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ME TOO: LOS ARCHIVOS SECRETOS DEL FÚTBOL FEMENINO EN CHILE


Antonia Fava y María Jesús Peralta Inda

11 de octubre

Ciper

Uno de los grandes temas del año fue la extensión de las denuncias por abusos sexuales, acosos y conductas ilegales o inapropiadas hacia las mujeres, menores o mayores de edad. El camino imparable del “me too” chileno llega con este reportaje de investigación al fútbol femenino de la mano de dos estudiantes a punto de licenciarse de la Universidad Diego Portales. Su trabajo final, su tesis de graduación, se publicó en Ciper y causó una lógica indignación.

Mientas las calles de Chile y del mundo se llenaban con la coreografía de LasTesis “El violador eres tú”, una veintena larga de jugadoras de fútbol se anima a acusar a los otrora poderosos entrenadores, profesores, funcionarios y dirigentes.

Tal como lo presenta el medio digital en su introducción a la primera de las cinco partes de este trabajo, “esta es la primera investigación extensa sobre abusos en el fútbol y desde el Gobierno esperan que el Ministerio Público investigue los casos más graves”.

Los casos comprenden un kinesiólogo de Palestino acusado de abusos por una decena de jugadoras; un exentrenador de la selección nacional femenina condenado por violación de menor que siguió trabajando con la sub 16 de una filial de la UC; un DT vice campeón de Copa Libertadores femenina que maltrató por diez años a jugadoras de Everton y una adolescente acosada por un funcionario de Unión Española.

Es un texto potente, muy bien indagado, tratado con rigor ético y cuidado, que destaca por su ambición y por el gran potencial que muestran las flamantes periodistas.

PARTE I

El kinesiólogo de Palestino acusado de abuso sexual

En 2018, Ignacio Osvaldo Montano Guerrero, kinesiólogo de la Universidad Autónoma de Chile, de 24 años, comenzó a trabajar con los equipos femeninos del Club Deportivo Palestino. Atendía desde la serie sub 15 hasta el plantel de adultas. Fue el jefe de la rama de mujeres de la época, Claudio Quintiliani, quien lo seleccionó: “Necesitábamos un kinesiólogo recién salido de la universidad, porque no teníamos con qué pagar (…), era hijo único, de una familia clase media, me pareció bien”.

Para Ignacio Montano fue su primer trabajo, estuvo un año y medio sin sueldo, hasta que el club le pudo pagar $ 150 mil mensuales.

El mismo año en que llegó a Palestino, Ignacio Montano atendió a Paz Espinosa, quien jugaba en la sub 17. Ella tenía 16 y ya llevaba un par de años en el club. Montano era cariñoso y “con algunas jugadoras tenía una cercanía distinta”, explica la exfutbolista.

El kinesiólogo comenzó a atenderla por una tendinitis en una rodilla a semanas de ser citada a la selección y se convirtió en una de las niñas cercanas a Ignacio Montano. Conversaban por WhatsApp pero siempre cosas relacionadas al fútbol. “Me hablaba, diciéndome ‘hola chanchita’, ‘hola mi amor’. Yo sentí que era normal, de amigos”, cuenta Paz Espinosa. A medida que avanzó el tiempo, las conversaciones se volvieron incómodas para ella.

Ignacio Montano empezó a hablarle en las noches. A ella eso le pareció raro. “Una vez me dijo ‘me duele el muslo’ y me mandó una foto donde me mostraba su calzoncillo y su pene”, recuerda. Paz Espinoza dejó de responder, pero él insistió.

A comienzos de 2019, la noche antes de un partido, Ignacio Montano le empezó a hablar y le insistió que fuera a su casa, pero ella se negó. Ante una de sus insistencias, ella le preguntó para qué y él respondió “para culear contigo”, recuerda Paz Espinosa, quien dice que esas conversaciones se perdieron en un cambio de celular. Ella cuenta que no volvió a contestar.

Al otro día la jugadora llegó al partido y evitó toparse con el kinesiólogo. Cuando terminó el encuentro, conversó con una amiga sobre los mensajes que había recibido la noche anterior. La amiga le advirtió que Ignacio Montano la estaba mirando y que se acercaba. Paz se puso nerviosa, no sabía qué hacer. Pero Montano hizo como si nada: “Se acercó a saludarme, me abrazó muy fuerte. Fue incómodo. Como si él no hubiese hecho nada”, recuerda.

A fines de 2019, con 17 años, se retiró de Palestino. “Me fui por Ignacio Montano”, afirma. Justificó su decisión con el argumento de terminar el colegio, porque nadie de su entorno sabía la verdadera razón.

El 21 de octubre de 2018 Boston College jugó contra Palestino. En la sub 17 del Boston jugaba Carla Pérez. Ella cuenta que llegó a ese partido con una lesión en el tobillo y que ese día su equipo no contaba con kinesiólogo. Pérez recuerda que Ignacio Montano le ofreció sus servicios, pero no aceptó. Días después se convenció de que necesitaba un kinesiólogo y sus amigas de Palestino le dieron el número de Montano. Ella lo contactó y él le ofreció sesiones gratis. Inicialmente, la atendió en la sede del club árabe y le solicitó que fuera con “ropa pequeña”, según recuerda, porque las conversaciones fueron borradas.

Ignacio Montano le dijo que las sesiones ya no se podrían hacer en la sede de Palestino, sino que debían ser en la “clínica” que tenía en su departamento. Carla Pérez aceptó. “Nunca hubo una clínica, no había ni camilla. Me atendió en la cama de su mamá”, cuenta la jugadora. En la siguiente sesión, Ignacio Montano le pidió reiteradas veces que se sacara el pantalón corto, pero ella no accedió.

Luego de esas incómodas insistencias, Carla Pérez dejó de ir, pero explica que continuaron el tratamiento a través de WhatsApp. Durante 2019, Ignacio Montano le mandaba mensajes coqueteándole: “Cosita más linda, pololea conmigo, te amo”, son algunos de los textos que quedaron archivados en pantallazos. La futbolista cuenta que no respondió esos mensajes y como no lo hacía, Ignacio Montano la llamaba. Pérez detalla que en 2020, en plena pandemia, Ignacio Montano la engañó, le inventó que su teléfono estaba malo y logró que ella le enviara su ubicación. Tras esa conversación, a Carla Pérez le llegó comida de regalo a través de servicios de entrega a domicilio en tres ocasiones. Ella le dijo que no lo debía hacer, que le resultaba incómodo. Cuenta que “cada vez era más degenerado con los mensajes” y sostiene que Montano le envió videos y fotos de su pene con textos como “mira como estoy por ti”. La futbolista dice que borró de inmediato el contenido multimedia.

En enero de 2019 Tonka Diocares tenía 16 años y se incorporó a la sub 17 de Palestino. A la semana se lesionó el tobillo y debió atenderse con Ignacio Montano. Era un esguince. Debió asistir a kinesiología casi todos los días. Tras una semana compartiendo con Ignacio Montano, Tonka relata que él le empezó a hablar por Instagram. “En menos de un mes, él ya era una persona súper confianzuda. Me decía que me conocía de pies a cabeza”, relata Tonka. Agrega que por redes sociales le hablaba con garabatos y un lenguaje que no correspondía a la relación que tenían.

Tonka Diocares explica que, luego de sanar su tobillo, solía ir a kinesiología después de los entrenamientos porque le dolía la zona inguinal. En una de las sesiones Ignacio Montano le dijo: “Tonka si no se te pasa lo del tendón (en la ingle), voy a tener que introducir mis dedos en tu vagina y descontracturar por dentro, porque desde ahí comienza la lesión”. La joven dice que quedó paralizada. Ignacio Montano le planteó que, si había que hacer eso, ella debía firmar un papel de consentimiento porque era menor de edad. Verónica Aliaga, miembro del directorio nacional del Colegio de Kinesiólogos, afirma que según la ley 20.584, que regula la atención en salud, “el consentimiento puede ser otorgado solo por mayores de 18 años”. Agrega que, de no ser así, “se está incurriendo en una ilegalidad”.

Verónica Aliaga indica que el tratamiento que describía Montano existe, pero dice que “son diagnósticos muy específicos de naturaleza ginecológica-obstétrica u oncológica y no corresponden a mujeres jóvenes, deportistas y sanas”.

Tonka cuenta que dejó de asistir por una semana a kinesiología, a pesar de los dolores, pero quería evitar que Ignacio Montano hiciera lo que le había dicho. También decidió cambiar su actitud con él, ser más distante. Pero él insistió con mensajes por redes sociales. Tonka rescató pantallazos de las conversaciones que tuvo con Ignacio Montano por Instagram.

—Que toy enamorao —escribió Montano

—¿De quién estás enamorado? —respondió Tonka.

—De tus ojos y de tu corazón.

Las reacciones de Montano a las historias de Instagram de Tonka Diocares eran constantes: generalmente emoticones de risa o con corazones en los ojos. El 21 de marzo de 2019, Tonka publicó una foto con su hermano menor. Ignacio Montano respondió: “Me siento engañado”, con emoticones de corazones rotos.

La jugadora relata que el comentario la dejó aterrorizada y que a partir de ese momento intentó ir siempre acompañada a las sesiones de kinesiología. Agrega que, a pesar de tener una actitud distante, trataba de no ser pesada para poder mantener sus sesiones. Pero la incomodidad era constante: “Aunque te lesionaras el dedo chico del pie, Ignacio igual te terminaba sobando el calzón”, detalla.

Sofía Sáez ingresó a Unión Española en enero de 2019, con 17 años. En el segundo semestre de ese año, tuvo una tendinitis en la rodilla. Cuenta que coincidió que Ignacio Montano se comunicó con ella por Instagram para ofrecerle sesiones gratis de kinesiología a cambio de promoción de sus servicios por redes sociales. “Lo pensé, pero me dio confianza que era el kinesiólogo de Palestino, un club respetado”, dice Sofía Sáez. Aceptó.

Montano le pidió su número de celular para coordinar las sesiones que serían en su departamento. Ella se lo dio. Previo a la primera reunión, él le habló por WhatsApp y le pidió fotos en ropa interior para evaluar postura, cadera y abdomen. Sofía cuenta que le envió fotos de frente, de lado y de espalda, y luego él le dijo: “¿Puedes buscar ropa más chica para ver mejor los huesos de la cadera?”. Ella relata que no quería hacerlo, pero tras las insistencias le envió una foto. Ignacio Montano le dijo que la podía ayudar a mejorar su físico, porque él sabía que Sáez iba a jugar en la selección adulta el próximo año.

Para la primera sesión, Sofía le pidió a su mamá que la acompañara hasta el departamento de Ignacio Montano. “Conversaron, fue muy amable y utilizó lenguaje profesional todo el tiempo”, cuenta Sofía. Agrega que su madre se fue porque debía hacer trámites: “La primera sesión me evaluó y todo fue normal”.

La segunda, dice, le resultó incómoda. “Me tocó mis partes íntimas varias veces y justificaba que era propio del tratamiento”, detalla. La futbolista confió en su profesionalismo, pero le pareció extraño que Montano le pidiera que se quitara el peto deportivo para utilizar ventosas en su torso. Luego, para los siguientes ejercicios, no dejó que se vistiera y Sofía relata que debió realizarlos con sus pechos al descubierto mientras el kinesiólogo la observaba.

Sofía Sáez tuvo tres sesiones en el departamento de Montano. “Dejé de ir porque me sentía incómoda”, cuenta. El contacto siguió, pero solo por WhatsApp. Ella dice que aprovechaba que la atención era gratuita y le hacía consultas. La jugadora indica que intentó tener siempre una relación profesional con Ignacio Montano, pero él solía responder sus historias de Instagram: “Me decía ‘linda Sofi’ y a veces usaba garabatos que no correspondían de un profesional”, cuenta.

En uno de los mensajes, el kinesiólogo le pidió nuevas fotos semidesnuda. Sofía recuerda: “Me dijo que él ya me había visto entera así que no debía darme vergüenza”. Las jugadoras Carla Pérez y Tonka Diocares aseguran que vivieron la misma situación: Ignacio Montano les escribió para pedirles fotos, insistiendo que fuesen con ropa interior pequeña. Les dijo que era un trabajo para la universidad. Carla y Tonka le enviaron imágenes porque él les compartió las de otras mujeres que lo habían hecho y eso les dio confianza. Montano les aseguro que luego de usarlas, las borraba. Con el tiempo ellas se dieron cuenta de que las fotos que les enviaba como referencias eran de sus mismas compañeras.

La última vez que Sofía Sáez conversó con Ignacio Montano fue a principios de abril pasado, cuando ella le pidió ayuda por dolores en la rodilla. Él le mandó una pauta de ejercicios, pero “fue muy confianzudo para hablar”, explica Sáez. Cuenta que, debido a su actitud y al uso de garabatos, no le respondió más.

Camila Domínguez, atleta del Club Atlético Francés y enfermera de 25 años, conoció a Ignacio Montano en octubre de 2019. “Me acuerdo de todo y me da rabia”, dice. Él la buscó por Instagram y le escribió para ofrecerle ayuda kinesiológica. A ella le pareció una persona profesional y aceptó. La consulta fue en su departamento, donde él le dijo que solía atender.

Ignacio Montano siempre le habló en términos muy técnicos. “Se notaba que tenía conocimientos, pero ahí empieza a engañar”, relata Camila Domínguez. Al comenzar la consulta él le pidió tomarle unas fotos para ir registrando el avance del tratamiento, ella accedió. Pero él fue más allá y le pidió que se sacara las calzas, quedando solo en calzones. Todo seguía pareciendo profesional, por eso ella confió.

Después le pidió que se recostara en la camilla para aplicar ventosas. Ignacio Montano le dijo que para hacer el tratamiento tenía que sacarse el peto. Ahí, cuenta ella, comenzó a incomodarse. Además, le pidió que hiciera ejercicios semidesnuda. “Quedé sin nada y me pidió que hiciera unos ejercicios, en ciertas posiciones. Me causó extrañeza”, cuenta Camila Domínguez.

Ignacio Montano le dijo que trabajarían la zona pélvica: “Me dijo que me iba a enseñar unos trabajos en esa área, todo con lenguaje técnico, y ahí me tocó mis partes íntimas”, recuerda Camila Domínguez. Él le explicó que debía hacerlos ella con sus dedos, pero que él se lo mostraría primero. Camila Domínguez quedó shockeada. Nunca más volvió a hablar con Ignacio Montano. “Él me buscó, me decía ‘bebé’, ‘mi amor’”, relata Camila Domínguez.

Los primeros días de julio de este año Tonka Diocares estaba en su casa conversando por videollamada con una compañera de equipo. Mientras hablaban, cuenta, recibió un mensaje de Ignacio Montano y ella dijo en voz alta: “Ya está hueveando este huevón”. Su amiga le preguntó quién era. “Empezamos a pelarlo”, dice Tonka. La compañera le contó su experiencia y agregó que Emilia Pastrián vivió una situación similar con Ignacio Montano.

El 4 de julio, Tonka Diocares visitó a Carla Pérez y comentaron sobre el kinesiólogo. Tonka le propuso que hablaran con la amiga con la que había conversado días antes, “porque a ella también le pasaron cosas, como a nosotras”. Inmediatamente, crearon un grupo de WhatsApp entre las tres y agregaron una futbolista de Universidad Católica y amiga de Carla Pérez, que también asegura que vivió acoso de Ignacio Montano.

El grupo lo llamaron “Funa”. Tonka Diocares aclara que el nombre se lo pusieron en tono divertido, sin tener la intención de denunciar a futuro en redes sociales. Una de las jugadoras propuso agregar a Emilia Pastrián y lo hicieron esa misma noche. Tonka Diocares cuenta que fue Pastrián la que dijo que debían contarle a Claudio Quintiliani, entonces jefe de la rama femenina de Palestino.

El 6 de julio Emilia Pastrián le pidió a María José Urrutia, jugadora adulta del club, que le contara a Quintiliani las acusaciones. El director técnico asegura que, una vez advertido, llamó a Ignacio Montano para encararlo y despedirlo. Horas más tarde, Emilia Pastrián publicó la denuncia en su Instagram. En la publicación se compartieron conversaciones de las cinco futbolistas del grupo de WhatsApp. Pero varios testimonios se agregaron después.

“Quedé impresionada cuando tantas niñas empezaron a compartir sus conversaciones con Ignacio, porque era como si él copiara y pegara los mensajes”, comenta Tonka Diócares.

El grupo “Funa” comenzó a crecer. Tras la publicación de Pastrián, tres jugadoras publicaron en sus cuentas de Instagram denuncias contra Ignacio Montano: Sofía Sáez (Unión Española); Natalia Paredes (fútbol sala de Coquimbo Unido) y Paz Espinosa (Palestino). Ninguna de las tres se conocía. Tonka Diocares explica que la acusación de Pastrián generó que muchas mujeres le comentaran en privado que también habían sufrido acoso y abuso sexual de parte de Ignacio Montano. Las fundadoras de “Funa” decidieron ir uniéndolas al grupo.

Hasta agosto pasado “Funa” tenía 18 integrantes, 16 se declaran víctimas de Ignacio Montano. Todos los testimonios de este reportaje son de deportistas que forman parte de ese grupo. Las dos restantes son Javiera Moreno y Paloma Bermúdez, fundadoras de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF). La entidad gremial se contactó inmediatamente con las denunciantes, luego de la publicación en redes sociales, para brindarles apoyo psicológico y jurídico. El Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg) también les ofreció ayuda y con la ANJUFF realizaron una denuncia al Ministerio Público.

“Desde que conocimos todos los testimonios de las niñas, a mí no me gusta estar sola en mi casa. Me paso el rollo que Ignacio pueda aparecer y me haga algo. Todas las chiquillas piensan lo mismo porque prácticamente tiene las direcciones de todas”, afirma Tonka Diocares.

Ignacio Montano fue contactado para este reportaje, pero no quiso participar.

PARTE II

Ex DT de la Roja femenina condenado por violación de menor siguió trabajando en una escuela de fútbol de la UC

En 2009, Sergio Rojas Loyola fue condenado a siete años de presidio por violación de menor. Cumplió cinco años y siete meses. Aunque se le prohibió trabajar con menores durante diez años tras cumplir la pena, se hizo cargo de niños y niñas de 14 a 16 años en una escuela filial de la UC en Maipú. En el juicio se presentaron dos testimonios de abusos de exalumnas de un colegio donde hizo clases en los años 90. Él reconoce que ha tenido relaciones con menores. En la UC aseguran que no conocían sus antecedentes.

Desde 2016 la Escuela Filial de Universidad Católica en Santa Ana de Chena (Maipú), para niñas y niños, contó con Sergio Rojas Loyola (65) como entrenador de la categoría 14 a 16 años. Rojas es exjugador de fútbol y exdirector técnico de la Selección de Fútbol Femenino de 1994, la segunda en la historia de Chile. “Siempre ha sido muy respetuoso de todos, de los niños y de los papás”, describe un apoderado de la escuela. “Llama la atención que esté trabajando ahí con la capacidad profesional que tiene”, comenta otro. Lo que ellos no saben es que Rojas fue condenado por violar a una menor de edad y asumió en la filial de la UC aunque tenía prohibido trabajar con niños.

Sergio Rojas volvió a Chile en 1989 con 34 años, luego de haber jugado en Argentina, Italia, Inglaterra y Suiza. Al llegar instaló una fuente de soda en calle Chile España (Ñuñoa). A pocas cuadras vivía una niña de 13 años que caminaba frente al local en su recorrido al colegio. Según lo que relata él, fue con un par de piropos y comentarios al pasar, que comenzaron a conversar. De a poco establecieron una relación amorosa, pese a la enorme diferencia de edad. Para Rojas eso nunca fue un impedimento: “Salí con 200 menores de edad”, afirma.

En 1990 fue contactado para hacerse cargo de la Escuela de Universidad de Chile en La Reina y luego del equipo de mujeres del mismo club. Ese año la Asociación Nacional de Fútbol Amateur de Chile (ANFA) decidió comenzar con un proyecto: la primera Selección Nacional de Fútbol Femenino. Un fútbol entonces desconocido por la mayoría, poco respetado y tampoco valorado. Para los hombres de la época solo era atractivo por el “cambio de camisetas”, recuerda Ada Cruz, delantera de la primera selección.

Mientras Sergio Rojas se instalaba como director técnico, su relación con la niña de 13 años se fue estableciendo. “Yo sé que la cosa no es muy racional, muy equilibrada, pero son cosas que se dan”, dice Rojas, respecto a la diferencia de 19 años. “Son cosas que pone la sociedad. Yo le gusto, ella me gusta, está bien”, dice.

Ella no alcanzaba los 16 años cuando lo acompañaba a los entrenamientos en La Reina y luego a Quilín, cuando lo eligieron como técnico de la selección. Las jugadoras la recuerdan. Al rato formalizaron y oficialmente la presentó como “su mujer”.

Paralelamente a su trabajo como director técnico, Sergio Rojas hizo clases de educación física entre 1992 y 1995 en el Colegio Terra Nova de La Reina, donde asistían sus dos hijos mayores. Su salida se debió a una acusación por abuso y acoso sexual a una alumna de octavo básico. La menor nunca quiso hacer la denuncia formal, pero sí informó a las autoridades del colegio, las que desvincularon a Rojas.

“Yo no lo eché, él se echó solo”, recuerda Raimundo Ramos, director del Colegio Terranova en esos años. Ramos explica que Rojas nunca tuvo problemas dentro del colegio, era después del horario escolar que él establecía relación con las alumnas. “Les ofrecía el oro y el moro, como hacen todos los pedófilos”, dice.

En 1994, la ANFA recibió una invitación para participar en el torneo internacional Jayalalitha Cup en Madrás, India. El equipo quedó en manos de Sergio Rojas, que a la vez seguía a cargo de la Escuela filial de Universidad de Chile en La Reina. El que también dirigió, como una suerte de asesor técnico, fue Carlos Encinas González. También era parte del equipo técnico de Universidad de Chile femenino y por ende conocía a muchas de las seleccionadas. A pesar de que Sergio Rojas dice haber sido escogido por Miguel Nasur, en ese entonces presidente de la ANFA, Encinas se adjudica su reclutamiento: “Yo lo elegí, a Miguel Nasur le gustó también”.

Carlos Encinas y las jugadoras nunca supieron de la diferencia de edad entre Sergio Rojas y su pareja. En ese entonces ella recién tenía 18 años. Cuando se les consultó si estaban al tanto de que la mujer que él llamaba su señora era menor de edad, las exseleccionadas se mostraron sorprendidas. Carlos Encinas lo pone en duda: “¿13 años? No, era una mujer”, dice.

Cuando seleccionó al equipo que fue al campeonato en India, Rojas tenía el criterio claro. No solamente tomó en cuenta el talento y la habilidad de las jugadoras, sino también el físico. “Tenía su prototipo de jugadora, monstruos en la cancha. Y las prototipo de jugadoras para la foto, las guapas”, recuerda Juana Astudillo, exjugadora que no fue elegida para conformar el grupo en esa ocasión por su baja estatura y delgadez. Años después Astudillo llegó a ser capitana de la selección.

El equipo tuvo un gran rendimiento en India, donde jugó con Hungría, Uzbekistán, Rusia y la selección local. “Regresamos con un tercer lugar. Muchas entrevistas, nos invitaron a programas y cocktails. Tuvimos harta difusión”, comenta Ada Cruz, destacada jugadora.

Las seleccionadas recuerdan la forma en que Rojas daba charlas y hablaba del nuevo proyecto que armaría en la selección. Frases inadecuadas y algunas acciones no hacían sentir cómodas a todas. “Tenía un comportamiento que no debiese ser el de un líder de una selección deportiva”, declara Alexandra Benado, exseleccionada nacional. “Mucha cercanía, mucha conversa”, agrega.

Él mismo recuerda que cuando asumió el puesto sus cercanos bromeaban. “Todos me echaban tallas: pusieron al zorro cuidando a las gallinas, decían”.

“Él tenía una personalidad bien coqueta, le gustaba conversar harto, era cariñoso”, agrega Ivonne Lobos.

En la actualidad Rojas se sigue jactando de su fama de galán. “Tenía una increíble fama con las mujeres. Yo tenía mi facha”, afirma. Y asegura que nunca tuvo relaciones con jugadoras que entrenó, menos con las seleccionadas. Según cuenta, jamás ha estado con mujeres que no cumplan un estándar físico tipo “modelo”. Y pone como ejemplo a su segunda pareja: “Si yo tengo de esposa a la reina del sector 5 de Reñaca, a la que le ganó el concurso a las hermanas Parsons, ¿Puedo acostarme con (menciona a una seleccionada) o la (nombra a otra)? No po’, es irracional. No tiene comparación”.

En junio de 2008 se ingresó una denuncia contra Sergio Rojas por violación a una menor de la familia. Rojas recuerda el día de la formalización: “Me presenté con pantalón blanco y chaqueta piel de camello Zara, una polera en V y zapatos con punta, pensando que era un trámite más”. Pero el juez dictó prisión preventiva.

En el juicio hubo dos testimonios claves desde el pasado del entrenador: exalumnas del colegio Terra Nova de La Reina. Entre ellas la mujer que en 1995 lo había denunciado a las autoridades del establecimiento. La testigo no llegó por casualidad al caso, fue la hija mayor de Sergio Rojas quien la llevó para testificar en contra de su papá. Se conocían del colegio, pero la hija de Rojas se enteró de este episodio en medio del proceso. No ha vuelto a tener contacto con él.

Otra testigo dijo que él la llevó a un parque e intentó abusar de ella. Él no niega lo que ocurrió. Cree que llamó la atención de las jugadoras por el auto que tenía y su físico. “Me decían: Checho regálame una minifalda. Y yo les decía: ya, pero te la quiero ver puesta, vamos al Parque Intercomunal. Ahí atraqué con ella”, relata Sergio Rojas.

Otra prueba fue la carta que le envió el acusado a la madre de la menor, mientras estaba en prisión preventiva. En ella pedía que lo disculpara por un “error de segundos”. Fue presentada en el juicio.

La sentencia fue clara: culpable de violación en grado consumado. Sergio Rojas Loyola fue condenado a siete años de prisión efectiva el 6 de febrero de 2009. Además se le dictó una medida accesoria: inhabilidad de diez años para trabajar con menores una vez cumplida la pena. Al día de hoy, según el Registro Civil, Sergio Rojas sigue inhabilitado para trabajar con niñas y niños.

Por buena conducta, cumplió cinco años y siete meses. Los registros muestran que en septiembre de 2014 salió en libertad.

Hasta hoy piensa que lo que le hicieron fue una “maldad”. Afirma su inocencia férreamente. Dice que cuando salió de la cárcel encaró a la madre de la menor. “Le dije: mira, te voy a decir una pura cosa la reconcha de tu madre, yo te iba a matar a voh’ y ¿sabes quién te salvó? Dios. Dios no quiere que me pase para el lado de los malos”, relata.

Sergio Rojas está seguro que esto truncó su carrera como entrenador. “Yo como técnico tendría que estar en la Selección Chilena nuevamente o en un gran club”, asegura.

Cuando salió, decidió volver a trabajar en lo mismo, ignorando la sentencia vigente que le prohibía trabajar con menores. Él asegura que “lo taparon en pegas” en distintas escuelas de fútbol. Según cuenta, lo primero que hizo fue recurrir a Miguel Nasur para pedirle algo de plata para comprarse un auto y empezar a rehacer su vida.

A finales de 2015 contactó a Fernando Astudillo, exjugador de Universidad Católica y coordinador de varias escuelas filiales de ese club. Eran viejos conocidos. Rojas le había dado trabajo a Astudillo como entrenador en los años 90, en la Escuela de Universidad de Chile en La Reina. Le tocaba a Astudillo devolverle la mano.

Según Astudillo, se enteró después sobre la condena que cumplió Sergio Rojas. Dice que por muchos años “le perdió la pista”. Astudillo aceptó trabajar con él porque lo consideró inocente al escuchar la versión de Rojas. Lo que cuenta es lo mismo que relata el exentrenador de la selección femenina. Afirma que lo contrató para que dirigiera equipos en las escuelas porque lo conocía hace tiempo y nunca habían tenido ningún problema. “Dije: bueno, lo voy a tener en la mira”, explica.

Sobre los papeles para hacer el contrato y formalizar el trabajo, Astudillo dice que desde el club Universidad Católica solo le piden el currículum y no un certificado de antecedentes. “Los técnicos nos conocemos casi todos”, justifica.

Desde 2016 Sergio Rojas estuvo a cargo de niños y niñas de 14 a 16 años en la sede de la UC en Santa Ana de Chena. En agosto pasado se consultó a un funcionario de Universidad Católica sobre esta situación y afirmó que no estaban enterados (*). Los papás de la escuela se muestran sorprendidos al preguntarles acerca de la inhabilidad de Sergio Rojas: “Me toma por sorpresa”, dice uno de ellos, quien tiene cuatro años como apoderado. “Nunca he visto nada, ningún tipo de esbozo de algo, nada”, agrega.

Rojas señala que no cree en la justicia chilena, que volvió a trabajar con menores porque quiso “pasar por encima de las reglas” y que todo le da lo mismo. ¿Si es que ha pensado trabajar con mayores de edad para no tener problemas con la ley? Dice que no.

El 4 de octubre de 2018, el periodista Rodrigo Retamal lanzó su libro “La batalla de las pioneras”, la historia de la primera selección femenina. En una de las sillas del parque de Providencia llegó, para sorpresa de muchas, Sergio Rojas Loyola, quien no fue oficialmente invitado. La última vez que las exfutbolistas supieron de él, a través de rumores, era que había estado preso por casi seis años.

Llegó por invitación de Ada Cruz, figura y goleadora de la Roja femenina. Vestido con corbata, y chaqueta y pantalón en tonos claros, se acercó a Retamal antes que empezara el evento y le preguntó si su libro incluía la “hazaña” en la India, cómo él la llama. Pidió la palabra en la ronda de preguntas para hablar de su increíble trabajo, como él lo describe, con el equipo del 94. Cuando terminó la presentación, algunas jugadoras conversaron entre ellas. La presencia de Rojas las incomodó. “¿Y tú no me vai a saludar?”, recuerdan algunas asistentes que les dijo a las que prefirieron no hablarle después de enterarse de los motivos de su condena.

PARTE III

Un intento de suicidio en Unión Española: jugadora sub 17 fue acosada por un funcionario del club

Guissel Carrasco se integró a la sub 17 de Unión Española en 2019. Pero su sueño de ser futbolista se hizo pedazos. No quiso seguir jugando y cayó en una depresión que desembocó en un intento de suicidio. Los mensajes grabados en su teléfono indican que fue acosada por Branko Zitkovich, entonces coordinador del Fútbol Formativo del club. Esos pantallazos fueron prueba suficiente para que el gerente de Unión Española lo despidiera de inmediato. Pero los padres de la adolescente dicen que no fueron alertados por el club, por lo que la falta de contención oportuna habría agravado su estado emocional.

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