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2. LA SEMÁNTICA

Inclusive si a la larga la distinción entre la semántica y la sintaxis, entre los términos y las operaciones no es sostenible, resulta cómodo y es corriente distinguirlos, puesto que esa distinción proporciona por lo menos un orden de presentación. La semántica tensiva tiene por tarea identificar, por una parte, las sub-valencias intensivas del tempo y de la tonicidad; por otra parte, las sub-valencias extensivas de tiempo y de espacio tratadas por el discurso escogido.

2.1 El tempo

Colocamos el tempo en el primer rango en la medida en que toda magnitud cognitiva o afectiva está –¿cómo decirlo?– bajo su condición. Valéry ve en él un «factor de existencia»5. Sobre este primer punto, el análisis de Tocqueville es categórico:

E incluso cuando la industria es libre, la inmovilidad natural de las naciones aristocráticas hace que todos aquellos que se ocupan de un mismo arte terminen por formar una clase distinta, compuesta siempre por las mismas familias, cuyos miembros se conocen todos y donde nace pronto una opinión pública y un orgullo de cuerpo.

Esta opción es solidaria con una morfología que interesa ya a la sintaxis extensiva, aquella que opera por selecciones y por mezclas. «Los que se ocupan de un mismo arte» forman una «clase distinta», que presenta dos características: (i) la continuidad temporal en la que se puede apreciar una imperfectividad aspectual; (ii) un cierre desde el punto de vista extensivo, aquel que trata del número de la clase considerada y que escinde la masa de sujetos en dos grupos opuestos: los próximos, que forman una familia o una casi familia: «se conocen todos», y los otros, que se convierten en extraños, de acuerdo con una tendencia a la polarización que conviene describir. Los próximos manifiestan, según Tocqueville, un «orgullo de cuerpo». Según el Petit Robert, el «cuerpo» comporta el rasgo de solidaridad, lo cual nos permite proyectar la matriz* siguiente:


La determinación del tempo compromete la andadura semiótica, la cual consiste, desde nuestro punto de vista, en el comercio de la medida y del número, pues de lo que se trata es de formular la relación entre una gradación intensiva y una partición extensiva: ¿cómo pasar de una a otra? Lo que la matriz muestra, es decir, la organización matricial, es que es necesario disponer: (i) para la intensidad, de un par de superlativos debidamente establecidos: los super-contrarios; (ii) para la extensidad, de una composición de operaciones. En el caso que nos ocupa, suponemos primero la selección de una mezcla que en una nación hace aparecer un «mundo aparte»; luego, la selección de una selección, que separa ese «mundo aparte» en «familias»; después, la mezcla de una selección, que mezcla esas «familias» y que desemboca en el hecho de que «ellos [los miembros de esas familias] se conocen todos» y que son solidarios los unos con los otros. El ser y el hacer ordinarios de los grupos sociales es justificable desde el punto de vista tensivo:


La «inmovilidad natural de las naciones aristocráticas» se representa con una matriz simple:


Esta sub-valencia particular de tempo, propia de la aristocracia, se transmite al conjunto del cuerpo social. La lentitud extrema es regente, por tanto modal, y con ese título impregna a los actantes y las operaciones que les son confiadas. La prevalencia otorgada a la lentitud termina en cierta naturalización. La naturaleza lenta y reproductiva es para algunos, y no los menos, capaz de una actividad estética que a sus ojos está más allá del hacer humano: la naturaleza parece que juega con las formas, con las materias y colores para producir «obras maestras». En segundo lugar, si tenemos en cuenta la distinción entre las actividades y los procesos propuesta por Cassirer en Filosofía de las formas simbólicas:

Y en este último caso, encontramos de nuevo dos formas diferentes de organización lingüística según que la expresión verbal sea captada como expresión de un processus o como expresión de una actividad, según que esté comprendida en el curso objetivo de los acontecimientos o que el sujeto agente y su energía sean valorizadas y ocupen una posición central6.

Diríamos que la naturaleza, en virtud de una concesión intrigante, nos proporciona con frecuencia el sentimiento de que se entrega a una actividad, en la exacta medida en que, por su parte, los sujetos son con frecuencia menos los agentes que los asistentes, que los testigos de un proceso.

Tal lentitud no es adverbial, no es un complemento circunstancial, sino la condición de la excelencia: «[…] el interés del “cuerpo” consiste en que cada artesano produzca “obras maestras”». Esta mira se opone a la de las naciones democráticas, las cuales, bajo ese mismo aspecto, aprecian la rapidez: «la mira de las artes [en las naciones aristocráticas] es la de hacer lo mejor posible, y no lo más rápido ni al mejor precio». El último segmento concierne a una distinción coextensiva al texto de Tocqueville, a saber, a la distinción entre los valores de absoluto, destellantes y reservados, y los valores de universo, mediocres y accesibles a todo sujeto que desea poseerlos: «[…] el obrero considera que ahora tiene un medio más expeditivo para enriquecerse ya que puede vender [sus productos] a todos». El precio es la mediación entre el grado de excelencia en el orden de la intensidad y el tiempo empleado para fabricarlos, en el orden de la extensidad. Sea un sistema simple:


Esta distinción concierne tanto a los sujetos como a los objetos que comparten la misma identidad estructural:

En los países donde la riqueza, como el poder, se encuentra concentrada en algunas pocas manos y no sale de ahí, el uso de la mayor parte de los bienes de este mundo pertenece a un pequeño número de individuos, siempre el mismo; la necesidad, la opinión, la moderación de los deseos descartan a todos los demás.

2.2 La tonicidad

La tonicidad tiene por manifestante la relación de los sujetos y de los objetos con la «perfección». Desde el punto de vista paradigmático, la «perfección» es la superlatividad misma, pues para el Petit Robert es «perfecto» aquello que «está en el punto más alto de la escala de valores». Desde el punto de vista sintagmático, la «perfección» implica la perfectividad aspectual, lo culminado. Desde el punto de vista semiótico, la «perfección» se define por la permanencia: «[la clase aristocrática] experimenta siempre las mismas necesidades y las siente de la misma manera». A los ojos de Tocqueville, existe una cierta concordancia entre ese «gusto de la perfección» y el régimen aristocrático, de parte, sin duda, de los miembros de la clase superior; pero igualmente de parte de los miembros de la clase inferior, los campesinos: «Sucede con frecuencia que, en los pueblos [aristocráticos], el campesino mismo prefiere privarse por completo de objetos que desea, antes que comprarlos imperfectos». El autor de La democracia en América no se detiene ahí. Para saturar su demostración, se empeña en mostrar cómo los ciudadanos de un régimen democrático se avienen a contentarse con «cosas imperfectas». Mientras que «la clase aristocrática se mantiene inmóvil en el punto de grandeza en el que se ha instalado», el régimen democrático se caracteriza por la permanencia… del cambio. Los ciudadanos «cuyo patrimonio se divide y decrece» conservan el gusto por los bienes que no pueden ya conseguir, y su deseo se orienta pronto hacia bienes que están a su alcance. O bien: su deseo crece más rápido que la posibilidad de satisfacerlo. Así, sea por potencialización o por actualización, al no poder adquirir un objeto perfecto, se avienen a ajustar sus deseos a sus recursos. En pocas palabras, sea que se empobrezcan, o que se enriquezcan, los ciudadanos de una sociedad democrática no están en condiciones de conjuntarse con la «perfección» debido a los incesantes cambios que les sobrevienen. Los obreros descifran tal vez con más rapidez el cambio de la estructura tensiva que se ha producido:

[El obrero] se esfuerza en inventar procedimientos que le permitan trabajar no solamente mejor, sino más rápidamente y con menos gasto, y, si no puede lograrlo, rebajar las cualidades intrínsecas del objeto sin hacerlo completamente impropio para el uso al que está destinado.

La doble dependencia de la «perfección» respecto del tempo y del número, que es una de las constantes de este capítulo de La democracia en América, resulta fácil de proyectar gráficamente:


2.3 La temporalidad

La reverencia respecto de la lentitud del tempo es el hecho tanto de los productores de los bienes como de los consumidores que participan de la misma mirada acerca de la «perfección»: los primeros como los segundos miden en su justo valor ese dato que el tempo ralentizado del hacer autoriza. Tienen todos «el gusto por lo que está bien hecho y es muy durable». En materia de temporalidad, formulamos la hipótesis de que la estructura más simple, y la más probable, opone la brevedad a la longevidad, oposición que conviene a la inteligencia de este capítulo de La democracia en América, ya que, como ya lo hemos dicho, la «clase aristocrática permanece inmóvil en el punto de grandeza en el que está instalada, sin estrecharse ni extenderse». La matriz de la temporalidad semiótica se presenta así:


En razón del primado de la complejidad, todos los términos son complejos y… concesivos. El apego de la aristocracia a la longevidad es, para Tocqueville, de resistencia, puesto que el devenir histórico, irrecusable a sus ojos, se confunde con la igualación progresiva de las condiciones: «Cuando se recorren las páginas de la historia, no se encuentran, por decirlo así, grandes acontecimientos que después de setecientos años no hayan resultado en beneficio de la igualdad»7. Tocqueville presenta la marcha hacia la democracia como irresistible e ineluctable:

El desarrollo gradual de la igualdad de condiciones es un hecho providencial, pues tiene los principales caracteres de eso: es universal, es durable, escapa cada día al poder humano; todos los acontecimientos, como todos los hombres, sirven a su desarrollo.

En esas condiciones, el hacer aristocrático evocado adquiere un giro concesivo, puesto que esa tematización del devenir histórico sobre una duración de setecientos años se inscribe en la propuesta concesiva: a pesar de que la historia se confunde con el progreso de la democracia, la «clase aristocrática permanece inmóvil», es decir, resiste. Consultado el diccionario, admitimos que esa duración es del orden de la perseverancia, la cual no deja de tener mérito, ya que «perseverar» es «continuar haciendo, continuar siendo lo que se ha resuelto ser por un acto de voluntad renovado».

2.4 La espacialidad

En razón del tema abordado, la espacialidad en este capítulo no es figurativa sino figural: es del orden de la visión y no de la vista. Las dimensiones extensivas, el tiempo y el espacio, al estar regidas por las dimensiones intensivas, el tempo y la tonicidad, la temporalidad y la espacialidad deben concordar con la lentitud y el destello. En cuanto a la alternancia propia de la espacialidad, que remite según nuestro punto de vista a la pareja [abierto vs cerrado], es claro que lo /cerrado/ está en concordancia con las sub-valencias intensivas mencionadas. En el mundo aristocrático, una clase social, sea superior o inferior, tiende a formar un «mundo aparte», un «cuerpo» que tiene por base modal un «orgullo de cuerpo». La matriz de la espacialidad semiótica alinea:


El espacio en una sociedad democrática manifiesta lo /abierto/: «[…] cada profesión está abierta a todos, […] la multitud entra allí y sale sin cesar». Según Tocqueville, la clausura y la estrechez que de ello resulta son la condición de la buena percepción del otro y de la simpatía por el otro. En una sociedad democrática, los «diferentes miembros se convierten en extraños, indiferentes y casi invisibles los unos a los otros, a causa de su multitud». El hacer societal tiene por alternancia una transitividad altruista y una reflexividad egoísta: «cada obrero [es] reducido a sí mismo». La correlación entre la espacialidad y la sociabilidad se presenta como aparece en el diagrama que sigue:


2.5 Balance

El balance de nuestra investigación sobre las cuatro clases de sub-valencias intensivas y extensivas se presenta así:


3. LA SINTAXIS

La sintaxis tensiva es más complicada que la semántica porque su número es más elevado. La semántica tensiva distingue una semántica intensiva y una semántica extensiva. La sintaxis conoce esa misma distinción, pero añade una tercera sintaxis: la sintaxis juntiva. La sintaxis intensiva procede por aumentos y disminuciones; la sintaxis extensiva, por mezclas y selecciones; la sintaxis juntiva, por implicación y por concesión.

3.1 La sintaxis intensiva

Como su nombre lo indica, la sintaxis intensiva se ocupa de la intensidad. Esta sintaxis está particularmente bien concertada con el pensamiento de Tocqueville, obsesionado con la declinación inexorable del mundo aristocrático y con la expansión del modelo democrático. Decir que la sintaxis intensiva tiene por objetos aumentos y disminuciones no es más que una aproximación. Como todo objeto es complejo, la sintaxis intensiva trata de la composición de dos operaciones; lo cual da «sobre el papel» cuatro posibilidades: [aumento + aumento], [aumento + disminución], [disminución + aumento], [disminución + disminución]. Simplemente: más… más; más… menos; menos… más; menos… menos. Si una de esas posibilidades es recurrente, admitiremos que estamos en presencia de un estilo sintáctico. Lo que hemos llamado la estructura fundamental provista de su equivalente gráfico combina dos procesos: uno relativo al advenir del valor desde el punto de vista del enunciador; el segundo relativo a la transformación del sistema social. Sea:


A esta representación gráfica corresponde el enunciado operativo siguiente: el decrecimiento del valor es solidario de la declinación de la aristocracia y solidario de la ascensión de la democracia.

El pasaje siguiente relaciona uno con otros dos crecimientos que se efectúan a velocidades diferentes:

Por una parte, se ve siempre en las democracias un gran número de hombres cuya fortuna crece, pero cuyos deseos crecen mucho más rápidamente que la fortuna, y que devoran con los ojos los bienes que ella les promete, mucho antes de que se los entregue. Y ellos buscan por todos lados los caminos más cortos a fin de alcanzar esas satisfacciones cercanas.

3.2 La sintaxis extensiva

La sintaxis extensiva trata de la extensidad, es decir, de las variaciones de densidad del campo de presencia. Para eso, procede por selecciones y por mezclas. La pertinencia de la eficiencia de esta sintaxis para la comprensión del discurso tocquevilliano es lograda de inmediato, puesto que el régimen aristocrático tiene por resorte tanto diacrónico como sincrónico la perpetuación de una severa operación de selección. Si recurrimos a la terminología de Hjelmslev, el mundo aristocrático actualiza el «o… o…» y virtualiza el «y… y…».

Regidas por las dimensiones intensivas, el tempo y la tonicidad, las dimensiones extensivas tienen dos funciones: (i) cumplen el oficio de plano de la expresión de las dimensiones intensivas; (ii) cumplen la función de condiciones estableciendo un «si…, entonces…» perentorio para un proceder argumentativo clásico. Con estas precisiones, podemos comprender que Tocqueville escriba: «Cuando […] cada profesión está abierta a todos, […] la muchedumbre entra y sale de ella sin cesar». El paso de lo /cerrado/ a lo /abierto/ es, primero, solidario de la sustitución de la selección por la mezcla, solidario después con la producción masiva de objetos imperfectos:

De la perfección de sus trabajos depende principalmente la ganancia que ellos [los obreros en una nación aristocrática] esperan.

No es lo mismo cuando todos los privilegios han sido destruidos, cuando los rangos se mezclan y cuando todos los hombres bajan y se elevan sin cesar en la escala social.

Lo que gráficamente da por resultado:


3.3 La sintaxis juntiva

La sintaxis juntiva procede, según el caso, por implicación o concesión. Este escalón sintáctico se nos ha impuesto para dar cuenta de esa magnitud capital para el discurso: el evento.

Diremos, en pocas palabras, que el evento en el plano del contenido tiene por plano de la expresión la sorpresa y por manifestante discursiva preferencial la exclamación, que Fontanier describe así: «La Exclamación tiene lugar cuando uno abandona de golpe el discurso ordinario para dejarse llevar por los ímpetus de un sentimiento vivo y súbito del alma»8. Hemos establecido en otra parte la dependencia del evento respecto de la concesión9 y su acoplamiento con el ejercicio, lo cual nos permite producir el gráfico siguiente:


La sintaxis juntiva tiene por objetos las correlaciones establecidas por la sintaxis intensiva y por la sintaxis extensiva. En el primer caso, si dos aumentos son correlacionados conjuntamente por una implicación admitida, la sintaxis juntiva, si es que interviene, intervendrá colocando la implicativa causal en la proposición subordinada concesiva y ubicará la disminución así descubierta en la proposición principal. Lo mismo sucederá a propósito de la sintaxis extensiva, que actúa sobre las selecciones y las mezclas.

Eso no es todo. En el capítulo de la obra de Tocqueville que hemos elegido y que trata de la relación entre la «perfección» de los objetos y el régimen social, observamos la paradoja siguiente: si adoptamos como clave interrogativa la relación entre el hacer y el ser, podemos decir que sin hacer nada, contentándose «con ser [con seguir estando] en el punto de grandeza en el que se halla instalada», la aristocracia permanece conjunta con el valor. La relación de la burguesía con el valor es simétrica e inversa: la burguesía es activa, emprendedora e industriosa, y sin embargo su relación con el valor es menos estrecha, pues se contenta con «objetos imperfectos». El «no-hacer-nada» aristocrático es afirmativo, mientras que el «saber-hacer» y el «quererhacer» democrático son deceptivos. De acuerdo con la sintaxis juntiva, el tratamiento del valor está sujeto en este capítulo a una doble concesión.

4. OTRAS DIRECCIONES DE SENTIDO

La problemática del valor, de la «perfección» de los artefactos, según Tocqueville, concierne a lo que se ha convenido en llamar la dimensión estética.

4.1 La estética

En este capítulo, la estética es tres veces dependiente. Desde el punto de vista social, supone una clase afortunada, una clase «que no calcule» y que esté en capacidad de remunerar tanto la duración del trabajo empleado por los artesanos altamente calificados como la «nobleza» de los materiales empleados: «En las aristocracias, los obreros no trabajan más que para un número limitado de compradores, muy difíciles de complacer; de la perfección de su trabajo depende principalmente la ganancia que esperan»10. En segundo lugar, la capa estética a Tocqueville es tributaria de la duración, o más exactamente, de la permanencia y de la reproducción, que son la forma misma del régimen aristocrático: «Los hombres que la componen [la clase aristocrática] obtienen naturalmente de su posición superior y hereditaria el gusto de lo que está bien hecho y es muy duradero». En ese pasaje, la textura discursiva es fuertemente implicativa.

En último lugar, la estética está en la dependencia de la sintaxis extensiva. Tocqueville considera la estética bajo la relación de la selección y de la mezcla de lo «bello» y de lo «útil». Sabemos que la aristocracia es a la vez el agente y el paciente de una incansable operación de selección: exige selección y proscribe la mezcla; pero «ellas [las naciones democráticas] prefieren habitualmente lo útil». El pecado de las naciones democráticas es, pues, doble: preconizar la mezcla de lo «bello» y de lo «útil» y preferir esto a aquello.

En la última parte del capítulo, Tocqueville somete a proceso el arte contemporáneo comparándolo con el arte renacentista. El criterio que adopta es el de la distancia que existe entre la obra y el enunciador. En virtud de ese criterio, podemos descubrir dos paradigmas bien surtidos:


próximo[arte contemporáneo]↓ lejano[arte renacentista]↓
el cuerpo los movimientos las sensaciones la naturaleza lo real el hombre pequeños objetos de la vida privada el alma los sentimientos las ideas más allá de la naturaleza lo ideal la divinidad grandes temas que solicitan la imaginación

El análisis de Tocqueville depende de una semiosis que tiene por plano de la expresión la distancia respecto al enunciador; y por plano del contenido una operación de selección que forma la base continua de este capítulo. Desde el punto de vista tensivo, nosotros establecemos la proyección siguiente:


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