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Thor bajó de su caballo, saltando en el aire y derribó al guerrero antes de que lanzara la cadena. Los dos salieron volando de los caballos y aterrizaron con fuerza sobre el suelo en una nube de polvo; Thor rodó y rodó, sin aliento, mientras los caballos pateaban a su alrededor. Luchó con el guerrero en el suelo, y cuando el hombre levantó sus pulgares para arrancar los ojos de Thor, Thor de pronto oyó un chillido – y vio a Estopheles bajar en picada y agarró los ojos del hombre justo antes de que él pudiera lastimar a Thor. El hombre gritó, agarrando sus ojos, y Thor le dio un fuerte codazo y lo derribó.

Antes de que Thor tuviera la oportunidad de deleitarse con su victoria, sintió que lo pateaban con fuerza en el estómago, derribándole de espaldas. Miró hacia arriba para ver a un guerrero levantar un martillo de guerra con las dos manos y bajarlo hacia su pecho.

Thor rodó, y el martillo pasó zumbando cerca de él, hundiéndose en la tierra hasta la empuñadura. Se dio cuenta de que pudo haberlo aplastado hasta morir.

Krohn se abalanzó sobre el hombre, saltando hacia adelante y hundiendo sus colmillos en el codo del hombre; el soldado estiró la mano y golpeó a Krohn, una y otra vez. Pero Krohn no lo soltaba, gruñía, hasta que finalmente le arrancó el brazo al hombre. El soldado gritó y cayó al suelo.

Un soldado se adelantó y bajó su espada hacia Krohn; pero Thor rodó con su escudo y bloqueó el golpe; todo su cuerpo temblaba con el sonido metálico, salvando la vida de Krohn. Pero cuando Thor se arrodilló allí, quedó expuesto, y otro guerrero se dirigió hacia él con su caballo, pisoteándolo, derribándole boca abajo; sintiendo que los cascos del caballo aplastaban todos los huesos de su cuerpo.

Varios soldados McCloud bajaron de un salto y rodearon a Thor, acercándose a él.

Thor se dio cuenta de que estaba en un mal lugar; daría cualquier cosa por estar de nuevo en su caballo. Yacía en el suelo, su cabeza sonaba de dolor, por el rabillo del ojo vio a los otros miembros de La Legión peleando y perdiendo terreno. Uno de los chicos de La Legión que no reconoció soltó un grito agudo, y Thor vio como una espada perforaba su pecho y se desplomaba, muerto.

Otro miembro de La Legión que Thor no conocía fue en su ayuda, matando a su atacante empujando su lanza – pero al mismo tiempo, un McCloud le atacó por detrás, metiendo una daga en su cuello. El chico gritó y cayó de su caballo, muerto.

Thor se volvió y vio a media docena de soldados echándosele encima. Uno levantó una espada y la bajó hacia su rostro, y Thor subió la mano y la bloqueó con su escudo, el sonido metálico resonó en sus oídos. Pero otro levantó su bota y quitó de una patada el escudo de Thor de su mano.

Un tercer atacante pisó la muñeca de Thor, fijándola en el suelo.

Un cuarto atacante se adelantó y levantó una lanza, preparándose para meterla en el pecho de Thor.

Thor escuchó un gran alarido y Krohn saltó sobre el soldado, haciéndolo retroceder y acorralándolo. Pero un soldado dio un paso adelante con un garrote, directo hacia Krohn, pegándole tan duro que Krohn tropezó, dando un aullido y aterrizó sobre su espalda, débil.

Otro soldado dio un paso adelante, parándose junto a Thor y levantó un tridente. Él frunció el ceño y esta vez no había nadie que lo detuviera. Se preparó para bajarlo hacia la cara de Thor, y mientras Thor permanecía ahí tirado, indefenso, no pudo evitar sentir que había llegado su fin.

CAPÍTULO SIETE

Gwen se arrodilló al lado de Godfrey en la cabaña claustrofóbica, Illepra a su lado y ya no podía soportarlo. Ella había estado escuchando los gemidos de su hermano durante horas, viendo que la cara de Illepra era cada vez más sombría, y parecía seguro que iba a morir. Se sentía tan impotente, sentada ahí. Sentía que tenía que hacer algo. Lo que fuera.

No sólo se sentía trasegada por la culpa y preocupación por Godfrey – sino que también por Thor. Ella no podría sacar de su mente la imagen de él yendo a la batalla, enviado por Gareth a una trampa, a punto de morir. Ella sentía que también debía ayudar a Thor, de alguna manera. Se estaba volviendo loca ahí sentada.

Gwen se levantó de repente y se apresuró a través de la cabaña.

"¿Adónde va?", preguntó Illepra, con la voz ronca de tanto cantar oraciones.

Gwen volteó a verla.

"Regresaré", dijo. "Hay algo que tengo que intentar".

Abrió la puerta y salió corriendo, hacia el aire del atardecer y parpadeó ante esa vista: el cielo estaba rayado con rojos y púrpuras; el segundo sol estaba como en una bola verde en el horizonte. Akorth y Fulton, a su favor, todavía estaban ahí parados, en guardia – se levantaron de un salto y la miraron con preocupación en sus rostros.

"¿Va a vivir?", preguntó Akorth.

"No sé", dijo Gwen. "Quédense aquí. Hagan guardia".

"¿Adónde va?", preguntó Fulton.

Se le había ocurrido una idea mientras veía el cielo rojo intenso; sintió algo místico en el aire. Había un hombre que podría ayudarla.

Argon.

Si había una persona en quien Gwen podía confiar, una persona que amaba a Thor y que había permanecido leal a su padre, una persona que tenía el poder de ayudarla de alguna manera, era él.

"Tengo que buscar a alguien especial", dijo ella.

Ella se volvió y se fue apresuradamente a través de las llanuras, trotando, corriendo, recorriendo el camino que la llevaría a la cabaña de Argon.

Ella no había estado ahí en años, desde que era una niña, pero recordó que vivió en las planicies desoladas, escarpadas. Ella corrió y corrió, apenas recuperando el aliento mientras el terreno se hacía más desolado, más ventoso, dando paso a los guijarros, luego a las rocas. El viento aullaba, y mientras se iba, el paisaje se volvió inquietante; sentía como si estuviera caminando sobre la superficie de una estrella.

Finalmente llegó a casa de Argon, sin aliento y tocó a la puerta. No había ningún picaporte que pudiera utilizar, pero ella sabía que éste era el lugar.

"¡Argon!", gritó ella. "¡Soy yo! ¡La hija de MacGil! ¡Déjame entrar! Te lo ordeno".

Ella tocaba y tocaba, pero la única respuesta que recibió fue el aullido del viento.

Finalmente, rompió en llanto, exhausta, sintiéndose más impotente que nunca. Se sintió hueca, como si ya no tuviera ningún lugar a dónde ir.

Mientras el sol se hundía más en el cielo, su color rojo intenso daba paso al crepúsculo, Gwen se dio vuelta y comenzó a caminar de regreso por la colina. Borró las lágrimas de su rostro mientras caminaba, desesperada por averiguar a dónde ir después.

"Por favor, padre", dijo en voz alta, cerrando los ojos. "Dame una señal. Dime a dónde ir. Dime qué hacer. Por favor, no permitas que tu hijo muera en este día. Y por favor, no permitas que Thor muera. Si me amas, respóndeme".

Gwen caminó en silencio, escuchando al viento, cuando de repente, tuvo un destello de inspiración.

El lago. El Lago de las Tristezas.

Claro. El lago era donde todo el mundo iba a orar por alguien que estaba mortalmente enfermo. Era un lago prístino, pequeño, a mitad del Bosque Rojo, rodeado de árboles imponentes que llegaban hasta el cielo. Era considerado un lugar sagrado.

Gracias padre, por contestarme, pensó Gwen.

Sintió que ahora él estaba con ella, más que nunca y corrió a toda velocidad hacia el Bosque Rojo, hacia el lago que escucharía sus penas.

*

Gwen se arrodilló en la orilla del Lago de las Tristezas, sus rodillas descansaban sobre el suave pino rojo que recubría el agua como un anillo, y miró al agua quieta, al agua más tranquila que había visto, que reflejaba la luna creciente. Había una luna llena, brillante, la más llena que jamás había visto, y mientras aún se estaba poniendo el segundo sol, la luna estaba saliendo, fundiendo la puesta del sol y de la luna sobre el Anillo. El sol y la luna se reflejaban juntos, uno frente a la otra, en el lago, y sintió lo más sagrado de esta hora del día. Era la ventana entre el cierre de un día y el comienzo de otro, y en este momento sagrado y en este lugar sagrado, todo era posible.

Gwen se arrodilló allí, llorando y rezando con toda su alma. Los acontecimientos de los últimos días habían sido demasiado para ella, y se desahogó totalmente. Oraba por su hermano, pero más aún por Thor. Ella no podía soportar la idea de perderlos a ambos en esta noche, de no tener a nadie con ella sino a Gareth. No podía soportar la idea de ser enviada a desposarse con algún bárbaro. Sintió que su vida se derrumba a su alrededor, y necesitaba respuestas. Más aún, necesitaba esperanza.

Había mucha gente en su reino que oraba al Dios de los Lagos, o al Dios de los Bosques, o al Dios de las Montañas, o al Dios del Viento – pero Gwen nunca creyó en ninguno de ellos. Ella, como Thor, era una de las pocas personas que estaban contra el grano de fe en su reino y siguieron el camino radical de creer en un Dios, un ser que controla todo el universo. Era a este Dios al que rezaba.

Por favor Dios, oró. Devuélveme a Thor. Deja que esté a salvo en la batalla. Déjalo escapar de la emboscada. Por favor, deja que Godfrey viva. Y por favor, protégeme – no dejes que me lleven lejos de aquí, para casarme con ese salvaje. Haré lo que sea. Solo dame una señal. Muéstrame lo que quieres de mí.

Gwen se arrodilló allí por largo tiempo, sin escuchar nada más que el aullido del viento corriendo por los pinos infinitamente altos del Bosque Rojo; ella escuchaba cómo se agrietaban suavemente las ramas, mientras se mecían sobre su cabeza y sus agujas caían en el agua.

"Ten cuidado con lo que pides en oración", se escuchó una voz.

Ella giró, encogiéndose de dolor y se sorprendió al ver a alguien ahí parado, no lejos de ella. Ella habría tenido miedo, pero inmediatamente reconoció la voz – una voz antigua, mayor que los árboles, más vieja que la tierra misma y su corazón se emocionó al darse cuenta de quién era.

Ella se volvió y lo vio ahí parado, vestido con su manto blanco y capucha, con los ojos translúcidos, ardiendo a través de ella como si estuviera mirando su alma. Sostenía su vara, encendida en la puesta del sol y la luz de la luna.

Argon.

Ella se levantó y lo enfrentó.

"Te busqué", dijo ella. "Fui a tu casa de campo. ¿Me escuchaste tocar?".

"Escucho todo", respondió enigmáticamente.

Ella hizo una pausa, perpleja. Era inexpresivo.

"Dime lo que tengo que hacer", dijo ella. "Haré lo que sea. Por favor, no permitas que Thor muera. ¡No puedes dejarlo morir!".

Gwen dio un paso adelante y lo sujetó de la muñeca, suplicando. Pero cuando lo tocó, se quemó con un calor ardiente, viajando a través de su muñeca y sus manos, y se retiró, abrumada por la energía.

Argon suspiró, se alejó de ella y dio varios pasos hacia el lago. Él se quedó allí parado, mirando el agua; sus ojos se reflejaban en la luz.

Ella se acercó a él y se quedó allí en silencio, no supo cuánto tiempo, esperando a que estuviera listo para hablar.

"No es imposible cambiar el destino", dijo él. "Pero impone un precio muy alto al demandante. Quieres salvar una vida. Es una noble tarea. Pero no puedes salvar dos vidas. Tendrás que elegir".

Se volvió y la enfrentó.

"¿Dejarías vivo a Thor esta noche, o a tu hermano? Uno de ellos debe morir. Está escrito".

Gwen se horrorizó con la pregunta.

"¿Qué tipo de elección es esa?", preguntó ella. "Al salvar a uno, condeno al otro".

"No es así", respondió él. "Ambos deberían morir. Lo siento. Pero ese es su destino".

Gwen sentía como si una daga hubiera sido sumida en su estómago. ¿Los dos están destinados a morir? Era horrible imaginarlo. ¿El destino podría ser así de cruel?

"No puedo elegir a uno de los dos", dijo ella, finalmente, con la voz quebrada. "Mi amor por Thor es más fuerte, por supuesto. Pero Godfrey es de mi sangre. No puedo soportar la idea de que uno muera a expensas del otro. Y no creo que ninguno de los dos querría eso".

"Entonces morirán los dos", respondió Argon.

Gwen se sintió llena de pánico.

"¡Espera!", gritó ella, cuando él empezó a alejarse.

Él se volvió y la miró.

"¿Y qué hay de mí?", preguntó ella. "¿Y si debo morir en su lugar? ¿Es posible? ¿Pueden vivir los dos y que yo muera?".

Argon la miró fijamente durante mucho tiempo, como viendo su esencia.

"Tu corazón es puro", dijo él. "Tú eres la de corazón más puro de todos los MacGil. Tu padre eligió sabiamente. Sí, lo hizo…"

La voz de Argon se arrastraba, mientras continuaba mirándola a los ojos. Gwen se sentía incómoda, pero no se atrevía a desviar la mirada.

"Debido a tu elección, gracias a tu sacrificio de esta noche", dijo Argon, "el destino te ha escuchado. Thor sería salvado esta noche. Y también tu hermano. Tú también vivirás. Pero deben quitarte un pequeño trozo de tu vida. Recuerda, siempre hay un precio que pagar. Tendrás una muerte parcial a cambio de esas dos vidas".

"¿Qué significa eso?", preguntó ella, aterrada.

"Todo tiene un precio", respondió él. "Tienes una opción. ¿Prefieres no pagarlo?".

Gwen se preparó.

"Haré cualquier cosa por Thor", dijo ella. "Y por mi familia".

Argon la miró detenidamente.

"Thor tiene un destino muy grande", dijo Argon. "Pero el destino puede cambiar. Nuestro destino está en nuestras estrellas. Pero también es controlado por Dios. Dios puede cambiar el destino. Thor estaba destinado a morir esta noche. Él va a vivir solo por ti. Vas a pagar ese precio. Y el costo será alto“.

Gwen quería saber más, y alargó la mano hacia Argon, pero al hacerlo, de repente, una luz brilló ante ella, y Argon desapareció.

Gwen se dio la vuelta, buscándolo en todas direcciones, pero no estaba en ninguna parte.

Finalmente se dio vuelta y miró al lago, tan sereno, como si nada hubiera pasado aquí esta noche. Ella vio su reflejo, y se veía tan lejos. Estaba llena de gratitud y, finalmente, con una sensación de paz. Pero no pudo evitar también tener un sentimiento de temor por su propio futuro. Aunque intentó sacarlo de su mente, no podía dejar de preguntarse: ¿qué precio tendría que pagar por la vida de Thor?

CAPÍTULO OCHO

Thor estaba en el suelo, en medio del campo de batalla, inmovilizado por los soldados de McCloud, indefenso, escuchando el ruido de la batalla, los gritos de los caballos, de hombres muriendo alrededor de él. La puesta de sol y la luna ascendente – una luna llena, como nunca la había visto – repentinamente fueron bloqueados por un soldado enorme, que dio un paso adelante, levantó su tridente y se preparó para bajarlo. Thor sabía que había llegado su momento.

Thor cerró los ojos, preparándose para la muerte. No sentía miedo. Sólo remordimiento. Quería más tiempo para estar vivo; quería descubrir quién era, cuál era su destino y sobre todo, quería más tiempo con Gwen.

Thor sintió que no era justo morir así. No aquí. No de esta manera. No en este día. Todavía no era su tiempo. Podía sentirlo. Todavía no estaba preparado.

Thor de repente sintió que algo se elevaba dentro de él: era una ferocidad, una fuerza como nunca había conocido. Todo su cuerpo se estremeció y se puso caliente cuando tuvo una nueva sensación, desde las plantas de sus pies, a través de sus piernas, por su torso, y a través de sus brazos, hasta que sus dedos ardían con una energía que apenas entendía. Thor se sorprendió al dejar salir un feroz rugido, como un dragón surgiendo de las profundidades de la tierra.

Thor sintió la fuerza de diez hombres a través de él cuando soltó la sujeción del soldado y se puso de pie de un salto. Antes de que el soldado pudiera tirar el tridente, Thor dio un paso adelante, lo agarró de su casco y le dio un cabezazo, rompiéndole la nariz en dos; luego lo pateó tan duro que lo hizo ir hacia atrás, como una bala de cañón, derribando a diez hombres.

Thor hizo un chillido con una rabia recién descubierta, mientras agarraba a un soldado, le levantó la cabeza y lo lanzó a la multitud, derribando una docena de soldados como bolos. Entonces Thor estiró la mano y arrebató un mayal con una cadena de tres metros de las manos de un soldado y la hizo girar por arriba de su cabeza, una y otra vez, hasta que los gritos se elevaron a su alrededor, derribando a todos los soldados dentro de un radio de tres metros; a docenas de ellos.

Thor sentía que su poder continuaba surgiendo, y lo dejó asumir el control. Mientras varios hombres más lo atacaban, él extendió una mano y se sorprendió al sentir un cosquilleo y luego vio una niebla fría emanar de él. Sus atacantes se detuvieron de repente, cubiertos por un manto de hielo. Se quedaron congelados en el lugar, como bloques de hielo.

Thor volteó las palmas de sus manos en cada dirección, y por todas partes los hombres quedaron congelados; parecía como si hubieran bajado bloques de hielo en todo el campo de batalla.

Thor se dirigió a sus hermanos de armas y vio a varios soldados a punto de lanzar golpes fatales sobre Reece, O'Connor, Elden y los gemelos. Levantó una mano en cada dirección y congeló a los atacantes, salvando a sus hermanos de una muerte instantánea. Se volvieron y lo miraron con alivio y gratitud en sus ojos.

El ejército de McCloud comenzó a notarlo y fue cauteloso al acercarse a Thor. Empezaron a crear un perímetro de seguridad alrededor de él, todos estos guerreros temerosos de llegar demasiado cerca ya que vieron docenas de sus camaradas congelados en su lugar en el campo de batalla.

Pero entonces hubo un rugido y un hombre se adelantó, cinco veces del tamaño de los demás. Debe haber medido cuatro metros de altura, y llevaba una espada tan grande como Thor jamás había visto. Thor levantó una mano para congelarlo – pero no funcionó contra este hombre. Él simplemente alejó la energía como si se tratara de un insecto molesto, y continuó yendo hacia Thor. Thor estaba empezando a darse cuenta de que su poder era imperfecto; estaba sorprendido y no entendía por qué no era lo suficientemente fuerte para detener a ese hombre.

El gigante llegó a Thor en tres pasos largos, sorprendiendo a Thor con su velocidad y entonces le dio un revés con la mano, enviándolo a volar.

Thor cayó con fuerza en el suelo y antes de que pudiera voltear, el gigante estaba sobre él, levantándolo por encima de su cabeza con las dos manos. Lo tiró, y el ejército McCloud gritó en señal de triunfo, mientras Thor se elevaba seis metros por el aire, antes de aterrizar en el suelo y caer con fuerza, rodando hasta detenerse. Thor sentía como si todas sus costillas se hubieran roto.

Thor miró hacia arriba y vio al gigante presionando hacia él, y esta vez, no quedaba nada que pudiera hacer. Todo el poder que hubiera tenido, se había agotado.

Cerró los ojos.

Por favor, Dios, ayúdame.

Mientras el gigante se acercaba de manera amenazante, Thor comenzó a oír un zumbido silenciado en su mente; creció y creció, y pronto se convirtió en un zumbido fuera de su mente, en el universo. Tuvo una extraña sensación que nunca había sentido antes; empezó a sentir al unísono con el mismo material y estructura del aire, el oscilar de los árboles, el movimiento de la brizna del césped. Sintió un gran zumbido en medio de todos ellos, y cuando subió una mano, sintió como si estuviera reuniendo ese zumbido, desde todos los rincones del universo, convocándolo a su voluntad.

Thor abrió los ojos para escuchar un zumbido tremendo encima de la cabeza y observó con sorpresa un gran enjambre de abejas que se materializó desde el cielo. Vinieron de todos los rincones, y cuando subió sus manos, sintió que las dirigía. No sabía cómo, pero sabía que lo hacía.

Thor movió sus manos en la dirección del gigante, y al hacerlo, vio cómo un enjambre de abejas oscureció el cielo, bajó en picada y cubrió completamente al gigante. El gigante levantó sus manos y las agitó, y después gritó, mientras iban hacia él, picándolo mil veces hasta que cayó de rodillas, luego boca abajo y murió. El suelo se estremeció con el impacto de su cuerpo.

Después Thor dirigió su mano hacia el ejército McCloud, que estaba sentado en sus caballos, mirándolo, contemplando la escena, escandalizados. Comenzaron a dar la vuelta para huir, pero no había tiempo para reaccionar. Thor giró la palma de su mano en dirección a ellos, y el enjambre de abejas dejó al gigante y empezó a atacar a los soldados.

El ejército de McCloud soltó un grito de miedo y al unísono, se volvieron y cabalgaron, siendo picados en innumerables ocasiones por el enjambre. Pronto el campo de batalla se vació y desaparecieron tan rápido como pudieron. Algunos de ellos no lograron alejarse a tiempo y un soldado tras otro cayó, llenando el campo con los cadáveres.

Mientras los supervivientes seguían galopando, el enjambre los persiguió al otro lado del campo, hacia el horizonte, el gran sonido del zumbido se mezclaba con el estruendo de los cascos de los caballos y de los gritos de miedo de los hombres.

Thor estaba asombrado: en pocos minutos, el campo de batalla estaba vacío y tranquilo. Todo lo que quedaba era el gemido de los McCloud heridos, tendidos por montones. Thor miró a su alrededor y vio a sus amigos, agotado y respirando con dificultad; parecían estar gravemente heridos y cubiertos de heridas ligeras, pero en buen estado. Por supuesto, además de los tres miembros de La Legión que no conocía, que yacían ahí, muertos.

Hubo un gran estruendo en el horizonte, y Thor volteó hacia la otra dirección y vio al ejército del rey cabalgando sobre la colina, corriendo hacia ellos, con Kendrick a la cabeza. Iban galopando hacia ellos, y en pocos momentos se detuvieron ante Thor y sus amigos, los únicos sobrevivientes en ese campo sangriento.

Thor estaba parado allí, en estado de shock, mirándolos, mientras Kendrick, Kolk, Brom, y los demás desmontaban y caminaban lentamente hacia Thor. Iban acompañados por docenas de los Plateados, todos los grandes guerreros del ejército del rey. Vieron que Thor y los demás estaban ahí solos, victoriosos, en el campo de batalla sangriento, plagado de cadáveres de cientos de los McCloud. Podía ver sus miradas de asombro, de respeto, de admiración. Lo veía en sus ojos. Era lo que él había querido toda la vida.

Era un héroe.

199 ₽
Возрастное ограничение:
16+
Дата выхода на Литрес:
09 сентября 2019
Объем:
313 стр. 6 иллюстраций
ISBN:
9781632911087
Правообладатель:
Lukeman Literary Management Ltd
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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