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LOS CINCO ELEMENTOS

Este concepto es uno de los pilares más importantes en los que se apoyan la filosofía y la medicina oriental. Podemos decir que es la metodología de carácter práctico que se uti­liza para observar, estudiar y clasificar todos los fenómenos naturales, incluidos el ser humano y su interrelación y de­pen­dencia universal, tanto en positivo —para saber preservar y alimentar la vida— como en negativo —para comprender las alteraciones y la interrupción del fluir de la naturaleza como las enfermedades—. En Oriente se estudió desde la más re­mota antigüedad la forma en que el ying y el yang se ordenan y producen todos los cambios en la naturaleza. Se considera que todos los fenómenos naturales existentes en el universo están producidos por ellos, pero para pasar de uno a otro re­corren siempre cinco fases de transformación tanto de la ener­gía como de la materia, ya que una produce la otra.

Estos cinco procesos del yin y el yang por los que pasa cualquier cosa existente son la clave para comprender y mo­dificar o regular las estructuras originales, ya sean de origen energético invisible o material visible. Esto se produce por­que siempre están fusionadas; sabemos que la energía crea la materia y una no puede existir sin la otra.

Nuestros antepasados observaron incansablemente un ciclo de carácter creativo que se repite sin cesar en la natura­leza y que es la más precisa evidencia de esta clasificación or­questada por las leyes naturales para ordenarse a sí mismas e interactuar unas con otras de forma matemática en sincro­nía perfecta.

Es una realidad muy precisa y a la vez un ejemplo prácti­co analizar el ciclo más importante de la energía yin y yang en su recorrido anual pasando milimétricamente por todos los pro­cesos de transformación. La energía nace con la prima­ve­ra, con la explosión de los primeros brotes, y su caracterís­ti­ca es subir. Así nace el elemento madera, que continúa su­biendo has­ta el límite. A partir de ese límite del ciclo, la energía cam­bia y empieza a expandirse en todas direcciones, y da paso al ve­rano o elemento fuego. En esa expansión lle­vada de nuevo al límite, se origina la primera fase del otoño, que se va contrayendo lentamente hacia el centro y así nace el oto­ño o ele­mento tierra. Tenemos dos niveles de contracción, como dos otoños; no es lo mismo a principios de septiembre que a finales de noviembre: al principio es suave la tempera­tu­ra y al final el otoño ya es extremo. La contracción máxima for­ma el elemento metal. Después de concentrarse la energía al máximo, empieza a dirigirse hacia adentro, al in­terior de la tie­rra, y produce un movimiento fluctuante de semiquietud paralizante. Esta es la característica del invier­no o elemento agua.

Los cinco elementos, como ya he dicho, conforman un sistema metódico de clasificación y orden, de dinamismo y movimiento, de nacimiento y muerte de la energía, que va avan­zando y evolucionando en un recorrido de doce meses, pasando por todos los estados posibles y dejándolos atrás sin detenerse en ninguno hasta llegar al punto cero de nue­vo y reiniciar. Este ciclo sin fin es el que también rige nues­tro organismo en su totalidad. Además de representar a la dinámica de la energía, también lo hace a los cinco órganos básicos y las cinco vísceras que los complementan, el control mutuo que ejercen entre sí; las cinco estructuras corporales y la relación que guardan con los cinco sabores de los alimen­tos; los cinco colores; los cinco canales básicos de la energía y su actividad fisiológica. Es la correcta gestión de la energía «Jing esencial ancestral», antes de la concepción, y «Jing esencial adquirido», posterior al nacimiento a través de la dieta y la respiración constantes. El recorrido de la sangre también sigue la misma dinámica que la energía y, con esta ruta, la san­gre va proporcionando también la nutrición de los tejidos.

Sería interminable explicar todo lo clasificable según esta dinámica energética de los cinco elementos. El proceso de de­sarrollo natural normal es de doce meses y cuatro estacio­nes más la estación intermedia denominada Dojo.

Me gustaría destacar solo un aspecto que nos conviene conocer a los que pretendemos ser gestores de nosotros mismos en todos los ámbitos, pero concretamente en nuestra salud. Hay que tener en cuenta que la ingestión despropor­cio­nada de alguno de los sabores es la que empieza pro­duciendo una alteración en el órgano afectado y a su víscera complementaria. Esto daña a su anterior órgano, con­si­de­ra­do la madre, y a su siguiente, su hijo, según la medicina oriental, y así sucesivamente se inicia un ciclo nega­tivo destructor de la energía. De este modo empiezan todas las alteraciones y, si no sabemos cómo devolverlas a la nor­malidad, este ci­clo que se inicia en negativo seguirá de forma permanente, volviéndose crónico y llegando a lesionar las es­tructuras correspondientes, con lo que aparecen las enfer­medades. También es importante saber que las lesiones de los órganos se observan en la piel y en el mapa facial, ya que guardan una estrecha relación con los sabores.

El flujo diario del Qi

Todos los días la energía Qi viaja por la red de canales de for­ma específica, creando un ciclo de 24 horas exactamen­te igual que un reloj. Se divide en el yin y el yang, dos ciclos de 12 ho­ras, que se corresponden con los 12 meridianos por donde circula la energía alternándose. Este ciclo, aplicando los cinco elementos, podemos clasificarlo en cinco partes más los intermedios, esquema que significa el viaje del yin y el yang por todo el organismo igual que el anterior, pero más corto. En un solo día podemos aprender a observar la dinámica de la energía recorriendo nuestro organismo: nace, crece, se expande al máximo, se va contrayendo lentamente hasta lle­gar al extremo y se recoge para entrar en reposo, gestarse y nacer de nuevo.

Cuando dominemos este ciclo, esto nos ayudará mucho a localizar la hora y el órgano al cual corresponde el problema que se nos está manifestando y que no sabemos resolver. Existe un reloj energético en la medicina oriental que nos será muy útil cuando aprendamos a observarlo. También existen las manifestaciones clínicas derivadas del desequilibrio de los cinco órganos y las cinco vísceras en unos momentos concre­tos del día o de la noche y que evidencian ese recorrido con sus excesos y carencias.


EL YIN Y EL YANG EN LA VIDA DIARIA

Todas las «cosas» que nos rodean y que forman parte de nues­tro organismo pueden clasificarse como el yin o el yang. Así, las personas en las que predomina el yin tienden a ser pasivas y relajadas, con más imaginación, y las esencialmente yang sue­len ser más activas, con más capacidad de contraerse y ma­yor vitalidad. En la sociedad actual la medicina lo denomina metabolismo pasivo o acelerado.

Como se puede comprobar en esta clasificación, las cua­lidades yin y yang se dan en todos los aspectos de la vida, in­cluidas las actitudes; las emociones; los pensamientos; las percepciones; los colores, los sabores o las propiedades ener­géticas, térmicas y trópicas, así como las formas y las texturas de los alimentos.


Las cualidades de los alimentos están en constante transformación, y a la hora de valorar si son más yang o yin o qué parte poseen de cada uno de ellos, hay que tener en cuenta su naturaleza, sabor, olor, color, textura, e incluso la estación, pues el universo es ambivalente en todos sus aspectos.

La medicina oriental macrobiótica propone un alto con­sumo de alimentos «vivos», de origen vegetal, porque solo ellos disponen de esa energía dual, yin y yang, que puede ali­mentar y nutrir nuestros canales de energía, casi siempre descompensados. Estos se hallan así porque la mayoría de ali­mentos que nos ofrece la industria actual carecen de la ca­pacidad de reparar nuestros circuitos, razón por la que nos sentimos faltos de energía y cansados pese a consumir ali­mentos que nos parecen sanos. Hay que aclarar que el con­cepto «vivos» en este contexto no significa crudos, sino que tengan energía vital que pueda alimentar nuestro Qi energético, que posean unas características bioelectromagnéti­cas y bioquímicas a la vez —de las que no cualquier alimento dispone—, y que pueda asimilarlas nuestro organismo, pues no es tarea fácil.

CARACTERÍSTICAS YIN O YANG DE LOS ALIMENTOS

Las propiedades energéticas reparadoras de la energía Qi de las que acabo de hablar en realidad solo se encuentran en ali­mentos que conservan y mantienen su potencial energético, como cereales, legumbres y algunas semillas. Al contrario de lo que piensa la mayoría, no todos los alimentos que come­mos se transforman en energía. Precisamente son muy pocos los que se reconvierten y de los que se puede extraer la energía ATP.

Sabemos que las vitaminas no aportan ningu­na energía al organismo, aunque son imprescindibles como enlaces in­termediarios de incalculables procesos y rutas me­tabólicas; las grasas actúan como reservas; las proteínas son las que re­paran todos los tejidos que se desgastan, y única­men­te los cereales y legumbres integrales aportan el tipo de carbohi­dra­tos de bajo índice glucémico que se convierten en gluco­sa y, con la intervención de la insulina, llegan a re­convertirse en ATP dentro de la célula, lo que constituye la base de los procesos bioenergéticos.


CUALIDAD YANG CUALIDAD YIN
Luz Calor Que sube Exceso Seco Duro Masculino Activo Creativo Rojo Naranja Amarillo Crece en invierno Contractivo Pequeño Pesado Animal Astringente Salado Amargo Sodio Oscuridad Frío Que desciende Deficiencia Húmedo Suave Femenino Pasivo Receptivo Morado Azul Verde Crece en verano Expansivo Grande Ligero Vegetal Que dilata Dulce Agrio Potasio


CARACTERÍSTICASDE LOS VEGETALESYANG CARACTERÍSTICASDE LOS VEGETALESYIN
Alto contenido en sodio Crece en climas fríos Crece despacio De tamaño pequeño De poca altura Pesado Seco Crece a ras de suelo Hojas pequeñas Alto contenido en potasio Crece en climas cálidos Crece deprisa De tamaño grande De buena altura Ligero Húmedo Crece hacia arriba Hojas grandes

Esa es la razón por la cual los carbohidratos no refinados, procedentes de cereales y otras familias de pseudo­ce­rea­les integrales y legumbres con bajos índices glucémicos y muy lenta asimilación, con fibras solubles e insolubles que actúan como probióticos-prebióticos alimentando a las bac­te­rias be­neficiosas, constituyen la base de la alimentación macro­biótica equilibrada y estándar.

A algunos de los cereales que utilizamos en la alimen­ta­ción macrobiótica deberíamos llamarlos pseudocereales, ya que no provienen de las familias de gramíneas clásicas. En realidad, hoy en día existen más de 1.300 especies y cerca de 3.500 variedades de gra­míneas y pseudocereales, aun­que a lo largo de estas pá­ginas des­cri­bi­remos con detalle los más comunes y benefi­ciosos para tu salud: arroz integral, trigo, cebada, maíz, mijo, trigo sa­rra­ce­no, avena, quínoa, cen­teno, teff, amaranto y hato mugi.

Para restablecer tu salud, el asesor dietético de alimenta­ción macrobiótica, si es conocedor y practicante del diagnóstico morfológico, organizará tu dieta según sus criterios yin y yang, tu constitución y tu condición; esto incluye tus emociones y tu estilo de vida.

Lo más recomendable, si quieres iniciarte en la filosofía oriental y la medicina macrobiótica para mejorar tu salud o para mantener el equilibrio, es dejarte asesorar y guiar en todo momento por un profesional titulado.

El yin y el yang en la vida moderna

Actualmente, la mayoría tenemos una condición muy yin de­bido a que la alimentación industrial abusa de los produc­tos «ácidos químicos». Además de la alimentación y la con­ta­mi­nación, existen otros factores que desequilibran nuestra energía vital:

• Exposición a la radiación. Por lluvia ácida, plantas nuclea­res y otras fuentes radioactivas. Este factor es extremada­mente yin y, por desgracia, nos afecta a todos.

• Metales tóxicos y químicos yin. Están en los alimentos, el aire y el agua, y nos afectan a todos, no importa dónde vivamos.

• Cambios en los alimentos. Cualquier modificación que su­fra un alimento dispersa su energía yang y lo vuelve más yin. Por eso, los cultivos híbridos, los alimentos transgéni­cos, los métodos de agricultura industrial, el uso de fer­ti­lizantes fosfatados y los cultivos que utilizan herbicidas y pesticidas son absolutamente perjudiciales para nuestra sa­lud y nuestro equilibrio energético. Por otra parte, los ali­men­tos refinados, como la harina y el azúcar blancos, tam­bién son extremadamente yin, ya que el proceso indus­trial al que son sometidos destruye por completo su equi­librio vital.

• Medicina alopática. La mayoría de los fármacos utilizados en la actualidad por la medicina alopática son yin, como los antibióti­cos, los antidepresivos, los antiinflama­torios y otras muchas cla­ses de medicamentos sintéticos, además de producir res­puesta tóxica en muchas personas que los consumen creyendo que les beneficiarán.

• Drogas recreativas. El alcohol, el tabaco, la marihuana y otras drogas como la cocaína o la heroína son extremada­mente yin.

• Radiación electromagnética. Es muy común, aunque mu­cho más potente en las grandes ciudades, que están llenas de antenas de telefonía móvil y de señales de radio y te­levisión. Los ordenadores, los televisores y todos los equipos inalámbricos producen campos electromagnéticos muy yin que agreden la salud al interactuar con las estruc­turas del organismo.

• Microondas. Calienta de dentro hacia afuera, al contrario que el calor natural, que va de fuera adentro, y provoca un proceso de ruptura celular que destruye toda la energía de los alimentos.

Los alimentos tienen aplicaciones terapéuticas

Aquellos que se consideran ácidos o que generan acidosis metabólica, que produce un desequilibrio por exceso de ácido base, y los químicos como aditivos, medicamentos y mu­chos otros son extremadamente yin.

Cuando una persona consume un exceso de alimentos yin, estos generan una serie de síntomas también de tipo yin y que debemos contrarrestar con alimentos que aportarán de forma específica sustancias y energías de tipo yang para pro­ducir un equilibrio en todos los campos: físico, mental, emo­cional, electromagnético, vibracional, térmico, etc.

Si, por el contrario, se trata de exceso de yang, como en el caso de un consumo abusivo de fritos, salados, embutidos industriales o café tostado negro —aunque la planta no lo sea—, para equi­li­brarnos utilizaremos alimentos más ex­pan­sivos de tipo yin.


PERSONA YANG PERSONA YIN
Alto contenido en sodio Crece en climas fríos Crece despacio De tamaño pequeño De poca altura Pesado Seco Crece a ras de suelo Hojas pequeñas Alto contenido en potasio Crece en climas cálidos Crece deprisa De tamaño grande De buena altura Ligero Húmedo Crece hacia arriba Hojas grandes

Esta situación en teoría parece muy sencilla, pero en la prác­tica no lo es tanto porque ningún alimento es solo yang o yin, sino que todos tienen las dos energías a la vez y en di­ferentes proporciones. Además, actúan también en diferentes zonas del cuerpo; por esa razón, en la medida que vas ob­servando y estudiando esos procesos, se vuelve cada vez más difícil controlarlos.

La relación que hay entre el yin y el yang es muy diversa, partiendo de que existen los dos con simultaneidad y a la vez se «oponen», se repelen entre sí, tienen interdependencia el uno del otro y se utilizan mutuamente. Estos dos estados de energía y materia se consumen el uno al otro, existen y se sostienen mutuamente. Así, mientras uno «asciende», el otro «desciende», mientras uno «penetra», el otro «sale».

El exceso de yin revela enfermedad yang y el exceso de yang revela enfermedad yin.

Es importante entender que hay una relación directa entre los alimentos y todos los niveles de nuestro complejo siste­ma o «cuerpos» que poseemos, ya que todos ellos existen, se nu­tren o alimentan y se mantienen constantemente de di­fe­ren­tes formas de energía. Pero no hay que olvidar que la energía que consume nuestro organismo solo proviene o la produ­cen únicamente los alimentos que comemos, el agua que be­be­mos y el aire que respiramos. Los alimentos que co­memos deberían producir gran parte de la energía que con­su­me o ne­cesita nuestro organismo, pero, si comemos ali­mentos que no tienen energía, entonces generamos un dé­ficit energético. Algunas veces lo compensamos aumentan­do la cantidad de oxígeno con el ejercicio o la actividad física que nos obliga a respirar más de lo habitual, pero, si paramos esa actividad, entonces aflora ese déficit y nos sentimos en baja forma.

Por su parte, el agua tiene la posibilidad, si es la adecuada, de aportar unos nutrientes absorbidos de la tierra en la justa medida y que también pueden crear un balance energético favorable. Para que el agua pudiera compensar las deficien­cias nutricionales solo hasta cierto punto tendría que haber sido preparada por la propia naturaleza con una cadena de minerales trazada de forma equilibrada. Un agua a la que aña­damos minerales o demás no puede cumplir esas funciones electromagnéticas de la energía; son campos diferentes que, aunque pueden unirse, tienen moléculas muy diferentes.

Cada pensamiento o emoción que experimentamos existe gracias a que consumimos unos alimentos que le dan vida y literalmente lo nutren, ya que, si no fuera así, no existirían. Las culturas orientales taoísta, hindú, japonesa, tibetana, china, coreana… proponen la meditación, el nirvana y la ilumi­na­ción, estados que se caracterizan por la ausencia de pen­sa­mien­tos y emociones. Sabemos por las enseñanzas de Buda y otros maestros que estos estados se obtienen o se fundamen­tan en largos periodos de ayuno controlado. Si no se ali­men­tan, entonces no existen, pero sin alimentarnos no podemos sobrevivir mucho tiempo.

Como es lógico, cada alimento promueve un tipo carac­terístico de reacción que se traduce en una emoción, pensa­miento, actitud, movimiento, etc. Esto demuestra que sin alimentos no habría pensamientos ni emociones. Tampoco habría vida.

Son muchos los alimentos que generan reacciones negativas en nuestro cuerpo, aunque no lo sepamos, como las intolerancias a la lactosa, al gluten o a la fructosa, que in­fla­man las mucosas digestivas y bloquean el hígado o la vesícula, acidificando el intestino y la sangre. Como conse­cuencia de estas reacciones, se producen pensamientos y emociones ne­gativas, como la depresión, la violencia, la au­tocompasión…, y a la inversa, en positivo, como la alegría sin motivo aparen­te o la felicidad que experimentamos de forma permanente cuando llevamos una dieta equilibrada. Por ejemplo, el odio, la irritabilidad o la violencia se relacio­nan directamente con el hígado; la preocupación y las dudas influyen en el estado del estómago, el bazo y el páncreas; el miedo y la inseguridad conectan con los riñones y la ve­jiga; la ansiedad y el nervio­sismo se relacionan con el corazón, y la tristeza y melanco­lía, con los pulmones y los intestinos.

Cuando algunos de los órganos de nuestro cuerpo están afectados por alimentos «agresores», se producen deficien­cias y excesos en su funcionamiento. Por el contrario, si funcionan de manera positiva, producen reacciones armoniosas, como la alegría, la benevolencia, la creatividad, la atención, la concentración, el coraje, la acción, la comunica­ción, la imaginación…, y experimentamos la felicidad. El hígado se relaciona con la benevolencia y la amabilidad, el corazón con la alegría, y así sucesivamente.

399
477,84 ₽
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9788417307585
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