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Читать книгу: «Retrato de la Lozana Andaluza», страница 9

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MAMOTRETO XXXV

Cómo yendo en casa de otra cortesana vino su criado, y lo hizo vestir entre sus conocidos.

Loz. Mira, Jacómina, no despiertes á la señora, déxala dormir, que el abad no la dexó dormir esta noche, ya se fué á cancillería por dineros, allá desollará cualque pobre por estar en gracia de tu ama. Yo me salí pasico, cierra la puerta y mira si me demanda di que fuí á mi casa.

Jacómina. Sí haré, mas acordaos de mí.

Loz. ¿De qué?

Jacóm. Que me traigais aquello para quitar el paño de la cara.

Loz. Y ¿qué piensas? ¿por dos julios te habian de dar los porcelletes, y limon, y agraz estilado, y otras cosas que van dentro? hermana, es menester más dineros si quieres que te traiga buena cosa.

Jacóm. Toma veis ahí cinco julios, y no lo sepa mi señora, que mi vizcaíno me dará más si fueren menester.

Loz. ¿Por qué no le dices tú á ese tu vizcaíno que me hable? que yo te lo haré manso, que te dará más, y no le digas que me has dado nada, que yo le haré que pague el agua y la fatiga, y á mi mozo quiero que le dé una espada de dos manos liviana; mañana te lo trairé, que para una romana lo tengo de hacer, que es muy morena, y me ha de dar uvas para colgar, y más que sacaré calla callando, y tú, si quieres ser hermosa, no seas mísera de lo que puedes ser larga; saca dese tu namorado lo que pudieres, que en mi casa te lo hallarás, y de tu señora me puedes dar mill cosas que ella lo tome en placer. Ansí se ayudan las amigas, ¿quién sabe si tú algun tiempo me habrás menester? que las amas se mueren y las amigas no faltan, que tu serás aún con el tiempo cortesana, que ese lunar sobre los dientes dice que serás señora de tus parientes, y todos te ayudarémos, que ventura no te faltará, sino que tú estás ciega con este vizcaíno, y yo sé lo que me sé, y lo que más de dos me han dicho, sino que no quiero que salga de mí, que yo sé dónde serías tú señora, y mandarías y no serías mandada, y me vó que tengo que hacer, aquí verná mi mozo, dale tú aquello que sabes que escondimos; veslo, aquí viene, ¿venís? ¿es hora, merdohem? entrá allá con Jacómina, y despues id á casa, y cerrá bien, y vení que me hallaréis en casa de la señora del solacio.

Blason. Señora Lozana, ¿dónde, dónde tan de priesa?

Loz. Ya podeis pensar, mujer que es estada cuatro sábados mala, y sin ayuda de nadie, mirá si tengo de darme priesa á rehacer el tiempo perdido; ¿qué pensais? ¿que me tengo de mantener del viento, como camaleon? no tengo quien se duela de mí, que vosotros sois palabras de presente y no más.

Blas. ¡Oh señora Lozana! sabe bien vuestra merced que yo soy palabras de pretérito y futuro, servidor vuestro, mas mirando la ingratitud de aquella que vos sabeis, diré yo lo que dixo aquel lastimado, patria ingrata, non habebis ossa mea, que quiere decir, puta ingrata, non intrabis in corpore meo, ¿cómo, señora Lozana, si yo le doy lo que vos misma mandastes, y más, como se ve que no son venidos los dineros de mis beneficios cuando se los echo encima, y le pago todas las deudas, porque aquella mujer no ha de mirar que yo no soy lazarillo, el que cavalgó á su agüela, que me trata peor, voto á Dios?

Loz. En eso tiene vuestra merced razon, mas mirá que con el grande amor que os tiene, ella hace lo que hace, y no puede más, que ella me lo dixo, y si no fuese porque voy agora de priesa á buscar unos dineros prestados para comprar á mi criado una capa mediana sin ribete, yo haria estas paces.

Blas. Señora Lozana, no quiero que sean paces, porque yo determino de no vella en toda mi vida; mas por ver que dice, y en qué términos anda la cosa, os ruego que vais allá, y mireis por mi honra, como vos, señora, soleis, que yo quiero dar á vuestro criado una capa de Perpiñan que no me sirvo della, y es nueva, y á vuestra merced le enviaré una cintura napolitana.

Loz. ¿Y cuándo?

Blas. Luégo, si luégo viene vuestro criado.

Loz. Veislo, viene; caminá, alvanir de putas, que veis ahí vuestro sueño suelto, este señor os quiere honrar, id con él, y vení donde os dixe.

Blas. Señora, hacé el oficio como soleis.

Loz. Andá, perdé cuidado, que ya sé lo que vos quereis; basta, basta.

Sustituto. Señora Lozana, acá, acá; pese al turco si en toda mi vida os hube menester, agora más que nunca.

Loz. Ya sé que me quereis, yo no puedo serviros, porque pienso en mis necesidades, que no hay quien las piense por mí, que yo y mi criado no tenemos pelo de calza ni con qué defendernos del frio.

Sust. Señora Lozana, eso es poca cosa para vuestra merced, yo daré una cana de medida de estameña fina, y zapatos y chapines, y dexáme luégo la medida, que mañana, ántes que vos, señora, os levanteis, os lo llevarán, y vuestro mozo envíamelo aquí, que yo le daré la devisa de mi señora y mi vida, aunque ella no me quiere ver.

Loz. ¿Y de cuándo acá no os quiere ver? que no dice ella eso, que si eso fuera, no me rogára ella á mí que fuese con ella disimulada á dar de chapinazos á la otra con quien os habeis envuelto, mas no con mi consejo, que para eso no me llama vuestra merced á mí, porque hay diferencia della á la señora Virgilia, y mirá, señor, ésa es puta salida, que en toda su casa no hay alhaja que pueda decir por esta gracia de Dios, que todo está empeñado y se lo come la usura, que Trigo me lo dixo: quiere vuestra merced poner una alcatraza con aquélla, que su gracia y su reposo y su casa lleva, y su saber basta para hacer tornar locos á los sabios, y si vuestra merced dará la devisa á mi mozo, será menester que yo me empeñe para dalle jubon de la misma devisa.

Sust. Andá, señora Lozana, que no suelo yo dar devisa que no dé todo; en esto verá que no la tengo olvidada á mi señora Virgilia, que voto á Dios, que mejor sé lo que tengo en ella, que no lo que tengo en mi casa. Veis, aquí viene el malogrado de vuestro criado con capa, parece al superbio de Perusa, que á nadie estima; quédese él aquí, y vaya vuestra merced buen viaje.

Loz. ¡Cuántas maneras hay en vosotros los hombres por sujetar á las sujetas, y matar á quien muere! allá esperaré al señor mi criado, por ver cómo le dice la librea de la señora Virgilia.

MAMOTRETO XXXVI

Cómo un caballero iba con un embaxador napolitano travestidos, y vieron de léxos á la Lozana, y se la dió á conocer el caballero al embaxador.

Caballero. Monseñor, ¿ve vuestra señoría aquella mujer que llama allí?

Embaxador. Sí.

Cab. Corramos y tomémosla en medio, y gozará vuestra señoría la más excelente mujer que jamas vido, para que tenga vuestra señoría que contar si la goza por entero, y si toma conosciencia con ella, no habrá menester otro solacio, ni quien le diga mejor cuantas hermosas hay, y cada una que es hermosa, que tiene el mejor ver y judicar que jamas se vido, porque bebió y pasó el rio de Nilo, y conoce sin espejo, porque ella lo es, y como las tiene en plática, sabe cada una en qué puede ser loada, y es muy universal en todas las otras cosas que para esto de amores se requieren, y mírela en tal ojo que para la condicion de vuestra señoría es una perla, desta se puede muy bien decir: Mulier que fuit in urbe habens septem mecanicas artes. Pues á las liberales jamas le faltó retórica ni lógica para responder á quien las estudió, el mirable ingenio que tiene da que hacer á los que la oyen. Monseñor, vamos desta parte, esperemos á ver si me conoce.

Embax. Al cuerpo de mí esta dona yo la vi en Bancos que parlaba, muy dulce y con audacia, que parecia un Séneca.

Cab. Es parienta del ropero, conterránea de Séneca, Lucano, Marcial y Avicena, la tierra lo lleva, está in agilibus, no hay su par, y tiene otra excelencia, que lustravit provincias.

Embax. ¿Es posible? como riguarda in qua.

Loz. Ya, ya conocido es vuestra merced, por mi vida, que aunque se cubra, que no aprovecha, que ya sé que es mi señor, por mi vida, tantico la cara, que ya sé que es de ver y de gozar, ese señor no lo conozco, más bien veo que debe ser gran señor. A seguridad le suplico que me perdone, que yo lo quiero forzar, por mi vida, que son matadores esos ojos, ¿quién es ese señor? que lo sirva yo, por vida de vuestra merced, y de su tio, y mi señor.

Cab. Señora Lozana, este señor os suplica que le metais debaxo de vuestra caparela, y entrará á ver la señora Angelina porque vea si tengo razon en decir que es la más acabada dama que hay en esta tierra.

Loz. A vuestra señoría metelle he yo encima, no debaxo, mas yo lo trabajaré, esperen aquí, que si su merced está sola, yo la haré poner á la ventana, y si más mandaren, yo verné abaxo, bien estaré media hora, paséense un poco, porque les tengo de rogar primero que haga un poco por mí, que estoy en gran necesidad, que me echan de la casa, y no tengo de qué pagar, que el borracho del patron no quiere ménos de seis meses pagados ántes.

Cab. Pues no os detengais en nada deso, que la casa se pagará; enviáme vos á vuestro criado á mi posada, que yo le daré con qué pague la casa, porque su señoría no es persona que debe esperar.

Loz. ¿Quién es, por mi vida?

Cab. Andá, señora Lozana, que persona es, que no perderéis nada con su señoría.

Loz. Sin eso y con eso sirvo yo á los buenos, esperen.

Cab. Monseñor, ¿qué le parece de la señora Lozana? Sus inxertos siempre toman.

Embax. Me parece que es astuta, que cierto ha de la sierpe é de la paloma. Esta mujer sin lágrimas parará más insidias que todas las mujeres con lágrimas; por vida del visorey, que mañana coma comigo, que yo le quiero dar un brial.

Cab. Mírela vuestra señoría á la ventana, no hay tal Lozana en el mundo, ya abre, veamos qué dice, cabecea que entremos, donde ni fierro ni fuego á la virtud empece.

Embax. Qua piu bella la madre que la filla.

Cab. Monseñor, ésta es cárcel de amor; aquí idolatró Calixto, aquí no se estima Melibea, aquí poco vale Celestina.

MAMOTRETO XXXVII

Cómo de allí se despidió la Lozana, y se fué en casa de un hidalgo que la buscaba, y estando solos se lo hizo porque diese fe á otra que lo sabía hacer.

Loz. Señores, no hay más que hacer, la prision es segurísima, la prisionera piadosa, la libertad no se compra, la sujecion aquí se estima, porque hay merecimiento para todo, vuestra señoría sea muy bien venido, y vuestra merced me tenga la promesa, que esta tarde, irá mi criado á su posada, y si vuestra merced manda que le lleve una prenda de oro ó una toca tunici, la llevará, porque yo no falte de mi palabra, que prometí por todo hoy, á este señor yo lo visitaré.

Cab. Señora Lozana, no envieis prenda, que entre vos y mí no se pueden perder sino los barriles; enviá, como os dixe, y no cureis de más, y mirá que quiere su señoría que mañana vengais á verlo.

Loz. Beso sus manos y vuestros piés, mas mañana no podrá ser, porque tengo mi guarnelo lavado, y no tengo qué me vestir.

Cab. No cureis, que su señoría os quiere vestir á su modo y al vuestro, veni ansí como estais, que os convida á comer, y no haga esperar, que su señoría come de mañana.

Loz. Por la luz de Dios, no estuviese sin besar tal cara como ésa, aunque supiese enojar á quien lo ve.

Angelina. Ansí, Lozana, no cureis, andá, dexaldo, que me enojaré, aunque su merced no me quiere ver.

Cab. Señora, deseoso yo servir, por tanto le suplico que á monseñor mio le muestre su casa y sus joyas, porque su señoría tiene muchas y buenas, que puede servir á vuestra merced; señora Lozana, mañana no se os olvide de venir.

Loz. No sé si se me olvidará, que soy desmemoriada despues que moví, que si tengo de hacer una cosa es menester ponerme una señal en el dedo.

Cab. Pues vení acá, tomá este anillo, y mirá que es un esmeralda, no se os caiga.

Loz. Sus manos beso, que más la estimo que si me la diera la señora Angelina dada.

Ang. Andá, que os la dó, y traelda por mi amor.

Loz. No se esperaba ménos desa cara de luna llena; ay, señora Angelina, míreme, que parezco obispo, por vida de vuestra merced y mia, que no estoy más aquí, vén á cerrar, Matehuelo, que me esperan allí aquellos mozos del desposado de Hornachuelos, que no hay quien lo quiera, y él porfiar y con todas se casa, y ninguna sirve de buena tinta.

Matehuelo. Cerrar y abriros, todo á un tiempo.

Mozos. Vení, señora Lozana, caminá, cuerpo de mí, que mi amo se desmaya y os espera, y vos todavía queda, sin vos no valemos nada, porque mi amo nunca se rie sino cuando os ve, y por eso mirá por nosotros y sednos favorable, agora que le son venidos dineros, ántes que se los huelan las bagasas, que voto á Dios, con putas y rufianas y tabaqueras no podemos medrar, por eso ayúdenos vuestra merced, y haga cuenta que tiene dos esclavos.

Loz. Callá, dexá hacer á mí, que yo lo porné del lodo á dos manos, vuestro amo es como el otro que dicen, cantar mal y porfiar, él se piensa ser Pedro Aguilocho, y no lo pueden ver putas más que al diablo, unas me dicen que no es para nada, otras que lo tiene tan luengo que parece anadon, otras que arma y no desarma, otras que es mísero, y aquí firmaré yo que primero que me dé lo que le demando, me canso, y al cabo saco de la mitad de lo que le pido, que es trato cordobés; él quiere que me esté allí con él, y yo no quiero perder mis ganancias que tengo en otra parte, y mirá qué teson ha tenido comigo, que no he podido sacar dél, que como me daba un julio por cada hora que estoy allí, que me dé dos, que más pierdo yo en otras partes, que no vine yo de entrada, como el que tiene veinte piezas las mejores de Cataluña, y no sé en qué se las expende, que no relucen, y siempre me cuenta deudas; pues mándole yo que putas lo han de comer á él y á ello todo, no curés, que ya le voy cayendo en el rastro; ¿veis el otro mozo dó viene?

Marzoco. ¿Qué es eso? ¿dó is, señora?

Loz. A veros.

Marz. Hago saber á vuestra merced que tengo tanta penca de cara de ajo.

Loz. Ésa sea la primera alhaja que falte en tu casa, y áun como á tí llevó la landre; tente allá, bellaco, andando se te caiga.

Marz. Señor, ya viene la Lozana.

Patron. Bien venga el mal si viene solo, que ella siempre vendrá con cualque demanda.

Loz. ¿Qué se hace, caballeros? ¿Háblase aquí de cosas de amores ó de mí, ó de cualque señora á quien sirvamos todos? por mi vida, que se me diga, porque si es cosa á que yo pueda remediar, lo remediaré, porque mi señor amo no tome pasion, como suele por demas, y por no decir la verdad á los médicos: ¿qué es eso? ¿no me quiere hablar? ya me vó, que ansí como ansí aquí no gano nada.

Moz. Vení acá, señora Lozana, que su merced os hablará y os pagará.

Loz. No, no, que ya no quiero ser boba, si no me promete dos julios cada hora.

Marz. Vení, que es contento, porque más mereceis, máxime si le socorreis, que está amorado.

Loz. ¿Y de quién? catá que me corro si de otra se enamoró, mas como todo es viento su amor, yo huelgo que ame y no sea amado.

Marz. ¿Cómo, señora Lozana, y quién es aquel que ama y no es amado?

Loz. ¿Quién? su merced.

Marz. ¿Y por qué?

Loz. Eso yo me lo sé, no lo diré sino á su merced solo.

Marz. Pues ya me voy, vuestras cien monedas agora, Dios lo dixo.

Loz. Andá, que ya no es el tiempo de Mari-Castaña.

Patron. Dexá decir, señora Lozana, que no tienen respeto á nadie, entendamos en otro: yo muero por la señora Angelina, y le daré seis ducados cada mes, y no quiero sino dos noches cada semana, ved vos si merece más, y por lo que vos dixéredes me regiré.

Loz. Señor, digo que no es muncho aunque le diese la metad de vuestro oficio de penitencería; mas ¿cómo harémos? que si vuestra merced tiene ciertos defectos que dicen, será vuestra merced perder los ducados y yo mis pasos.

Pat. ¿Cómo, señora Lozana? ¿y suelo yo pagar mal á vuestra merced? Tomá, veis ahí un par de ducados, y hacé que sea la cosa de sola signatura.

Loz. Soy contenta, mas no me entiende vuestra merced.

Pat. ¿Qué cosa?

Loz. Digo que si vuestra merced no tiene de hacer sino besar, que me bese á mí.

Pat. ¿Cómo besar? que la quiero cavalgar.

Loz. ¿Y dónde quiere ir á caballar?

Pat. Andá para puta, zagala, burlais.

Loz. No burlo, por vida de la señora honrada á quien vos quereis cavalgar y armar, y no desarmar.

Pat. ¡Oh pese á tal! ¿Y eso decís? por vida de tal que lo habeis de probar, porque tengais qué contar.

Loz. ¡Ay, ay! por el siglo de vuestro padre que no me hagais mal, que ya basta.

Pat. Mal le haga Dios á quien no os lo metiere todo, aunque sepa ahogaros, y veréis si estoy ligado, y mirá cómo desarmo.

Loz. ¿Tal frojolon tenés? esta vez no lo quisiera perder aunque supiera hallar mi anillo, que perdí agora cuando venía.

Pat. Tomá, veis aquí uno que fué de monseñor mio, que ni á mí se me olvidará, ni á vos se os irá de la memoria de hablar á esa señora, y decilde lo que sé hacer.

Loz. Por mi vida, señor, que como testigo de vista, diré el aprieto en que me ví; ¡ay, ay! y desos sois, desde aquí voy derecho á contar á su merced vuestras virtudes.

Pat. Sí, mas no está, que tomará celos su porfía.

Loz. Muncho hará á vuestro propósito, aunque estais ciego, que segun yo sé y he visto, esa señora que pensais que es á vuestra vista hermosa, no se va al lecho sin cena.

Pat. ¿Cómo? por vida de la Lozana.

Loz. Que su cara está en mudas cada noche, y las mudas tienen esto, que si se dejan una noche de poner qué no valen nada, por eso se dice que cada noche daba de cená á la cara.

Pat. ¿Y estas mudas qué son?

Loz. Cerillas hechas de uvas asadas, mas si la veis debaxo de los paños, lagartixa parece.

Pat. Callá, señora Lozana, que tiene gracia en aquel menear de ojos.

Loz. Eso yo me lo tengo, que no soy puta, cuánto más ella que vive deso.

Pat. Quien á otra ha de decir puta, ha de ser ella muy buena mujer, como agora vos.

MAMOTRETO XXXVIII

Cómo la Lozana entra en la baratería de los gentiles hombres y dice:

Loz. Algo tengo yo aquí, que el otro dia cuando vine por no tener favor, con seis ducadillos me fuí, de un resto que hizo el faraute, mi señor; mas agora que es el campo mio, restos y resto mio serán.

Octavio. Señora Lozana, resto quexoso será el mio.

Loz. Andá, señor, que no de mí.

Aurelio. Vení acá, señora Lozana, que aquí se os dará el resto y la suerte principal.

Loz. Viva esa cara de rosa, que con esa magnificencia las hacés esclavas siendo libres, que el resto dicen que es poco.

Aur. ¿Cómo poco? tanto, sin mentir.

Loz. Crezca de dia en dia, porque gocés tan florida mocedad.

Aur. Y vos, señora Lozana, goceis de lo que bien quereis.

Loz. Yo, señor, quiero bien á los buenos y caballeros que me ayudan á pasar mi vida sin decir ni hacer mal á nadie.

Oct. Eso tal sea este resto, porque es para vos, tomaldo, que para vos se ganó.

Loz. ¿Sepamos cuánto es?

Oct. Andá, callá y cogé, que todos dicen Amén, sino quien perdió, que calla.

Loz. Soy yo capellana de todos, y más de su señoría.

Oracio. Cogé, señora Lozana, que si los pierdo, en habellos vos los gano, aunque el otro dia me motejaste delante de una dama.

Loz. Yo, señor, lo que dixe entónces digo ahora, que ellas me lo han dicho, que diz que teneis un diablo que parece conjuro de sacar espíritus.

Orac. ¡Oh pese á tal! ¿y eso dicen ellas? no saben bien la materia.

Loz. Si no saben la materia, saben la forma.

Orac. No hay ninguno malo, mozas.

Loz. Señor, no, sino que unos tienen más fuerza que otros.

Milio. Señora Lozana, hacé parte á todos de lo que sabeis; ¿de mí qué dicen, que no me quieren ver ni oir?

Loz. Hay pecador sobre que dicen que vuestra merced es el que muncho hizo.

Salustio. ¿Y yo, señora Lozana?

Loz. Vuestra merced el que poco y bueno, como de razon.

Camilo. ¿A mí, señora Lozana, qué?

Loz. Vos, señor, el que no hizo nada que se pareciese.

Cam. Porque cayó en mala tierra, que son putas insaciables. ¿No le basta á una puta una y dos, y un beso tres, y una palmadica cuatro, y un ducado cinco? ¿son piltracas?

Loz. Sí para vos, mas no para nos; ¿no sabés que uno que es bueno, para sí es bueno, más mejor es si su bondad aprovecha á munchos?

Cam. Verdad decís, señora Lozana, mas el pecado callado, medio perdonado.

Loz. Si por ahí tirais, callaré, mas siempre oí decir que las cosas de amor avivan el ingenio, y tambien quieren plática, el amor sin conversacion es bachiller sin repetidor, y voyme, que tengo que hacer.

Aur. Mirá, señora Lozana, que á vos encomiendo mis amores.

Loz. Y si no sé quién son.

Aur. Yo os lo diré si vos mandais, que cerca están, y yo léxos.

Loz. Pues dexáme agora, que voy á ver si puedo hallar quien me preste otros dos ducados para pagar mi casa.

Aur. Voto á Dios, que si los tuviera que os los diera, mas dexé la bolsa en casa por no perder, y tambien porque se me quebraron los cerraderos, mas sed cierta que eso y más os dexaré en mi testamento.

Loz. ¿Cuándo? soy vuestra sin eso y con eso, véngase á mi casa esta noche y jugarémos castañas, y probará mi vino, que raspa; sea á cená, y haré una cazuela de pexe, que dicen que venden unas azedias frescas vivas, y no tengo quien me vaya por ellas y por un cardo.

Aur. Pues yo enviaré á mi mozo esta tarde con todo.

Loz. Vuestra merced será muy bien venido; nunca me encuentra Dios sino con míseros lacerados, él caerá, que para la luz de Dios, que bobo y hidalgo es.

Guardian. ¿Qué se dice, señora Lozana? ¿dó buena?

Loz. Señor, á mi casa.

Guard. Llegaos aquí al sol, y sacáme un arador, y contáme cómo os va con los galanes deste tiempo, que no hay tantos bobos como en mis tiempos, y ellas creo que tambien se retiran.

Loz. ¿Y cómo? si bien supiese vuestra merced, no hay puta que valga un maravedí, ni dé de comer á un gato, y ellos, como no hay saco de Génova, no tienen sino el maullar, y los que algo tienen piensan que les ha de faltar para comer, y á las veces sería mejor hoder poco que comer muncho, cuantos he visto enfermos de los riñones por miseria de no expender, y otros que piensan que por cesar han de vivir, mas es al contrario, que semel in setimana no hizo mal á nadie.

Alcaide. Por mi vida, señora Lozana, que yo semel in mense y bis in anno.

Loz. Andá ya, que ya lo sé, que vuestra merced hace como viejo y paga como mozo.

Guard. Eso del pagar, mal pecado, nunca acabó, porque cuando era mozo pagaba por entrar, y agora por salir.

Loz. Viva vuestra merced muchos años, que tiene del peribon; por eso dadme un alfiler, que yo os quiero sacar diez aradores.

Alc. Pues sacá, que por cada uno os daré un grueso.

Loz. Ya sé que vuestra merced lo tiene grueso, que á su puta beata lo oí, que le metiades las paredes adentro, dámelo de argento.

Alc. Por vida de mi amiga, que si yo los hubiese de comprar, que diese un ducado por cada uno, que uno que retuve me costó más de ciento.

Loz. Sofa sería ése, no hace para mí, quiérome ir con mi honra.

Alc. Vení acá, traidora, sacáme uno no más de la palma.

Loz. No sé sacar de la palma ni del codo.

Guard. ¿Y de la punta de la picarazada?

Loz. De ahí sí, buscallo, mas no hallarlo.

Guard. ¡Oh cuerpo de mí, señora Lozana, que no sabeis de la palma y estais en tierra, que los sacan de las nalgas con putarólo, y no sabeis vos sacallos al sol con buen aguja!

Loz. Sin aguja los saco yo cuando son de oro ó de plata, que de otras suertes ó maneras no me entiendo; mejor hará vuestra merced darme un barril de mosto para hacer arrope.

Guard. De buena gana, enviá por ello y por leña para hacello, y por membrillos que cozais dentro, y mirá si mandais más, que á vuestro servicio está todo.

Loz. Soy yo suya toda.

Alc. Y yo vuestro hasta las trencas.

Возрастное ограничение:
12+
Дата выхода на Литрес:
11 августа 2017
Объем:
230 стр. 1 иллюстрация
Правообладатель:
Public Domain

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