ver con qué reglas metodológicas seguir, sino con cómo adquirir reglas metodológicas: es una prescripción de segundo orden.

Las prescripciones de Spinoza contrastan agudamente con las que propone Descartes (1967, pp. 148-149), que son todas prescripciones de primer orden: recomienda rechazar como premisa lo que no se conozca con certeza, dividir un problema complicado en muchos problemas simples, pasar de problemas simples a complicados y conservar un orden tal que todos los pasos de mi razonamiento sean explícitos. En efecto:

Descartes ofrece cuatro reglas que hay que seguir con tenacidad. Spinoza ofrece una sola, de un tipo lógico diferente (una meta-regla): al conocer, observa la manera en que lo haces para perfeccionar así tu manera de conocer. El método cartesiano, seguido a cabalidad, no puede llegar a desarrollar procedimientos holistas o hermenéuticos, ni el conocimiento a través de la triangulación que combina diversos modelos, ni, en general, nada que se desvíe de las cuatro reglas mencionadas (por supuesto, Descartes se desvía todo el tiempo, menos mal). El meta-método espinozista contempla y prevé indefinidas innovaciones metodológicas, y no tiene por qué rechazar técnicas cartesianas cuando estas resultan adecuadas. (Bula, 2011a, p. 149)

Como he mostrado en este capítulo, pensar espinozistamente no quiere decir ceñirse a la forma o el fondo del estilo geométrico: implica tener la mirada puesta en la vida y la felicidad humana, aceptar auxilios empíricos cuando estos se requieran, enriquecer la perspectiva sobre un fenómeno con diversas miradas y pensar analógicamente, en cuanto la analogía se sustenta en la naturaleza de las cosas. Pensar espinozistamente es también generar nuevas reglas metodológicas a medida que el conocimiento de la naturaleza lo permita y lo exija:

En palabras de Antonio Machado, se hace camino al andar. […] La reflexión sobre el tratamiento del objeto de estudio lleva a reflexiones metodológicas que potencian el tratamiento del objeto de estudio, lo que a su vez potencia ulteriores reflexiones metodológicas, estableciéndose así un bucle de retroalimentación positiva. No se trata del método como receta o algoritmo (no hay camino), sino de una relación dinámica entre método y conocimiento que rinde un método en constante transformación y permanente apertura (se hace camino al andar). (Bula, 2010c, p. 64)

Esta apertura metodológica, esta rigurosa libertad, puede relacionarse con la idea espinozista de que el conocimiento es coextensivo con la autonomía y el aumento del poder de obrar. En efecto, se trata de crear un método propio: “Más que seguir un método prescrito exógenamente, quien sigue el metamétodo espinozista crea su propio método: a la experiencia de aumento en el poder de obrar la acompaña una experiencia de autonomía” (Bula, 2010c, 65).

Si lo que he dicho es acertado, ¿cómo ha de interpretarse la presentación more geométrico de la Ética, que parece implicar un pensamiento deductivamente cerrado, regido por cauces estrechos de producción de proposiciones a partir de axiomas y definiciones? Como mostraré, tiene que ver también con la autonomía. Trataré el more geométrico en el siguiente capítulo.

CAPÍTULO 3 SOBRE EL MORE GEOMÉTRICO

La Ética de Spinoza es notoria, desde el punto de vista formal, por su uso del modelo euclidiano de escritura. Si bien existen otros ejemplos de este formato antes y después de Spinoza, la Ética sobresale por su extensión, la diversidad de los temas tratados y la influencia que ha ejercido en la tradición filosófica. En lo que sigue quiero sentar algunas posiciones sobre el porqué del orden geométrico en términos de su relación con el contenido de la filosofía espinozista y en términos de lo que Spinoza podría buscar con esta forma de escritura. Para ello, comienzo señalando algunos de los problemas y posturas frente al orden geométrico que se encuentran en los comentaristas.

3.1. Posturas frente al orden geométrico

¿Por qué razón está la Ética escrita more geométrico? El primer problema que se presenta es determinar en qué medida se trata de una elección de forma de presentación y en qué medida es un método filosófico (Steenbakkers, 2011; Rojas, 2005, p. 30). En general, tenemos pocas afirmaciones de Spinoza respecto a su propio método. Sin embargo, contamos con el prefacio que hace Lodowijk Meyer, corresponsal y amigo de Spinoza, a los Principios de filosofía de Descartes, del filósofo sefardita. Para Meyer, el método matemático consiste en derivar nuevos conocimientos a partir de “cosas previamente conocidas con certeza” (PPC, Praef. 127); práctica que atribuye a Descartes. Si Descartes no escribe a la manera de Euclides es porque practica el análisis (la descomposición de lo complejo en lo simple) en lugar de la síntesis (el paso de proposiciones simples a complejas [Steenbakkers, 2011, p. 48]). La razón por la que habría que presentar el pensamiento de Descartes a través de la síntesis es que “no ambas [formas de demostración] son igualmente útiles y cómodas para todos” (PPC, Praef. 129). La presentación según el método sintético ayudaría a algunas personas en concreto:

[Aquellos que] se han declarado cartesianos, arrastrados por un impulso ciego o llevados por la autoridad de otros [y] solamente han grabado en la memoria las opiniones y dogmas de Descartes; pero, cuando surgen en la conversación sólo saben charlar y parlotear largamente sobre ellos, sin demostrar nada. (PPC, Praef. 129)

Este testimonio es de segunda mano y está referido a los Principios de filosofía; sin embargo, nos proporciona una idea válida respecto al uso del orden geométrico en la Ética: habría un interés pedagógico, dirigido a producir una real comprensión en el lector, más allá de la repetición verbal. Entre quienes sostienen un interés pedagógico se encuentran Garrett (2003), quien ve en el orden geométrico un propósito de reformar el entendimiento, y Wolfson (1962, p. 55), para quien este se habría elegido por su claridad.

Este último sostiene que el orden geométrico responde tan solo a una decisión formal; se trataría de una manera de escribir que podría deberse a una reacción frente al estilo florido de la escritura filosófica renacentista, o a un deseo de Spinoza de no refutar directamente a otros pensadores, como lo exigirían otros formatos de escritura (Wolfson, 1962, pp. 53-58). Toman una posición opuesta Gueroult, Matheron y Nadler (entre otros), quienes consideran que el orden geométrico es central al proyecto de la Ética (Doppelt, 2010, pp. 20-21).

Un punto crucial en este debate tiene que ver con la manera en que deben leerse los axiomas. Axiomas como “El conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa, y lo implica” (E1Ax4) o “El hombre piensa” (E2Ax2) no parecen tener el carácter apodíctico que se le suele exigir a los axiomas, no parecen evidentes de suyo. Por ello, pensadores como Bennett (1984) atribuyen al orden geométrico de Spinoza un carácter holista: Spinoza invitaría al lector a considerar como axioma tal o cual idea con la intención de mostrarlo como evidente posteriormente, a través del desarrollo de las demostraciones.

Finalmente, habría que mencionar la interesante postura de Henry (2008), según la cual la fuente principal de la Ética es una experiencia de felicidad, de unión con Dios, y el orden geométrico “no es más que […] una tentativa para racionalizar y para justificar a los ojos de la Razón una experiencia que, en su principio, es independiente de ella […]” (p. 31). Así, las diferentes proposiciones relativas a la sustancia no construirían la demostración de sus diversas propiedades, sino que mostrarían diferentes aspectos de una única intuición que motivaría la Ética de cabo a rabo (pp. 48-50). Con esta interpretación, donde el orden geométrico serviría para la racionalización de una experiencia beatífica, concluimos nuestra revisión de posturas relativas al more geometrico y pasamos a construir nuestra propia posición.

3.2. ¿Qué significa el orden geométrico?

Antes que nada, es necesario aclarar que el uso del orden geométrico no hace de Spinoza un racionalista puro ni de la Ética un libro razonado a priori en su totalidad. Aparte de axiomas con aparente contenido empírico (E2Ax2, ya citado), encontramos en la Ética una serie de postulados como “el cuerpo humano puede padecer muchas mutaciones, sin dejar por ello de retener las impresiones o huellas de los objetos” (Eth:3post2), que se usan en el orden deductivo. En la carta 10, Spinoza aclara cuándo se debe apelar a la experiencia:

Nosotros no necesitamos jamás la experiencia, excepto para aquellas cosas que no se pueden deducir de la definición de la cosa, como por ejemplo la existencia de los modos, ya que ésta no se puede derivar de la definición de la cosa. No es, pues, necesaria para aquellas cosas cuya existencia no se distingue de su esencia. (Ep10, 47)

Mientras que la experiencia es inútil para el conocimiento de la Sustancia o los Atributos, sí debe utilizarse para conocer los modos particulares, las cosas finitas (véase Moreau, 1994, pp. 258-282 para una explicación del papel positivo de la experiencia). En efecto, muchos de los postulados y axiomas tomados de la experiencia son relativos al cuerpo y a la mente humana (2Ax2, 2Ax4, 3Post1, 3Post2 y los postulados que siguen a 2P13); ese modo finito a cuya felicidad está dedicado el libro. Así, pues, se puede rechazar de entrada la idea de que el orden geométrico revela un sistema absolutamente a priori.

¿Es la forma geométrica un rasgo superficial, estilístico, de la Ética? En la carta 15, a Meyer, y con relación al ya citado prefacio de este, Spinoza hace esta solicitud: “Quisiera que usted indicara que yo demuestro muchas cosas de modo distinto a como las demostró Descartes, no por corregir a Descartes, sino por mantener mejor mi propio orden y por no aumentar tanto el número de axiomas” (Ep, 15, 73 [cursivas agregadas]). El hecho de que Spinoza hable de un orden propio parece indicar que el orden geométrico busca “en realidad ser un espejo […] del orden de su propio pensamiento”10 (Doppelt, 2010, p. 20). También en el Tratado breve (escrito en prosa) hay una preocupación por conservar un orden deductivo, como muestra el siguiente pie de página introducido por Spinoza:

Lo que aquí se dice del movimiento en la materia, no está dicho en serio, porque el autor aún piensa hallar su causa, como, en cierto sentido, ya lo ha hecho a posteriori. No obstante, esto puede quedar muy bien aquí, porque nada se funda en ello o depende de ello. (KV, I, 9, Adn1)

Más allá de estas evidencias textuales, la filosofía de Spinoza pide un modo geométrico de exposición. Este pensador es determinista, por razones tanto ontológicas como metodológicas: en el Tratado teológico-político argumenta que si se afirman los milagros (es decir, quiebres en el orden de la naturaleza), “nada habrá en el mundo de que podamos estar seguros” (TTP, VI, 84). Si la naturaleza no se rige por doquier por leyes fijas, no es posible la ciencia; si se le atribuye una voluntad caprichosa a Dios, no habría causa “para que no pudiera cambiar ahora sus decretos acerca de las cosas creadas” (E1P33S2). O bien, hay razones que rigen el obrar del mundo y podemos descubrirlas, o la empresa del conocimiento es inútil. Ahora bien, este determinismo, tomado en conjunto con el axioma “el conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa y lo implica” (E1Ax4), conlleva un orden deductivo del conocimiento que corresponde al orden causal del universo.

No solo busca Spinoza un universo regido plenamente por leyes, sino un universo uno, unitario. Esto es lo que Deleuze y Guattari (1993, p. 51) llaman el compromiso de Spinoza con la inmanencia, pero que resulta evidente también para académicos de la tradición anglosajona:

Las obras de Spinoza […] son en pos de un propósito, […] reducir el universo a una totalidad unificada y uniforme gobernada por leyes universales e inmutables. Que los filósofos anteriores no hubieran alcanzado este propósito —que hubieran separado el universo en partes discontinuas al postular un Dios espiritual distinto del mundo material, y del mismo modo en el hombre un alma espiritual distinta de un cuerpo material […]— era un su opinión debido a una inconsistencia lógica por parte de dichos filósofos.11 (Wolfson, 1962, pp. 33-34)

Para Wolfson (1962, p. 34), las tres herejías por las que Spinoza es expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam (que Dios es corpóreo, que no existen los ángeles, que alma y vida son idénticos) responden, todas, al radical monismo de Spinoza. Si se acepta este monismo así como el paralelismo entre las cosas y las ideas, y la postura de que toda la realidad deriva de la esencia de Dios, el uso de un orden deductivo sintético resulta requerido por la filosofía de Spinoza:

El concepto de Dios de Spinoza sirve como el fundamento de la subsecuente construcción deductiva de todo su sistema filosófico. Este desarrollo descansa en dos pasos esenciales: el primero es la identificación de Dios con la Naturaleza (E1P14 y E1P15) y el segundo en la perfecta coincidencia del orden de las cosas y el orden de las ideas (E2P7). Los dos argumentos, por supuesto, están entretejidos: como la única substancia […] se puede considerar bajo el atributo de la extensión y bajo el atributo del pensamiento, se sigue que el orden y la conexión es el mismo en ambos casos. Consecuentemente, el mundo tiene una disposición ordenada, y puede ser conocido en principio. Como Dios es la causa inmanente de todas las cosas (E1P18), la deducción de la conexión sistemática de las cosas a partir de la naturaleza de Dios mediante el pensamiento racional no es un mero constructo conceptual, sino que reflejará el estado de cosas en la realidad.12 (Steenbakers, 2011, pp. 52-53)

De hecho, de entrada, la elección del método geométrico implica la toma de una postura filosófica: soslayando el problema del Dios engañador, Spinoza supone (por el solo hecho de adoptar el orden geométrico) la verdad de las ideas claras y distintas, cosa que un pensador como Descartes considera necesario demostrar (Kaplan, 1998, pp. 23-24).

Ahora bien, no es tampoco la Ética un desarrollo deductivo de ideas evidentes por sí; hay axiomas y postulados tanto empíricos como no inmediatamente evidentes. Por ello, apoyo la tesis del carácter holista del orden geométrico de la Ética. En varios textos de Spinoza encontramos una invitación a suspender el juicio sobre una proposición determinada hasta que se comprenda el argumento en su totalidad. En la Ética, después de proponer que “el alma humana es una parte del entendimiento infinito de Dios” (E2P11C), Spinoza dice: “Sin duda, los lectores quedarán perplejos, y les vendrán a las mientes muchas cosas dificultosas; por tal motivo, les ruego que avancen conmigo a paso lento y que no se pronuncien sobre esto hasta que no terminen de leerlo todo” (E2P11S). En el Tratado de la reforma del entendimiento (TIE, § 46) da una advertencia similar.

Según Spinoza, es posible entretener una idea como premisa sin juzgarla verdadera inicialmente, y descubrir su verdad a partir de lo que se deduce de ella:

Cuando la mente aplica su atención a una cosa ficticia o falsa por su naturaleza, a fin de examinarla y comprenderla y deducir correctamente de ella lo que se debe deducir, descubrirá fácilmente su falsedad. Y, si la cosa fingida es, por su naturaleza, verdadera, cuando la mente la examina para comprenderla y comienza a deducir correctamente de ella las cosas que de ella se derivan, proseguirá felizmente sin interrupción alguna. (TIE, § 61)

Desde este punto de vista, podemos comprender qué significa la argumentación para Spinoza: no se trata de partir de ideas que sean evidentes para cualquiera, sino de hacer evidentes ciertas ideas a través del trabajo de argumentación. Después de esta proposición: “Toda sustancia es necesariamente infinita” (1P7), dice Spinoza: “Si los hombres atendieran a la naturaleza de la sustancia, no dudarían un punto de la verdad de la Proposición 7; muy al contrario, esta proposición sería para todos un axioma” (1P7S2). Ausentes ciertos prejuicios, lo que es una proposición necesitada de demostración sería un axioma. Habría que ver la argumentación espinozista como un trabajo sobre la mente del lector, en línea con la tesis de Garrett (2003) de que Spinoza busca, también en la Ética, una reforma del entendimiento.

Así, por ejemplo, encontramos a Spinoza proporcionando argumentos a favor de un axioma (E5Ax2), en contravía de lo que debería ser una demostración geométrica. El único axioma de la parte cuarta de la Ética (donde comienza el tema de la ética en el libro) dice así: “En la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte. Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquella puede ser destruida” (E4Ax). Difícilmente se puede decir que esto es evidente de suyo; al mismo tiempo, como lección de ética (de humildad y conciencia de la propia finitud), puede resultar sano para un entendimiento tratar esta idea como si fuera un axioma. Cabe anotar que, a diferencia de Euclides, Spinoza no enumera todos sus axiomas al comienzo del texto, sino al comienzo de los diferentes libros de la Ética, lo que sería consistente con esta postura: los axiomas se introducen a medida que el lector está listo para recibirlos. De forma crucial, la Ética busca transformar al lector.

Con esto paso a hablar del carácter pedagógico del orden geométrico. A partir del prefacio de Meyer, podría pensarse que Spinoza considera que el orden geométrico de exposición se prefiere por su claridad (ver también Ep2). Sin embargo (como es evidente para quien abre por primera vez la Ética, o intenta enseñarla a estudiantes) la lectura en el orden geométrico no resulta sencilla, cosa que Spinoza parece admitir en 4P18S al expresar en prosa lo que luego expondrá en su “prolijo orden geométrico” con la intención de que “todos comprendan más fácilmente mi pensamiento” (E4P18S). ¿En qué sentido ayuda el orden geométrico a la comprensión?

Sugerimos que el orden geométrico es pedagógico no en la medida en que le ahorra trabajo al lector si no en cuanto le agrega. Para leer la Ética no basta con entender los enunciados doctrinales de Spinoza, si no que (como en la lectura de Euclides) es necesario comprender los nexos entre las proposiciones, hacer la tarea, ver cómo una idea se sigue de las anteriores. Recordemos que los Principios de filosofía de Descartes están escritos para quienes “[…] se han declarado cartesianos, arrastrados por un impulso ciego […] [y] solamente han grabado en la memoria las opiniones […] de Descartes; pero, cuando surgen en la conversación sólo saben […] parlotear largamente sobre ellos, sin demostrar nada” (PPC, Praef, 129). El orden geométrico tendría un carácter pedagógico en cuanto pone al lector la tarea de reconstruir los argumentos presentados.

Con esto, presento mi posición frente a las tesis de Wolfson, Garrett y Bennett: el orden geométrico de la Ética está estrechamente ligado a la ontología y epistemología espinozista; tiene una intención pedagógica en la medida en que requiere que el lector reconstruya los argumentos presentados; y es holista en cuanto la realización de esta tarea modificaría al lector, haciendo evidente lo que antes no lo era. La Ética pretende operar sobre sus lectores; en términos de su propia ontología, se trataría de un cuerpo que busca afectar al cuerpo del lector, transformarlo (Rojas, 2005).

En cuanto a la tesis de Henry (2008) de que la Ética es la racionalización de una experiencia beatífica, la retomaré cuando haya profundizado en otros dos aspectos del método geométrico: el racionalismo explicativo de Spinoza y el papel de los axiomas, las definiciones y las esencias.

399
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9789585400764
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