Читать книгу: «Los grandes mitos de Occidente», страница 5

Шрифт:

Mito número 5


«Sin dominación imperial, los pueblos colonizados hubiesen permanecido en el caos»
Estrategias de conquista: corrupción y racismo

En 1833, cuando Charles Darwin tenía veinticuatro años, el Beagle entró en el embocadero del Río Negro en las costas argentinas. Darwin desembarcó para subir hacia el norte por tierra hasta llegar al Puerto de Bahía Blanca, el Beagle lo encontraría ahí llegando por las aguas. El Gobierno de Buenos Aires había montado un ejército, al mando del general Rosas, para exterminar a las tribus nómadas. A 100 km del río Negro, a orillas del Río Colorado, Darwin se encontró con el general Rosas y con su ejército. Rosas le narró a Darwin el combate anterior: alrededor de 110 aborígenes, mujeres, hombres e infantes, habían sido capturados y casi todos habían sido ejecutados. ¡Qué imagen tan oscura! ¡Cuán horrible masacre! Aquí todos están completamente convencidos de que esta es una guerra muy justa porque se hace en contra de la barbarie. ¡Quién podría creer que en nuestra época esas atrocidades pueden cometerse en un país cristiano y civilizado! Esto lo escribió Darwin en 183325. Mientras escribo esto me parece estar narrando lo que hoy mismo sucede en tierras amazónicas en donde los últimos sobrevivientes a tales masacres están siendo ferozmente perseguidos, expropiados de sus tierras y de sus derechos a vivir en paz del modo en que siempre han vivido. Sin el acoso y la persecución de las que están siendo víctimas podrían enseñar, a los portadores de la mitología de las conquistas, cómo vivir en armonía con la naturaleza. Pero los herederos del mercantilismo favorecen la destrucción de la selva para construir la enorme represa de Belomonte, subastan las tierras aborígenes para extraer petróleo con el fin de generar toda la energía necesaria para mantener encendidas cada una de las enormes pantallas que perturban grandemente y decoran inútil y feamente las grandes urbes de todas las ciudades del mundo... Los herederos del mercantilismo favorecen la destrucción de todas las áreas silvestres con el fin de aumentar el nivel del Producto Interior Bruto (PIB) que suponen traerá salud y prosperidad a sus naciones porque miden la prosperidad y la salud en relación directa a la opulencia de las metrópolis del Norte, ignorando todo el malestar que tal desarrollo ha generado en los pobladores y en los ecosistemas de esos mismos países.

El plan del general Rosas consistió en exterminar primero a todos los aborígenes que vivían en aislamiento. Habiendo arrinconado a los que quedaron, pensó atacarles durante el verano. Esta operación supuso durar tres años. Darwin imaginó que Rosas había elegido atacar en verano porque en esa estación no queda agua en las planicies reduciendo al máximo los espacios donde pudiesen refugiarse los aborígenes. Huir hacia el Río Negro, donde podrían esconderse en las vastas tierras que desconocen los conquistadores, era imposible por el contrato que habían firmado estos con los indios Tehuelches. Aquella guerra se llevó a cabo principalmente en contra de los aborígenes cercanos a las cordilleras, puesto que muchas tribus aborígenes en las costas este del continente, lucharon del lado del general Rosas. El general Rosas, escribe Darwin, siempre instala en primera fila a sus aliados indígenas, les vuelve carne de cañón con el fin de que las pérdidas sean siempre suyas, consciente de que, en el futuro, los aborígenes aliados podrán volverse sus enemigos. Rosas pagó caro cada nómada eliminado tratando de cruzar del lado Sur del río; si los tehuelches fracasaban, ellos mismos eran exterminados. Esta estrategia macabra es análoga a los métodos —desde siempre empleados— en contra, inclusive, de los mismos partidarios de los Gobiernos totalitarios, cuando sometidos, bajo el miedo tenaz a ser violentados, física o mentalmente, demuestran ser capaces de cualquier acto atroz. El estudio de Stanley Milgram explica el proceso de sumisión a la autoridad, latente en todo ser social, educado a la sumisión y a la obediencia, subyugado a la violencia mental o física, temeroso del rechazo colectivo, temeroso del ridículo.

Tres siglos antes, durante su expedición para conquistar el Imperio azteca, Cortés había usado la misma estrategia: atacó primero a los tlaxcaltecas, que eran enemigos de los aztecas; después de haberles atacado, se alió a ellos. Cortés escribió en una carta al rey de España, Carlos I, diciendo que, al observar los conflictos entre las tribus, había sentido un enorme placer. Los tlaxcaltecas le parecieron tan fieles a su contrato que supuso sería fácil someterles. Yo recordaba, escribió Cortés, esas palabras evangélicas que dicen que dos reinos divididos serán destruidos. Cortés negoció con unos y otros, tlaxcaltecas y aztecas, asegurándoles su amistad y agradeciendo en secreto sus enemistades.

—¿Qué tratado ha respetado el hombre blanco, que el hombre rojo, haya roto? —pregunta el Gran Jefe Sioux, Toro Sentado, en 1876—. ¿Qué tratado ha hecho el hombre blanco con nuestro pueblo y lo ha respetado? ¡Ninguno!26

Los europeos de los siglos XVIII y XIX pensaban que, mientras más se alejaban de Europa, más remontaban en el pasado. Seguros de que los pueblos «del pasado» eran salvajes, crueles, violentos, mucha gente en Europa afirmaba que, sin dominación imperial, los pueblos colonizados hubiesen permanecido en el caos. Apoyados en esas creencias, desde el siglo XVIII, los europeos ahondaron las rivalidades entre las tribus africanas Tutsi y Hutu en el África. Las rivalidades de esas tribus correspondían perfectamente a los deseos de los colonizadores y tomaron muchísima fuerza durante las luchas por la independencia del dominio belga, en Ruanda, consolidada en 1961. En Ruanda se hizo de la tribu tutsi la culpable de todos los males, y de los hutus, los héroes independentistas. Tomando en consideración todos los estudios realizados, Jean-Pierre Chrétien27, historiador francés especializado en el África de los Grandes Lagos, se extraña de que aún en nuestros días no se hable claramente de la enorme responsabilidad de tantas masacres, que tienen los Gobiernos europeos al haber vuelto más hondas las discrepancias entre etnias. Muy al contrario, se sigue hablando del África como de un continente de guerras tribales con el fin de justificar todo tipo de intervención. Presentar los problemas de una nación desde perspectivas étnicas permite disimular políticas de exterminio que muchos consideran necesarias para lograr modernidad y desarrollo. Las persecuciones se niegan bajo discursos pseudo-etnográficos, las intervenciones se siguen justificando con discursos del pasado que todavía funcionan, pese a toda la información producida por tantas investigaciones. Hay un eco muy grande entre todas las masacres.

_________

25 Ibidem 20.

26 Ibidem, 20.

27 Chrétien, 2013.

Mito número 6


«Globalización, un fenómeno reciente»
Mercantilismo, imperios y colonias

Según la teoría mercantilista para que un Estado prospere debe poder cobrar impuestos; para poder cobrar impuestos y prosperar, un Estado debe estar en la capacidad de enriquecer a sus pobladores. La teoría mercantilista sostiene además que el comercio refuerza las riquezas nacionales, por lo que, enriquecer a los mercaderes supuso, y supone todavía, el enriquecimiento nacional. Aunque sean estas «solamente» teorías, son pensadas, enseñadas y empleadas como certezas.

Se cree que la materia transformada en objetos varios se convierte en riqueza material porque se supone que los objetos son capaces de generar bienestar. ¿Por qué muchas cosas siguen siendo valoradas como «riquezas» si no generan bienestar alguno? Ya veremos esto más adelante, sigamos con el mito que corresponde ahora. A los mercaderes de las épocas coloniales se les recomendaba fundar compañías para que vayan a ocupar y a explotar territorios, estos repatriaban todo lo que podían a las tierras imperiales para ahí, distribuir y vender la materia de los lugares colonizados. Las materias importadas eran transformadas para darles valor comercial y de tal manera poder venderlas a mayores precios en las ciudades de los imperios. Así fue cómo se explotaron tierras y grupos humanos desde épocas coloniales.

La expansión de tipo colonial comenzó en el siglo XVI con la conquista de las Américas, la marcha de los portugueses por el océano Índico hasta la Indonesia actual, etc. Al ser los territorios dominados transformados en dependencias del Gobierno conquistador, la conquista y la posesión de un gran número de tierras, garantizaba muchos beneficios a los conquistadores. Los mercaderes de Occidente, organizados en compañías: portuguesas, holandesas, inglesas, francesas y británicas, recibían derechos y regalías de parte de los Gobiernos reales, esos derechos tomaban forma en los poderes para administrar, en el cobro de impuestos, etc.

La globalización en la época colonial

La globalización, vista como el incremento de la dinámica de los intercambios, ha ido sucediendo desde hace siglos. La globalización está ligada a los antiguos imperios coloniales y a sus conquistas ya que, en su afán expansivo y de dominación, se fueron acrecentando los intercambios comerciales, los cuales conllevaron aumento también, en los intercambios entre culturas.

La esclavitud colonial comenzó en el siglo XV cuando varios países europeos buscaron gente del África negra para llevarles como esclavos al continente americano. Si la globalización supone ser la organización mundial del mercado, el comercio internacional de esclavos fue ya una forma de globalización. El racismo procuró la mano de obra de gente del África que fue a trabajar en el nuevo continente en favor de la economía de Europa. El modelo global ya funcionaba entonces, eso que hoy en día resulta cotidiano, el café, el té, el chocolate, la repostería, el algodón, la porcelana, entre otras tantas cosas, entran en la vida de los europeos en aquel entonces. La industria de las armas fue también internacional porque los comerciantes de esclavos traficaban armas. La circulación de bienes y el mercado, organizado e industrial, creció exponencialmente por las demandas del consumidor de las antiguas ciudades europeas. Los imperios coloniales son la base de lo que se vive ahora porque, desde el poder, impusieron su visión de las cosas, pero principalmente, impusieron su visión sobre las relaciones de intercambio.

A finales del siglo XVIII, principios del XIX, comenzaron las grandes campañas antiesclavistas promulgando la idea de que es mejor «civilizar» —a los pueblos conquistados— que el tráfico de esclavos. La colonización del África, después de haber estado ligada al fenómeno de expansión, se hizo en nombre de la supresión de la esclavitud. Los poderosos de Europa se sentían superiores, más humanos, con un discurso de buenas intenciones dijeron estar en el deber de llevar el bienestar, «su bienestar» a los pueblos colonizados. Hacemos el bien a los otros y ellos nos pagan con sus riquezas, parece haber sido la consigna; las ideas de Descartes dan razón de la ideología de aquellas épocas, pues este filósofo pensaba que el hombre europeo era superior y que, por lo tanto, estaba obligado a convertirse en el amo del mundo, poseer la naturaleza y controlarla. La superioridad del hombre europeo era el resultado de, los llamados, progresos de la ciencia, la posesión de medios técnicos, las fuerzas militares, etc. Mas, se justificó, sobre todo, en la idea de que Europa se sentía en posesión del verdadero mensaje divino. Estas ideas motivaron todas las conquistas que conllevaron enormes injusticias humanas y, por supuesto, ecológicas.

Mito número 7


«Los discursos de liberación y de justicia son motores de grandes cambios»
De imperios coloniales a mercados internacionales

La entrada en la era industrial a finales del siglo XVIII hizo decaer las ventas de lo que se llevaba, desde las colonias, hacia el interior de los imperios. Entonces fue necesario hacer, de las colonias, mercados abiertos para la venta de todo lo que producían las industrias europeas. La mano de obra masiva, fuerte y barata, que provenía de los esclavos, se volvió innecesaria; el mundo obrero comenzó a tomar forma porque fue necesario que la gente laboriosa, además de producir, estuviera en la capacidad de comprar lo que se fabrica en grandes cantidades.

En el siglo XIX los británicos se olvidaron de las Antillas para concentrarse en la India porque, en esa época, era el lugar en donde más algodón se producía. Los británicos inundaron el mercado de la India con sus productos, fabricados con el algodón que los nativos de la India, ahí mismo producían. El modelo industrial supone conseguir ganancias, es decir, ser rentable con el número de ventas. Es por esta razón que se produce a gran escala, usando maquinaria, ciertamente, pero, además, externalizando los costos. Los costos de producción se externalizan gracias a la explotación de seres humanos, de animales y a la contaminación del medio ambiente que perjudica directamente a la salud y vida de los mismos seres humanos.

Los imperios son nacionales y compiten entre ellos. Cada uno quiere poseer tierras coloniales para asegurarse fuentes de materias primas primero y mercados de venta después. Las naciones francesa, británica, holandesa, japonesa, rusa —que es capitalista hasta antes de 1917— en las guerras mundiales se debatieron el dominio del mundo. Las dos guerras mundiales debilitaron a los imperios coloniales, fragilizando en consecuencia la idea de estado-nación. La idea de Estados-Nación comenzó a tomar fuerza, desde entonces, al interior de los territorios colonizados con la idea de que es mejor tener un Gobierno propio, aunque fuese malo, que un Gobierno extranjero.

La rentabilidad, gran motor de transformaciones

Aquello que transformó la esclavitud en colonización y luego cambió la colonización en independencia, fue la finanza. Cuando es más rentable liberar a los esclavos para convertirles en clientes, desaparece la esclavitud, y cuando resulta caro mantener los territorios colonizados se da paso a las independencias. Mejorar la calidad de vida de las colonias, que los mismos invasores habían destrozado, era muy costoso; independizar las colonias resultaba ser mejor negocio. Mejorar la calidad de vida de las colonias resultaba caro por eso, los imperios exigieron a las colonias pagarse ellas mismas su «desarrollo», sus préstamos, sus ejércitos... cobrando ellas mismas sus propios impuestos. Es en tales circunstancias que fueron sucediendo las luchas independentistas. Sin menospreciar el rol de las figuras que lucharon por esos cambios, tanto al interior de las colonias como al interior de los mismos imperios, es evidente que no son las buenas intenciones, los discursos de liberación y de justicia, los factores que logran concretizar los grandes cambios, las finanzas son, lamentablemente, más influyentes. ¿Qué se puede hacer para lograr cambios reales, transformaciones profundas?

Mito número 8


«El ejemplar modelo de producción industrial»
Sobre una fruta se construyó un imperio

En el mercado de los Estados Unidos a finales del siglo XIX, la banana fue un producto exótico reservado a las élites por su alto costo. Minor Cooper Keith, catalogado en el imaginario norteamericano como visionario y duro hombre de negocios hizo de la banana un producto de consumo popular. Minor Cooper Keith «democratizó» el consumo de la banana a un altísimo costo ecológico, humano, social. Luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, Cooper Keith llegó a Centroamérica para construir vías férreas prometiendo, a las recientemente independizadas naciones de América Central, «desarrollo» basado en monocultura y exportación; Cooper Keith negoció precios y usufructos a su conveniencia, fue fácil confiscar las tierras de todos los pequeños campesinos y de todos los aborígenes porque ninguno tenía títulos de propiedad. La empresa de Cooper Keith utilizó las vías férreas de manera gratuita, pero además impuso la «optimización» de impuestos, en las escuelas de negocios se utiliza la palabra «optimización» para hablar de la exoneración de impuestos.

Al cabo de treinta años, la United Fruit Company nacida en 1899, se convirtió en potencia regional, su ley se impuso en inmensas plantaciones que desde Centroamérica bajaron hasta Colombia. La UFC instaló en sus plantaciones gente miserable traída desde Jamaica para que, sin relaciones locales, no logre agruparse en sindicatos, no reclame sus derechos y se someta sin más a las condiciones esclavistas del trabajo tóxico de las bananeras. Para que la multinacional no vaya a instalarse a otros países, los Gobiernos locales también se sometieron a todo como se han seguido sometiendo hasta nuestros días. Los sueños de progreso y de desarrollo de los gobernantes locales, sumados a la enorme pobreza dejada por siglos de colonialismo permitieron y aún permiten todos los atropellos.

En 1933, cuatro años después de la muerte de Cooper Keith, Samuel Zemurray nacido en Moldavie, tomó el timón de la multinacional, fue llamado el «tsar de la banana». En 1954 con el apoyo del Gobierno de Eisenhower, sacó del poder de Guatemala al socialdemócrata Jacobo Árbenz Guzmán quien había nacionalizado millares de hectáreas de la UFC a través de una reforma agraria. Así fue cómo se desató en la zona una guerra civil que, hasta 1996, habría llevado a la muerte a más de cien mil personas.

Entre 1899 y 1989, la United Fruit Company plantó bananas en América Central dictando sus leyes. La historia del comercio de la banana es la historia modelo de la producción industrial28. Las multinacionales necesitan apropiarse de grandes espacios de tierras fértiles para poder producir en cantidades enormes. La UFC provocó en Panamá, en Costa Rica y en tantos otros lugares de Latinoamérica, la expulsión de aborígenes y de campesinos para apropiarse de sus tierras, instalar sus industrias y producir a granel bajo sus propias reglas sin respeto ni regulación alguna. Los precios de las bananas campesinas se volvieron muy costosos frente a los precios de las bananas producidas industrialmente por la UFC, este desajuste de precios llevó a la ruina a los pequeños productores de banana campesina obligándoles a entregar sus tierras a la gran bananera internacional, de esta manera, la UFC se apropió de las tierras más fértiles de Centroamérica. Uno de los actos que caracterizan el modelo económico que impera hasta nuestros días, es la expropiación de tierras; los campesinos británicos también fueron expropiados de las tierras que cultivaban, de las que vivían y en donde ellos mismos vivían. Las reformas agrarias comenzaron en Gran Bretaña en el siglo XVI y se consolidaron en el siglo XVIII, las tierras campesinas fueron cercadas obligando a los campesinos expropiados y expulsados a trabajar para las fábricas que acababan de nacer. Hoy en día, no ha cambiado nada. Las multinacionales, apoyadas en los Gobiernos, siguen el mismo camino produciendo de manera industrial un solo tipo de cultivo. La monocultura empobrece los suelos y los fertilizantes y pesticidas con químicos sintéticos, aniquilan los suelos, envenenando a todos los que ahí trabajan, envenenando a su vez a todos los que siguen comiendo los productos que ahí se cultivan.

_________

28 El documental de la historiadora francesa, Mathilde Damoisel, «La Loi de la banane», muestra los orígenes de la United Fruit Company, una de las primeras empresas multinacionales.

1 052,39 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
452 стр. 5 иллюстраций
ISBN:
9788418649806
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают