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Capítulo I
La hipótesis tensiva: ¿punto de vista o teoría?1

La expresión «diferencia de intensidad» es una tautología. La intensidad es la forma de la diferencia como razón de lo sensible.

DELEUZE.

1. LOS PRÉSTAMOS

En Semiótica 1, en la entrada «teoría», se lee:

Se entiende habitualmente por teoría un conjunto coherente de hipótesis, susceptibles de ser sometidas a verificación: hipótesis, coherencia y verificación son los términos claves para una definición del concepto de teoría, y sirven como criterio de reconocimiento para distinguir lo que es realmente teoría de lo que no lo es2.

Esta definición razonable reúne dos direcciones que a nosotros nos parecen distintas: (i) la pareja hipótesis-verificación apunta a la formulación de una pertinencia que perdura cualquiera que sea la calidad de la verificación, siempre provisional. Para las infortunadas ciencias humanas, los resultados definitivos son raros y la mayor parte de los conceptos avanzados desaparecen no bajo los golpes de una refutación rigurosa, sino simplemente por indiferencia. (ii) Si la pareja hipótesis/verificación es transitiva y afecta al lenguaje-objeto, la coherencia es reflexiva y recae sobre lo que se convierte, por desplazamiento de la atención y del interés, en un metalenguaje. ¿Esta unicidad es fatal?

Conviene subrayar que así es como se piensan y se presentan las teorías ellas mismas, pero nosotros sabemos que la parábola lévi-straussiana del bricolaje vale igualmente para los trabajos del espíritu3. Así, la teoría greimasiana conjuga dos modelos, cuya escala de aplicación es, en principio, diferente. Por una parte, el modelo fonológico propuesto por Troubetzkoy y Jakobson; por otra parte, el análisis del cuento popular ruso realizado por V. Propp. Ahora bien, es claro que el modelo fonológico no tenía en su inicio vocación de tratar el cuento popular: los rasgos fonológicos no son del mismo orden que las características propias de los actores del cuento popular. Propp mismo toma en cuenta «funciones» y no «rasgos». A propósito del número de modelos, nos contentaremos con indicar que la física está regulada por dos modelos distintos: la teoría newtoniana y la física quántica.

Tal como nosotros la concebimos, la hipótesis tensiva toma en préstamo de Hjelmslev, aunque dándoles la vuelta, dos parejas de categorías que no son mencionadas en los Prolegómenos: (i) la pareja [intenso vs extenso], a los que les modificamos las valencias. Según Hjelmslev4, la magnitud extensa afirma una «dirección», lo que no es el caso de la magnitud intensa. En líneas generales, para Hjelmslev, las magnitudes extensas conciernen al aparato del verbo; para la semiótica tensiva, las magnitudes intensas son del orden del afecto, y con ese título, rigen las magnitudes extensas. Por otra parte, nosotros vinculamos la pareja [intenso vs extenso] con la distinción entre los estados de alma y los estados de cosas, reconocida en Semiótica de las pasiones5:


intensidad regente ↓ estados de alma extensidad regida ↓ estados de cosas

El segundo préstamo se refiere a la distinción [intensivo vs extensivo] que concierne a la estructura paradigmática de los sistemas. A partir de la división de una zona semántica en tres casillas, Hjelmslev introduce la distinción siguiente:

Esta elección de un solo término de la zona como base del sistema depende de un principio según el cual una sola casilla debe ser elegida como intensiva, mientras que las otras casillas son extensivas. La casilla elegida como intensiva tiene tendencia a concentrar la significación, mientras que las casillas elegidas como extensivas tienden a expandir la significación sobre las otras casillas hasta invadir el conjunto del dominio semántico ocupado por la zona6.

Esta distinción permite ampliar el dominio de pertinencia de la elasticidad: esta no se limita a la praxis discursiva puesto que es parte comprometida en la constitución de los sistemas. Si la intensidad tiene como articulación elemental el contraste [fuerte vs débil], la extensidad por su lado tiene el contraste [concentrado vs difundido]. Así:


intensivo extensivo
concentrado difundido

Si admitimos ahora que estamos a cada instante en presencia de un análisis, entonces conviene postular un término /x/ anterior a dicho análisis, término que se convierte en condición del análisis en cuestión. A ese término /x/ que el análisis viene a escindir lo designamos como tensividad a fin de marcar en la terminología la jerarquía de las categorías. Esta distinción sirve de base a la tipología de los valores que será esbozada más adelante. La tensividad, pues, no tiene contenido propio: no es más que el lugar de encuentro, el punto de fusión, la línea de batalla donde la intensidad se apodera de la extensidad, donde un plano del contenido intensivo se une a un plano de la expresión extensivo. La teoría misma se convierte en semiosis.

Semiótica 1, en el mismo artículo mencionado anteriormente alude a la presencia del metalenguaje en la teoría, e identifica esta última como una «jerarquía de metalenguajes». Sin embargo, en la medida en que la intensidad subjetal de los estados de alma se anticipa a la extensidad de los estados de cosas, se trata más bien de un protolenguaje, tal como lo deja entender Cassirer: «Sin el hecho de que un sentido se manifieste en algunas vivencias perceptivas, la existencia permanecería muda para nosotros»7. Todo pasa como si el enunciado fundador enunciase: «En el principio era el afecto…».

2. LOS MODOS SEMIÓTICOS

La noción de modo es abordada por la lingüística, la gramática y la semiótica, pero cada vez con un matiz particular. En el Curso de lingüística general (CLG), Saussure distingue, con el propósito de señalar la diferencia entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas, los términos in praesentia, efectivos, de los términos in absentia, virtuales. Semiótica 1 añade un tercer modo: la actualización. Finalmente, Tensión y significación8 lleva esta cifra a cuatro, confiando a la potencialización la tarea de recoger y guardar las trazas del discurso. Desde el punto de vista gramatical, en el estudio titulado Ensayo de una teoría de los morfemas, Hjelmslev demanda a los modos que «administren» la realidad:

En los modos, la dimensión más resistente es la de no-realización/realización (significación dubitativa o asertiva, expresada en muchas lenguas por la entonación, por ejemplo la interrogación), y la segunda dimensión es la de realización deseada y la de su negación (hay, por ejemplo, realización deseada en el imperativo)9.

Este recuerdo sucinto requiere dos observaciones: (i) la cuestión de los modos es una cuestión abierta; (ii) los modos aparecen como el plano de la expresión de una semiosis que tiene por plano del contenido las modalidades, y singularmente la modalidad estructurante del poder-hacer, la cual distribuye dos esferas existenciales: la esfera transitiva del «yo puedo» y la esfera intransitiva del «yo no puedo». Así, los modos afectan a la narratividad por cuanto esta última tiene por pivote la carencia.

2.1 El modo de eficiencia

Tarde o temprano, la reflexión necesita imágenes. Nosotros representamos la actividad discursiva como un campo de presencia en el cual las magnitudes semióticas entran y salen. Si permanecen fuera del campo de presencia que, en nombre de alguna regla vigente, las rechaza, las declara prescritas, se las considera virtualizadas; si permanecen en el interior del campo de presencia, se dice que están actualizadas, a la espera de ser realizadas. El tratamiento de estas significaciones constituye un capítulo completo sobre el sentido.

La entrada en el campo de presencia puede realizarse de dos maneras diferentes: según el «sobrevenir» [survenir], o bien según el «llegar a» [parvenir]. En esta dupla de modalidades aspectuales, el «sobrevenir» es el término marcado. Para darnos cuenta de la medida de su importancia, conviene suponer, siguiendo a Cassirer, la primacía de la afectividad, que recibe la denominación, discutible en francés, de fenómeno de expresión: «Pues toda realidad efectiva que captamos no es, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas, erigido ante nosotros, sino más bien la certeza de una eficiencia viviente, experimentada por nosotros»10. En razón de esa prevalencia del «sobrevenir», el sujeto es primero un sujeto del padecer, es decir, después de catálisis, un sujeto que no puede no padecer [dicho de otro modo, que no puede dejar de padecer].

Si la intensidad del afecto es fácil de notar puesto que tiene por plano de la expresión la exclamación, el plano del contenido es difícil de constatar y de desenmarañar: ¿cuál es la receta, es decir, el análisis de esa culminación, de ese éxtasis? En los Cuadernos, Valéry vuelve con frecuencia al análisis del afecto, y especialmente del afecto, sin duda cardinal, que constituye la sorpresa, y que él la vincula con la «velocidad de propagación»: «Sorpresa es el efecto de una velocidad de propagación». Esa velocidad depende de la intensidad y del estado (de espera)11. De una manera general, según Valéry, la rapidez comanda el aparecer, y por lo tanto, la catálisis de la sub-valencia de tempo es a sus ojos de derecho:

La velocidad máxima en el mundo real absoluto es la del reflejo (la de la luz es una pura noción, una escritura-). Pero el hombre no puede sentir nada más rápido que su propio cambio más rápido. Esa velocidad es la que hay que introducir en las ecuaciones psicológicas universales. Y tomarla como unidad.

Esa velocidad actúa en todos nuestros pensamientos, está implicada en todas nuestras ideas- y no puede ser de otra manera12.

Bajo esta premisa, el tempo dirige el modo de eficiencia:


rapidez lentitud
«sobrevenir» «llegar a»

La velocidad por sí sola no da cuenta de ese misterio epistémico: la vivencia de la intensidad. La interdependencia estructural de la elasticidad de la velocidad y de la elasticidad de la duración es la que permite comenzar a pensar. En otro fragmento de los Cuadernos titulado La noción de Brusco. El Choque, Valéry escribe:

Mecánicamente –el choque es una variación consumada de velocidad en un tiempo infinitamente breve– y por tanto durante un desplazamiento infinitamente pequeño. La fuerza resulta infinita –es decir, inversa al tiempo infinitamente pequeño. Las fuerzas distintas a las desarrolladas por el choque se convierten en desdeñables13.

El tempo, bajo las modalidades de la aceleración y de la ralentización, se convierte en una de las condiciones del aparecer. Con seguridad, unas líneas clarividentes no constituyen una teoría pero si leemos este fragmento literalmente, es decir, adhiriéndonos a él, sale a la luz la hipótesis según la cual el tratamiento de la significación concierne a lo que nosotros designaremos, por el momento, como una cantidad no numérica. En esta perspectiva que se deja entrever, algunas magnitudes tendrán, según el caso, el estatuto de productos en el caso de correlaciones conversas; de cocientes en el caso de correlaciones inversas; pero todavía no estamos ahí. Esta cantidad no numérica es a su vez una estructura, puesto que la formulación más abstracta del sentido que nos aventuramos a proponer quisiera que el sentido se presentase como el comercio oscuro de la medida y del número, y después de catálisis de nuestra opción categorial: de la medida intensiva y del número extensivo.

El reconocimiento de la preeminencia del tempo encierra aun dos méritos: (i) en el principio de la distancia posiblemente «infinita» entre el «sobrevenir» y el «llegar a», la diferencia de tempo discrimina las magnitudes que para el sujeto tienen valor de evento: tendrá valor de evento la magnitud que marque un sobrevenir validado por las morfologías y los procesos que ella controle. (ii) La diferencia de tempo regula, controla la compostura modal del sujeto, es decir, desde el punto de vista semiótico, su identidad: «Todo lo que vemos en la vigilia está, en alguna medida, previsto. Esa previsión hace posible la sorpresa. Si una intensidad suficiente, o una rareza suficiente, nos cogen desprevenidos, eso quiere decir que con menos [intensidad, rareza] estaríamos preparados»14. Por lo que se refiere a la terminología, diremos que la esfera del «sobrevenir» es la del evento; la del «llegar a», la esfera del ejercicio. El último capítulo de De la imperfección, de Greimas, titulado La espera de lo inesperado se inscribe en esta perspectiva.

Considerado como tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» en cuanto a la función; como tensión «entre lo que adviene espontáneamente, solamente actúa por su instantaneidad, y lo que soporta ser desarrollado»15, el modo de eficiencia tiene por base la elasticidad, la deformabilidad de las magnitudes, gráficamente:


Lo que distingue el punto de vista semiótico es la fidelidad a la semiosis, a la «función semiótica (Hjelmslev), la cual afirma la solidaridad de un plano del contenido y de un plano de la expresión. La afirmación de que la detonación del «sobrevenir» se halla en la base del evento se refiere al plano del contenido. ¿Pero qué pasa en el plano de la expresión? Una vez más, los Cuadernos de Valéry nos proporcionan elementos de reflexión: el evento activa el «sistema PR», es decir, «pregunta-respuesta» a partir del postulado: «Todo hecho mental no es más que pregunta y respuesta»16. Las dos magnitudes acopladas no tienen la misma importancia, pues otro fragmento subraya la facticidad de la pregunta: «Incluso cuando él pregunta, el espíritu es respuesta»17. El no-yo dirige una pregunta al yo, el cual responde con otra pregunta cuya respuesta, en el mejor de los casos, es diferida. La respuesta es, pues, el término marcado, y la gravitación existencial del evento radica justamente en la no-actualización de toda respuesta: «Estupor es supresión de respuestas. El ser queda reducido a la primera mitad de los tiempos –nada de respuestas– mientras que la regla es siempre respuesta (cualquiera que sea)»18. Pensamos que la fenomenología debería tomar en cuenta esta intrincación de la dimensión evenemencial del sobrevenir con el «sistema PR».

2.2 El modo de existencia

Articulado según [mira vs captación], el modo de existencia formula las consecuencias subjetales de la autoridad del modo de eficiencia. Para pensar la relación del sujeto al objeto, la semiótica ha admitido tácitamente la intencionalidad fenomenológica, tal como aparece principalmente en la obra de Merleau-Ponty, pero es difícil, como hemos indicado, conjugar la evenemencialidad con la intencionalidad fenomenológica. Lo que caracteriza a esta última es su indiferencia al tempo, a la virtud ontológica, «poética» del tempo, mientras que las conmutaciones afectivas y las conmutaciones perceptivas están en nuestra opinión, a su merced:


Desde el punto de vista actancial, en la esfera del «sobrevenir», la voz pasiva prevalece sobre la voz activa. Según Cassirer: «Este pensamiento [el pensamiento mítico] no es impulsado por la voluntad de comprender el objeto, en el sentido de abarcarlo con el pensamiento y de incorporarlo a un complejo de causas y de consecuencias: es simplemente poseído por él»19. En esas condiciones, la captación ajusta tres estratos significantes: la vivacidad del tempo, la pasivación del sujeto y la religiosidad en la medida en que lo religioso potencializa un evento prodigioso. El modelo de la «exclusa»20 (Deleuze) permite subordinar el ejercicio al evento. Lo religioso se relaciona ante todo con la vehemencia de la intensidad: «El único núcleo firme que nos queda para definir el «mana» es la impresión de extraordinario, de inhabitual y de insólito. Lo esencial aquí no es lo que encierra el término, sino esa determinación misma, ese carácter de insólito»21. Lo religioso no es tal vez más que eso. No porque importa es potencializado: importa porque es potencializado. Si la hipótesis de los modos semióticos es validada, debería conducir a relativizar el dominio de la sincronización sobre la proyección de la significación. La conexión del tempo y de la voz se presenta así:


2.3 El modo de junción

Articulado según [implicación vs concesión], el modo de junción formula las consecuencias objetales de la autoridad del modo de eficiencia. El modo de junción aborda la praxis discursiva como una modificación del contenido del campo de presencia, la cual se produce brusca, brutalmente, en el caso del evento, o bien en progresión, o sea, de manera insensible, en el caso del ejercicio. Eso puede ocurrir también por una operación de selección, por retiro de una magnitud que «un buen día» deja de cumplir la función prevista. Pero puede llegar asimismo por una operación de mezcla, por la razón inversa. En efecto, cualquiera que sea su orientación, esas operaciones les interesan a los sujetos en el más alto grado para que las demanden, para que las exijan, si tienen los medios, las razones y las justificaciones para ello. Aquí interviene la alternancia propia del modo de junción: si una justificación de buena fe, consensual, puede ser producida, diremos que el modo de junción seleccionado es la implicación; el hecho y el derecho están en concordancia, en resonancia el uno con el otro. En cambio, si el hecho y el derecho son discordantes; si el hecho prevalece sobre el derecho, manifestándose principalmente por las locuciones conjuntivas adversativas: «a pesar de que», o «aunque», o «sin embargo», diremos que el modo de junción operante es la concesión. Sea gráficamente:


Por lo que respecta a la semiosis, el modo de eficiencia concierne al plano del contenido; el modo de junción, al plano de la expresión.

Imprevisto, intempestivo, el evento subsume la concesión. En principio, el evento es un islote perdido en el océano de las implicaciones habituales, y afecta fundamentalmente a los procesos, mucho más que a los estados de cosas. Sin embargo, Valéry, espíritu profundamente sensible a la punzada de la concesión, considera a veces su generalización: «Todo lo que existe, si no existiera, sería altamente improbable»22. El autor de los Cuadernos enlaza con el thaumazein de los primeros pensadores griegos. A la extensión indefinida de esa modalidad juntiva, Valéry le da el nombre de «extraño»:

Un hombre no es más que un poste de observación perdido entre lo extraño. De golpe, se da cuenta de que está hundido en el sinsentido, en lo inconmensurable, en lo irracional; y todo le parece infinitamente extraño, arbitrario, inasimilable. Su mano delante de él le parece monstruosa. –Deberíamos decir: Lo Extraño– como se dice el Espacio, el Tiempo, etc.23

3. LOS VALORES

En el CLG, Saussure afirma la centralidad del valor, es decir, que debe constituir el punto de vista que ha de prevalecer: «[…] la lengua es un sistema de puros valores a los que nada determina fuera del estado momentáneo de sus términos»24. La característica del valor reside en su relatividad, en la constatación indiscutible de la reciprocidad de los valores: «Su contenido solamente está determinado por el concurso de lo que está a su alrededor. Por formar parte de un sistema, los términos están revestidos no solamente de una significación, sino también y sobre todo de un valor, y eso es algo completamente distinto»25. Diríamos que estamos en presencia de valores sistémicos. Pero esta acepción deja escapar el valor como finalidad, razón última de las miras que los sujetos asumen26. ¿Cuál es el vínculo entre esos valores intencionales y existenciales y la teoría? Tenemos que volver a las categorías constitutivas de la hipótesis tensiva.

En primer lugar, la hipótesis postula la tensividad como intersección, lo cual está de acuerdo a la propuesta –fuertemente razonable– de Hjelmslev: «Los “objetos” del realismo ingenuo se reducen a puntos de intersección de esas redes de relaciones»27. Las magnitudes semióticas son, pues, definidas por la conexidad. La hipótesis tensiva misma se declina como «intersección» de la intensidad y de la extensidad. La presencia de la intensidad está justificada por dos consideraciones distintas: (i) primero, por la omnipresencia del «sobrevenir», por la detonación del acento que el sujeto debe acusar, antes de disponerse a responder; (ii) por la elasticidad de las magnitudes cuya extensión es circunstancial, es decir, dependiente de la cifra del paradigma concernido:

En el interior de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente: sinónimos como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su contenido iría a parar a sus términos concurrentes28.

En este caso, el valor se convierte en el equivalente de un cociente mental. La presencia de la extensidad es solidaria de una de las dinámicas posibles del campo de presencia: este último acoge o rechaza las magnitudes recurriendo a operaciones de mezcla, o a operaciones de selección más o menos motivadas. Allí donde una lengua mezcla, otra lengua selecciona. No es ahora la elasticidad sino la densidad la que es pertinente. Los tres pilares, los tres presupuestos del fundamento semiótico de los valores son: la conexidad, la elasticidad medida de las magnitudes intensas y la densidad numerada de las magnitudes extensas; hemos propuesto la hipótesis de que la expresión última de la significación residía en el comercio de la medida intensa del estado de alma y del número extenso del estado de cosas. Sobre esta base podemos esbozar una tipología elemental de los valores semióticos, que tome en cuenta las valencias límites de cada una de las dos dimensiones.

Esa tipología opone por el momento los valores de absoluto a los valores de universo. Un valor que conjuga una intensidad extrema y una extensidad reducida a la unidad será reconocido como absoluto; si el divisor es «uno», el quantum de intensidad queda indiviso; su integridad permanece intacta. Como el «uno» es único, los valores de absoluto afirman o aseguran el destello, término supremo para las altas miras. Siendo así que la ambivalencia es de derecho, el guardián de los valores de absoluto, sensible a la intensidad y a la concentración, apelará a la concesión: los valores son destellantes porque están reservados a poseedores muy poco numerosos. Esta opinión es la misma que la de Tocqueville en De la democracia en América: «Cuando solo los ricos usaban relojes, estos eran casi todos excelentes. Ahora casi todos son mediocres, pero para todo el mundo»29. La presión semiótica tiene como escape la conjunción adversativa «pero», que en nombre de la generosidad redime la pérdida de calidad. El detractor de los valores de absoluto, sensible a la extensidad y a la difusión, recurrirá a la implicación: los valores de absoluto son fuertes porque son concentrados en manos poco numerosas, mientras que los valores de universo son débiles porque están generosamente distribuidos por principio entre todos.

Se pueden considerar los valores, según el gusto, como puntos de vista o como recetas que organizan las categorías reconocidas:


Tal como lo indica este cuadro, las alternancias categoriales inherentes a la elasticidad: [fuerte vs débil] y a la densidad [concentrado vs difundido] se convierten en los definientes de los valores semióticos. La trascendencia de las categorías es resuelta por la inmanencia de los valores puestos en la mira. Esta transitividad hay que incorporarla al expediente que nosotros hemos constituido, a saber el reconocimiento de la dimensión teórica de la hipótesis tensiva. La reciprocidad de las definiciones y de las categorías es un argumento a favor de la homogeneidad, es decir, de la pertenencia de las magnitudes directrices al espacio tensivo. No eludiremos, sin embargo, la pregunta: ¿los valores de absoluto y los valores de universo son inconciliables? Para la semiótica tensiva, esta pregunta no es dirimente en la medida en que toda aserción está a merced de una concesión repentina y aguda.

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9788740465037
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