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Cerramos aquí el ciclo de reflexiones que se inició al afirmar que nuestro criollo, Antonio de Fuentes, descendiente de conquistadores, funcionario perpetuo, propietario de cañaverales y tierras de trigo, era un típico heredero de la conquista. Cabe esperar que el lector esté ahora persuadido de la importancia de ese rico concepto histórico —herencia de conquista— para la comprensión de la realidad y el pensamiento de la clase social que es tema de entrada de nuestro estudio.

6. Clase dominante a medias

Pero los criollos, como todos sabemos, no tenían en sus manos el gobierno de la provincia. Tampoco poseían todas las fuentes de riqueza, ni controlaban a los indígenas en forma absoluta. (Esto no ocurrió sino mucho tiempo después, con la Independencia, que fue la toma del poder por ellos.)38 Aquella clase compartía el poder económico y político, en un plano de subordinación, con la monarquía española representada en sus funcionarios. Era una clase dominante a medias, y el proceso que dio lugar a esa peculiar situación debe ser conocido siquiera muy esquemáticamente.

Para extender y consolidar su dominio sobre las tierras indianas, la Corona española se vio obligada a estimular y a premiar a los conquistadores y a quienes quisieran venir a poblarlas. El premio consistía en concederles diversos privilegios y ventajas39 que despertaban el interés por la conquista y que, una vez lograda ésta, obligaban a radicar en las nuevas posesiones y a preocuparse por la conservación del imperio. La Corona se ahorró de ese modo los enormes gastos que habría ocasionado la conquista como empresa estatal, pero creó con ello en América una sociedad con un núcleo de dominadores altamente privilegiados y poderosos. De allí arranca el carácter feudal de la sociedad indiana. Y de más está decir que para la provincia de Guatemala —territorio pobre en metales preciosos— aquellos privilegios vinieron a girar, primordialmente, en torno a la concesión de tierras y al dominio sobre los indios para obligarlos a trabajarlas.40

El sistema de colonizar concediendo privilegios, si bien fue un expediente hábil que impulsó la conquista sin ocasionarle gastos a la monarquía, creó inmediatamente, empero, una contradicción fundamental entre los intereses de los colonizadores y los de la Corona. Porque los conquistadores y primeros pobladores, aun aceptando la autoridad de Estado que les otorgaba tales privilegios, hubieran querido explotar estos dominios sin la intervención de nadie. Les estorbaba la presencia de la burocracia imperial que velaba por los intereses del rey, y con la cual, muy a su pesar, tenían que compartir los provechos que se obtenían de las provincias. Entre los descendientes de los conquistadores y primeros colonos —es decir, entre los criollos— fue desarrollándose un sentimiento de suficiencia y rebeldía frente al dominio de España, conforme aumentaba la capacidad productiva de sus propiedades y se hacían económicamente más fuertes. La culminación de este proceso fue la Independencia, pero el proceso mismo se observa a lo largo de los tres siglos coloniales: un forcejeo constante entre los funcionarios reales y los criollos como clase social. Unos y otros tenían el propósito común de extraer al máximo la riqueza de la tierra a base del trabajo de los indígenas, y por eso se estorbaban. Los interminables conflictos entre Audiencias y Ayuntamientos — instituciones representativas, respectivamente, de los intereses de la Corona y de los criollos— fueron una manifestación evidente de aquella pugna.

Quiere decir, pues, que la ideología de la clase de los criollos —el criollismo— no entrañaba únicamente fórmulas justificadoras de una situación de privilegio —prejuicios de superioridad—, sino también, y esto reviste la mayor importancia para nuestro estudio, fórmulas veladas de ataque y defensa frente a lo español. Hay que situar a los criollos en la trama de la sociedad colonial, con los funcionarios imperiales regateándoles el dominio, y con la masa de mestizos, mulatos e indios —estos últimos en gran mayoría— en posición de inferioridad económica, y por ende también social y política. Importa tener muy presente esa ubicación, porque la ideología de los criollos, lejos de ser simple y coherente, estaba llena de contradicciones y ambigüedades que no se explican sino refiriéndolas a una pugna de clases multilateral: frente a indios, mestizos y mulatos, ellos eran dominantes y explotadores en diversas formas; frente a las autoridades españolas eran parcialmente dominados aunque no explotados: eran partícipes insatisfechos y quisquillosos en el sistema de explotación colonial.

Ahora bien, el documento más valioso para estudiar aquella ideología en el reino de Guatemala, y para descubrir, al mismo tiempo, sus motivaciones ocultas en una dinámica de clases, es la Recordación Florida de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Habíamos dejado pendiente una pregunta acerca de ella: ¿Qué se proponía el cronista criollo al escribir su obra? ¿Qué indujo a un terrateniente sin formación universitaria a escribir el documento histórico más notable del periodo colonial guatemalteco? Retomemos ese asunto.

7. Motivaciones de la “Recordación Florida”

En las primeras páginas de la crónica, el autor expresa tres motivaciones, tres incitantes que, según declara, fueron los que lo llevaron a emprender el prolongado trabajo de escribirla. Vale la pena enunciarlos y escudriñar su fondo social, porque lo tienen.

El regidor Fuentes y Guzmán fue algo así como el historiador del Ayuntamiento. A él se le encargaba dilucidar todos aquellos asuntos que por su antigüedad le resultaban dudosos al cabildo.41Haciendo esas pesquisas en los archivos de la institución, vinieron a sus manos unas Reales Cédulas en las que los reyes pedían, ya desde el siglo XVI, que se redactasen informes y relatos sobre la realidad geográfica y política de la provincia. La Corona, como es sabido, expidió órdenes de ese tipo en todo tiempo y para todas las provincias; el conocimiento de sus peculiaridades era indispensable para orientar la política colonial de la metrópoli —así nacieron las más célebres Crónicas de Indias—. Nos dice el cronista, pues, que el hallazgo de estas órdenes, y la comprobación de que nadie había emprendido la tarea de escribir un informe completo del reino, le inspiraron la iniciativa de tomar dicho trabajo para sí.42

En estrecha relación con aquella iniciativa —agreguemos nosotros— surgió en él la aspiración de obtener el título de cronista del reino, y a eso se debió que, al terminar de escribir la primera parte de su crónica, enviara una copia al Consejo de Indias y encargó a un amigo para que gestionase lo del título. Pero cuatro años más tarde recibió una carta en que su agente le informaba, con pena, que la copia se había extraviado en el Consejo y que desistía de recuperarla.43 La crónica no despertó interés en aquel alto órgano de gobierno indiano, y don Antonio no obtuvo nunca el célebre título que tanto le entusiasmó en un principio.

Estos últimos datos vienen a cuento porque demuestran que las reales órdenes y la ambición del título, habiendo sido quizás motivaciones secundarias de la obra, no fueron su motivación principal. Lo prueba el hecho de que, después de perder toda esperanza de buena acogida para su obra en el Consejo, Fuentes haya seguido escribiendo la Recordación hasta terminar la segunda parte, mucho más extensa que la primera y más compleja en su estructura.43a

La segunda motivación expresada por el cronista es como sigue.

Hacia 1675 llegó a Guatemala la edición española de la Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo.44 Los descendientes del conquistador y cronista se interesaron, como era natural en la lectura de aquella obra cuyo manuscrito original se conservaba entre ellos como joya de familia. Antonio de Fuentes había leído desde su juventud dicho manuscrito45, y no tardó en percatarse de que la edición española contenía algunas alteraciones de texto que a él le parecieron graves. En la entrada de la Recordación nos dice, pues, que se propone enderezar aquellas alteraciones del original de su ínclito y generoso progenitor46 y presenta ese cometido como una de las motivaciones de su propia obra.

Pero sucede que las rectificaciones se le quedaron en el tintero, y que, después de haber puesto tanto énfasis sobre el asunto en la entrada de la crónica, las olvida en el largo camino del relato. Las divergencias entre la edición y el manuscrito, aun siendo de detalle, habrían merecido algo más que las breves alusiones que Fuentes les dedica muy al principio de su obra.47 Y esta inconsecuencia pone al desnudo, en el umbral mismo de la Recordación, en qué medida está toda ella empujada por móviles enraizados en una conciencia de clase. La mención de Bernal Díaz —ruidosa mención en las cuatro primeras páginas de la obra— responde a la necesidad, por parte del criollo, de señalar su abolengo de conquistadores y presentarse como descendiente de ellos. Los criollos no desperdiciaban ninguna oportunidad de recordarle a la Corona — y no olvidemos que la primera parte de la Recordación fue escrita pensando en el Consejo de Indias— que eran sucesores de quienes habían ganado estos dominios para ella. Hubieran deseado poder proclamarlo todos los días ante el rey en persona. Ésa es la verdadera razón, y no otra, de que Fuentes y Guzmán haya querido levantar la efigie de su antepasado a la puerta de la Recordación Florida. Fácilmente lo revela el desmedido énfasis que pone en todos los párrafos en que habla del conquistador:

habiéndome dedicado en mi juvenil edad a leer, no sólo con curiosidad sino con afición, veneración y cariño, el original borrador de el heróico y valeroso capitán Bernal Díaz del Castillo, mi rebisabuelo, cuya ancianidad manuscrita conservamos sus descendientes con aprecio de memoria estimable […]48

En todas las ocasiones en que alude al manuscrito del conquistador, habla con desenfado de “mi Bernal… mi Castillo…” y cabe suponer que esa ingenua pedantería, del más puro sabor criollo, haya sido la desgracia de la crónica ante el Consejo; porque a mediados del siglo XVII le resultaba muy molesto a las autoridades españolas que les recordaran que América había sido ganada por el esfuerzo privado de aquellos aventureros ambiciosos. Así, pues, las dos primeras motivaciones aducidas por el cronista quedan refutadas por la crónica misma. La Recordación no fue escrita en obediencia de unas viejas cédulas, porque ese estímulo quedó anulado al ser desestimada la primera parte de la obra por el Consejo de Indias. Tampoco fue escrita para rectificar las alteraciones de la primera edición de Bernal Díaz, porque no se cumple tal cometido en la obra, ni habría sido necesario, para cumplirlo, desarrollar un enorme relato panorámico que consta de 1930 páginas en el manuscrito.49 No fueron esas las instancias que impulsaron a Fuentes y Guzmán a escribir su crónica monumental.

La Recordación Florida es fruto de un sentimiento hondo, apremiante y persistente, que el cronista declara en pocas palabras en la introducción de la obra, y que, según se comprueba al leerla, anima todas sus páginas, desde el principio hasta el fin. Dice don Antonio de Fuentes y Guzmán que la tercera razón de su trabajo ha sido “el amor a la Patria, que me arrebata […]”50

¿Sentimiento de patria en el siglo XVII?

¿Patria cuando aún faltaba mucho más de un siglo para la Independencia?

8. Defensa del patrimonio y nacimiento de la patria

Sí. La Recordación Florida es el primer documento en que se manifiesta, de manera clara y vehemente, la idea y la emoción de una patria guatemalteca. El vocablo suena muy de vez en cuando a lo largo del relato, pero la crónica es, toda ella, una exaltación, un canto y una defensa del reino de Guatemala. No del reino como un fragmento del imperio español, sino como algo que vale por sí mismo y que, precisamente, debe ser valorado con abstracción de cualesquiera imperios para hacerle justicia. No la madre patria, sino la patria nueva, americana.

Pero cuidado. La idea de patria está siempre llena de problemas, se sustrae a toda definición formal, cambia de contenido con el mudar de las situaciones históricas, presenta significaciones diversas según los puntos de vista de las clases sociales, y nada hay más demagógico y simplista que atribuirle un contenido universal y permanente. La idea de patria que estaba naciendo en Guatemala en el siglo XVII, y que se halla presente en el fondo de los arrebatos y alegatos de la Recordación Florida, es la patria del criollo. Es un producto ideológico de la lucha que sostenían los criollos con la madre patria, con España. Como cualquiera otra idea política, ésta era la expresión de un complejo de intereses de clase que tenía su origen en una situación económica. Los criollos estaban defendiendo su patrimonio de herederos de la conquista, y ese patrimonio fue la base material de la que surgió en ellos la idea de patria.

Tuvieron los indios, desde luego, sus patrias antes de ser conquistados. En el Popol Vuh y en los anales de los cakchiqueles se nos habla —ese es, en realidad, su verdadero tema— de unos territorios poseídos, de un pasado lleno de luchas para llegar a esa posesión, y se hace temerosa referencia (los documentos fueron escritos después de la conquista) a la pérdida de aquella posesión. Los quichés y los cakchiqueles no sólo son claros al referirse en ambos documentos a su patrimonio perdido,51 sino que también manejan el concepto de patrimonio territorial referido a otros pueblos indígenas por ellos combatidos y dominados.52 Pero al ser conquistados, los indios perdieron sus territorios y hasta su libertad individual, convirtiéndose, a través de la conquista, en patrimonio de los conquistadores y de sus descendientes. Por eso la patria del criollo no es en modo alguno la patria del indio. El indio es un elemento de la patria del criollo, una parte del patrimonio que estaba en disputa con España. Lo cual no tiene nada de extraño, porque, en la historia del mundo, nunca fueron compatriotas el esclavo y su amo, ni el siervo y su señor.53

Cuatro son los grandes temas de la Recordación Florida, a saber: la conquista, la tierra, los indios y España. No sólo porque están presentes en todo momento, colmando los densos capítulos de la crónica, sino porque son los que el cronista trabaja con pasión y angustia, poniendo en ellos cargas emocionales del más diverso matiz. Y no es extraño que así sea, porque se trata, en primer lugar —conquista— de la fuente y el origen del patrimonio criollo; después — tierra e indios— de los aspectos más importantes del patrimonio en sí, y finalmente —España— de la fuerza que impedía el pleno dominio y disfrute del patrimonio, arrebatándole a los criollos un pedazo de él. Son las cuatro raíces de la patria criolla. Serán, por lo mismo los asuntos de nuestro análisis en capítulos venideros, enderezados a comprender las características esenciales de la clase social de los criollos y de su ideología de clase: el criollismo.

Séanos permitido cerrar este capítulo, preámbulo general e indispensable del examen subsiguiente, refiriendo un episodio oportuno, que es algo más que una anécdota.

Hacia fines del año 1688 terminó de escribir su Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús el religioso Francisco Vázquez.54 Fuentes y Guzmán estaba escribiendo por aquel entonces la primera parte de la suya55 y eran entrambos buenos amigos. Vázquez era miembro de una familia criolla, y recordemos, de pasada, que en el seno de la Iglesia se libró igualmente una sorda pugna entre religiosos criollos y peninsulares.56 Pues bien: la licencia para imprimir la obra de Vázquez promovió, según las modalidades de la época, un engorroso papeleo ante las autoridades civiles y eclesiásticas de Guatemala. El Ayuntamiento tuvo que rendir también su dictamen, y en este caso, como en todos los que tocaban asuntos históricos, fue el regidor Fuentes el encargado de rendir informe sobre las cualidades de la crónica del fraile. El informe es interesantísimo en relación con lo que venimos tratando.57

Junto a las muchas bondades que el concejal dice hallar en la obra de su amigo, recarga el acento sobre el hecho de que el autor es hombre nacido en el país. Es como si quisiera decir que sólo los hombres nacidos en Indias pueden hablar con justicia del valor de estos territorios. O lo que es lo mismo: veladamente está negándole autoridad a los extranjeros para juzgarlos, extraños en ellos. “Es un libro en todo admirable —dice el informe, y agrega, refiriéndose a la nacionalidad del autor—: y por natural de la patria en que escribe, más aclamado de los redobles de su trompa”.58 Las obras de esta índole deben darse a conocer “para lustre de este nuevo mundo” y el criollo debe alzar su voz en nombre de “la patria en que escribe”.59

He aquí, expresado en otra forma, el sentir que hemos señalado como fuerza estimuladora de la crónica de Fuentes. Su mundo le era querido porque era suyo; y más hondamente querido porque no era totalmente suyo. El indio había sido desplazado y el español venía a ver a quién desplazaba. Los criollos eran, digámoslo así, el grupo emplazado, amenazado y puesto en trance de defender lo suyo. Este fondo posesivo, relativo a una posesión que los antepasados habían conquistado y que era preciso conservar y ampliar, constituye la causa profunda del amor exaltado que el criollo sentía hacia su mundo.

Pasemos a examinar este asunto en toda su complejidad.

1 Vásquez, t. II, p. 326. (Descripción del terremoto.)

2 Id., Fuentes, t. I, p. 175

3 Fuentes, t. I, p. 176 (Referencia al problema de los terremotos.)

4 Id., t. I, p. 175

5 Id., t. I, p. 242 (Menciona la presencia de un esclavo en su casa.)

6 Portones, rejas, altar doméstico, características de todas las casas acomodadas. Pueden verse todavía muchos exponentes en la ciudad de Antigua, Guatemala. Véase Cortés y Larraz t. I, p. 22. (Descripción de las casas grandes de Guatemala hacia 1770.)

7 Fuentes, t. II, p. 431.

8 Proverbio guatemalteco que recomienda no departir en igualdad con los indígenas. No hay prueba alguna de que fuera común en la época colonial, pero es evidente que la idea que expreso es totalmente colonial.

9 Fuentes, t. I, p. 217. (Habla de la relación entre la leche y las costumbres.)

10 Prueba en Fuetes, t. I, p. 217; Ots, Instituciones dice que fue preciso prohibir que se obligara a criar niños ajenos a las indígenas de Guatemala.

11 Vela, p. 138; Anales Geo. Hist., t. II, p 108: estudio del licenciado J.A. Villacorta.

12 AGG, A.3.10, exp. 3097, leg. 160, f. 18: Genealogías de familias de conquistadores; Vela, p. 138.

13 Vela, p. 138; Anales Geo. Hist., t. II, p. 108; AGG, A.3.10, exp. 3097. Leg. 160, f. 18.

14 Fuentes, t. I. p. 317, y t. III, p. 134.

15 Anales Geo. Hist., t. II, p. 108. Estudio de J. Antonio Villacorta, cita a Juarros.

16 Fuentes, t. I, p. 223.

17 Id., t. I, p. 224.

18 Id.

19 Id.

20 Id., t. I, p. 285. En la p. 158 se lee: “mi hacienda de pan llevar” pero seguramente se refiere a las labores ya mencionadas. En la p. 196, una hacienda de azúcar y otra de pan, ambas en Petapa. Las del Valle de las Vacas en la p. 285.

21 Vela, p. 143.

22 Fuentes, t. I, p. 102.

23 Id., t. II, p. 386, t. I, p. 58.

24 Id., t. I, p. 217.

25 Este prejuicio es un supuesto básico a lo largo de toda la crónica, de Fuentes y Guzmán. Véase el capítulo V de este estudio.

26 Libro Viejo, p. 272: carta de Pedro de Alvarado a Hernán Cortés, en que pueden verse las elementales argucias de que se valió para derrotar a los indios. Véanse también las otras cartas en la misma colección, en especial la p. 279. (El propio Cortés penetró hasta el corazón de México presentándose ante los pueblos como su liberador frente a la dominación azteca.)

27 Id., relación hecha por Alvarado a Cortés desde Utatlán, 11 de abril de 1524.

28 Yáñez, p. 61.

29 Libro Viejo, p. 274: carta a Cortés desde Utatlán, abril de 1524.

3029a Anales Cakchiqueles, pp. 128—132. También Fuentes, t. III, p. 150.

Libro Viejo, p. 276: carta de Iximché, 27 de julio de 1524.

31 Id., p. 227. Fuentes, t. II, p. 73. (Rendición de Izquintepeque amenazando quemar sus plantíos de cacao.)

32 Anales Cakchiqueles, p. 128.

33 Id., p. 129.

34 Id., p. 131.

35 Id., p. 132.

36 Id., pp. 132 y 133.

37 Id., pp. 133-140. (Allí hay una mención reiterada de muertes por fuego y horca.)

38 Para un desarrollo amplio de estas tesis —la Independencia fue la toma del poder por los criollos—, véase Severo Martínez, Independencia y lucha de clases en Guatemala.

39 Ots, Tierras, pp. 8-13. (allí hay un estudio de las leyes que normaban estas concesiones.) Véase también Leyes de Indias: título 12, libro IV, ley 1ª. También Legislación agraria, p. 9.

40 El problema de la tierra será analizado en el capítulo IV y el del régimen de trabajo en el VII de este libro.

41 Pardo, Efem., pp. 82, 88 y 107; Fuentes, t. I, p. 2 (El Ayuntamiento encarga a Fuentes, hacer “memoria histórica”.) (Permisos para visitar los archivos de la institución.)

42 Fuentes, t. III, p. 339, t. I, pp. 2 y 4.

43 Esta copia estuvo extraviada hasta 1882, año en que fue descubierta y publicada en España. Para información sobre las gestiones del título de cronista, véase Fuentes, t. I, prólogo de J. Antonio Villacorta. También Fuentes, t. II, prólogo de Ramón A. Salazar, Vela, pp. 143 y 146. (Transcribe fragmento de carta de Fuentes al rey, muy interesante.) Anales Geo. Hist., t. II, p. 99: ensayo sobre una bibliografía geográfica e histórica de Guatemala de J. Antonio Villacorta. También Fuentes, t. III, p.340, en donde el cronista hace referencia al asunto.

4443a El manuscrito de la primera parte consta de 576 pp., mientras que el de la segunda tiene 1 234 pp. (AGG).

Se trata de la edición de Remón.

45 Fuentes, t. I, p. 1.

46 Id., t. I, pp. 1 y 4.

47 Id., t. I, pp. 3-4 y 32. Véanse allí unas rectificaciones sin importancia. No he hallado otras en ningún lugar de la crónica.

48 Fuentes, t. I, p. 1.

49 Id., t. I (pp. XIII y XVI del prólogo). La edición impresa en tres tomos consta de 1 400 pp. (Sociedad, Geografía e Historia de Guatemala.)

50 Fuentes, t. I, p. 4.

51 Popol Vuh p. 85. Comienza el texto: “Este es el principio de las antiguas historias de este lugar llamado Quiché. Aquí escribiremos y comenzaremos las antiguas historias, el principio y el origen de todo lo que se hizo en la ciudad del Quiché, por las tribus de la nación quiché”; en la p. 264 termina el texto indígena: “Y ésta fue la existencia de los quichés…”; es muy importante, a este respecto, lo que se dice en la p. 246. Vid anales cakchiqueles, p. 63: “y nosotros dijimos, cuando removíamos el seno de nuestras montañas y nuestros valles: ‘vamos a probar nuestros arcos y nuestros escudos a alguna parte donde tengamos que pelear. Busquemos ahora nuestros hogares y nuestros valles’; así dijimos”. Especialmente importante la entrada de la segunda parte, pp. 124 y ss., en donde se relata la llegada de los castellanos a Iximché. Y el final de la obra: “porque nosotros conocemos nuestro origen y no olvidaremos a nuestros antepasados”, p. 207.

52 Popol Vuh, p. 248: “He aquí la destrucción y división de los campos y los pueblos de las naciones vecinas […]”; Anales Cakchiqueles, pp. 102 y ss. (Guerra con los quichés.)

53 Quizás en la etapa más temprana de la esclavitud patriarcal, pero esto aún es muy dudoso.

54 Pardo, Efem., p. 107. Licencia para Vázquez.

55 Fuentes, t. I, p. 360. (Expresa que está “por imprimirse” la crónica de Vázquez y denota su aprecio por el fraile). También en t. I, p. 63. (Lo llama allí “crédito de la patria”.)

56 Fuentes, t. III, pp. 227-231. (Véase allí un episodio ejemplar del conflicto entre criollos y españoles en el seno de las órdenes religiosas.) Gage, pp. 8-9 y 122. También Haring, para el asunto en toda la América española.

57 Vázquez, t. I, introducción del editor. (Allí hay una transcripción completa del informe.)

58 Id.

59 Id. Véase Fuentes, t. I, p. 283 (“Nuestra América”). Lo mismo en t. II, p. 131. También en t. III, p. 229 (“Hermanos de patria”).

II. LAS DOS ESPAÑAS

1. Gachupines. 2. Causas de la idealización de la conquista. 3. El héroe bribón. 4. Brutalidad de la primera etapa colonizadora. 5. Los defensores de indios y causas de su éxito. 6. Las Leyes Nuevas y la abolición de la esclavitud de indios.

1. Gachupines

Los refranes y proverbios suelen compendiar importantes jirones de la realidad social. En los siglos coloniales corría un proverbio, burlón y elocuente, que bien puede aparecer en la entrada de este capítulo: “gachupín con criollo, gavilán con pollo”.1 Aludía, claro está, a la enemistad entre españoles y criollos, y discretamente insinuaba ciertas ventajas de los primeros sobre los segundos.2 El proverbio debe haber corrido entre las capas medias de la población, entre mestizos y mulatos, porque en su mucho acierto y poca parsimonia denota algún rudo desprecio por igual para los dos grupos dominantes.

La pugna entre españoles americanos y españoles peninsulares fue muy acusada en las provincias mayores, como México y el Perú. Los historiadores de esos países han dado amplia noticia del fenómeno. Son abundantes las pruebas de que en el reino de Guatemala hubo también una virulenta enemistad entre ambos grupos sociales. El fraile, viajero, cronista y espía Tomás Gage “¡que todo eso fue el célebre inglés!” llegó a la conclusión, después de vivir 12 años en esta provincia,3 de que criollos y españoles eran “dos grupos de habitantes, tan opuestos entre sí, como en Europa los españoles y los franceses”4 y no juzga exagerado indicarle al gobierno británico que “el odio que se profesan unos a otros es tal, que me atrevo a decir que nada contribuiría tanto a la conquista de América [por los ingleses, S.M.] como esa división”.5

Por lo que hace a la crónica de Fuentes y Guzmán, escrita 50 años más tarde que las noticias de Gage, se comprenderá que es un verdadero tesoro de información histórica sobre aquella enemistad. Y es de advertirse, pues el detalle no carece de interés, que la segunda parte de la obra es mucho más franca y rica en la expresión del pensamiento criollo frente a España; mucho más decidida en su actitud criollista, ya que, según se recordará, la primera parte había sido escrita para obtener la aprobación del Consejo de Indias. La diferencia entre ambas partes a este respecto es muy notoria y además significativa.

Pero, independiente de la diferencia señalada, en toda la Recordación Florida salta a la vista que en la mentalidad del criollo había dos Españas. Una, la España conquistadora, que a él se le antoja sublime, llena de hidalguía y de elevadas miras; otra, la España mezquina, representada por funcionarios de espíritu calculador y por barcadas de emigrantes que ambicionaban una tajada del Nuevo Mundo. La primera de esas dos Españas aparece embellecida, idealizada “precisamente a los criollos les debemos la idealización de la conquista, esa deformación histórica que aún no nos hemos quitado de la cabeza”. La segunda España aparece empequeñecida, y es en todo momento motivo de amargura para el cronista.

Explicar cómo la España grata a la memoria de los criollos vino a convertirse en la España que les disputa los provechos de América, es el asunto que ahora tenemos entre manos. Se trata de un proceso importante y complejo, cuyo estudio nos introduce en terrenos poco conocidos de la vida colonial.

2. Causas de la idealización de la conquista

Algunos comentaristas han criticado duramente a Fuentes y Guzmán por su falta de imparcialidad en cuanto se refiere a los primeros tiempos de la colonización,6 y ha habido quien lo califique, no sin razón, de “admirador servil y parcial de los conquistadores”.7 Es preciso, sin embargo, ir un poco más allá y buscar las raíces sociales del fanatismo del cronista; no sólo porque la labor histórica queda truncada si se limita a señalar los hechos sin explicar sus causas, sino también porque dicho fanatismo, la ciega veneración a los conquistadores, puede haber sido mucho más que una limitación personal del cronista; pudo ser un rasgo característico de la ideología de su clase social.

Fuentes y Guzmán ve en la conquista un hecho providencial, y en los conquistadores “instrumentos escogidos de Dios para esta grande obra”.8 Y sería equivocado suponer que se trata, simplemente, de una concepción providencialista de la historia. Se trata de una divinización que va más allá de tales exigencias filosóficas. El verdadero motivo de que el criollo ponga por los cielos un suceso histórico que discurrió apegado a la tierra se pone de manifiesto en la lectura atenta de la propia crónica. Son numerosísimos los párrafos en que el autor expresa con toda claridad las razones por las cuales, en opinión suya, era de justicia tener a los conquistadores en el más elevado pedestal de admiración. En todos esos trozos resuena un tema fundamental: la gratitud.

El bienestar, el desahogo, la euforia que les deparaba a los criollos su privilegiada posición económica y social se la debían, en efecto, a quienes habían tomado la tierra y habían sometido a los indios. Los criollos tenían clara conciencia de que ellos estaban gozando lo que otros habían conquistado. Y como ninguna clase explotadora reconoce que le debe su bienestar a aquellos a quienes explota, sino mas bien estas clases prefieren reconocerse deudoras de quienes históricamente las colocaron en posición de ventaja y privilegio, de allí que los herederos de la conquista, los criollos, sintieran verdadera veneración por los conquistadores.

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