Читать книгу: «Yo soy la puerta», страница 3

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Sólo se puede decir que aquello sin lo cual uno no puede existir, es la definición mínima de una necesidad. Pero la conciencia propia es la que decidirá, ultimadamente, y tampoco eso se puede decidir de modo definitivo, ya que hoy, algo puede ser una necesidad y mañana, eso mismo puede ser un deseo. En este momento, es una necesidad y, en otro, un deseo. Pero cuando hay conciencia positiva, uno está al tanto de su propia mente y de sus mañas y de su potencial destructivo; cuando uno esté consciente de su ego, de las formas en que el ego se fortalece, de las formas en que se nutre, sabrá distinguir.

No soy negativo. Sannyas, neo-sannyas, es absolutamente positivo. Significa desarrollar algo dentro de uno. Yo te otorgaré una actitud positiva en tomo a tu ser, no una actitud negativa. Tú no deberás negar nada. Por supuesto que muchas cosas pueden negarse —tú mismo no las negarás, sino que sucederán de modo automático—. Entre más vayas hacia tu interior, más se encogerá tu exterior. Entre menos se sea un ser interno, más se debe sustituir a sí mismo de modo externo. Uno continuará expandiéndose. Pero no luches con tu yo expansivo y exterior. Lucha con la semilla que eres tú, que puede crecer a tal grado que este sinsentido externo se derrumbará de modo automático. Una vez que se conocen las riquezas interiores, no hay nada del mundo exterior que se les compare. Una vez que se conoce la felicidad interna, el disfrute es absurdo, todo lo que sucede en nombre del entretenimiento es absurdo, estúpido. Simplemente se derrumba, una vez que se conoce el éxtasis interior. Entonces, todo aquello que se conoce como felicidad y alegría, no será nada más que un engaño. Pero no antes —a menos que uno haya conocido la felicidad interior, no se puede decir eso, y si se dice, estará engañándose aún más.

Una actitud positiva en tomo a sannyas significa una dimensión del todo distinta. Uno puede estar en el lugar en el que esté, uno puede continuar haciendo todo lo que está haciendo —ningún cambio externo se requiere de inmediato—. Por supuesto que habrá cambios, pero llegarán por sí solos. Cuando lleguen, permite que lleguen, pero no trates, no hagas ningún esfuerzo. No los fuerces a llegar. Y yo veo una mayor posibilidad de sannyas positivos, de renunciación positiva, en el mundo que está por venir. Ese concepto negativo de negarse a sí mismo era posible antes por muchas razones. Una es la forma en que estaba estructurada la sociedad. Todas las sociedades agrícolas podían permitir que hubiera algunas personas sin trabajo alguno. Pero entre más se industrializa la sociedad, menos existe la posibilidad de que existan familias unidas. Entre más individualidad exista, menos probabilidad habrá de que existan familias unidas. Una estructura económica suelta permitía la existencia de más familias unidas, pero entre más planeada sea la economía, menos probable será que existan familias unidas. Hoy en día, aquellos que eran sadhus y monjes parecen explotadores. Ahora no pueden ser respetados, ahora no pueden existir. Desde mi punto de vista, todos deben hacer lo que puedan hacer; uno debe contribuir a la sociedad en la que existe. Uno no debe permanecer siendo un explotador. Uno no debe ser —y la persona religiosa no puede ser— un explotador. Y si una persona religiosa puede explotar, no podemos esperar que otros no lo hagan.

Para mí, un sannyasin no será un explotador. Se ganará la vida. Será un productor y no un consumidor. Un concepto productivo va de la mano con lo positivo. El viejo concepto de los monjes no productivos cabía dentro de la actitud negativa. La actitud positiva tendrá más implicaciones. Por ejemplo, el viejo concepto de sannyas negaba muchas cosas. Negaba la familia, negaba el sexo, negaba el amor. Negaba todo aquello que contribuye a la felicidad de una sociedad —todo aquello que contribuye a la felicidad de uno—. Negaba. Yo no niego.

Eso no significa que permito. Cuando digo que no niego, sólo significa que un momento puede llegar cuando una persona se vuelva completamente trascendente en tomo a, por ejemplo, el sexo. Eso es otra cosa que no es un requisito, sino una consecuencia. No se necesita previo a sannyas, vendrá después de sannyas. Y uno no debe sentir culpa si no llega. El viejo concepto es muy cruel, era sádico y masoquista. El sexo se negaba porque el sexo parece brindar un poco de felicidad.

Tantas religiones permitieron el sexo sin felicidad. Sólo se podía utilizar con fines de reproducción, pero no se debía obtener ninguna felicidad de ello. Sólo así, dejaba de ser un pecado. El sexo no es realmente un pecado. "Pero uno no debe de ser feliz. La felicidad es un pecado". Para mí, todo lo que se le da a los seres humanos no debe ser negado; no debe ser suprimido. Permite que el florecimiento llegue primero. Entonces, verás qué tantos canales de energía han cambiado su curso. Y la diferencia será enorme.

Si se niega el sexo, también se niega el amor. Aquellos sannyasins que niegan, carecen de amor. Hablan de amor, pero carecen de amor. Hablan del "amor universal". Siempre es más fácil hablar del amor universal que amar a un individuo —eso es más difícil—. Amar a todo el universo es fácil; nada está involucrado. Y aquel que piensa en términos de la negación, hablará del amor universal y seguirá negando y desarraigando los sentimientos individuales.

La religión que niega el sexo tendrá que negar el amor, porque con amor, existe toda posibilidad de que el sexo le siga. Pero desde mi punto de vista, si el sexo no se niega sino que se transforma con el crecimiento positivo, no existe ninguna necesidad de negar el amor. Uno puede ser amoroso. Y, a menos que uno sea amoroso, la energía que llegue a uno, que no transite a través del canal sexual, no puede ser utilizada. Se volverá destructiva. Desde mi punto de vista, un amor que crece es la única posibilidad de trascender el sexo.

El amor debe crecer. Debe ascender hacia el universo, pero no debe comenzar ahí, jamás surge de lo lejano. Y aquel que piensa que uno debe de comenzar desde lo lejano, se está engañando. Toda trayectoria debe de comenzar de lo cercano. El primer paso que ha de ser tomado, no puede ser tomado desde lo lejano. Uno debe ser un individuo amoroso. Y entre más profundo se hace el amor, uno se vuelve menos sexual y más se extenderá el amor.

Por lo tanto, yo no negaré nada, porque, ultimadamente, se busca la dicha. Todos buscamos la dicha. La felicidad no se ha de negar, pero cuando hay una explosión de dicha, uno sabrá que lo que había considerado como felicidad, es falso. Aunque no se puede desechar en ese momento. Permite que llegue la dicha primero. Eso es lo que significa el crecimiento positivo. Permite que algo se dé dentro de ti, algo mayor, sólo entonces se desechará lo menor. Y tu ego no se fortalecerá a causa de ello porque, cuando se desecha, se desecha algo sin uso, sin valor. Todos los que dicen haber renunciado hablan de haber dejado esto o aquello. De este modo, demuestran que nada extraordinario ha sido logrado. Cualquier cosa a la cual hayan renunciado sigue siendo importante. Existe en su memoria, sigue siendo parte de su mente, les sigue perteneciendo. Por supuesto que han renunciado, pero, ¿cómo puede uno renunciar a algo que no le pertenece? Si uno sigue pensando en la renunciación, sigue siendo dueño. En un sentido negativo, uno es dueño.

Pero cuando uno conoce un fenómeno mayor —una mayor dicha, una mayor felicidad— entonces, no se está renunciando a las cosas. Simplemente caen por si solas, como las hojas secas de un árbol. Nadie se entera y nadie lo escucha, las hojas simplemente caen. El árbol no se inmuta ante la caída de sus hojas, ni queda herida alguna. Por lo tanto, para mí, todo tiene su momento para suceder, su momento de madurez —la madurez lo es todo—. Uno debe de madurar; de lo contrario, uno estará deambulando sin necesidad y acosándose a sí mismo sin necesidad y destruyéndose sin necesidad. Uno debe madurar y la oportunidad llegará por sí sola.

La renunciación se logra a través del crecimiento positivo. Es eso lo que quiero decir a través de mis sannyas: la renunciación a través del crecimiento positivo. No existe negatividad alguna, negación alguna, supresión alguna.

Acepto al ser humano tal y como es. Por supuesto que mucho es potencial, pero tal y como es, no se le ha de condenar. El es la semilla, y si se condena a la semilla, ¿cómo se puede aclamar al árbol? Acepto al ser humano tal y como es, completamente, sin negación alguna. Sólo que no digo que sea todo lo que puede ser, que este sea el final. Digo únicamente que este es el principio. El ser humano es sólo una semilla que puede desarrollarse en un gran árbol, mismo que puede crecer y convertirse en divinidad. Cada ser humano puede ser un dios. Pero ahora, tal y como es, únicamente es una semilla. La semilla ha de ser protegida, la semilla ha de ser amada y a la semilla ha de ser otorgada toda oportunidad de crecer.

Sannyas significa que uno se ha dado cuenta que es una semilla, un potencial. Esto no es el final. Esto es sólo el principio, y ahora uno debe tomar la decisión de emprender ese crecimiento inicial. Ese crecimiento llega a través de la libertad, ese crecimiento llega a través de la inseguridad. Uno ve una semilla, parece muy segura. Un árbol no es tan seguro. La semilla está cerrada, completamente cerrada. En el momento en que muere la semilla y el árbol comienza a crecer, el potencial comienza a activarse. Existen peligros —habrá inseguridad, habrá toda posibilidad de destrucción, algo muy delicado luchando contra todo el universo—. Pero ahora uno es sólo una semilla, no hay ningún peligro.

Ser un sannyasin significa que ahora, uno toma la decisión de crecer. Y esta es la última decisión. Ahora, uno tendrá que luchar, ahora tendrá inseguridad, tendrá peligro y tendrá que luchar y enfrentarlo momento a momento. Esta lucha de momento a momento, esta lucha dentro de lo desconocido, este vivir dentro de lo desconocido, es la verdadera renunciación.

La decisión de crecer es una gran renunciación —una renundación a la seguridad que se le ha otorgado a la semilla, una renunciación a la integridad que se la ha otorgado a la semilla—. Pero esta seguridad es a cambio de algo muy grande. La semilla está muerta, sólo vive potencialmente. Puede vivir, o puede permanecer muerta. A menos que crezca, que se convierta en árbol, estará muerta. Y, según mi experiencia, los seres humanos, a menos que decidan crecer, a menos que den un salto hacia lo desconocido, serán como semillas: muertas, cerradas.

Ser un sannyasin significa tomar la decisión de crecer, tomar la decisión de entrar en el peligro, tomar la decisión de vivir en la indecisión. Esto parece una paradoja pero no lo es. Uno tiene que comenzar por algo e incluso, para vivir en la indecisión, uno tiene que tomar una decisión en algún momento. Incluso entrar en la inseguridad significa ir hacia alguna parte y uno lo tiene que decidir. Yo auxilio tu decisión y creo una situación en la que puedas tomar una decisión. Neosannyas puede ir al núcleo mismo del mundo. Puede alcanzar a cualquier persona porque no se requiere de nada especial —sólo entendimiento.

Otra cosa que me gustaría explicar es que este sannyas no está vinculado con ninguna religión. En esta tierra, todo tipo de sannyas ha sido parte de una religión particular, una secta particular. Eso también es una medida de seguridad. Uno renuncia y, sin embargo, pertenece. Uno dice: "Me he alejado de la sociedad", pero pertenece a la secta. Uno continúa siendo hindú, musulmán o sikh. Uno sigue siendo algo.

En realidad, sannyas significa ser simplemente religioso, más no estar atado a ninguna religión. De nuevo, es un gran salto hacia lo desconocido. Las religiones son conocidas pero la religiosidad es desconocida. Una secta tiene sistemas, la religiosidad no tiene sistemas. Una secta tiene escrituras; la religiosidad sólo tiene existencia, mas no escrituras.

Este sannyas es existencial, religioso, no sectario. Esto no significa que este sannyas le niegue a un mahometano su mahometanismo, que este sannyas le niegue a un cristiano su cristianismo. ¡No! Significa, en realidad, lo contrario. Significa que le brindará a los cristianos el verdadero cristianismo. Le brindará al hindú el verdadero hinduismo, porque entre más se vaya a lo profundo de la religión hindú, el hinduismo caerá y quedará únicamente la religiosidad. Entre más se vaya a lo profundo del cristianismo, menos se parecerá al cristianismo y más se parecerá a la religiosidad. De pronto, se llega al centro de la religión. Cuando digo que, al convertirse en sannyasin, no se pertenece a ninguna religión como tal, no me refiero a que se esté negando el cristianismo o el hinduismo o el jainismo. Sólo se niega la parte muerta que se ha convertido en una carga para la religión. Sólo se niega la tradición muerta y uno devela y descubre, de nuevo, la corriente viva, la corriente viva que existe debajo de todo lo muerto: las tradiciones muertas, las escrituras muertas, los guruísmos muertos, las iglesias muertas.

Uno vuelve a encontrar la corriente viva. Siempre está ahí, pero tiene que ser redescubierta; cada cual tiene que redescubrirla. No puede ser transferida, no puede ser transmitida. Nadie se la puede dar a uno. Cualquier cosa que se haya dado estará muerta. Uno tendrá que escarbar dentro de sí mismo, de otro modo, jamás se hallará. Por lo tanto, no doy una religión, sólo doy el empujón para que cada quien encuentre la corriente viva. Será el hallazgo de cada quien, jamás puede ser el de otro. No estoy transmitiéndole nada a nadie.

Hay una parábola...

Buda llega un día con una flor en la mano. Debe impartir un sermón, pero se queda callado. Aquellos que han venido a escucharlo, comienzan a preguntarse qué está haciendo. El tiempo transcurre. Nunca había sucedido algo así y los que han venido se preguntan qué está haciendo Buda. Se preguntan si hablará o no. Entonces, alguien pregunta: "¿Qué está haciendo? ¿Ha olvidado que hemos venido a escucharlo?"

Buda responde: "He comunicado algo. He comunicado algo que no puede ser comunicado por medio de las palabras. ¿Lo han escuchado o no?"

Nadie lo ha escuchado. Pero un discípulo —un discípulo desconocido, que se ha presentado por primera vez, un bhikkhu llamado Mahakashyapa— ríe con fuerza. Buda dice: "Mahakashyapa, acércate. Te entrego esta flor y declaro que todo lo que haya podido brindar por medio de las palabras, se los he brindado a todos ustedes. Aquello que es realmente significativo, aquello que no se puede brindar por medio de las palabras, se lo entrego a Mahakashyapa".

La tradición Zen se ha preguntado una y otra vez: "¿Pero, qué es lo que le fue transmitido a Mahakashyapa?" —una transmisión sin palabras—. ¿Qué ha dicho Buda? ¿Qué ha escuchado Mahakashyapa? Y siempre que hay alguien que sabe, esa persona ríe, y el relato permanece como un misterio. Cuando alguien entiende, vuelve a reír. Donde haya personas que son estudiosas, quienes saben mucho y no saben nada, discutirán en tomo a lo que se ha dicho, decidirán en tomo a lo que ha sido escuchado. Pero alguien que sabe, se ríe.

Bankei, un gran maestro Zen, dijo: "Buda no dijo nada. Mahakashyapa no escuchó nada".

Entonces, alguien pregunta: "¡Buda no dijo nada?"

"Así es", respondió Bankei. "Nada fue dicho, nada se escuchó. Fue dicho y fue escuchado. Yo soy testigo".

Entonces otro dijo: "Usted no estuvo allí".

Y Bankei respondió: "No hace falta haber estado allí. Cuando nada ha sido comunicado, no hace falta que alguien sea testigo. Yo no estuve allí y, sin embargo, soy testigo". Alguien más rió y Bankei dijo: "Él también fue testigo".

La corriente viva no puede ser comunicada. Siempre está ahí, pero uno tiene que acercarse a ella. Está cerca, a la vuelta de la esquina. Está dentro de uno, uno mismo es la corriente viva. Pero uno nunca ha estado adentro. La atención de uno siempre ha estado afuera, uno ha sido orientado hacia afuera. Uno ha fijado su atención. El enfoque de uno ha sido fijado, de modo que uno no puede concebir lo que significa estar adentro. Incluso cuando hace el intento por estar adentro, simplemente cierra los ojos y sigue estando afuera.

El estar adentro significa un estado en el cual no existe el adentro ni el afuera. El estar adentro significa que no hay una frontera entre uno mismo y el todo. Cuando no hay nada afuera, sólo entonces, se llega a la corriente interna. Y cuando uno lo ha podido atisbar, se transforma. Entonces, uno sabe algo que el intelecto no puede comprender, sabe algo que el intelecto no puede comunicar.

Y sin embargo, uno tiene que comunicarse —incluso por medio de una flor, incluso por medio de una risa—. No hay ninguna diferencia, son gestos. ¿Acaso hay alguna diferencia entre utilizar los labios o las manos o una flor? Únicamente el gesto es nuevo y por eso es inquietante para los demás. Pero es un gesto, igual que lo es un par de labios que se mueven. Hago un ruido y es un gesto. Permanezco callado y es un gesto. Pero el gesto es nuevo, desconocido para ti, por lo cual tú piensas que algo es distinto. Nada es distinto. La corriente viva no puede ser comunicada y, sin embargo, tiene que ser comunicada —de algún modo, tiene que ser señalada; de algún modo, tiene que ser demostrada.

En el momento en que alguien está listo pata aceptar sannyas, es para esa persona una decisión que conduce a una gran búsqueda y es un gesto que, para mí, significa que la persona está lista para emprender un salto. Y cuando alguien está listo para cambiar, para deshacerse de una vieja identidad, para renacer como alguien nuevo... Cuando alguien está listo, no necesita cumplir con ningún requisito; eso no tiene importancia. El estar listo es el único requisito. Cuando alguien está listo, yo estoy listo para empujar. No es necesario que esa persona llegue, pero, ¿no es maravilloso que comience?

El que esa persona llegue, no es el punto, en absoluto. Pero uno comienza. El comienzo es algo grandioso. Llegar no es tan grandioso. Comenzar es grandioso porque cuando alguien llega, es capaz. Y cuando alguien comienza, no es capaz. ¿Me entiende? Cuando alguien comienza, es incapaz. Por eso, el comienzo es el milagro.

Un buda no es un milagro. Un buda es capaz, por eso llega. Es tan matemático, que no hay ningún milagro. Pero cuando alguien se acerca a mí, con todos sus deseos, con todos sus anhelos, con todas sus limitaciones, y piensa comenzar, es un milagro. Y cuando yo tenga que elegir entre Buda y aquella persona, elegiré a ésta. Esta persona es un milagro: un ser tan incapaz y tan valiente.

No me interesa en absoluto el fin que alguien pueda lograr. Sólo me interesa el comienzo. Esa persona comienza y sé que cuando hay un comienzo, la mitad del fin ya se ha logrado. El comienzo es lo más importante. Cuando hay un comienzo, uno seguirá creciendo.

No es cuestión de un día o dos, no es cuestión de tiempo. Puede suceder al momento siguiente, o puede que no suceda sino al cabo de muchos nacimientos, pero una vez que se ha comenzado, uno no volverá a ser el mismo. La decisión misma de aceptar sannyas es un gran milagro del cambio. Puede ser que no se logre sino al cabo de muchos nacimientos, pero uno no volverá a ser el mismo. Esto llegará de nuevo y volverá a suceder. Este recuerdo de haber tomado la decisión de ser libre, siempre estará presente en todas las esclavitudes, en todas las sumisiones a las que esté uno sujeto. Esta decisión de ser libre, este anhelo de ser libre, este anhelo de trascender, estará esperando su oportunidad. Por lo tanto, ¿cómo puedo negarle a alguien un comienzo? ¿A quién debo preguntarle si alguien está calificado o no? Si la existencia misma le permite a uno existir, si le permite la vida, y nunca le pregunta a uno: "¿Está usted calificado?", entonces, ¿quién soy yo para hacer esa pregunta?

Yo no estoy brindando la vida, yo no estoy otorgando la existencia, sólo estoy brindando una conversión. Cuando la existencia está preparada para damos la vida, debemos de estar calificados, con todas nuestras limitaciones y debilidades. Uno debe de ser preciado, incluso ante los ojos de la existencia, uno debe de ser preciado. ¿Quién soy yo para negarle a alguien el comienzo? Pero a veces los gurús se piensan más sabios que la existencia misma. Deciden quién está calificado y quién no. Incluso Dios mismo se acerca a ellos —y ellos deciden quién está calificado y quién no—. Y siempre que alguien se acerca, se acerca Dios. Así que no se ría: siempre que se acerca alguien, se acerca Dios, porque no es nadie más quien puede acercarse.

¿Quién soy yo para negar a alguien cuando se acerca a mí? Tal vez no lo sepa esa persona, tal vez no esté consciente de ello, pero yo estoy consciente de ello: que Dios está en busca de sí mismo. Por eso es que no puedo negarlo, sólo me puedo alegrar por su comienzo. Por eso es que no se hace ninguna distinción, por eso no se requiere que la persona esté calificada. Y sannyas es necesario en este momento, para la humanidad entera. La humanidad entera lo necesita. Nos hemos vuelto tan ignorantes de la corriente viva, nos hemos vuelto tan ignorantes de la divinidad de adentro y de afuera, que cada uno de nosotros debe de hacerse consciente. De lo contrario, la situación decaerá tanto, que tal vez nos tardemos un siglo en recuperamos. Ha estado sucediendo por mucho tiempo.

Darwin pensaba que éramos animales; ahora, se piensa que somos autómatas. ¡Los animales al menos tienen alma! Ellos tenían alma; ahora, nosotros no. Y pronto tampoco seremos unos autómatas tan eficientes, porque habrá computadoras, habrá mecanismos mejores; no sólo seremos máquinas, sino máquinas muy ordinarias.

Esta es la creencia —no es conocimiento— que se le ha impuesto a la humanidad a lo largo de tres siglos. Ahora se ha vuelto más prominente. Es una creencia, así como cualquier otra creencia. No importa que la ciencia lo sustente, es una creencia. Y cuando la humanidad comience a creerlo, será difícil revivir las almas humanas...

Por ello, los días que están por venir, serán determinantes. Los años que están por venir, decidirán el destino de los próximos siglos. Esto será determinante —determinante en el sentido de que la creencia de que los seres humanos somos sólo máquinas, instrumentos mecánicos naturales, será predominante—. Cuando esta creencia se vuelva predominante, será muy difícil volver a hallar esa corriente perdida y oculta. Se hará cada vez más difícil; incluso, hoy en día, se ha vuelto tan difícil. Hay tan pocas personas en este mundo que realmente conocen la corriente viva —se pueden contar con los dedos de una mano. Aquellos que hablan, sólo están hablando. Muy poca gente realmente sabe, y con cada día que pasa, esa cantidad disminuye. Aquellos que saben, no están siendo reemplazados por otros. Cada día que pasa, hay menos y menos personas que conocen la corriente viva, que conocen la realidad que yace debajo, que conocen la conciencia, que conocen lo divino.

Los años por venir serán decisivos. Por lo tanto, aquellos que están, de cualquier modo, listos para comenzar, serán iniciados por mí. Si diez mil son iniciados y uno sólo alcanza la meta, vale la pena tomarse la molestia. Y a todo aquel que llegue a conocer algo acerca de este mundo interior, le pediría que vuelva y que toque en todas las puertas, que se pare encima de los techos y que proclame que algo dichoso, que algo inmortal, que algo divino, es.

Sé testigo; ve y sé testigo de ello; de lo contrario, la creencia de lo mecánico prevalecerá. Es más fácil verlo ahora, más adelante no será fácil reemplazarlo. La mente es, de algún modo, plástica, más plástica hoy en día —lista para ser moldeada de acuerdo con cualquier modelo. Porque todas las viejas creencias han sido arrancadas, la mente está vacía y sedienta de pertenecer a cualquier cosa —incluso, a una creencia de lo mecánico. Cualquier sinsentido que le puede dar a uno el sentimiento de pertenencia, que le pueda hacer sentir a uno que sabe lo que es la realidad, será acogido. Y la mente humana se aferrará a este sinsentido.

No se debe desperdiciar ni un solo momento. Aquellos que saben aunque sea un poco, aquellos que han experimentado tan siquiera un atisbo, deben hablar de ello con otros. Y la última parte de este siglo no es tan insignificante como puede parecer. Es muy importante y, de cierto modo, más importante que los siglos mismos. Porque el ritmo del cambio es tan veloz, que estos treinta años son como treinta siglos. Lo que no se pudo hacer en treinta siglos, se podrá hacer en treinta años, en tres décadas. La velocidad del cambio es tal, que el tiempo que parece tan pequeño, no lo es.

Hay tres creencias que van a matar, que van a destruir el último puente entre la humanidad y la corriente de lo divino que yace por debajo. Una es la creencia de que la mente es sólo una máquina. La segunda es el comunismo —que un hombre y que la relación de un hombre con la sociedad es únicamente un fenómeno económico—. En dado caso, no hay corazón, el hombre no es decisivo —la estructura económica es decisiva—. El hombre está únicamente en manos de las fuerzas económicas, de fuerzas ciegas. Marx dice que no es la conciencia lo que dicta una sociedad, sino la sociedad la que dicta la conciencia. En ese caso, la conciencia no sería nada. Si no es decisiva, no es.

Y, en tercer lugar, está el concepto de la irracionalidad. Las tres creencias son: el concepto darwiniano que se ha convertido en la creencia de que el ser humano es una máquina; luego, el concepto marxista que ha convertido a la conciencia en un epifenómeno de las fuerzas económicas y, finalmente, el concepto freudiano de la irracionalidad: que el hombre está en manos de fuerzas naturales, del instinto. En dado caso, el hombre hace lo que sea que tenga que hacer y no hay conciencia, sino una noción ilusoria de que estamos conscientes.

Los profetas de hoy son Freud, Darwin y Marx. Los tres se posicionan en contra de la libertad y los tres se posicionan en contra de la inmortalidad.

Por lo tanto, yo seguiré empujando a todos hacia el mundo interior, con la esperanza, claro, con la férrea esperanza de que alguno llegue a la corriente viva, la satchitananda, y que sea capaz de expresarlo a través de su ser completo, que lo viva. Si tan sólo unas cuantas personas pueden vivirlo hoy en día, el curso de la humanidad que ha de venir, cambiará. Pero esto sólo puede suceder, no a través de la enseñanza, sino a través de la vivencia. Por eso insisto en que sannyas es un comienzo para el vivir. Y si tú piensas que cuando alguien se acerque a mí, simplemente le daré sannyas, te equivocas. Puedo decir que yo le he dado sannyas a cualquier persona que se ha acercado a mí, pero no es el caso. Parece ser así, pero no es el caso. En el momento en que alguien se acerca a mí, sé mucho acerca de él, más incluso de lo que él mismo sabe de sí mismo.

Ayer, alguien vino a verme en la mañana, y yo le dije que recibiera sannyas. Ella se sobrecogió. Me pidió que le diera tiempo para pensarlo y decidir, al menos dos días. Yo le dije: "¿Quién conoce de dos días? ¿Acaso requiere de tanto tiempo? Recíbelo ahora, en este momento". Pero ella no fue decisiva, así que accedí a que se diera dos días para pensarlo. Hoy por la mañana, vino y lo recibió. No esperó dos días, sino uno sólo. Le pregunté: "¿Por qué? Le he dado dos días. ¿Por qué ha vuelto tan pronto?" Ella respondió: "A las tres de la mañana, de pronto, desperté, y algo desde muy adentro, me dijo: 'Ve y recibe sannyas'."

No es una decisión que ella haya tomado, sino una decisión que fue tomada por ella, por la parte más recóndita de su mente. Pero, desde el momento en que entró en el cuarto, yo la conocía, conocía esa parte de su mente que ella misma llegó a conocer veinte horas más tarde.

Cuando le digo a alguien que reciba sannyas, hay razones distintas para cada persona a quien se lo digo. O ha sido un sannyasin en la vida anterior, o lo ha sido en algún momento de su larga trayectoria.

Yo le había dado un nombre ayer, pero hoy lo tuve que cambiar, porque le había dado aquel nombre de acuerdo con su indecisión. Ahora, le he dado un nombre distinto que le será de ayuda. Cuando ella vino esta mañana, ella misma estaba decidída. Ese otro nombre ya no era necesario. Y le di el nombre de Ma Yoga Vivek, porque ahora, la decisión ha provenido de su vivek: su conciencia.

Ma Yoga Tao está aquí, por ejemplo. Ella ha sido un sannyasin tres veces. Le he dado el nombre de Tao porque, en una vida anterior, era china y era un monje taoista. Puede ser que ella no lo sepa, pero le he dado el nombre de Tao. Algún día, ella lo recordará, y entonces sabrá por qué le he dado un nombre chino. Ahora es irrelevante, pero en el momento en que ella recuerde que fue un monje taoista, sabrá por qué razón ese nombre le fue dado.

Todo es significativo. Podrá no ser tan obvio, y puede que no sea posible explicártelo. Tantas cosas permanecerán sin explicación durante un largo tiempo, pero entre más receptivo te vuelvas, más podré explicarte. Entre más profunda sea tu capacidad de simpatía, más profunda será la verdad que se podrá revelar. Entre más racional sea la discusión, menos podrá revelarse la verdad, porque sólo las verdades menos importantes pueden comprobarse con la razón. La verdad más profunda no se puede comprobar con la razón.

Entonces, a menos que yo sienta que tú puedes tener tanta simpatía que esa razón no entre, no te podré decir. Tengo que permanecer en silencio en cuanto a tantos puntos —no porque esté queriendo guardar algo, sino porque no te sería de utilidad, e incluso, podría hacerte daño.

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