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Jova desarrolló una relación personal cálida también con el presidente Echeverría. Años más tarde Jova recordó cuando tuvo “un problema familiar muy grave y [Echeverría] vino personalmente a la residencia para hablar conmigo y expresar sus condolencias y ofrecer ayuda. Esto fue algo muy inusual”.38 Sin embargo, era difícil lograr una comunicación fluida, pues su estilo personal ambiguo con frecuencia resultaba impenetrable, de lo cual Jova se lamentó más de una vez en sus cables al Departamento de Estado.39 Dado el control individual que el presidente ejerce sobre la política exterior de México –escribió el embajador Jova–, las líneas de acción son difíciles de entender y resulta complicado percibir qué es lo que las motiva.40 Aunado a ello, el estilo oratorio de Echeverría dificultaba la comprensión. El embajador Jova escribió incluso que su “estilo improvisado se acerca, a veces, a la incoherencia”.41

En cuanto al sentir popular, en la época que nos ocupa había un marcado rechazo a los Estados Unidos. En un reporte de 1973 se escribió al respecto que “hay una fuerte corriente de antiamericanismo en todo México [...] los estudiantes [de la Universidad de México] son, en general, hostiles hacia los Estados Unidos, sienten que tenemos el dominio económico sobre México y que somos fuertemente imperialistas”.42

Sirva para ilustrarlo que en los juegos panamericanos, que tuvieron lugar en México en octubre de 1975, hubo silbidos y burlas frecuentes a los participantes estadounidenses. Los periódicos de Estados Unidos mostraron fotos del atleta Larry Young con cara y ademán descortés, respondiendo al abucheo del que fue víctima cuando recibió la medalla de bronce por la competencia en caminata.43

Kissinger reconocía que había altibajos en la relación con México, pero afirmó que éstos casi nunca llegaban al punto de verdadera confrontación, porque tanto Echeverría como Rabasa “conocían los límites de la retórica y los imperativos de lo práctico”.

Sin embargo, en los foros internacionales la actitud era otra. El voto de México contra el sionismo no estuvo inspirado en una convicción intelectual, sino en “el deseo de demostrar que Washington distaba de tener en la bolsa al gobierno de Echeverría”.44 Al apoyar al bloque árabe y soviético, pensaron algunos observadores, la intención había sido agredir a Estados Unidos, pero sin afrontarlo directamente, porque México necesitaba su ayuda económica.45

Echeverría e Israel

Así como la cercanía ha determinado en gran parte las relaciones entre México y Estados Unidos, la lejanía ha definido las relaciones entre México e Israel.

Hasta antes del incidente que nos ocupa, México actuó con gran cautela en el Medio Oriente y, en términos generales, la relación entre México e Israel había sido fría y distante. En 1947, al analizar el conflicto entre árabes y judíos, la Secretaría de Relaciones Exteriores llegó a la siguiente conclusión:

México no puede sino perder al romper lanzas a favor de unos o de otros […] cualquier cosa que se diga o haga será examinada palabra por palabra, acto por acto, tanto por los judíos como por los árabes; no sólo en Palestina sino a través del mundo entero pues envuelve a toda la judería del mundo y a todo el mundo musulmán, y por lo tanto nos conviene pensar nuestras palabras en interés no sólo de nuestras futuras relaciones con el Islam, sino con el Oriente y el Occidente.46

Como lo puntualizó el delegado mexicano ante la onu en 1947: “Tenemos que seguir adelante navegando entre dos aguas, sin tomar partido, para no comprometer nuestra posición y crearnos dificultades serias”.47

Además, el Estado de Israel, desde que fue establecido en 1948, nunca constituyó una prioridad en la agenda de las relaciones internacionales de México. Graciela de Garay estudió el caso de los años que van de 1947 (año en que se votó la partición de Palestina cuando estaba bajo mandato británico en la onu) a 1967. Llegó a la conclusión de que los elementos característicos de la diplomacia mexicana hacia Israel fueron “pasividad, distanciamiento y desinterés”.48

Aun así, de Garay señaló dos atributos de Israel que hacían que este país tuviera cierta importancia para México: la relación especial de Israel con Estados Unidos, y el vínculo entre Israel y los judíos de la diáspora. Estos matices explican la complejidad y la multilateralidad de las relaciones entre México e Israel, y fueron precisamente los más relevantes para el caso que nos ocupa.

El 29 de noviembre de 1947 se votó en Naciones Unidas la resolución 181 (ii), que dispuso la partición de Palestina bajo mandato británico. México se abstuvo.

De hecho México fue el último país latinoamericano que reconoció a Israel. En 1952, a raíz de la firma de un tratado comercial, se establecieron las relaciones diplomáticas entre México e Israel, y sin embargo, éstas permanecieron distantes.49

En su trabajo, de Garay concluye que la actitud de México hacia Israel se distinguió en el transcurso del tiempo por su ambigüedad, la cual le llevó a ser lento tanto en la toma de decisiones como en la formalización de los acuerdos.

Los motivos detrás de la agenda mexicana son múltiples y variados: su conservadurismo, que la impulsó a intentar mantener el estatus quo; su abstencionismo, para evitar confrontaciones con los distintos grupos de presión; y la ambivalencia, pues se encontraba, por un lado, bajo la influencia de sus principios de abstención y, por el otro, sometido al peso del consenso internacional. Esta ambivalencia explica que México se abstuviera de votar en la resolución para la creación de Israel, empero que votara a favor para su ingreso a la onu.

Otra palabra clave en las relaciones de México con Israel fue la equidistancia. Siendo que México tenía en su seno comunidades árabes y judías, México intentó no tomar posturas que favorecieran a una o a otra. Este principio se vio reforzado porque los asuntos de Medio Oriente eran temas internacionales complejos que no tenían relación directa con los intereses nacionales.50

En el voto de México en la resolución sobre el sionismo en la onu, México abandonó casi todos los principios tradicionales que habían regido su relación con Israel. Se dejaron de lado el conservadurismo, el abstencionismo, la pasividad, la distancia y la preocupación por los intereses nacionales. Toda prudencia habría de desaparecer durante el sexenio de Echeverría. Sólo permanecieron la ambigüedad y la ambivalencia.

Aunque en un principio Echeverría mantuvo la equidistancia, luego dio un viraje que no pasó inadvertido. Un observador de la época se preguntaba: “¿Qué hay del cambio gradual en el voto mexicano?”, recordando que apenas un año antes, en la unesco, México decidió abstenerse en la votación contra Israel, y que, un año más tarde, votó en favor de la resolución de la onu contra el sionismo.51

Visitas, giras y candidaturas

La modificación de la estrategia mexicana hacia el Medio Oriente fue parte de un cambio de dirección general en la política exterior del sexenio. El régimen de Echeverría tuvo una gran actividad en el área de las relaciones exteriores, y posiblemente será recordado como su innovador más dinámico.52 Y aunque su proceder en este rubro tuvo “inconsistencia, ingenuidad y escaso realismo”, fue una variación muy significativa en materia internacional, pues sacó a México de su aislamiento habitual.53

De manera natural, esta intensificación de las relaciones mundiales incluyó un incremento en la participación de México en diversos temas de la política internacional. Como se lo diría Echeverría a los líderes judíos: “En años recientes, mientras más nos preocupamos por establecer una conexión con casi todos los países del mundo, más buscamos involucrarnos profundamente con los problemas internacionales, porque siempre nos afectan”.54 En su sexenio hubo un aumento exponencial en las relaciones diplomáticas y se iniciaron vínculos con 66 países.55 Entre ellos Kuwait, República de Zaire, República Árabe de Libia, República de Gambia, Bahréin, República Popular de Yemen, República Democrática Somalí y el Reino de Omán. También se firmaron acuerdos de asistencia mutua con países del bloque socialista, como Bulgaria, Cuba, Checoslovaquia, Hungría, Mongolia, Polonia, República Democrática Alemana, Rumania y la urss.56

Aunque en un principio Echeverría no tenía planeado viajar fuera del país por lo menos durante los primeros años de su gobierno,57 tan sólo en 1975 viajó a Guyana, Senegal, Argelia, Irán, India, Sri Lanka, Tanzania, Kuwait, Arabia Saudita, Egipto, Israel, Jordania, Trinidad y Tobago, Cuba y Guatemala. En total, durante su régimen se hicieron trece giras presidenciales a 37 países y, en reciprocidad, muchos representantes de otros países visitaron México.58

El embajador Jova, en mayo de 1975, dedicó un extenso cable confidencial al Departamento de Estado acerca de los dignatarios que constantemente llegaban a México. Con ironía lo tituló “Si hoy es martes, debe ser el Shah”. En él, recuenta cómo tan solo durante los primeros cinco meses del año, México había recibido a la reina Isabel ii; al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez; al antiguo canciller alemán Willy Brandt; al viceprimer ministro de China, Cheng Yung Hui; al presidente de Tanzania, Julius Nyerere; al Shah de Irán; al presidente Léopold Senghor de Senegal, así como a innumerables funcionarios de menor rango. Además, todavía se esperaba, en los meses siguientes, la visita del presidente rumano Nicolae Ceauşescu; de Olof Palme, primer ministro de Suecia; del primer ministro de Jamaica, Michael Manley, y todo ello antes de la Conferencia del Año de la Mujer que iniciaría en junio y traería consigo a su propia plétora de visitas internacionales.

Jova escribe que tanto los mexicanos como los diplomáticos extranjeros en México se habían acostumbrado e incluso hastiado de esas visitas que no parecían tener ton ni son. En algunos círculos se murmuraba acerca del alto costo de la espléndida hospitalidad mexicana. Entre los diplomáticos se decía que “el desconcierto parece estar cediendo al escepticismo”, pues se cuestionaban cuáles eran los beneficios prácticos que pudieran derivarse de esas invitaciones. Jova se preguntaba si el gobierno mexicano tenía un objetivo claro con esa búsqueda de trofeos, pues señalaba que no parecía haber distinción en su trato hacia los diferentes visitantes. En principio, las relaciones con la Gran Bretaña y con Irán deberían ser más importantes para México que las relaciones con Senegal, pero el tratamiento otorgado y los programas realizados no parecían indicar que este contexto fuera tomado en consideración por el gobierno.59

Como lo señaló Cosío Villegas: “Muchas de las ideas presentadas por Echeverría fueron hijas del momento, improvisadas y en manera alguna son fruto de un conocimiento serio o de una meditación reposada de los problemas a que se refieren”.60 De ahí que sus innovaciones en materia de relaciones exteriores no obedecieron a “un serio proceso de planeación política” o a un estudio formal preliminar. Echeverría no siguió un camino preconcebido, sino que respondió a las circunstancias internas y externas del momento.61

Como resultado de giras y visitas, surgía un cúmulo de papelería con acuerdos culturales, declaraciones, comunicados, etc. Tan solo en el tiempo que estuvo Emilio Rabasa como secretario de relaciones exteriores se firmaron 120 convenios bilaterales y multilaterales,62 aunque muchos de estos no tuvieron grandes consecuencias. Y cuando en las giras y visitas se proponían temas de mayor importancia, casi nunca salía beneficiado México. Por ejemplo, a pesar de la presión gubernamental que se ejerció durante las visitas de la reina Isabel, de Sir Christopher Soames y de Willy Brandt, con el fin de conseguir un respaldo a la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, tan significativa para Echeverría, ninguno de ellos resultó ser su partidario. Y al contrario, a raíz de la visita del Shah, Echeverría tuvo que ceder a la presión de Irán y emitir declaraciones respecto a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep) que hubiese preferido no hacer.63

Ciertamente, el proyecto más importante de la política exterior del régimen de Echeverría fue la iniciativa de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, que le ganó la animadversión de Estados Unidos pero le dio respetabilidad en el tercer mundo.64 Sin embargo, aun ahí los resultados fueron ambivalentes. La Carta fue aprobada el 12 de diciembre de 1974 por la Asamblea General de la onu después de muchas negociaciones; sin embargo, los países industrializados no votaron a favor, y esta falta de apoyo le restó toda fuerza, por lo que a pesar de haber sido adoptada, apenas si se hizo referencia a ella durante los años que siguieron. Lo mismo pasó con muchas otras iniciativas, tales como la Naviera del Caribe, el Banco Mundial de Alimentos y la Universidad del Tercer Mundo.65

Mario Ojeda señaló que los resultados económicos reales eran “menos halagüeños” de lo que se esperaba, y tampoco se logró una auténtica diversificación comercial. En efecto, pese a los grandes esfuerzos por reducir la dependencia económica de Estados Unidos mediante la ferviente actividad en política exterior, el déficit comercial y el endeudamiento externo siguieron creciendo, y el comercio exterior permaneció concentrado en el mercado estadounidense. “Las bases estructurales de sustentación de una acción dinámica e independiente” en lugar de haberse ampliado parecieron cerrarse, y la dependencia del exterior no disminuyó.66

No obstante, la política exterior del régimen sí obtuvo logros concretos, pues abrió espacios nuevos en el plano internacional, permitió a México adquirir un papel más notorio en la diplomacia y le consiguió cierto liderazgo en el tercer mundo.67 Además, las visitas tuvieron un efecto “iluminador e incluso educativo” en los visitantes, que regresaban a su país dejando a un lado el estereotipo tradicional del “mexicano adormilado descansando a la sombra de un cactus”.68

Sin embargo, para muchos fue evidente que la aspiración real era contar con algún apoyo para la ambición personal de Echeverría, casi formalmente anunciada: su deseo de conseguir una posición prestigiosa en un organismo internacional cuando terminara su presidencia.69

En efecto, fueron tantas las iniciativas y acciones de Echeverría en el campo internacional, que muy pocas podían justificarse con base en los intereses de México, y se volvió difícil distinguir hasta qué punto sus proyectos y sus actos tenían origen en una política de Estado, y hasta qué punto perseguían una “política de prestigio personal”.70 Este comportamiento alimentó los rumores, cada vez más extendidos, de que Echeverría buscaba el puesto de secretario general de la onu una vez terminado su sexenio, así como el Premio Nobel de la paz.

Estas sospechas se volvieron virtualmente oficiales cuando la prensa mexicana publicó a ocho columnas que Echeverría sería un candidato ideal como secretario de la onu, pues daría prioridad a la Carta de los Derechos y Obligaciones de los Estados, y además sería el primer titular de este organismo proveniente de Latinoamérica.71

Aunque Echeverría intentó desmentir las sospechas en su quinto informe de gobierno,72 en una entrevista que otorgó en octubre de 1975, cuando se le presionó de manera abierta e insistente para que hablara del tema, respondió que no tenía ninguna injerencia en el origen del rumor. Sin embargo, en una de las últimas preguntas, contestó con el preámbulo “si yo llegara a ser secretario general”.73

Sólo esa aspiración daba sentido a sus acciones que más parecían “provocaciones innecesarias” y actos “gratuitos”, ya que éstas no aportaban ningún beneficio al país.74 Entre ellas, su intento de mediar en el conflicto árabe-israelí cuando la urss y Estados Unidos competían por hacerlo, así como la apertura de una representación de la olp en México, asuntos que serán tratados más adelante en este capítulo.

Después de la Conferencia del Año de la Mujer celebrada en junio, Echeverría realizó durante julio y agosto de 1975 su octava gira internacional, y la de mayor duración de todas las realizadas por un primer mandatario mexicano.75 Visitó catorce países: República Cooperativa de Guyana, República de Senegal, República Argelina Democrática y Popular, Irán, República de la India, República de Sri Lanka, República Unida de Tanzania, Kuwait, Arabia Saudita, República Árabe de Egipto, Estado de Israel, Reino Hachemita de Jordania, Trinidad y Tobago y República de Cuba.76 Como ya se mencionó, uno de los motivos del voto mexicano en favor de la condena al sionismo en la Conferencia del Año de la Mujer fue justamente proteger esta gira de Echeverría por Medio Oriente.

El presidente fue acompañado por una comitiva de 180 personas, y el grupo contaba incluso con una tortillera para que hubiese tortillas recién hechas para ofrecer en las cenas.77 Este fragmento de la crónica escrita por Ricardo Garibay, resume el ritmo intenso de la gira y la impresionante capacidad de trabajo de Echeverría, así como la falta aparente de evaluación y planeación política seria que prevaleció en el viaje:

Durante aquel viaje de mes y medio, de Guyana a Cuba, pasando por Trinidad, Barbados, Jamaica, Inglaterra, Argel, Teherán, Isfahán, Persépolis, Shirás, La India, Sri Lanka, Tanzania, Kuwait, Arabia Saudita, Alejandría y El Cairo, Israel y Jordania, durante aquel peregrinar que amenazaba ser sin término, hubo un día en que subimos cinco veces al avión y recorrimos a pie y en coche y en autobús cinco ciudades; íbamos como locos de la noche al atardecer, del atardecer a la madrugada, de la madrugada a la siesta, de la siesta a la noche nuevamente, retrocediendo en el tiempo, atragantándonos de horas no vividas, tecleando, intemporales ya, en las salas de prensa, atiborrados de idiomas y razas y calles y paisajes casi inverosímiles. ¿Qué andamos haciendo? ¿Qué venimos a buscar a Sri Lanka, por Dios? ¿Usted está enterado de qué negocios tenemos con Tanzania o con Kuwait o con Jordania o en Dakar? Y lo sorprendente era que la pregunta te la hacía el Secretario Fulano, o el Subsecretario Perengano. Quienes se decían consejeros directos y ultra privados acababan haciéndose las mismas cruces. En Kuwait, a cincuenta y cinco grados de calor, asomados a los ventanales de doble vidriera del hotel más lujoso del mundo, oíamos durante todo el día y buena parte de la noche las sirenas que abrían paso al presidente y a su comitiva oficial. ¿Qué andarán haciendo? ¿De qué peligro inminente está salvando Echeverría a la patria, o qué monumental camino le está abriendo precisamente en estos momentos, y aquí, con los antípodas?78

El embajador de Estados Unidos en Jordania, Thomas Pickering, reportó al Departamento de Estado la visita mexicana, diciendo que ésta había llevado al límite la energía y el ingenio jordano durante tres días tremendamente intensivos, los cuales dejaron exhaustos a los anfitriones. Para los jordanos fue una carga atender a la enorme comitiva, aunque finalmente lo lograron. El embajador estadounidense escribió que en Jordania “todavía se preguntan cómo y por qué sucedió todo; pero como siempre, se comportaron con gracia y buen humor”.79

Antes de llegar a Jordania, Echeverría fue a Israel, donde realizó una visita “marcada por el espectáculo ceremonial y la atención máxima de los niveles más altos”.80

Originalmente, Israel no estaba incluido en la gira, a pesar de que se visitaría Jordania y Egipto, países vecinos. Fuentes comunitarias judías afirman que la inclusión de Israel se dio de último momento y sólo gracias a que se recurrió a judíos mexicanos con vínculos personales con el presidente.81 Para cuando Echeverría solicitó autorización al senado para realizar su gira, Israel ya figuraba en la lista.82

Es curioso que el embajador de Israel en México se haya enterado por medio de un noticiero televisivo de que el presidente de México visitaría Israel. En efecto, Hanan Aynor llamó a Jova para solicitar su consejo. Le relató que en la víspera había escuchado que Israel sería incluido en la gira presidencial. No se había solicitado la autorización israelí y, preocupado, Aynor quería saber si ese era un comportamiento usual de Echeverría.83

Jova reconoció que el estilo de Echeverría era “no protocolario”, pero, aun así, el incidente llama la atención. Parece indicar que para Echeverría los judíos de México e Israel eran una unidad. Como fue invitado a Israel por un miembro de la comunidad judía mexicana, quizá le pareció innecesario seguir la formalidad para organizar una visita de Estado.

Esta era la primera visita de un presidente mexicano a Israel, y se le dio una enorme importancia. Tanto el embajador de Israel en México como el Comité Central Israelita de México le pidieron a Sergio Nudelstejer, secretario del Comité Central y representante del American Jewish Committee en México (ajc), que acompañase a Echeverría en su viaje a Israel, con el propósito de “evitar problemas y lograr el mayor éxito posible”. Incluso el embajador de Israel llamó a Bertram H. Gold, vicepresidente ejecutivo del ajc, para asegurar su apoyo.84

Echeverría planeaba llegar a Israel el 7 de agosto, de manera que Nudelstejer se trasladó al Medio Oriente dos semanas antes, a fin de preparar el viaje. Ahí se vio con editores, periodistas, gente de la televisión, visitó personalmente todos los lugares a donde Echeverría iría y habló de cómo debía ser recibido. Organizó un acto público dedicado a México, así como la proyección de películas sobre el país; consiguió que se difundieran suplementos sobre México en dos periódicos en español (Aurora y Semana) y que se publicara una serie de cuatro artículos sobre el país en el Jerusalem Post, además de varios artículos en los periódicos en hebreo sobre México, Echeverría y la importancia de su visita. En la televisión colocó documentales de temas mexicanos que él mismo llevó a Israel, y en la radio consiguió que se entrevistara a personas que habían visitado México.

Desde el aeropuerto Ben Gurión y en toda la ruta a Jerusalén se colocó una decoración de banderitas de ambos países en cada poste de alumbrado, así como la foto del presidente mexicano con textos de bienvenida, y lo mismo se hizo para todos sus trayectos.85 Sin embargo, a pesar de todas las precauciones, en la víspera del arribo de Echeverría ya se temía que sería una gira muy problemática.

Antes de Israel, Echeverría estuvo en Senegal, donde hizo declaraciones en favor de los palestinos, declaró que Israel “debía devolver los territorios ocupados” y que hablaría sobre eso con los líderes israelíes durante su visita. En Egipto, el presidente mexicano se entrevistó con Yasser Arafat y dio su autorización para que la olp abriera una oficina de información en México.

Echeverría llegó a Israel el 7 de agosto, dos días después de su muy publicitada reunión con Arafat,86 a quien incluso comparó con Benito Juárez.87 Cabe mencionar que apenas en julio de ese mismo año, militantes de la olp, presidida por Arafat, habían detonado una bomba en la Plaza de Sion, en Jerusalén, que mató a quince personas e hirió a 77.88

En contrapeso, en Kuwait Echeverría declaró que México no apoyaría la expulsión de Israel de la onu, y exhortó a los países árabes a pensar cuidadosamente antes de hacerlo. De conformidad con su política de dobles mensajes, cuatro días antes de llegar a Israel, el presidente mandó ahí a “uno de los más altos funcionarios” de la Secretaría de Relaciones Exteriores para explicar a sus contrapartes que Echeverría venía “como amigo” para aprender acerca de la situación de Israel, y que sus declaraciones en Argelia, Kuwait, Arabia Saudita y Egipto debían ser tomadas con cierta reserva.89

Aun así, los israelíes estaban preocupados de que se generara una confrontación política durante su presencia en el país. El mismo día de su llegada a Israel se publicó la foto de Echeverría abrazando a Arafat en toda la prensa israelí, lo cual causó una gran impresión90 y fomentó una atmósfera de tensión que se prolongó a lo largo de la visita.91

Mientras Echeverría aún se encontraba en Israel, el Congreso Internacional de Educadores del Tercer Mundo aprobó unánimemente una propuesta de Honduras en la que se expresaba el apoyo para que Echeverría fuera el próximo secretario general de la onu. El subsecretario de relaciones exteriores, Rubén González Sosa, visiblemente complacido con esto, transmitió la noticia al presidente por vía telefónica.92

Es posible que este dato haya propiciado el suceso más notable de la visita: Echeverría mandó a Emilio Rabasa a El Cairo el 8 de agosto para que se entrevistara con el presidente egipcio Anwar Sadat y concertara una reunión entre Sadat y el primer ministro israelí Isaac Rabin.93 El 9 de agosto Rabasa se reunió con Sadat, en presencia del vicepresidente, Hosni Mubarak y de Roberto Rosenzweig, entonces embajador de México en El Cairo. Sadat rechazó la iniciativa mexicana.94

Más tarde escribiría Rabasa, que: “No faltaron quienes ironizaran la misión y otros que señalaran que había yo fracasado en mi encomienda”.95

Lo cierto es que el intento se percibió entonces como un fiasco del régimen.96 En efecto, el encargo del presidente había rayado en lo absurdo. Sadat le contó al embajador estadounidense en Egipto que había recibido a Rabasa para corresponder a las atenciones de Echeverría, quien había sido “lo suficientemente considerado” para enviar a su secretario hasta Egipto. Sin embargo, ambos coincidieron con cierta condescendencia en que los conocimientos de Echeverría sobre el tema eran “limitados”.97

A fin de promocionar su candidatura para ser secretario general de la onu, es posible que la intención de Echeverría al enviar a Rabasa a Egipto no haya sido únicamente lograr un acuerdo de paz, sino también proteger su imagen en el mundo árabe. Su mera presencia en Israel podía molestarlos. El embajador de México en Egipto aprovechó la llegada de Rabasa para declarar a los periódicos que el secretario había viajado a Egipto para asegurarse de que se supiera con claridad la postura de México en el Medio Oriente: las tropas israelíes tenían que retirarse de los territorios ocupados y se debían reconocer los derechos de los palestinos.98 Esa declaración no impidió que en un encuentro posterior con judíos estadounidenses Echeverría se ufanara de su intento por lograr “una reunión en un ambiente de franqueza y buena voluntad” entre Israel y Egipto.99

Mientras Echeverría estaba en Israel, Rabasa también viajó a Moscú junto con Benito Berlín, embajador de México en Israel. De manera extraoficial se dijo que el viaje tenía como objetivo contribuir a restablecer las relaciones diplomáticas entre la urss e Israel.100 Sin embargo, el encargado de negocios de la embajada mexicana en Israel le aseguró al embajador de Estados Unidos que el verdadero propósito había sido aprovechar el trayecto para informar al embajador Berlín del viaje de Rabasa a Egipto.101

Durante su estancia en Israel, Echeverría fue a Yad Vashem (el museo del Holocausto). Cuando Gideon Hausner, miembro del gabinete israelí, le expuso que “todo el mundo había abandonado a los judíos” en la Segunda Guerra Mundial, Echeverría lo corrigió. Afirmó: “México no solamente se opuso al fascismo nazi, sino que cordialmente abrió sus puertas a miles de judíos perseguidos. Ellos y sus descendientes continúan viviendo entre nosotros”.102 En una conversación similar, Echeverría ofreció visas de tránsito a judíos de Siria para que los dejasen emigrar.103

En la Universidad Hebrea de Jerusalén, en presencia del primer ministro Rabin, se inauguró la Biblioteca Rosario Castellanos, en memoria de la embajadora de México fallecida en Israel en 1974.104 El presidente visitó también un kibutz, donde ocurrió un incidente que revela la naturaleza impulsiva de Echeverría. Una joven llamada Ana se le acercó a decirle que ella soñaba con conocer México. Echeverría dio instrucciones para que Ana viajara con su comitiva de regreso a México, y ahí la instaló en casa de un amigo suyo judío mexicano, Mario Barouh, quien lo acompañaba en la gira. Ana vivió con la familia Barouh durante un año; Rosy, la hija del matrimonio Barouh, recuerda que su presencia eventualmente se volvió una pesadilla, pero que nadie se atrevía a negar algo al presidente.105

Ana no fue la única que Echeverría “importó” a México. Durante su visita le presentaron a tres inmigrantes judíos de la urss. Estos le explicaron la difícil situación de los judíos en la Unión Soviética. Echeverría ofreció traer a México a Hana Gurevich, que había salido de la urss hacía dos semanas y cuyo esposo permanecía en una cárcel soviética. Esta mujer se volvió residente mexicana, mientras Echeverría trataba, por distintos canales diplomáticos, de liberar a su marido.106

Debido a que el secretario Rabasa se vio obligado a viajar a Egipto, no estuvo presente en Israel durante la mayor parte de la visita de Echeverría. No obstante, en el tiempo que sí estuvo, Rabasa notó que en ningún momento se habló del voto mexicano respecto al sionismo en la Conferencia del Año de la Mujer, a pesar de que se le había advertido que sería uno de los temas por tratar.107 De hecho, el embajador Jova le había sugerido al embajador israelí en México que aprovecharan la visita para tratar ese punto.108

Es probable que las autoridades de Israel no quisieran incomodar al presidente, pues estaban muy satisfechas de haber sido incluidas en la gira de la región. Aunado a ello, las declaraciones erráticas del presidente mexicano antes de su llegada a Israel les habían hecho temer que podría haber una confrontación pública durante su visita. Y, como ésta se estaba desarrollando con tranquilidad, quizá no quisieron ventilar temas que pusieran en riesgo la placidez del encuentro. Esta inquietud también explica que no se hablara acerca de la votación que se aproximaba en la onu sobre el sionismo.

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9786078564422
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