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PRESENTACIÓN

Quizás deba empezar anotando que el interés por llevar a cabo el presente trabajo nace de la inquietud, pero también de cierta inconformidad que, como profesional de la arquitectura que toma como campo de profundización el patrimonio cultural inmueble, me lleva a cuestionarme acerca de la manera en que se suele aproximarse a la lectura de este. Debo aclarar, entonces, que mi formación específica en y para la intervención de aquellos denominados “monumentos arquitectónicos” me conduce, en una primera instancia, a acercarme a su comprensión, entendiéndolos como objetos enmarcados en discursos expertos y que pueden poseer atributos y características únicas, principalmente referidas a su materialidad y externalidad y, por lo tanto, con lo que estos representan, es decir, como piezas excepcionales dignas de ser asumidas bajo la denominación de monumentos. Sin embargo, pronto esta lectura técnica entra en tensión en la medida en que me hallo o me enfrento a los contextos de implantación, así como a los grupos locales que se encuentran en directa relación con estos, esto es, encontrarme frente a objetos que, más allá de la aleatoriedad, la materialidad y la forma, hacen que cuestione las diversas relaciones que los atraviesan, constituyen y sustentan.

En este contexto, trabajos y estudios referentes al manejo del patrimonio material (específicamente asociados a los bienes inmuebles y los centros históricos catalogados como bienes de interés cultural de la nación colombiana), en los que tuve la oportunidad de participar como profesional en patrimonio, se constituyeron en labores en y desde las cuales se confería a un equipo, conformado por profesionales de diversas disciplinas, el poder —entre otros— de señalar qué y cómo debía ser manejado e intervenido, determinando catalogaciones, lineamientos, normalizaciones, entre otras formas de patrimonialización tendientes a su reconocimiento y manejo. Una “experticia” en tanto forma de conocimiento experto respaldada y avalada, pero que, a su vez, obedecía, acataba y cumplía los discernimientos estipulados y emanados por una perspectiva hegemónica que, de manera conducente e inductiva, trazaba así mismo la manera de hacerlo, constituyéndose en última en el ente que aprueba y toma la decisión final; hegemonía representada en un Estado que encarna el poder de proteger y salvaguardar los valores asociados a la identidad y la memoria de la nación.

Sin embargo, dichas experiencias, prácticas y discursos en torno a la determinación y el manejo del patrimonio inmueble, más allá de sumarse y acumularse de manera progresiva en la medida de los transitares, aumentando gradualmente la experticia particular en torno al tema, condujeron a generar una serie de cuestionamientos acerca de la pertinencia y la forma de emprender dichas lecturas y acercamientos. Así, son formas de aproximación al patrimonio material inmueble que llevaron a la emergencia de tensiones en tanto entradas y salidas alrededor del tema de lo patrimonial, es decir, entre lo que se suponía y estipulaba debía hacerse y aquello que realmente se encontraba, tensiones generadas a partir de la puesta en marcha de aquello asumido como válido y de aquello que se encontraba y hallaba en la indagación y aproximación a los bienes inmuebles en directa correspondencia con los grupos humanos y sus contextos en tanto territorios.

Asistía entonces a la imposición de experticias en tanto miradas externas, así como protocolarias incorporaciones sobre lo local, unas y otras que entendía como maneras de anulación de otras formas o entendimientos posibles desde lo local. En este contexto, manejo de centros históricos y, por lo tanto, bienes inmuebles que, más allá de aplicar la experticia que brinda la técnica, no posibilitaban del todo entender la realidad de dichas materialidades ni mucho menos de los contextos; por ende, miradas enfocadas a validar catalogaciones previas y a determinar actualizaciones de lineamientos bajo nuevos requerimientos hegemónicos. En síntesis, una aproximación a la lectura, pero también a la práctica del patrimonio inmueble que enfrentaba y suscitaba resistencias, originadas en la inconformidad de asumir un hecho físico por aparte de las relaciones que lo constituían y, por tanto, de realizar acercamientos en los que prima no solo la materialidad, sino la legitimación de los discursos de una historia nacional que no siempre incorpora otras historias y valoraciones locales igualmente válidas, por lo que ignora y relega las relaciones que crean los grupos humanos con y desde estos.

Así mismo, debo anotar que esta reflexión para entonces coincide con la preocupación que se plantean otros profesionales vinculados al tema del patrimonio (entre los que se destaca el grupo de la Maestría en Restauración de Monumentos Arquitectónicos de la Pontificia Universidad Javeriana), en relación con al abordaje del bien inmueble entendido solo como monumento; por lo tanto, discusiones que giraban en torno a la sentida necesidad de entenderlo asociado al tema del patrimonio cultural, pero, a su vez, en directa correspondencia con el territorio. Así, dichas discusiones evidenciaban tensiones frente al abordaje del tema patrimonial inmueble, planteamiento de nuevas reflexiones, pero sobre todo controversias que animaban la exploración de nuevos caminos y acercamientos en torno al tema; de cierta forma, coincidían con algunos de los cuestionamientos derivados de la puesta en marcha de las aproximaciones hegemónicas.

Ahora bien, si las tensiones derivadas de la aplicación de las formas hegemónicas de patrimonialización se hacían presentes en los diversos trabajos que como consultora llevaba a cabo en los centros históricos del país y que concernían igualmente a los bienes arquitectónicos declarados, sumadas a las discusiones que desde la academia se suscitaban y promovían, fue la oportunidad de participar en el Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) del conjunto de bienes de arquitectura republicana de Quibdó el detonante que me condujo a cuestionar aún más la forma de aproximación y, por ende, a perseguir cambiar la mirada hacia la aproximación y el entendimiento de este, dando frente a una inconformidad que venía en crecimiento. En efecto, si bien dicho trabajo se realiza siguiendo lo estipulado y dictaminado por la Ley de Cultura —en el marco de su elaboración, el aprendizaje fue lo relevante—, Quibdó y sus grupos humanos significaron la forma de reflexión que, siguiendo el tema del patrimonio material inmueble, me permitiría indagar en otras posibles formas de aproximación a la lectura de la constitución de territorio en clave de patrimonio.

Así, en el caso específico de Quibdó, el problema al que me enfrentaba no era aplicar unos términos y parámetros preestablecidos por las formas de hacer hegemónicas: era hallarme frente a contextos dinámicos en los que los lineamientos previamente determinados no siempre encajaban y se correspondían, así como encontrarme ante sectores de grupos humanos locales que constantemente cuestionaban sobre lo que les exponía y preguntaba. En este sentido, la idea de emprender otra lectura que posibilitara otros acercamientos que permitieran revelar historias invisibilizadas o negadas por las perspectivas hegemónicas patrimoniales que no daban oportunidad de ser pensadas ni reflexionadas fue la ruta trazada en el marco del proyecto de investigación que decido emprender en el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana; una oportunidad que como apuesta inter y transdisciplinar permitiría pensar a Quibdó, es decir, cambiar y ampliar la mirada frente a la constitución del territorio urbano, en directa relación con el contexto y sus grupos humanos, y con esto posibilitar la oportunidad de vislumbrar otro posible patrimonio en correspondencia con lo inmueble.

Así, inicié una búsqueda e indagación de información tendiente a la construcción del archivo que permitió llevar a cabo y nutrir esta apuesta investigativa, recopilación que se hizo posible en las consultas a la Biblioteca Nacional de Colombia, a los archivos de la Fundación Universitaria Claretiana (FUCLA), a la Notaría Primera de Quibdó, a los archivos físicos del Concejo Municipal de Quibdó, al Archivo Fotográfico y Fílmico de la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH), al Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), a la Biblioteca del Banco de la República en Quibdó, al Banco de Tierras en la Alcaldía Municipal, a la Oficina de Notariado y Registro de Quibdó, principalmente.

Sea entonces esta la oportunidad de agradecer a todas aquellas personas que aportaron a la realización de esta investigación. Deseo agradecer muy sinceramente a mi tutor, Rafael Antonio Díaz Díaz, por creer en esta apuesta, por incentivarme a pensar e indagar desde otros puntos y aproximaciones posibles, así como por la libertad de acción y pensamiento para la realización de esta. A la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana y al Departamento de Arquitectura, por el apoyo absoluto recibido y al Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana por creer en el proyecto investigativo y apoyar su publicación. Así mismo, fue de gran valor el apoyo otorgado por la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH), en cabeza de los profesores Jaime Echavarría, Víctor Rafael Francisco Valencia y Ana María Arango, por permitir y acompañar la estancia de investigación que se desarrolló en esta universidad de Quibdó, así como a lo largo del proceso investigativo. Sea también la ocasión para agradecer a Mónika Therrien, por las enseñanzas y el apoyo a lo largo de este proceso profesional y académico, y a Jimmy Pinilla, por la retroalimentación, los comentarios y las discusiones sostenidas, así como a los aportes incorporados a este texto. Igualmente, a todas aquellas personas en Quibdó que contribuyeron en los diversos diálogos y encuentros con sus conocimientos y sus aportes, y muy especialmente a Saray Córdoba Arce, Víctor Rafael Francisco Valencia, Antonio Andrade Arriaga, Pedro Largacha, Pedro Fidel Moreno Rentería, Wenceslhao Perea Moreno, Luz América Lozano, Vicente Copete, John Fredy Asprilla, Leovigildo Palomeque, Luz Romaña Cuesta, Jesús Dante Mosquera, Benjamín Correa, Leovigildo García, Rocío Urrego, Gonzalo Díaz y Sergio Mosquera. Por último, agradezco a mi familia, a Jorge, Paula e Isabella, por apoyarme y brindarme su comprensión y ayuda en lo que emprendo.


INTRODUCCIÓN

A finales del siglo XIX la ciudad de Quibdó,1 ubicada en la región del Chocó en el pacífico colombiano, estaba habitada por un sector de élite que poseía el control económico y político, así como el control comercial. La clase dirigente organizó entonces un Gobierno de prácticas biopolíticas sobre la población local, donde primaron las ideas racistas, pero prevalecieron intereses económicos relacionados con una economía y un comercio que acontecían para entonces en la ciudad. Ya para comienzos del siglo XX, en Quibdó ascendió “una nueva élite que usufructuó el proceso desarrollado, sin darle continuidad” (González Escobar 2003, 114), una nueva forma de pensamiento bajo los ideales nacionales de la modernidad que siguieron y obedecieron la óptica emanada desde la lógica mayoritaria precedente. Así es como estos nuevos grupos de élite, con renovados preceptos capitalistas imperantes en el país, emprendieron un nuevo dispositivo de gobierno para la ciudad, una forma de gobierno acorde con los ideales del progreso en la que prevalecían las formas discriminatorias dirigidas hacia los pobladores locales.

En este contexto de finales del siglo XIX y principios del XX se abre paso la ciudad de Quibdó, una constitución territorial enmarcada en la presencia de grupos humanos diversos, pero con la particularidad de la existencia de una minoría en tanto élite que ostenta y ejerce relaciones de poder sobre una mayoría local. Un espacio urbano que se erige y, por ende, donde se da forma a una serie de actuaciones urbanísticas en directa relación con la erección de bienes arquitectónicos que representan y escenifican los ideales que encarna el progreso. Así, se asiste a la posesión de una hegemonía que dictamina qué, cómo, dónde hacerse, disponerse y erigirse dichas materialidades, con miras a crear un territorio en sintonía con el proyecto progresista imperante para entonces.

En aquel momento los quibdoseños vieron aparecer sobre su espacio circundante una serie de instituciones educativas, penitenciarias, hospitalarias, dotacionales y religiosas, así como una arquitectura contextual que alberga el uso residencial de los grupos de élite; piezas materiales que gozan de una ubicación estratégica en el territorio y que obedecen a normas y parámetros expertos, emanados desde la institucionalidad estatal. Así mismo, bienes inmuebles que ostentan y exhiben particulares características físicas, ya que se centran en una materialidad, una semántica2 del progreso exhibida en el ornamento y una semántica del poder representada en las formas arquitectónicas (pórticos, columnas, frisos, tímpanos, etc.). “Representaciones” del poder —ajenas a un contexto tanto natural y social— que se erigen, por lo tanto, en sintonía con el nuevo discurso urbano, acorde con los ideales progresistas que se implantan como deseables desde la óptica de la construcción de una ciudad moderna, constituyéndose en construcciones y materialidades a través de las cuales se pronuncian las ideas modernas en esta ciudad, por medio de una nueva propuesta estética encarnada en lo material.

Ahora bien, casi un siglo después, para finales del XX y principios del XXI, cinco de estos inmuebles arquitectónicos erigidos en sintonía con el proyecto que lidera la élite son reconocidos y declarados por la nación colombiana como parte de sus bienes de interés cultural, es decir, como parte del patrimonio cultural inmueble de la nación (el Colegio Carrasquilla, la Escuela Modelo, la Cárcel Anayanci, el Hospital San Francisco de Asís y el Palacio Episcopal), declaratoria patrimonial que reconoce en estas edificaciones atributos asociados a sus valores históricos, estéticos y simbólicos; una nueva mirada hegemónica experta y externa que determina cuál es el patrimonio inmueble en una ciudad, en correspondencia con la perspectiva estatal que la dictamina. Así, se asiste al reconocimiento de unos valores históricos, estéticos y simbólicos, cuyos lineamientos previos y homologación posterior se proyectan desde la experticia, lo que lleva a su vez a la afirmación de la representación de la forma que por medio de la materialidad da cuenta de los hechos acontecidos en una ciudad y, por ende, de la mirada que legitima y exalta la constitución de territorio y patrimonio por parte de una experticia externa.

El presente trabajo se plantea entonces, en el sentido de que si bien en el espacio urbano se realizan valoraciones y reconocimientos desde un presente y desde una mirada experta, tendientes a la identificación de un patrimonio inmueble, cómo entender que estas lecturas se restrinjan a los bienes físicos no siempre involucrando la indagación de los contextos en que se hallan inmersos y que, por ello, no siempre reconozcan y reflexionen las relaciones que los constituyen, que les dan sustento y desde los cuales también se constituyen; cómo se hace posible entender en una ciudad como Quibdó —que se emprende con la particularidad de poseer una mayoría negra y una minoría blanca— que el patrimonio inmueble decretado desde la mirada estatal solo indague y hasta el momento reconozca inmuebles que dan cuentan de una parte de la historia de esta ciudad y que privilegia entendimientos y conocimientos de ciertos grupos sociales por encima de otros, así como a través de cuáles dispositivos y prácticas hechos a nombre de una experticia que encarna la modernidad se constituye el territorio urbano.

De esta manera, la pregunta que enmarca esta investigación se enfoca a pensar: ¿es posible plantear nuevas lecturas que aporten a vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble a partir de la indagación de la manera como se construye territorio urbano desde aproximaciones que no se correspondan con las prácticas y discursos hegemónicos? Y en este sentido, ¿qué otro patrimonio asociado a lo inmueble es posible vislumbrar a través de otras lecturas que indaguen la constitución de territorio urbano en Quibdó? Para ello, a lo largo del trabajo se indaga para el caso del territorio urbano de Quibdó tanto en las formas hegemónicas como en las prácticas y lógicas provenientes de los grupos poblacionales locales, con el propósito de obtener una mirada que no solo privilegie a unos e ignore y desconozca a otros.

En este contexto, a los bienes ubicados en el sector urbano de Quibdó catalogados como patrimonio inmueble se les reconocen valores arquitectónicos singulares referidos a su estética, los cuales se hallan en correspondencia con el manejo y uso de materiales considerados como innovadores para las primeras décadas del siglo XX, como el concreto armado, valoraciones asociadas a la técnica empleada en y para su erección. En efecto, manejo e incorporación de materiales y empleo de técnicas para entonces considerados de vanguardia y, por ende, elaboración e incorporación de formas físicas que representan desde la arquitectura la denominada época republicana, factura con la que además se escenifica un momento de cambio en la historia nacional que tiende a lograr una anhelada modernidad; por lo tanto, un cambio que encuentra en la arquitectura (evidenciada en inmuebles monumentales o representativos) mecanismos para la transmisión de la semántica del progreso.

Bienes inmuebles que, además del reconocimiento de valores asociados a la estética, se corresponden igualmente con la valoración histórica vinculada a la historia de una nación y de una ciudad, así como a través de los cuales se exaltan valores simbólicos que privilegian y vinculan a ciertos sectores de la población. De este modo, más allá que dichos inmuebles posean valores arquitectónicos destacables desde lo formal y que sean estos representativos de la historia de la nación asociada a la arquitectura monumental de un periodo particular, el punto que se quiere destacar es que tales valoraciones y representaciones materiales de un patrimonio inmueble no siempre representan de manera general el sentir y concebir de la población local; por el contrario, para algunos estas dan cuenta tan solo de una parte de la historia de la urbe y, en consecuencia, privilegiaron principalmente a unos sectores sociales de élite de Quibdó durante las primeras décadas del siglo XX.

Lo anotado encuentra sustento en algunas de las indagaciones acontecidas en el marco de la elaboración del Plan Especial de Manejo y Protección del conjunto de inmuebles de arquitectura republicana en Quibdó (Unión Temporal PEMP Quibdó 2010), pero también en la etapa de indagación de la presente investigación, en la que al inquirir algunos habitantes locales por la relación y el vínculo con estos bienes la respuesta no siempre fue hacia su reconocimiento como tal. Se tiene entonces que para algunos habitantes estos bienes representan y simbolizan parte del patrimonio arquitectónico de la nación y también de la ciudad, constituyéndose en piezas que deben ser conservadas y, por lo tanto, protegidas, dados los valores que encierran; no obstante, también se registran sectores que, aunque reconocen en estos bienes valores asociados tanto a la historia como a la arquitectura de la ciudad, consideran que “no son todos los que son” y que se dejan de lado otros edificios importantes en Quibdó.

Sin embargo, cabe resaltar la existencia de otros pobladores locales para quienes tales bienes les son ajenos como patrimonio y más bien se constituyen en parte de su cotidianeidad como tantos otros de la escena urbana; sectores de habitantes que no reconocen estos bienes de forma aislada como parte de su patrimonio inmueble, así como valores asociados a su cultura, por lo que los consideran patrimonios impuestos y reconocidos desde lógicas externas. ¿Patrimonio? ¿De qué? ¿Por quién? ¿De quién? ¿Cuáles monumentos? ¿Cuáles edificios? ¿Cuál patrimonio? Estos son algunos de los cuestionamientos que surgen por parte de algunos de estos pobladores al preguntárseles por los inmuebles que ostentan la categoría de patrimonio nacional, interrogantes contestados por estos con afirmaciones como “patrimonio para usted que es blanca”, “patrimonio para un Ministerio que está allá en Bogotá” y “patrimonio impuesto a la brava” y, como relata Víctor Rafael Francisco Valencia, que “desconoce la verdadera significación de lo que hacemos y somos en Quibdó”; por lo tanto, patrimonio inmueble como concepto que es ajeno y no da cuenta de la “cultura de la gente negra” (comunicación personal, 22 de febrero de 2012, Quibdó).

En este contexto toma relevancia la pregunta planteada por la posibilidad de generar otra lectura que dé cuenta de aquellas miradas, prácticas y discursos que están quedando ocultos e invisibilizados, así como por las posibles lecturas que surgen al vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble y que evidencien otras realidades, entendimientos y aproximaciones igualmente válidos e importantes, una aproximación entre otras posibles que visibilicen miradas no hegemónicas en la constitución de territorio urbano; una lectura que, más allá de pretender, se incluya en y como parte del patrimonio, más bien propende a que el concepto mismo sea evaluado desde las prácticas específicas de los habitantes y constructores de los territorios. Así, distanciamientos de lecturas patrimoniales asociadas a lo inmueble que sustenten valoraciones en tono de memorias e identidades creadas y que más bien den cuenta de otras realidades y construcciones desde lo local.

Así mismo, cabe aclarar respecto al conjunto de inmuebles declarados como parte del patrimonio de la nación que, más allá de procurar cuestionarse, debatirse y perseguir cambiarse esta valoración y reconocimiento, es esta forma de valorar la que permite generar nuevas u otras posibilidades de aproximación y lectura, de acuerdo con los requerimientos y necesidades suscitados de la aplicación de los lineamientos tendientes a determinar el manejo y protección de los bienes. De esta forma, es pertinente entender lo acontecido en la construcción de Quibdó para que sea la ciudad que es, en directa relación con los grupos humanos locales que la habita, así como vislumbrar el espacio donde se han entablado —y se dan— las relaciones con el sujeto, y en donde las prácticas y lógicas construyen patrimonio inmueble en contraposición a discursos externos.

En este sentido, esta investigación, más allá de tomar, seguir y centrarse en el concepto patrimonio para pensarlo a partir de lo existente en Quibdó, es decir, como algo ya dado y, por lo tanto, cosificado y materializado en formas espaciales monumentales, así como hacer validaciones de valoraciones que obedecen a criterios establecidos por y desde otra experticia o pretender determinar un estudio sobre el patrimonio inmueble en Quibdó que se corresponda en otra mirada experta, trata de hacer justamente lo contrario; más bien, procura rastrear las prácticas en torno a las cuales se hace posible vislumbrar patrimonio en sintonía con la conformación de espacialidades en tanto territorio. De esta forma, se desplaza la idea de espacio patrimonial asociada exclusivamente y de manera restrictiva al sitio puntual y su materialidad —monumento-piedra-ruina—, pensándolo más bien en sintonía con la constitución de territorio y, por ende, en correspondencia con las relaciones y prácticas llevadas a cabo por parte de los diversos grupos asociados a este.

En este contexto, se configura como una apuesta en torno al tema del patrimonio como construcción social, que va más allá de un discurso legitimado, y en relación con la constitución política del territorio por parte de los grupos humanos locales. En efecto, se pretende incitar nuevas miradas que visibilicen y reconozcan lo otro, lo no conocido, aquello diferente, esas otras lecturas y entendimientos no formales que se contraponen a las estructuras asumidas como válidas, emergencia y visualización de patrimonio como instrumento político en el que la diferencia construye y constituye su propio territorio en tanto patrimonio, otras lecturas desde las cuales se promuevan e impulsen propuestas para releer lo que se ha postulado como patrimonio. Una revaloración patrimonial del término mismo, asociada a su relación con los espacios en la ciudad, que dé cuenta de lo que es hoy, de acuerdo con Ramos (1993), espacios culturales de encuentro, donde tengan cabida aquellas “estructuras ambientales callejeras, tipologías y estéticas edilicias populares, modos particulares de habitar, usos distintivos, condensadores sociales y sistemas urbanos de formación” (31), espacios, elementos y estructuras tildados de “inferiores”, visibilidad de la diferencia, de la carga social, política y cultural.

Así, frente a lo expuesto, se persigue desde el presente trabajo reflexionar los espacios urbanos y arquitectónicos de Quibdó desde otras perspectivas, que permitan entrever, descifrar y descubrir diversos y posibles patrimonios, es decir, incitar otras lecturas y aproximaciones que posibiliten vislumbrar, percibir y sospechar patrimonio a través de las distintas espacialidades que conforman los diversos grupos humanos locales en tanto territorio. Sin embargo, no se debe esperar una nueva u otra catalogación, clasificación o registro patrimonial, ni un listado que enumere y precise valores asociados a un bien inmueble, ni un estudio que señale qué es patrimonio, cuál es el patrimonio urbano y arquitectónico de una ciudad como Quibdó en términos de inventario y que, por tanto, se constituya en una lectura experta que lo precise y determine. Al contrario, se trata de reflexionar sobre las prácticas y relaciones que se presentan en Quibdó para finales del siglo XIX y pasada la primera mitad del XX, y con ello evidenciar aquello que ha quedado oculto por los discursos hegemónicos que no ofrecen otra mirada al patrimonio, siendo preciso entonces desestructurarlos a partir de su indagación y propiciar nuevas perspectivas que permitan vislumbrar y entrever otros posibles patrimonios.

En este sentido, se concibe el espacio físico representado en la arquitectura3 y el urbanismo en la ciudad de Quibdó no como materialidades solas y ausentes, sino en relación con un espacio social construido en tanto hábitat. Prácticas y vivencias sociales y culturales de pobladores locales que dotan a Quibdó de sentido, relaciones que se construyen entre lo físico y social, entre los espacios, los cuerpos y los objetos. Frente a lo expuesto, ¿por qué pensar la construcción histórica de la ciudad bajo un único parámetro, bajo una lógica experta? ¿Por qué no escuchar otras voces y discursos? Continuar este patrón es desconocer la particularidad de la historia y los aportes de las llamadas “minorías” a la construcción de país, así como negarse a abrir otras posibilidades; en cierta forma, es seguir perpetuando modelos preestablecidos que anulan lo local. Del mismo modo, ¿acaso los saberes de las poblaciones locales son menos importantes y relevantes? ¿Se están anulando los saberes populares, los otros conocimientos, y desechando las alternativas locales en correlación con la constitución de territorio urbano por considerárselas menos significativas?

No se puede seguir pensado el patrimonio inmueble de estos grupos humanos y de esta ciudad solo desde discursos expertos o bajo anhelos de una idea patrimonial que no da tiempo a indagar y construir, que no cede la palabra porque simplemente “la ley no da espera”. ¿Por qué seguir pensando lo negro asociado solamente al campo y la selva sin cuestionarse su participación en la construcción de ciudad o viceversa, desconociendo la relevancia de las prácticas locales? ¿Por qué perpetuar la lógica patrimonial de los grupos humanos locales bajo parámetros que solamente los reconocen en una cultura de la fiesta y la escenificación? ¿Por qué seguir pensando los pobladores locales como un solo grupo homogéneo? ¿Por qué seguir concibiendo la historia desde quienes la han narrado y no desde quienes la han construido y desde quienes han contribuido? Reproducir estas aproximaciones es desconocer su existencia real como grupo social y caer en racismos y consideraciones que reafirman la discriminación. Es relevante ver a los pobladores locales no solo como un grupo humano homogéneo, donde todos piensan y se comportan igual, sino tener en cuenta las distintas formas de relaciones en tanto significaciones individuales y colectivas, las tensiones y contradicciones que existen en la(s) comunidad(es), así como la manera como estas significaciones han construido territorios a partir de sus prácticas.

Pensar y asociar a Quibdó bajo consideraciones del atraso, la carencia y la falta de planeación, así como bajo parámetros en los que prevalecen valores estéticos asociados a la arquitectura “experta” y externa —que supuestamente la distan de ser un interesante objeto de estudio— o no querer pensarla como ciudad, es desconocer sus grupos humanos, las relaciones sociales y las dinámicas culturales que en ella habitan. De igual forma, es ampliar las fronteras de la exclusión que le niega la posibilidad de ser estudiada sin permitir descentralizar la mirada de los análisis históricos, arquitectónicos, urbanos y sociales de ciudad.

En relación con lo expuesto, se toma como periodo de estudio aquel comprendido entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, dado que durante este se emprende en Quibdó la conformación de territorio urbano, enmarcado en un contexto regido por las diferencias entre los grupos humanos que lo constituyen y habitan; un periodo en el que además acontece un proceso de cambio de aldea a ciudad, en el cual se posibilita rastrear los dispositivos de poder, así como las prácticas que se realizan para emprender y llevar a cabo dicha constitución a nombre del progreso, pero durante el cual se hace posible rastrear las prácticas y lógicas que los grupos locales emprenden para constituir también su territorio. Surgen entonces en el marco de dicho proceso distintos interrogantes: ¿cómo se plantea la conformación de una ciudad por parte de una minoría dominante con presencia mayoritaria de pobladores locales? ¿Qué lugar ocupan en dicha conformación urbana cada uno de los grupos humanos? ¿Cómo se constituye territorio por parte de cada uno de los grupos? ¿Qué discursos, dispositivos y estrategias, así como lógicas y prácticas, se implementan para constituir territorio urbano? ¿Qué otro patrimonio no dictaminado desde la hegemonía experta es posible vislumbrar a partir de las constituciones y relaciones que establecen los grupos locales de pobladores con y desde el espacio en Quibdó?

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9789587814330
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