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Un grupo llamado Black Sabbath

Después de unos cuantos conciertos, Tony propuso un día que deberían dejar de tocar blues y hacer canciones más oscuras y «malvadas». Lo recuerda Geezer: «Estábamos yendo a ensayar y, cruzando la carretera, había un cine en el que estaban proyectando una película de miedo. Tony dijo: "¿No os parece gracioso que la gente pague para ver una película que les asuste tanto? ¿Por qué no intentamos hacer eso con la música? Como un tipo de música malvada"».

Y así fueron aprovechando las citadas residencias, en las que muchas veces tenían que rellenar un repertorio diferente cada noche de 45 minutos. Ni la más prolífica banda novel podría contar con tantas canciones en tan poco tiempo, así que decidieron tomar esas actuaciones como «ensayos con público». Fueron surgiendo ideas de nuevas canciones cada vez más siniestras, pero seguían sin encontrar un nombre que les convenciera.

Decidieron reunirse un día para tratar este asunto. Ozzy, cumpliendo con el rol de payaso que asumió desde el principio, propuso «Jimmy Underpass And The Six Way Combo», aunque, afortunadamente, Geezer, que llegó tarde al encuentro y con cara de situación, dijo: «Lo tengo, tengo el nuevo nombre». Hizo una pausa dramática y disparó: «Black Sabbath». Se hizo el silencio y Jim Simpson, que también estaba allí, dice que los chicos tardaron dos segundos en gritar «¡sí!» a la propuesta del bajista. «El nombre sonaba misterioso, le daba a la gente algo en que pensar, y nos dio una dirección que seguir», confiesa Tony. Era como una declaración de principios. Mientras los Beatles cantaban optimistas «yeah, yeah, yeah», Ozzy gritaba «no, no, por favor, no».

Por supuesto, el contexto histórico y cultural hacía mucho. Era verano de 1969 cuando decidieron convertirse en Black Sabbath y, como ya repasamos en anteriores páginas, había un ambiente de crispación y agitación en todo el mundo, con la Guerra Fría por un lado y el movimiento hippie por otro.

Semánticamente, Black Sabbath, que se traduce en español como «Sabbat Negro», hace referencia al día sagrado de la semana para los judíos rabínicos y mesíanicos. Se celebra cada semana desde la tarde del viernes hasta la noche del sábado, y los judíos que lo practican deben seguir una serie de preceptos, como evitar cualquier tipo de trabajo. Esto va desde cocinar, lavar la ropa hasta incluso tocar un instrumento musical. Es el equivalente al domingo, el «Día del Señor» y del descanso en el cristianismo. De hecho, hasta la Revolución francesa (1789-1799), los países cristianos tenían por costumbre prohibir también el trabajo, salvo tareas urgentes, y en la actualidad suele ser considerado día no laborable en gran parte de la sociedad civil occidental.

¿Por qué usar un término religioso y ponerle el adjetivo «negro»? Aquí hay que remontarse a la inspiración que le sirvió a Geezer para proponer el nombre. El bajista cuenta que su hermano había visto a principios de los años sesenta la película de terror Black Sabbath, dirigida por Mario Bava, y que no dejaba de hablar de ella. Fue una cinta de bajo presupuesto que no funcionó demasiado bien cuando se estrenó en los cines entre 1963 y 1965, pero con los años se fue convirtiendo en una película de culto y es habitual verla en los listados de «mejores películas de terror de la historia». Sea como sea, Geezer afirma que siempre le había parecido un buen nombre para un grupo. Vale, ¿pero y lo del color negro de dónde viene? El título original de la película es I tre volti della paura, o Las tres caras del miedo en español, por lo que parece que aquí no hay ninguna referencia de la que tirar. Sin embargo, para el mercado inglés se tradujo como Black Sabbath como guiño a la película justo anterior de Bava, que se llamaba Black Sunday, y que fue su debut como director y un éxito de crítica y público. Una vez más, el título original era diferente, La maschera del demonio, La máscara del demonio en español, y aquí ya nos vamos aproximando al quid de la cuestión. Era una película gore muy explícita y fue censurada por ello durante un tiempo en Reino Unido, pero la clave está en esa mención al demonio en el título y a la brujería en su argumento, pues la protagonista es una bruja condenada a muerte que vuelve a la vida 200 años después para vengarse.

Siguiendo la pista del mismísimo Belcebú, encontramos el ritual sacrílego conocido como Misa negra, relacionado con el satanismo. Sus seguidores explican que consiste en invertir una misa católica convencional y burlarse de ella y de la crucifixión de Jesucristo, motivo por el que históricamente se han basado en ritos sexuales o de sangre, incluyendo a menudo sacrificios. Suele estar aceptado que la ceremonia concluye con la llegada del propio diablo, frecuentemente representado con forma humana y cabeza de chivo. Si seguimos buceando en el culto a Satán, nos toparemos con la Biblia Satánica de Anton LaVey, que es normal encontrarse con el apellido «negra» al final y también que sea el color de su portada. Tampoco podemos obviar la «magia negra», asociada a brujas, esoterismo y maldad. Por lo tanto, utilizar «Sabatt Negro» puede ser, como con todos los ejemplos que hemos comentado, una especie de símbolo para hacer todo lo contrario de lo que dice el Sabatt convencional. ¿No se pueden tocar instrumentos? Pues vamos a hacer un grupo de música y subir el volumen todo lo que podamos. Tiene una connotación de rebeldía, además de esoterismo y oscuridad.

Y este es el estandarte que irguieron Tony, Ozzy, Geezer y Bill a partir de entonces. Lejos de quedarse en una mera anécdota, el nombre sirvió para cimentar los pilares de toda la música de Black Sabbath.


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(1) Tony Iommi, T.J. Lammers, Iron Man: My Journey Through Heaven and Hell with Black Sabbath, Simon & Schuster Ltd, 2011

(2) Ozzy Osbourne, Chris Ayres, I Am Ozzy, Sphere, 2010

(3) https://youtu.be/AuV0GVVGlCw

(4) Hay varias versiones sobre esto: una, que el cartel lo puso antes de entrar en The Rare Breed y que fue así como conoció a Geezer; otra, la que establece que el cartel lo puso después de The Rare Breed. Opto por seguir esta última porque es la que parece tener más sentido según lo que cuentan sus protagonistas.

3. Los gloriosos y devastadores años setenta

La semilla de las primeras canciones de Black Sabbath surgió cuando la banda todavía se llamaba Earth. Los chicos tuvieron tiempo de practicar en esos conciertos de 45 minutos por noche, y en alguno de ellos fue cuando Tony se inspiró en la canción «Mars», del compositor británico Gustav Holst, para sacar un riff 5 que acabaría haciendo historia.

En términos musicales, la melodía de ese riff utiliza un recurso llamado tritono, un intervalo que utiliza tres tonos enteros. El resultado es disonante, raro para nuestros oídos, y se percibe como oscuro o siniestro, motivo por el cual se esquivaba desde la Edad Media en cualquier composición o interpretación. Ya a partir del siglo XVIII algunos teóricos etiquetaron el tritono como «Diabolus in musica» o el intervalo del diablo.

Al igual que le sucedía a los Beatles con algunas de sus más complejas canciones, Tony confiesa que no sabía lo que estaba haciendo en términos de teoría musical con ese riff, y menos que lo hubieran catalogado como algo demoníaco. Se dejó llevar y así fue como nació el muro sónico sobre el que acabó sustentándose la canción «Black Sabbath», la primera composición propia con el nuevo nombre de la formación.

Si la guitarra utilizaba una melodía ciertamente inquietante, la letra no se quedó atrás. La escribieron entre Ozzy y Bill, aunque parece que una extraña experiencia que vivió Geezer les inspiró para algunos versos. El bajista recuerda que en aquella época estaba obsesionado con el ocultismo y la magia negra, hasta tal punto que tenía cruces invertidas en su casa y usaba todo de color negro, incluyendo el edredón con el que se arropaba. Sin embargo, una noche se despertó de madrugada y cuenta que vio una sombra a los pies de su cama. Se llevó tal susto que a la mañana siguiente retiró todas las cruces invertidas y se acabó su interés por el ocultismo. De hecho, empezó a llevar un crucifijo convencional «por si acaso».

Esa vivencia, que Geezer compartió con sus compañeros, acabó de alguna manera trasladada en la letra de «Black Sabbath», en la que Ozzy empieza cantando «What is this that stands before me? / Figure in black which points at me» («¿Qué es eso que se encuentra ante mí? / Figura de negro que me señala»). Y aunque con el tiempo les acusaron de satánicos por la canción, en realidad su mensaje era más bien una advertencia contra la adoración al diablo. El verso «Oh, no, no, please, God, help me» («Oh, no, no, por favor, Dios, ayúdame»), que no parecía ironía por el contexto de las estrofas, podría haber sido suficiente para corroborarlo, pero eran otros tiempos y la gente sentía miedo con esta canción, más por lo tétrica que sonaba que por lo que decía la letra. De hecho, Ozzy recuerda que la primera vez que tocaron el tema en directo la gente alucinó, y remarca que «todas las chicas del público se fueron espantadas». Así, cumplieron con el objetivo que se propusieron: llevar a la música el susto y la tensión de las películas de miedo. Los chicos acordaron que ése era el camino que debían seguir a partir de ese momento con el resto de canciones.

Así, fueron componiendo otras como «N.I.B», que relata cómo sería una cita con el diablo, aunque su título es todo lo contrario a algo satánico. Al parecer, en aquella época se metían con Bill porque, según Ozzy, su cara y su afilada barba se parecían a la de la punta de un bolígrafo, que en inglés se dice «nib». «A Bill siempre le llamamos Nibby», recuerda Tony. «El título original de la canción era "Nib", pero acabamos poniéndole los puntos para hacer que fuera "N.I.B", aunque hay gente que pensaba que significaba "Nativity in Black" ("Natividad de negro"), que suena como la versión elegante, ¿verdad?», acaba bromeando el guitarrista. Y Geezer es más directo y reconoce que le pusieron los puntos para «sonar más misteriosos".

También escribieron «The Wizard», que trata sobre el encuentro del protagonista con un simpático brujo. «Nos metíamos mucha droga», confiesa sin tapujos Tony. «Una noche estábamos en un bar en medio de ningún sitio. Ozzy y Geezer vieron a alguien saltando fuera, haciendo el tonto. Para ellos era como un elfo o algo. Debieron ser las drogas, pero de ahí es de donde viene "The Wizard"», concluye. Geezer, autor de la letra, era muy fan de Tolkien en la época, por lo que es comprensible la influencia de obras como El Señor de los Anillos en este tema. No hay que pasar por alto que, aparte de su interés en el cine de terror, el coqueteo con metáforas satánicas o querer hacer música oscura, eran cuatro chavales de apenas veinte años que tenían muchas ganas de juerga.

Los grupos que empiezan suelen apoyarse en versiones de otros para rellenar repertorio y darse a conocer. Black Sabbath venía justo de una trayectoria de tocar solo versiones, por lo que acabaron sacando también covers como «Evil Woman» de Crow o «Warning» de Aynsley Dunbar Retaliation, que alargaron de los poco más de tres minutos y medio de la original hasta los más de diez minutos, varios de los cuales son acaparados por punteos y solos de guitarra de Tony.


El Señor de los Anillos, una influencia muy potente para Geezer a la hora de componer sus canciones.

Cuando ya tenían un buen repertorio listo, su representante, Jim, les sugirió que era momento de grabar.

Black Sabbath: la explosión que nadie se esperaba

Se metieron al estudio Regent Sound en Londres el día 16 de octubre de 1969, y en unas doce horas registraron los ocho cortes de lo que acabaría siendo su disco debut, que llamaron Black Sabbath para cerrar el círculo (era lo común entonces, y así lo hicieron también Led Zeppelin o Deep Purple con sus respectivos debuts). Estaban inmersos en una gira por Europa, por lo que el tiempo de grabación estaba marcado por los conciertos que tenían que dar, y al día siguiente tenían que actuar en Suiza. Grabaron todos a la vez, con Ozzy en una sala aparte para que no se colara el sonido de sus compañeros, y, como reconocen ellos mismos, casi del tirón, sin poder repetir muchas tomas ni regrabar prácticamente nada, algo poco habitual en la actualidad, donde los retoques o la grabación por partes están muy extendidas para conseguir resultados sin fallos y con todo medido al milímetro. Bill lo recuerda con cariño: «Es absolutamente increíble. Es ingenuo, y hay un absoluto sentido de unidad, no hay nada forzado. Éramos demasiado jóvenes para ser listos. Me encanta, ¡incluyendo los errores!».

Fue todo tan precipitado que los chicos ni siquiera estuvieron presentes mientras se mezclaba el disco, que es el proceso técnico que viene después a la grabación y que consiste básicamente en hacer que todo suene bien y uniforme, añadir efectos, seleccionar las mejores tomas, etc. Lo normal es que el grupo supervise esta fase para consensuar la dirección musical, pero confiaron todo en su representante Jim y en el productor que este eligió para ellos, Rodger Bain, que acabó trabajando con otros grupos como Judas Priest. También en la discográfica que se encargaría de publicar el álbum, Vertigo Records. El propio Bain recuerda que tuvo que discutir con ellos porque lo primero que hicieron fue subir el volumen a tope. «¡No podéis tocar tan alto en el estudio! ¡No vais a ser capaces de escuchar nada más, ni las baterías!», les decía. A lo que ellos respondieron: «No bajamos el volumen, tío, lo subimos».

A su regreso de Suiza, Jim les reunió para que escucharan y vieran por primera vez su disco. Para hacernos una idea, el gasto total en el álbum fueron unas 600 libras, que, ajustando la inflación al año 2020, equivaldrían a unos 1.500 euros, que es un presupuesto bastante humilde para grabar un trabajo de ocho canciones. Sin embargo, para estos cuatro chavales de Aston fue como un sueño hecho realidad. Cuando escucharon esa introducción hecha a base de lluvia, tormenta y campanas que se rompían de repente con ese tritono en «Black Sabbath», no se lo podían creer. Recordemos que ellos no habían participado para nada en el proceso de mezcla y, por tanto, fue la misma sorpresa para ellos que para cualquier otra persona que escuchara el disco por primera vez.


Black Sabbath, el disco debut con el que fueron acusados de satánicos y adoradores del diablo.

Su reacción no fue menos al ver la portada: una chica vestida de negro, con la piel muy pálida y merodeando cerca del molino de agua de la localidad inglesa de Mapledurham, que data del siglo XV y se encuentra a orillas del Támesis. Era una imagen tenebrosa, que parecía recrear una aparición fantasmal o una bruja dando un paseo.

Justo esa aura de misterio la aprovechó la propia discográfica como estrategia de promoción. Querían llamar la atención. Y vaya si lo hicieron. Sobre todo porque el libreto, la parte interior del disco, era... en forma de cruz invertida. En la parte vertical se podía leer un poema escrito por Roger Brown, asistente de Macmillan en la sesión de fotos, así como los créditos del álbum. A cada brazo de la cruz, las canciones que venían en cada cara del disco. Bill reconoce que no le gustó nada ese detalle: «Lo odié porque no representaba lo que éramos. Y nadie nos había preguntado sobre ello. Creo que querían ofrecer una cierta imagen. No sé qué pensaron, pero nos dieron una imagen contra la que tuvimos que luchar en la prensa durante quizás cuatro o cinco años». El baterista se refiere a las acusaciones de ser un grupo de satánicos, aunque Ozzy afirma en sus memorias que no recuerda que nadie estuviera molesto en aquel momento por esa cruz. En su defensa, el fotógrafo Macmillan, que también diseñó el libreto, dijo que su intención no era ofrecer una imagen anti-cristiana o satánica. «Después de todo, una cruz invertida también se asocia a la cruz de San Pedro».

Sea como fuere, lanzar un disco el 13 de febrero de 1970 tampoco fue casualidad. Si miramos con detalle el calendario, el disco debut de Black Sabbath, con la portada tenebrosa y una cruz invertida dentro, fue puesto a la venta en un viernes 13. El entonces presidente de Vertigo Records, Olav Wyper, reconoce que fue una decisión totalmente deliberada: «Supuestamente el viernes 13 era un día en el que no se hacían lanzamientos. No había que tomar riesgos. Te quedabas en casa. Es un día malo. Cosas terribles podían pasar», haciendo referencia a la superstición asociada a esta fecha en la sociedad occidental.


Cruz invertida en el interior del primer disco de Black Sabbath.

Parece claro, por tanto, que la discográfica quiso ofrecer una imagen muy concreta de Black Sabbath. Incluso le sumaron un toque gamberro y pretencioso promocionando el disco como «Louder than Led Zeppelin» («Más ruidoso que Led Zeppelin»), que era el grupo de rock de moda y que los propios Sabbath intentaron emular con su canción «Wicked World», que cerraba el álbum. Sin embargo, cuando salió al mercado empezaron a llegar las primeras críticas. Todas fueron muy negativas, aunque fue especialmente dura la de la prestigiosa revista Rolling Stone, firmada por Lester Bangs, que después de cebarse con malos adjetivos concluía diciendo: «es como Cream, pero peor»6. Eric Clapton era el guitarrista de Cream y también uno de los favoritos de Tony, pero que la revista que entonces todos consideraban referente hiciera tanta sangre fue doloroso para los chicos. Más graciosa fue la anécdota con el padre de Ozzy cuando le puso por primera vez el disco en el que cantaba su hijo: «John, ¿estás absolutamente seguro de que solo has estado bebiendo esa cervecita ocasional?», le dijo serio y con la cara pálida.

A pesar de esa negativa recepción de la prensa especializada, llegó la sorpresa: Black Sabbath entró en la lista de ventas de Reino Unido directamente al puesto número 28. Los conciertos y el boca a oreja entre el público lograron colocar a estos parias de Aston entre los más vendidos de su país, junto a titanes como los Beatles, los Rolling Stones o, paradójicamente, Cream. A finales de marzo de 1970 consiguieron escalar hasta el puesto número ocho, apenas dos posiciones por debajo del Abbey Road de The Beatles.

Por supuesto, este logro no pasó inadvertido en la industria y pronto vinieron buenas noticias desde el otro lado del charco. El vicepresidente y responsable de artistas y repertorio de Warner, Joe Smith, pidió que Black Sabbath entrara en su cartera de grupos para mover su música por Estados Unidos. Aparte de que su éxito en Reino Unido había llamado la atención, eran unos años en los que las discográficas intentaban reforzar su oferta musical con «melenudos» como The Grateful Dead o Van Morrison. Estaban de moda y querían aprovecharlo al máximo también con nuestros protagonistas. La estrategia de Jim para sacar a la venta el disco en Estados Unidos fue dividir en varios cortes las canciones más largas para hacerlas más «digeribles» para el público. Así, separaron la intro de bajo de «N.I.B» y la llamaron «Bassically»; el inicio acústico de «Behind The Wall of Sleep» acabó convirtiéndose en «Wasp»; y la cara B incluyó otra intro llamada «A Bit of Finger», que daba paso a «Sleeping Village», «The Warning» y «Wicked World». Jim también aprovechó para exigir que el álbum prescindiera de «Evil Woman», una versión de una canción muy trillada ya en aquel mercado, que además, según él, «no representaba el sonido de la banda» y que, para más inri, ellos mismos odiaban. Las cosas estaban yendo muy rápido y Black Sabbath acabó vendiendo más de un millón de discos entre Reino Unido y Estados Unidos a finales de 1970.

Sus conciertos ya no eran ante siete u ocho personas, y entonces fue cuando se cruzó en su camino una figura que marcó también la historia de la banda: Don Arden. Fue a verles a un concierto en el Marquee de Londres y entró al camerino tras la actuación. «Sois unas superestrellas y os voy a conseguir un millón de dólares». A los chicos eso les sonó de maravilla, más teniendo en cuenta que su entonces representante, Jim, estaba totalmente abrumado por la situación. Sus oficinas estaban en Birmingham, mientras todo el negocio se movía en Londres, sumado a que querían ir a tocar cuanto antes a Estados Unidos y él no lo conseguía y, lo más importante: su disco estaba vendiendo mucho y ellos no habían cobrado nada más allá del avance que les dieron al principio, unas cien libras para cada uno.


Don Arden, representante de músicos británicos conocido como el «Padrino inglés» por sus métodos poco ortodoxos.

Don, nacido como Harry Levy, era un conocido representante en la industria musical al que apodaban «Mr. Big», el «Padrino inglés» o el «Al Capone del rock». Sus métodos de negociación eran poco ortodoxos. Por ejemplo, el entonces baterista de The Who, Keith Moon, estaba montando un grupo aparte con Jeff Beck, Jimmy Page y John Paul Jones, guitarrista y bajista de Led Zeppelin, respectivamente, y necesitaban un vocalista. Se acercaron a Steve Marriott, cantante de Small Faces, cuyo representante era Don Arden. ¿Su respuesta? Una nota sencilla a la par que efectiva: «¿Qué te parecería tocar en un grupo con los dedos rotos?», firmaba Arden dirigiéndose a Keith. También cuentan que le apagó un cigarro en la frente al manager de Fleetwood Mac, Clifford Davis, cuando se enteró de que se interesó por The Move, otro de sus grupos representados. Por si fuera poco, solía presumir de «amigos fuertes y musculosos», que le acompañaban a cualquier negociación, y dicen que llevaba una navaja a todas las reuniones.

Tras el encuentro en el camerino con los chicos, Don les invitó a ir al día siguiente a su oficina de Londres a hablar de negocios. Aceptaron y a la mañana siguiente fueron a recogerles en un Rolls Royce, marca de coches de lujo no apta para todos los bolsillos, y, anonadados por el devenir de los acontecimientos, seguían dándole vueltas a lo del millón de dólares que el empresario les dijo la noche anterior. Es lógico teniendo en cuenta que unas semanas antes estaban tocando en cualquier sitio a cambio de unas salchichas y durmiendo en la vieja furgoneta de Tony, y ahora se les acababa de aproximar un magnate de la música ofreciéndoles ser millonarios.

Cuentan que la reunión fue surrealista, con un Don intentando convencerles como sea para unirse a su cartera de artistas, aunque ellos no lo veían nada claro, sobre todo porque ya les habían contado algunas de sus más famosas hazañas y, más que ilusión, sentían miedo de acabar en una ambulancia si se negaban a trabajar con él. Optaron por ser diplomáticos con un «encantados de conocerle, muchas gracias» y se marcharon diciendo que se lo iban a pensar. A la salida de la reunión se produjo otro encuentro que les marcaría a todos, en especial a Ozzy. Se trataba de la secretaria, Sharon, hija de Don, que les acompañó a la puerta y, tiempo después, jugaría un papel crucial para Black Sabbath.

Pero claro, Black Sabbath era un caramelito en la industria musical y, como es normal, no solo Arden quería trabajar con ellos. De hecho, pocos podían imaginarse que los que acabarían por llevarse el gato al agua fueran nada más y nada menos que dos pupilos del propio empresario: Wilf Pine y Patrick Meehan. Ambos llevaban un tiempo trabajando para Don y habían aprendido todo sobre el negocio gracias a él. Patrick empezó como su chófer, y Wilf, como su guardaespaldas, aunque fueron ascendiendo y se convirtieron en hombres de confianza y de poder dentro de la agencia de representación de Arden.

Cuando ambos se enteraron del caso de Black Sabbath y de que su entonces jefe quería representarles, empezaron a urdir su plan. Don tenía buen ojo para captar talentos y los números de ventas de Sabbath eran otro indicador claro del filón que suponía el grupo.

Primero movió ficha Patrick, que ya tenía cincuenta y pocos años y le dijo a Don que quería retirarse del negocio. Al «Padrino inglés» no le extrañó, pues a esa edad y en los años setenta era raro seguir en activo en una industria tan dinámica. Sin embargo, cuando a las pocas semanas Pine le anunció también su marcha, algo empezó a olerle mal, aunque tardaron un tiempo en dar su estocada.

Mientras tanto, Black Sabbath seguía en la cresta de la ola. El buen funcionamiento de su álbum en Estados Unidos había hecho que Warner lo apostara todo por ellos. Les cerraron un contrato con uno de los representantes más codiciados del momento, Frank Barsalona, que había descubierto a unos Led Zeppelin que estaban ya acostumbrados a reinar en las listas de ventas y a llenar en sus conciertos. Barsalona cerró una gira por Estados Unidos de 60 conciertos para Black Sabbath, aunque se canceló en el último momento porque las primeras fechas iban a coincidir con el mediático juicio contra Charles Manson, criminal y reconocido satánico que traumatizó a la opinión pública. ¿Y quiénes tenían la sombra del satanismo a sus espaldas? Efectivamente, nuestros chicos. Por eso mismo, Warner decidió evitar polémicas, a pesar de que la venta de entradas estaba yendo muy bien para un grupo que nunca había pisado suelo estadounidense. Seguro que ahora todos entendemos mejor por qué Bill Ward acabó renegando tanto de esa cruz invertida en el libreto del disco como de toda esa parafernalia misteriosa que Vertigo Records creó a su alrededor. Lo que con toda seguridad supuso un impulso inicial para su carrera, ahora les acababa de costar una enorme gira por el mercado musical más importante de la época.


Frank Barsalona, manager y descubridor de Led Zeppelin.

Viendo el enorme éxito de su debut, la discográfica que primero apostó por ellos, Vertigo Records, no tardó en pedirle a la banda un nuevo disco. En palabras del entonces director del sello: «Lanzar un disco por año está bien cuando eres un grupo asentado, pero aquí teníamos a un grupo que había salido de la nada casi de repente, y habían conseguido una enorme comunidad de seguidores en Reino Unido y en Alemania. Para consolidar esa posición, necesitábamos un disco nuevo mucho más rápido de lo normal».

Tony, Ozzy, Geezer y Bill ya tenían nuevas canciones escritas, por lo que no tardaron en ponerse manos a la obra con su segundo álbum.

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9788499176321
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