Читать книгу: «Campo del Moro», страница 2

Шрифт:

II. ASPECTOS DE LA COMPOSICIÓN DE LA NOVELA

Previamente a la entrega de Campo del Moro a la imprenta en 1963, las secuencias narrativas disparmente distribuidas en el manuscrito había que estructurarlas y Aub planteó su orientación desde el índice, que perfiló enunciando los títulos de los siete capítulos de la novela. Mientras esta se conformaba, su composición definitiva fueron definiéndola el título, las citas, las partes de la obra y las fichas de los personajes.

El título: la defensa de Madrid

Campo del Moro se adecua al conjunto de novelas que el autor publicó con denominación de origen compartida: los Campos. Es un título cuya referencia espacial nos sitúa en Madrid. Además, como factor de legibilidad, la cita de Mesonero Romanos con que se abre la novela es un indicador del tema: la defensa de Madrid, explícita en la datación de los hechos en el índice: «marzo de 1939». Como antes he mencionado, Aub barajó un proyecto de novela, Tierra de Campos, y pasó de ahí a Historia de Alicante, convertida en dos por la extensión de su primera parte, inicialmente titulada Los traidores, según consta en la portada del ms. 1. Aub también indicó estos posibles títulos para el bloque novelesco que conformaban las partes I y II: Historia de Alicante o Campo de los Almendros o Asesinato de Madrid y Muerte de Alicante. Además, en el ms. 1 (f. 39v) apuntó otros alternativos para Los traidores: Cruz y raya de Madrid; Sanseacabó de Madrid; Al cabo y al fin. Fin. Cabo. Extremos de Madrid, títulos que propuso al advertir que iba a ser una novela y no parte de otra. Hasta incorporó esta elocuente dedicatoria en el ms. 1 que, al menos expresamente, no pasó a la versión impresa: «A Francisco Franco, hijo de puta» (f. 2r).

Desde el inicio de la década de los sesenta, como hemos visto, la novela se convirtió en una cuestión axial del epistolario entre Max Aub y Manuel Tuñón de Lara, quien había protagonizado tan decisivo episodio madrileño y quería disponer de la novela para La España del siglo XX (1966).38 De hecho, en su bibliografía, Tuñón seleccionó creaciones aubianas al considerarlas fuentes primarias de sus investigaciones: todos los Campos, excepto Campo francés (1965), la novela La calle de Valverde (1961) y el relato El remate (1962). En su epístola del 5 de junio de 1962, Aub afirmó: «No doy abasto. A pesar de todo, Los traidores, que es como se llama por fin la novela de los días de Casado, marcha bastante bien».39 En otra del 3 de enero de 1963, Aub le comentó la posible variación del título: «[E]l editor prefiere Muerte de Madrid».40

Por su parte, Tuñón de Lara deseaba recibir pronto la nueva novela –«Muerte de Madrid (me gusta el título)»– y le decía: «En estos días estoy con la Dictadura, donde también le daré un toquecito a La calle de Valverde».41 El 19 de marzo de 1963, Aub ya puntualizó el título: «Campo del Moro, título definitivo de Los traidores y Muerte de Madrid»,42 aunque Tuñón todavía la mencionó como Muerte de Madrid el 26 de marzo. Finalmente, el 14 de julio de ese año se publicó la primera edición de Campo del Moro con este colofón: «Impreso y hecho en México-Printed and Made in Mexico / Edición de 3.000 ejemplares / Gráfica Panamericana, S. de R. L. / Parroquia 911, México 12, D. F. / Encuadernación Suari, S. A. / 14-VII-1963».


Fig. 1. Campo del Moro, cubierta de la primera edición.

También a Soldevila le anunció la publicación el 1 de agosto: «Dentro de muy pocos días le mando Campo del Moro», lo que provocó esta respuesta del día 8: «Espero con impaciencia ese Campo del Moro. ¿Es lo de Alicante?» (Lluch, 2007: 203). El 24 de agosto, Aub le dijo a Tuñón de Lara que la novela se estaba vendiendo bien.43 Un mes después su amigo aprobó el título escogido: «Campo del Moro (suena mejor este título)»,44 y el 25 de septiembre, tal como haría en otras epístolas, le apuntó: «He reflexionado sobre el título Campo del Moro. ¿Será el próximo libro, Campo de los almendros? No estaría mal para cerrar así el ciclo de los Campos que está necesitando una edición conjunta».45 Aub ya lo había tenido en cuenta, según el elenco de títulos enunciado páginas atrás, pero Campo del Moro lo tomó de la cita de Mesonero Romanos incluida en la novela. En cambio, para Campo de los almendros influiría ese consejo de Tuñón, quien varias veces le recomendó la adecuación del título eliminado. Así, el 28 de julio de 1965, Aub estaba «metido hasta las cachas en la novela de Alicante»,46 a lo que su amigo respondió el 10 de agosto: «Lo de Alicante no sé si lo vas a llamar Puerto de Alicante; a mí me parecería muy bien llamarle Campo de los almendros, que, como sabes, fue adonde nos llevaron a todos los que allí estábamos, el primer día, antes de distribuirnos entre Albatera y el Castillo de Alicante».47 Aub se lo confirmaría el 18 de agosto: «Efectivamente la novela se llamará Campo de los almendros y me gustaría mucho, si tienes alguna anécdota que contarme que, aunque fuera de manera muy esquemática me la relataras».48

Meses más tarde, el 21 de marzo de 1966, el escritor puso «punto final a la primera revisión seria de Campo de los almendros» (1998: 370), novela que también publicó Joaquín Mortiz en 1968 y cuya dilatada escritura Aub le refirió en una entrevista a Emir Rodríguez Monegal:

Podría darme el lujo de decir que hace quince o veinte años que la estoy escribiendo. ¡Es verdad! A medida que me encontraba con alguien, con alguna persona que había vivido en Alicante esos tres últimos días de la guerra, le preguntaba cuál había sido su experiencia. Si esto es escribir, pues entonces tardé quince años en escribirla. Pero no creo que a esto se pueda llamar escribir. En realidad, durante todo este tiempo, yo amontonaba materiales.49

Las últimas páginas de Campo de los almendros vendrían a cerrar el ciclo peninsular en torno a la guerra, el mágico Laberinto abierto con Campo cerrado. Tres años antes, en Campo francés, Aub había abordado la derrota republicana y la deplorable recepción de las autoridades francesas a los refugiados españoles.

Exordio: las citas

Incluidas a modo de advertencia al lector de lo que el texto iba a depararle, en el ms. 1 (f. 1r) Aub anotó una cita de Baltasar Gracián (1) que incluyó en la primera edición de Campo de los almendros, mientras que en Campo del Moro incorporó dos: la primera es de Ramón de Mesonero Romanos (2); la segunda reproduce un supuesto cable periodístico (3):

(1)

¡Oh, quién no supiera escribir!

Baltasar Gracián

Agudeza y arte de ingenio

«Discurso XXX - De los hechos heroicos»

(2)

Pero lo que no dicen los historiadores, ni consta de ninguna manera, es que dichos monarcas hicieran su residencia en el Alcázar, ni se trata de él como mansión real, sino sólo como defensa formidable en todas ocasiones; ya contra las acometidas que, a los pocos años de la reconquista, hizo contra Madrid en 1109 el rey de los Almoravides Tejufin, y que resistieron victoriosamente los habitantes, encerrados en el Alcázar, rechazando al ejército marroquí que había llegado a sentar sus reales en el sitio que aún se llama el Campo del Moro; ya en las funestas revueltas interiores de los reinos sucesivos, hasta la misma guerra fratricida de don Pedro y don Enrique.

Ramón de Mesonero Romanos: El antiguo Madrid, paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa.50

Aub escogería esta cita por la adecuación de Campo del Moro como título que enlazaba con los anteriores, mas también por los sucesos de la resistencia madrileña relatados en ella. Luego la cita forma parte de la base referencial compartida entre autor y lector, de la condición de historicidad garante de la adecuada transmisión de esta novela. Probablemente la anotaría durante las lecturas preparatorias para la elaboración del Manual de Historia de la Literatura Española,51 aunque ahí no mencionó este texto y prescindió, en general, de ofrecer la bibliografía utilizada para elaborar el Manual (1974: 554).52

(3)

Madrid, 13 de marzo de 1939.- La artillería nacionalista reanudó sus esporádicos bombardeos. Un obús destrozó un coche fúnebre cerca del Cementerio del Este, hiriendo y matando al acompañamiento.

El Universal (Cable de la I.P.)

Aub redactó este cable en el ms. 1 (f. 89r), en donde optó entre cable-despacho y AP-IP: Associated Press-International Press. Además, por entonces, Aub ya había pensado en ampliar las jornadas de la novela, pues en caso contrario no figuraría el 13 de marzo, ausente en el plan inicial, como se muestra en el siguiente apartado:

Madrid, 13 de [mabril] marzo de 1939.

La artillería nacionalista [continuo] <reanudó> sus esporádicos bombardeos.

Un obús [le] dio de lleno a un[a carroza] coche

fúnebre cerca del Cementerio del Este, [destrozando]

hiriendo y matando al acompañamiento.

El Universal ([Despa] Cable de la [A]I.P.)53

En los últimos Campos, como Oleza (2000: 90-92) señaló con tino, la fórmula de la novela histórica aubiana alcanza su sazón, entre otros motivos, por las citas aquí comentadas. La primera se escoge como divisa de su título y evoca la resistencia madrileña frente al ejército almorávide:54 ochocientos años después, el Campo del Moro servía de nuevo para la defensa de Madrid. La segunda cita presenta un documento como fidedigno al presuponer la existencia del entierro aludido, es decir, el acontecimiento más densamente ficcionalizado de la novela.

Estructura en movimiento: las partes de la novela

Durante la fase de gestación y de redacción del manuscrito, las partes de la novela fueron cuatro. Según un esquema del ms. 1 (f. 43v), la acción se desarrollaría en cinco días y los capítulos se agruparían sobremanera en la parte cuarta, en donde el tiempo se concentra y el ritmo de los acontecimientos se acelera:


Por otra parte, en el ms. 2 (f. 42v) se localiza esta nota sobre el plan del capítulo 7 de la VI parte (1963):


En 1963, el índice de la novela –respetado en las sucesivas ediciones del texto– alteró el plan previsto: se modificaron algunos acontecimientos y se redistribuyeron los capítulos en siete partes, añadiéndose las jornadas del 12 y 13 de marzo. No obstante, las tres primeras partes comprenden el doble de capítulos que las partes finales, respondiendo a la intención autoral de destacar momentos iniciales del golpe de Casado, como muestra la relevancia del 5 de marzo en el plan del ms. 1. Definitivamente, esa división quedó así:


I. 5 de marzo de 193912 capítulos
II. 6 de marzo15 capítulos
III. 7 de marzo11 capítulos
IV. 8 de marzo6 capítulos
V. 9 de marzo5 capítulos
VI. 12 de marzo8 capítulos
VII. 13 de marzo2 capítulos

De igual modo, el número final de capítulos se debe a la recurrencia a la técnica de montaje cinematográfico, a lo dialogal y lo dramático, a la alternancia de secuencias de extensión desigual que despliega narrativamente Campo del Moro. Además, en consonancia con el desarrollo de sus novelas, como señaló Soldevila (1973: 94):

Debía tener una estructura más clásica, que Aub consideraba gemela de Las buenas intenciones. En el cambio fundamental que se producirá, debemos considerar como influyentes dos elementos: la inercia producida por las tres novelas precedentes de la serie, de una parte, y, de otra, la reciente composición de La calle de Valverde, en la que Aub adoptaba por primera vez una división de la novela en siete partes. Esta misma división se impone en Campo del Moro, correspondiendo cada una de las partes a un día distinto, entre el 7 y el 13 de marzo.

De tal modo, este mecanismo de organización externa del espacio textual se caracteriza por la fragmentación y la búsqueda de fronteras que van delimitándose. Las secuencias pasan de la orientación y la presentación iniciales (situación, ambiente, personajes) a una envolvente presencia de espacios: es el laberinto del que nadie puede escapar. Al final, la estructura se torna circular y el último capítulo, al enlazar con el cable periodístico relativo al entierro, despeja la duda que quizás el lector pueda tener al leer la segunda cita con que la novela se presenta.

Microhistorias condensadas en fichas: los personajes de Campo del Moro

En El laberinto mágico, Aub vierte numerosas situaciones cotidianas de quienes, en no pocas ocasiones, se entrecruzan en sus obras, las cuales acogen circunstancias individuales de centenares de personajes que constituyen el motor de la acción narrativa. Mediante multitud de diálogos, en las secuencias Aub liberó desde voces de personajes históricos a las de aquellos que denominó deformados; voces muchas de ellas familiares para su lector, e incluso nuevas, como apuntó en el ms. 1 (f. 6r):

Decir que todos los personajes que aquí salen son inventados sería un rasgo de humor que no tendría de tener su miga [sic]; desgraciadamente no es cierto; ahora bien –como es natural– lo son hasta cierto punto (más deformados que inventados) y otros hay para quienes no tuve en cuenta, para nada, la realidad.

En la intrahistoria del Laberinto, las peripecias entrelazadas de estos personajes sirven de gozne entre los planos histórico y ficticio. De este modo, Aub salva el problema estructural de congregar lo real con lo imaginario fundamentalmente a través de sus personajes:

Lo que hace Max Aub, usando lo imaginario, es justo explicarnos el negativo o la sombra de lo real, mostrarnos su parte de azar, de mentira, de artificio. […] Al mezclar siempre, sistemáticamente historia y ficción, personajes inventados con personajes reales, Max Aub nos permite percibir lo histórico en los términos de una experiencia personal (Muñoz Molina, 1996: 26).

Esa tensa relación entre realidad y ficción afecta a los personajes cuando Aub no puede evitar cierta subjetividad. Por ello el 11 de junio de 1952, respecto al posicionamiento del lector ante sus creaciones, Aub anotó en sus Diarios:

Es evidente que al mezclar, al machihembrar el autor con sus personajes, cosa que fatalmente sucede si consideráis que las opiniones expuestas por estos son las del autor –a menos que sean tan primarias o extremadas que no dejen lugar a dudas, lo cual está reñido generalmente con la verosimilitud–, impedís que estos cobren categoría humana (1998: 211).

En este sentido, acerca de Campo del Moro, el autor afirmó: «Para mí, novelista que voy buscando la verdad a través de la literatura, las reacciones personales son de gran importancia: dibujan mis personajes y, a través de ellos, un mundo» (Aub, 1985c: 15). Por consiguiente, significativa es la considerable nómina de personajes del Laberinto, donde el azar amontona encuentros y maneja vidas en textos como el que nos ocupa. Como apuntó Tuñón de Lara, sus personajes son «diferentes según la coyuntura en que se encuentran, cada cual tiene hecho su hoy, con el aluvión de su ayer –que Aub explica siempre, en ficha completa, que exige a veces un sorprendente travelling arrière– y lo vemos vivir, sufrir las más de las veces, gozar las menos, dudar muchas, decidir siempre, por acción o por omisión» (1970a: 26). En este sentido, valga recordar que «Ficha» se titula el primer apartado del poema «Toda una historia», dedicado al campesino Manuel Vázquez González en Diario de Djelfa (1944), poemario propio del Laberinto. Así también, numerosas son las fichas en Campo del Moro, como las de los personajes en I/4; por ejemplo, en la presentación de Rafael Vila: «Alto, bigotudillo, con gafas, de buen porte, familia bifronte, de un lado respetable, por otro una hermana no tanto, que pesaba en el recuerdo por ser la preferida; eso sí: arruinadísimo por ambos lados desde hacía tiempo».

En ocasiones, la ficha aumenta sus elementos constitutivos y se convierte en uno de los tres planos del lenguaje de Aub, que Tuñón consideró integrado por el relato descriptivo, la «ficha» histórica de cada personaje cargada de adjetivos y su abanico de tiempos en las múltiples flexiones del pretérito. La ficha individual se completa a raíz de nuevas apariciones y actuaciones. Otras veces los personajes se nos presentan fugazmente y, en general, se convierten en seres complejos, ambiguos, polimorfos. Además, siempre quejilloso de su falta de memoria,55 durante el proceso de escritura Aub recurrió a su obra y recuperó rasgos distintivos de algunos personajes, tal como muestra en el ms. 1 (f. 5r), donde, escritas a pluma en tinta verde, recoge estas fichas descriptivas de dos personajes fundamentales en el Laberinto: Vicente Dalmases y Asunción Meliá (fig. 2).


Fig. 2. Max Aub. Ficha de personajes, ms. 1, f. 5r.

El escritor extrajo estos datos del capítulo dedicado a Vicente Dalmases en la primera parte de Campo abierto (Aub, 2001a: 304-5), como evidencia este texto subrayado:

Pertenece a una familia absurda […] Su padre es registrador de la propiedad; su hermano mayor, a más de músico, es catedrático de latín en un Instituto de nueva creación –de esos que la República se ha empeñado en formar, morada de tantos profesores, que creen en el espíritu de la letra–; el segundo, ingeniero de caminos y poeta; el tercero estudia para veterinario y, en sus ratos perdidos, que son bastantes, griego; el cuarto, Vicente, a más de estar inscrito en la escuela de comercio, es actor; le sigue una muchacha que quiere ser bailarina y estudia en la Normal de maestras. Hay tres más, todavía sin definir, pero desde luego, ninguno quiere estudiar derecho, como desearía el padre: los tres hacen versos, para empezar, y el benjamín asegura que quiere ser aviador, y el que le antecede habla vagamente de ingeniería, y el anterior ha dado a entender, categóricamente, que no quiere hacer nada: tiene bastantes hermanos para poder vivir tranquilo: quiere ser compositor, pero sin estudiar música. Todos son liberales, menos Vicente, que es comunista: nació así.

La gran nariz separa dos ojos enormes, oscuros, profundos. […] Es puro hueso y fuma seguido, sin saber: chupetea el cigarro y enciende otro con la colilla.

Asunción es hija de un tranviario catalán. […] Ahora es de las Juventudes Comunistas.

Del mismo modo, en el siguiente folio Aub aporta datos sobre otro personaje, el diplomático don José María Morales y Bustamante (fig. 3).56


Fig. 3. Ms. 1, f. 22v.

Así también, ciertas pistas sobre acciones desarrolladas por otros personajes se pueden rastrear en el manuscrito (por ejemplo, figura 4).57


Fig. 4. Ms. 1, f. 77v.

En cada capítulo, generalmente dividido en secuencias narrativas, se nos relata lo vivido por los principales personajes, verificables y ficticios, sobre los que descansa la acción novelesca. En este Campo son citados casi quinientos personajes, un tercio de los cuales son reales y el resto ficticios (Lluch, 2010). De ellos, no todos tienen voz y el peso del relato, entre otros, lo sostienen Casado, Besteiro, González Moreno, Fidel Muñoz, don Manuel, Lola y Vicente, Rosa María y Víctor, Riquelme, Templado, Manuela y Mercedes.

Como en otros textos del Laberinto, aquí el autor reubica a Miaja, Matallana, Negrín o Azaña, y muchos de ellos, con nombre propio, toman la palabra en primera persona en los capítulos de reconstrucción histórica. Aparte de los mencionados, vuelven ficticios de peso como Paulino Cuartero, Víctor Terrazas o El Tellina. En ciertos momentos cobran la fuerza con que debieron de ser imaginados, ficcionalizados y deformados a partir de un modelo real, con el fin de habitar los espacios de Madrid,58 ciudad protagonista y capital herida y generadora de esas microhistorias de lo cotidiano que nutren lo colectivo. Además, esta novela, como el Laberinto, responde a la puesta en entredicho a la que la figura del héroe fue sometida en el siglo XX, que mudó al personaje literario «de faro en arrecife» (Oleza, 1993: 54). No se da el héroe ejemplar y superior,59 sino que una amplia galería de personajes comparte el camino marcado por la Historia y Aub consigue una novela de protagonista múltiple:

El protagonista deja su lugar de preeminencia a otro protagonista, numeroso y anónimo, que ocupa la escena caóticamente, con la grandiosidad de un río desbordado. No se trata […] de reducir un gran hecho, una batalla, por ejemplo a unas medidas humanas y personales, sino que nos encontramos ante la desaparición de lo individual para que entre en la escena lo colectivo (Ponce de León, 1971: 54).

La novela permite así observar el contrapunto, técnica narrativa próxima a la estructura caleidoscópica –arte de las vidrieras– (García Templado, 1999). Además, relevante papel se le concede a la mujer en el Laberinto y en esta novela en particular. Por ejemplo, de Rosa María Lainez, Domingo (1973) señaló: «Párrafo aparte merecen esas mujeres maxaubianas […] de rompe y rasga, entre las cuales es una excepción la Rosa María enamorada del Comandante Rafael, una de las víctimas más inocentes de esa pesadilla demencial, verdadero “desastre de la guerra”». Aub presenta otros perfiles muy diferentes: Mercedes, Lola, Manuela, Soledad… Las relaciones entre Manuela y Mercedes con Riquelme y Templado, Rosa María con Terrazas y Lola con Dalmases forman parte de esta novela también marcada por la solidaridad. En Alicante, de poderoso trasfondo, queda Asunción Meliá, sobre la que Aub expresará su predilección en las «Páginas azules» de Campo de los almendros, pues ella, viva imagen de la República anhelada, representaba «[el] símbolo concreto de cuanto su hacedor amaba en España y para España: la justicia, el ánimo constructivo, la fidelidad, la limpieza, el hondo amor» (Sobejano, 2001: 11); ella era «el único antídoto que Max Aub es capaz de imaginar en medio de los desastres de la guerra» (Oleza, 2003: 2). El escritor la recordaría incluso en su visita a Valencia en 1969, como afirmó en La gallina ciega: «Me hiere, me duele que ahí, a cincuenta metros, en la lechería de Lauria, Vicente esperaba (espera) a Asunción. […] y que nadie lo sepa» (Aub, 1995: 294-95).

953,64 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
507 стр. 12 иллюстраций
ISBN:
9788491345824
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают