Читать книгу: «Un Rastro de Esperanza », страница 2

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—Comprendido. Entonces, ¿qué planeas hacer mientras reviso registros antiguos de adolescentes asesinadas?

—Voy a entrevistar a una posible testigo.

—¿Quién? —preguntó Ray.

—La prostituta amiga de Susan, Lupita—la que le dijo lo que escuchó de esos sujetos que hablaban de la Vista. Quizás ella recuerde algo más con un poco de ayuda.

—Okey, Keri, pero recuerda tomártelo con calma. Esa área de Venice es difícil y tú no estás del todo fuerte. Además, al menos por ahora, ni siquiera eres policía.

—Gracias por la preocupación, Ray. Pero creo que a estas alturas ya lo sabes. Tomármelo con calma no es mi estilo.

CAPÍTULO TRES

Cuando Keri paró delante de la dirección de Venice que Susan le había texteado, se obligó a olvidar el persistente dolor en su pecho y su rodilla. Estaba entrando a un territorio potencialmente peligroso. Y ya que no estaba oficialmente en el trabajo ahora mismo, tenía que estar mucho más alerta. Nadie aquí le daría el beneficio de la duda.

Era solo media mañana cuando cruzó la Avenida Pacific en este sórdido rincón de Venice, con la sola compañía de surfistas tatuados —indiferentes al frío y dirigiéndose al océano, que estaba apenas a una cuadra de distancia—, e indigentes acurrucados en los portales de negocios que todavía no habían abierto.

Llegó al venido a menos complejo de apartamentos, traspasó la puerta del frente, y subió por las escaleras los tres pisos hasta la habitación donde Lupita supuestamente la estaba esperando. Los negocios no comenzaban hasta después del almuerzo, así que este era un buen momento para pasar.

Keri llegó hasta la puerta y estaba a punto de tocar cuando escuchó un ruido en el interior. Probó y encontró la puerta sin la llave echada, así que la abrió con sigilo, y se asomó .

En la cama de una habitación sin adornos estaba una chica de cabello castaño que lucía como de quince. Encima de ella estaba un hombre en la treintena, magro y desnudo. Las mantas cubrían los detalles, pero la penetración era agresiva. Cada pocos segundos abofeteaba a la chica.

Keri refrenó las ganas de avanzar y arrancar al sujeto de donde estaba. Incluso sin placa, ese era su impulso natural. Pero no tenía idea de si este era un cliente y la actividad que estaba teniendo lugar era el procedimiento normal.

La triste experiencia le había enseñado que a veces venir al rescate era contraproducente a la larga. Si este era un cliente y Keri interrumpía, el sujeto podría molestarse e ir a quejarse con el proxeneta de Lupita, que a su vez la tomaría con ella. A menos que una chica estuviera dispuesta a dejar esa vida para siempre, como lo había hecho Susan Granger, intervenir, aunque era apegarse a la ley, a la larga podía empeorar las cosas para ella.

Keri, ya dentro de la habitación, avanzó un poco más y miró a Lupita a los ojos. La chica de aspecto delicado con oscuros cabellos ensortijados le dirigió una mirada familiar, una mezcla de súplica, temor, y cautela. Keri supo de inmediato lo que significaba. Necesitaba ayuda pero no demasiada.

Claramente este era un cliente, uno nuevo quizás, uno inesperado y de último minuto, porque se encontraba allí cuando Lupita había acordado reunirse con Keri. Pero se le había ordenado darle servicio de todas formas. Era probable que lo de las bofetadas fuese algo inesperado. Pero ella no estaba en posición de hacer alguna objeción si el proxeneta había concedido permiso.

Keri sabía cómo manejarlo. Avanzó con rapidez y sigilo, sacando una porra de goma del bolsillo interior de su chaqueta. Los ojos de Lupita se agrandaron y Keri pudo asegurar que el cliente se había dado cuenta. Ya comenzaba a girar su cabeza para mirar hacia atrás cuando la porra hizo contacto con su cráneo. Cayó hacia adelante, desplomándose sobre la chica, inconsciente.

Keri se llevó un dedo a los labios, indicando a Lupita que permaneciera callada. Dio un rodeo hasta colocarse a un costado de la cama para asegurarse de que el cliente había perdido por completo el conocimiento. Así era.

—¿Lupita? —preguntó.

La chica asintió.

—Soy la Detective Locke —dijo, obviando decir por ahora, que técnicamente no era una detective—. No te preocupes. Si somos rápidas, esto no tiene que representar un problema. Cuando tu proxeneta pregunte, esto es lo que sucedió: un tipo bajito con capucha entró, noqueó a tu cliente, y robó su billetera. Tú nunca viste su cara. Él te amenazó con matarte si hacías ruido. Cuando yo deje esta habitación, cuentas hasta veinte, y entonces comienzas a gritar pidiendo ayuda. No hay forma de que te culpen. ¿Entendido?

Lupita asintió de nuevo.

—Okey —dijo Keri mientras rebuscaba en los jeans del hombre y sacaba su billetera—. No creo que esté inconsciente por más de uno o dos minutos así que vayamos al grano. Susan dijo que escuchaste a unos sujetos hablar de la Vista de mañana por la noche. ¿Conoces a quienes estaban hablando? ¿Era uno de ellos tu proxeneta?

—No —musitó Lupita—. No reconocí las voces. Y cuando miré hacia el pasillo se habían ido.

—Está bien. Susan me dijo que ellos hablaron de mi hija. Lo que quiero es que te concentres en la ubicación. Sé que siempre realizan esto de la Vista en Hollywood Hills. ¿Pero fueron algo más específicos? ¿Mencionaron una calle? ¿Alguna referencia?

—No mencionaron una calle. Pero uno de ellos se estaba quejando de que iba a ser más problemático que el año pasado porque estaría amurallada. De hecho, él dijo ‘la propiedad tiene portón’. Así que asumo que era mucho más que una casa.

—Eso es de gran ayuda, Lupita. ¿Alguna otra cosa?

—Uno de ellos dijo que estaba en el confín porque no estarían lo suficientemente cerca como para ver el letrero de Hollywood. Me imagino que el año pasado, la casa estaba muy cerca de él. Pero en esta ocasión estará demasiado lejos, en un área distinta. ¿Ayuda eso?

—De hecho, sí. Eso significa que está probablemente más cerca de West Hollywood. Lo reduce bastante. Realmente es de ayuda. ¿Algo más?

El hombre que tenía encima gruñó suavemente y comenzó a menearse.

—No se me ocurre nada más —musitó Lupita, con una voz que apenas se oía.

—Está bien. Esto es más de lo que tenía antes. Has sido de gran ayuda. Y si alguna vez decides salirte de esta vida, puedes contactarme a través de Susan.

Lupita, a pesar de su situación, sonrió. Keri se quitó la gorra, sacó una capucha negra de su bolsillo, y se lo puso. Tenía unas pequeñas rajas para sus ojos y su boca.

—Ahora recuerda —dijo de manera intencionada con una voz grave a fin de disimular la propia—, espera veinte segundos o te mataré.

El hombre que estaba encima de Lupita estaba despertando del todo, así que Keri se giró y se apresuró a salir de la habitación. Corrió por el pasillo y ya iba a mitad de camino escaleras abajo cuando escuchó los gritos pidiendo socorro. Los ignoró y salió por la puerta del frente, donde se quitó la capucha, la metió en su bolsillo, y se puso la gorra.

Registró la billetera del sujeto, y, luego de tomar el efectivo —un total de veintitrés dólares— la lanzó hacia un rincón de la puerta. Con la mayor naturalidad posible, cruzó la calle para llegar a su auto. Al subirse, pudo escuchar gritos de hombres enfurecidos, quienes se dirigían a la habitación de Lupita.

Una vez hubo abandonado la zona, llamó a Ray para ver si había tenido suerte con su pista. Contestó al primer repique y ella pudo asegurar por el tono de su voz que no le había ido bien.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó.

—Es un punto muerto, Keri. He retrocedido hasta diez años atrás y no hallo ningún registro de una antigua estrella infantil que haya sido encontrada con un corte en la garganta. Encontré un registro de una antigua actriz infantil llamada Carly Rose, que cayó en una mala racha y desapareció siendo adolescente. Tendría ahora veinte años. Muy bien podría ser ella. O pudo haber muerto de sobredosis en un túnel del metro y nunca fue encontrada. Es difícil saberlo. Encontré también registros de otras chicas de entre once y catorce que responden a una descripción similar: corte de garganta. Los cuerpos fueron simplemente dejados en vertederos o en la esquina de una calle. Pero por lo general son chicas que estuvieron por un tiempo en las calles. Y ellas realmente están dispersas a lo largo del tiempo.

—Eso en realidad me parece lógico —dijo Keri—. Esta gente probablemente no tiene escrúpulos en cuanto a tirar en el basurero los cuerpos de chicas que trabajaron en las calles o no tenían familia. Pero ellos no querrían atraer la atención dejando abandonados los cuerpos de chicas de buena familia que hubiesen sido raptadas recientemente, o el de una chica que fuese bien conocida. Estas sí que echarían a andar verdaderas investigaciones. Apuesto a que esas chicas fueron quemadas, enterradas o echadas al océano. Son a las que nadie haría seguimiento las que simplemente tiran en cualquier lado.

Keri optó por ignorar el hecho de que había dicho todo eso de manera tan pragmática. Si se fijara en ello, le molestaría ver cómo se había acostumbrado a este tipo de atrocidades.

—Eso encaja —convino Ray, sonando igualmente natural—. Podría también explicar la laguna en los años. Si en un año usaron una callejera, luego usaron unas chicas de las afueras —que habían secuestrado—, para después volver a usar a otra prostituta adolescente; así sería difícil establecer un patrón. Quiero decir, si siempre una prostituta adolescente apareciera una vez al año con el cuello cortado, eso podría generar también interés.

—Buen punto —dijo Keri—. Así que entonces no hay nada que seguir.

—No. Lo siento. ¿Tuviste más suerte?

—Un poco —dijo—. Basándome en lo que Lupita me dijo, parece que la ubicación pudiera estar en West Hollywood, en una propiedad amurallada.

—Eso es prometedor —comentó Ray.

—Eso creo. Hay un millar de esas allá arriba, en las colinas.

—Podemos hacer que Edgerton cruce las informaciones para ver si los nombres de los propietarios coinciden con alguien que conozcamos. Habiendo compañías fantasmas, es probablemente una posibilidad remota. Pero uno nunca sabe qué puede conseguir este chico.

Era cierto. El Detective Kevin Edgerton era un genio cuando se trataba de tecnología. Si alguien podía establecer una conexión significativa, ese era él.

—Okey, haz que se ponga en ello —dijo Keri—. pero haz que lo haga fuera del radar. Y no le des demasiados detalles. Mientras menos personas sepan qué está pasando, menos probabilidad habrá de que alguien sin darse cuenta deje filtrar algo que alerte a la gente equivocada.

—Comprendido. ¿Qué vas a hacer?

Keri pensó por un momento y se dio cuenta que no tenía nuevas pistas que seguir. Eso significaba que tenía que hacer lo que siempre hacía cuando se topaba con una pared de ladrillos, comenzar de cero. Y se dio cuenta de que había una persona con la que definitivamente necesitaba un nuevo inicio.

—De hecho —dijo—, ¿puedes pedirle a Castillo que me llame? Pero tiene que hacerlo afuera, con su celular.

—Okey. ¿Qué estás pensando? —preguntó Ray.

—Estoy pensando que es tiempo de que vuelva a relacionarme con una vieja amiga.

CAPÍTULO CUATRO

Sentada en su auto, Keri aguardaba ansiosamente, echándole un vistazo a su reloj, en las afueras de las oficinas de Weekly L.A., el periódico alternativo donde le había pedido a la Oficial Jamie Castillo que se vieran. Era también donde su amiga, Margaret "Mags” Merrywether, trabajaba como columnista.

El tiempo comenzaba a acortarse. Eran ya las 12:30 del viernes, unas treinta y seis horas antes del momento en que su hija sería violada y asesinada para el placer de un grupo de hombres ricos y depravados.

Keri vio a Jamie bajar por la calle y alejó los negros pensamientos de su mente. Necesitaba estar concentrada para evitar la muerte de su hija, en lugar de obsesionarse con lo horripilante de lo que pudiera ocurrir.

Tal como se lo pidió, Jamie vestía un abrigo civil sobre su uniforme para no llamar la atención. Keri le hizo señas desde su asiento. Jamie sonrió y se dirigió hacia el auto, con sus oscuros cabellos agitados por el fuerte viento a pesar de llevarlos recogidos hacia atrás en una cola de caballo. Era unos centímetros más alta que Keri y más atlética también. Era una entusiasta del Parkour y Keri había visto de lo que era capaz bajo unas duras condiciones.

La Oficial Jamila Cassandra Castillo no era todavía detective. Pero Keri estaba segura de que una vez lo lograra, sería de los mejores. Además de sus condiciones físicas, era ruda, inteligente, implacable, y leal. Ya había arriesgado su propia seguridad e incluso su empleo por Keri. Si ella no fuera ya compañera de Ray, Keri sabía cuál hubiera sido su siguiente elección.

Jamie se subió al auto con cuidado, gimiendo sin querer, y Keri recordó por qué. Yendo tras el sospechoso que le había producido a Keri sus actuales lesiones, Jamie quedó en la proximidad de una bomba que explotó en el apartamento del sujeto. La misma había matado a un agente del FBI, había producido graves quemaduras a otro, y dejó a Ray con un pedazo de vidrio enterrado en su pierna derecha, algo que él no había mencionado desde entonces. Jamie había quedado con una conmoción cerebral y varios traumatismos de consideración.

—¿Acababas hoy de salir del hospital? —preguntó incrédula Keri.

—Sí —dijo con orgullo en su voz—. Me dejaron ir esta mañana. Fui a casa, cambié mi uniforme, y llegué al trabajo diez minutos tarde. El Teniente Hillman lo dejó pasar, sin embargo.

—¿Cómo están tus oídos? —preguntó Keri, refiriéndose a la pérdida de audición que Jamie había sufrido inmediatamente después de haber explotado la bomba.

—Ahora mismo puedo escucharte bien. Tengo algunas campanillas intermitentes. El doctor dice que deberían desaparecer en una o dos semanas. No hay daño permanente.

—No puedo creer que estés trabajando hoy —musitó Keri, moviendo su cabeza—. Y no puedo creer que te esté pidiendo que vayas más allá en tu primer día de vuelta.

—No hay problema —la tranquilizó Jamie—. Necesitaba salir un rato. Todos me tratan como una muñeca de porcelana. Pero tengo que regresar enseguida si no quiero que me cuelguen. Traje lo que pediste, sin embargo.

Sacó un archivo de su bolso y se lo entregó a Keri.

—Gracias.

—No hay problema. Y antes de que preguntes, empleé un nombre de usuario ‘general’ cuando busqué en la base de datos, así que no me podrán rastrear. Supongo que hay una razón por la cual no querías que usara mi propia identificación. Y presumo además que hay una razón por la que no me revelaste el por qué pediste este material.

—Supones bien —dijo Keri, aspirando a que Jamie lo dejara así.

—Y supongo que no me vas a decir qué está pasando ni me vas dejar que te ayude de alguna manera.

—Es por tu bien, Jamie. Mientras menos sepas, mejor. Y mientras menos sepa alguien que me ayudaste, será mejor para lo que estoy haciendo.

—Okey. Confío en ti. Pero si en algún punto del camino necesitas ayuda, tienes mi número.

—Lo tengo —dijo Keri, dándole a Castillo un apretón de manos.

Aguardó a que la oficial regresara a su auto y saliera de la calle antes de apearse. Apretando fuertemente contra su cuerpo el archivo que Castillo le había dado, Keri subió de prisa los escalones del edificio del Weekly L.A., donde Mags, y ojalá algunas respuestas, estarían esperándola.

*

Dos horas más tarde, tocaron a la puerta de la sala de conferencias donde Keri se había instalado para revisar unos documentos. El mesón en el centro de la habitación estaba cubierto con papeles.

—¿Quién es? —preguntó. La puerta se abrió un poco. Era Mags.

—Solo chequeaba —dijo—. Quería ver si necesitabas ayuda, querida.

—De hecho, necesito un receso. Entra.

Mags pasó adentro, cerró la puerta y pasó el pestillo, luego se aseguró de que las persianas estuvieran bien bajadas de manera que nadie pudiera mirar hacia adentro, y se acercó. Una vez más, Keri se maravilló de haberse hecho amiga de lo que esencialmente era una versión de carne y hueso de Jessica Rabbit.

Margaret Merrywether medía más de uno ochenta y dos, eso sin los tacones que acostumbraba llevar. Escultural, con la piel blanco leche, sus amplias curvas, el llameante cabello rojo que hacía juego con sus labios rojo rubí, y los brillantes ojos verdes, parecía como si hubiera salido de las páginas de una revista de alta costura para mujeres Amazon.

Y todo eso antes de que abriera la boca y dejara salir un acento que recordaba a Scarlett O’Hara, ligeramente afeado por una lengua cortante, que era más Rosalind Russell en His Girl Friday. Solo que ese moderado tono mordaz apuntaba al alter ego de Margaret (Mags para sus amigos). Resultaba que ella también respondía al seudónimo de "Mary Brady" —la columnista, de un periódico alternativo, que destapaba escándalos y había derribado a políticos locales, expuesto los malos manejos de algunas empresas, y denunciado a policías corruptos.

Mags era también una feliz divorciada, madre de dos hijos, con una fortuna aún mayor luego de dividir la comunidad con su ex-marido, de profesión banquero. Keri la había conocido mientras trabajaba en un caso y luego de la sospecha inicial de que toda su personalidad era una forma elaborada de arte escénico, una amistad había surgido. Keri, que no tenía muchos amigos fuera del trabajo, estaba feliz de ser la chica anodina al menos por una vez.

Mags tomó asiento junto a Keri y miró el collage de documentos policiales y recortes de periódico esparcidos por el mesón.

—Bueno, querida, me pediste que reuniera copias de cada uno de los artículos que el periódico ha publicado sobre Jackson Cave. Y veo que le pediste a alguien en el departamento que hiciera lo mismo con todo lo que tienen sobre él. Luego te encerraste aquí por dos horas. ¿Estás lista para decirme qué está pasando?

—Lo estoy —dijo Keri—. Solo dame un momento.

Se levantó, sacó un detector de dispositivos de escucha de su bolso, y procedió a barrer toda la sala de conferencias. Mags enarcó las cejas pero no pareció sorprendida.

—Sabes, querida —comenzó a decir—, difícilmente puedo decirte que te pasas de cautelosa. Porque yo procuro que hagan esto profesionalmente dos veces a la semana.

—Sí, claro —dijo Keri—. Gracias por la chanza. Esto me lo dio un amigo experto en tecno en quien confío.

—¿Alguien del departamento? —preguntó Mags.

—No, en realidad es un guardia de seguridad de un centro comercial. Es una larga historia, pero digamos que el hombre conoce oficio y me debía un favor, así que cuando le pedí que me recomendara un buen detector de dispositivos, me dio este como regalo.

—Eso suena como una larga historia que me gustaría escuchar cuando tengas algo más de tiempo —dijo Mags.

Keri asintió distraída mientras continuaba barriendo la habitación. Mags sonrió y esperó pacientemente. Cuando Keri terminó sin hallar nada, regresó a su asiento.

—Okey, esto es lo que está pasando —dijo, y largó su historia con Cave, buena parte de la cual era familiar para Mags.

De hecho, su amiga la había ayudado recientemente para sacar información de un asesino a sueldo conectado con Cave. Era un hombre conocido solamente como el Viudo Negro, una figura misteriosa que conducía un Lincoln Continental negro sin placas.

Meses atrás, Keri había visto en la grabación de una cámara de seguridad cómo había matado de la manera más natural al hombre que había estado reteniendo Evie, para luego meter a esta en la cajuela, y desaparecer en medio de la noche, todo, sospechaba Keri, por órdenes de Cave.

De alguna manera, Mags se las había arreglado para contactar de manera anónima al Viudo Negro. Resultó que él estaba más que dispuesto a suministrar una pista sobre el paradero de Evie por un precio exorbitante. Parecía que no era leal a nadie, lo que resultó bueno para Keri en esa ocasión, porque su información eventualmente la condujo a enterarse de la existencia del evento Vista.

Pero aunque algunos de los detalles, como lo de la conexión con el Viudo Negro, eran periódico de ayer para ella, Mags no dijo nada. No la interrumpió ni una vez, aunque sacó una libreta y tomó alguna que otra nota. Escuchó con atención, desde el inicio hasta la llamada de esa mañana de Susan Granger sobre que Evie era el Premio de Sangre en la Vista.

Cuando estuvo segura de que Keri había terminado, hizo una pregunta.

—Entiendo tu situación, Keri. Y estoy horrorizada. Pero sigo sin entender. ¿Por qué estás examinando cientos de papeles sobre el Sr. Cave?

—Porque ya no sé qué hacer, Mags. No tengo más pistas. No tengo más indicios. La única cosa de la que estoy segura es que Jackson Cave está de alguna forma involucrado en el caso de mi hija.

—¿Estás segura? —preguntó Mags.

—Sí —dijo Keri—. No creo que lo estuviera inicialmente. Probablemente no tenía idea de que una de las víctimas de sus secuestradores era mi hija. Después de todo, yo ni siquiera era detective en esa época. Era profesora universitaria. Su desaparición es la razón por la que me convertí en policía. Ni siquiera sé en qué momento realmente atraje su interés. Pero en algún momento debe haber llegado a la conclusión de que la niña que la detective estaba buscando fue secuestrada por alguien a quien se lo había encargado.

—¿Y tú crees que él buscó la ubicación de ella? —preguntó Mags— ¿Tú crees que él sabe dónde está ella ahora?

—Esas son dos preguntas muy diferentes. Estoy segura de que en algún momento él investigó su ubicación. Habría sido de interés para él conocer la situación de ella. Pero habría sido mucho antes de que yo comenzara a husmear. Una vez que sospechó que yo lo estaba investigando, no tengo duda de que se habrá asegurado de que no se le pudiera conectar con ella. Sabe que si yo creyera que él me puede llevar hasta Evie, le seguiría día y noche. Probablemente le preocupe que yo lo secuestre y lo torture para conseguir la ubicación.

—¿Lo harías? —preguntó Mags, más en tono de curiosidad que de acusación.

—Lo haría. Un millón de veces lo haría.

—Yo también —susurró Mags.

—Así que no creo que Jackson Cave sepa dónde está mi hija ni quien la tiene. Pero creo que conoce a individuos que a su vez conocen a individuos que saben dónde está ella. Creo que él podría averiguar su actual ubicación si se sintiera inclinado a hacerlo. Y creo que podría hacer que la llevaran a una ubicación específica si quisiera. Eso es lo que creo que está pasando. Creo que Evie es el Premio de Sangre porque él quiere que así sea. Y de alguna manera, sus deseos han sido canalizados hacia la gente que puede realizarlos.

—¿Entonces quieres seguir esa pista?

—No —dijo Keri—. El laberinto que hay entre él y ella es demasiado complicado como para que yo lo averigüe, ni siquiera disponiendo de tiempo ilimitado, lo que obviamente no tengo. Ese es un pozo sin fondo por el que no bajaré. Pero he comenzado a darme cuenta, que todo este tiempo he estado mirando a Jackson Cave como un oponente, la mente maestra que me separa de mi hija, la fuerza malévola que está para destruir a mi familia.

—¿No lo es? —preguntó Mags, sonando sorprendida y casi ofendida.

—Lo es. Pero así no es como él se ve a sí mismo. Y eso no es lo que él siempre fue. Me di cuenta que tengo que olvidar mis ideas preconcebidas, para saber quién es este sujeto y qué es lo hace ser como es.

—¿Por qué te interesa lo que lo hace ser como es?

—Porque no puedo derrotarlo si no comprendo cómo piensa, y cuáles son sus motivos. Y si no comprendo qué es, muy en el fondo, lo importante para él, nunca tendré una ventaja sobre él. Y eso es lo que realmente necesito, Mags: ventaja. Este sujeto no me va a dar ninguna información por las buenas. Pero si puedo determinar qué es lo que le importa, quizás pueda usar eso para recuperar a mi hija.

—¿Cómo?

—No tengo idea… todavía.

399
599 ₽
Возрастное ограничение:
16+
Дата выхода на Литрес:
10 октября 2019
Объем:
321 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9781640298484
Правообладатель:
Lukeman Literary Management Ltd
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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