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Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador

Francisco Fernández Buey

Edición de Rafael Díaz-Salazar


COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS

Serie Religión

© Editorial Trotta, S.A., 2021

www.trotta.es

© Herederos de Francisco Fernández Buey, 2021

© Rafael Díaz-Salazar, edición, 2021

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (e-pub): 978-84-1364-007-5

Depósito Legal: M-90-2021

La izquierda socialista y transformadora del futuro podrá salir probablemente de un diálogo entre la tradición que Marx inauguró, la tradición anarquista-libertaria, la tradición cristiana (herética) de emancipación y la reconsideración autocrítica de la ciencia*.

Algunos tuvimos que entender el otro cristianismo para seguir siendo comunistas**.

La recomposición en curso del espectro político en todo el mundo occidental suele situar hoy día en el mismo lado (esto, es, en los mismos movimientos antisistema) a personas con una fe religiosa arraigada y a gentes con creencias laicas igualmente fuertes [...] la solidaridad con los que resisten o luchan en América, Asia y África pasa ahora casi siempre a través de las organizaciones religiosas internacionales o de las comunidades cristianas de base***.

Francisco Fernández Buey

__________

* Marx a contracorriente, El Viejo Topo, Barcelona, 2018, p. 15.

** «En la muerte de José María Valverde»: mientras tanto, 66 (1966), p. 31.

*** «Movimientos sociales, izquierda alternativa y cuestión cristiana», en Adam Schaff et al., Euroizquierda y cristianismo, Fundación Ebert, Madrid, 1991, pp. 162-163.

ÍNDICE GENERAL

Introducción: Un intelectual gramsciano abierto al cristianismo emancipador: Rafael Díaz-Salazar

I. SOBRE CRISTIANISMO Y EMANCIPACIÓN

1. Sobre cultura política de izquierda, cristianismo de liberación y emancipación

2. Sobre El proyecto de Gramsci y el cristianismo de liberación

3. Movimientos sociales, izquierda alternativa y cuestión cristiana

4. Dialéctica de la esperanza utópica

5. Las religiones ante el compromiso por la igualdad y la justicia

6. La influencia del pensamiento marxista en los militantes cristianos durante la dictadura franquista

7. Ciencia y religión

II. SOBRE CRISTIANOS COMPROMETIDOS CON LA LIBERACIÓN DE LOS EMPOBRECIDOS: BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, SIMONE WEIL Y JOSÉ MARÍA VALVERDE

8. Sobre la actualidad de Bartolomé de Las Casas

9. Buscando un punto de vista sobre el choque cultural

10. Simone Weil. Significado de su persona y de su obra

11. Conciencia radical de la desgracia: Simone Weil

12. Sobre los escritos políticos e históricos de Simone Weil

13. En la muerte de José María Valverde

14. José María Valverde, comunista cristiano

15. Prójimo y lejano: Dialogando con José María Valverde sobre una paradoja histórica

III. SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA IZQUIERDA ALTERNATIVA

16. La refundación de una izquierda para el siglo XXI

17. La incesante búsqueda de una alternativa de izquierda

18. Sobre cómo leer a Marx, las izquierdas y la poliética en el siglo XXI

19. Carta a Rafael Díaz-Salazar. Sobre la construcción de una izquierda alternativa en España

Índice de nombres

Introducción
UN INTELECTUAL GRAMSCIANO ABIERTO AL CRISTIANISMO EMANCIPADOR
Rafael Díaz-Salazar

Francisco Fernández Buey ha sido un intelectual relevante en los últimos cuarenta años, especialmente en el ámbito de la filosofía y de la política. Por este motivo, algunas personas estamos colaborando para publicar obras que reúnan en torno a diversos ejes temáticos numerosos escritos que no fueron editados como libros. Queremos transmitir su pensamiento a jóvenes y a adultos que no lo conocieron. Estamos convencidos de que puede acompañar búsquedas para entender el fondo de lo que acontece en el ámbito cultural y político, y orientarnos para la transformación de este mundo que nos desazona por sus injusticias y destrucciones ecológicas. Considero que hay muchos textos suyos que trascienden el tiempo en el que fueron redactados y siguen siendo muy valiosos para el presente y el futuro. Al releer el discurso de Juan Goytisolo, A la llana y sin rodeos, pronunciado con motivo de la entrega del Premio Cervantes, he tomado prestada una frase suya que considero que es muy pertinente para lo que he afirmado: «una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar».

Como este libro no se dirige solo a personas de su generación y de sus entornos académicos y políticos más cercanos, conviene dedicar el inicio de la Introducción a exponer algunos rasgos de su vida personal, intelectual y política. Considero que es un requisito para comprender el sentido de los textos que componen esta obra.

UNA VIDA CENTRADA EN EL PENSAMIENTO CRÍTICO Y LA ACCIÓN POLÍTICA

Francisco Fernández Buey nació en Palencia en 19431. En el primer acto que se celebró en Madrid con motivo de su muerte, en el que participé junto a Jorge Riechmann y Manuel Monereo, destaqué que este origen marcó su talante de insumiso discreto, su gran dominio de la lengua castellana y su forma de ser y estar en el mundo. Palencia no solo fue una circunstancia geográfica, sino un lugar sociocultural que le imprimió un carácter. Al terminar sus estudios de bachillerato, se trasladó a Barcelona a estudiar Filosofía. Allí conoció a Manuel Sacristán, su gran maestro2 junto a José María Valverde. También recibió la influencia de Emilio Lledó. A los veinte años (1963) ingresó en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) y se convirtió en un activo militante de la organización universitaria de este partido, hermano del PCE. En 1966 fue uno de los creadores del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB) y posteriormente uno de los líderes estatales del movimiento de los PNN (Profesores No Numerarios) de las universidades españolas. Vivió un tiempo en la semiclandestinidad, fue detenido y encarcelado por su activismo comunista.

En 1976 abandonó la militancia en el PSUC por divergencias con la dirección de este partido y, sobre todo, por su orientación eurocomunista. También fue determinante su crítica al comunismo imperante en la URSS y en países del Este de Europa3. La invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 le impactó mucho y le alejó del comunismo autoritario que siempre había rechazado. En 1989 participó en el I Congreso de Izquierda Unida con la que estuvo muy identificado en la época en la que Julio Anguita fue su coordinador general y, después, se fue distanciando discretamente de ella. Su compromiso político lo desarrolló fundamentalmente en movimientos sociales antinucleares, pacifistas y ecologistas.

Su vida profesional siempre transcurrió en el ámbito universitario. Fue catedrático en la Universidad de Valladolid, en la Universidad de Barcelona y en la Universidad Pompeu Fabra. Su libro Por una Universidad democrática condensa su pensamiento sobre esta institución y las transformaciones que necesita. No se dedicó exclusivamente al mundo académico. Fue fiel a la XI Tesis sobre Feuerbach escrita por Marx en 1845: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». Por eso se concebía a sí mismo como filósofo comunista de inspiración gramsciana. Puso todo su saber al servicio de la emancipación de «los de abajo», expresión tomada de Simone Weil y utilizada frecuentemente por él para referirse a los explotados, humillados, ofendidos y desdichados. En la placa que varias organizaciones pusieron en la entrada a su domicilio familiar en la calle La Puebla de Palencia, está escrito lo siguiente: «Aquí vivió Paco Fernández Buey, filósofo y luchador». Es la más exacta definición de las muchas que se han dado de él.

Su influencia política e intelectual en miles de personas se desarrolló a través de sus libros, de numerosas conferencias y de escritos publicados en las revistas El Viejo Topo, Materiales y mientras tanto, en torno a las cuales se formó uno de los grupos de intelectuales más relevantes en España: el creado por Manuel Sacristán y discípulos suyos. En el futuro será imposible hacer una historia y una sociología de los intelectuales sin estudiar a fondo estas tres revistas. De modo especial, mientras tanto ha sido algo más que una revista. Ha constituido una especie de fábrica de una nueva cultura para la construcción de una izquierda roja-verde-violeta; es decir, para una articulación de la mejor tradición comunista y los movimientos sociales emergentes en el ecologismo y el feminismo.

Desde el punto de vista académico, se especializó en la filosofía marxista, pero desde la específica hermenéutica de Manuel Sacristán4. Su tesis doctoral, dirigida por José María Valverde, se publicó con el título Contribución a la crítica del marxismo cientificista, lo cual manifiesta el tipo de marxismo que rechazaba5.

Conocía muy bien el pensamiento de Marx y el de Lenin como puede verse en Marx (sin ismos), Lenin y su obra, Marx a contracorriente y diversos artículos que iré citando. Se especializó en el tipo de marxismo y comunismo elaborados por Gramsci. Es considerado, junto a Sacristán, el mejor especialista en la obra de este autor y dirigente político desde la introducción del marxismo en España. Acerca de él publicó Ensayos sobre Gramsci y Leyendo a Gramsci.

No se puede reducir su pensamiento y su acción política al marco del marxismo. De los veinte libros que escribió en su vida, solo cinco abordan temas específicamente marxistas, aunque publicó bastantes textos en revistas y libros colectivos desde esta perspectiva como podremos ver en las notas finales de esta Introducción. En Poliética, una de sus mejores obras, aparecen sus autores preferidos, además de Marx, Gramsci y Sacristán. En la universidad enseñaba el pensamiento de Simone Weil, Walter Benjamin, Hannah Arendt, Primo Levi, Karl Krauss, Bertolt Brecht, György Lukács. Tenía, influido por José María Valverde y otros maestros de su adolescencia y primera juventud en Palencia, una predilección por la novela de los grandes clásicos de la literatura, la estética, las bellas artes, el cine y, sobre todo, la poesía6.

Trabajó a fondo en la filosofía de la ciencia, en la epistemología y en la metodología de las ciencias sociales como puede constatarte en sus obras La ilusión del método. Ideas para un racionalismo bien temperado; Albert Einstein. Ciencia y conciencia y Albert Einstein, filósofo de la paz. Se dedicó fundamentalmente a la filosofía moral y a la filosofía política. En este ámbito escribió La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano; La barbarie. De ellos y de los nuestros; Poliética; Ética y filosofía política; Desobediencia civil; Utopías e ilusiones naturales; Sobre Simone Weil (edición de Salvador López Arnal y Jordi Mir).

Nunca vivió encerrado en el mundo universitario. Fue, sobre todo, un comunista ecologista y libertario herético que se inspiraba en una lectura crítica de Marx y, especialmente, de Gramsci. En la última entrevista antes de su muerte declaró que siempre se consideró comunista antes que marxista, que para él y para Sacristán era algo secundario. Como intelectual orgánico gramsciano al servicio de organizaciones políticas alternativas y de movimientos sociales que luchan para que otro mundo sea posible, escribió Discursos para insumisos discretos y Guía para una globalización alternativa. Con Jorge Riechmann publicó Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales; Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista; Trabajar sin destruir. Trabajadores, sindicatos y ecologismo. Después de su muerte, Salvador López Arnal y Jordi Mir han editado en El Viejo Topo escritos suyos pensados para este tipo de asociaciones: Sobre federalismo, autodeterminación y republicanismo; 1917. Variaciones sobre la Revolución de Octubre, su historia y sus consecuencias; Barbarie y resistencias. Sobre movimientos sociales críticos y alternativos (con textos añadidos de Manuel Sacristán).

Hay que destacar su último libro, Para una tercera cultura. Ensayos sobre ciencias y humanidades. Una obra mayor de gran relevancia en la que aboga por una cultura que vincule estrechamente estas dos fuentes de conocimiento.

Su activismo político en el último decenio de su vida estuvo muy centrado en los movimientos sociales internacionalistas vinculados al Foro Social Mundial. Dialogamos con frecuencia sobre la emergencia de este nuevo sujeto colectivo e intercambiamos reflexiones que luego se plasmaron en su libro Guía para una globalización alternativa y en mis libros Justicia global y Desigualdades internacionales, ¡justicia ya! La construcción de un nuevo internacionalismo nos unió mucho. También nos vinculaba, además de Gramsci, la persona y el pensamiento de Simone Weil, que cada vez le fascinaba más. Estimaba la edición de prácticamente todas las obras de Simone Weil realizada por Trotta.

Murió en Barcelona en el año 2012. En numerosas publicaciones impresas y digitales ha quedado constancia de su vida, su pensamiento y su contribución al avance del conocimiento y a la transformación de la sociedad7.

CONTENIDO Y ESTRUCTURA DE ESTE LIBRO

La presente obra recoge la mayor parte de los escritos de Francisco Fernández Buey sobre el cristianismo emancipador. Solo se han excluido los dedicados a Savonarola dada su extensión y otros muy específicos y técnicos sobre Bartolomé de Las Casas. Para la edición de este volumen he releído todos sus libros y numerosos textos contenidos en publicaciones colectivas, ensayos y artículos en revistas y en prensa8. Es necesario analizar los escritos que aquí se editan teniendo en cuenta el conjunto de su pensamiento. También he leído la mayor parte de los libros de Manuel Sacristán y diversos estudios dedicados a su quehacer intelectual y político por la gran influencia que ejerció sobre él.

Francisco Fernández Buey era ateo, pero profesaba un ateísmo específico. Ateísmos como marxismos, comunismos y cristianismos hay muchos y no todos son iguales. El suyo, como el tipo personal de racionalismo descrito en La ilusión del método, era «bien temperado» y estaba en las antípodas del cientificismo que siempre rechazó en todos los ámbitos del conocimiento. Escribió sobre la insuficiencia de las críticas de Marx y de Freud a la religión, reconociendo a la vez el valor de estas. Considero que se identificaba con el modo de ser ateo de Ernst Bloch expuesto en sus obras Ateísmo en el cristianismo, El principio esperanza y Thomas Müntzer, teólogo de la revolución.

Bloch inicia su Ateísmo en el cristianismo con esta frase: «Pensar es sobrepasar. Lo mejor de la religión es que produce herejes. Solo un ateo puede ser un buen cristiano, solo un cristiano puede ser un buen ateo». Fernández Buey se sitúa en esta corriente marxista. No sé si aceptaría en parte o íntegramente esta afirmación de su admirado Pasolini, comunista y marxista herético como él. Me parece que, como mínimo, la tomaría en consideración:

Soy un marxista herético […] Marx ha dicho cosas tremendas. Por ejemplo, en materia religiosa. Todo lo que Marx ha dicho de la religión es para tomarlo y tirarlo, es fruto de una ignorancia colosal. Y la crítica de la religión es un buen pedazo del marxismo. En compensación, todo lo demás […] es extraordinariamente actual9.

Creo que se sentiría muy cercano a la necesidad de complementar y hasta corregir la teoría de Marx sobre la religión desde el pensamiento de aquel marxista tan heterodoxo y admirado por él como fue Walter Benjamin, quien escribió el memorable Materialismo histórico y teología10.

Como Francisco Fernández Buey no fue filósofo de la religión, su concepción del cristianismo emancipador está relacionada con su pensamiento político, sus estudios sobre la historia de las ideas que han servido para la liberación, sus escritos sobre el diálogo entre culturas y su compromiso sociopolítico. En este ámbito encontró a muchas personas y comunidades que en España y en América Latina forman parte del cristianismo de liberación, según la denominación creada por Michael Löwy, uno de los principales intelectuales del ecologismo anticapitalista11.

Por estas razones, en el libro se incluyen textos y diversas declaraciones que sintetizan su pensamiento sobre la construcción de una izquierda alternativa. En el título está expresada la conexión de ambas temáticas que aparece en la mayoría de los capítulos.

Nuestro autor no escribió sobre la religión en general y mucho menos hizo apologética de ella. Se centró en un tipo peculiar de religión y de religiosidad que atraviesa diversos momentos de la historia desde hace más de dos mil años. Él analiza las manifestaciones contemporáneas de lo que Ernst Bloch llamaba el hilo rojo de la Biblia.

Este libro se inserta en una corriente de pensadores, muchos de ellos marxistas, que tanto ahora como a lo largo del último decenio han destacado la contribución de este tipo específico de cristianismo para la elaboración de una nueva cultura política, la liberación de los empobrecidos, la acción ecologista y la racionalidad humana12.

El volumen se articula en torno a tres partes. La primera contiene la concepción de Fernández Buey sobre el cristianismo emancipador. En ella se insertan sus primeras declaraciones sobre la relevancia de este tipo de religión liberadora, se relaciona esta con la dialéctica utópica y con los nuevos movimientos sociales, y se reflexiona sobre la concepción de la justicia y la igualdad en las grandes tradiciones religiosas. También se incluyen textos sobre la recepción del marxismo por los militantes cristianos politizados. Hay que destacar su punto de vista sobre ciencia y religión. La segunda parte se centra en el análisis de la vida y del pensamiento de tres personas cristianas a las que dedicó mucho tiempo de trabajo: Bartolomé de Las Casas, Simone Weil y José María Valverde. La tercera presenta una visión de conjunto del presente y del futuro de la izquierda alternativa, teniendo en cuenta la perspectiva de la primera y la segunda parte del libro.

¿POR QUÉ A UN PENSADOR ATEO Y A UN ACTIVISTA COMUNISTA Y ECOLOGISTA LE INTERESABA EL CRISTIANISMO EMANCIPADOR?

Como buen pensador marxista, Francisco Fernández Buey sabía que el tema de la religión fue una cuestión importante para Marx, Engels, Kautsky, Lenin y, especialmente, para Gramsci y para Bloch13. Él se sitúa en esa estela y la actualiza.

La influencia del Partido Comunista Italiano (PCI)

La atracción que le provocaba el PCI y su cultura influyó mucho en la forma de abordar la «cuestión cristiana». Durante años dialogamos sobre el pensamiento gramsciano acerca de este tema y la necesidad de caminar con Gramsci, pero «más allá de él». Y en ese más allá se encontraba la evolución del PCI dirigido por Togliatti. Este dirigente político era muy estimado por Manuel Sacristán. Fue Togliatti quien en marzo de 1963, en el llamado «Discurso de Bérgamo» (Il destino dell’uomo)14, introdujo una gran innovación en la cultura comunista al plantear la necesidad de estudiar a fondo el fenómeno religioso, revisar la tradición marxista en este ámbito y diseñar una política específica hacia el mundo cristiano más allá de tacticismos o estrategias electoralistas. Hizo este encargo al PCI como intelectual colectivo y, desde entonces, esta temática ha sido ampliamente estudiada por intelectuales del partido a través de libros y artículos en Rinascita y Critica Marxista. También existió una praxis política en este ámbito15. Las tesis fundamentales de Togliatti son cuatro: a) las raíces de la religión son más profundas que lo que afirmaban la teoría marxista clásica y la filosofía de las Luces y del materialismo del siglo XVIII; b) la aspiración a una sociedad socialista puede nacer de determinadas formas de conciencia religiosa; c) la realización del comunismo otorgará una realidad práctica a los valores comunes de la concepción cristiana y de la concepción marxista de la sociedad y del hombre; d) en la sociedad comunista la conciencia religiosa tendrá un terreno real para su desarrollo.

El X Congreso del PCI adoptó oficialmente estas tesis. Pietro Ingrao, el principal referente político italiano de Francisco Fernández Buey, fue uno de los principales impulsores de esta nueva cultura comunista sobre el cristianismo emancipador. El texto de Valentino Gerratana, responsable de la edición crítica de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, sobre comunismo y laicidad, le influyó mucho16. En los últimos años del PCI, admiraba el trabajo de feministas católicas y comunistas en ese partido. Hay que tener en cuenta que una de ellas, Livia Turco, era la responsable de este sector en la ejecutiva del PCI.

Hay un tema que convendría explorar y es el de la posible influencia de Rosa Rossi17 —comunista italiana e íntima amiga de Gulia Adinolfi, esposa de Manuel Sacristán— en la concepción de Fernández Buey sobre el cristianismo, también en su dimensión espiritual. Rosa Rossi visitaba con cierta frecuencia a estos amigos y entabló buenas relaciones con diversos discípulos de Sacristán. En la biografía de este escrita por Juan Ramón Capella hay información interesante sobre este nudo de amistades. Ella era especialista en Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, y publicó dos libros importantes sobre estos místicos castellanos. El primero de ellos está dedicado a Vera Sacristán Adinolfi. En este entorno familiar siempre hubo bastante respeto por este tipo de espiritualidad. En su época premarxista, Sacristán, cuando escribía en la revista Laye, publicó una reseña sobre la obra de Anselmo Stolz, Teología de la mística (n.º 19, 1952), en la que muestra un verdadero interés por este tema. Josep Maria Castellet —uno de los primeros amigos de juventud de Manuel Sacristán— afirmó en un coloquio que antes de ir a Alemania, de donde volvió comunista marxista, «estaba muy interesado por san Juan de la Cruz […] él siempre tuvo una actitud mucho más respetuosa por la religión y los fenómenos religiosos que yo». En ese coloquio, Lorenzo Gomis, director de El Ciervo, le comunica que «Rosa Rossi, en el libro que ha publicado ahora, dice que lo primero que leyó ella sobre san Juan de la Cruz fue de Sacristán»18. Castellet ha citado una carta del 13 de octubre de 1952 en la que este le dice: «Simone [Weil] es la mejor tratadista de religión que conozco […] es, no superior como mística, pero sí mejor tratadista mística que san Juan de la Cruz»19.

Josep Maria Castellet contextualiza esta afirmación escribiendo lo siguiente:

La gente del grupo de Laye —con un par de excepciones de cristianos más o menos convencidos— no solo fuimos furiosamente anticatólicos, sino que exhibimos un materialismo pied à terre, rotundo y sin concesiones. Manolo [Sacristán], más anticatólico que nadie, tenía en cambio un sentido de la religión —entendida como misterio, tal como él mismo escribió— que, por lo que yo sé, jamás lo abandonó20.

La relación con cristianos de izquierda y cristianos comunistas

Además de la influencia del PCI en el tema de este libro, la relación con cristianos de izquierda y cristianos comunistas en España es el ambiente vital que marca fuertemente el aprecio que Fernández Buey tenía del cristianismo emancipador. Miguel Riera, director de El Viejo Topo y una de las personas que mejor lo conocían, ha destacado este hecho en su intervención en el homenaje que tuvo lugar en la Universidad Pompeu Fabra el 13 de diciembre de 2012:

Paco era comunista. Siempre se definió así, a pesar de que esta palabra en algunas épocas y dicha en según qué bocas era un insulto. Su comunismo estaba, sin embargo, mucho más cerca del comunismo primitivo, casi podría decir del comunismo evangélico, que del comunismo que decían practicar los países del Este europeo. Quizá por eso, Paco, que era ateo, se llevaba tan bien con los cristianos de base. Les unía su amor por «los de abajo»21.

Conocía los diálogos teóricos entre intelectuales marxistas y cristianos que se inician en la década de los sesenta del siglo pasado y en los que intervino Sacristán con un texto muy esclarecedor22. Apreciaba la persona y el compromiso social y político de Alfonso Comín23, quizá el cristiano comunista más relevante y cofundador de Cristianos por el socialismo. Este mantenía buenas relaciones con Manuel Sacristán y con Joaquim Sempere, militante del PSUC y miembro del colectivo que creó mientras tanto.

Especial relevancia desde el punto de vista teórico tuvo el debate entre Manuel Sacristán y Alfonso Comín en la revista Materiales sobre la militancia de cristianos en el PSUC, en el PCE y en el Partido Comunista de Euskadi. En el texto del primero se entremezclan críticas a la dirección del partido, satisfacción porque entre los «cristianos que se integran en el movimiento comunista abundan los de ideas revolucionarias» y réplicas a algunas argumentaciones de estos cristianos y a su voluntad de presencia ideológica en el partido. Comín publicó una extensa respuesta en otro número de Materiales24. No puedo ahora realizar un análisis detallado del mismo, pero sí subrayar que su contenido influyó para el tipo de diálogo, relaciones y compromiso que Fernández Buey defendió en este ámbito. Por cierto, relata en Sobre Manuel Sacristán que este se negó a incluir su texto en las obras casi completas que publicó Icaria: «esto no lo quiero publicar porque no es lo que yo pienso, eso es consecuencia de una discusión en aquel momento y no es lo que yo pienso ahora»25. A continuación, informa de la buena relación entre Sacristán y Comín y de su mutuo aprecio.

Tanto Sacristán como Fernández Buey no deseaban que el cristianismo emancipador y el marxismo tuvieran que desnaturalizarse suprimiendo discrepancias hondas que existían entre ellos en diversos ámbitos26. Este hecho no impedía que el partido fuera laico y en él convivieran, dialogaran y lucharan por un mismo objetivo comunistas con culturas de fondo diversas, tanto marxistas como no marxistas emancipadoras.

En una conferencia titulada «Sobre cristianos y marxistas», Sacristán expone con nitidez reflexiones complementarias a su texto de Materiales. Insiste en que esta relación se tiene que centrar en el terreno de la moral y de la política, evitando «chapucerías teóricas» por ambos lados. Para evitarlas, desecha la teologización de la política desde el lado cristiano y para ello se basa en dos teólogos: Karl Bultmann y José María González Ruiz. Piensa que dicha relación es una buena ocasión para avanzar en un modelo de marxismo no ideológico y laico. En esta conferencia aclara esta concepción. Para él, ideología es igual a falsa conciencia. Desde esta perspectiva afirma:

[…] lo que hace posible esa relación más allá de la ética es el vaciamiento de bastantes ideologismos antes no percibidos como tales […] la necesidad de revisar desideologizadoramente el marxismo está impuesta por este riesgo de ideologización en el que se encuentra […] cuanto más cientificista, peor […] reafirmar los fines revolucionarios sin hacer ideología objetivista, despojando al marxismo de «incrustaciones positivistas», subrayando el elemento subjetivo hoy en el programa revolucionario […] lo que los hechos imponen es el abandono de muchos enunciados objetivistas, un paso más en el sentido de la comprensión metodológica del marxismo como fundamentación dialéctico-empírica (no especulativa) de la práctica comunista revolucionaria […] el encuentro posible es por vía de desideologización-desmitologización27.

Fernández Buey se sitúa en esta línea: «el pensamiento socialista del fin de siglo debería esforzarse por hacer visibles las diferencias entre ideología e ideales»28. No deseaba debates ideológicos en el sentido de centrarse en diferencias cosmovisionales y metafísicas, sino buscar formas de trabajar juntos desde convicciones ético-políticas compartidas, desde objetivos programáticos y desde un diálogo entre culturas morales de inspiración cristiana o atea, que son más relevantes que las ideologías. Considero que se puede afirmar que buscaba un laicismo hacia dentro de cada tradición de liberación para dialogar y actuar mejor.

Él siempre puso por delante las luchas codo a codo y el vínculo ético-político que estas creaban. Era una forma de traducción de su idea de la política como ética de lo colectivo29. En las conversaciones con Jaume Botey que se recogen en el capítulo 17 de este libro, afirma que «el diálogo es fundamental en el momento en que te estás encontrando cotidianamente con gente que tienen otras perspectivas y que a pesar de eso los sientes como hermanos». En ese mismo capítulo reconoce que «de estudiante ya me encontraba más a gusto en las batallitas cotidianas con gente que no eran marxistas, sino que eran anarquistas, cristianos o socialistas utópicos. En ocasiones me encontraba mejor con ellos que con los marxistas». Con mayor rotundidad se expresa en Nuestro Marx: «un marxista revolucionario se siente más próximo del cristiano igualitarista y pacificista que del gestor socialdemócrata de los intereses de la burguesía, aunque este se siga llamando marxista»30.

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9788413640075
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