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Además de las condiciones señaladas en términos de atraso, se referencian otras causas a las que se atribuye la decadencia de la región; una de estas se refiere a la “deficiente” y casi inexistente “organización política” bajo la cual se manejan sus destinos, organización política en sintonía con los ideales modernos imperantes en el país. En uno de los artículos del periódico La Antorcha, publicado hacia finales del siglo XIX, se atestigua que “desde sus tiempos primitivos el Chocó ha venido decayendo con motivo de su misma organización política” y se afirma que “en él se arraigó el atraso y la debilidad consiguientes á una esclavitud prolongada”; en efecto, se argumenta que, para el avance en materia de progreso, otras zonas y regiones han “formado un peldaño para la infinita escala del ascenso universal. Pero el Chocó no ha colocado aún su óbolo en aquella formación monstruosa” (1890 n.° 2, 5-6. Las cursivas no pertenecen al original). Un rezago en el que la indiferencia de un Gobierno nacional y local se refleja en una administración que

no ha hecho otra cosa jamás que gozar de sus rentas, sin dedicarle en cambio ningún beneficio. Cuando este gobierno ha abogado por la instrucción en los pueblos del Chocó, se ha contentado con establecer simulacros de escuelas; cuando ha impulsado los trabajos en sus vías de comunicación, ha sido únicamente por proteger sus personalidades. (La Antorcha 1890 n.° 2, 5-6)

Insuficiente organización política, de la cual se afirma que refleja el rechazo hacia esta zona, indiferencia referida desde el periódico Ecos del Chocó, en términos de un “inexplicable olvido” que tanto los Gobiernos nacionales como los ciudadanos en general han tenido frente a “esta prometedora porción del territorio patrio”, actitud que “hasta sugiere ideas un poco desfavorables respecto á algo vitalmente trascendental hoy: respecto á la unidad colombiana” (1907 n.° 1, 2. Las cursivas no pertenecen al original); así, se afirma en estas líneas

ser entre los individuos de una familia uno de los que aran, uno de los que sudan, uno de los obligados al óbolo, y al mismo tiempo no tener en las fiestas de esa familia un sitio, ni el día en que la madre da besos recibir uno, no es ni puede ser agradable. Ni más ni menos, esa era la situación del Chocó. (2)

Estas reflexiones llaman la atención acerca de la omisión de esta porción del país, los acercamientos interesados, los olvidos selectivos y el desconocimiento de los valores de una tierra, lo que se asocia con la idea de un “progreso nulo e inútil” (ABC 1943 n.° 3876, 3-4). En este orden de ideas, el periódico El Chocoano, en 1899, informa que:

Surge en esta localidad la nueva de que el Gobierno ha dispuesto, y ordenado á las autoridades de aquí, el reclutamiento de 10 á 15 hombres por cada uno de los Distritos que componen las Provincias del Chocó. Tan extraña nos ha parecido esta orden, que no podemos menos que calificarla de odiosa. (1899 n.° 17)

Así mismo, en este se cuestiona “¿Por qué se acuerdan del Chocó solo para turbar su reposo y tranquilidad con exacciones de guerra y reclutamiento, y lo hunden en sepulcral olvido cuando de progreso se trata?” (18). En relación con este y otros escenarios similares, en el periódico Ecos Republicanos, en una de sus publicaciones de 1911 se consigna el rechazo ante dichas situaciones: “hemos resuelto publicar permanentemente estos renglones, como una prueba de nuestro amor al solar en que nacimos, como una ardiente protesta contra los Gobiernos que miran con desprecio la comarca más importante de la Nación” (1911 n.° 36, 1). Formas de resistencia ante el abandono, el olvido y la indiferencia del Estado y ante las acciones que relegan a sus habitantes; además, relaciones de poder que se revelan en el “dejar morir” que desecha y marginaliza como táctica de evasión de doble vía, una exclusión que en el Chocó se ejecuta por los también responsables del gravamen del rezago (los que lo ocasionan) y por aquellos quienes lo dictaminan o detectan (los que lo condenan).

Frente a lo expuesto, la construcción del escenario del atraso confluye en la emergencia de sentimientos de desasosiego por parte de algunos habitantes de la región, donde prima el desaliento y la incredulidad, lo que produce el surgimiento de ciertas perspectivas que minimizan las riquezas existentes, así como las prácticas culturales de los habitantes, lo que hace deseable el progreso que trae el cambio. Algunas de estas prevenciones se manifiestan en el periódico El Atratense, en el que se expone que esta zona no es tan rica como se afirma, “porque si tuviera todas las riquezas que se le atribuyen, estas habrían traído una numerosa inmigración, que habría desarrollado la industria y fundado alguna ciudad en alguno de sus puertos, digna de Colombia y de su comercio”, ni es tan feliz “como suponen los que con tanto ahínco exageran sus riquezas naturales; pues sus poblaciones situadas en las regiones auríferas se arruinan” (1880 n.° 1, 3. Las cursivas no pertenecen al original), lo que ocasiona, como se asevera, la disminución de las poblaciones en Quibdó.

Instauraciones discursivas del atraso que actúan sobre la vida y las formas de asumirse de los habitantes de la región; enunciados y prácticas que operan haciendo que los mismos individuos se asuman como no aptos y se sientan carentes de todo aquello que se requiere para ser parte del progreso. Por lo tanto, relaciones de poder que se ejercen por medio de las representaciones del rezago, las cuales crean escenarios en los que los habitantes se reflejan como parte de este y deseen el cambio que trae el progreso, porque en este radica la solución, y para lo cual se requiere necesariamente de la ayuda proveniente de las instituciones externas. De esta forma, se expone desde el informe del Prefecto Apostólico del Chocó (1924):

Colombianos: allá en un extremo de la República yace en un estado atrasadísimo, una pequeña parte de vuestros hermanos, a los que vosotros llamáis negros o semisalvajes. Ellos reconocen con humildad su atraso y hasta se avergüenzan de no seguir el paso triunfal de otros departamentos. Mas ellos no tienen la culpa; no os fijéis en sus apariencias exteriores, pues sus quemadas frentes ocultan un cerebro tan inteligente como el de el [sic] blanco, sus negros cuerpos son relicarios de almas nobles y generosas, sus atezados pechos guardan un corazón pronto a regalar su sangre por su patria y sus robustos brazos han demostrado mil veces que no son indignos de mover la rueda de la carroza del progreso. Sólo piden ayuda: ayudadlos, ayudadlos; romped esa cadena de hierro que los aísla, que los incomunica; anime sus frondosos bosques el silbo de la locomotora, y la hoy tosca concha abrirá sus valvas, ofreciendo al sol de la civilización y a Colombia una hermosa y brillante perla. (167-68. Las cursivas no pertenecen al original)

En efecto, se pregona la necesidad de intervención y de ayuda foránea. En un artículo del periódico El Chocó, publicado en las primeras décadas del siglo XX, una de las acciones a través de las cuales se considera que se puede avanzar en la ruta anhelada hacia el progreso es la llegada de capital externo. Así, se afirma que “el desenvolvimiento de nuestras riquezas naturales necesita que venga capital extraño al Chocó, nacional ó extranjero, comenzando por ocupar los brazos naturales que se consigan y en seguida apelar al elemento colonizador” y que “no obstante la riqueza del Chocó, hay pobreza general, por falta de capitales que se consagren á empresas permanentes de aliento y de provecho, siquiera sea remoto, así como también por falta de brazos” (El Chocó 1908 n.° 22, 1-2. Las cursivas no pertenecen al original). Con la instalación de dichas empresas extranjeras —algunas anteriormente citadas—, ciertos habitantes vislumbran estar progresando y dejando atrás escenarios que encarnan tiempos pasados. En este sentido, la materialización, disposición e implementación de elementos físicos sobre el espacio, como industrias, fábricas, dragas, entre otros, interpelan a los pobladores al representar el cambio, simbolizando mediante la materialidad el arribo de nuevos tiempos y constituyéndose como espacios del mundo moderno, esto es, como un territorio deseable donde priman las espacialidades del progreso. Apelación “al elemento colonizador” como formas de colonialismo que se imponen y legitiman en el territorio local, continuaciones y mutaciones del sometimiento externo en los ámbitos espaciales, so pretexto de superar el atraso y arribar a otros tiempos.

Sin embargo, cabe señalar que frente al panorama expuesto se sucitan ciertas reflexiones de incredulidad hacia el anhelado progreso. Para algunos sectores o medios de expresión, se configuran representaciones de esfuerzos infructuosos que, más que beneficios, agudizan las diferencias y la pobreza de la zona y particularmente del campesino chocoano. Según una nota del periódico ABC, publicado en la década de los cuarenta, se vislumbra lo anteriormente expuesto en líneas tituladas como “Hambre Chocoana” o “Progreso Nulo e Inútil”, desde las cuales se cita como

doloroso y lacerante con peso brumador de tragedia este problema de hambre chocoana, causa de un progreso nulo e inútil; consecuencia de circunstancias y de modalidades que precisan cambio inmediato, si no queremos encontrarnos a la vuelta de una generación, con un conglomerado totalmente en ruinas. (1943 n.° 3876, 3-4)

De igual manera, el autor de estas líneas expone que el lamentable estado de pobreza de algunas de las gentes chocoanas, así como la persistencia de dificultades asociadas a la falta de comunicación de la región, se mantiene pese a la presencia extrajera y externa, con la cual no han podido evitar la carencia y los elevados costos de ciertos artículos considerados necesarios —algunos anteriormente mencionados—, imposibles de adquirir para la mayoría de los campesinos chocoanos, a diferencia de los de otras zonas aledañas como la costa Atlántica y la región de Antioquia. Una de estas paradojas se denuncia en la situación que vive el Chocó para entonces: una zona considerada como “despensa arrocera del país” y en la cual se debe pagar elevados precios por este producto. Así, se manifiesta:

Muchas veces, todos los días, he sentido verdadera lástima por estas gentes de mi región choconana al convencerme, por mis observaciones de su alimentación escasa, irregular, equivocada y sucia. No he logrado la manera de explicarme cómo transformar una modalidad inherente de nuestro campesino: la propensión a comprarse telas y artículos de lujo y fantasía, en vez de artículos alimenticios. (ABC 1943 n.° 3876, 3-4)

En correspondencia con lo expuesto, emergen inconformismos hacia ciertas interpretaciones que se realizan del Chocó, los cuales plantean y exponen otros posibles acercamientos y explicaciones de lo que acontece; en efecto, algunos de estos retoman ciertos enunciados anteriormente descritos que enaltecen la región. Desde estas aproximaciones, se exalta la idea de que “el Chocó es inmensamente rico” (El Chocó 1908 n.° 22, 1-2), una riqueza que se evidencia en la magnificencia de su entorno, los productos de su tierra, los minerales, los bosques, la naturaleza, los conocimientos y las prácticas de sus pobladores, entre otras condiciones que hacen a este territorio único. Se anota entonces que estas “regiones están preñadas de muchos productos desconocidos aún por el mundo científico”; además, se afirma que “un naturalista encontraría en ellas lo que no habrán preparado en muchos siglos de trabajo los mejores químicos en sus laboratorios”, pero sobre todo se resalta que “Sus tradiciones indígenas son ricas en secretos, secretos que aunque parecen inverosímiles, nada extraño sería tuvieran notable aplicación en las ciencias definidas” (La Antorcha 1890 n.° 2, 5-6. Las cursivas no pertenecen al original). Así mismo, se argumenta:

La botánica, la zoología y la mineralogía se complementaría, haciendo uso de ellos, con un apéndice de variedades útiles sobremanera. En la sombría naturaleza del Chocó habla la ciencia en su embrión de misterios. En sus vírgenes bosques crece el veneno y cabe el veneno del antídoto, se tuesta la diminuta rama para transformarse en insecto; de sus terrenos se desploma el aluvión, y entre el aluvión aparecen las vetas y ruedan los granos de oro, de sus montes se descuelgan en borlas de plata las cascadas nacidas entre férricas peñas; y sus ríos echan un cristalino caudal sobre pedregones de sustancias metálicas combinadas, y arenas de inconcebible riqueza. (5-6)

Desde estas disertaciones se exaltan las riquezas del Chocó y se reflexiona este territorio como una “verdadera tierra de promisión” (El Chocoano 1899 n.° 4, 13-14) que, aunque para algunos no alcance los niveles de progreso de otras zonas del país, no debe ser menospreciado y rebajado; una posición que se comparte en algunos de los informes misionales, en los que se expone que “desde ese grado de progreso hasta la barbarie y salvajismo, hay mucho que andar” (Prefecto Apostólico del Chocó 1928, 6). Del mismo modo, se manifiestan molestias hacia la negación y el sometimiento del que es parte este territorio, así como hacia el desconocimiento de sus potencialidades, que para algunos se encuentra solo representada en tanto recursos y mano de obra explotables. En este sentido, hacia 1880, el periódico El Atratense publica un artículo que expone la molestia asociada a lo referenciado; así, consigna en un tono vehemente:

¡Que cinismo! Dirían unos, atreverse a negar que el Chocó tiene minas de oro y platino tan ricas como las California y Australia, bosques inmensos de donde se pueden extraer en abundancia todos los frutos que necesita la industria y solicita el comercio, terrenos fértiles y con variadas temperaturas que pueden producir lo suficiente para alimentar una población tan numerosa como la de Chile, ríos que brindan sus abundantes y tranquilas aguas al comercio del mundo ¡Que ignorancia! dirán otros; desconocer que en esta privilegiada región se han formado los mejores capitales que habían en el Estado, que el oro se almacenaba como el maíz, que en tiempos posteriores un solo extranjero guardó en sus arcas más de 4000 libras, que un inglés aunque enfermo extrajo tres quintales de una mina, que los negros bañaban los santos con miel para luego cubrirlos con polvos de este precioso metal. (1880 n.° 1, 3)

Complementando lo anteriormente expuesto, el periódico ABC expone que “No es verdad que el solar patrio sea agrupación de salvajes; no es verdad que se mantengan en perpetua riña, los hermanos que moran en las riberas del San Juan, y los que viven en las orillas del Atrato”, aseveraciones que resisten las representaciones que descalifican sus grupos humanos; del mismo modo, se anota que

no es verdad que aquí necesitamos que vengan a gobernarnos, porque el Chocó —sépase una vez por todas— tiene hijos cuyas capacidades, buenas intenciones, espíritu progresista, amor a la tierra, darían para hacer administraciones, desde todo punto de vista superiores hasta las que ahora hemos soportado; no es verdad que seamos ingobernables. (1918 n.° 9, 1 . Las cursivas no pertenecen al original)

De esta manera, se registran resistencias ante las formas de gobierno externas, así como ante los colonialismos que se pregonan deben imponerse y desde los cuales se descalifica lo local.

Lo anteriormente expuesto pone en evidencia que el discurso del progreso en la región chocoana y, específicamente, en Quibdó opera en contraposición al atraso, pero valiéndose de sus representaciones para descalificar a la región, sus pobladores, sus prácticas y sus espacialidades; en síntesis, para menoscabar un territorio. Frente a este panorama, se construye y conforma un espacio bajo connotaciones de carencia, insuficiencia y escasez, lo que deriva en la construcción y recreación de un territorio en tanto “pueblo pobre”. Estos enunciados, a pesar de construirse bajo la observación a un mismo espacio físico, toman diversos tintes en la medida de los intereses que los mueven, aun prevaleciendo e imperando la representación externa, frente a la que emerge la resistencia ante lo menospreciado desde la óptica de la experticia, la cual impone, delega y produce deseo de cambio.

Este escenario de penuria se contrapone a otras construcciones generadas por los mismos pobladores, en donde las representaciones son contrarias y se escenifican desde la majestuosidad, la riqueza y la estratégica ubicación, así como desde la relevancia de sus costumbres y prácticas, que confluyen y producen territorio. Firmezas, permanencias y persistencias como parte de la lucha local por la pertenencia y significación de su territorio, disputas que en el caso particular del territorio de Quibdó se tensionan, como parte del proceso de construcción de la ciudad que se produce, e imponen bajo formas de organización provenientes de la óptica de la experticia, en simultaneidad con las prácticas y los valores provenientes de los grupos locales, los cuales prevalecen y se mantienen. En síntesis, discursos del progreso que, pese a valerse de mecanismos de minimización, así como de formas, estrategias y acciones que validan la construcción, la organización y la producción de territorio bajo lógicas externas, no alcanzan a impregnar de valores reales al territorio local y, por ende, tampoco a anular sus prácticas

Notas

1 Para Piazzini y Montoya (2008), lecturas y aproximaciones de las geopolíticas que rebasan las aproximaciones centradas netamente en estrategias de tipo político y militar, principalmente. Además, afirman que “hablar de geopolíticas, enfatizando en el plural, para hacer visible cómo el poder deviene diverso, heterárquico, pluritópico, una vez se han identificado los límites neohistóricos del proyecto moderno, que cruza, en un orden disciplinado y descendente, desde los poderes inter o transnacionales a los poderes locales, incluyendo oficiosamente las esferas de lo nacional y lo regional” (9).

2 Según Quijano (2000), “Puesto que todo Estado-nación es una estructura de poder, eso implica que se trata de un poder que se configura en ese sentido. El proceso empieza siempre con un poder político central sobre un territorio y su población, porque cualquier proceso de nacionalización posible sólo puede ocurrir en un espacio dado, a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. Dicho espacio precisa ser más o menos estable por un largo periodo. En consecuencia, se precisa de un poder político estable y centralizado. Este espacio es, en ese sentido, necesariamente un espacio de dominación disputado y ganado frente a otros rivales” (227).

3 Siguiendo a Sáenz Obregón, Saldarriaga y Ospina (1997), la noción de lo moderno se concibe para las tres primeras décadas del siglo XX “como símbolo de una nueva era que, más que construir sobre el pasado, pretendía romper con lo viejo, con lo tradicional y con lo clásico. Para los profetas de esta nueva era —joven, vigorosa, confiada—, sólo parecía existir un presente y un futuro llenos de las inmensas posibilidades que lo moderno permitiría alcanzar” (8).

4 Para mayor profundidad en el tema, véase Quijano (1988).

5 Al respecto y para mayor profundidad, véase lo indagado por Carlos Niño Murcia (1991).

6 Cabe anotar lo referenciado por Castro-Gómez y Restrepo (2008) respecto a que “Bajo el Gobierno de Rafael Reyes se empezó a crear una infraestruc­tura económica y tecnológica centrada en la estabilización monetaria, la concesión de beneficios fiscales a la agricultura de exportación (sobre todo al café) y la construcción de ferrocarriles y carreteras” (17).

7 De igual manera, González Escobar (2003) explica que, posteriormente, para el periodo comprendido entre los meses de octubre de 1908 y abril de 1910, se ostentó la categoría de Departamento del Quibdó —luego derogada—, como parte de un esfuerzo de “reunificación”, “dejando atrás las atávicas diferencias entre las provincias y los intereses particulares de los reducidos grupos de dirigentes que habían manejado ambas provincias” (132).

8 Para Castro-Gómez (2009): “gobernar no solo radica en hacer que otros se comporten de una cierta forma en contra de su voluntad sino en lograr que esta conducta sea vista por los gobernados como buena y deseable. Con otras palabras: gobernar significa lograr que los sujetos hagan coincidir sus deseos, necesidades, aspiraciones y estilos de vida con objetivos técnicamente designados de antemano” (193).

9 Según lo explica González Escobar (2003): “Por causa de la Primera Guerra y la Revolución Rusa, y con la consiguiente baja de la producción de platino, se convirtió el Chocó en el primer productor mundial de este metal. Ello significó el cambio definitivo de una economía basada en la extracción de recursos naturales forestales por la minería platinífera” (137).

10 Para Castro-Gómez y Restrepo (2008), las décadas de 1910 y 1920 corresponden a “la época de la irrupción de un capitalismo imaginario, que aún en medio de una hegemonía católica y conservadora, anuncia y prepara las subjetividades que necesitará posteriormente el capitalismo ‘real’” (19).

11 Un informe del camino entre Quibdó e Istmina destaca la flora exuberante, su variedad y riqueza en maderas finas para construcción, como el algarrobo, el chachajo, el toabe canelo, el encibe, el jigua, negro y amarillo, el noánamo, el carbonero, el genené, el guina, el lirio, el quiribe, el basaí, el chibugá, el zanca de graña, el costillo, el guasca, etc.; y en maderas para fundaciones, como el trántago negro, el caucho, el chucho, el curíbano, el guigarro, el dormilón, el oquendo, etc. (Boletín de Obras Públicas 1908 n.° 4, 2-3).

12 Se afirma que “entonces fui a las espaldas de un hombre, y por el que conduce a Nóvita Viejo y Bodegos, que más que camino de hombre es camino o trocha de fieras. Dios sabe lo que sufrí en aquel camino por el cual unas veces iba trepando, otras rodando, otras cayendo y sudando a mares. Por esta razón hacemos siempre los viajes por los ríos, pero estos viajes son también tan penosos y tan duros que, a juicio de todos, es lo que más nos atormenta en el Chocó” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 45. Las cursivas no pertenecen al original).

13 “Los peldaños de un leño de unos dos metros de largo. Los peldaños son unas muescas labradas en él, por donde se sube y baja del tambo; por la noche lo quitan para que no suban a visitarles en el sueño las alimañas, serpientes y fieras de la selva” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 273).

14 “No era ciertamente halagador este trato con la gente, pues su natural rudeza, el olor pestilencial que se dejaba sentir al pasar junto a moradas o viviendas, más propias de irracionales que de seres humanos, causaba instintiva repulsión o desvío” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 50).

15 Según Restrepo (2002): “Cada vez más libres dejaron los antiguos reales de minas y centros urbanos coloniales, para explorar los cursos medios y bajos de los ríos, así como los manglares y playas que hasta entonces habían permanecido desconocidas para la gran mayoría de ellos. Así nació una nueva forma de poblamiento que caracterizó a la región del Pacífico hasta la segunda mitad del siglo XX” (3).

16 Cabe anotar lo referenciado por Sandra Martínez (2010) respecto a que “El acceso a la tierra en las áreas ribereñas de la región Pacífica descansa en la parentela, cuya posesión ancestral determina el derecho del grupo de descendencia a usufructuar un tramo del río. Cada parentela o partida tiene delimitada su posesión, que se extiende desde el ‘frente’ u orilla del río hacia adentro hasta tropezar con un límite natural como puede ser una montaña o un caño. Estos linderos laterales se conocen como ‘fondo’ o ‘centro’, y tienen como finalidad garantizar a los descen­dientes sus propias parcelas para trabajar” (18).

17 Este punto se desarrollará en el aparte “Hacia el progreso moral y espiritual”.

18 “Pasadas las fiestas, el Misionero se quedaba casi solo, y por escasez de personal o por resentirse de salud, regresaba al centro de la Misión, amargado por cierto desaliento ante las grandes proporciones del mal y ante la imposibilidad de remediarlo; visitar los ríos y poblados fuera de las fiestas, era casi perder el tiempo, pues aun avisados los Síndicos de la ida, eran pocos los que acudían, sino era para hacer algunos bautismos, rara vez algún matrimonio, si la excursión se prolongaba” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 255).

19 “En el día de la fiesta se sintió en el pueblo algo extraño que no tengo presente haberlo observado en otras ocasiones. Antes, hablarles a estas gentes del Corazón de María, era como hablarles de asunto desconocido, porque nada sabían de esta devoción” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 58).

20 Según Martínez (2010), “Los integrantes de estos grupos trazan su línea de descendencia con relación a un ancestro común fundador del grupo, cuyos miembros validan su pertenencia y derechos siguiendo una línea consanguínea de descendencia no-unilineal. En el argot local, estos grupos son denominados troncos familiares, mientras que en la literatura antropológica se corresponden con la noción de ramajes” (19).

21 La otra barrera que se considerará en la presente apuesta será el atraso material, la cual se trabajará en apartes posteriores.

22 “Tecnologías de gobierno” es un concepto que Castro-Gómez (2009) utiliza, tomado de Michel Foucault, para explicar “que en las primeras décadas del siglo XX luchaban entre sí para imponer su hegemonía política en Colombia y que en realidad obedecían a la lucha entre dos modelos de Estado. La primera buscaba ‘hacer vivir’ a un sector de población, pero ‘dejando morir’ a la otra parte, en una estrategia que recuperaba el imaginario colonial de la limpieza de sangre para vincularlo con la ‘guerra de las razas’ y el racismo de Estado. En este caso, las poblaciones indígenas y afrodescendientes eran declaradas como razas sin ley, pues debido a su herencia biológica se encuentran irremediablemente atrapadas en la inercia de sus esferas tradicionales que les condena a la inmovilidad” (152).

23 Este punto se trabajará en el aparte titulado “Hacia el proyecto moral, espiritual e intelectual” y “Hacia el proyecto material”.

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