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I.3. De Keynes a Minsky

Todo lo que se ha comentado hasta ahora permite tener nociones generales sobre las distintas interpretaciones de la financiarización, muchas de las cuales plantean una definición de esta como respuesta a los problemas de realización del mercado en contextos de crisis de sobreacumulación o de caída de la masa salarial, conforme al desarrollo de las fuerzas productivas dentro del capitalismo. Incluso autores que se identifican con la teoría del valor y de la plusvalía de Marx, llegan al debate de la financiarización sosteniendo un argumento keynesiano.

Para Keynes, la economía capitalista requiere de una constante intervención exógena para sostener la inversión y el crecimiento, dada la tendencia de las empresas a nivel individual a dirigirse a las actividades más rentables –usualmente aquellas destinadas al consumo de los estratos más altos– o al atesoramiento cuando la rentabilidad no es la esperada. Esto merma la demanda agregada, la cual sólo puede incrementar su nivel estándar a partir de una mayor inversión. En este esquema, el sector financiero es el medio por el cual se extraen rentas de la producción para reasignar capital hacia actividades más rentables, desfinanciando las actividades más intensivas en empleo y constituyendo lo que Keynes prospectó como la eutanasia del rentista34.

En el contexto neoliberal, la ausencia de dicha intervención exógena –el Estado– genera las condiciones propicias para la tesis de la eutanasia del rentista, que es el punto de inicio de los continuadores de Keynes en la discusión sobre financiarización35. Las finanzas aparecen aquí como medios de asignación del capital desde unidades productivas que invierten y generan empleo, a unidades productivas de baja inversión y empleo. Sin política fiscal de por medio y tras el desmantelamiento monetarista de las políticas recomendadas por Keynes, aplicadas entre los ’30 y ’70, los keynesianos y postkeynesianos actuales advierten la tendencia a la eutanasia del rentista, la cual refuerza la espiral de menor crecimiento, inversión y empleo36.

No obstante, dada la sostenida baja en las tasas de interés tras el Shock Volcker y sus repercusiones internacionales en los ’80, así como las políticas monetarias anti-deflacionarias aplicadas, algunos autores han propuesto la reaparición de un keynesianismo privatizado37, expresado en el creciente endeudamiento de los hogares, como se ha comentado. Es decir, la figura del rentista en dinero se trastoca frente a los nuevos estímulos monetarios y financieros a la producción y el consumo, haciendo que la eutanasia del rentista sea precisamente su opuesto: la reanimación del capitalismo.

Las finanzas contemporáneas ya no tratan, como en los tiempos de Keynes, de cómo movilizar el ahorro sino de cómo expandir el crédito. Esta es la contribución que dota de actualidad a la obra de Hyman Minsky siendo una de las principales referencias teóricas de los estudios sobre financiarización, tras la crisis financiera global iniciada en 2008. De acuerdo con su teoría, el sistema financiero se fragiliza paulatinamente, ya que existen fuerzas endógenas que derivan de transformaciones institucionales y de la disposición de las empresas y los bancos a adoptar prácticas financieras crecientemente riesgosas; cuando todo marcha bien, en el auge, se instala la percepción de una baja incertidumbre38. Por esta razón, para Minsky la estabilidad financiera es desestabilizadora per se: esta es la hipótesis de inestabilidad financiera.

Asimismo, los mercados financieros juegan un rol importante en la creación de auges y recesiones, dado que los movimientos en los precios de activos financieros afectan la hoja de balance de las empresas y en consecuencia, sus decisiones de inversión y apalancamiento39. En particular, el momento Minsky es aquel punto del ciclo financiero en que se desploman los precios de los activos, hundiendo en la insolvencia a las empresas más endeudadas, anticipando así una recesión40.

II. Conceptos y fenómenos financieros en El Capital

Marx investigó los fenómenos financieros de su época y desarrolló en forma de publicaciones y borradores sus conexiones internas. Apoyado sobre la base teórica existente y la evidencia empírica, reconstruyó conceptos previos relacionados con el sistema financiero y expuso numerosos principios. El objetivo de este apartado es ofrecer una síntesis esencial de algunos de estos conceptos y principios, los cuales pueden ser usados para comprender el devenir del sistema capitalista contemporáneo.

II.1. El sistema crediticio y el interés

El capitalista industrial que extrae plusvalor de la clase trabajadora es el primer apropiador, pero en modo alguno el propietario último41, pues debe compartirlo con otros capitalistas, escindiendo en partes el plusvalor arrancado a la fuerza de trabajo. Históricamente, el capital se presenta como patrimonio dinerario (D-D). Así, el dinero que engendra más dinero corresponde al capital que deviene interés. Aquí el dinero se presta (otorga un préstamo) y esencialmente adopta el valor de uso de funcionar como capital, es decir, de producir plusvalor (o ganancia media en la superficie de la competencia). El interés corresponde a la parte de esa ganancia que se apropia el prestamista de dinero. Las altas tasas de interés provocaron en el pasado una aversión contra la usura y el desarrollo del sistema crediticio como reacción contra ella.

El sistema crediticio nace de la expansión de los mercados en el tiempo y espacio. El tesoro individual se transforma en capital a disposición de otros capitalistas que crece con interés. Las obligaciones de pago encarnadas en títulos jurídicos circulan a la vez como medios de cambio, dando origen a la economía crediticia, forma de economía dineraria que se distingue por el modo de intercambio. El dinero crediticio surge desde la circulación de certificados de deuda. Estos créditos aumentan con el sistema crediticio y se establecen en las grandes transacciones comerciales, aliviando la demanda dineraria. Mediante esta mayor competencia, el capital que devino interés tuvo que adecuarse a las condiciones capitalistas de la producción, es decir, a una tasa decreciente de interés.

Para Marx, la división de la ganancia en ganancia empresarial (comercial e industrial) e interés está regulada por la oferta y la demanda esto es por la competencia. No existe una tasa natural del interés, sino tasas particulares que varían según el plazo de pago y el riesgo. Si todo el capital se hallase en manos del capitalista industrial, no existiría interés ni tasa de interés. Tampoco existiría si todo el capital estuviese en forma dineraria, prescindiendo del capital industrial. El límite máximo del interés es la ganancia; el mínimo es completamente indeterminado. El capitalista actuante está dispuesto a pagar un interés mayor en tanto mayor sea la tasa de ganancia. Sin embargo, un mayor desarrollo del sistema capitalista implica, por el contrario, una disminución tendencial de la tasa de ganancia y, por enede, una disminución del límite máximo de la tasa de interés.

Marx expone que el crédito media la concentración del capital en una sola mano, así como abrevia el período de trabajo y, con él, el tiempo de rotación. Su existencia, además, nivela la tasa de ganancia, reduce los costos de circulación, eleva la metamorfosis mercantil y, en efecto, la velocidad de circulación dineraria. Por otro lado, ayuda a generar sobreproducción y especulación en el comercio, forzando a su límite la elasticidad de la reproducción.

Con el desarrollo del sistema crediticio se crean grandes mercados dinerarios concentrados. Los banqueros ponen masivamente a disposición de corredores de bolsa el capital dinerario del público, multiplicando ese tipo de traficantes. El capitalista dinerario convierte los ahorros ajenos en su propio capital, transforma el crédito que se dan entre sí los capitalistas reproductivos y el que les concede el público, en su fuente privada de enriquecimiento.

El negocio de los banqueros consiste en concentrar en sus manos el capital dinerario prestable disperso y enfrentar al capital industrial y comercial, así como al público en general, tomando prestado dinero a una tasa de interés menor de la que presta (spread bancario). Con todo, Marx advierte que este sistema no elimina la necesidad de pagos dinerarios en efectivo, aunque conlleve una disminución de la reserva metálica al mínimo, produciendo una hipersensibilidad en el mercado dinerario. Limita a un mínimo técnico la circulación metálica, lo cual aumenta la artificiosidad del mecanismo y la probabilidad de ser perturbado.

El carácter antagónico de la producción capitalista configura una barrera, una traba constantemente quebrantada por el sistema crediticio. Esta acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas, la ampliación de la producción a gran escala y el establecimiento del mercado mundial, cuya instauración constituye la misión histórica del capital42. El crédito acelera los estallidos violentos (como veremos a continuación) y con ello la disolución de elementos del antiguo modo de producción.

II.2. El ciclo económico

El sistema capitalista produce periódicamente ciclos industriales que recorren las fases de estancamiento, creciente animación, prosperidad, sobreproducción y crisis43. El estancamiento corresponde al periodo posterior a la crisis y se caracteriza por una desaceleración de la circulación mercantil, una acumulación excesiva de mercancías y una contracción del capital industrial, es decir, una restricción de la producción. Aumentan las reservas de dinero, la oferta y demanda de capital de préstamo se reducen y la tasa de interés se mantiene baja. Estos factores producen una disminución de los salarios, unido a una caída de los precios del capital constante, lo cual permite un aumento progresivo del plusvalor. Así la productividad mejora y se reinicia el ciclo, aumentando la demanda de capital dinerario prestable para transformarlo en capital productivo o comercial.

Durante el periodo de creciente animación, o de prosperidad mediana, la tasa de interés se incrementa tenuemente y abunda el crédito mercantil (aquel que se otorgan mutuamente los capitalistas reproductivos) por sobre el crédito bancario. La reanimación de la circulación mercantil aumenta los precios de las mercancías y la tasa de ganancia empresarial. Se producen ganancias extraordinarias y una acumulación real en la economía.

La prosperidad corresponde al periodo en el que la tasa de ganancia empresarial es máxima y la demanda de capital de préstamo se satisface más fácil. La presión sobre el capital productivo social y el aumento de la demanda solvente de consumo relativamente mayor que la oferta elevan los precios, salarios y la importación de mercancías. Esto estimula la aparición de especuladores e intermediarios. Los negocios parecen exageradamente sólidos. En los ramos donde la oferta es elástica ocurre una sobreproducción y posterior colapso, como en la producción de viviendas.

Durante la sobreproducción, los capitalistas se empeñan en una encarnizada lucha por su participación individual en el producto. Una baratura del producto genera un aumento en la cuota de mercado. Un acrecentamiento en la intensidad y frecuencia de revoluciones en el valor (guerras de precios) implica una mayor autonomización (independencia) del valor frente a la previsión del capitalista. Por lo tanto, aumenta la especulación y el riesgo. La expansión a saltos de la industria y la dependencia del mercado mundial aceleran la producción, saturando los mercados.

Por otro lado, una concentración de capital permite aumentar la productividad del trabajo y la consiguiente disminución de la tasa de ganancia fruto de la competencia y, por ende, una migración de capitales fragmentarios a la especulación, las estafas crediticias y accionarias. Esto conduce a una paralización de la actividad económica, caracterizada por demora en los reflujos, mercados saturados, bajas de precios y pérdida de la confianza en la fluidez de la reproducción, generando un excedente de capital industrial sin operar.

Por lo tanto, el sobrecomercio, la sobreproducción y el sobrecrédito empujan el proceso de producción más allá de sus límites posibles y racionales44. La enorme masa de capital mercantil pierde así su potencial de transformarse en capital dinerario. Esto en parte se debe a una disminución de los precios de las mercancías, nivelando la anterior inflación. Al final del ciclo, una alta tasa de interés coincide con una sobreabundancia de capital industrial.

II.3. Las crisis

A primera vista, la crisis se presenta como una crisis de crédito y de dinero. Pero la inconvertibilidad de las letras en dinero está expresando que hubo compras y ventas reales, cuya amplitud supera la escala de las necesidades sociales45. Esto es, las mercancías no son directamente intercambiables por dinero. Primero, el trabajo concreto debe probar ser socialmente necesario en el mercado. Sin embargo, esto depende de procesos que se autonomizan frente a los productores particulares. El trabajo puede saturar de mercancías el mercado, volviéndolas excesivas e inútiles. La posibilidad de la crisis existe a partir de este salto mortal de la mercancía46.

El colapso vuelve a liberar al ejército de reserva y disminuye los salarios. Aunque un aumento de salarios y prestaciones públicas pueden aliviar temporalmente los síntomas, estos no remedian las crisis. Por otro lado, el capital que se encuentra en la forma de asignaciones sobre la producción o rendimientos futuros resulta más desvalorizado, o se convierte en una masa de letras representando negocios fraudulentos, que surgen a la luz del día y estallan. Especulaciones llevadas a cabo con capital ajeno, pero que fracasan en manos de bill-brokers.

La tasa de ganancia ha desaparecido. El capital constante se desvaloriza y la producción se paraliza por los bajos precios. Los comerciantes dejan de recibir el reflujo de dinero de sus ventas, los plazos de pago hacia el capital industrial vencen antes de la reventa y comienzan las ventas forzadas para poder pagar. Durante la crisis, cada cual tiene para vender pero no puede hacerlo, a pesar de que tiene que vender para pagar47. La masa del capital inhibido en el proceso de reproducción es máxima, pero también es máxima la escasez de crédito.

Una perturbación de la cadena de pagos ocurrida por interrupción de las metamorfosis mercantiles ocasiona además perturbaciones en los mercados dinerarios de países que comercian entre sí. Esto posibilita las crisis a escala internacional. Además, el aumento transitorio de la acumulación dineraria por los capitalistas que devengan interés, por sobre la acumulación real, implica una deducción mayor del plusvalor total. El capital de préstamo acumula a costa de los capitalistas industriales y comerciales. En la crisis, la deducción de plusvalor es máxima.

La demanda de capital dinerario prestable aumenta exclusivamente para pagar deudas y para el atesoramiento. Durante el colapso total del crédito, cuando las mercancías, títulos y obligaciones se vuelven invendibles, predomina el dinero en efectivo o al contado como medio de pago. Debido a que los pagos se efectúan realmente con dinero, puede ocurrir una crisis dineraria, fase dentro de la crisis industrial y comercial que expresa anomalías en los procesos de producción y reproducción mismos. El dinero pasa de su figura ideal de cuenta a su figura real, como dinero metálico o dinero de crédito, como los billetes de banco. En la crisis, este cambio es súbito y se manifiesta como hambruna de dinero48; en este periodo se plantea la exigencia irracional de que todas las letras de cambio, títulos, obligaciones y mercancías sean simultáneamente convertibles en dinero bancario, y todo este dinero bancario en dinero real, llevando la contradicción a su límite.

Todos los países resultan envueltos en la crisis; todos han importado y exportado demasiado. La crisis puede estallar en países acreedores o deudores netos. Una legislación bancaria ignorante y errada puede agravar aún más la crisis de dinero, pero no existe ley bancaria alguna que pueda eliminar las crisis49. Todo el sistema artificial de expansión violenta del proceso de reproducción no puede remediarse por el hecho de que los bancos otorguen a los especuladores el capital faltante, y compren a los antiguos valores nominales las mercancías desvalorizadas50.

La razón última de las crisis es la pobreza relativa y la restricción del consumo, en contraste con la tendencia absoluta del capital a desarrollar las fuerzas productivas51. En tanto exista el sistema crediticio, si el crédito cesa súbitamente y sólo vale el pago en efectivo, debe producirse una crisis violenta, una corrida masiva en procura de medios de pago52.

El mercado mundial modifica la forma que adoptan los ciclos y las crisis. Alberga en su seno el germen de crisis mucho más formidables53. Mientras el carácter social del trabajo se presente como la existencia dineraria de la mercancía y, por consiguiente, como una cosa situada fuera de la producción real, resultarán inevitables las crisis dinerarias, independiente de las crisis reales o como agudización de las mismas54.

III. ¿Un Marx minskyano?

Marx describe la economía capitalista en desequilibrio permanente55, causado por crisis endógenas y recurrentes56. En esto se observa una similitud con el aporte actualizado de Minsky, en tanto teórico del sistema crediticio en el capitalismo contemporáneo. Sin embargo, los cuerpos teóricos de ambos brotan de preguntas de investigación diferentes: Marx se pregunta cómo el sistema capitalista, basado en la extracción de plusvalor del trabajador por el capitalista, arriba a su crisis final; Minsky se pregunta cómo el sistema financiero moderno, basado en la tendencia hacia la especulación, produce su propia inestabilidad57. Así, podríamos decir que a la hipótesis de inestabilidad financiera del segundo, se enfrenta una hipótesis de inestabilidad fundamental en el primero58.

A continuación se argumenta que el corazón de la teoría de Minsky, la hipótesis de inestabilidad financiera, puede ser exitoso y ventajosamente incorporado en la teoría de Marx. Se muestra que ambos autores comparten una visión afín sobre los llamados ciclos financieros, así como su interacción con el ciclo económico real. Para ello se discuten tres conceptos de la obra de Marx que establecen puentes teóricos con Minsky. Como se verá enseguida la literatura económica mainstream posterior a la crisis subprime ofrece sustento empírico a los fenómenos descritos por ambos autores. Finalmente, se ofrece una interpretación marxista del aporte de Minsky.

III.1. Marx y Minsky: similitudes y diferencias

Marx y Minsky coinciden en que el dinero es esencialmente endógeno: la base monetaria, la cantidad de dinero circulante, no se encuentra externa o exógenamente determinada, ni tampoco se halla fija; ella varía según las condiciones y necesidades de la producción y circulación. Para Marx, esto obedece a que esta segunda esfera refleja las condiciones de la primera, pues allí se crea el plusvalor, que luego se distribuye como ganancias, rentas o intereses, las formas en las cuales circula el plusvalor. En consecuencia, sostiene que la cantidad de dinero circulante se ajusta –en particular, durante el periodo de recuperación y animación media– para que las empresas puedan establecer los precios de las mercancías que llevan al mercado59.

En realidad, esta causalidad señalada por Marx se cumple tanto para el dinero de antaño, ya fuera oro o dinero convertible, como para el dinero inconvertible de hoy60. El dinero de crédito que predomina actualmente se encuentra determinado de forma parcialmente exógena, merced a la intervención estatal de las tasas de interés, mediante las políticas monetarias de los bancos centrales; y de forma parcialmente endógena, como hemos indicado, por las dinámicas de la acumulación de capital61. Similarmente, para Minsky la cantidad de dinero circulante es endógena porque las empresas demandan más crédito cuando el ciclo económico se encuentra en auge, es decir, cuando el nivel de precios es elevado, en parte debido a sus propias expectativas alcistas. En efecto, los bancos crean nuevo dinero, emitiendo créditos a estas empresas, y elevan la cantidad de medios de pago circulantes.

Que el dinero sea endógeno implica que la tasa de interés se debe ajustar para permitir que la oferta y la demanda por capital prestable se igualen. Esto pone a ambas corrientes en la tradición horizontalista62, visión postkeynesiana que plantea que la tasa de interés es una categoría monetaria y un parámetro de distribución, determinado por las políticas monetarias del banco central, así como por las preferencias de liquidez de los bancos comerciales y los poseedores de dinero. El crédito es creado por los bancos comerciales para ajustarse a la demanda, y así la cantidad de dinero puesta en circulación es ajustada por el banco central, una vez predeterminada por el nivel de actividad económica, la estructura de obligaciones de pagos y la disposición del público a mantener dinero en efectivo63.

Marx reconoce, como luego lo harán Keynes y sus seguidores, que una economía monetaria se encuentra naturalmente amenazada por la posibilidad de una escasez de demanda efectiva64, a causa del excesivo atesoramiento o acumulación de dinero, fruto a su vez de la libertad de vender sin la obligación de comprar65. Como se mencionó anteriormente, el crédito desfasa el momento de la compra con el momento del pago, rompiendo las barreras temporales que limitan la producción de plusvalía, acortando el tiempo y los costos de circulación; medidas útiles para combatir la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, como ha sido ampliamente documentado por los estudiosos de la financiarización, así como anteriormente por Marx.

Las crisis dinerarias descritas por Marx son perturbaciones de la cadena de pagos que anticipan una interrupción de la circulación de mercancías y por lo tanto, de la reproducción del capital en su conjunto66. Sólo pueden tomar lugar una vez que un sistema financiero propiamente tal se ha desarrollado, y se presentan, en primer lugar, como fase particular e inicial de cualquier crisis, industrial o comercial. En segundo lugar, se pueden llegar a presentar como crisis autónomas del sistema financiero, originadas en los mercados de capital-dinero, de forma aparentemente independiente del resto de los sectores de la economía, pero que los afecta colateralmente.

Hoy identificamos la «hambruna por dinero» marxista con un alza súbita de la demanda por liquidez, aumentada por la pérdida de confianza de los acreedores: los bancos. Ellos limitan o contraen súbitamente la oferta de crédito en el mercado del capital prestable, elevando así las tasas de interés y refrenando la creación de dinero. La elevación repentina de las tasas de descuento dispara los llamados «costes de capital» y conlleva un desplome automático de los precios de los activos, que reflejan sus «valores presentes». Así, las crisis parecen emerger porque revienta una burbuja financiera. Sin embargo, sus orígenes se ubican en contradicciones reales del sistema global de acumulación de capital67.

Más allá de estas similitudes, existen diferencias cruciales entre Marx y Minsky. Destacamos sólo la más importante: para Marx el conflicto capital-trabajo es lo fundamental, especialmente en lo concerniente a la explotación del trabajo productivo, pues determina la tasa y la masa del plusvalor. Las decisiones de inversión se toman en medio de aquel conflicto, orientando la competencia entre capitalistas que resulta en la distribución del plusvalor en sus formas concretas. En el largo plazo, ella empuja al cambio tecnológico y a la elevación de la composición orgánica del capital; así, la tasa de ganancia enfrenta una tendencia a caer. En el mediano plazo, la interacción entre esta tendencia con las fuerzas que se le oponen genera lo que llamamos ciclo económico o ciclo industrial68.

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