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JORNADA SEGUNDA

Salen TEÓGENES y CARAVINO, con otros tres numantinos, gobernadores de Numancia, y siéntanse.

 
TEÓG. Paréceme, varones esforzados,
Que en nuestros daños con rigor influyen
Los tristes signos y contrarios hados,
Pues nuestra fuerza humana desminuyen.
Tiénennos los romanos encerrados,
Y con cobardes manos nos destruyen.
Ni con matar muriendo no hay vengarnos,
Ni podemos sin alas escaparnos.
Mirá si imagináis algún remedio
Para salir de tanta desventura,
Porque este largo y trabajoso asedio
Sólo promete presta sepoltura.
El ancho foso nos estorba el medio
De probar con las armas la ventura,
Aunque a veces valientes, fuertes brazos,
Rompen mil contrapuestos embarazos.
CAR. ¡A Júpiter pluguiera soberano
Que nuestra juventud sola se viera
Con todo el cruel ejército romano
Adonde el brazo rodear pudiera,
Que allí al valor de la española mano
La misma muerte poco estorbo hiciera
Para dejar de abrir franco camino
A la salud del pueblo numantino!
Mas pues en tales términos nos vemos,
Que estamos como damas encerrados,
Hagamos todo cuanto hacer podemos
Para mostrar los ánimos osados:
A nuestros enemigos convidemos
A singular batalla; que, cansados
Deste cerco tan largo, ser podría
Quisiesen acabarle por tal vía.
Y cuando este remedio no suceda
A la justa medida del deseo,
Otro camino de intentar nos queda,
Aunque más trabajoso a lo que creo:
Este foso y muralla que nos veda
El paso al enemigo que allí veo,
En un tropel de noche le rompamos,
Y por ayuda a los amigos vamos.
N.1.°    O sea por el foso, o por la muerte,
De abrir tenemos paso a nuestra vida;
Que es dolor insufrible el de la muerte,
Si llega cuando más vive la vida.
Remedio a las miserias es la muerte,
Si se acrecientan ellas con la vida,
Y suele tanto más ser excelente
Cuando se muere más honradamente.
N.2.°    Esta insufrible hambre macilenta,
Que tanto nos persigue y nos rodea,
Hace que en vuestro parecer consienta,
Puesto que temerario y duro sea;
Muriendo, excusaremos tanta afrenta;
Y quien morir de hambre no desea,
Arrójese conmigo al foso, y haga
Camino su remedio con la daga.
N.3.°    Primero que vengáis al trance duro
Desta resolución que habéis tomado,
Paréceme ser bien que desde el muro
Nuestro fiero enemigo sea avisado,
Diciéndole que dé campo seguro
A un numantino y a otro su soldado,
Y que la muerte de uno sea sentencia
Que acabe nuestra antigua diferencia.
Son los romanos tan soberbia gente,
Que luego aceptarán este partido;
Y si lo aceptan, creo firmemente
Que nuestro amargo daño ha fenecido,
Pues está un numantino aquí presente,
Cuyo valor me tiene persuadido
Que él solo contra tres de los romanos
Quitará la victoria de las manos.
Para morir, jamás le falta tiempo
Al que quiere morir desesperado.
Siempre seremos a sazón y a tiempo
Para mostrar muriendo el pecho osado;
Mas, porque no se pase en balde el tiempo,
Mira si os cuadra lo que he demandado,
Y, si no os parece, dad un modo
Que mejor venga y que convenga a todo.
TEÓG.    Yo desde aquí me ofrezco, si os parece
Que puede de mi esfuerzo algo fiarse,
De salir a esta duda que se ofrece,
Si por ventura viene a efectuarse.
CAR.   Más honra tu valor claro merece;
Bien pueden de tu esfuerzo confiarse
Más difíciles cosas, y aun mayores,
Por ser el que es mejor de los mejores.
Y pues tú ocupas el lugar primero
De la honra y valor con causa justa,
Yo, que en todo me cuento por postrero,
Quiero ser el heraldo de esta justa.
N.1.°  Pues yo con todo el pueblo me prefiero
Hacer de lo que Júpiter más gusta,
Que son los sacrificios y oblaciones,
Si van con enmendados corazones.
N.2.°    Vámonos, y con presta diligencia
Hagamos cuanto aquí propuesto habernos.
Antes que la pestífera dolencia
De la hambre nos ponga en los extremos.
Si tiene el cielo dada la sentencia
De que en este rigor fiero acabemos,
Revóquela, si acaso lo merece
La presta enmienda que Numancia ofrece.
 

Vanse.

Salen dos numantinos vestidos como sacerdotes antiguos, y han de traer asido de los cuernos en medio un carnero grande, coronado de oliva y otras flores, y un paje con una fuente de plata y una toalla, y otro con un jarro de agua, y otros dos con dos jarros de vino, y otro con otra fuente de plata con un poco de incienso, y otros con fuego y leña, y otro que ponga una mesa con un tapete donde se ponga todo lo que hubiere en la comedia, en hábitos de numantinos; y luego los sacerdotes, dejando el uno el carnero de la mano, diga, y han de entrar TEÓGENES y muchos numantinos.

 
S.1.° Señales ciertas de dolores ciertos
Se me han presentado en el camino,
Y los canos cabellos tengo yertos.
S.2.° Si acaso yo no soy mal adivino,
Nunca con bien saldremos de esta impresa.
¡Ay, desdichado pueblo numantino!
S.1.° Hagamos nuestro oficio con la priesa
Que nos incitan los agüeros tristes.
Poned, amigos, hacia aquí esa mesa.
S.2.° El vino, incienso y agua que trujistes
Poneldo encima, y apartaos afuera,
Y arrepentíos de cuanto mal hicistes;
Que la oblación mejor y la primera
Que se ha de ofrecer al alto cielo
Es el alma limpia y voluntad sincera.
S.1.° El fuego no le hagáis vos en el suelo,
Que aquí viene brasero para ello,
Que así lo pide el religioso celo.
S.2.° Lavaos las manos y limpiaos el cuello.
Dad acá el agua: ¿el fuego no se enciende?
N. No hay quien pueda, señores, encendello.
S.2.°    ¡Oh Júpiter! ¿Qué es esto que pretende
De hacer en nuestro daño el hado esquivo?
¿Cómo el fuego en la tea no se enciende?
N.       Ya parece, señor, que está algo vivo.
S.2.°  Quítate afuera. ¡Oh flaca llama escura,
Que dolor en mirarte tal recibo!
¿No miras cómo el humo se apresura
A caminar al lado de Poniente,
Y la amarilla llama, mal segura,
Sus puntas encamina hacia el Oriente?
¡Desdichada señal, señal notoria
Que nuestro mal y daño está patente!
S.1.°    Aunque lleven romanos la victoria
De nuestra muerte, en humo ha de tornarse
Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria.
S.2.°    Pues debe con el vino ruciarse
El sacro fuego, dad acá ese vino,
Y el incienso también que ha de quemarse.
 

Rocía el fuego con el vino a la redonda, y luego pone el incienso en el fuego, y dice:

 
Al bien del triste pueblo numantino
Endereza, ¡oh gran Júpiter!, la fuerza
Propicia, del contrario amargo sino.
Ansí como este ardiente fuego fuerza
A que en humo se vaya el sacro incienso,
Así se haga al enemigo fuerza
Para que en humo, eterno padre inmenso,
Todo su bien, toda su gloria vaya,
Ansí como tú puedes y yo pienso;
Tengan los cielos su poder a raya,
Ansí como esta víctima tenemos,
Y, lo que ella ha de haber, él también haya.
S.1.°    Mal responde el agüero; mal podremos
Ofrecer esperanza al pueblo triste,
Para salir del mal que poseemos .
 

Hácese ruido debajo del tablado con un barril lleno de piedras, y dispárese un cohete volador.

 
S.2.° ¿No oyes un ruido, amigo? Di, ¿no viste
El rayo ardiente que pasó volando?
Presagio verdadero de esto fuiste.
S.1.°    Turbado estoy; de miedo estoy temblando.
¡Oh qué señales!, a lo que yo veo,
¡Qué amargo fin están pronosticando!
¿No ves un escuadrón airado y feo?
¿Vees unas águilas feas que pelean
Con otras aves en marcial rodeo?
S.2.°    Sólo su esfuerzo y su rigor emplean
En encerrar las aves en un cabo,
Y con astucia y arte las rodean.
S.1.°    Tal señal vitupero y no la alabo,
¿Aguilas imperiales vencedoras?
¡Tú verás de Numancia presto el cabo!
S.2.°    Aguilas, de gran mal anunciadoras,
Partíos, que ya el agüero vuestro entiendo,
Ya en efecto contadas son las horas.
S.1.°    Con todo, el sacrificio hacer pretendo
De esta inocente víctima, guardada
Para pagar el dios del gesto horrendo.
S.2.°    ¡Oh gran Plutón, a quien por suerte dada
Le fué la habitación del reino oscuro
Y el mando en la infernal triste morada!
Atapa la profunda escura boca
Por do salen las tres fieras hermanas
A hacernos el daño que nos toca,
Y sian de dañarnos tan livianas
Sus intenciones, que las lleve el viento,
Como se lleva el pelo de estas lanas.
 

Quita algunos pelos del carnero y échalos al aire.

 
S.1.° Y ansí como te baño y ensangriento
Este cuchillo en esta sangre pura,
Con alma limpia y limpio pensamiento,
Ansí la tierra de Numancia dura
Se bañe con la sangre de romanos,
Y aun los sirva también de sepoltura.
 

Sale por el hueco del tablado un DEMONIO hasta el medio cuerpo, y ha de arrebatar el carnero y volverse a disparar el fuego y todos los sacrificios.

 
S.2.° Mas ¿quién me ha arrebatado de las manos
La víctima? ¿Qué es esto, dioses santos?
¿Qué prodigios son estos tan insanos?
No os han enternecido ya los llantos
Deste pueblo lloroso y afligido,
Ni la arpada voz de aquestos cantos;
Antes creo que se han endurecido,
Cual pueden inferir en las señales
Tan fieras como aquí han acontecido.
Nuestros vivos remedios son mortales;
Toda nuestra pereza es diligencia,
Y los bienes ajenos, nuestros males.
NUM.     En fin, dado han los cielos la sentencia
De nuestro fin amargo y miserable.
No nos quiere valer ya su clemencia;
Lloremos, pues es fin tan lamentable,
Nuestra desdicha; que la edad postrera
Dél y de nuestras fuerzas siempre hable.
 

JORNADA TERCERA

Salen CIPIÓN, IUGURTA, y MARIO, romanos.

 
CIP. En forma estoy contento en mirar cómo
Corresponde a mi gusto la ventura,
Y esta libre nación soberbia domo
Sin fuerzas, solamente con cordura.
En viendo la ocasión, luego la tomo,
Porque sé cuánto corre y se apresura,
Y si se pasa; en cosas de la guerra,
El crédito consume y vida atierra.
Juzgaba de ésa el loco desvarío
Tener los enemigos encerrados,
Y que era mengua del romano brío
No vencellos con modos más usados.
Bien sé que lo habrán dicho; mas yo fío
Que, los que fueren plácticos soldados
Dirán que es de tener en mayor cuenta
La victoria que menos ensangrienta.
¿Qué gloria puede haber más levantada,
En las cosas de guerra que aquí digo,
Que, sin quitar de su lugar la espada,
Vencer y sujetar al enemigo?
Que, cuando la victoria es granjeada
Con la sangre vertida del amigo,
El gusto mengua que causar pudiera
La que sin sangre tal ganada fuera.
 

Tocan una trompeta del muro de Numancia.

 
IUG. Oye, señor, que de Numancia suena
El son de una trompeta, y me aseguro
Que decirte, algo desde allá se ordena,
Pues el salir acá lo estorba el muro.
Caravino se ha puesto en una almena,
Y una señal ha hecho de seguro:
Lleguémonos más cerca.
CIP. Ea, lleguemos.
No más: que desde aquí lo entenderemos.
 

Pónese CARAVINO en la muralla, con una bandera o lanza en la mano, y dice:

 
CAR. ¡Romanos!; ¡Ah, romanos! ¿Puede acaso
Ser de vosotros esta voz oída?
MAR. Puesto que más abajas, y hables paso,
De cualquier tu razón será entendida.
CAR. Decid al general que alargue el paso
Al foso, porque viene dirigida
a él una embajada.
CIP. Dila presto,
que yo soy Cipión.
CAR.                     Escucha el resto.
Dice Numancia, general prudente,
Que consideres bien que ha muchos años
Que entre la nuestra y tu romana gente
Duran los males de la guerra extraños,
Y que, por evitar que no se aumente
La dura pestilencia destos daños,
Quiere, si tú quisieres, acaballa
Con una breve y singular batalla.
Un soldado se ofrece de los nuestros
A combatir cerrado en estacada
Con cualquiera esforzado de los vuestros,
Para acabar contienda tan trabada;
Y al que los hados fueren tan siniestros,
Que allí le dejen sin la vida amada,
Si fuere d nuestro, darémoste la tierra;
Si el tuyo fuere, acábese la guerra:
Y por seguridad deste concierto,
daremos a tu gusto las rehenes.
Bien sé que en él vendrás, porque estás cierto
De los soldados que a tu cargo tienes,
Y sabes que el menor, a campo abierto,
Hará sudar el pecho, rostro y sienes
Al más aventajado de Numancia;
Ansí que está segura tu ganancia.
Porque a la ejecución se venga luego,
Respóndeme, señor, si estás en ello.
CIP.   Donaire es lo que dices, risa y juego,
Y loco el que piensa de hacello.
Usad el medio del humilde ruego,
Si queréis que se escape vuestro cuello
De probar el rigor y filos diestros
Del romano cuchillo y brazos nuestros.
La fiera que en la jaula está encerrada
Por su selvatoquez y fuerza dura,
Si puede allí con mano ser domada,
Y con el tiempo y medios de cordura,
Quien la dejase libre y desatada
Daría grandes muestras de locura.
Bestias sois, y, por tales, encerradas
Os tengo donde habéis de ser domadas.
Mía será Numancia a pesar vuestro,
Sin que me cueste un mínimo soldado,
Y el que tenéis vosotros por más diestro,
Rompa por ese foso trincheado;
Y si en esto os parece que yo muestro
Un poco mi valor acobardado,
El viento lleve agora esta vergüenza,
Y vuélvala la fama cuando venza.
 

Vanse CIPIÓN y los suyos, y dice CARAVINO.

 
CAR. ¿No escuchas más, cobarde? ¿Ya te ascondes?
¿Enfádate la igual justa batalla?
Mal con tu nombradía correspondes;
Mal podrás de este modo sustentalla;
En fin, como cobarde me respondes.
Cobardes sois, romanos, vil canalla,
Con vuestra muchedumbre confiados,
Y no en los diestros brazos levantados.
En formado escuadrón, o manga suelta
En la campaña rasa, do no pueda
Estorbar la mortal fiera revuelta
El ancho foso y muro que la veda,
Será bien que, sin dar el pie la vuelta?
Y sin tener jamás la espada queda,
Ese ejército mucho bravo vuestro
Se viera con el poco flaco nuestro;
Mas, como siempre estáis acostumbrados
A vencer con ventajas y con mañas,
Estos conciertos, en valor fundados,
No los admiten bien vuestras marañas;
Liebres en pieles fieras disfrazados,
Load y engrandeced vuestras hazañas,
Que espero en el gran Júpiter dejaros
Sujetos a Numancia y a sus fueros.
 

Vase, y torna a salir fuera con TEÓGENES, y CARAVINO, y MARANDRO, y otros.

 
TEÓG. En términos nos tiene nuestra suerte,
Dulces amigos, que sería ventura
De acabar nuestros daños con la muerte;
El desafío no ha importado un cero;
¿De intentar qué me queda? No lo siento,
Uno es aceptar el fin postrero.
Esta noche se muestre el ardimiento
Del numantino acelerado pecho,
Y póngase por obra nuestro intento.
El enemigo muro sea deshecho;
Salgamos a morir a la campaña,
Y no como cobardes en estrecho.
Bien sé que sólo sirve esta hazaña
De que a nuestro morir se mude el modo,
Que con ella la muerte se acompaña.
CAR. Con este parecer yo me acomodo;
Morir quiero rompiendo el fuerte muro,
Y deshacello por mi mano todo;
Mas tienen una cosa mal siguro:
Que, si nuestras mujeres saben esto,
De que no haremos nada os aseguro.
Cuando otra vez tuvimos presupuesto
De huírnos y dejallas, cada uno
Fiado en su caballo y vuelo presto,
Ellas, que el trato a ellas importuno
Supieron, al momento nos robaron
Los frenos, sin dejarnos sólo uno.
Entonces el huír nos estorbaron,
Y ansí lo harán agora fácilmente,
Si las lágrimas muestran que mostraron.
MAR. Nuestro disinio a todas es patente,
Todas lo saben ya, y no queda alguna
Que no se queje dello amargamente,
Y dicen que, en la buena o ruin fortuna,
Quieren en vida o muerte acompañaros,
Aunque su compañía os sea importuna.
 

Entran cuatro mujeres de Numancia, cada una con un niño en brazos y otros de las manos, y LIRA, doncella.

 
Veislas aquí do vienen a rogaros
No las dejéis en tantos embarazos;
Aunque seáis de acero han de ablandaros;
Los tiernos hijos vuestros en los brazos
Las tristes traen: ¿no veis con qué señales
De amor les dan los últimos abrazos?
M.1.ª ¿Qué pensáis, varones claros?
¿Revolvéis aún todavía
En la triste fantasía
De dejarnos y ausentaros?
¿Y a los libres hijos vuestros
Queréis esclavos dejallos?
¿No será mejor ahogallos
Con los propios brazos vuestros?
No apresuréis el camino
Al morir, porque su estambre
Cuidado tiene la hambre
De cercenarla contino.
M.3.ª Hijos de estas tristes madres,
¿Qué es esto? ¿Cómo no habláis
Y con lágrimas rogáis
Que no os dejen vuestros padres?
Baste que la hambre insana
Os acaben con dolor,
Sin esperar el rigor
De la aspereza romana.
Decildes que os engendraron
Libres, y libres nacistes,
Y que vuestras madres tristes
También libres os criaron.
Decildes que, pues la suerte
Nuestra va tan decaída,
Que, como os dieron la vida,
Ansí mismo os den la muerte;
¡Oh muros de esta ciudad!
Si podéis hablar, decid,
Y mil veces repetid:
"¡Numantinos, libertad
Los templos, las casas vuestras
Levantadas en concordia!
Hoy piden misericordia
Hijos y mujeres vuestras.
Ablandad, caros varones,
Esos pechos diamantinos,
Y mostrad, cual numantinos,
Amorosos corazones;
Que no por romper el muro
Se remedia un mal tamaño;
Antes en ello está el daño
Más propincuo y más seguro."
LIRA. También las tristes doncellas
Ponen en vuestra defensa
El remedio de su ofensa
Y el alivio a sus querellas.
Desesperación notoria
Es ésta que hacer queréis,
Adonde sólo hallaréis
Breve muerte y larga gloria.
Mas ya que salga mejor
Que yo pienso esta hazaña,
¿Qué ciudad hay en España
Que quiera daros favor?
Mi pobre ingenio os advierte
Que si hacéis esta salida,
Al enemigo dais vida
Y a toda Numancia muerte.
De vuestro acuerdo gentil
Los romanos burlarán;
Pero, decidme: ¿qué harán
Tres mil con ochenta mil?
Aunque tuviesen abiertos
Los muros y su defensa,
Seríades con ofensa
Mal vengados y bien muertos.
Mejor es que la ventura
O el daño que el cielo ordena,
O nos salve o nos condena
Dé la vida o sepoltura.
TEÓG. Limpiad los ojos húmidos del llanto,
Mujeres tiernas, y tené entendido
Que vuestra angustia la sentimos tanto,
Que responde al amor nuestro subido.
Ora crezca el dolor, ora el quebranto
Sea por nuestro bien disminuído,
Jamás en muerte o vida os dejaremos;
Antes en muerte y vida os serviremos.
Pensábamos salir al foso, ciertos
Antes de allí morir que de escaparnos,
Pues fuera quedar vivos aunque muertos,
Si muriendo pudiéramos vengarnos;
Mas, pues nuestros disinios descubiertos
Han sido, y es locura aventurarnos,
Amados y hijos y mujeres nuestras,
Nuestras vidas serán de hoy más las vuestras.
Sólo se ha de mirar que el enemigo
No alcance de nosotros triunfo o gloria;
Antes ha de servir él de testigo
Que aprueben y determinen la historia;
Y si todos venís en lo que digo,
Mil siglos durará nuestra memoria,
Y es que no quede cosa aquí en Numancia
De do el contrario pueda hacer ganancia.
En medio de la plaza se haga un fuego,
En cuya ardiente llama licenciosa
Nuestras riquezas todas se echen luego,
Desde la pobre a la más rica cosa;
Y esto podréis tener a dulce juego,
Cuando os declare la intención honrosa
Que se ha de efectuar después que sea
Abrasada cualquier rica presea.
Y para entretener por algún hora
La hambre que ya roe nuestros huesos,
Haréis descuartizar luego a la hora
Esos tristes romanos que están presos.
Y sin del chico al grande hacer mejora,
Repártase entre todos, que con esos
Será nuestra comida celebrada
Por España, cruel, necesitada.
CAR. Amigos, ¿qué os parece? ¿Estáis en esto?
Digo que a mí me tiene satisfecho,
Y que a la ejecución se venga presto
De un tan extraño y tan honroso hecho.
TEÓG. Pues yo de mi intención os diré el resto:
Después que sea lo que digo hecho,
Vamos a ser ministros todos luego
De encender el ardiente y rico fuego.
M.1.ª Nosotras desde aquí ya comenzamos
A dar con voluntad nuestros arreos,
Y a las vuestras las vidas entregamos
Como se han entregado los deseos.
LIRA. Pues caminemos presto; vamos, vamos,
Y abrásense en un punto los trofeos
Que pudieran hacer ricas las manos,
Y aun hartar la codicia de romanos.
 

Vanse todos, y salen dos NUMANTINOS.

 
N.1.° ¡Derrama, dulce hermano, por los ojos
El alma en llanto amargo convertida!
¡Venga la muerte y lleve los despojos
De nuestra miserable y triste vida!
N.2.° Bien poco durarán estos enojos;
Que ya la muerte viene apercebida
Para llevar en presto y breve vuelo
A cuantos pisan de Numancia el suelo.
En la plaza mayor ya levantada
Queda un ardiente y cudiciosa hoguera,
Que de nuestras riquezas menistrada,
Sus llamas suben a la cuarta esfera.
Allí, con triste priesa acelerada
Y con mortal y tímida carrera,
Acuden todos, como santa ofrenda,
A sustentar las llamas con su hacienda.
Allí la perla del rosado Oriente,
Y el oro en mil vasijas fabricado,
Y el diamante y rubí más excelente,
Y la estimada púrpura y brocado,
En medio del rigor fogoso ardiente
De la encendida llama se ha arrojado:
Despojos que pudieran los romanos
Hinchir los senos y ocupar las manos.
 

Aquí salen con cargas de ropa por una parte y éntranse, por otra.

 
Vuelve al triste espectáculo la vista ;
Verás con cuánta priesa y cuánta gana
Toda Numancia en numerosa vista
Aguija a sustentar la llama insana;
Y no con verde leño o seca arista,
No con materia al consumir liviana,
Sino con sus haciendas mal gozadas,
Pues se guardaron para ser quemadas.
N.1.°    Si con esto acabara nuestro daño,
Pudiéramos llevallo con paciencia;
Mas, ¡ay!, que se ha de dar, si no me engaño,
De que muramos todos cruel sentencia.
¡Primero que el rigor bárbaro extraño
Muestre en nuestras gargantas su inclemencia,
Verdugos de nosotros nuestras manos
Serán, y no los pérfidos romanos!
Han ordenado que no quede alguna
Mujer, niño ni viejo con la vida,
Pues al fin la cruel hambre importuna
Con más fiero rigor es su homicida.
 

Sale una mujer con una criatura en los brazos y otra de la mano, y ropa para echar en el fuego.

 
MADR. ¡Oh duro vivir molesto!
¡Terrible y triste agonía!
HIJO. Madre, ¿por ventura, habría
Quien nos diese pan por esto?
MADR. ¿Pan, hijo? ¡Ni aun otra cosa
Que semeje de comer!
HIJO. Pues ¿tengo de fenecer
De dura hambre rabiosa?
¡Con poco pan que me deis,
Madre, no os pediré más!
MADR. Hijo, ¡qué pena me das!
HIJO. ¿Por qué, madre, no queréis?
MADR. Sí quiero; mas ¿qué haré,
Que no sé donde buscallo?
HIJO. Bien podréis, madre, comprallo;
Si no, yo lo compraré.
Mas, por quitarme de afán,
Si alguno conmigo topa,
Le daré toda esta ropa
Por un pedazo de pan.
MADR. ¿Qué mamas, triste criatura?
¿No sientes que, a mi despecho,
Sacas ya del flaco pecho,
Por leche, la sangre pura?
Lleva la carne a pedazos,
Y procura de hartarte,
Que no pueden ya llevarte
Mis flacos, cansados brazos.
Hijos, mi dulce alegría,
¿Con qué os podré sustentar,
Si apenas tengo qué os dar
De la propia sangre mía?
¡Oh hambre terrible y fuerte,
Cómo me acabas la vida!
¡Oh guerra, sólo venida
Para causarme la muerte!
HIJO. ¡Madre mía, que me fino!
Aguijemos. ¿A dó vamos,
Que parece que alargamos
La hambre con el camino?
MADR. Hijo, cerca está la plaza
Adonde echaremos luego
En mitad del vivo fuego
El peso que te embaraza.
 
Возрастное ограничение:
12+
Дата выхода на Литрес:
28 сентября 2017
Объем:
210 стр. 1 иллюстрация
Правообладатель:
Public Domain

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