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1.7. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CAMPAÑA

Cuando los acontecimientos sociales no pueden ser comprendidos, o no van en la dirección deseada, es fácil caer en la simplificación. No faltaron analistas que coincidieron con la opinión de Raúl Reyes sobre la manipulación de las encuestas con apoyo de los medios de comunicación. La expresión “el que encuesta elige”, del columnista liberal Ramiro Bejarano, va en la misma línea interpretativa del comandante guerrillero.

Pero como lo han señalado distintos estudiosos de la relación entre medios de comunicación y opinión pública, los diarios seleccionan la información que presentan, le dan relevancia a unos temas frente a otros, y en el caso de los candidatos, algunos tienen un acceso privilegiado al medio y, por tanto, mayor visibilidad,71 situación que también se puede constatar en Colombia. Sin embargo, en el caso estudiado no se pueden desconocer dos realidades: que en Colombia existe una prensa pluralista, independiente del Estado y de los partidos políticos. La pluralidad de voces que se expresaron en esa campaña, incluida la del columnista liberal y el jefe guerrillero, daría testimonio de lo dicho.

Por otro lado, como lo señalaron dos voces tan distantes como la de la exdiputada liberal, biógrafa y profunda admiradora de Uribe, María Izquierdo, y la del exministro de Estado y prestigioso economista Rudolf Hommes, el candidato disidente liberal obtuvo audiencia en los medios cuando las encuestas de opinión registraron su ascenso a comienzos del 2002. “Uribe fue el puntero que se le coló a los medios”,72 dijo Hommes en esa ocasión. “En 1999 dio inicio [Uribe] a los llamados Talleres Democráticos, dedicándose durante dos años a visitar hasta los más recónditos municipios. Ignorado por los principales medios de comunicación […]”, afirmó Izquierdo en la biografía de Uribe.73

Otras de las hipótesis presentadas, si bien tienen algún grado de validez explicativa, merecen algunas observaciones. La crisis del proceso de paz y la polarización política en torno a este tema fueron otros de los argumentos esgrimidos para justificar el triunfo de Uribe. Como se mostró anteriormente, varios editoriales estudiados llamaron a los candidatos a no polarizar la opinión en torno al tema de la guerra y la paz. ¿Tuvo algún sentido este llamado cuando estaba en curso una campaña electoral, o, por el contrario, se trató más de un recurso retórico?

Es bien conocido que los asuntos políticos dividen, y si algún tema puede considerarse político es el de la guerra y la paz. Su discusión pública genera debate (no siempre racional) en cualquier lugar o momento histórico donde se aborde. Los colombianos han mantenido diferencias por más de cuatro décadas en torno a este punto. Ni las élites dirigentes, ni las organizaciones de la llama da sociedad civil, han logrado construir un consenso que permita encontrar una fórmula para superar el conflicto armado interno. Por otro lado, como sostiene Bernard Manin, es común que una campaña electoral contenga habitualmente un mecanismo de “división y diferenciación entre votantes”, que de cara a unas elecciones los seguidores de un candidato se distancien de aquellos que no lo son, y al observar las diferencias con los otros, se unan y se movilicen con mayor eficacia que cuando no tienen ningún rival. En tal sentido, el candidato “no tiene solo que definirse a sí mismo, ha de definir también al adversario. No solo se presenta a sí mismo, presenta una diferencia […]”.74

En la interpretación de Manin, el modelo representativo ha evolucionado; sin embargo, en sus distintas etapas (gobierno de notables, democracia de partidos y democracia de audiencia), la situación de los políticos ha sido la misma: explotar las diferencias que subyacen en el interior de la sociedad para movilizar con eficacia a los votantes. Estas diferencias, nos dice, deben ser previamente conocidas por el líder. Al profundizar alguna de esas fracturas, el político puede equivocarse, en cuyo caso será castigado con el voto adverso de los electores.

Serpa se definió en aquella campaña como el candidato de la paz, pretendió recoger el anhelo de paz de los colombianos y, en tal sentido, promocionó su experiencia como negociador de paz en procesos anteriores. Pretendió, así mismo, definir a Uribe como el candidato de la guerra, candidato, además, de los paramilitares. Pero esta estrategia resultó contraproducente. Los colombianos tenían en el espejo tres años y medio de negociaciones infructuosas, en los cuales la violencia se había profundizado. Presentar a Uribe como el candidato de los paramilitares era no sólo una gran simplificación, como lo mostraron los resultados electorales; era desconocer el creciente apoyo popular que su candidatura estaba movilizando y, a la vez, se vislumbraba, en la estrategia de ataque personal, una cierta dosis de derrotismo de parte del candidato liberal.

Uribe se autodefinió como el candidato del orden, como el candidato capaz de recuperar la autoridad del Estado. En esta medida, invirtió la fórmula utilizada por gobiernos anteriores y por otros candidatos en la campaña. Para llegar a un acuerdo de paz con los grupos armados ilegales no bastaba con la voluntad del Gobierno; se trataba, ante todo, de debilitar militarmente a estos grupos y obligarlos a negociar en serio.

En consecuencia, frente a las negociaciones de paz en la campaña para la presidencia, sostuvo el mismo discurso que en sus años de gobernador. En el año 1997, con motivo de un homenaje ofrecido en su honor en la ciudad de Bogotá, se refirió a los procesos de paz que habían tenido lugar en diferentes momentos de la historia colombiana. En estos procesos, afirmó, Colombia ha tenido “infinita generosidad” en materia de diálogo y reinserción; sin embargo, la guerrilla no quiere la paz. “En la actualidad, la totalidad de ciudadanos e instituciones queremos el diálogo, menos la guerrilla”.75 La guerrilla (las FARC y el ELN), “Expresa que no dialoga con el Presidente Samper porque lo consideran ilegítimo […]”; sin embargo, se cuestiona Uribe, tampoco negociaron con los presidentes Barco y Gaviria; sólo lo hicieron algunos grupos, cuya irrupción en la vida política legal “ha vigorizado el pluralismo”.76

Durante su larga campaña electoral,77 el candidato disidente repitió el mismo discurso. En el año 1999, con motivo de un homenaje que ofreció a los generales Rito Alejo del Río y Fernando Millán (destituidos por el presidente Pastrana, acusados de tener nexos con grupos paramilitares), cuando todavía el proceso de paz entre las FARC y el gobierno de Pastrana no había alcanzado su mayor cuota de desprestigio, Uribe expresó sus reparos al diseño y la concepción del proceso: “Con ánimo constructivo y no de atizar polarizaciones, que tanto daño causan al país, permítanme hacer referencia ahora al actual esquema utilizado para avanzar en el camino de la paz. Muchos colombianos adversos al despeje, entre quienes me encuentro, pensamos que se debe reexaminar el concepto de ‘Hacer la paz en medio de la guerra’. Por la razón elemental de proteger a la población civil […]”.78

El desenlace de los acontecimientos pareció darle la razón a Uribe. La fórmula para buscar la paz mediante la negociación había fracasado. Los candidatos presentaron sus propuestas para superar el impasse, pero el argumento de autoridad de Uribe resultó creíble, como también parecieron verosímiles las cualidades del candidato para llevarlas a buen término. Tal vez los electores premiaron la coherencia del discurso de Uribe, como sostuvieron Cienfuegos y el exministro Hommes, o el “buen manejo de la campaña”, como aseguró Pedro Medellín, quien puso en duda que el ascenso de Uribe en la intención de voto se debiera a la fracaso del proceso de paz.

La crisis de los partidos políticos y el liderazgo de Uribe fueron otros de los argumentos esgrimidos por quienes pretendieron explicar su ascenso en las encuestas: “El liderazgo de Uribe —que hoy parece poco probable destronar— confirma que el proceso de rompimiento del esquema de partidos está en un punto de no retorno”.79

Como bien lo han señalado distintos autores desde diferentes enfoques de las ciencias sociales, asistimos a un proceso creciente de personalización de la política, también de la política electoral,80 y los medios de comunicación han contribuido a cristalizar esta tendencia. Por tanto, es ineludible que sea el candidato y sus cualidades personales, más que el partido y el programa de campaña, las que capten la mayor atención del electorado y que, por ello, los candidatos enfaticen sus cualidades personales para ganarse su confianza. En los regímenes políticos de corte presidencialista, la elección del presidente se convierte en la elección principal, y en la medida en que la labor de gobierno se vuelve más compleja, el gobernante se enfrenta a situaciones de incertidumbre que requieren cierto poder discrecional para enfrentarlas; por tanto, además de permitir la agregación de preferencias y cierta uniformidad de un público heterogéneo (que no se agrupa en torno al partido, ni a clases o sectores de clase), la construcción del liderazgo es inevitable, y el voto es, ante todo, un voto de confianza en el candidato.

En esta campaña es indudable que Uribe ofreció mayor liderazgo, y fue percibido como el más idóneo para enfrentar el problema de seguridad y llevar a buen término su propuesta de Seguridad Democrática.81

Pero los partidos no desaparecieron durante la campaña (ni en sus dos períodos de gobierno). La candidatura de Uribe atrajo votantes liberales y conservadores (en términos de partido) y parte de la dirigencia partidaria y su maquinaria electoral se fue plegando a su candidatura, en la medida en que se perfilaba como ganador. Apoyo nada despreciable, si se considera que pese a no ser ya el Partido Liberal mayoritario en términos electorales, conservó alrededor del 30% del electorado,82 y el Partido Conservador cerca del 10%,83 todo esto, sumado al voto de opinión que su candidatura logró movilizar, le aseguraron un cómodo triunfo en la primera vuelta.

En este panorama resulta pertinente la afirmación de Francisco Gutiérrez para el caso de los partidos tradicionales: “No ha habido prácticamente década en la historia colombiana en que no se ponga de moda pronosticar su desaparición. Pero a la postre fueron los partidos tradicionales, y no los pronósticos, los que sobrevivieron”.84

Pero Uribe tampoco fue un “outsider en la campaña electoral”, como lo definió Daniel Pécaut.85 Si bien no tenía la edad y la trayectoria en la vida política nacional que ostentaba Horacio Serpa, se trataba de un verdadero político (formado en las tácticas de la vieja política que decía combatir), que había forjado su vida pública en las toldas del Partido Liberal. Desde joven se reveló contra los barones electorales de Antioquia (su provincia natal) y fundó su propio directorio político (manteniéndose bajo el techo del liberalismo, es decir, sin renunciar al partido). En un principio buscó la candidatura del Partido Liberal para las elecciones presidenciales del 2002, pero era claro que la maquinaria del partido apoyaría a Serpa, quien venía haciendo turno para la candidatura con mayor anticipación. Puestas así las cartas, Uribe buscó su candidatura como independiente, con los resultados ya conocidos, convirtiéndose en el primer disidente liberal en alcanzar la Presidencia de la República sin tener que regresar a las toldas del partido, y alzándose con el triunfo en primera vuelta, desde que la Constitución de 1991 instituyera el mecanismo de segunda vuelta.

Más que independientes, Álvaro Uribe y Nohemí Sanín constituyen, para Francisco Gutiérrez, un ejemplo de políticos “transicionales”,86 término utilizado por el autor para definir a los políticos que forjaron su trayectoria y experiencia política en los partidos tradicionales, pero que, de cara a las elecciones, se “reinventan” como independientes, lo que les permite adaptar su discurso a los distintos públicos y coyunturas y, así, conseguir votos en diversos segmentos del electorado, con excelentes resultados, en algunos casos.

1. Camilo Echandía, “Paz integral y diálogo útil”, en Documentos del Gobierno Nacional agosto 1994- agosto 1995, t. 1, Presidencia de la República (Bogotá: Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 1996).

2. La guerrilla reclamaba al gobierno de Pastrana por su “falta de voluntad” para desmontar el paramilitarismo.

3. Redacción Política, “2002: una agenda decisiva”, El Espectador, Bogotá, 6 de enero de 2002, 1b-2b.

4. Mediante Resolución Nº 85 del 14 de octubre de 1998, el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana declara iniciado el proceso de paz con las FARC, le reconoce carácter político a esa organización y establece una “zona de distensión” para adelantar conversaciones de paz, conformada por los municipios de Mesetas, La Uribe, La Macarena,Vista Hermosa y San Vicente del Caguán. Los cinco municipios conforman un territorio con una extensión de 42.000 km², mayor que El Salvador y equivalente al tamaño de Suiza. Colombia, Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Resolución 85 del 14 de octubre de 1998, por la cual se declara la iniciación de un proceso de paz, se reconoce el carácter político de una organización armada y se señala una zona de distensión, Fundación Ideas para la Paz, 1998, http://pdba.georgetown.edu/CLAS%20RESEARCH/Library%20and%20Documents/Peace%20Processes/1998-2002/1998%20Oct_Resolucion%2085.doc (Fecha de consulta: 19 de septiembre de 2011).

5. Redacción Editorial, “Los balances de la paz”, El Tiempo, Bogotá, 4 de enero de 2002, 1-14.

6. Unidad de Paz y Redacción Política, “El laberinto de la paz”, El Tiempo, Bogotá, 6 de enero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1370293 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

7. Unidad de Paz y Redacción Política, “El laberinto de la paz”.

8. Movimiento fundado por exmilitantes del partido Alianza Democrática M-19.

9. El caso de los tres irlandeses detenidos cuando salían de dicha zona y acusados de entrenar a las FARC en el uso de explosivos y en acciones militares de tipo urbano, fue ampliamente comentado en la prensa.

10. Daniel Pécaut, “Guerra, proceso de paz y polarización política”, en Violencias y estrategias colectivas en la región Andina. Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, eds. Gonzalo Sánchez y Eric Lair (Bogotá: Norma, 2004), 73-102.

11. Unidad de Paz, “Farc no quieren continuar”, El Tiempo, Bogotá, 10 de enero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1364491 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

12. Unidad de Paz, “Farc no quieren continuar”.

13. Unidad de Paz, “Gobierno y guerrilla: tres años hablando de paz pero preparándose para la guerra. Un proceso en eterna crisis”, El Espectador, Bogotá, 13 de enero de 2002, 3a.

14. Daniel Pécaut, “Guerra, proceso de paz…”, 89.

15. Eduardo Pizarro Leongómez, Las FARC (1949-1966): de la autodefensa a la combinación de todas las formas de lucha (Bogotá: Universidad Nacional Tercer Mundo Editores, 1991).

16. Daniel Pécaut, “Las Farc: fuentes de su longevidad y la conservación de su cohesión”, Revista Análisis Político, núm. 63 (2008): 22-50.

17. Daniel Pécaut, “Las Farc: fuentes de su longevidad…”, 22-50.

18. Se hace relación aquí al “Documento de La Uribe”, acuerdo de once puntos firmado entre la Comisión de Paz del gobierno de Belisario Betancur y las FARC, el 28 de marzo de 1984 en la población de La Uribe, Municipio de Mesetas, Departamento del Meta. Véase “Acuerdos de La Uribe”, Fundación Ideas para la Paz, http://goo.gl/yRtRHo (Fecha de consulta: 28 de junio de 2013).

19. Juan Guillermo Ferro y Graciela Uribe Ramón, El orden de la guerra: las FARC-EP, entre la organización y la política (Bogotá: Centro Editorial Javeriana (CEJA), 2002), 116.

20. Gerson Iván Arias O., “Una mirada atrás: procesos de paz y dispositivos de negociación del gobierno colombiano”, Fundación Ideas para la Paz, 2008, http://archive.ideaspaz.org/images/mirada_atras_web.pdf (Fecha de consulta: 12 de julio de 2011).

21. Gerson Iván Arias O., “Una mirada atrás:…”.

22. Como lo describe Gonzalo Sánchez, “Después de las primeras pero inconclusas negociaciones que se llevaron a cabo durante la administración del Presidente Belisario Betancur entre 1982-1986, se firmaron acuerdos de paz con diferentes grupos: en 1990 con el M-19; 1991 con el EPL (Ejército Popular de Liberación), PRT (Partido Revolucionario de los trabajadores) y Quintín Lame; y en 1994 con la CRS (Corriente de Renovación Socialista […]”. Gonzalo Sánchez, “Guerra prolongada y negociaciones inciertas en Colombia”, en Violencias y estrategias colectivas en la región Andina. Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, eds. Gonzalo Sánchez y Eric Lair (Bogotá: Norma, 2004), 55.

23. Edulfo Peña, “‘Mano firme no es guerra’. Entrevista a Álvaro Uribe”, El Espectador, Bogotá, 2 de febrero de 2002, 4a.

24. Norberto Bobbio, Teoría general de la política (Madrid: Trotta, 2003).

25. Héctor Osuna, “Lo bueno de lo malo”, El Espectador, Bogotá, 6 de enero de 2002, 14a.

26. Redacción Editorial, “El fenómeno Uribe Vélez”, El Tiempo, Bogotá, 31 de enero de 2002, 1-18.

27. Álvaro Uribe Vélez nació en el departamento de Antioquia en 1952; es abogado de la Universidad de Antioquia, primer centro de educación superior de este departamento. Sus cargos públicos más importantes, anteriores al de presidente, fueron: alcalde de la ciudad de Medellín (capital del Departamento de Antioquia) en 1982, concejal de esa misma ciudad, senador de la República por dos períodos y gobernador de Antioquia (1995-1997). Fue reelegido como presidente para el período 2006-2010 por el movimiento Primero Colombia. Sin embargo, su carrera política, como concejal, alcalde y senador, la realizó con el Partido Liberal Colombiano, “Sector Democrático”. En las últimas elecciones parlamentarias fue elegido senador de la república por el Partido Centro Democrático.

28. La Constitución Política de Colombia de 1991, artículo 108, establece: “El Consejo Nacional Electoral reconocerá personería jurídica a los partidos y movimientos políticos que se organicen para participar en la vida democrática del país, cuando comprueben su existencia con no menos de cincuenta mil firmas, o cuando en la elección anterior hayan obtenido por lo menos la misma cifra de votos o alcanzado representación en el Congreso de la República […]”. Constitución Política República de Colombia (Medellín: Universidad de Antioquia, 1991), 37.

29. Para el momento de las elecciones, Ingrid Betancourt se encontraba secuestrada en poder de las FARC.

30. Alberto E. Cienfuegos R., “Marketing político”, Revista Javeriana, vol. 138, núm. 683 (2002): 42.

31. Javier E. Héndez, “El efecto de las encuestas, desbandada en campañas”, El Espectador, Bogotá, 10 de febrero de 2002, 3a.

32. Ramiro Bejarano, “Del oportunismo al uribismo”, El Espectador, Bogotá, 10 de febrero de 2002, 11a.

33. Redacción Política, “Salto de Uribe en las encuestas”, El Espectador, Bogotá, 3 de febrero de 2002, 3a.

34. Nieto del expresidente y reputado dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo.

35. D’ Artagnan (Roberto Posada García-Peña), “Aspirante con estrella”, El Tiempo, Bogotá, 9 de enero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1365328 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

36. Redacción Editorial, “El fenómeno Uribe Vélez”, 1-18.

37. Rudolf Hommes, “Golpe de opinión”, El Tiempo, Bogotá, 1.º de febrero de 2002, 1-19.

38. “Senador estrella en 1990, el Senador de las ‘mejores iniciativas’ en 1992, por los medios de comunicación y los colegas del Senado y escogido en 1993, por los compañeros del Senado, como el mejor Senador. […]”. “Candidatos a la Presidencia: Quiénes son y qué proponen”, Revista Javeriana, vol. 138, núm. 683 (2002): 12-19.

39. Cuando era gobernador de Antioquia, el editorial del periódico El Tiempo lo escogió como el hombre del año, y en ocasión de este reconocimiento el diario no ahorró elogios para el gobernador: “No dudamos en señalar a AU como el dignatario de mayor importancia en la actual nómina de gobernadores, y tampoco en fijarle una meta que íntimamente pensamos que él sin duda conoce, como es la presidencia de la República, en el momento en que crea llegado su instante de gloria nacional”. María Izquierdo, Álvaro UribeVélez. El hombre, el presidente (Bogotá: R & P Editores, 2004), 93.

40. En noviembre de 2001, según encuesta del Centro Nacional de Consultoría, Horacio Serpa aparecía con el 37% de intención de voto, Noemí Sanín Posada con el 25% y Álvaro Uribe Vélez con el 22%. En enero de 2002, Serpa aparece con el 31% de intención de voto, Sanín con el 17% y Uribe con el 40%. En la encuesta de febrero, ya Uribe alcanza el 53% de intención de voto, el 1.º de abril el 51%, y el 26 de mayo de 2002 es elegido presidente en primera vuelta con el 53% de los votos. Adriana Delgado Gutiérrez, “Encuesta Centro Nacional de Consultoría (2002), Encuestas y ambiente de opinión”, Revista Javeriana, vol. 138, núm. 683 (2002): 51.

41. Gerson Iván Arias O., “Una mirada atrás:…”.

42. Se refería el columnista Ramiro Bejarano al impacto de las encuestas sobre las percepciones del electorado. Bejarano parodiaba la frase del sacerdote Camilo Torres, “el que escruta elige”. Ramiro Bejarano, “El retiro de Serpa”, El Espectador, Bogotá, 17 de febrero de 2002, 13a.

43. Daniel Pécaut, “Guerra, proceso de paz…”, 75.

44. Rudolf Hommes, “Detrás de los acontecimientos”, El Tiempo, Bogotá, 26 de febrero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1311835 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

45. Rudolf Hommes, “Detrás de…”.

46. Rudolf Hommes, “Detrás de…”.

47. Redacción Editorial, “El fenómeno Uribe Vélez”, El Tiempo, Bogotá, 31 de enero de 2002, 1-18.

48. Luis Noé Ochoa, “Por qué se trepó Uribe Vélez”, El Tiempo, Bogotá, 2 de febrero de 2002, 1-12.

49. Excomandante guerrillero del ELN, desmovilizado e incorporado a la vida civil.

50. León Valencia, “Guerra total o nuevo proceso de paz”, El Tiempo, Bogotá, 22 de febrero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1377222 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

51. León Valencia, “Guerra total…”.

52. León Valencia, “Guerra total…”.

53. Eduardo Posada Carbó, “Elecciones con opción”, El Tiempo, Bogotá, 17 de mayo de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1329225 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

54. Malcolm Deas, “Mirándolos a la cara”, El Tiempo, Bogotá, 6 de febrero de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1329700 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

55. Alfredo Rangel, “¿Por qué Uribe?”, El Tiempo, Bogotá, 24 de mayo de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1319237 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2012).

56. Fernando Garavito, “La razón de la guerra”, El Espectador, Bogotá, 6 de enero de 2002, 13a.

57. Fernando Garavito, “La razón de la guerra”, 13a.

58. Alfredo Molano, “Alerta naranja”, El Espectador, Bogotá, 3 de febrero de 2002, 13a.

59. Alfredo Molano, “Alerta naranja”, 13a.

60. Plinio Apuleyo Mendoza, “Nuevos vientos”, El Espectador, Bogotá, 10 de febrero de 2002, 11a.

61. Alfredo Molano, “La apelación al miedo”, El Espectador, Bogotá, 10 de febrero de 2002, 10a.

62. Fernando Garavito, “Cuando era moscorrofio”, El Espectador, Bogotá, 17 de febrero de 2002, 12a.

63. Se hace referencia aquí a un episodio del año 1996: los esposos Mauss, el espía alemán y su esposa italiana, fueron detenidos en el aeropuerto internacional José María Córdoba (que sirve a la ciudad de Medellín) cuando intentaban salir del país con una ciudadana alemana que había sido secuestrada por el ELN; al parecer habían sido mediadores en su liberación. El escándalo dejó al descubierto las negociaciones encubiertas de varias multinacionales con la guerrilla, a quienes pagaban importantes sumas de dinero a cambio de continuar con sus negocios (de exploración petrolera en algunos casos). El entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, denunció los nexos de los Mauss con la guerrilla y “desmintió” que la pareja adelantara en Colombia acciones “humanitarias” y de paz. Dos años después, la pareja fue liberada. Véase Alirio Bustos, “Así cayó el agente Werner Mauss”, El Tiempo, Bogotá, 24 de noviembre de 1996, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-599306 (Fecha de consulta: 10 de diciembre de 2010).

64. Edulfo Peña y Pablo Molano, “La puja es por la primera vuelta”, El Espectador, Bogotá, 7 de abril de 2002, 4a.

65. Jorge Humberto Botero, “¿Candidato paramilitar?”, El Espectador, Bogotá, 24 de marzo de 2002, 18a.

66. Armando Benedetti, “Uribe y lo paramilitar”, El Tiempo, Bogotá, 1.º de abril de 2002, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1326483 (Fecha de consulta: 4 de mayo de 2011).

67. Armando Benedetti, “Uribe y lo paramilitar”.

68. Ernesto Yamhure, “Una paz integral”, El Espectador, Bogotá, 20 de enero de 2002, 15a.

69. Laura M. Zapata, “‘No creemos en las encuestas’. Entrevista a Raúl Reyes”, El Espectador, 17 de febrero de 2002, 3a.

70. Daniel Pécaut, “Guerra, proceso de paz…”, 73-102.

71. Lucrecia Escudero Chauvel, “Espacio público y espacio de los medios: la agenda y las elecciones mexicanas”, Cuadernos de información y comunicación, vol. 13 (2008).

72. Rudolf Hommes, “Golpe de opinión”, 1-19.

73. María Izquierdo, Álvaro Uribe Vélez…, 105.

74. Bernard Manin, Los principios del gobierno representativo (Madrid: Alianza, 1998), 272.

75. Álvaro Uribe Vélez, Del escritorio de Uribe (Medellín: Instituto de Estudios Liberales de Antioquia (IELA), 2002), 56.

76. Álvaro Uribe Vélez, Del escritorio de Uribe, 56.

77. La Ley 130 de 1994, Artículo 24, define como propaganda electoral “la que realicen los partidos, los movimientos políticos y los candidatos a cargos de elección popular y las personas que los apoyen, con fin de obtener apoyo electoral. Esta clase de propaganda electoral únicamente podrá realizarse durante los tres (3) meses anteriores a la fecha de las elecciones”. Véase Colombia, Congreso de la República, Ley 130 de 1994, por la cual se dicta el Estatuto Básico de los partidos y movimientos políticos, se dictan normas sobre su financiación y la de las campañas electorales y se dictan otras disposiciones, http://pdba.georgetown.edu/Parties/Colombia/Leyes/Ley130.pdf (Fecha de consulta: 23 de abril de 2012). No obstante, es común en Colombia que las campañas inicien mucho antes de lo estipulado por la ley, más aún tratándose de las campañas para la Presidencia de la República, que captan mayor atención por parte del electorado y de los medios de comunicación. El candidato Uribe Vélez inició su campaña por la Presidencia de la República con más de dos años de anticipación.

78. Álvaro Uribe Vélez, Del escritorio de Uribe, 83.

79. Redacción Editorial, “El remezón de las encuestas”, El Espectador, Bogotá, 3 de febrero de 2002, 13a.

80. Véanse Sergio Fabbrini, El ascenso del príncipe democrático: quién gobierna y cómo se gobiernan las democracias (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009), y Bernard Manin, Los principios del gobierno…

81. Un estudio sobre comportamiento electoral y perfil de votantes se orientaría en la misma dirección interpretativa: la percepción del liderazgo de Uribe y el enfoque de su propuesta para resolver el conflicto habrían sido más decisivas en su elección que la “derechización del país y la solución de mano dura del candidato en torno a la guerra”. Gary Hoskin, Rodolfo Masías y Marcela Galvis, “Modelos de decisión electoral y perfiles de votante en Colombia: elecciones presidenciales 2002”, Revista Análisis Político, núm. 55 (2005): 74.

82. La derrota de Horacio Serpa mostró el declive del Partido Liberal como partido históricamente mayoritario. Véase Francisco Gutiérrez, “¿Más Partidos?”, en La encrucijada: Colombia en el siglo XXI, ed. Francisco Leal Buitrago (Bogotá: Centro de Estudios Sociales Universidad de los Andes (CESO) Norma, 2006), 147-170.

83. Eduardo Pizarro Leongómez, “La atomización partidista en Colombia: el fenómeno de las micro-empresas electorales”, Kellogg Institute, Working Paper 292, enero de 2002, http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/292.pdf (Fecha de consulta: 10 de diciembre de 2012).

84. Francisco Gutiérrez, ¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia 1958-2002 (Bogotá: Norma, 2007), 30-31.

85. Daniel Pécaut, Midiendo fuerzas. Balance del primer año del gobierno de Álvaro Uribe (Bogotá: Planeta, 2003).

86. Francisco Gutiérrez, “¿Más Partidos?”, 147-170.

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