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Читать книгу: «La transformación de las razas en América», страница 8

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Consiguientemente, los sentimientos se distendieron y las costumbres se suavizaron por un lado, para contraerse y endurecerse respectivamente, por el otro, hasta que la ciencia moderna, entibiando las esperanzas y los terrores medioevales, desarmó los odios religiosos por la tolerancia y levantó, por la industria y la escuela, en frente de las clases privilegiadas por el nacimiento o la ordenación, las clases privilegiadas por el talento, el saber y la energía, que están transformando al mundo con una rapidez sin igual en la historia de la especie humana.

Y después de veinte siglos de sensualismo sobre el ideal de la belleza en la mujer, en el hombre y en el arte, vinieron diez siglos de misticismo sobre el ideal de la santidad en las personas y en las cosas; a las luchas por predominio sucedieron las luchas por los credos, tan devastadoras y sanguinarias éstas como aquéllas; la disputa por las reliquias reemplazó a la disputa por las hembras, y la guerra de Troya por la posesión de Elena, tuvo su contra parte en las cruzadas por la posesión del Santo Sepulcro, que costaron nueve millones de vidas entre cristianos y musulmanes.

Porque había un artículo más valioso que el oro y las perlas y las piedras preciosas y la belleza femenina. Para robar huesos de santos y demás reliquias, los monges de la Edad Media se preparaban con tres días de ayunos y oraciones, como los bandidos calabreses y los rateros napolitanos, que se encomiendan a la Madonna para asegurar su concurso antes de dar el golpe. La mentira, la felonía, la traición, la estafa, todo les parecía lícito para lograr la posesión de estos talismanes milagrosos.

Hoy mismo, de los países de Europa, son la España, la Turquía y la Rusia, los que pagan la contribución más grande a los poderes sobrenaturales, para evitar las calamidades naturales, y a la vez los más castigados por ellas y por las humanas de yapa, inclusive por esas que son una vergüenza para todo país civilizado, porque provienen del desaseo y la ignorancia: la mortalidad infantil y el hambre; "azotes de Dios" que la ciencia humana ha reducido y suprimido respectivamente.

Por lo demás, la crueldad humana había cambiado de objetivos y de formas, casi sin merma apreciable. Los mismos hospitales eran, por la suciedad, lugares de tormento y pudrideros humanos, como los presidios y los in pace. Las leyes y las costumbres eran igualmente bárbaras, pero en otro sentido. Infinidad de acciones u omisiones, antes y después lícitas, eran penadas entonces con la pérdida de la vida, la libertad, los ojos, la lengua, las manos o los bienes.

"Con respecto a la crueldad la evidencia sobreabunda, dice también Robertson. En Nuremberg se ha conservado una colección de instrumentos de tortura, empleados hasta la Reforma. Es un arsenal de horror. Tales máquinas de atrocidad fueron el expediente punitivo normal en un mundo en que los sacerdotes enseñaban la crueldad por el ejemplo. Ellos presidían o asistían cuando los herejes eran atormentados o quemados vivos; y toda su concepción de la moral estaba encaminada a tales métodos. Considerando al loco como poseído del demonio, enseñaban que debía ser duramente castigado y huido el leproso como castigado por Dios".

En la Edad Media dos poderes mancomunados, el civil y el eclesiástico hacían el trasiego de la riqueza producida por los gobernados a los gobernantes; los diezmos y primicias eran de institución divina y el derecho al trabajo era definido por los jurisconsultos como "un derecho real que el príncipe puede vender y que los súbditos deben comprar".

Tres insaciables vampiros enflaquecían al productor maniatado por la ignorancia, la tradición y los reglamentos: el fisco, la iglesia y el bandolerismo, que era el oficio de los nobles, contra los cuales era impotente la justicia, – que sólo existía como fuente de recursos, por vía de extorsión, hasta el punto de que se prefiriese apelar al duelo como un medio menos oneroso para dirimir las contiendas de intereses, dice Hanotaux. El habitante no podía alejarse 12 leguas de su residencia sin correr peligro de muerte, dice Seignobos, y como en el continente los bienes del clero y los de la nobleza estaban libres de impuestos, al finalizar la época moderna, la sociedad europea era la explotación más inicua del estado llano por las clases privilegiadas. Según el viajero inglés Young, al estallar la Gran Revolución, el siervo estaba en la condición de bestia de labranza, trabajando de sol a sol para los ociosos, y alimentándose de raíces en los malos tiempos.

Especialmente la iglesia, absorviendo y acaparando constantemente los bienes positivos para producir bienes imaginarios, con la explotación del milagro y de los sacramentos sobre las almas por ella misma aterrorizadas, rebajando la inteligencia a la pasividad del absurdo obligatorio, que "en mano del clero el lenguaje y el arte de escribir se habían convertido en medios de matar el sentido común", como dice Robertson, enflaqueciendo la voluntad subalternizada a la de los santos y los demonios que hacían la suerte favorable o adversa; la Iglesia ingerida en todos los actos de la vida para manejar y usufructuar a las personas como intermediario exclusivo entre la impotencia de los vivos y la omnipotencia de los muertos, era un poder asfixiante de la sociedad civil.

Aliviada la situación en Inglaterra, Alemania y Holanda, por la Reforma, que secularizó los bienes eclesiásticos y suprimió la deprimente confesión auricular y el dispendioso culto de las reliquias, y agravada en Francia por las Dragonadas y la expulsión de los hugonotes, que exportó para aquellos países, con los industriales, las industrias francesas, este país, que había alcanzado en l'élite qui fait la foule, un más alto nivel de cultura, y no tenía, como la España, un continente colonial para ordeñarlo en beneficio de la metrópoli, vino a ser el paraje en que hicieron crisis las iniquidades de la civilización cristiana, agotando los límites de la dignidad humana agrandada y de la paciencia achicada por los filósofos del siglo XVIII.

La seguridad de vida y bienes y la libertad de pensamiento y de acción, que son la materia de las ciencias políticas, asuntos completamente extraños a la teología y bases esenciales de la prosperidad de los pueblos, sólo podían provenir de aquellos principios políticos que germinaban en la Gran Bretaña cuando César conquistaba las Galias, y que en su natural desenvolvimiento han llegado a crear el gobierno del pueblo por sus propios representantes, contra el principio cristiano del gobierno de los hombres por los delegados y representantes de Dios, que fue regla en la Edad Media y en la primera parte de la época moderna.

"En el siglo XVII, dice Seignobos, la sociedad europea tenía bases análogas en todas las naciones: la autoridad absoluta del Estado y de la Iglesia. El poder del soberano emana de Dios y no tiene límite… No era posible publicar libros sin el consentimiento del gobierno, y los habitantes podían ser presos indefinidamente. No existía, pues, garantía de ningún género, ni libertad individual; este régimen es lo que se llama despotismo. No se admitía más que una iglesia, en cada país, y los habitantes estaban obligados a practicar el culto del Estado. Este y la Iglesia se ayudaban mutuamente, los gobiernos, persiguiendo a los herejes y obligándolos a someterse al clero, y el clero imponiendo la obediencia al rey como un deber religioso".

Esto era el "antiguo régimen", que en Inglaterra, emancipada del centralismo romano y papal, sin necesidad de ejército para su defensa exterior y sin los peligros que entraña para la libertad, como dice Fiske, – existía ya muy atenuado, que por entonces lo fue aún más con la revolución de 1688, el bill de derechos y el de la tolerancia, y que en la actualidad sólo subsiste en el orden espiritual, porque el hombre es, naturalmente, más progresivo en lo que concierne al estómago, que en lo que concierne a la cabeza, porque los apetitos de orden inferior no pueden ser satisfechos con alimentos ficticios como los de orden superior; porque la libertad de pensar es inoficiosa para los que no saben pensar, y es odiosa a los que están inhabilitados para disfrutarla por una opción paternal previa que la excluye o la hace innecesaria, hasta el punto de que todo creyente, budhista, católico, ortodoxo, brahmanista, protestante o mahometano se sienta contento y feliz de las creencias a que está aclimatado, y que por esto supone son las mejores, y como la fuerza de toda creencia tradicional descansa sobre el argumento hotentote: "lo creyeron nuestros padres", aumenta o disminuye, por lo tanto, con el número de los adherentes, que sienten una valorización de sus creencias en la aceptación que de ellas hagan los otros y una desvalorización en el repudio.

Y mientras no hay en Inglaterra memoria de violencia contra la libertad en el orden de los bienes, existen todavía violencias a la libertad en el orden de las ideas: enseñanza obligatoria de creencias absurdas a los niños en la escuela pública, viven aún personas que han padecido condenas de los tribunales por delitos mentales, como el de herejía, por ejemplo, abolido recién en 1865, y está fresco aún el caso de Bradlangh, dos veces excluido del parlamento por negarse a prestar el juramento religioso, finalmente abolido también.

Puede decirse, por lo tanto, que el "nuevo régimen" ha existido parcial y progresivamente en Inglaterra desde los tiempos históricos, con el espíritu germano de independencia individualista que ha elaborado las instituciones libres, sorteando los formidables escollos del absolutismo cristiano, por ese espíritu de transacción que entra por mitad en la composición de la sensatez humana y ni por un ápice en aquél, y gracias al cual ha podido surgir la más amplia libertad política en la monarquía hereditaria, mediante esa ingeniosa combinación por la que, si la sabiduría divina del rey se equivoca, los ministros pagan el pato.

Que le ha permitido, finalmente suprimir la rebelión por el meeting y las revoluciones por el gobierno de la oposición triunfante en los comicios, gracias también a esa otra doctrina de compromiso entre la democracia y la monarquía, según la cual el rey reina, pero gobierna el parlamento por el ministerio responsable, a la inversa del continente, donde el sistema inglés se estrelló con las doctrinas regalistas de los doctores de la Iglesia, de Bossuet y de Fenelón, que hacían de la abnegación una virtud denigrante en los jefes de estado por institución divina, falso concepto que indujo siempre a los caudillos latinos al absolutismo, en Europa y en América y que Carlos X expresaba en esta fórmula que lo llevó a perder la corona en la revolución de 1830: "prefiero ser aserrador a reinar en las condiciones del rey de Inglaterra".

En el continente, por el contrario, prevaleció el absolutismo congénito del derecho divino sustentado por la Iglesia, y como, por la plasticidad del espíritu humano, todo régimen es un vivero de modalidades personales, una escuela de hábitos de pensamiento, de sentimiento y de acción, al finalizar los tiempos modernos estaban consolidadas por el tiempo las tendencias mentales de las poblaciones que se designan con el nombre de raza latina, y que explican su ineptitud para moverse dentro de las instituciones liberales, procedentes de la ordenación opuesta, que radica en el pueblo mismo la fuente del poder, con delegación ascendente.

"La gran característica del sistema constitucional inglés – el principio de su crecimiento, el secreto de su construcción – dice Stubbs, es el desarrollo continuado de las instituciones representativas desde el primer estado elemental, en que son empleados para propósitos locales y en la más simple forma, hasta aquel en que el parlamento aparece como la concentración de toda la maquinaria local y provincial, el depositario de los poderes de los tres estados del reino".

En la Francia del siglo XVIII fue una calamidad aguda y pasajera, porque todo volvió a reacomodarse al centralismo tradicional; pero en la América latina, donde el cambio de régimen tuvo lugar también exabrupto, la ineducación política para el self government asumió las proporciones de calamidad continental crónica, porque la desconcordancia entre la constitución escrita y las costumbres existentes, entre el carácter fundamentalmente flaco de iniciativa, arbitrario y autoritario del habitante, irrespetuoso de la libertad ajena por estar educado en el régimen católico dinástico de la imposición y la sumisión forzadas, y el carácter esencialmente democrático de las nuevas formas políticas traídas de Norte América, que dejaban al descubierto toda esa incapacidad de conducirse que el régimen paternal acrecienta por el desuso en el rebaño y encubre por el exceso de gobierno, obligó a suplementar los poderes limitados del nuevo régimen con los ilimitados del antiguo, hasta convertir a los nuevos estados libres en simples despotismos democráticos, como lo fueron las repúblicas italianas de la Edad Media.

El antecedente de esta incapacidad para el self government y el de la barbarie, la ferocidad, la crueldad y el terror consecutivos estaban en la madre patria, donde el espíritu humano estuvo por más largo tiempo y más diametralmente alejado del sentimiento de la moral humana y de la idea de las instituciones libres, por el "deber sagrado de sumisión pasiva al altar y al trono" creado y encarnado por el catolicismo, y Robertson, en el lugar citado, los describe así:

"El principal efecto de la inquisición se ve en España, donde el período sarraceno había sido de grandes fuentes de nuevo pensamiento y conocimientos. Cuando fue permanentemente introducida en 1236, fue recibida por una gran parte de la población con temor y disgusto, y el primer gran inquisidor fue asesinado en Aragón. Es un error suponer que había algo en el carácter español, especialmente favorable a sus métodos. La ortodoxia española es un producto manufacturado y representa el triunfo, bajo circunstancias especiales, del elemento fanático que pertenece a todas las naciones".

"Se calcula que en 36 años, 200.000 vidas fueron destruidas por la inquisición española. Sus métodos fueron la negación de todo principio de justicia. Todo testimonio, incluyendo el de los criminales, niños y aun idiotas, era válido contra la persona acusada, mientras sólo era oído en su favor el de los insospechables; todos los procedimientos eran estrictamente secretos; los falsos informes eran rara vez castigados, y el principio general era que todo acusado debía ser de alguna manera culpable, siendo la inquisición, como el papa, infalible. La cámara de torturas difícilmente podía fallar en suministrar las pruebas que se querían. Ningún reinado semejante de terror y horror ha ocurrido en ningún otro período de la historia de Europa; y solamente en las prácticas de los buscadores de brujas entre los salvajes puede encontrar paralelo su atrocidad sistemática".

"Después del fracaso de la Invencible Armada contra Inglaterra, los inquisidores decidieron que la causa de la ira divina era su indebida tolerancia de la herejía, y un millón de moros reacios fueron miserablemente arrojados de la España, como lo habían sido un siglo antes 160.000 judíos. En un solo auto de fe, en Salamanca, fueron quemados 6.000 volúmenes".

"Como toda civilización subsiste por el juego de la variación intelectual, la España fue entonces despojada de una gran parte de sus recursos mentales y materiales; y a la larga el continuado trabajo de la inquisición consolidó la detención de su brillante literatura por siglos, manteniéndola desprovista de ciencia mientras el resto de la Europa la estaba acumulando. Introduciendo la inquisición la Iglesia había destruido la civilización específica de la Francia meridional; y de allí adelante aplicando la máquina a la civilización de España la redujo a la inanición".

"La ganancia neta por el protestantismo consiste en la disrupción de la tiranía espiritual centralizada. Las grietas en la estructura dieron espacio para el aire y la luz, en un tiempo en que nuevas corrientes empezaban a soplar y nueva luz a brillar. Veinte años antes del cisma de Lutero, Colón había descubierto el nuevo mundo. Copérnico, muerto en 1543, dejó su enseñanza al mundo en que el protestantismo acababa de establecerse. Al principio del siglo siguiente, Kepler y Galileo empezaron a extender los soñados viejos límites del universo. La era moderna estaba en pleno desarrollo; y con ella el cristianismo empezó la de su declinación".

"Es evidente que desde mediados del siglo XVII las ciencias físicas por su propio método y carácter minaron la teología. En ellas fue posible la prueba racional y la convicción inteligente, en lugar de la eterna esterilidad del debate teológico sobre proposiciones irracionales. En la segunda mitad del siglo XIX, finalmente la balanza del pensamiento filosófico ha sido abrumadoramente hostil a las creencias cristianas, y es significativo el hecho de que en estos tiempos su defensa se apoya más frecuentemente sobre su utilidad que sobre su verdad". (Es decir, se vuelve al punto de vista de Polibio).

"Se ha dicho con amplia verdad que mientras la Grecia con su disciplina dialéctica, exhortaba a los hombres a concordar recíprocamente sus creencias, y la Iglesia cristiana les manda conformarlas a sus dogmas, el espíritu moderno requiere que se acomoden a los hechos. Tal espíritu promovió primero, y fue después inmensamente promovido por el estudio de las ciencias naturales".

Hablando siempre grosso modo, podríamos decir que la Grecia creó, con las bellas letras y las bellas artes, la levadura del progreso material e intelectual. Roma el derecho civil; la Palestina el misticismo y la teología sobre la doctrina de la caída del hombre en el Paraíso por la pérdida de la inocencia, que coloca el estado de perfección en el comienzo de la especie, y que es exactamente el reverso de la teoría moderna de la evolución o del progreso incesante y continuo, y que la Inglaterra ha creado, por otras vías y en el mismo transcurso del tiempo, las instituciones representativas, de que disfrutan en la actualidad todos los pueblos civilizados, en la medida de su capacidad para las necesidades y las tendencias del tiempo, como diría Emerson.

La verdad, que era buscada por adivinación en la antigüedad grecorromana, y por inspiración o revelación en la antigüedad judía y cristiana, es buscada por la observación en la Edad Media.

La libertad y la ciencia, las dos palancas de la civilización liberal, que por su incompatibilidad con la teoría cristiana del mundo han tardado seis siglos en constituirse, que en sólo 30 años han levantado a la categoría de gran potencia al Japón, donde fueron precedidas por lo otro en 300 años sin fruto, fuera del natural rosario de mártires, y que en otros 30 ó 40 levantarán a la China, la libertad y la ciencia provienen de la inteligencia humana que se ha ejercitado en los terrenos vedados por las religiones, del pensamiento que ha brotado contra las prohibiciones de la Iglesia, hasta desarmarla y civilizarla un poco a ella también, obligada hoy bajo la ley común a buscar por la seducción lo que antes obtenía por la tortura.

Y desde que el espíritu humano empezó en Europa a desbordar el dogma, lecho de Procusto en que lo mantenían las iglesias cristianas, todas las instituciones medioevales, políticas, económicas y sociales estuvieron condenadas a desaparecer o a transformarse en sentido democrático, según el rumbo de las concepciones filosóficas y la seducción permanente de aquellas primeras y gloriosas repúblicas de la antigüedad, que alumbraron los destinos de la especie humana con tan refulgentes resplandores de pensamiento, de belleza, de gracia y de libre energía creadora.

Pero la evolución fue felizmente anticipada por la obra larga, paciente y perseverante del pueblo inglés, que a fines del siglo XVII había logrado ya forjar todos los resortes políticos necesarios para dar al organismo gubernamental la consistencia, la suavidad, la fuerza, la elasticidad y la capacidad de superar dificultades, que faltaron en las democracias griegas, en la república romana y en los imperios medioevales.

Aun antes de estallar en Francia, al influjo de las ideas políticas inglesas, el gran sacudimiento que derribó al inmutable derecho divino para levantar en su lugar la soberanía del pueblo sobre "los derechos del hombre", estaba ya construida y en operación "la obra más admirable que haya sido creada en una hora determinada por el genio y la voluntad del hombre", según la frase de Gladstone, la constitución norteamericana, por cuyo medio se ha improvisado en un siglo la más libre, la más grande, próspera y feliz nación del mundo, porque "la república americana ha comprendido, dice Renan, que la educación intelectual y moral va por 3|4 y más aún, en la formación del hombre, y que trabajar en la instrucción y en la educación de los ciudadanos, es crear valores a la patria".

Возрастное ограничение:
12+
Дата выхода на Литрес:
25 июня 2017
Объем:
180 стр. 1 иллюстрация
Правообладатель:
Public Domain

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