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Читать книгу: «El Ángel Dorado (El Ángel Roto 5)», страница 2

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3

A Jeremy le dio un vuelco el corazón. Sammy ya no era un niño pequeño. Sus mofletes regordetes ahora eran delgados. Tenía unas pecas sobre la nariz y estaba unos treinta centímetros más alto.

«Se parece muchísimo a su padre», pensó.

Sammy se frotó los ojos como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

—¡Eh, colega! Soy yo, Jeremy.

Mirándole más de cerca, Sammy le dio con el dedo en el bíceps. —Eres real. No eras un amigo imaginario.

—Claro que soy... ¿Qué estás haciendo? —preguntó cuando Sammy dio una vuelta a su alrededor y le dio una palmadita en los omóplatos. Se puso rígido al percatarse de lo que Sammy estaba haciendo.

«Está buscando mis alas. Lo recuerda».

—Lo sabía —susurró Sammy con voz ronca, mirándole nuevamente a la cara—. Sabía que eras real.

Sammy le cogió la mano y la apretó contra la suya, mirando ambas manos como si fueran a desaparecer en cualquier momento.

—Tan real como el chocolate. —Jeremy cogió una servilleta de la mesa y se la pasó a Sammy por las comisuras de la boca—. Ya veo que te sigue gustando el Sammywich.

El rostro de Sammy se relajó y soltó la mano a Jeremy.

Jeremy sintió pena al darse cuenta de lo que había hecho. No era necesario leer mentes para saber lo que Sammy estaba pensando. La expresión turbada de su rostro lo decía todo. Él era un recordatorio del doloroso pasado de Sammy.

«¡Maldita sea! ¿Por qué narices estoy aquí?» Lo único que hacía era traer dolor a las personas que le importaban. Era obvio que Leilani y Sammy habían pasado página. Debería haberles dejado en paz en lugar de recordarles el peor día de sus vidas.

—Lo siento, Sammy. No pretendía...

Se produjo un fuerte golpe seguido de un coro de risas. Alguien gritó el nombre de Leilani, seguido de un montón de insultos. La audiencia se empezó a reír más fuerte.

Los ojos de Jeremy volaron hacia el escenario. Candy estaba tumbada bocarriba agitando los brazos y las piernas. Detrás de ella estaba Leilani con la boca ligeramente abierta mientras le miraba a él y Sammy con sobresalto.

Las emociones inundaban su rostro. Conmoción, felicidad, dolor, y alguna que otra cosa más.

Esa mirada. Esos ojos.

Le empujaban hacia ella.

Quería abrirse camino entre toda esa gente, olvidarse de que era un arcángel y llevarse a Leilani y a Sammy de allí.

Esa mirada era de anhelo.

Anhelo por él.

«¡Detente!» Se hincó las uñas en la palma de la mano.

Era una chica joven e influenciable. Él representaba el pasado que había perdido. Ella deseaba ese pasado, no a él. Tenía que recordar que eran amigos. Lo mínimo que podía hacer era asegurarse de que se encontraba bien.

La saludó con la mano, sonriendo.

Leilani parpadeó y a continuación su rostro se arrugó al fruncir el ceño. Sus ojos se encendieron de tal forma que él se quedó sin aliento. Se agarró a la silla que tenía justo delante, sin ser apenas consciente de que el metal del asiento se estaba deformando por la presión de sus dedos.

Leilani salió del escenario, ignorando la mirada asesina de Candy y abriéndose paso dando un empujón a un señor mayor que llevaba una camisa hawaiana.

—Demos un aplauso a las jóvenes y hermosas señoritas —dijo el hombre—. Y por supuesto demos las gracias especialmente a la encantadora Candy Hu.

Candy pasó de mirar mal a Leilani a sonreír al público mientras salía del escenario.

Candy no era la única con mirada asesina.

—Oh-oh... Leilani está cabreada —dijo Sammy mientras ella iba directa hacia ellos—. Corre, Jeremy.

Si no fuera un arcángel, habría hecho caso al consejo de Sammy. Cuanto más cerca estaba, más miedo daba.

—Creo que ya es un poco tarde para eso, colega.

—¿Qué narices estás haciendo aquí, Chico dorado? ¿Ya te has aburrido de Los Ángeles?

Aloha a ti también —contestó él con la mejor de sus sonrisas.

Ella se detuvo. Sus ojos se vidriaron y se le suavizó el rostro. Era la misma expresión que mostraban la mayoría de las mujeres cuando revelaba todo su encanto.

—Estaba pasando unos días de vacaciones y se me ocurrió dejarme caer por aquí para ver cómo estabais Sammy y tú. Y parece que os va estupendamente. Así que, ¿ahora bailas?

Se produjo un incómodo silencio mientras ella le miraba de forma inexpresiva.

—¿Leilani? —Agitó una mano delante de su rostro.

¿Qué le ocurría? Nunca la había visto tan callada.

Su rostro se encendió, volviéndose cada vez más rojo. Comenzó a respirar agitadamente. Sus labios color rubí se movieron, pero no salió ni una sola palabra de ellos.

—Corre, ahora —susurró Sammy—. Está a punto de explotar.

—¿Estupendamente? ¿De verdad crees que estamos estupendamente? —espetó elevando la voz con cada palabra que decía—. Chaval, eres todo un personaje. Debería haberme dado cuenta antes. No puedo creer que me tragara todos tus cuentos. Amigos, ¿no? —Soltó una carcajada.

—¿Qué quieres decir con eso? Soy tu amigo.

—Claro, tú no lo sabes. ¿Cómo ibas a saberlo? No eres uno de nosotros. Vienes a la isla fingiendo ser un amigo. Hiciste que Sammy te quisiera. Le gustabas a mi familia. Y yo... —Se mordió el labio tembloroso.

—Leilani. —Extendió el brazo para tocar su mejilla.

Ella se alejó bruscamente de su mano mientras le fulminaba con la mirada. —Hiciste que todos te quisiéramos. Y entonces, de repente desapareces. Así de simple. —Chasqueó los dedos.

—Vino al hospital —apuntó Sammy.

—Ya hemos hablado de esto, Sammy. Estabas confundido —le dijo ella en voz baja, apartándole el pelo de su sudada frente.

—No estaba confundido. Díselo, Jeremy. Tú estuviste allí.

—Bueno...

—¿Ves lo que hiciste? —espetó—. Hiciste que un niño de cinco años tuviera alucinaciones contigo. Él tenía tantas ganas de que estuvieras allí ¡que se lo imaginó! —Entonces se giró hacia Sammy y calmadamente le dijo—: Estabas muy medicado. Él no estuvo allí.

Jeremy abrió la boca para decir que en realidad sí había estado allí. Que estuvo a su lado en todo momento. Pero no podía hacerlo sin contarles quien era realmente.

—Lo siento. No sabía nada sobre el accidente. Tuve que irme por una cuestión familiar —se excusó finalmente.

—Sí, lo que tú digas. Ahora mismo no puedo ni mirarte. Tengo que volver al trabajo. Sammy, te dije que me esperaras en la cocina.

—Yo puedo quedarme con él —dijo Jeremy—. Así podremos ponernos al día.

—¡Sí! —El rostro de Sammy se iluminó.

—No. No volveremos a caer en sus redes.

—Ay, vamos, Leilani. Por favor —suplicó Sammy.

—Seguro que tiene mejores cosas que hacer. ¿Tal vez en otra isla?

Leilani estaba muy molesta, y con toda la razón. Él sabía que tenía que irse de allí, pero no quería hacerlo; al menos no si ella estaba así. Estaba a punto de defenderse cuando alguien gritó y el sonido de los tambores empezó a sonar por los altavoces.

El público gritó y chifló cuando cinco hombres vestidos con unos pareos cortos que les llegaban a mitad de los muslos corrieron rápidamente entre el público.

Cuando subieron corriendo al escenario, uno que llevaba un tribal tatuado en la parte superior del brazo se colocó en el centro dando vueltas a un bastón de fuego. Se detuvo sosteniéndolo sobre su cabeza para a continuación llevárselo a la boca. Escupió un líquido y el fuego se expandió por encima de su cabeza. La audiencia rugía con deleite.

—No te vayas todavía, Jeremy. Tienes que ver la danza del fuego de Kai. Yo le he ayudado con sus movimientos —dijo Sammy, orgulloso.

«¿Ese es Kai?»

Miró sorprendido al hombre que giraba dos bastones de fuego. Era casi tan grande como él. Giraba los bastones tan rápido que parecía un gran círculo de fuego.

¿Ese era el chico a quien Leilani llamaba Chucky? Ya no era ningún niño. Era un hombre.

Los otros bailarines que estaban a su lado hicieron que las chicas del público gritaran todavía más. Parecían pequeños comparados con el cuerpo de Kai.

Se movían a la vez mientras el fuego daba vueltas sobre sus cabezas, alrededor de sus cuerpos, y bajo sus piernas.

—¿No es genial? —Los ojos de Sammy brillaron al contemplar a Kai.

Echó un vistazo a Leilani, que de repente estaba muy callada, y se le paró el corazón.

A ella también le brillaban los ojos.

Obligó a su corazón a latir de nuevo. Eso era lo que él quería. Así era como debía ser. No quería que estuvieran solos. Ahora tenían a Kai.

Debería estar feliz por ellos. De hecho, debería irse y dejarles vivir sus vidas.

Pero, ¿por qué no era capaz de hacer que sus pies se movieran?

¿Y por qué no podía apartar la vista de Leilani?

4

Naomi se encontraba sentada en uno de los grandes ventanales de la habitación con las piernas colgando hacia el exterior cuando una lágrima rodó por su mejilla.

«¿Por qué, Welita? ¿Por qué me has abandonado?»

Se produjo un leve repiqueteo en el suelo, y a continuación algo húmedo le dio unos empujoncitos en el codo.

—Hola, Bear —le saludó con voz ronca.

Mirase adónde mirase, siempre veía algo que le recordaba a Welita. Si veía una flor, lloraba porque recordaba lo mucho que le gustaba a Welita trabajar en su jardín. Tampoco podía cocinar porque todo lo que sabía hacer se lo había enseñado ella. Y apenas era capaz de mirar a la pequeña chihuahua sin venirse abajo.

Bear lloriqueó mientras le daba con la patita en el regazo a Naomi.

—Estoy bien, de verdad. —Cogió a Bear en brazos y la puso sobre su regazo. Bear estaba preocupada. Pobrecita. Había olvidado lo sensible que era la pequeña.

Bear inclinó hacia un lado su diminuta cabecita, mientras sus húmedos ojitos negros la miraban y parpadeaban.

—¿No me crees?

Bear ladró.

—No puedo esconderte nada, ¿verdad? —suspiró—. Welita se ha ido. ¿Puedes sentirlo?

Lloriqueó de nuevo y escondió la cabeza en el regazo de Naomi.

—¿Los animales lo saben?

—Sí, así es. —La voz de Lash se manifestó detrás de ella—. Bueno, al menos Bear lo sabe con toda seguridad. Lleva de bajón desde que regresamos. Ayer ni siquiera gruñó cuando Gabrielle la acarició.

Se secó las lágrimas rápidamente. No podía dejar que Lash la viera llorando otra vez. Estaba segura de que verla así le estaba destrozando.

—¿Gabrielle estuvo aquí? No la oí.

—Llevas un tiempo ausente. —Se sentó junto a ella y la rodeó con el brazo.

Cuando no estaba llorando, estaba deambulando como un zombi. Lash y Rachel se fueron turnando para asegurarse de que al menos comía algo.

—Sé que necesito pasar página. Pero es que me resulta muy difícil hacerlo. No quiero olvidarla.

Él le dio un beso en la parte superior de la cabeza. —Nunca la olvidaremos. Ella siempre estará con nosotros.

—Sé que tienes razón. Ojalá pudiera hacer que mi corazón también lo creyera.

—Puedes hacerlo. Sé que puedes. Welita querría que fueras feliz.

Él tenía razón. Ella aún podía escuchar a Welita diciendo: "Ay, mijita, la vida es muy valiosa. No descuides a aquellos que te aman".

Tenía que esforzarse un poco más.

—Bueno, ¿y qué quería Gabrielle?

—Ella solo, esto..., se vino a cerciorarse de que estabas bien.

Ella levantó la cabeza y miró sus dulces ojos color miel. Había algo que no le estaba contando.

—¿Y?

—¿Y qué? —Cogió un mechón de pelo que se le había soltado y se lo pilló detrás de la oreja.

—Lash, no hay secretos entre nosotros, ¿recuerdas?

—Lo sé. Lo sé. Es solo que...

—¿Qué?

—Pues que quería contarme dónde se encontraba Jeremy y cómo le iba.

Se puso tensa. Por un lado, no quería oír hablar de Jeremy, pero por otro, sí.

Estaba muy confundida. Ella fue quien quiso que se fuera. Quiso que su rostro, el recordatorio de la muerte de Welita, saliera de su vida. De hecho, se sintió aliviada cuando vio su deseo cumplido; sin embargo, al rato, se lamentó por ello.

Lo cierto era que durante el último par de días su mente había entrado en conflicto porque se sentía bien al no tener que ver a Jeremy pero a al mismo tiempo deseaba que regresara para poder disculparse con él.

Todavía no podía creer lo que le había dicho. Se portó fatal con él. No tenía ningún derecho a acusarlo de arrebatarle la vida a Welita. Y lo peor de todo era que le había apartado de su familia.

—¿Y qué te contó?

—Que está en Kauai. Que está bien. Supongo.

—¿Lo va a traer de vuelta?

—Dijo que tiene que regresar por cuenta propia.

Él torció el gesto. Estaba luchando contra la angustia que sentía en su interior. ¿Cómo podía ser tan egoísta? Había hecho que su hermano y mejor amigo se fuera, y apenas podía hablar del tema con ella.

—Lash, yo...

Un fuerte zumbido seguido de un chillido la interrumpió.

—¡No tan rápido, Uri! —gritó Rachel—. Podrían no estar preparados para recibir invitados. ¡Oh! Estáis ahí.

Rachel y Uri movieron las alas mientras descendían y aterrizaban justo delante de ellos.

—¿Cómo te encuentras hoy? —Rachel le sonrió con dulzura.

—Mejor.

—Bien.

—Lash, hay algo que...

Rachel cogió la mano de Uri, haciendo que este se detuviera a mitad de la frase.

—Aún no —le susurró enérgicamente.

—Pero yo pensaba...

—Después.

Se miraron el uno al otro incómodamente.

Naomi miró a Rachel y a Uri mientras el silencio inundaba el ambiente.

El rostro en forma de corazón de Rachel se frunció por la preocupación al mirar a Naomi.

«Algo va mal», pensó. Podía sentirlo.

—Tío, nos estás asustando. Dinos qué está ocurriendo —dijo Lash poniéndose en pie.

—No estoy seguro de cómo hacerlo. —Uri se frotó la nuca nerviosamente.

Rachel le dio una palmadita en el brazo y a continuación se dirigió hacia Naomi, aterrizando suavemente a su lado. —¿Sabes? Me encantaría tomar una taza de té.

—A ti no te gusta el té —dijo Naomi mientras Rachel se levantaba del suelo. Debían de ser muy malas noticias. Rachel estaba prácticamente arrastrándola hasta la cocina.

—Oh, ya, pero me gusta la forma en la que tú lo haces con canela y...

—Rachel...

—Vale, de acuerdo. Lo siento. —Rachel le soltó el brazo—. Cuéntaselo, Uri.

—Necesitamos que Jeremy vuelva.

Lash miró nervioso a Naomi antes de volver a girarse hacia Uri.

—Estamos trabajando en ello.

—Necesita regresar. Ahora. —Uri sonó desesperado.

Naomi pestañeó, sorprendida. Lash parecía estar tan impresionado como ella. Uri siempre parecía estar muy tranquilo.

—¡Van a llevar a Jeremy a juicio! —soltó Rachel sin pensar.

—¿A juicio? ¿Por qué? —No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Y qué si Jeremy no regresaba? ¿Acaso eso empeoraría las cosas para él?

—Por desobedecer sus órdenes, ¿no es así? —Dijo Lash, negando con la cabeza—. No te preocupes. No es nada. Yo he sido enjuiciado cientos de veces. Maldita sea, Uri, tú me llevaste allí.

—No lo entiendes —dijo Rachel con voz suave.

—¿Tú me has visto? —Lash se echó a reír—. Hablo desde la experiencia. Jeremy estará bien. Esta es su primera vez, así que serán benevolentes con él. En serio, chicos, tenéis que relajaros.

—Me temo que estás equivocado, amigo mío —dijo Uri con voz grave y seria—. Esta vez es diferente porque se trata de Jeremy.

Uri hizo una pausa, tomando aire temblorosamente. Sus amables ojos azules sostuvieron la mirada a Naomi durante un momento. No la estaba juzgando, pero ella no pudo evitar que la culpabilidad se la comiera por dentro.

—Los arcángeles tenemos un código superior para cumplir con las expectativas de los demás —dijo Uri—. Nuestro papel nos convierte en un modelo de referencia para los demás. Jeremy no solo ha desobedecido a su superior, sino que además lo ha hecho delante de sus subordinados.

«¡Dios mío! ¿Qué he hecho?» La vergüenza inundó a Naomi. Si Welita pudiera verla en este momento estaría muy avergonzada. Esta no era forma de tratar a la familia.

Rachel le apretó la mano. Incluso sin necesidad de decir ni una palabra, Rachel sabía lo que estaba pensando.

—Entonces le traeremos de vuelta. Está tirado —dijo Lash—. Si pide disculpas, no tendrá que ser juzgado. Estoy seguro de que Raphael puede convencer a Michael para que sea indulgente.

—Él ya ha se ha reunido con Michael —dijo Rachel.

Lash se detuvo. —¿Y?

Uri sacudió la cabeza con tristeza.

—¡Venga ya! Es una broma, ¿verdad? Vamos, Uri. ¡Tienes que estar tomándome el pelo! —El rostro de Lash tornó a un tono escarlata.

—Ojalá, amigo mío. Yo también le he suplicado a Michael. No deja que nadie le persuada. Los arcángeles se sentarán a juzgar las malas acciones de Jeremy.

Naomi sollozó cuando Lash dio un golpe con la mano contra la pared, soltando una serie de maldiciones. Tenía que hacer algo para arreglar todo esto.

—Entiendo tu ira. Yo también la siento. Convencí a Michael para que me enviara a buscar a Jeremy y accedió a que tú me acompañases.

—¡Yo voy con vosotros! —gritó Naomi. Ella fue la razón por la que él se había ido. Sabía que podía convencerle para que regresara.

—No puedes —dijo Uri—. Michael especificó que tú tenías prohibido formar parte de esto.

Naomi miró a Rachel, a quien le caían las lágrimas por las mejillas.

—¿Pensabas que podías distraerme con el té? —sollozó Naomi junto a ella.

—No sabía qué otra cosa hacer. Lo siento.

—Shhh... Naomi. —Lash la atrajo hasta sus brazos—. Uri y yo lo haremos. Traeremos a Jeremy de vuelta y encontraremos una manera de defender su caso. Él es el mejor arcángel que tienen. Todos le quieren aquí. Todo saldrá bien. Ya lo verás.

5

Jeremy había vuelto.

Leilani no quería pensar sobre el regreso de Jeremy a la isla. Estaba cansada y sudada.

Lanzó a un lado la sábana húmeda y salió de la cama. Hacía un calor infernal en la casa. No podía dormir y cada vez que cerraba los ojos lo único que podía ver era a Jeremy.

Atravesó lentamente la cocina hasta llegar a la puerta trasera. La abrió y se apoyó contra el marco mirando al jardín. Una suave brisa le golpeó su sudoroso rostro.

«¿Por qué has tenido que volver?»

¿Y por qué no podía sacárselo de la cabeza?

Tenía cosas más importantes en las que pensar, como la forma de hacer que el aire acondicionado funcionara. Tenía que trabajar un turno extra el fin de semana para conseguir el dinero suficiente para arreglarlo. O tal vez Kai podría hacer magia con sus manos y arreglarlo otra vez.

«¿Por qué has tenido que regresar? ¿Y por qué tienes que ser tan guapo?»

Elevó la mirada a la luna, recordando sus sueños infantiles en los que Jeremy la abrazaba y la besaba. Eso era en lo único que pensaba desde el mismo día en que lo conoció.

¿Por qué no era el pijo gilipollas que pensaba que era cuando le conoció? La vida habría sido mucho más fácil. Pero no, la vida quería torturarla haciendo que Jeremy fuera tan hermoso por dentro como lo era por fuera.

Era amable, dulce y considerado. Todo lo que había hecho, desde intentar animarla cuando Candy le robó el trabajo hasta ser amigo de Sammy, le había hecho enamorarse de él... hasta las trancas.

Y no había cambiado. Todavía era guapo e increíblemente fuerte. Y esos ojos. ¡Dios mío, esos ojos! Le hablaban y la intoxicaban hasta el punto de llegar a perderse en aquellos océanos azules.

Suspiró y cerró los ojos. Esos labios. Oh, cómo recordaba esos sueños en los que los sentía contra los suyos. Suaves, firmes, sensuales. El corazón le dio un vuelco por el anhelo.

«¡Grrr!» Se golpeó la cabeza contra el marco de la puerta una y otra vez.

«¡Olvídalo! ¡Olvídalo! ¡Olvídate de él ya!»

«¡Para ya!»

Ya no era ninguna niña. No tenía tiempo para tonterías de niñata.

Abrió rápidamente los ojos al escuchar a alguien lloriqueando.

Sammy estaba volviendo a tener sus típicas pesadillas.

Era culpa de Jeremy, por hacerle recordar cosas. Sabía que Sammy estaba soñando con aquel día. Era el mismo sonido que llevaba haciendo cada noche durante un año desde que sus padres murieron. Y no era ninguna coincidencia que las pesadillas empezaran de nuevo en el mismo momento en que Jeremy apareció.

No estaba muy segura de lo que ocurrió cuando perdió el conocimiento, y no podía creer todo lo que Sammy le había contado. Sammy había convertido a Jeremy en un superhéroe que atravesaba el fuego y arrancaba puertas de coches. Fue de lo único de lo que habló durante días. Cuando los niños del colegio empezaron a burlarse de él y de su amigo, el superhéroe imaginario, la llevó a rastras por todas las playas de la isla intentando encontrar a Jeremy para poder probar que lo que contaba era verdad. Después de unas semanas, por fin consiguió entenderlo. Su supuesto amigo se había ido. Dejó de hablar sobre Jeremy y entonces comenzaron los sollozos nocturnos.

«¡Maldito seas, Jeremy!».

Estuviera bueno o no, estaba pillada por él. De acuerdo, no le daría más vueltas a la cabeza pensando en ese idiota. Lo que tenía que hacer era centrarse en Kai.

Kai se había encargado de ellos desde el momento en que averiguó que sus padres habían muerto. A ella le gustaba. Con el tiempo quizás podría llegar a enamorarse de él. Después de todo, él estaba ahí. Cuidó de Sammy cuando ella o la tía Anela no podían hacerlo.

Así que, ¿y qué si con un beso no había conseguido que se le encogieran los dedos de los pies? Fue en el baile del instituto y esos besos no contaban.

Todavía recordaba lo guapo que estaba Kai esa noche con su cabello oscuro peinado hacia atrás y su nuez subiendo y bajando por los nervios mientras ambos estaban en el porche. Él se inclinó lentamente, no muy seguro de la reacción que ella tendría. Ella levantó ligeramente la cabeza, invitándole a besarla. Y entonces él le dio un dulce e intenso beso.

Ella puso las palmas de las manos sobre su pecho y esperó.

Y esperó.

Esperó a que la Tierra se moviera. Esperó a que las rodillas le temblaran o a que las mariposas le revolotearan en el estómago.

Nada. Era como si hubiera besado una piedra.

—¡Bonita luna! ¡Bonita luna!

Leilani se sobresaltó por las risitas agudas.

—Vaya, todavía estás despierta. No pretendía asustarte. Solo he venido a meter a Giggles en su jaula —dijo la tía Anela mientras se dirigía hacia la jaula que había junto a la puerta. Una cacatúa blanca se posó sobre sus hombros, moviendo la cabeza de arriba abajo con entusiasmo.

—¡Bonita luna! ¡Bonita luna!

—Sí, Giggles. Hay una luna preciosa esta noche.

—Yo me encargo de ella. —Leilani extendió el brazo para coger al pájaro.

Giggles aleteó y graznó y Leilani apartó la mano rápidamente.

Giggles se echó a reír.

—No tiene gracia, Giggles —le regañó la tía Anela.

Leilani puso los ojos en blanco. Estaba encantada con que la tía Anela se hubiera ido a vivir con ellos, pero ese pájaro la estaba volviendo loca. No era ningún secreto que Giggles la odiaba. Le declaró la guerra desde el primer momento.

La tía Anela le advirtió que Giggles era inteligente y le gustaba repetir todo lo que escuchaba. Y no bromeaba. Leilani tuvo que aprender por las malas.

Cuando ella y Sammy ayudaron a la tía Anela con la mudanza, se golpeó el codo con la encimera de la cocina. Soltó tal cantidad de tacos que si sus padres la hubiesen oído, la habrían castigado durante un mes. Giggles estaba en su jaula jugando con uno de sus juguetes, actuando como si no hubiese escuchado nada. No dijo ni una palabra, ni soltó ninguna risita hasta que la tía Anela entró en la cocina y entonces... ¡pum! Todas esas palabras malsonantes empezaron a salir del maldito pajarraco.

—¿Qué te ocurre? —La tía le dio a Giggles.

Leilani la miró, fijándose en sus arrugados ojos castaños que mostraban sabiduría. Su cabello era corto y oscuro con mechas grisáceas, y enmarcaba su rostro arrugado.

—Nada. Es que hace un poco de calor. —Se dio la vuelta y metió a Giggles en la jaula.

En realidad no estaba mintiendo. Hacía calor.

Unas manos suaves le tocaron el hombro, provocando que se girara. Leilani miró hacia abajo. No podía mirarla a la cara. La tía era como una especie de psíquica o algo así, porque podía leer mentes. A veces sabía lo que Leilani iba a decir incluso antes de decirlo.

Aunque la tía no era un familiar directo de ella y Sammy, ella era `ohana, que en hawaiano significa familia. La tía prácticamente había criado a su madre y luego a ella cuando era pequeña. La tía siempre había estado junto a su familia: cuando su padre se fue a Los Ángeles; cuando su madre se volvió a casar; cuando Sammy nació; y cuando sus padres murieron. Incluso vendió su propia casa para pagar las deudas de sus padres para que así ella y Sammy pudieran quedarse en la casa donde ambos se criaron. Leilani le debía todo.

—Algo ha ocurrido porque Sammy estaba hablando en sueños otra vez, llamando a alguien llamado Jeremy.

Se le formó un nudo en la garganta al escuchar su nombre. Quería olvidarse de él pero su tía se lo estaba poniendo aún más difícil.

Forzó una sonrisa y se dirigió hacia la nevera para sacar una jarra.

—¿Jeremy? Oh, eso... no es nada. Es solo un turista con el que Sammy solía quedar hace unos años.

—¿Eso es todo?

La habitación se quedó en silencio mientras llenaba un par de vasos con limonada. Cuando le dio uno de ellos a la tía, esta le cogió la mano.

—¿Estás segura de que eso es todo?

Leilani cogió su bebida. Debería haberle hablado a su tía sobre Jeremy. Tal vez ella podría decirle cómo dejar de soñar con un hombre que jamás podría tener.

«No puedo». Lo más probable es que su tía se acabara preocupando por todo su drama. Ella ya había hecho bastante por ellos.

—Sí —respondió, manteniendo el tono de voz como si nada ocurriese—. ¡Ah, por cierto! ¿Todavía piensas ayudarme con la nueva coreografía de hula?

Se bebió la limonada de un trago mientras su tía la examinaba.

—Todavía no estás lista para hablar. Está bien. Quizás mañana.

—Sí, claro. Mañana.

—¿Te vas a la cama?

—En un minuto. —Dio un beso en la mejilla a su tía antes de salir de la cocina.

Cuando escuchó la puerta cerrarse, volvió a mirar la luna llena. Tenía la esperanza de haber distraído a su tía con el nuevo baile de hula lo suficiente para que no se acordara de volver a preguntarle sobre el tema. Y, bueno, probablemente ya ni siquiera le importaría porque el Chico dorado estaba a punto de desaparecer de nuevo. Y esperaba que fuera pronto.

—¿Por qué tienes que ser tan jodidamente sexy? —susurró en la silenciosa noche.

Todo sería más fácil para ella si él se alejara de ellos. Sammy iba a ser un reto. Él quería ver a su viejo amigo.

—Oh, Jeremy —suspiró.

—¡Sexy Jeremy! —graznó Giggles.

—¡Madre mía! —Dio un golpe a la jaula mientras Giggles continuaba gritando esa frase.

—¡Shhh...! ¡Para ya!

—¡Sexy Jeremy! ¡Sexy Jeremy!

Leilani cogió un trapo y cubrió la jaula con él, pero la frasecita "sexy Jeremy" continuó sonando durante unos segundos hasta que finalmente se calló.

¿Dejaría de escuchar su nombre algún día? Leilani se sentó en el suelo. Plegó las piernas contra su pecho y dejó caer la cabeza entre las manos. Alguien la estaba torturando; los dioses o el destino, ¡además del maldito pájaro!

Giggles gritó: —Sexy Jeremy —por última vez, seguido de una risa aguda.

Leilani se rió por lo bajo con ella.

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Дата выхода на Литрес:
14 декабря 2019
Объем:
171 стр. 2 иллюстрации
ISBN:
9788893987943
Переводчик:
Правообладатель:
Tektime S.r.l.s.
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