Читать книгу: «Pienso, luego molesto. Siento, luego existo», страница 2

Шрифт:

CIENCIA, TECNOLOGÍA Y DESARROLLO SOSTENIBLE

Superada la Revolución Industrial, en la sociedad de la información hemos pasado rápidamente de una sociedad tradicional y estática a una sociedad estresada en la que, bombardeados por las nuevas tecnologías, pasamos los días corriendo en todos los sentidos, unos sin saber hacia dónde y otros a saciar sus ansias en las catedrales siglo XXI: los hipermercados y las fashion stores. Construimos edificios, creamos nuevas tecnologías, pero luego los edificios y las tecnologías construyen, sin darnos cuenta, nuestras relaciones y nuestras vidas.

La investigación y la innovación, desarrolladas en nuevos productos, han superado la capacidad humana de integrarlos en nuestras vidas.

En el mercado laboral ya no se reconoce tanto al más competente y comprometido cuanto al más eficaz a corto plazo, al que busca el éxito. Se premian las apariencias y el bien decir y no el buen hacer. Los jóvenes, atiborrados de títulos, no encuentran trabajo; los mayores de cincuenta lo pierden sin posibilidad de recuperarlo; los jubilados a los 55 son retirados de la circulación. ¿Por qué? ¿Dónde reside el criterio para valorar el conocimiento valioso? ¿En la economía, las finanzas, el poder, el progreso sostenible, el desarrollo humano, la experiencia?

Cuando el progreso humano, reducido al avance material, es mucho más veloz que el progreso integral de la persona, incluido el progreso de la conciencia interior, se producen un desajuste y un malestar emocional profundos. Entonces nos volvemos dependientes de factores externos, perdiendo el sentido de la dirección en nuestras vidas.

DOS NUEVAS CASTAS SOCIALES: TECNÓLOGOS Y MARKETINIANOS

Cuentan que Arquímedes, quizás arrastrado por el entusiasmo ante su descubrimiento de la ley de la palanca, exclamó: «Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo». Creo que la palanca principal que ha movido al mundo son las ideas nacidas de la mente humana, aplicadas a la ciencia, la cultura, la estética. En las disciplinas científicas como la física teórica, las matemáticas o la neurociencia se estudia el objeto «puro» en sí mismo, llevados por la curiosidad y con el único fin de descubrir. El resultado exitoso suele llevar a la admiración y la contemplación de la belleza. En cambio, el conocimiento tecnológico es de naturaleza distinta. Los tecnólogos suelen ser optimistas de raíz (un optimismo pragmático y presentista): creen que están colaborando en el presente y en un futuro mejor, tipo Star Trek, y que los efectos negativos de la tecnología serán mínimos. Pero a esta visión le falta el horizonte de la meta. Más allá de la tecnología, en el centro de la aventura en los libros y películas de ficción optimista con resultados exitosos siempre suele haber un ser humano, que es el que marca los objetivos y el sentido de la dirección.

La sociedad está en peligro de infarto, sus venas están saturadas de colesterol malo propiciado en gran parte por las tecnologías y el exceso de consumo (V. Fuster)

H. G. Wells, padre de la literatura fantástica, publicó en 1895 La máquina del tiempo. En ella prevé un futuro de la humanidad dividido en dos especies: los Eloi, descendientes de los pobres, débiles, dóciles y sin inteligencia; y los Marlock, descendientes de los ricos, decadentes, habituados a vivir en las tinieblas, que se alimentan de los Eloi. En nuestro tiempo los primeros serían los pobres consumistas que no piensan y los segundos, los propietarios de conocimiento, de tecnología, pero igualmente débiles e indignos. No siempre la ciencia ficción acaba bien como en el libro citado. Esto sucede porque la tecnología ha ocupado un lugar que no le corresponde. De ser medio se ha convertido en un fin, robando el sentido a las ideas, a la vida y al comportamiento humano.

Leer una novela, un poema, un diario conecta no solo con el pensamiento del autor, sino también con las emociones, con la empatía y con el mundo. Nos permite viajar y dialogar con los otros. Cuando leemos activamos las neuronas y creamos nuevos circuitos cerebrales. Pero para que haya aprendizaje hay que poner atención, leer despacio. Esto hoy no es fácil debido al bombardeo informativo al que estamos sometidos y a la presión del tiempo. Ojeamos el texto, pero no lo analizamos. Los medios de comunicación, apoyados en las tecnologías de la información, están restando valor a la lectura profunda, a los contenidos, en pro de la forma, del icono o de la imagen más aparente. De este modo, un lenguaje superficial obliga a una lectura rápida y superficial, destierra la capacidad crítica y crea realidades superficiales o falsas. Nunca más que hoy han estado de actualidad las fake news: «calumnia, que algo queda». Este es un gran problema. El lenguaje digital está transformando y manipulando la realidad y creando ficciones (Wolf, 2020).

La realidad descrita la conocen muy bien los políticos y los marketinianos. Los efectos los sufren especialmente los jóvenes. Estos no se comportan tanto por las ideas como por lo que ven y más les llama la atención. Ya lo anticipó McLuhan: «El medio es el mensaje». Las tecnologías, apoyadas por el marketing puro y duro, están transformando y están creando un nuevo orden del mundo1, cuando en verdad el marketing no tiene naturaleza propia. Es una disciplina que vive de otras, igual que la tecnología. «Las ideas no técnicas de los científicos influyen en las tendencias generales, pero las ideas de los tecnólogos se plasman en hechos tangibles» (Lanier, 2014: 179).

Las tecnologías nos han cambiado nuestro modo de pensar y vivir para bien y para mal. Hay una anécdota de Nietzsche cuando este introdujo la máquina de escribir en su trabajo. «Tenéis razón», respondió a su amigo. «Nuestros útiles de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos».

SATURADOS DE INFORMACIÓN Y CON HAMBRE DE CONOCIMIENTO

Vivimos en la llamada sociedad de la información debido al impacto de las nuevas tecnologías. Pero información no es lo mismo que conocimiento. La información son datos que, organizados, analizados e interpretados, dan lugar al conocimiento, es decir, a un conjunto de ideas, creencias y experiencias contrastadas y asimiladas mediante la reflexión que sirven de guía para la acción (Riesco, 2012).

Nuestra sociedad está saturada de información, pero tiene hambre de conocimiento.

«Antes de que la humanidad estuviera madura para una ciencia que abarca toda la realidad, se necesitaba una segunda verdad fundamental… Todo el conocimiento de la realidad empieza a partir de la experiencia y termina en ella» (A. Einstein, Mi visión del mundo).

Cuenta Platón que Sócrates y un discípulo paseaban por el campo. De pronto ven algo:

—¿Qué es aquello? —pregunta Sócrates.

—Una piedra o un hombre —responde el discípulo.

—Entonces, si no es piedra ni hombre, no es nada —concluye Sócrates.

Amamos el conocimiento y el saber porque amamos la vida (Aristóteles)

Cuando una persona aplica el conocimiento a su vida de manera coherente puede decirse que se halla en camino hacia la sabiduría, que es estar y saber estar en el mundo. En momentos complicados de la vida, las personas sabias se preguntan: «¿Quién o qué está ahí, en mi mente o en mi sentimiento? ¿Qué es lo que me interpela? ¿Es algo dentro de mí mismo o viene de fuera?». Evidentemente, formo parte del universo, pero no me confundo con él.

En línea con pensadores como Zubiri, Lledó, Kant o Wittgenstein, acepto que hay un mundo exterior a mí que está ahí, que es real, que se me escapa, que debo aceptar; y otro mundo interior que es mi interior, la consciencia y apropiación de mí mismo. El primero se conforma por un sinfín de estímulos que se me imponen y que yo percibo cuando oigo u observo. El lenguaje vincula ambos, dando sentido al mundo como sistema.

DESCARTES HA MUERTO. ¡VIVA DESCARTES!

¿Cómo mantenerse en forma y no ser seniles antes de tiempo? ¿Qué es más efectivo, el pilates o la lectura?

La inmensa falla mencionada al inicio de este capítulo revela que Occidente está huérfano y debería guardar duelo, pero no lo hace. Ha matado a su padre, Descartes. Lo peor es que no lo sabe y vive en un mundo feliz.

Hasta no hace mucho se pensaba que los procesos cognitivos como la memoria, la atención o la percepción eran campos independientes, ubicados en distintos centros cerebrales. Se ha descubierto que no es así, que están interconectados como los hilos de una telaraña. Por ejemplo, a una persona que, por enfermedad o por desidia, deja de escribir, de leer libros o la prensa es muy probable que la memoria empiece a fallarle. Entonces sus allegados le dirán: «Está entrando en un proceso de degeneración senil». La realidad es que no es una degeneración senil, sino que el hecho de no ejercitar unas habilidades propias de su poder cognitivo, en este caso la lectura, está afectando a la memoria. Lo mismo sucede con la falta de ejercicio físico y su repercusión en el cerebro.

Durante varios siglos la civilización occidental se ha definido como racional y se ha vanagloriado por ello, haciendo suyo el axioma «pienso, luego existo». El imperio de la razón, auspiciado por filósofos como Kant o Hegel y por hombres de acción como Henry Ford, Steve Jobs o Bill Gates, ha calado en la mente, en los códigos de comportamiento, en las estructuras y organizaciones sociales de todo tipo, empujando la investigación científica y el progreso como seña de identidad del ser humano. Yo me pregunto: ¿si no pienso, existo? ¿Es posible ser humano sin pensamiento? O mejor, ¿es posible existir como persona sin pensar? Es obvio que los humanos nacemos con la capacidad de raciocinio, pero si no la usamos ¿dejamos de ser personas? ¿Es posible una sociedad sin cerebro activo? ¿Hemos perdido nuestra identidad? Hemos asesinado a Descartes y no hay indicios de que vaya a resucitar a corto plazo.

TONTOS, SÍ, PERO ¿FELICES?

Muerto Descartes, ¿se acabaron los problemas? Quizás podríamos responder que somos tontos, pero felices al fin, sin problemas. Un condicional que, desgraciadamente, hoy se conjuga en presente: los que piensan son escasos y molestan. Por eso muchos se rinden y prefieren no pensar. No interesa la verdad ni conocer el porqué de las cosas, simplemente vivir. Eso sí, adormecidos y super-controlados.

No pensar supone poner al cerebro en situación de anemia, menoscabando sus funciones básicas

(Fuster y Rojas)

Las consecuencias de tal posicionamiento tienen un coste muy elevado: dejamos de ser personas y quedamos a merced de las circunstancias.

La meta del Homo sapiens en el ejercicio de sus neuronas es buscar la verdad. Una verdad que exige apertura de mente y de corazón, ecuanimidad, ausencia de prejuicios y apegos, diálogo con los otros, con el mundo y con la propia voz interior, como ya lo apuntó el famoso aforismo inscrito en el templo de Apolo: «Conócete a ti mismo». Ya lo decía el gran Machado: «TU verdad no, LA verdad. Y ven conmigo a buscarla; la tuya guárdatela». Jesús, el Maestro, dio un paso adelante: «La verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). Verdad y libertad van unidas. Tontos, sí, pero ¿felices?

Una última sensación: faltan líderes sociales que ilusionen, que marquen un rumbo, que sepan convencer, que tengan visión y cuyas vidas estén preñadas de valores dignos de la especie humana. Líderes inteligentes, comprometidos y éticos para audiencias inteligentes y comprometidas con la verdad.

1 Cfr. el excelente estudio de Carr, N. (2011). ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales. Madrid: Taurus.

CAPÍTULO II
Siento, luego existo

«Primero fueron las emociones y sentimientos, luego nació la razón».

A. Damasio

La razón, como capacidad distintiva de los seres humanos, fue la protagonista en el capítulo anterior. Se resaltó su escaso protagonismo en la sociedad actual, poniendo de relieve la gran ruptura social entre ignorancia y conocimiento, entre las personas que piensan y las que no, entre los que mandan y los que obedecen.

Si antes apostamos por una vuelta a Descartes, en este capítulo se pondrá de manifiesto su gran error: el olvido de las emociones. Las personas somos más que cerebro. ¿Cómo conciliar mente y corazón, condenados a entenderse? ¿Será necesario actualizar o reformular el axioma «pienso, luego existo» por «siento, luego existo»? A continuación damos entrada a algunas emociones y sentimientos como el amor, el miedo, la compasión, el dolor, la soledad y la gratitud.

¿QUIÉN MANDA EN MI CASA?

Era primavera. Paseaba por la Pedriza, en la sierra de Guadarrama de Madrid, cuando escuché unas voces nada nuevas, pero más estentóreas que de costumbre. Como me impedían atender el canto de los pájaros y el murmullo del río Manzanares, me paré. Las reconocí al momento.

CEREBRO: ¿Quién hay ahí?

CORAZÓN: Soy yo, el de siempre. ¿Y tú quién eres?

CEREBRO: ¿Pues quién voy a ser? El que manda. A ver si no molestas.

CORAZÓN: Oye, aquí el que molesta y runrunea eres tú. ¡Qué noches me estás dando!

CEREBRO: ¡Mira quién va a hablar! Llevas desbocado días y meses. Desde que tu amor te dijo que no te hicieses más ilusiones, ni vives ni dejas vivir.

CORAZÓN: ¿Te importa, chulito? Aunque lo niegues, también te afecta. Parece que solo te alimentas de recuerdos. Te encanta negrear con el futuro y el pasado. Si al menos echases una mano… Pero no, leña al fuego.

CEREBRO: Mira, niño, a mí me han dicho que analice y decida. Así que, como ya no hay solución a TU problemita, pues te aguantas y te callas, que ya se te pasará, ja, ja, ja…

CORAZÓN: Tendrás cara… ¡Qué engreído y falso eres! Piensas que porque los dioses te hayan colocado en la cresta del cuerpo ya eres el rey del mambo. Te enrabieta que parte de las neuronas, que consideras de tu propiedad, estén en mi casa y en el bajo vientre. Eres menos inteligente de lo que crees.

Así estaban las cosas de encendidas cuando me pareció escuchar otra voz que provenía desde la cintura para abajo.

—¿Quién hay? —pregunté.

—Soy yo, el sexo.

—¡Vaya! El que faltaba —murmuré—. Ahora no es el momento, chico. Estate quieto —respondí.

—No es lo que crees. Hace rato estoy escuchando a esos parlanchines y ya me están cansando. ¿Qué sería de ellos sin mí?

Al oír esto, los otros, que habían estado callados un minuto, saltaron como una escopeta:

CEREBRO: ¿Quién te ha dado a ti vela en este entierro?

CORAZÓN: ¿Por qué interrumpes nuestra conversación?

SEXO: De conversación nada de nada. Diálogo de sordos, narcisos, autócratas. Eso es lo que sois. Acabo de hablar con el estómago; ha tenido un mal día. Seguro que por eso estáis tan alborotados y no os dais cuenta. Yo necesito descansar, que esta noche tengo plan. ¡Adiós!

Me dolía la cabeza de tanta cháchara, así que, sin más, decidí poner fin a este duelo de egos. Aceleré al paso y eché a correr. En cuatro zancadas la Charca Verde se mostró seductora ante mis ojos. Rápidamente me desnudé y me zambullí de cabeza en sus aguas claras, puras, cristalinas. Con todas mis fuerzas hice una aguadilla a los tres, cerebro, corazón y sexo, hasta que sus voces enmudecieron ahogadas. «¡Por fin!», suspiré. Me hice el muerto, flotando en aquel remanso de piedras lisas y redondas. Un torbellino de burbujas blancas mecía mi cuerpo y arrullaba mis oídos con la melodía de su música sin palabras. Me sentí relajado y en paz. Al salir me tumbé desnudo en la hierba verde, tomé un bocadillo de jamón con tomate y un trago de agua fresca. Al punto me quedé dormido.

EL ERROR DE DESCARTES

¿Otra vez vuelta a Descartes? Bueno, solo para subrayar su gran error. Durante mucho tiempo el campo de las emociones ha sido soslayado por la investigación y la educación, pero desde hace algunas décadas ha eclosionado con mayor o menor acierto, profundidad o superficialidad. Hay quienes piensan que las emociones siguen a los pensamientos como los patitos siguen a su madre; otros opinan lo contrario. Desde posicionamientos cognitivos ortodoxos se cree que el pensamiento gobierna siempre nuestras vidas y, por ende, nuestros estados emocionales son consecuencia de nuestros procesos mentales: «Cambia el pensamiento y cambiarán tus emociones». Los ubicados en torno a la denominada inteligencia emocional (Goleman, 2005) no están totalmente de acuerdo. Los psicoanalistas indagan en el pasado inconsciente, donde se cuecen las pasiones y los traumas. Por si fuera poco, en este debate hay quienes consideran que parte de nuestras neuronas están en el corazón y en el bajo vientre, tal como consta en la conversación antes referida. Consultemos a voces autorizadas.

El eminente neurobiólogo Antonio Damasio (2006) achaca a nuestro amigo Descartes que olvidase el papel de las emociones en el pensamiento humano. Su postura es más cercana a la de Spinoza. Cuando un niño llora no es capaz de escuchar a nadie, de preguntarse qué le pasa, de aceptar consejos o críticas. Lo único que quiere es consuelo y atención a sus necesidades. Los que somos padres hemos aprendido que a los bebés se les alimenta con leche, con cariño y con temple. Algo parecido sucede cuando a un anciano se le saltan las lágrimas, un enamorado pierde el apetito y se muere de melancolía o se nos va un ser querido.

Muchos psicólogos plantean este asunto como un dilema, cuando no es tal, sino una cuestión de integración. La experiencia y la observación hablan de la pluralidad y de diferencias en la especie humana. Unas personas son más racionales; otras, más emotivas y temperamentales, siendo muy difícil aseverar de manera taxativa y universal el inicio del proceso y quién manda en quién.

Las emociones son reacciones simples y automáticas del organismo encaminadas a su supervivencia, visibles en el escenario del cuerpo. Damasio (2006) distingue tres tipos de emociones:

• Las emociones primarias o básicas. Son las más visibles: miedo, ira, asco, sorpresa… Suelen ser constantes en todas las culturas.

• Emociones de fondo. No son muy visibles en el comportamiento, pero pueden deducirse del humor o el estado de ánimo: energía, entusiasmo, decaimiento, excitación, malestar, nerviosismo… Además de factores internos y externos, en ellas influyen también el estado de salud, dormir y comer bien.

• Las emociones sociales como la simpatía, la turbación, la vergüenza, el orgullo, la culpabilidad, la envidia, la gratitud, el desdén o la simpatía incorporan respuestas propias de las emociones de fondo y de las primarias.

Aunque en el lenguaje común emoción y sentimiento se equiparan, investigaciones recientes confirman que, en el proceso de la evolución de la especie humana, las emociones han precedido a los sentimientos.

En el proceso evolutivo las emociones precedieron a los sentimientos

Un sentimiento es «la percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un determinado modo de pensar y de pensamientos con determinados temas» (id., p. 86).

Los sentimientos (dolor, placer, tristeza, alegría…) son los cimientos de nuestra mente. No se muestran tan explícitos como las emociones, se representan en el cerebro y podrían interpretarse como emociones en un grado o nivel superior en el que ya ha intervenido la mente. Su estudio es importante para conocer la correspondencia entre mente y cuerpo, para comprender cómo somos, para entender cómo nos comportamos y por qué lo hacemos, para saber el papel que juegan en las decisiones, en la construcción del yo; en definitiva, por su influencia en el bienestar y la felicidad de las personas.

Los sentimientos son necesarios porque son la expresión, a nivel mental, de las emociones y lo que subyace en ellas. Su bloqueo conlleva serias complicaciones. Reconocer que en la formación de los sentimientos actúan los procesos mentales tiene consecuencias importantes para la intervención ante problemas que exigen cambio, creatividad y raciocinio.

Resultados de investigaciones en el ámbito de la neurología (Davidson y Begley, 2012) concluyen que, dado que una emoción es un conjunto complejo de respuestas químicas y neuronales, es posible estudiar los circuitos cerebrales de los sentimientos de igual modo que otros procesos humanos como la memoria o la visión. Este hallazgo es relevante, pues abre la puerta a la intervención psico-pedagógica, biológica y farmacológica. Al observar y reconocer los propios sentimientos podemos cambiarlos o al menos controlarlos, lo que repercute directamente en nuestra calidad de vida.

El cerebro cartografía el estado físico del cuerpo, pensamientos, emociones y sentimientos, poniendo a cada uno en su sitio

Hechas estas aclaraciones, ¿existe algún punto de encuentro entre los actores que discutieron en la montaña al inicio de este capítulo? Acudamos de nuevo a Spinoza. El gran filósofo afirmaba que una emoción negativa se combate con otra positiva más poderosa. En lenguaje popular diríamos que «un clavo quita a otro clavo» mediante un esfuerzo intelectual. Un asunto nada fácil, por supuesto, pero si no queremos ser esclavos de las pasiones y las emociones el cerebro debe cartografiar el estado físico del cuerpo, los pensamientos, las emociones y los sentimientos, poniendo a cada uno en su sitio. Es lo que más adelante llamaremos «estado de plena conciencia».

El proceso podría resumirse así: los pensamientos relacionados con alguna emoción llegan después de que la emoción haya aparecido. Primero aparece una sensación de alegría o tristeza, luego llega el pensamiento que responde a esta pregunta: ¿por qué me siento alegre o triste? Lo más importante de esta visión es que en muchos casos revela que el pensamiento depende de la emoción y esta, quizás, de alguna otra parte del cuerpo. Si una persona no es consciente de ello, es muy posible que sus pensamientos y comportamientos sean dependientes o esclavos de emociones y sentimientos inconscientes. Llegados a este punto, el psicoanálisis puede ser de gran ayuda. En definitiva, en el entramado de las emociones y sentimientos es preceptiva esta pregunta: ¿qué ha originado la emoción y el sentimiento concreto? ¿Quién está ahí?

En pro de la simplicidad, a continuación se presenta el boceto de algunas emociones y sentimientos, nombrados indistintamente, aunque, como acabamos de exponer, existen diferencias tanto en su naturaleza como en sus funciones en el proceso perceptivo, cognitivo y emocional.

Бесплатный фрагмент закончился.

382,08 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
154 стр. 7 иллюстраций
ISBN:
9788418730450
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают