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RICARDO ROZZI

Ecólogo y filósofo. Director del Programa de Conservación Biocultural Subantártica. Profesor titular, Universidad de Magallanes, Chile y University of North Texas, USA. Investigador asociado y presidente del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

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Magíster en Ciencias Biológicas y doctor en Biología Evolutiva, Universidad de Chile. Profesor asociado, Centro de Investigación GAIA-Antártica, Universidad de Magallanes, Chile.

SECCIÓN 1

SÍNTESIS

Capítulo 1 UNA VISIÓN INTEGRADA DE CONSERVACIÓN PARA LA PATAGONIA CHILENA

AN INTEGRATED CONSERVATION VISION FOR CHILEAN PATAGONIA

JUAN J. ARMESTO a b c • MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ-HARMS a b JUAN CARLOS CASTILLAa d • TARYN FUENTES-CASTILLO e

Resumen. Los grandes territorios y maritorios de la Patagonia chilena se destacan a nivel global por su alta proporción de áreas protegidas, cerca del 55% del área terrestre y, en términos legales, cerca de 41% de los espacios marinos, aunque parte del reconocimiento y gestión de estos últimos es aún incipiente. También son notables sus parajes remotos de islas y montañas, profusos en atractivos para la recreación y el turismo basado en la naturaleza, junto al alto endemismo de su biota. Los capítulos de este libro documentan los impactos más recientes de la influencia humana (e.g., cambio climático, introducción especies exóticas invasoras, crecimiento del turismo, expansión de la salmonicultura) sobre los ecosistemas patagónicos y resaltan la necesidad de proteger sus excepcionales valores para la conservación regional y mundial. Ante el creciente interés científico por la Patagonia chilena en las últimas décadas, este capítulo resume, a través de una síntesis de la literatura, el conocimiento de la biodiversidad, la conectividad y el estado de conservación de sus ambientes costeros, marinos, terrestres y de agua dulce. Sobre la base de los análisis por ecosistemas presentados en este libro, y la evidencia citada en este capítulo, identificamos la necesidad de mayor investigación en torno a la ocupación ancestral de los territorios y la relación ser humano-naturaleza en la Patagonia, la biodiversidad y características físicas de los ecosistemas dulceacuícolas, las interconexiones entre los ecosistemas terrestres y marinos y las relaciones de todos estos con el bienestar humano. Se identifican también oportunidades para avanzar en el manejo efectivo de las áreas protegidas, específicamente dirigidas a la prevención y mitigación de impactos antrópicos actuales y futuros. Es urgente levantar evidencia interdisciplinaria para fortalecer y perfeccionar la planificación del manejo y conservación de ecosistemas en la Patagonia chilena. Al final de este capítulo, proponemos recomendaciones transversales que surgen a partir del libro, con el fin de fomentar una visión regional integrada marino-terrestre-social y fortalecer la conservación en la región patagónica chilena.

Palabras claves. Patagonia, Chile, conservación integrada mar-tierra, sistemas socio-ecológicos.

Abstract. Chilean Patagonia is a globally outstanding land-sea-scape notable for the current extent of its protected areas which account for 55% of the terrestrial area, and 41% of coastal waters (in the latter at least in legal terms if not in management), the remoteness of many of its vast landscapes, some of which remain untransformed by humans, the value of its spectacular mountain and island settings for recreation and nature-based tourism, and its highly endemic biota. The chapters in this book document the recent impacts of human influences (e.g., climate change, introduction of invasive exotic species, increasing tourist visitation, the expansion of salmon farming) on Patagonian ecosystems and emphasize the importance of protecting their exceptional values for regional and global conservation. Scientific interest in Chilean Patagonia has increased greatly over the last decades. Through a review of the literature, in this chapter we discuss the state of knowledge of biodiversity and the conservation status of coastal, marine and freshwater environments in Chilean Patagonia. We identify important gaps in knowledge of the ancestral history of human occupation, the impact of present socioeconomic systems on Patagonian environments, the biodiversity and characterization of freshwater systems, and the interconnections of land-ocean-human systems. The review of the literature identifies opportunities to advance in the prevention and mitigation of current and future human impacts on protected areas and the need for interdisciplinary approaches to strengthen and improve the planning, implementation, and management of the current protected areas in Chilean Patagonia. Finally, we summarize specific recommendations based on the analysis of each ecosystem presented in the chapters of this book, and provide general recommendations based on this synthesis with the aim of fostering an integrated vision of land-ocean-human connections and strenthening conservation across the region.

Keywords. Patagonia, Chile, integrated marine-terrestrial conservation, socio-ecological systems.

1. INTRODUCCIÓN

1.1. Contexto

La Patagonia chilena se extiende por aproximadamente 1600 km a lo largo del margen suroccidental de Sudamérica, a partir del seno de Reloncaví hasta las islas Diego Ramírez (41°42’S 73°02’O; 56°29’S 68°44’O), ocupando un territorio continental intensamente fragmentado por la actividad glacial y por fenómenos tectónicos ocurridos durante el Pleistoceno (los últimos 1,5 millones de años). Es el mayor sistema de estuarios y fiordos del hemisferio sur y una de las mayores extensiones de zonas de contacto entre mar y tierra en el mundo. Su área total alcanza 452.204 km2, incluyendo el mar interior y paisaje terrestre. La zona de costa es escarpada, con pronunciados gradientes entre 0 y 3000 m de altura, con presencia de un mar interior de relativamente baja profundidad (entre 100 y 1000 m), separado del océano Pacífico por cadenas de islas (Pantoja et al., 2011). Es en el mar interior protegido y en los canales y fiordos donde se concentra una sorprendente biodiversidad marina, los principales flujos de materia y energía, y donde se han registrado los más altos valores de productividad en las costas de la región (González et al., 2010; Häussermann et al., 2021).

El extremo sur de Sudamérica es un territorio de grandes contrastes climáticos, desde condiciones híper-húmedas en el margen occidental hasta semiáridas en el margen oriental, que se destaca por la contigüidad espacial entre ambientes marinos, dulceacuícolas y terrestres en un sistema de golfos, fiordos y estuarios, y una cobertura de bosques y humedales con la mayor continuidad latitudinal de todo el hemisferio sur (41°-56° S). Es, sin duda, uno de los paisajes más excepcionales del mundo, con su singular belleza escénica (Guala et al., 2021) y diversidad de ecosistemas, donde se reconocen numerosos enclaves remotos, escasamente transformados por la actividad humana (Pickard, 1971; Pickard y Stanton 1980; Mittermeier et al., 2003; Martínez-Harms y Gajardo, 2008; Rozzi et al., 2012; Iriarte et al., 2014, Astorga et al., 2018).

La persistencia hasta hoy de estas áreas remotas, muchas de ellas aún no transformadas por el impacto humano, reviste especial interés científico porque son importantes reservorios de procesos ecológicos preindustriales y constituyen enclaves para amortiguar y contrarrestar los efectos del cambio global en el planeta (D’agata et al., 2016; Jones et al., 2018; Watson et al., 2018a, b). La integridad de funciones de los ecosistemas en la Patagonia chilena se ve fortalecida por la gran extensión terrestre dedicada a parques y reservas, que cubren un inusual 55% del territorio, equivalente a un 71% del total nacional de superficie protegida (Jones et al. 2018; Tacón et al., 2021). Por su parte, la conservación oficial de los sistemas marino-costeros patagónicos alcanza al 41%; considerando 11 parques y reservas marinas, áreas marinas costeras protegidas, y santuarios de la naturaleza, con 11.218 km2 (6% del maritorio patagónico) y la extensión marina-costera de 7 parques y reservas nacionales del Sistema de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE), con 63.703 km2 (35% del maritorio) (Tecklin et al., 2021). Lamentablemente, el reconocimiento de estas áreas marinas costeras del SNASPE por la institucionalidad pública y su gestión han sido muy variables.

Es notable la ausencia de protección y el limitado conocimiento de las características biológicas y físicas de los sistemas dulceacuícolas patagónicos, representados en Patagonia occidental austral por una diversidad de cuencas de lagos, entre los más transparentes y profundos del mundo, además de los ríos más caudalosos y torrentosos de la Patagonia y de Chile (Reid et al., 2021). Además, los extensos campos de hielo continentales (Fig. 1), los más extensos fuera de Antártica (Rivera et al., 2021), representan importantes reservas de agua a escala regional y global, cuyos flujos alimentan numerosos ríos y humedales. Los amplios humedales costeros dominados por el musgo Sphagnum cubren profundos estratos de suelos ricos en carbono orgánico, de alta relevancia para la regulación del clima (Mansilla et al., 2021). La región tiene una de las cubiertas de bosque más continuas (120.000 km2) y aun escasamente modificada (Grantham et al., 2020), que representa importante almacenamiento de carbono que contribuye a mitigar el cambio climático (Astorga et al., 2018). En esta síntesis se argumenta que para conocer y cautelar los excepcionales valores de estos vastos ecosistemas australes se requiere una nueva visión, conducente a la protección y gestión integrada de la interfaz marino-terrestre y los modos de vida de los habitantes.

1.2. Visión de conservación en Patagonia occidental austral

A lo largo de este libro se ha desarrollado una visión de conservación que considera de manera unificada el territorio de la Patagonia chilena (occidental austral), bajo condiciones climáticas templadas a frías, desde el seno de Reloncaví, ca., 41° S, hasta las islas Diego Ramírez, ca., 56° S. Aunque varios autores han subdividido sobre la base de diferencias topográficas, ecológicas e historia de ocupación humana, nuestra visión integrada se sustenta en procesos actuales e históricos que son transversales a toda la Patagonia chilena y que la identifican a escala regional y global. Algunos de los procesos físicos integradores de toda la región, en escala temporal de milenios, son los repetidos ciclos de avances glaciales que fragmentaron y modelaron el territorio (Rivera et al., 2021), creando un extenso sistema de islas, archipiélagos, canales y fiordos.

El proceso de poblamiento prehistórico y el establecimiento de diversas culturas de pueblos originarios de navegantes, cazadores, recolectores y pescadores también es un elemento común a toda la región (Aylwin et al., 2021) que es muy distinto al avance de la colonización extranjera (europea) y de colonos chilenos, desde el sur de Chile, en los siglos XIX y XX. Esta colonización tuvo efectos devastadores sobre los pueblos originarios y sus culturas en toda la extensión del territorio patagónico (Aylwin et al., 2021). Las tendencias históricas de migración de colonos a través de la región patagónica correspondieron a avances espontáneos o fomentados por el Estado, comúnmente originados desde Chiloé, conectando cultural y socialmente gran parte de la Patagonia chilena. Los impactos ambientales de este proceso de colonización fueron frecuentemente desoladores para los territorios patagónicos. Grandes áreas fueron arrasadas por incendios y por la expansión de plagas de conejos, liebres y otros animales exóticos, incluyendo el impacto generalizado del ganado doméstico y animales silvestres como el castor.

Con respecto al océano, existen procesos comunes a toda la región, como son la mezcla de agua dulce y salada en los numerosos estuarios de la zona, además de los aportes de agua de deshielo provenientes de los campos glaciales continentales, muchos actualmente en retroceso (Rivera et al., 2021). Estos procesos han generado condiciones especiales para la fauna del maritorio patagónico, que tolera amplios rangos de salinidad y nutrientes. Además, la zona de estudio está sujeta a la influencia directa de los vientos del oeste (westerlies), originados por la circulación atmosférica que predomina en estas latitudes y de corrientes marinas que derivan del sistema circum-antártico, que al enfrentar la Patagonia, entre ca., 41°-46°S, se bifurcan y dan origen a la corriente fría de Humboldt, con dirección ecuatorial en el margen continental Pacífico y a la corriente del cabo de Hornos, con dirección polar Antártica (para detalles de variaciones estacionales ver Strub et al., 2019). Estos sistemas de interacción océano-atmósfera mantienen la condición híper-húmeda del margen occidental de la región patagónica y su variación a escala de milenios ha influido en las características de los períodos glaciales e interglaciales, que afectaron el sur de Sudamérica durante el Pleistoceno. Este patrón climático generó, al mismo tiempo, la desecación del sector opuesto del continente, al oriente de la cordillera andina, que produjo la vegetación de estepa, bien representada en Argentina y en sectores limítrofes de Chile (Radic et al., 2021).

Más de la mitad del territorio continental de la Patagonia chilena está hoy incorporado a parques nacionales y reservas del Estado, en desmedro de lo que ocurre en muchas regiones más centrales del país (Armesto et al., 1998; Pliscoff y Fuentes-Castillo, 2011; Durán et al., 2013; Tacón et al., 2021). La Patagonia chilena incluye dos de las áreas protegidas terrestre-marinas más extensas del mundo, el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, con una superficie de ca., 39.000 km2 y la del Parque y Reserva Nacional Kawésqar de ca., 52.000 km2 (Tacón et al., 2021; Tecklin et al., 2021). La conservación efectiva de estos vastos ecosistemas patagónicos, definida como aquella donde las acciones y estrategias de conservación implementadas contribuyen a mejorar el estado de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, tiene relevancia global, porque son algunos de los sistemas mejor preservados desde el inicio de la era industrial. Sin embargo, la mayor parte de estos ecosistemas terrestres y marinos están hoy amenazados por procesos antropogénicos a gran escala, tales como el incremento del turismo, la expansión hacia latitudes australes de la industria de salmonicultura (Buschmann et al., 2021), la construcción de carreteras y otras infraestructuras y el avance de las especies exóticas invasoras. Para mitigar estas tendencias de cambio acelerado (Marquet et al., 2021) se requiere fortalecer los sistemas de gobernanza, gestión, manejo y fiscalización, en particular en lo que se refiere a las áreas protegidas ya establecidas (Tecklin et al., 2021).

Una red de áreas protegidas interconectadas y efectivas en la Patagonia chilena sería una estrategia de conservación propicia para reducir las pérdidas de biodiversidad, incrementar la resiliencia de los ecosistemas frente a procesos de industrialización y para atenuar y adaptarse a los efectos del cambio climático. Muchos forzantes del cambio global se originan más allá de los límites de las áreas de conservación. Así, por ejemplo, actividades antrópicas en los continentes tienen consecuencias relevantes para los ecosistemas marinos costeros (Glavovic et al., 2015). Además, las conexiones biogeoquímicas y ecológicas entre los sistemas terrestres y marinos sustentan numerosas cadenas tróficas, a través de flujos de energía y nutrientes (Álvarez-Romero et al., 2011). Los efectos de la intervención humana en el manejo y la extracción desproporcionada de recursos de los sistemas terrestres costeros se transmiten a través de las cuencas hidrográficas hasta el océano, afectando la biodiversidad marina (Stoms et al., 2005). Una limitante del actual sistema de áreas protegidas en la Patagonia chilena es que la extensa interfaz marino-terrestre, contigua a las áreas protegidas, no ha sido plenamente integrada en el diseño y gestión de la conservación. Tampoco ha existido una internalización para la conservación del estrecho vínculo de los ecosistemas terrestres y marinos con la sociedad, en el contexto del actual Antropoceno (Ellis, 2015). Por su configuración geográfica e historia, la conservación real de la Patagonia chilena requiere incorporar explícitamente las conexiones mar-tierra-sociedad en la gobernanza y la planificación. Esto es, sin duda, un gran desafío que exige coordinar esfuerzos de muchos actores con los compromisos ambientales de la región, el país y el mundo.

Las recomendaciones transversales propuestas al final de este capítulo tienen el propósito de implementar la siguiente visión de conservación integral patagónica: fortalecimiento del sistema de protección de ecosistemas y sus servicios ecosistémicos, integrando el mar y la tierra, e incorporando las expectativas de desarrollo de los habitantes locales y los derechos de los pueblos indígenas, con sustento en la mejor información científica y en los conocimientos tradicionales de las comunidades locales. Proponemos adoptar un enfoque que considere de manera explícita los flujos de energía y las conexiones ecológicas entre los sistemas marinos y terrestres para identificar y analizar las amenazas y diseñar acciones de mitigación.

Recomendamos aquí que la política general de conservación de los ecosistemas patagónicos esté centrada en el bienestar humano y la conservación de los modos de subsistencia de sus habitantes, en coherencia con el marco teórico propuesto por el Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES, 2018) y Díaz et al., 2018, que destacan las interdependencias entre los habitantes y los ecosistemas, así como la necesidad de conciliar la influencia y percepciones de una diversidad de sistemas de conocimiento y formas de habitar sobre los cambios del mundo natural. Este punto de vista es compartido con la propuesta socio-ecológica para la sustentabilidad de los océanos en la próxima década (2020-2030), que aspira a desarrollar nuevas formas de cooperación basadas en una ética multicultural (Barbier et al., 2018). Ambas visiones son consistentes con una aproximación inclusiva de la conservación que refuerza el vínculo entre la sociedad humana y los sistemas naturales.

2. ALCANCE Y OBJETIVOS

Esta síntesis se basa en la premisa de que una revisión sistemática de los estudios científicos, socio-ecológicos y antropológicos publicados, relevantes para la conservación integrada de la Patagonia chilena, puede contribuir a identificar y reforzar aspectos deficitarios de la gobernanza, planificación y gestión que hoy llevan a cabo las entidades gubernamentales, privadas y de la sociedad civil. El capítulo tiene los siguientes propósitos: i) revisar en base a lo discutido en este libro, y un análisis sistémico de la evidencia científica publicada sobre la región (Martínez-Harms, 2021), el estado del conocimiento sobre los ecosistemas patagónicos chilenos, incluyendo ambientes terrestres, marinos, dulceacuícolas, la criósfera y las conexiones de la interfaz mar-tierra; ii) identificar oportunidades y desafíos científicos, socio-ambientales y de cambios globales que enfrenta la Patagonia chilena; iii) sintetizar y resaltar las mayores recomendaciones transversales (teóricas y prácticas) que se desprenden de los capítulos del presente libro y de nuestra visión, tanto respecto a una conservación en acción, como en relación con las políticas públicas.

3. ÁREA DE ESTUDIO: PATAGONIA CHILENA Y SUS SINGULARIDADES

En términos geográficos, la Patagonia chilena con una superficie terrestre de 148.000 km2, un maritorio de 183.087 km2 y 100.627 km de borde costero, con más de 40.000 islas (Tecklin et al., 2021; Hucke-Gaete et al., 2021) es una región con identidad biofísica, política y cultural propia, que se extiende a lo largo de un territorio que presenta grandes distinciones climáticas, bióticas y étnicas que se han usado para definir una diversidad de subregiones, biomas, ecosistemas y ecorregiones terrestres y marinas.

Para esta síntesis, la región Patagónica chilena comprende la zona entre el seno de Reloncaví (41°42’S, 73°02’O) y las islas Diego Ramírez (56°29’S, 68°44’O), que se localizan aproximadamente 100 km al suroeste del cabo de Hornos y son el punto más austral del continente Sudamericano. La zona abarca archipiélagos cubiertos de bosques templados y subantárticos (Astorga et al., 2021; Rozzi et al., 2021), estepas secas en la zona oriental con sombra de lluvia (Radic et al., 2021), turberas y otros humedales (Mansilla et al., 2021), principalmente en la zona occidental de Patagonia, además de vegetación altoandina por sobre el límite arbóreo (Fig. 1). Se encuentran también grandes campos de hielo (Rivera et al., 2021) en el área continental y en Tierra del Fuego, que alcanzan hasta el borde oceánico.

3.1. Caracterización

Por su compleja geografía y topografía, la Patagonia chilena alberga diferentes ecosistemas y ecorregiones terrestres, marinas y de agua dulce, muy relevantes por ser zonas de alimentación, reproducción, desarrollo de parte del ciclo de vida y rutas migratorias de una gran diversidad de organismos (Hucke-Gaete et al., 2021; Häussermann et al., 2021; Reid et al., 2021). La zona centro-sur de la Patagonia chilena (47°-55°S) es refugio de un pool genético endémico de numerosas especies de animales y plantas, una gran reserva de agua dulce mundial (Reid et al., 2021) y una zona que contribuye a mitigar los cambios climáticos a escala global.

La Patagonia está tectónicamente acotada por tres placas oceánicas (Nazca, Sudamericana y Antártica) que se unen en la llamada falla de Linquiñe-Ofqui, frente a la Península de Taitao (47°S). Esta falla se extiende por más de 1000 km a lo largo de Los Andes, generando numerosos volcanes. En el extremo austral de América, el movimiento de la placa Antártica determina que la Cordillera de Darwin, adquiera una orientación E-O (i.e., canal Beagle), donde la mitad occidental (de mayor altura), presenta grandes sistemas de glaciares (Rivera et al., 2021) y la oriental (de menor altura), sistemas boscosos, matorrales, estepas y turberas (Radic et al., 2021; Mansilla et al., 2021). Esta heterogeneidad de ambientes alberga una notable biodiversidad de organismos terrestres y acuáticos, como lo documentan los capítulos de este libro (Hucke-Gaete et al., 2021, Häussermann et al., 2021, Astorga et al., 2021, Rozzi et al., 2021; Reid et al., 2021).

El extremo sur de Sudamérica, donde el continente se estrecha con la latitud, es la masa terrestre libre de hielo con mayor proyección en el océano austral, abarcando 22° más al sur del extremo sur de África; 14° más al sur de Tasmania y 9-10° más al sur del extremo sur de Nueva Zelandia. Se trata de un singular y formidable obstáculo natural a los sistemas de vientos de la deriva del oeste y a la Corriente Circumpolar Antártica, que se desplazan de oeste a este, afectando los sistemas oceanográficos, circulación de los vientos y el clima. Además, extiende los ecosistemas terrestres sudamericanos a latitudes sin equivalente en otros continentes del hemisferio sur (Rozzi et al., 2012).

El margen continental de la Patagonia chilena ha sido fragmentado y modelado durante milenios por avances y retrocesos de glaciares (Rivera et al., 2021). Los paisajes terrestres y marinos son producto, por un lado, del hundimiento del valle central de Chile a la altura del seno de Reloncaví (Puerto Montt) y, por otro, de las poderosas fuerzas erosivas de los glaciares, que cubrieron la zona durante todo el Pleistoceno, hasta ca., 15.000 años atrás (Villagrán, 2018). Estos efectos han producido un margen costero irregular y resquebrajado con numerosos canales, estrechos, fiordos, senos, estuarios e islas que se extiende entre los 41° y 56° S.

La cordillera andina divide la Patagonia entre la vertiente oriental, con extensas planicies, relativamente secas y la vertiente occidental, mucho más angosta, con pendientes pronunciadas, estuarios y humedales costeros. Las pendientes se elevan hasta los 4000 m de altura en el monte San Valentín, a 3600 m en el cerro Murallón y 3400 m en el monte Fitz Roy, donde se encuentran grandes campos de hielos permanentes, entre Aysén y Puerto Natales y en la cordillera de Darwin, con proyecciones que desembocan en lagos o directamente en fiordos patagónicos. Los principales ríos tienen un régimen nivo-pluvial torrentoso y hoyas hidrográficas cortas, con grandes caudales (Dirección General de Aguas, DGA, 2009; León, 2005; Calvete y Sobarzo, 2009; Reid et al., 2021).

Debido al efecto barrera de Los Andes y la elevación de las cordilleras patagónicas, la Patagonia chilena en su margen occidental concentra una pluviosidad >6000 mm al año (Mansilla et al., 2021, Marquet et al., 2021). Las dinámicas de circulación de los fiordos están influidas por ríos y las escorrentías de aguas dulces. La circulación horizontal de aguas superficiales (<30 m, con baja salinidad) ocurre desde el interior de los fiordos hacia la boca de los golfos y el océano costero, mientras las masas de agua subsuperficiales saladas ingresan por las bocas de los golfos, debido a los fuertes vientos del oeste y amplias mareas, produciendo procesos de mezcla (Pickard, 1971; Pickard y Staton, 1980; Sobarzo, 2009). Sin embargo, el conocimiento de los procesos oceanográficos en la Patagonia chilena es aún incipiente (Iriarte et al., 2014; González et al., 2011). Pickard y Staton (1980) caracterizan oceanográficamente la existencia de 3 zonas en el maritorio patagónico chileno (latitudes aproximadas): i) Patagonia norte, 41°-47°S; ii) Patagonia central, 47°-53°30’S; iii) Patagonia sur, 53°30’- 56°S. Por su parte, Rovira y Herreros (2016), basados en una revisión exhaustiva de la literatura, proponen distinguir en la Patagonia chilena 3 ecorregiones: i) Chiloé-Taitao, 42°-47°S; ii) Kawésqar, 47°-54°S; iii) Magallanes, 54°-56°S (Figura 1). Esta clasificación de tres ecorregiones marinas patagónicas es usada por diferentes autores (incluyendo algunos en este libro) como equivalentes a macrozonas o macro-sectores biofísicos marinos patagónicos, denominándolos: Patagonia norte, central y sur; con límites similares a los usados por Rovira y Herreros (2016) para las ecorregiones (ver Häussermann et al., 2021; Tecklin et al., 2021; Hucke-Gaete et al., 2021; Molinet y Niklitschek, 2021). Previamente, Sullivan Sealey y Bustamante (1999) y Spalding et al., (2007) habían propuesto el reconocimiento de sólo 2 grandes ecorregiones marinas para la Patagonia chilena: i) Chiloense, 41°-47°S; ii) Canales y Fiordos del Sur de Chile, 47°-56°S. En este libro diferentes autores usan estas terminologías para distinguir ecorregiones y/o macro zonas geográficas, entregando en cada caso nuevos antecedentes biológicos/ecológicos.

4. CONSERVACIÓN BASADA EN LA EVIDENCIA CIENTÍFICA EN LA PATAGONIA CHILENA

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962 стр. 154 иллюстрации
ISBN:
9789561428218
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