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Mito número 12


«La meritocracia republicana es severa, pero justa»

El pensamiento crítico y la apertura de la mente, del espíritu, se construyen desde el principio de la vida humana. La educación al interior de las familias es la que da la primera forma a la «esencia» del individuo43. La educación de las niñas y de los niños está a cargo de todo el grupo al interior de muchas sociedades tribales o comunidades pequeñas. Los niños y las niñas de las sociedades actuales, concentradas sobre todo en las capitales y grandes ciudades del mundo son, por el contrario, educados primero y principalmente por los televisores. Estos aparatos que no permiten el intercambio directo, ni la interacción viva, han ido formando generaciones de seres apáticos y conformes.

El rol «educativo» del televisor continúa a lo largo de toda la vida de los seres que, en él, han depositado su confianza, tal como alguna vez en su infancia, sus madres y padres lo hicieron, puesto que también les dejaron solos frente a esas pantallas. Las instituciones educativas tradicionales mantienen el mismo tipo de educación vertical porque no existe interacción equilibrada; nada se comparte, no hay apertura ni reciprocidad, sino solamente sometimiento y obediencia. Estas afirmaciones no se limitan a los sistemas de educación de los países llamados en desarrollo; el modelo de educación vertical fue institucionalizado en Europa en pleno siglo XVIII con el fin de preparar a los estudiantes al trabajo rutinario de las industrias.

El sistema francés busca formar a sus élites desde la primaria. La meritocracia republicana francesa que se supone «severa pero justa» es totalmente elitista porque clasifica a su población en jerarquías sociales tal como ocurría en el siglo XIX y hasta principios del XX cuando el certificado de estudios primarios permitía entrar en la vida profesional. Calificar a los estudiantes permitió entonces, y todavía permite, situar a las personas al interior de la escala social44. Un buen número de estudiosos franceses saben que la gran mayoría de sus compatriotas son totalmente adeptos a ser evaluados; su necesidad constante de aprobación, sin embargo, no les ayuda a obtener los puntajes más altos en las calificaciones, puesto que, a nivel europeo, Finlandia obtiene el primer lugar; en Finlandia, los escolares comienzan a ser calificados solamente a partir de la secundaria. Los trabajos de muchos expertos en estos temas demuestran que, para aprender, las calificaciones son innecesarias y que son inclusive nefastas porque provocan temor y el miedo bloquea la capacidad de aprendizaje en la gran mayoría de la gente.

Estudios elaborados a nivel internacional muestran que, en general, frente a una pregunta, los estudiantes franceses no osan responder, incluso si conocen la respuesta, debido al gran temor que tienen a equivocarse45. Todos los estudios hechos en Francia desde hace más de cincuenta años han demostrado que no existe objetividad a la hora de calificar porque un mismo examen ha recibido calificaciones totalmente distintas, después de haber sido corregido por cincuenta personas distintas, entre maestros y maestras. Las calificaciones dependen, además, del estatus de los estudiantes, estatus que no es solamente social, sino que es, principalmente escolar, es decir que depende de la imagen que tienen los maestros y las maestras de los alumnos, si les consideran buenos, malos, regulares, superdotados, etc. Esas consideraciones están ligadas directamente a las creencias de los maestros, los prejuicios personales influyen inevitablemente.

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43 Sobre este tema se puede consultar el trabajo de Catherine Vidal, neurobióloga francesa. Vidal cuestiona el determinismo biológico a través de sus investigaciones sobre la relación entre ciencias y sociedad.

44 Merle, 2007.

45 Erner, 2011.

Mito número 13


«El PIB refleja el bienestar de un país»
De las calificaciones escolares al Producto Interno Bruto

El modelo occidental considera improductiva la economía doméstica aun cuando el término economía provenga del griego «oikos», que significa casa, y de «nomos», que en Grecia significa ley. A través de la historia el término riqueza ha tenido muchas acepciones: poder político, importancia social, posesión de objetos considerados tesoros, valor intrínseco o valor en función de las satisfacciones que brinda, etc. Durante mucho tiempo fueron filósofos quienes trataron de definir lo que debía ser considerado riqueza, luego, y desde entonces, han sido economistas quienes se han amparado de la cuestión. La modernidad ha reducido los varios conceptos de la palabra economía en la idea de que riqueza corresponde, por un lado, al conjunto de bienes y de servicios producidos por las empresas y las administraciones públicas, a nivel de país y, por otro lado, a cuantiosos ingresos monetarios y posesiones materiales, a nivel personal46.

La idea de riqueza social, como resultado de lo que se produce, y, de riqueza como utilidad, conducirán a establecer el PIB como indicador central de riquezas en el siglo XX. Ese Producto Interno Bruto cataloga ricas a las naciones que producen e intercambian bienes y servicios para el consumo; todo tipo de trabajo social, de asistencia o de voluntariado, no entra en las cuentas del PIB y cuando ese tipo de labores hacen parte de las cuentas resultan contrarias al crecimiento47. Esta idea de riqueza es tomada generalmente como norma, como evidencia, sin embargo, vista desde perspectivas humanas integrales, e integradoras, este concepto pierde toda coherencia pues el PIB, como indicador de riqueza, no toma en consideración ninguna necesidad humana, familiar, social, natural, ni tan siquiera las verdaderamente económicas, si consideramos la palabra economía en su sentido original porque el crecimiento se busca, exclusivamente, para el mismo crecimiento.

Todo país posee patrimonios, humanos, naturales, culturales y sociales, cada país ha sido, sin embargo, clasificado según haya o no explotado su patrimonio en el sentido de intercambios monetarios y de mercado. Los países en donde la explotación, la degradación y la destrucción de los patrimonios naturales, humanos, sociales y culturales, comenzó primero, fueron calificados como países ricos por las agencias de calificación internacional que evalúan y ponen notas a los países según los intercambios de mercado generados y el nivel de crecimiento monetario conseguido. Recordemos que todo tipo de trabajo, social, de asistencia o de voluntariado, no entra en las cuentas del PIB y cuando ese tipo de labores hacen parte de las cuentas resultan contrarias al crecimiento48. Ese modelo de economía industrial, ahora globalizada, degrada, empobrece, destruye y explota los patrimonios culturales, naturales, sociales y humanos de todos los rincones del Planeta Tierra.

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46 Méda 2011: 8.

47 Gadrey y Méda 2011: 23.

48 Ídem, 47.

Mito número 14


«La agricultura industrial eliminará el hambre en el mundo»
Revolución Verde, Revolución Industrial, de las armas de guerra al veneno cotidiano

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial las ciudades de Europa quedaron destruidas; los campos se habían quedado vacíos ya que muchos campesinos habían huido de los invasores, mientras otros tantos se enrolaron en la guerra. Cuando en Europa se sobrevivía al desastre, las industrias de los Estados Unidos estaban en plena expansión, hubo trabajo para muchísima gente pues no había industria, ni país industrializado, que pudiera hacerles competencia49. Los productos químicos que habían sido fabricados para aniquilar al enemigo quedaron sin uso cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Las enormes industrias dedicadas al armamento de guerra con grandes cantidades de maquinarias, armamento y productos tóxicos, se convirtieron de pronto a la moderna maquinaria agrícola y, el resto de esos productos químicos, comenzaron a ser comercializados bajo el nombre genérico de pesticidas. A esta gran transformación se la llamó «Revolución Verde»50.

El discurso de la «Revolución Verde» prometió erradicar el hambre en el mundo, tal como ahora lo afirman los comerciantes de transgénicos y de todas las novedosas máquinas de producción a gran escala, de toda nanotecnología y demás. Los campesinos europeos que optaron por la agricultura industrial, deseosos de trabajar por la reconstrucción de sus países, tuvieron la sensación de convertirse en héroes, actores y gestores de la reconstrucción. La llamada «Revolución Verde» hizo posible el gran crecimiento económico de los Estados Unidos de América, crecimiento entendido y medido a través del PIB. Mas, ni la miseria ni el hambre han sido erradicadas del Planeta Tierra; al contrario, el desarrollo industrial de la agricultura del «Primer Mundo» empobreció radicalmente la producción agrícola de los ahora llamados «países en desarrollo». Pero este no es el único gran problema, el alto Producto Interno Bruto en Europa, en los EE. UU, en Canadá, se ha logrado gracias a un estilo de vida totalmente nefasto para la salud de sus habitantes. En los «países desarrollados» los medicamentos, la agricultura y la alimentación industriales, se generalizaron tanto fuera como al interior de las grandes urbes, a eso se le ha considerado progreso. En los «países pobres», en cambio, ese estilo de vida «moderno» se había quedado hasta hace poco, concentrado en las grandes ciudades, es ahí donde se encuentran multiplicados los numerosos casos de cáncer, de obesidad, de diabetes, etc., de los «países en desarrollo». El estado de salud de los habitantes de las grandes ciudades de los «países en desarrollo» es el mismo que el de los habitantes del «mundo desarrollado».

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49 Serreau, 2009.

50 Ídem, 49.

Mito número 15


«El uso de pesticidas y transgénicos es inofensivo para la salud»

El uso de pesticidas es nocivo para los insectos que atacan los cultivos, pero no solamente los pesticidas enferman a los campesinos y a los trabajadores que los utilizan; el uso de pesticidas empobrece los suelos, los vuelve infértiles, porque al matar las plagas matan además toda la vida que pobla la tierra y que permite que los suelos produzcan verdaderos alimentos cargados de nutrientes, de sustancias que nos brindan los elementos necesarios para vivir y gozar de salud. Los daños que causan los pesticidas no se quedan ahí porque ese veneno llega a la boca de quienes consumen esos productos, aunque les pelen, les laven o cocinen antes de ingerirles. ¿Qué se puede esperar de una alimentación a base de transgénicos que llevan en su patrimonio genético este tipo de productos químicos de síntesis?

La química de síntesis fabrica sustancias artificiales, sintéticas. Sus efectos son, en general, nocivos, porque el conglomerado arbitrario de sustancias y elementos que no tienen coherencia natural, como en el caso de lo que la naturaleza produce, necesita de muchísimas décadas antes de establecer su carácter verdaderamente inofensivo y ese protocolo jamás suele ser respetado. La paciencia no es una cualidad del sistema de mercado. Las sustancias sintéticas tratan de imitar a la naturaleza, pero no desde la observación atenta y respetuosa, sino desde una perspectiva muchas veces arrogante y sumamente irresponsable. Con sus debidas excepciones.

Para validar el uso de pesticidas en la alimentación se inventó una medida que supone que el consumo de veneno en pocas cantidades es inofensivo para la salud de los seres humanos. Dos sorpresas: aquella medida todavía en vigor nunca ha sido comprobada científicamente, es decir, de manera experimental. Segundo: un poco de veneno de vez en cuando puede que no sea fatal para el uso humano, pero la cantidad de veneno aumenta y sus efectos se complican cuando se suman no solo los diversos químicos que se usan en la producción agrícola, sino aquellos que se utilizan para dar sabor, color, olor, textura y tantas otras características de la comida «moderna»51.

En los años 1950, el científico francés, René Truhaut, toxicólogo, solía citar al suizo Paracelsus, que en el siglo XVI había dicho que «solo la dosis hace al veneno». El mismo Truhaut llegó un día, sin embargo, a la conclusión de que, en realidad, «el uso prolongado, de aquellos productos de la química de síntesis, es fatal, incluso en pequeñas cantidades, porque pueden provocar cáncer»52. Hace algunas décadas que se conocen los orígenes del cáncer, pero los intereses comerciales han sido y siguen siendo poderosos.

La Revolución Verde se desarrolló y se enraizó en nuestro mundo porque gracias a ella muchos grupos han podido mantenerse en el poder y acumular posesiones, cada vez más. Mientras la riqueza de los países siga siendo medida y entendida a través del PIB, la humanidad seguirá su marcha hacia su propia destrucción, la belleza del medio ambiente no es la única afectada, los seres humanos que habitamos este Planeta somos las primeras víctimas, incluso aquellos que siguen enriqueciéndose a través del crecimiento del PIB y del comercio a gran escala.

Mucha gente del «Primer Mundo», busca en nuestros días en aquel «mundo subdesarrollado», ahora llamado «en desarrollo», modelos de vida para imitar, mas esas formas de vida no son los de las grandes ni de las pequeñas ciudades, todas ahora iguales en el Planeta Tierra, sino los varios modos de vida comunitaria de los pueblos aborígenes cada vez más acorralados, siempre perseguidos por el desarrollo urbano e industrial.

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51 Robin, 2010.

52 René Truhaut, toxicólogo francés, habla sobre esto en el documental del año 1964 titulado « Le pain et le vin de l’an 2000 », El pan y el vino del año 2000. Fue miembro de la FAO/OMS, presidió varios comités de expertos sobre la toxicidad de los productos químicos en la alimentación. Robin, 2010.

Mito número 16


«Aún existen pueblos que viven en la Edad de la Piedra»53

El concepto de prehistoria fue inventado en la mitad del siglo XIX en Occidente porque en el transcurso de aquel siglo, los descubrimientos paleontológicos y geológicos fueron dando fe de vestigios humanos mucho más antiguos que el diluvio bíblico y, sobre los cuales, no hablan, ni la Biblia ni los clásicos griegos ni los romanos.

Entre 1860 y 1870 cuando se quiso establecer la alta antigüedad de la historia humana, los europeos intensificaron las búsquedas de vestigios en todo el mundo; de lo ya encontrado en Europa se fueron a buscar en Sudáfrica, en la India, en América. Privilegiando la versión contada desde Occidente, se usaron los vestigios encontrados con cierta lógica «evolucionista» para demostrar que todas las sociedades pasan por los mismos estadios, en los mismos momentos. Sin embargo, ahora se sabe que todos los pueblos —a los que Occidente llamó primitivos— también evolucionaron, también se han transformado, todos esos pueblos tienen prehistorias que les son propias. Hoy en día, los especialistas saben que la edad de la piedra no es un período universal, la creencia predomina empero, porque es la que se sigue enseñando a los infantes y a los jóvenes escolares.

La idea del otro como aquel que no hace parte del nosotros es una figura construida por el pensamiento occidental para establecer distancias y diferencias entre, el nosotros —nuestra propia historia, nuestra propia prehistoria, nuestro desarrollo...— y los pueblos, sociedades y civilizaciones, con las que —el nosotros— se encuentra durante la colonización. La distinción entre historia y prehistoria en el medio académico y científico es una cuestión técnica, de metodología. Prehistoria es el estudio del pasado basándose, no en textos, sino en otras fuentes tales como: las tradiciones orales y los restos arqueológicos. Los restos arqueológicos, considerados cultura material, corresponden a vestigios y monumentos. El conjunto de las fuentes descritas, tradiciones orales y restos arqueológicos, proporciona informaciones que pueden complementarse con fuentes escritas; la información de las fuentes pueden a veces, sin embargo, resultar contradictorias entre ellas. El conjunto de tradiciones y de restos prehistóricos permite conjeturar la interacción de los seres humanos con el medioambiente en momentos determinados del pasado.

Es común creer que, antes de las grandes civilizaciones con historia escrita, existió un período incipiente sin pruebas de evolución en las sociedades humanas. De esta creencia se concluye de manera arbitraria que los grupos humanos tribales de nuestra época continúan en la edad de la piedra, pero todos esos pueblos, que tienen formas de vida muy distintas al estilo de vida impuesto por Occidente, hacen parte de nuestra era con sus propios modos de vida, su propia tecnología, su propia cultura material... también han evolucionado a través de la historia.

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53 Para más información sobre este tema se puede recurrir al trabajo de la antropóloga Anne Christine Taylor (especialista de la Amazonía y directora de Investigaciones en el Museo de Quai Branly en París) quien dirigió la edición del libro colectivo titulado en francés: La préhistoire des autres (La prehistoria de los otros. Nuevas Perspectivas arqueológicas y antropológicas) junto al arqueólogo, Nathan Schlanger (arqueólogo e historiador en Ciencias Sociales, especialista de la prehistoria africana del Instituto Nacional de Arqueología Preventiva (INRAP). Esta obra es el resultado del coloquio internacional organizado en el Museo de Quai Branly en 2012.

Mito número 17


«Sin agricultura industrial no hay evolución ni progreso»
En términos de calidad de vida, la agricultura industrial no es sinónima ni de evolución ni de progreso

La revolución neolítica corresponde al período en el que se comienza a tallar la piedra, en el que —además— se comienza a cultivar la tierra (agricultura). Este momento clave de transformación de los modos de vida, ocurrió en las poblaciones de la Amazonía mucho antes de lo que ocurrió en Europa, sin embargo, los modos de cultivar se conservaron, sobrios, moderados y concisos, durante miles de años. Esto, no porque esas sociedades fueran incapaces de imitar el modo de vida occidental, o porque no contaran con los medios para lograrlo; no desarrollar la agricultura a gran escala, ni la especialización, ni el comercio, ha sido el resultado de una visión de vida muy distinta a la visión de vida del modelo occidental54.

Desde un punto de vista conceptual, la era neolítica se desarrolló primero en zonas amazónicas ya que la agricultura apareció ahí, por lo menos 5000 años antes de la era cristiana. Los pobladores de las zonas de la Amazonía comenzaron a cultivar plantas medicinales y condimentos; jamás buscaron consagrarse a desarrollar el cultivo de alimentos, jamás trataron de intensificar la producción, jamás quisieron especializarse en modos de subsistencia ligados al crecimiento de la agricultura intensiva de alimentos55. Los especialistas han llegado a la conclusión de que, aun teniendo los conocimientos necesarios para desarrollar la producción de alimentos, las sociedades de la Amazonía eligieron deliberadamente, tomar su propia evolución histórica, radicalmente distinta a la tomada y vivida en occidente56. Los modos de vida amazónicos son el resultado de consensos sociales, de decisiones culturales, íntimamente ligados a un modo de vida que se considera parte de la naturaleza y no superior a ella.

Olivier De Schutter57, profesor de derecho internacional y abogado belga, presentó un reporte al comité por el Derecho a la Alimentación, del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en marzo de 2011. En aquel reporte, De Schutter mostraba que la agroecología puede «alimentar al mundo». Ese estudio fue realizado en 68 países. El reporte muestra que, el 75 % del alimento del mundo, proviene de pequeños agricultores quienes trabajan —la mayoría de las veces— a mano, sin tractores ni mecanismos sofisticados. Todo lo contrario sucede en el caso de la agricultura a gran escala, ya que solamente una parte mínima de los grandes volúmenes de materias primas agrícolas que producen los agricultores industriales, sirve para la «alimentación» humana, parte del remanente se utiliza para nutrir al ganado y a otros animales de consumo, mientras que el resto se destina a la producción de agro-carburos.

Los Gobiernos quieren evitar que la ciudadanía proteste, explica De Schutter, por eso permiten —a los hogares— gastar lo menos posible en alimentación; en los países de la Unión Europea, en consecuencia, solo el 12 % al 13 % del presupuesto familiar, se invierte en alimentación. Si se hiciera pagar el precio real de los costos sociales, gastos de salud pública y medioambiental, que resultan de la agricultura industrial, el presupuesto familiar para alimentarse subiría del 25 % al 30 % por lo menos. Esto es políticamente insostenible, asegura De Schutter, es por esta razón que los Gobiernos continúan apoyando a las agroindustrias. Los Gobiernos no apoyan las formas de producción de alimentos tales como la permacultura y la agroecología, incluso sabiendo que son, en efecto, más productivas que las industriales, porque los verdaderos consejeros de los Gobiernos son las grandes empresas, analiza De Schutter. Estos se encuentran al servicio de los intereses económicos de estas grandes empresas y, es normal, dice De Schutter, «¿cómo se puede reprochar a los Gobiernos por querer abrir mercados de exportación a las grandes empresas de sus países, proteger a sus propios actores económicos contra los actores de otros Estados?» El problema, reflexiona De Schutter, es que todo esto es contrario a lo que las exigencias democráticas plantean58. En realidad, no hay un solo problema, como explica De Schutter, hay varios.

El modelo actual provoca guerras porque ha nacido de la guerra, porque se funda en la competencia, en la lucha por conseguir la mayor cantidad de materias primas a los precios más bajos, por ganar todos los mercados posibles para vender productos. No hay que olvidar que es gracias a esos actores económicos, a lo que generan esas empresas, que se mide el PIB y, gracias a esa herramienta económica, se catalogan a las naciones como ricas o pobres. Tal es la referencia. Un país que destruye, usurpa, despoja, contamina, enferma, hace daño y se hace daño, es considerado el más rico. Resulta fácil entender ahora por qué vivir en un país desarrollado no es garantía de alimentarse sanamente, de gozar de salud, respirar aire puro, vivir en paz, sin riesgo a guerras, ni a la violencia, ni a la destrucción de nuestro hábitat, de nuestro bello paisaje rural, ni a epidemias…

Mucha gente del «Primer Mundo» tiene dificultad para salir del paradigma de la modernidad porque se piensa afortunada de vivir en un país «desarrollado» aun cuando ese desarrollo no les brinde bienestar ni les haya mejorado la vida, muy al contrario. En el «mundo en desarrollo» en cambio, la gente cree que en el «Primer Mundo» no se sufre de los problemas que se viven en sus tierras «subdesarrolladas». Las diferencias son mínimas, es evidente que, en ambos lugares, el malestar crece en todos los sentidos.

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54 Ídem 53.

55 Taylor, Anne-Christine y Nathan Shlanger, 2013.

56 Ídem 55.

57 Olivier De Schutter es profesor de derecho internacional y abogado belga, exrelator especial para el Derecho a la Alimentación del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas entre 2008 y 2014. Miembro del Comité de derechos económicos, sociales y culturales de la ONU desde 2015.

58 Declaraciones tomadas del documental «Mañana» de Cyril Dion y de Mélanie Laurent.

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